The Sentinels Libro II - Dark Powers1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25
He aquí una cosa peculiar: yo no era el único
en la Academia con algo que probar o refutar; nunca pregunté,
pero me parece ahora que había una gran cantidad de ellos como
yo, empujando las envolventes de sus propias vidas del modo en que los
pilotos de prueba empujaban las envolventes con su nave aeroespacial. De las audiencias de diagnóstico seleccionadas de la REF, el cadete graduado Penn, Karen
El equipo que el equipo estaba llevando no podía enviar una señal a la nave insignia de los Sentinels, ciertamente no sin dar la posición del grupo inmediatamente. Sólo el sistema más sofisticado a bordo del transbordador podía hacer eso, y Rem y Gnea no estaban respondiendo. No hubo mucho disentimiento; la cuadrilla de reconocimiento se había acercado a través de la penuria compartida, y la posición de Rick como el líder se había solidificado. “No podemos detenernos tan cerca de nuestro objetivo,” él les dijo. “Quizá Rem restablecerá contacto. Pero aún si no lo hace, alcanzar nuestro objetivo y llevar a cabo nuestra misión de exploración antes de que volvamos no nos costará tanto más tiempo.” Nadie parecía inclinado a objetar, menos de todos Lron. Pero fue Bela quien vino con una solución interina. Ella se acercó a Rick con lo que él ahora consideraba como “esa maldita peste alada” –su malthi– posada con sus muchas garras clavadas en su funda del antebrazo. “Hagane puede servir como nuestra mensajera,” ella dijo. Rick y los otros miraron a la mujer y al pequeño halcón. “¿Quieres decir que ella puede encontrar el camino hacia Rem?” Rick preguntó lentamente. “¿Qué ocurriría si se pierde?” Bela lo miró indignada. “Hagane no se pierde.” Ella ya estaba sacando materiales para escribir y vendar de una elegante bolsa labrada en su cinturón, inclinando la cabeza. “Cualquier ruta por la que ella haya pasado, la puede desandar, aún una subterránea.” Bela miró a Lron. “Y más rápidamente que cualquier Karbarriano. Si el transbordador se ha ido o los otros están muertos, mi Hagane simplemente retornará sin un mensaje.” Y parecía improbable que la criatura tendría algún problema con las cosas aladas que el equipo había avistado en las cuevas; los pocos vuelos exploratorios de Hagane habían mostrado que los habitantes de la cueva estaban de veras deseosos de permanecer alejados del torbellino con pico de cuchillo y garras adiamantadas que era la mascota de Bela. La cabeza de Rick estaba dando vueltas, pero tomó unas cuantas decisiones ahí mismo. “Enviaremos a Hagane a su vuelo desde el punto de observación, de modo que ella sabrá su ruta a través de todo el camino de regreso a nosotros y –y no tendrá, uh, que rastrearnos.” Él tuvo una visión de la cosa volando con la velocidad de un rayo por las cuevas, y trató de deducir cuán rápidamente Hagane podía hacer el viaje. Rayos; sería un rápido conmute. Bela inclinó la cabeza a la sabiduría de Rick, y él retornó la cortesía. Ellos se apresuraron y, como Lron había prometido, pronto se encontraron mirando al exterior sobre una extensión enorme del paisaje Karbarriano de tiempo tormentoso. La abertura irregular de la cueva podría haber sido cualquiera de cientos de agujeros que el viento –y la arena– formó en un paisaje de acantilados, pero era el único que unía directamente al laberinto subterráneo secreto de los Karbarrianos. La fosforescencia natural daba al lugar un resplandor verde azul débil, de modo que ellos no necesitaron sus dispositivos de visión para verse. Ellos se quitaron los oídos de murciélago, también. La Praxiana se había colocado en el piso para trabajar. “Ahora, el mensaje debe ser corto, así que ¿qué dirá? Tengan presente, que Gnea puede enviarme una respuesta a mí aquí, pero esa respuesta debe ser concisa, también.” El mensaje que Bela escribía laboriosamente, su lengua en una esquina de su boca, estaba en glíficos indescifrables, el concepto completo de los símbolos del código de las Praxianas, usando una pluma con una punta tan estrecha como una jeringa. Ella dobló el pedacito de papel de fino tissue dentro de una pequeña cápsula de metal y la ató a la pierna de Hagane. Hagane se quedó en su sitio, aunque su amenazante pico se abrió en objeción a esta libertad, aún tomada por su amada Señora. Bela besó las plumas de Hagane de ojos suavemente radiantes y Hagane la hocicó. La amazona liberó a la criatura de sus manos. Hagane se zambulló hacia el interior de la cueva, desandando su camino. “¿Cuánto tiempo piensa que tomará?” Kami preguntó, la voz amortiguada por su máscara. Bela lo consideró. “¿Para llegar allí y regresar? Tal vez habrá una consulta con la nave insignia. Digamos, dos horas.” “Entonces, descansaremos cuanto podamos,” Rick decidió. Todos estaban cubiertos de malezas, y el llamado a moverse rápidamente y duro de nuevo podría no darse hasta el regreso de Hagane. Él no vio razón para establecer doble guardia, o nada más que vigilancias cortas, de modo que todos pudieran conseguir descansar un poco. No era probable que hubiese algo para observar o analizar para los propósitos de la inteligencia militar bajo el cielo nocturno de los Karbarrianos en las próximas pocas horas. La vigilancia en guardia también haría llamadas periódicas en un esfuerzo por restablecer el contacto con el transbordador. Karen Penn se ofreció como voluntaria para el primer cambio de media hora. Nadie se opuso. Lron, quien no tenía ninguna necesidad de arroparse o de la bolsa de dormir, se arrolló cerca de la boca de la cueva, y miró lejos en la noche. El resto de ellos tomó tragantadas de agua o se alejaron dentro de alcobas privadas para atender sus asuntos personales, y luego se calmaron para dormir. Karen Penn, los músculos todavía acalambrados por la agotadora travesía del subterráneo Karbarriano, se movió hacia una superficie rocosa lejos hacia un lado y silenciosamente comenzó una rutina de Tai Chi, moviéndose con precisión y una gracia fluida que no era occidental. Jack, enrollado en su bolsa de dormir con sólo un ojo observando, siguió cada movimiento pero no dijo nada. “¿Qué es lo que hace?” preguntó Bela repentinamente, su voz inesperadamente suave, mientras los otros comenzaron a inclinar la cabeza. Karen habló suavemente, también, sin detenerse. “Esto es un sistema de ejercicio/combate que fue ideado hace mucho tiempo en mi mundo. Da un enfoque personal y conciencia íntima de la persona y de la naturaleza.” Ella se detuvo y asumió otra posición. “También tenemos sistemas más vigorosos y enérgicos.” Ella pasó por un kata breve a toda velocidad, tirando puñetazos y patadas, demostrando bloqueos rotativos y golpes con dedos rígidos con mucho menos gracia pero tan precisos como una máquina. Cuando Karen terminó, Bela la observó por un momento, entonces dijo, “Estas son bellas formas de lucha y aparentemente efectivas, y usted parece una experta. No es tan tonta como yo pensaba, Karen Penn.” Ella comenzó a tirar de su capa de campaña, la única cubierta que ella parecía necesitar, alrededor de sí. Karen parpadeó. “¿Tonta?” Escucha, cariño, tan grande como eres, voy a– “Tonta por darle tanta importancia a un mero hombre,” Bela dijo, y cerró sus ojos predatorios, dándose vuelta para dormir. Karen miró con fijeza a Bela, pensando en lo que ella había dicho. Afortunadamente para Jack, él había cubierto su cara completamente antes de que Karen mirase en su dirección, inmersa en confusos pensamientos e impulsos cruzados.
Kami se alejó hacía un pequeño callejón sin salida para no molestar a nadie y trató de realizar otra llamada a Rem y a Gnea, sin éxito. Al colocar el aparato a un lado, él se dio cuenta que estaba percibiendo cierta rareza en sus percepciones, una falta de profundidad y una monotonía de rasgos. Se le ocurrió que él había disminuido el flujo de su tanque inhalante, para economizar mientras dormía. El tanque no era su única fuente de aire, por supuesto; tal aprovisionamiento habría sido demasiado voluminoso para llevar. En su lugar, su máscara frugalmente mezclaba la atmósfera de su mundo hogar con aquella de los alrededores del lugar en cualquier tiempo dado. Él aumentó el flujo, y en momentos sintió la Realidad Superior enfocarse agudamente de nuevo, con sus percepciones mejoradas y conciencia expandida. Los vientos haciendo susurrar las arenas murmuraron sus secretos a él, y las estrellas sobre su cabeza titilaron mensajes desde el momento de su nacimiento. Transmisiones fantasmales –pero desafortunadamente, menores– se dieron a conocer en la forma de imágenes o voces incorpóreas. Pero él todavía no podía percibir las Verdades mayores de esta guerra. Lron, su ronquido sorprendentemente suave, había rodado lejos de su lugar de guardia hacia la boca de la cueva. Kami caminó hacia el mismo borde para mirar dentro de la noche. Un resplandor iluminó el horizonte, y él supo que en alguna parte por allí estaba la gran ciudad capital cubierta por un enorme domo, Tracialle, el único centro de mayor población de Karbarra. Kami y su gente diplomáticamente se refrenaron de ridiculizar a los Karbarrianos y a sus rituales cantados de varios días de duración y a sus dramáticos, a veces dolorosos ritos y a las grandiosas representaciones, todo ejecutado en el nombre de cierta Providencia que los ursinoides reclamaban lograr. El Mundo Superior no era nada que uno pudiera contactar de esa manera; los Karbarrianos simplemente se entregaban a delirios masivos. El Mundo Superior hablaba a los Garudianos a través de todos sus sentidos, gracias a su extraño ecosistema, y les mostraba caminos y posibilidades. Así, se les permitía escuchar a hurtadillas el monólogo constante puesto en circulación por cada cosa existente sencilla, a fuerza de su existencia misma, y –a veces– comprender lo que estaba siendo dicho. Kami tuvo una visión y no vaciló. Silenciosamente al recoger su equipo, él correteó hacia abajo del estrecho reborde dirigiéndose desde la boca de la cueva hacia el pie del acantilado. Era como su visión se lo había mostrado. Kami se movió rápidamente con pies ligeros a través de las arenas hacia el resplandor en el horizonte. Él siguió la configuración del terreno, tan seguro de sus habilidades como cualquier animal salvaje. Sin embargo, de algún modo su visión no le había mostrado un vuelo rápido de naves de escaramuza Enforcers que, volando en lo alto, lo registraron en los detectores de calor infrarrojos. Tampoco le había mostrado los mecha Inorgánicos Scrim y Odeon semejantes a gnomos que aparecieron sin advertencia en la oscuridad y lo rodearon. Kami se dio vuelta para correr, pero estaban en todas partes, tan grandes como cualquier Battloid, esforzándose por asirlo con sus múltiples garras metálicas y tentáculos segmentados y manos Robotech. Él buscó tentando el arma Owens, pero fue arrebatada de su espalda. No había tiempo para usar su enlace de comunicación con el resto de la cuadrilla de exploración; él arrancó su máscara de respiración para gritar un simple, dolorido y reverberante grito en la noche desierta.
Ellos no se atrevieron a exhibir una luz, pero se colocaron sus equipos de visión nocturna. Entre el sentido del olfato de Lron y el ojo de Bela para rastrear, ambos reconstruyeron lo que había sucedido. “Otro Garudiano que sigue sus espejismos hacia un mal final,” Lron dijo. “Él vino aquí para ayudar a tus gentes, tal como el resto de nosotros,” Jack dijo despectivamente en réplica, “a si que deje de ridiculizarlo.” Bela inclinó la cabeza en acuerdo, y Karen, de pie a un lado, estudió a Jack de nuevo. “¡Así es, Teniente!” Rick dijo bruscamente. La pregunta era, ¿qué hacer ahora? Tantos como tres de su equipo original de ocho podrían estar muertos, y los restantes –él mismo incluido– estaban posiblemente varados en medio de una fortaleza Invid excitada. De repente, el Centro Táctico de Información en la SDF-3 no parecía un mal turno de servicio. Rick estaba dispuesto a creer que Kami estaba en las manos de los grotescos Inorgánicos bípedos del Invid. ¿Pero le correspondía a él guiar a sus exploradores restantes en una desesperada misión de rescate, como la Hermandad de los Anillos, lejos, en su avance maratónico a través de las praderas de Rohan? Maldita sea, esta operación estaba en una situación muy apretada, y él no podía sacrificar más personas por el bien de un miembro desaparecido que posiblemente estaba alucinando y muy probablemente muerto. “Nos quedaremos en este sitio y daremos a Hagane una oportunidad de regresar,” él continuó. “Todos estén preparados para salir al momento del anuncio. Baker, Penn: calienten algunas raciones allí en el callejón sin salida, donde los Invid no registrarán las lecturas de calor. Y traten de realizar otra llamada al transbordador mientras estén haciéndolo. “Bela, vigila la entrada de la cueva. ¿Funcionan sus gafas de visión nocturna? Bien. Lron, venga aquí y ayúdeme a orientar las lecturas de mi mapa en las características topográficas locales.” El resto de ellos pusieron manos a la obra, y repentinamente eran una unidad de nuevo. Estaban tan dedicados a sus tareas que el regreso repentino y chillante de Hagane llegó como un shock que les hizo levantar los cañones de las armas, con los ojos muy abiertos. Esta vez, la mascota de Bela cargaba una cápsula en cada pata. Al ella leer de cabo a rabo los delicados papeles, Bela frunció el entrecejo. En unas cuantas y sucintas frases en la lengua franca Zentraedi, ella dijo al resto de ellos lo que leyó. Rem y Gnea habían reasumido contacto con la nave de los Sentinels, y el transbordador podía ir al espacio, pero el equipo de comunicaciones especial para alcanzar al equipo de exploración estaba permanentemente inservible. Luego Bela continuó para revelar el secreto de los niños de Karbarra. Cuando lo hacía, los hombros de Lron se hundían más y más, hasta que comenzaron a levantarse, perfilados contra la luz del día que comenzaba. Les tomó al resto de ellos un momento para comprender que el viejo y pobre camarada, tan fuerte como un roble, estaba llorando. A la larga, él les relató la misma historia que Jean Grant y el resto habían oído allá arriba. Ellos también tenían esperanzas, porque Lisa y los otros líderes habían establecido un plan juntos. Las cejas de Bela se fruncieron cuando buscó solución a los símbolos. Cuando lo consiguió, tiró su cabeza hacia atrás y rugió, y golpeó a Lron en la espalda. Jack Baker maldijo en voz baja, y los rasgos de Karen se atiesaron con resolución. Rick se puso de pie de la roca en la que él se había sentado. “Parece que conseguimos el tour por el desierto después de todo. ¿Bela, piensa que el Invid será capaz de sacar alguna información de Kami?” Ella estaba acariciando la suave cabeza de Hagane. “Si usted piensa eso, no conoce a Kami. Ellos podrían desmembrarlo, y él lo consideraría como una experiencia de aprendizaje otorgada por el Universo.” Rick inclinó la cabeza. Él hizo algunos cálculos y se dio cuenta que no había tiempo para desandar el viaje entero desde el lugar de aterrizaje del transbordador. “Envíe a Hagane de vuelta al transbordador para hacerles saber que agradecemos el plan y que permaneceremos listos en nuestra posición actual. Mencione la captura de Kami, también.” Él quiso enviar alguna palabra especial a Lisa, pero eso tomaría una ventaja injusta de su rango. Él frotó el puente de su nariz entre el pulgar y el índice. Cuando Bela puso manos a la obra, barboteando algo sobre ser considerada como un “humilde calígrafo, en lugar de un líder de guerra,” Rick giró hacia Jack y Karen. “Doble verificación de todo el equipo, especialmente las armas. Lron, verifique la ruta que Kami tomó para bajar el acantilado. Hágalo cuidadosamente, para asegurarse de que no hay ninguna pista que conduzca a los Invid hacia nosotros.” “¿La tarea más dura de todas, ahora, eh, señor?” Karen dijo. Rick inclinó la cabeza con pesar. “Sí: esperar.” Ellos dicen que la parte mortal no es tan mala; pero luego, no tenemos
muchos testimonios de primera mano. Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina) |
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