The Sentinels Libro II - Dark Powers

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Capitulo 13

El punto de giro, por contestar hasta ahora, es el éxito que el Regente sentía que estaba logrando en su “traspaso,” y cómo él escogía su curso. El que él todavía sentía un deseo inconmovible –tal vez amor, tal vez obsesión– por la Regis es obvio.
Pero esto no concordaba con “de-evolución” como los humanos lo representarían; seguramente su auto-remoldeado lo debió haber alejado de tales sentimientos. ¿Rehusó él a dejar esos sentimientos, o fue la de-evolución algo completamente diferente de lo que podríamos conjeturar?

Lemuel Thicka, El Templo de la Llamas. Una Historia del Regente Invid


Una vez más, Crysta estaba de pie frente a la jaula de Tesla. “Se lo pregunto de nuevo, Invid: ¿qué puede decirme de la situación en Karbarra?”

Tesla extendió sus manos con tristeza infinita. “Sólo lo que usted misma sabe. Sin embargo, le digo a usted otra vez: libéreme y déjeme bajar a su planeta y hacer todo lo posible en nombre de la paz y la apertura de nuevos diálogos.”

Crysta hizo un sonido impaciente. “Si descubro que está mintiendo, lo arrojaré al exterior por una esclusa de aire.” Ella se dio vuelta para irse.

“Espere,” él dijo bruscamente. “¿Por qué no les ha dicho a los otros de –este problema?” Como científico, él había descubierto cosas interesantes sobre el sistema de creencias de los ursinoides. Él había esperado que Lron y Crysta hubieran explicado su dilema a los Sentinels hace mucho tiempo; sin embargo tal vez era de cierta ventaja sutil para él el que ellos no lo hayan hecho, él lo encontró enigmático.

Crysta hizo un sonido irritado. “¡Usted no comprende nada, Invid! El conocimiento que proviene de nuestra Videncia es frágil. El revelarlo puede cambiar la Videncia y al Formador a algo diferente, algo aún peor. Si usted no hubiese sabido ya sobre –sobre nuestro dilema, yo nunca lo habría mencionado.”

Tesla inclinó la cabeza para sus adentros. Entonces. Parecería que aún había esperanzas para él, si podía manipular las cosas. Ciertamente, él no tenía mucho más que le gustase. Él, sobre todo, tenía razones para esperar que la visión de los Karbarrianos del futuro saliera bien; de otra manera, Tesla estaría entre los primeros en sentir su cólera, y él sabía cuán terrible su venganza podía ser.


La entrada fue más como una caída libre, realmente, el pilotaje de Lron variando entre la manera suicida imprudente y la profesionalmente competente. Él desvistió parte de la capa ablativa del transbordador pero consiguió bajarlo sin ser registrado, hasta donde ellos podían decirlo, en ningún instrumento Invid.

Jack Baker se halló apretado en su asiento, los ojos hendidos, escabulléndose dentro y fuera de un exterior de color rojo. Él sólo esperaba que Lron tuviese una mayor tolerancia a las fuerzas g, porque esto se sentía como que podría ser un momento desconcertante para que el piloto tomase una siesta.

Karbarra era un yermo, un lugar barrido por el viento, cacarañado y lleno de agujeros de gusano a causa de sus generaciones de minería intensiva. Lron salió del picado de su entrada y dio a la nave cierto impulso, nivelándola a la altura de aterrizaje virtual, buscando. Él rápidamente se orientó, y se acercó al sitio de aterrizaje que había escogido.

Todo los Sentinels estaban alerta, atendiendo las estaciones de armas y listos para abrir fuego. Pero el lugar escogido por Lron, una operación abandonada donde una veta mayor de mineral de hierro se había agotado, estaba desértico. Los Sentinels habían estado contando con vigilancia disminuida y patrullas, lo que con las fuerzas de ocupación Invid presuntamente se redujo a un número mínimo. Parecía que ellos habían ganado la apuesta –hasta ahora– pero eso todavía dejaba a muchísimos enemigos.

Lron hizo aterrizar al transbordador suavemente a través de un agujero abismal enorme en un domo cuarteado enorme en el centro del área de procesamiento. Era un emplazamiento ya observado por la resistencia Karbarriana, él explicó. Era una base de operaciones tan segura como era probable que el equipo halle, al menos por ahora.

Rick comenzó a organizar las cosas aún antes de que ellos se desabrochasen los cinturones. Bela estaba ansiosa por sacar a Halidarre a dar un vistazo en los alrededores y sentir la libertad del cielo; tomó una discusión fuerte hacerla ver que un rastrillaje terrestre y un escaneo de sensores del área inmediata serían necesarios primero, para asegurarse de que los Sentinels no fueran localizados por alguien antes de que ellos pudieran hacer el reconocimiento por sí mismos.

Karen Penn tuvo una corazonada, al ver al joven almirante poniéndose de pie ante la imponente amazona y diciéndole calmadamente que era hora de que ella comenzase a aprender a aceptar órdenes. La mano de ella fue hacia su espada de nuevo. “¿Órdenes? ¿Osa decirme que carezco de disciplina? ¿Y quién es usted para darme órdenes?”

La boca de él se había convertido en una línea chata. “Soy una de las personas a las que ustedes los Sentinels recurrieron por ayuda, ¿recuerda? Soy parte de la fuerza que les está dando una buena oportunidad de recobrar su planeta. Ahora, cuando nuestro consejo unido toma una decisión, nos apegamos a ella; ése fue el convenio. Y la decisión en este caso fue por una misión de reconocimiento conmigo al mando y Lron en segundo lugar. Así que veamos si puede aceptar órdenes así como las da.”

Bela repentinamente sonrió, tirando su cabeza hacia atrás. “¡Sigo olvidando que ustedes los hombres pueden ser tan tercos como una mujer! Muy bien, Almirante, lo haremos a su modo –pero, tenga presente que: cuando sea puesta a cargo de una operación, esperaré lo mismo de usted.”

“Me parece justo.” En privado, Rick decidió que él no quería tener algo que ver con una operación dirigida por la impulsiva mujer guerrera.


Cada paso suyo en los inmensos y reverberantes vestíbulos de la Colmena Hogar Invid parecía estar ridiculizando al Regente.

Aún no había noticias de las fuerzas especiales que él había enviado a Tirol, ninguna respuesta de la Regis. Todo estaba demasiado inquieto para que él se diera el placer de castigar a los subordinados. Él se movía ahora a pasos regulares junto con sus guardaespaldas de élite marchando a una distancia discreta detrás, sus pasos blindados resonando.

Y él maldijo de nuevo los percances tácticos que habían hecho necesario abandonar la Computadora Viviente, el más nuevo y por lejos el mejor cerebro desarrollado en un tanque del gigante Invid, bajo el Royal Hall. Estaba inactivo, y podía caer víctima de daño, podía atrofiarse –podía hasta ser dañado por la especie híbrida advenediza que había encaminado de algún modo sus legiones.

Él había sido obligado a hacer volver más tropas desde las marchas exteriores de su desmenuzado reino para asegurar que los mundos cercanos bajo su dominio permanecieran de ese modo. El Regente chirrió áspera e irritadamente ante el pensamiento de que tal vez sus fuerzas especiales se habían encontrado con alguna revocación. ¡En el peor momento posible!

Y luego estaba el pensamiento que lo desalentaba tanto como cualquiera. ¿Qué ocurriría si los Maestros Robotech retornasen para librar una guerra sangrienta, y lo atrapasen en este estado desorganizado? Él reverberó con el desagrado, pateando un pilar que se asemejaba a un axón nervioso.

Él maldijo a su pareja de nuevo, por haberse llevado a la mitad de su raza. ¿Qué podía necesitar ella de ellos? ¡Ella ni siquiera estaba comprometida en conquistar! Ni siquiera estaba pretendiendo ayudarlo a mantener el dominio sobre el reino. No era justo; todo esto era su culpa.

Algo tenía que hacerse.

El regente se detuvo, se dio vuelta, marchó en otra dirección. Cuando llegó a la inmensa cámara de huevos, él estuvo complacido por encontrar que nada estaba fuera de lugar, y los Niños Especiales de la Regis estaban todos allí, inmóviles y ajenos en la entonces suspensión gelatinosa. Fila por fila, hilera sobre hilera.

“Niños Especiales.” Típico de ella, ella ni siquiera se había dignado a decirle lo que la frase significaba. La Regis apenas había aclarado que éstos iban a ser cierta manifestación última de la herencia genética Invid, y que tendrían un destino mayor.

“¿En realidad?” el Regente bufó para sus adentros. ¿Cuándo el imperio se estaba desmoronando y los enemigos del Invid podrían estar en la misma Colmena Hogar muy pronto? ¿Qué destino mayor tales Niños Especiales podían tener que defender a su Regente y conquistar, conquistar para la gloria Invid?

Sin embargo –él debe proceder cuidadosamente. Él ni siquiera estaba seguro de con qué estaba lidiando. No haría desatar algún nuevo y hasta mayor peligro –tal vez una generación de Invid quienes no conocerían ninguna lealtad hacia él, o hasta estar infectados con aspiraciones propias.

No, era mejor ir cautamente. Entretanto, él podía reasignar sus fuerzas, mantener el status quo por ahora. Él ya se las había arreglado para juntar a duras penas algunas tropas de frontera y despacharlas para reforzar la reducida guarnición Karbarriana. Tal vez él hasta podía usar a los Niños Especiales como una ficha de negociación –conseguir que la Regis le diese los guerreros leales que él requería a cambio de estos huevos en reposo.

¡Y Tesla! ¡Con su plática mística sobre el Fruto de la Flor y sus promesas de traer un jardín zoológico de enemigos derrotados para la diversión del Regente! ¿Qué se sabe de él?

Agitado, el Regente se alejó para enviar otro mensaje a Haydon IV y demandar noticias inmediatas de Tesla, so pena de un castigo horrible para aquellos a lo largo de la línea que fallasen en proveerlas.


“Simplemente tengo el presentimiento de que ella te escuchará,” Vince Grant dijo a su esposa. “Tú precisamente tienes ese poder de persuasión con las personas, querida.”

Ella bajó el reporte médico que había estado llenando, evaluaciones preliminares del vasto conjunto de ungüentos, preparaciones, píldoras, y polvos del mundo hogar de cada Sentinel; ella estaba tratando de comprenderlos y a las fisiologías de los pacientes a los que ella esperaba administrárselos.

“Vince, por qué no hablas con Crysta. Quiero decir, tú eres más de su tamaño.”

Eso consiguió sacar una risa de él. “No pienso que esto tenga algo que ver con el tamaño. Sólo soy un ingeniero ascendido que consiguió una comisión porque él sabe lo que hace funcionar a la GMU. Pero tú entiendes a las personas, y Crysta sólo es una persona cubierta de pelo. Además, tú eres una madre.”

Jean lo examinó. “¿Qué tiene que ver eso?”

“No estoy seguro. Yo le estaba enseñando la GMU y, sabes que, allí estaba aquella fotografía de Bowie en mi escritorio. Cuando le expliqué sobre él, eso la hizo negarse a hablar, y terminó con el breve tour.”

Jean sintió una mezcla de curiosidad y obligación profesional ahora; él la había visto interesarse en casos, tales como este, muchas veces anteriormente. “Nosotros no sabemos realmente mucho sobre los niños Karbarrianos, ¿no es así? Oh, el ciclo reproductivo está justo allí en los bancos de datos, nada inusual –¡especialmente cuando los comparas con aquellos Spherisianos! Pero me refiero a, ¿qué les está sucediendo en este momento?”

“Eso se me vino a la mente a mí, también,” Vince dijo sobriamente.

Ella se elevó y besó a su esposo, parada en puntillas para hacerlo. “Tú eres bastante inteligente para ser sólo un ingeniero ascendido, ¿lo sabías?”

Él le dio media sonrisa. “Lo suficientemente inteligente para recurrir a ti cuando me enfrento con un problema real.”


Los sensores y detectores indicaban que ellos habían hecho su aterrizaje sin ser detectados. Rastrillajes realizados por Rick, Jack, y Karen en Hovercycles, e, inevitablemente, un vuelo de vigilancia por Bela y Gnea en su caballo volante, precisamente confirmaron el hecho.

Entonces fue Rem quien se obstinó, cuando Rick lo asignó, junto con Gnea, para vigilar el transbordador y manejar el equipo de relevo de comunicaciones, de modo que el equipo de reconocimiento estaría seguro de conseguir un enlace directo a la Farrago si y cuando fuese necesario.

“Toda esta misión no tiene sentido si no podemos reportar lo que encontremos aquí,” Rick se irritó con él. “¡Ahora, no quiero ni un argumento más de nadie!”

Rem se calmó, y el equipo comenzó a cargarse con armas y equipos. Lron casualmente se cargó con el doble del conjunto de aparatos y accesorios que cualquiera de los otros y no parecía sentir el peso en absoluto. Algo lo estaba haciendo menos comunicativo, sin embargo.

Por decirlo así, Rick estaba más interesado en tratar de tener la mezcla correcta de equipo y armas distribuida entre su equipo. Lron había revelado que la red de cavernas naturales y minas abandonadas constituía una carretera subterránea virtual, y que la unidad podía cubrir la mayor parte de la distancia a su objetivo por allí.

Eso significaba luces de mano adicionales, equipos de visión nocturna, y cosas por el estilo. Rick permitió a Bela conservar su rifle Wolverine, pero asignó a Kami un arma más vulgar, Owens Mark IX, mucho más poderosa pero de corto alcance, en caso de lucha a corta distancia. Rick tomó un Wolverine para sí. A Karen se le asignó un rifle de francotirador con mira telescópica de largo alcance, sus puntajes de puntería eran mejores que los de todos ellos.

Lron jaló el lanzacohetes de repetición y un surtido de municiones; a Jack se le otorgó una pistola ametralladora de proyectiles sólidos que disparaba pelotillas explosivas. Rick se aseguró que todos ellos estuviesen llevando puesto “orejas de murciélago,” en caso de que hubiera alguna lucha subterránea. Las orejas de murciélago amplificaban los sonidos bajos, dejaba a los normales inalterados, pero amortiguaba a los elevados –así los exploradores no serían ensordecidos en un intercambio de fuego subterráneo.

Bela no salió con el esperado argumento sobre dejar a Halidarre detrás; aún ella podía ver cuán impráctico sería halar el caballo por los estrechos lugares con los que el equipo podía esperar toparse abajo. Ella descartó la mayor parte de sus armas Praxianas, llevando sólo su largo cuchillo.

Lron guió el camino hacia un ascensor de mina que olía rancio y a aire viciado. Él manoseó nerviosamente una conexión de poder que parecía muerta, e hizo zumbar al motor del ascensor con prontitud. El grupo subió a bordo, encendiendo las luces del casco. Rem y Gnea los observaron descender en la oscuridad.


Veidt, Cabell, y los otros estaban desconcertados por lo que veían –o, más bien, no veían. Lecturas de largo alcance en la superficie de Karbarra indicaban que habían ocurrido daños de batalla pequeños o ninguno en el planeta de abajo. Su ciudad principal, Tracialle, todavía estaba brillando y entera debajo de su domo cristalino.

“Esto no es lógico,” Veidt dijo. “Los Karbarrianos son feroces aborrecedores del Invid, y asumimos que la lucha había sido furiosa.”

Pero los instrumentos indicaban claramente pesada actividad militar Invid abajo, aunque no había ningún signo del combate. Con algunas pocas excepciones, la infraestructura industrial y técnica parecía estar intacta y funcionando a un grado modesto, los edificios todavía de pie en su mayor parte, los sistemas sociales operando normalmente.

“¿Tal vez todo esto es algún artificio?” Sarna se preguntó, volviéndose hacia su esposo. “¿Puede ser que los Karbarrianos ejecutaron todo esto para atraernos a una trampa? –pero no. ¿Seguramente ellos pudieron haber desviado a la nave hacia aquí con un pretexto u otro tan pronto montamos nuestro motín?”

“Y no tiene sentido para ellos haber arriesgado sus vidas contra el Perseguidor, o de nuevo en combate contra las fuerzas especiales que nosotros sorprendimos,” Cabell señaló. “Luego está este asunto del reconocimiento. Una pieza del rompecabezas aún falta.”


Ellos fueron interrumpidos por las alarmas mal integradas de la nave de nuevo, y la voz de Lisa apareció en un altavoz del sistema de altavoces que se asemejaba a una cornucopia.

“¡A las estaciones de batalla, a las estaciones de batalla! Una fuerza enemiga ha dejado el hiperespacio para acercarse a Karbarra. Nos han detectado y están maniobrando para atacar. Escuadrón Skull y Wolff Pack, prepárense para el lanzamiento. ¡Todas las estaciones de armas prepárense para disparar a mi mando!”

Para Jonathan Wolff, fue un alivio ser llamado a la cabina de su Hovertank. Él había estado dirigiendo su Wolff Pack a lo largo del viaje, tratando de alejar su mente de los pensamientos que lo atormentaban, con preparación y adiestramiento, chequeos de mantenimiento, e instrucciones intensas y sesiones de entrenamiento.

Ello no había ayudado. Aún estaba la culpa que sentía por haber dejado a su esposa e hijo atrás de modo que él podría participar de la gloria de la REF, y ahora pasarían años antes de que los vuelva a ver.

Pero una culpa aún mayor, moliendo su conciencia en carne viva y luego arañando en la herida sangrienta, era la imagen innegable de Minmei, Minmei. El sonido de su voz, el aroma de su cabello, el rostro y los ojos, su encanto juguetón. El recuerdo de cómo se había sentido poner sus brazos alrededor de ella en el jardín en la fiesta de Víspera de Año Nuevo en Tiresia. Su beso, el que lo había atolondrado como cierto escolar.

La nave estaba temblando por el lanzamiento de los VTs del Skull. Wolff dio bruscamente rápidas órdenes, y sus propios Hovertanks pasaron a modo Battloid, sellados para el combate en vacío, siguiéndolo en avance rápido hacia la escotilla de carga designada. Los Destroids asignados a la GMU estarían dirigiéndose a sus posiciones de fuego, Wolff lo sabía, y la misma Unidad Móvil Terrestre estaría calentando sus armas.

Pero no habría ninguna duda de una emboscada esta vez; hoy ambos lados estaban prevenidos. Wolff se había sentido desilusionado al no ser incluido en el equipo de reconocimiento, pero eso había sido antes. Ahora, el Wolff Pack parecía que iba a tener toda la acción que podía manejar.

Y en cuanto a Hunter y al resto, ¿atrapados abajo? Wolff se sintió brevemente apenado por ellos, luego regresó su mente a dirigir su pequeño rincón de la guerra.

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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