The Sentinels Libro II - Dark Powers

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Capitulo 3

Supongo que no debimos habernos sorprendido. Ya habíamos descubierto tiempo atrás, durante la Guerra Robotech, que dondequiera que los bloques de construcción químicos básicos de la vida coexistían, ellos se vinculaban preferentemente para formar las mismas subunidades que definían las estructuras biogenéticas esenciales encontradas en la Tierra. En otras palabras, el orden del código del DNA no era una singularidad de la naturaleza.
La formación y eslabonamiento de ácidos y nucleótidos era casi inevitable. Los enlaces del RNA mensajero parecían operar en una codificación intrínseca a las moléculas mismas. Sabíamos que la vida a lo largo del universo podría ser muy similar, y que cierta fuerza parecía dictarlo así.
Pero eso no quitó de la vista de los Sentinels el golpear a la mayoría de nosotros inmediatamente en nuestras piernas.

Lisa Hayes, Recolecciones


El diablo que estaba teniendo a raya a Rick no era verdaderamente aquel de las historias de miedo del Antiguo Testamento. Al menos él parecía carecer del poder del fuego del infierno, y estaba tratando de razonar en acentuado Tiresiano antes que condenar a Rick a las Profundidades Subterráneas y a la Agonía Eterna.

“¡Libéreme! ¡Suélteme de las manos!”

Todo lo que Rick podía ver era un sonriente y ligeramente demoníaco rostro del cual cuernos crecían. Entonces Rick se sintió apartado con tal fortaleza que él pensó que el fornido Vince Grant o hasta el mismo Breetai lo había agarrado.

Para el asombro de Rick era Lang, cuidadosamente pero enérgicamente impidiendo una catástrofe diplomática.

¿La Protocultura, trabajando a través de él? el joven almirante se preguntó.

El aire se estaba aclarando y un disturbio había sido prevenido. Las mandíbulas de los humanos se abrieron maravilladas cuando los Sentinels se presentaron a sí mismos.

“Soy Veidt, de Haydon IV,” el vestido con una túnica –el que había rehusado la mano de Lang– dijo. “Y como estaba por decir, no le puedo ofrecer mi mano, debido a que tengo ninguna, tampoco tengo brazos, tal como usted comprende el concepto. Sin embargo, doy la bienvenida a sus palabras de amistad, y reafirmo las mías.” Veidt descendió flotando la rampa hacia ellos e inclinó su cabeza solemnemente.

Lisa, no encontrando palabras, devolvió el gesto.


Los representantes diplomáticos de los Sentinels se trasladaron con aquellos de la REF hacia una mesa redonda y grande, adornada por edicto del consejo, bajo el resplandor de jade del creciente Fantoma en la larga noche Tiresiana. El área estaba iluminada por montones de rejillas de iluminadores, y por los reflectores Tiresianos de dos patas y de apariencia singular.

Los servidores humanos trajeron bandejas de alimentos y bebidas, y algunos de los Sentinels no mostraron ninguna renuencia respecto a ayudarse a sí mismos, sin embargo otros declinaron, teniendo necesidades nutritivas diferentes.

El Gran Breetai, su silla de tamaño exagerado crujiendo ominosamente debajo de él, notó figuras apretadas contra puertos y cúpulas de observación en el acorazado. Por su sugerencia, un gran surtido de provisiones fue colocado en las esclusas de aire; los representantes diplomáticos de los Sentinels fueron muy agradecidos, y mencionaron, casi como un asunto indigno de discusión, que ellos habían estado sobreviviendo apenas con provisiones de supervivencia.

Los seres que se parecían a osos machos y hembras caminando por allí con anchos y elefantinos pies –y vistiendo arneses que soportaban fundas y bolsas pequeñas y armas de mano de cierto tipo– eran Karbarrianos.

Veidt y su camarada Sarna eran de Haydon IV, una revelación que hizo a Cabell y a Rem intercambiar miradas sugestivas respecto a las cuales Lang y los otros no tenían tiempo para interrogarlos. De repente, los Zentraedi Micronizados parecían casi tan humanos como la mayor parte de los parientes políticos, Jack Baker reflexionó, contemplando desde fuera del campo.

La pareja que parecía como si estuviesen hechos de cristal viviente era de un mundo llamado Spheris. Y las enormes, supremamente orgullosas y atléticas mujeres en osadas y gladiatorias ropas, Gnea y Bela, venían del planeta Praxis.

Karen Penn, observando desde su ventajosa posición en el techo de una van de comunicaciones, miraba fijamente con fascinación a una pareja de apariencia zorruna, conocidos como “Garudianos.” Ellos tenían pies cuya estructura tripartita le hizo recordar a ella de la base de una percha cuelga sombreros, y sus bocas y hocicos estaban ocultos por complejos aparatos de respiración. A los Garudianos les gustaba sacudir sus largas y lujuriantes colas cuando hablaban, e inmediatamente tuvieron que ser realizadas adaptaciones en sus sillas para acomodarlas.

Cabell y Exedore habían ayudado a Lang y a una fuerza de tarea heterogénea de miembros de inteligencia del G-2 y de Asuntos Sociales del G-5 a preparar los programas de traducción para las computadoras intérpretes, pero en general los representantes políticos se las arreglaron con Tiresiano entrecortado. La mayor parte de la REF hablaba una versión modificada del idioma Zentraedi, y virtualmente todos en la SDF-3 habían tenido cierta exposición al idioma, mientras que todos los Sentinels lo hablaban –como Breetai había dicho, una lengua franca.

Una de las primeras cosas en aclararse fue que los Sentinels no eran un ejército, o un cuerpo gubernamental –ellos eran fugitivos.

“Fugitivos de la tiranía de los Invid,” Veidt dijo con su voz procesada y susurrante. La voz provenía de ninguna fuente que Lisa pudiera detectar; Veidt y Sarna no tenían bocas, pero podían ser oídos y estaban siendo grabados.

“Haydon IV, Karbarra, Peryton, Garuda, Praxis, Spheris –nuestros hogares son mundos bajo el yugo Invid, hasta cierto punto. La nave en la que arribamos iba a ser nuestra prisión, una clase de –¿zoológico? No, ¿cuál es la palabra? –¡caja de trofeos! Sí, y los cientos y cientos de nosotros a bordo, sus artefactos –todo para el placer del Regente Invid.”

“¿Y qué sucedió?” Justine Huxley inquirió, la ex Jueza de la Corte Suprema del Gobierno de la Tierra Unida, ahora un miembro del consejo. Su tono era neutro, por años de hábito. “¿Qué cambió sus circunstancias?”

Lang notó que Burak de Peryton –el de cuernos de demonio– el único Sentinel sin camarada ni compañero, había parecido incómodo a lo largo del procedimiento para obtener información. Ahora él golpeó con estrépito una mano con seis dedos –equipada con un segundo pulgar opuesto donde el borde de la mano de un humano estaría– sobre la mesa y levantó una chiflante y furiosa voz.

“¿Qué importan los detalles? ¡Vencimos a nuestros captores, y tomamos la nave! ¡Y por cada minuto que nosotros nos demoramos aquí, cada minuto que aguardamos, seres conscientes sufren dolor y mueren bajo el salvajismo del Regente! ¡Nuestros instrumentos nos han mostrado sus batallas; ustedes deben reconocer ahora que el Regente nunca les ofrecerá la paz, o si quiera una tregua!

“Ustedes están aquí sentados con su fortaleza dimensional casi fuera de combate. Ustedes no osan esperar a que el Regente traiga la batalla a ustedes, ¿no lo niegan? ¡Muy bien! ¡Ayúdennos a llevarla hacia él! ¡Únansenos, por nuestro bien y su propia supervivencia!”

Las puntas malvadas de los cuernos de Burak parecían estar vibrando. Él los miró con ira con ojos sin pupilas y sin iris desde debajo de cejas pesadamente deshuesadas. “¡Ayúdennos por el bien de aquellos que están en esclavitud y angustia, y muriendo, aún en este momento!”

Algo estaba evidentemente desgarrándose en las entrañas de Burak, y Rick tenía miedo de que el Perytoniano fuese a cruzar la mesa redonda hacia alguien. Pero Lron, el enorme masculino de los dos osunos Karbarrianos, apoyó una pesada mano en el hombro de Burak, y éste se calmó.

Casi de la altura de Breetai, pero por lejos más pesado, Lron miró a su alrededor con lo que él tal vez pretendió era una sonrisa amable. En él, sin embargo, ello era más bien temeroso, al menos en lo que concernía a Rick –con esos dientes feroces, tan largos y blancos y puntiagudos.

Lron había bajado sus pesados anteojos, dejándolos colgar sueltamente en su garganta. Él dijo con su gruñido áspero, húmedo, de algún modo dolorido, “Lo que Burak ha dicho, nosotros hemos hecho una promesa solemne para cumplirla. No importa cuál sea el costo, nosotros lucharemos hasta que ganemos o el último entre nosotros esté muerto. Quizá ustedes, en esta REF, no lo comprendan, pero lo harían, creo, si ustedes pasasen semanas o meses en jaulas –animales exhibidos para el placer del Invid.”

La camarada de Lron, Crysta, pronunció un profundo y gorjeante gruñido, un ruido como el drenaje de cierto sistema de lago subterráneo. Como su esposo/camarada, ella tenía cuernos sugiriendo diminutos hongos brotando de su frente.

Crysta agregó, “Nosotros enterramos en el espacio a muchos más de nosotros de los que sobrevivimos; tal fue el cuidado que los Invid tuvieron con nosotros. Ustedes pueden preguntarse por qué nosotros, los sobrevivientes, hicimos un pacto, para llamarnos los Sentinels –un término Zentraedi, y esperamos que ustedes lo comprendan.”

“Sentinels. Los Vigilantes. Los guardias que dicen, ‘¡Este lugar, yo lo protejo! ¡Lo protejo con mi vida! ¡Entrométase aquí, e iniciará una guerra que sólo uno de nosotros podrá sobrevivir!’”

Crysta estaba en completo rugido ahora. Los humanos podían oler su pelaje y su olor de almizcle. Lisa estaba pálida, hipnotizada, preguntándose si cualquier cosa que el universo pudiera crear sería más imponente que una enfurecida osa.

Crysta se deslizó en su propio idioma, y las computadoras suministraron la traducción. “¡El regente y sus Invid han hecho de las suyas! ¡Y ahora aquí hay una guerra a la que sólo un lado puede sobrevivir!”

Crysta deliberadamente trajo su mano-garra hacia sí sobre la destellante madera Tiresiana de la mesa redonda, sus garras no retráctiles clavándose. Retorcidas virutas de madera rizándose entre sus dedos, laqueadas de un lado, desnudas y no barnizadas del otro.

Cuando el chillido de la madera torturada se había terminado, Baldan, la piedra preciosa viviente del planeta Spheris, habló para llenar el silencio. “¿Nos ayudarán? Necesitamos provisiones, armas, y aliados.”

“¿Cuál es su plan?” Justine Huxley preguntó. Ella mantuvo esa voz neutra, pero Rick pudo ver compasión en su rostro.

“Primero, liberar a Karbarra. Allí, podemos reactivar las fábricas de armas y armarnos completamente. Después, abrir los campamentos para prisioneros de guerra de Praxis, donde miles y miles de guerreros sólo desean venganza por lo que se les ha hecho.”

“¡Luego liberamos a Peryton!” Burak dijo, golpeando su extraño puño.

Baldan lo ignoró, y Rick vio que los Sentinels no eran todos de la misma idea. “Finalmente, después de que Garuda y Spheris sean liberados, tendremos cierto conocimiento que necesitamos para liberar a Haydon IV –y entonces estaremos listos para la campaña para liberar a Peryton. En el transcurso de esta guerra, combatiremos a los Invid, por supuesto –tal vez hasta los derrotemos.

“Pero de lo contrario, nuestros planetas unidos acorralarán al Regente, y lo forzarán a rendirse o morir.”


Mientras el Consejo Plenipotenciario se retiró para discutir la solicitud de los Sentinels, a Lisa, a Rick, y a unos cuantos otros se les ofreció un tour por la peculiar astronave.

El pobre de Lang pareció partirse en dos, cuando su determinación por regir el consejo luchó contra su apasionado deseo de examinar la nave. Como ello resultó, sin embargo, hubo algo mucho más inmediato sobre lo cual preocuparse.

“Confirmada astronave enemiga acercándose en vector de ataque definido, lo repito, en vector de ataque definido,” un altoparlante anunció. Sirenas y sonidos de advertencia estaban sonando. Humanos y Zentraedi miraron a los Sentinels sospechosamente.

“Debe ser el Perseguidor Invid,” Burak rechinó.

“¡Pero nosotros destruimos al Perseguidor!” Baldan gritó. “¡Nuestros instrumentos lo confirmaron!”

“Entonces se equivocaron,” Burak lanzó en respuesta. “Tal vez destruimos un señuelo.”

“¿De qué se trata todos esto?” Rick demandó. “¿Qué es un Perseguidor?” Lisa estaba ocupada en un enlace de comunicación, asegurándose de que la SDF-3 estuviera en puestos de combate.

Exedore explicó, “El Perseguidor es un arma que el Invid utilizaba en los días cuando su imperio era vasto y poderoso; estoy sorprendido de que quede alguno.”

“Tal vez este sea el último,” Lron gruñó. “Cuando nos rebelamos y tomamos la nave, nosotros destruimos su nave escolta, pero no antes de que ella lanzare su Perseguidor hacia nosotros. Durante dos días esquivamos y combatimos al Perseguidor, y pensamos que lo habíamos destruido, pero ahora él nos ha hallado otra vez.”

Edwards se había presentado, su pieza craneal reflejando el resplandor de Fantoma y el fulgor de los reflectores Ambladores. “Bueno, eso ya no va ha causar problemas a nadie más; no cuando mis Ghost Riders terminen con eso.”

“¡No!” Exedore ladró. Él se dio vuelta hacia Lisa. “Almirante, meros Veritechs no tienen el poder de fuego necesario para tratar con un Perseguidor. ¡Esta es un arma que hasta los Zentraedi temían! El cañón de su GMU, hasta el arma principal de la SDF-3 –¡ninguna de éstas armas tiene el poder suficiente para penetrar sus escudos! Es implacable, y una vez que encuentra su objetivo...”

Él miró hacia la nave Sentinel. “Detonará con suficiente fuerza para desgarrar la corteza de Tirol.”

“Sí,” Baldan, el resplandeciente Spherisiano, dijo tristemente. “Ya que su mecanismo de rastreo está fijado en nuestra nave, sólo hay una respuesta: deberemos llevárnoslo lejos, al espacio profundo otra vez, y tratar de lidiar con él allí.”

“¿No hay algún modo de que los aliados hablen?” La jueza Huxley frunció el entrecejo, acercándose a ellos desde donde el consejo abruptamente se había reunido en sesión. Ella sonrió para la sorpresa en sus caras. “Los Sentinels y la REF están ahora oficialmente comprometidos. El voto fue de cinco a cuatro.”

“Señora,” Exedore logró pronunciar, incapaz de expresarse, sabiendo que el voto de ella había sido el voto decisivo. En una oleada de emoción, él tomó la mano de ella, besándola, como él había visto que los humanos lo hacían. Cuando él comprendió lo que estaba haciendo, Exedore casi desfalleció.

“Si el arma principal de la SDF-3 y de la GMU y la artillería de los VT no es suficiente para liquidar a este Perseguidor,” Rick estaba diciendo, “¿qué hay sobre disparar todas las armas al mismo tiempo sobre eso? Nosotros podemos conducirlo al fuego cruzado con la nave de los Sentinels.”

No había tiempo para tratar de salir con un plano mejor, el Perseguidor estaba a sólo unos minutos de distancia. Una vez más, Lisa se encontró con el control total, ella ya estaba enlazada a la SDF-3, ordenando a la fortaleza dimensional dejar órbita y descender a baja altura para la emboscada.

No había tiempo para procesar la orbital balística y los datos de computadora; ella calculó variables e incógnitas y, con una suposición y una oración, estableció el momento en que la trampa debería saltar. No estaba muy lejos.

“Alguien tendrá que ir junto con nuestros nuevos amigos.” Edwards dijo con una sonrisa atiburonada. Claramente, él se proponía ser aquel, para hacer tempranas incursiones con estas criaturas en Privado, él lo vio como un posible medio hacia sus propios fines.

Pero Rick Hunter dijo, “Olvídelo, General. Ocúpese del CIT y de su equipo Ghost.” Él se dio vuelta hacia Lisa. “Almirante, es lógico que yo vaya.”

Él la había vencido, Rick sabía cómo los centros nerviosos de la SDF-3 funcionaban, cómo los golpes serían coordinados y ganados, el procedimiento de comando apropiado para orquestar el asunto entero del fin de los Sentinels.

Y él lucía tan contento por la oportunidad de arriesgar su vida, Lisa pensó. Ella casi lo odió en ese momento, pero ella era un almirante al mando con cosas más importantes que hacer.

“Continúe,” ella dijo, sus músculos de la mandíbula saltando. Rick saludó, se dio vuelta, y subió rápidamente la rampa junto con los Sentinels.

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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