The Sentinels Libro II - Dark Powers

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Capitulo 9

¡Cómo fui desgarrado cuando vi que ella no iba! ¡Seguramente, los Sentinels se están aventurando más allá en una misión, por mucho, más probable para traer esclarecimiento que la simple minería de Fantoma y la reconstrucción de la SDF-3!
Al igual que indudablemente, junto con el despreciable derramamiento de sangre que es la guerra, habrá acceso a estupendos nuevos horizontes de conocimiento y conciencia. Tal vez llaves a las Verdades Últimas que se derivan de la Primera Luz, ¡el dolor de parto del universo!
Suficiente; Minmei se quedará atrás y eso es lo único que se espera. Aunque las armonías sinergistas con Janice Em (¿y qué hay de ella? ¡Tantos misterios!) serán separadas, Lynn-Minmei parece sentir que el lugar para ella y para su voz y su papel en los Formadores –como Lang y Zand lo tendrían– está aquí, con la REF.
Y así este es mi lugar también; estoy complacido. Ella estará aquí, lejos de Hunter, lejos de Wolff –aquí, cerca de mí. Qué sentimientos acarrean estas sensaciones, yo no me encuentro capaz para expresarlo en palabras todavía. Me permitiré cierta ironía en esta cuestión, y firmaré, cuando estos escritos se dirijan hacia Minmei...

REF entrega #666-60-937


De una antesala alistada de la SDF-3, había una vista extraordinaria de la nave insignia de los Sentinels y de la pequeña flotilla escolta de la fortaleza dimensional, preparándose para ponerse en camino.

Los propulsores llamearon en la noche del cono de sombra del Valivarre; las extrañas hélices rojo-anaranjadas de la energía propulsora de la Farrago resaltaban como media docena de inmensos reflectores hendidos –como ningún propulsor que la REF haya visto alguna vez, empequeñeciendo aquellos alrededor del acorazado. Los hornos de “turba” de la Flor-Ur emitían un increíble poder hacia el espacio.

Libre de servicio, Minmei se sentó al piano de la antesala cerca de un tramo grande de un puerto de observación, no dándose cuenta que ella estaba picando ausentemente las teclas. La gente de agitación y propaganda y Psico/Moral habían querido que ella cantase un concierto de despedida final con Janice. Algo para estimular a todos en un fervor liberacionista y prepararlos para lo que sea que yaciera adelante –o el trabajo agotador de poner a la SDF-3 en funcionamiento o la campaña de vida en la línea para desalojar las terribles hordas de Invid de los planetas que ellos habían esclavizado. La REF ya estaba agotada de los cambios de trabajo constantes para tener a la misión de los Sentinels lista.

Pero Minmei no tenía ganas de cantar con Janice de nuevo. Ella se negó a cantar con la mujer que la había, en su opinión, traicionado. En cuanto a aquello, Minmei no tenía ganas de cantar por el esfuerzo bélico. El acto entero de la voz salvadora de la super estrella de la humanidad estaba detrás de ella, ¿no podían ellos comprender eso? Ella sólo era otro recluta secundario, y ése era el modo en que ella lo quería.

“La voz que ganó la Guerra Robotech,” ellos la habían llamado. ¿Pero qué no le había traído a ella sino unos cuantos vislumbres del proyector, luego dolor y amargura y soledad? Ella consideró las cosas a las que había sido forzada a soportar a raíz de sus triunfos, y decidió que otra victoria más sería su ruina.

La flotilla escolta se había posicionado alrededor de la nave insignia de los Sentinels ahora, lista para protegerla hasta que pase a superluminal. Luego la Farrago y los alienígenas y Terrícolas de a bordo estarían por su cuenta.

Minmei se dio cuenta de que ella estaba golpeando tonos familiares, uno a la vez y muy lentamente. El compás era diferente ahora, triste, como cierta canción antigua sobre el amor no correspondido de uno de los más grandes cantantes de jazz.

Ella cantó las palabras suavemente, dejando a su sufrimiento salir, saboreando las líricas pero llenándolas con ironía.


La vida es sólo lo que elegimos hacer de ella
Tomémosla
Seamos libres


Minmei lo coreó lentamente, compás acentuado, de modo que la canción sonaba como si fuera la hora de que los cantineros pusiesen las sillas al revés sobre las mesas para cerrar. Ella sintió sus hombros hundirse bajo un peso que ella simplemente ya no era lo suficientemente fuerte para cargar.

Había un lamentando en cada palabra. La famosa voz mimó, se irritó resentidamente, luego mimó de nuevo.


Podemos encontrar la gloria con la que todos soñamos
Y con nuestro amor,
Podemos ganar...


Pero había una fortaleza en la melancolía, una fortaleza que el blues había poseído desde el comienzo, algo más fuerte que todas las marchas de compás ascendente puestas juntas.

La fortaleza de la supervivencia –del paso a través de lo peor y la salida de ello entristecido y castigado pero vivo y preparado para permanecer con la vida que te había hecho cosas inexpresables, porque no había otra vida...

Su cabeza estaba inclinada sobre el teclado ahora, largas alas de cabello negro y brillante cubriendo su rostro. Tal vez unos cuantos, cerca, oirían, pero a ella no le importó. Ella miró de nuevo, brevemente, hacia donde los motores de los Sentinels iluminaban la noche, y los propulsores convencionales de sus escoltas de la REF aumentaban la brillantes anticipando la partida.

Minmei los miraba cuando sus dedos encontraron acordes lentos que parecían predestinados.


Si debemos luchar o enfrentar la derrota,
Debemos permanecer erguidos y no retirarnos


Invisible para todos excepto para su dueño, manos manipularon el tablero de control del sistema de sonido de la antesala: bajando el volumen; ajustando los direccionales muy finos de la habitación; presionando un código del intercomunicador de la nave que sólo cierto personal selecto de comunicaciones se suponía debía conocer. Ajustando esto; amplificando aquello –y todo fue muy diestro, muy experto.

La canción de Minmei, baja e íntima, se estaba ejecutando en la antesala suavemente, como si fuera algo que un sonido fuerte arruinaría, amplificada tan discretamente que la misma Minmei no se dio cuenta de que el sistema de sonido estaba encendido.

La canción fue canalizada dentro del sistema de comunicaciones de la nave, y la cabeza de Lang se levantó de sus investigaciones de laboratorio; los ojos de Exedore adoptaron una mirada lejana; el Capitán Forsythe y el equipo del puente dejaron de hacer lo que estaban haciendo y escucharon; muchos en la SDF-3 combatieron la marea de emoción cuando la voz barrió a través de ellos. Breetai, confrontando la desolada Fantoma, lo oyó a través de un enlace de comunicaciones –por el cual él acababa de desearles a Rick y a Lisa Hunter buena suerte.

Rem y Cabell se preguntaron si alguna perfección del Triunvirato de Musas de los Maestros Robotech podía sobrepasar la belleza doliente de esta canción; ellos lo dudaron. Exedore la oyó y pensó, Este poder que ella tiene –es asombroso. No; es abatiente.

Miles de personas se congelaban, al escuchar a Minmei, al conocer su canción y al conocerla a ella, pero nunca habían oído un sonido como este.


Es la batalla del amor la que debemos ganar.


La línea se elevó y se dilató; perder en la batalla personal era el epítome del blues. Minmei era pura y aguda y luminosa con dolor en un momento, susurrando con una vuelta al llamado de la vida en el siguiente. Más en contacto con su música que la versión de la super estrella pilluela alguna vez lo había estado.


Ganaremos
Debemos ganar...


Minmei torció repentinamente la última nota con el lamento de un animal sufriente, luego la dejó apagarse suavemente con algunos acordes que decían que todo está bien; la vida continúa. Sobrevivió a todo lo demás. No iba a morir por esto.

Ella vaciló un poco en el banquillo del piano, algo aturdida por el poder subestimado de lo que ella acababa de darse cuenta –algo que no había estado allí, dentro de ella, antes. Ella ignoraba que tantos otros la habían oído, ignoraba que la antesala estaba ahora totalmente tranquila.

Los propulsores de los Sentinels llamearon brillantes; la nave estelar se alejó, sus escoltas protegiendo la nave, como Minmei lo pensó, sólo tan lejos como el final del sendero del jardín proverbial, y luego dejándola partir sola en la larga noche.


“¿Nada que reportarme? ¿Nada que reportar? ¿Es eso todo lo que pueden decir?”

El Regente Invid caminó airosamente a través de sus vastos vestíbulos en la Colmena Hogar Invid en Optera, y sus ayudantes más cercanos, conociendo su mal humor, le siguieron el paso debida pero cautelosamente. Él era capaz de volverse violento sin previo aviso –alimentando con un espectador desafortunado a uno de sus enormes y con collares de gemas Hellcats, o haciéndolo rodar dentro de uno de sus Posos de Génesis o simplemente azotándolo con un golpe físico.

Y un golpe enfurecido del Regente era algo que pocos podrían esperar sobrevivir. De alrededor de seis metros de altura, él era el más alto de su raza, entre quienes la altura media oscilaba entre un metro y ochenta centímetros y dos metros cuarenta centímetros. Sus consejeros, sin embargo, al igual que Tesla, tenían una altura el doble del promedio.

A diferencia de los dependientes que lo seguían, el Regente estaba vestido con una capa orgánica que nacía alrededor de su nuca y se asemejaba a un rayo de manta, rayado desde el frente a la espalda con sensores parecidos a tubérculos que se asemejaban a globos oculares. Él a menudo despliega la estructura extraña como el manto de una cobra en momentos de furia, y el manto se estaba agitando inquietamente, ahora.

“¿Ni una palabra de los refuerzos que envié para volver a tomar Tirol? ¿Ningún mensaje sobre el paradero de Tesla? ¿Ninguna respuesta de la Regis? Tal vez mis sirvientes necesitan motivación.”

Él se detuvo para volverse hacia ellos.

“Sus tropas apenas han tenido tiempo para alcanzar Karbarra, para recoger fuerzas de la guarnición de allí para el ataque a Tirol, mucho menos para alcanzar Tirol,” uno de los lacayos alcanzó a decir, temblando.

“Y –y tal vez Tesla se ha detenido para recoger más variedades del Fruto de la Flor de la Vida,” otro aventuró. “Él tiene grandes esperanzas de que una preparación hecha de ellos sea muy ventajoso para usted, ¡Oh Poderoso!”

“Y puede ser que sus comunicaciones simplemente no hayan llegado a la Regis aún,” el tercero indicó. “Ella siempre ha respondido a los mensajes de Su Magnificencia en el pasado.”

Sí. Normalmente con burla y desafío. Rechazada por sus experimentos evolutivos, igual que él era provocado por la insistencia de ella en mantener una forma que era Tiresoide –aquella era tan parecida a las hembras de la raza del odiado Zor– la Regis lo había abandonado, seguida por la mitad de su especie, como la división de cierta colonia de insectos inimaginable.

Y con sus recursos de tropas y naves y la esencia de la Flor tan limitada a causa de la inmensidad de la guerra Invid-Maestros Robotech, él apenas podía afrontar el comenzar un conflicto civil contra su propia compañera y la mitad de su raza. Al menos, no aún.

El Regente no estaba de humor para escuchar las racionalizaciones de sus dependientes, no estaba de humor para ser recordado de los límites logísticos, o de las teorías semi místicas de Tesla sobre el Fruto de la Flor de la Vida. Él estaba de pie ahora cerca del centro de la Colmena Hogar, una red estupenda de domos y conductos de unión que se prolongaban por todas partes a través de Optera como una incandescente tela de araña. Pero, con su energía reducida ahora y su población tan diezmada, ello parecía ridiculizar el poder que una vez había sido suyo.

Los sensores-tentáculos en su hocico resplandecieron airadamente con las palabras, “Sí: motivación.”

Él asió al consejero más cercano a él, no realmente importándole cuál de ellos era, y lo arrojó a través de la cámara. El dependiente se desparramó y quedó tendido temblando. “Mátenlo,” el Regente les dijo a los otros dos.

Ellos no vacilaron ni un momento. Arrebatando las armas de un par de guardias armados, apuntaron las armas hacia su ex colega y abrieron fuego. Corrientes de discos de aniquilación volaron, ardiendo brillantemente cuando golpearon, envolviendo al caído Invid en un infierno breve. El hedor del cuerpo chamuscado flotaba por la Colmena.

El Regente debatió si él debía ordenar a los restantes dos dispararse mutuamente, o, tal vez más interesante, a sí mismos. Pero eso derrocharía más tiempo, ya que nuevos lacayos tendrían que ser adiestrados desde el principio.

Su avidez de sangre se había saciado un poco. Él se contentó con decirles, “Vayan ahora y hagan como he ordenado. Y no me traigan más noticias de fracasos.”


Senep, el comandante a cargo de la misión Invid para enviar tropas frescas a Tirol, estaba consciente del estado mental del Regente. Él se esmeraba por hacer su trabajo bien, pero rápidamente.

Los reportes de Tirol eran algo incompletos sobre que los Zentraedi y cierta raza Tiresoide aparentemente desconocida habían atacado el planeta en acuerdo. La fuerza de trabajo apresuradamente reunida de Senep, provista de tropas pedidas prestado a la amplia guarnición de Karbarra, ahora partieron hacia el espacio profundo, todavía preparándose para el viaje más bien extenso hacia su objetivo.

Senep estaba aliviado de que su plan de requisar recursos de Karbarra había sido aprobado. El recoger unidades en cantidades pequeñas de varios otros mundos, y de las fuerzas que patrullan las marchas exteriores del encogido imperio de los Invid, le habría costado tiempo que él no podía derrochar.

Pero Senep había podido exponer dos argumentos significantes en favor de su idea. Uno era que Karbarra tenía más que suficiente fuerza Invid para ejecutar su tarea, aún con su guarnición tan reducida. El segundo, y más importante, era que los Karbarrianos eran los más improbables en volverse intratables o demostrar cualesquiera resistencia o desafío.

No, los Karbarrianos tenían una razón muy buena para obedecer cada capricho de sus jefes supremos sin objeción.

El comandante Invid aún estaba poniendo a sus naves en la formación apropiada cuando un técnico de comunicaciones se dio vuelta hacia él, sus sensores de hocico brillaron con emoción al hablar.

“¡Comandante! ¡Naves estelares alienígenas se acercan desde el espacio profundo! ¡Acaban de pasar a velocidad subluminal y parecen estar en curso hacia Karbarra!”

Hacia Karbarra, y hacia la fuerza operante de Senep. “Identifique.”

“Imposible, señor. No coinciden con nada en nuestros bancos de datos.”

Senep quedó perplejo por un momento por la imagen del sensor de largo alcance de la nave de los Sentinels. “No voy a hacer preguntas. A los puestos de combate. Todas las unidades prepárense para atacar.”

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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