The Sentinels Libro II - Dark Powers1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25
Fue casi como si yo hubiera llamado algo del Potencial
primario, no formado, a la existencia. La aparición de los Sentinels
fue la respuesta a todo mi requerimiento, a raíz del vasto poder
que yo había arrebatado secretamente del Invid, poder que yo
era hasta ahora incapaz de ejercer. General T. R. Edwards, del diario personal
Tesla giró sus enormes muñecas, probando la fortaleza de las esposas forjadas de aleación que los Sentinels le habían colocado. Su piel verde granulada raspaba contra el metal. Él estiró los tres dedos gruesos de ambas manos y dobló los pulgares opuestos. “¡Les digo que me liberen! ¡O ustedes sentirán la venganza del Invid!” Tesla era una criatura de unos tres metros de altura, con un torso y extremidades robustas y razonablemente humanoides. Pero su cabeza era una extensión esbelta asemejándose a la trompa de un caracol, con dos enormes y negros ojos líquidos localizados a ambos lados. En la punta de la trompa se encontraban dos antenas sensores parecidas a babosas relucientes que brillaban siempre que él hablaba. Rick se halló mirando a esos ojos, por mucho que él trató de evitarlo, mientras Lang y los otros hacían sus grabaciones y tomaban medidas. Los ojos eran tan no emocionales y no reveladores como los de un tiburón, pero ellos estaban ubicados hacia delante en la cabeza semejante a una babosa. Y el razonamiento Darwiniano convencional decía que el propósito principal para tal ubicación era la persecución –los Invid eran predadores. Tal como los humanos. Rick había cedido el piso a las escuadras de pasmados científicos y técnicos de la SDF-3 quienes habían venido en respuesta a su llamada, para evaluar a Tesla y tratar de obtener algún tipo de comprensión del giro bizarro que la misión entera había tomado. Rick tenía una toalla alrededor de sus hombros, enjugando su frente de vez en cuando; él repentinamente se dio cuenta que Veidt estaba revoloteando cerca. ¿No se encontraba él al otro lado del compartimento un segundo atrás? Oh, bien. “Ah, Lord Veidt–” “‘Veidt’ bastará,” el ser corrigió. “Está bien, está bien, ‘Veidt,’ entonces: supongo que necesitamos saber algunas cosas primero. Ustedes los Sentinels no están hace mucho en una guerra abierta con el Invid al igual que tratando de armar una sublevación, ¿correcto?” Veidt vaciló, y Rick tiró la toalla a la cubierta. Parte de su sangre se estaba secando en ella, de color escarlata pasando a color rojo óxido. “¡Dejemos las distinciones finas para más tarde! ¿Estoy en lo cierto o equivocado?” “Está en lo cierto,” Veidt dijo cuando él y Rick y los Sentinels vireon a los equipos de científicos y técnicos humanos presionarse y empujarse mutuamente para conseguir acercarse a Tesla. “Una vez, el Invid y los Zentraedi atacaron furiosamente toda esta parte de la galaxia, luchando su guerra. Con el colapso de esa lucha, el contacto con todos los sistemas estelares distantes se ha perdido.” “Ahora, la guerra ha quedado reducida a los pocos planetas habitables en este grupo estelar cerrado: Tirol, Optera, Haydon IV, Garuda, y el resto. La habilidad –y tal vez la voluntad– para aventurarse dentro de las consecuencias horribles de las grandiosas guerras Invid-Zentraedi se ha perdido, Almirante.” “Pero, como he dicho, usted tiene razón. Los mundos suficientemente desafortunados para estar aquí en las ‘estrellas cercanas’ –accesibles con propulsión superluminal no basada en Protocultura– todavía están bajo el yugo Invid. Sin embargo, el tiempo y la historia y los Formadores de la Protocultura tienen su propio ritmo, Almirante. Y mientras que...¡la esclavitud!...que hemos sufrido, la crueldad y el maltrato, podría no ser algo principal en su agenda terrestre, la guerra para liberar a los Planetas Cercanos es la cuestión que une a los Sentinels en un juramento de sangre.” Veidt estaba temblando como un diapasón; Rick lo había considerado a él robótico y frío, pero él ahora vio pasión en su cara. “Nosotros estábamos en jaulas. ¿Sabe usted cómo es eso, joven Almirante? ¿Estar enjaulado como un animal?” “¡Por supuesto que usted no lo sabe! Los Sentinels los aceptarán a ustedes como aliados, y alistarán a otros que están dispuesto a luchar, pero le diré algo, Almirante Hunter: ninguno entre nosotros alguna vez sentirá el mismo vínculo con alguien que no haya estado enjaulado con nosotros –confíe en ellos para combatir, como nosotros nos proponemos hacerlo, ¡hasta que ganemos o hasta que muramos!” Rick pensó por un momento sobre la historia de la Tierra. De trenes de carga monstruosos y masivas cámaras de gas. Él levantó la toalla de la cubierta, plegándola cuidadosamente. “Bastante Justo.” Él miró a Veidt. “Pero vamos a ayudarlos. Y si quiere saber por qué, sólo busque en los archivos de historia de nuestra nave.” Veidt inclinó la cabeza como si ya lo hubiera hecho, “Todos hemos acordado en volver a tripular esta nave, si es posible, y poner curso hacia Karbarra. Sin demora.” “¿Qué? ¡Espere un segundo!” Tendrían que haber reuniones, resoluciones del consejo, asignaciones de personal, desviación de recursos, coordinación de interdivisiones, reuniones de personal, asesoramiento marital, chequeos de mantenimiento... “¿A qué se refiere con, ‘sin demora’?” “Quiero decir que dentro de veinticuatro de sus horas, nosotros pretendemos partir,” Veidt respondió en un tono racional. “¿No sería mejor diez días? ¿O diez meses? ¡Usted debería multiplicar los seres que morirán bajo la tiranía del Invid por minuto!” “Correcto; usted ha expuesto su punto,” Rick gruñó con un sonido parecido al que Lron haría. “Supongo que es factible.” Él estaba mirando fijamente a las personas que parecían estar preparadas a ingresar a la jaula con Tesla para conseguir buenas tomas de él. De modo que ese es el enemigo. O al menos una forma de él. “Él era su, su guardián de zoológico, ¿no es así?” Rick preguntó a Veidt. “Creo que las palabras coinciden,” Veidt permitió. “Aunque supongo que Tesla tenía planes mucho más infelices para nosotros. ¿Por qué?” “¿Cómo lo han vencido?” Rick apresuró. “¿Cómo han tomado la nave?” “Ah. Bien. Sarna y yo estábamos encadenados por el cuello –no de los brazos, por supuesto– y éramos alimentados por funcionarios Invid, desde más allá de una línea que ellos habían dibujado en la cubierta. Pero después de algún tiempo dimos con un modo para erradicar su línea, y dibujar una propia, una línea mucho más cercana a nosotros. El resto fue aún más simple que engañar a los Invid.” Así que todo este aparente estado sin miembros no significaba que Veidt y su raza no podían inutilizar a algunos Invid, aunque ellos tal vez habían empleado un método que no tenía nada que ver con savate o tae kwon do. Rick archivó la información en su memoria, y estaba a punto de descubrir el asunto, cuando oyó un rugido poderoso. El Científico Principal Invid, Tesla, no estaba contento con el protocolo Sentinel. Las amazonas Praxianas lo acosaban con pinchos electrificados. Antropoides Karbarrianos de cubierta lo empellaban de forma ruda –preparándolo para la interrogación. Ni un solo Sentinel mostró alguna brutalidad excesiva, pero ni uno solo mostró la menor bondad, tampoco. En ese momento, mucho antes de sus conversaciones con el Consejo Plenipotenciario o sus consultas con su esposa, Rick Hunter entendió que los Sentinels harían precisamente lo que se habían prometido unos a otros: ganar o morir. Y él sabía que iría con ellos, aunque eso podría significar la muerte de su matrimonio. Pero el coraje que él admiraba en los Sentinels no era muy diferente del coraje que él adoraba en Lisa.
Lisa Hayes Hunter aún no sabía exactamente qué sentir respecto a la aparición de los Sentinels. Además de la nueva crisis que se había forzado a aceptar a la SDF-3, estaba el llamativo cambio en Rick. Pero cuando ella se encontró esperando que el consejo votase no extender la ayuda a los revolucionarios, Lisa recordó a las vidas siendo aplastadas y extinguidas por el Invid. Así, ella tomó el consejo de Miriya, y dio a los líderes Sentinel un rápido tour por algunos de los arsenales de la fortaleza super dimensional en un aerovehículo. Los Karbarrianos, en particular, mostraron su deleite por los mecha alineados, gritando y aporreando la barandilla del aerovehículo hasta que amenazaron con dañarlo. El piloto los guió lentamente por los Hovertanks y Logans, y Destroids de segunda generación junto con vehículos terrestres blindados y artillería autopropulsada. Las mujeres de Praxis, en particular, estaban gritando en voz alta sus alabanzas de tales maravillosas máquinas de guerra. Lisa se sintió fascinada y un poco amenazada por su belleza sanguinaria, más grande que la vida. Ella miraba a su esposo de vez en cuando; él parecía absorto en sus pensamientos. Pero ella podía decir, casi podía oír, lo que él estaba pensando, y ello la hizo sentirse vacía por dentro. “Asombroso,” Lang seguía barbullando, hojeando los reportes preliminares de los científicos y técnicos y de los quipos de inteligencia que habían ido a bordo de la nave insignia de los Sentinels. Justine Huxley, junto a él a la mesa del consejo, hizo un sonido exasperado y se inclinó para susurrar en su oído. “¡Emil, por favor! ¡Esto es crucial!” Él quiso objetar, para decirle a ella cuánto más fascinante eran sus datos que la mayor parte de la interminable disputa y maniobra política que la aparición de los Sentinels había generado. Pero ella tenía razón; hasta el consejo sentía la urgencia de la situación, y se estaba moviendo con una velocidad desacostumbrada. Sin embargo, ¡había una riqueza de información que los Sentinels habían dado a los equipos de la expedición! Tomando el dispositivo impulsor de esa increíble nave Karbarriana, por ejemplo. Hunter no había estado desvariando: el dispositivo era potenciado por hornos que consumían una sustancia análoga a la turba o al lignito. Pero la sustancia parecía ser algún tipo de antepasado distante de la Flor de la Vida misma –¡una Ur-Flor! Y luego estaba el medio mito, medio religión que rodeaba al antiguo ser o entidad conocido como Haydon... Él se dio cuenta de que alguien se estaba dirigiendo a él. “¿Eh? ¿Qué fue eso, Sr. Presidente?” El senador Longchamps controló su carácter y empezó de nuevo. “Yo pregunté si, en su opinión, podría ser factible para la SDF-3 acompañar a los Sentinels y prestar su poder de fuego en apoyo a su misión.” Lang arrojó sus papeles. “¡La idea entera es estúpida, mi querido señor! ¡El daño que sufrimos está lejos de ser reparado, y pasarán dos años, al menos, antes de que nuestro dispositivo impulsor primario esté reparado!” “Pero más pertinente, la SDF-3 debe permanecer aquí para asegurar que la extracción del mineral monopole continúe ininterrumpida. Sin el mineral de Fantoma, no podremos regresar a casa. Por lo que usted ve que, lo que los Sentinels propusieron es el curso más juicioso –el único curso sensato accesible para nosotros, en mi opinión. Debemos destacar las fuerzas militares que podamos para ayudarlos en su causa y al mismo tiempo distraer al Invid.” “Yo concuerdo,” Exedore dijo, y Justine Huxley asintió con la cabeza. “Usted dígaselos,” T. R. Edwards sonrió presuntuosamente de un lado, habiendo terminado su testimonio poco tiempo antes. La buena voluntad repentina de Edwards para ver a las fuerzas de la SDF secundando a los Sentinels –su casi deseoso apoyo al plan– confundió y preocupó a Exedore y a algunos de los otros. No parecía el hombre que sentía compasión por los no humanos; en realidad, su odio por los Zentraedi era bien conocido, y su hostilidad hacia Rem y Cabell ya era evidente. Pero, Edwards vio la oportunidad presentada por la llegada de los Sentinels como un milagro. El secreto increíble al que se había expuesto durante el primer asalto en Tirol había expandido sus horizontes hasta que ellos cubrieron la galaxia. Con un poco de astuto manejo, él podía librarse de la mayor parte o de todos aquellos que estaban en su camino hacia el poder. Ellos estarían fuera del camino mientras durase la guerra de los Sentinels, y tal vez para siempre, dado los caprichos del combate. “Estimamos que podemos asignar fuerzas mixtas totalizando unos mil más o menos para la causa de los Sentinels, junto con mecha, equipo, y así sucesivamente, y todavía nos quedarían recursos suficientes para defender a la SDF-3, a Tirol, y a las operaciones mineras en Fantoma,” un oficial de estado mayor de operaciones del G-3 estaba diciendo al consejo. “Los Sentinels necesitarán experimentados comandantes de alto rango para ayudarlos a planear estrategias y a armar, organizar, y entrenar a las tropas que ellos se proponen reclutar al proseguir.” Él tomó asiento; Justine Huxley habló. “Llegamos a esto, señoras y señores: ¿deberíamos dejar a estas personas luchar por su libertad sin ayuda? ¿Y deberíamos simplemente esperar aquí, con la SDF-3 apenas móvil, a que el Invid traiga la batalla a nosotros?” No hubo mucha discusión después de eso; la moción fue aprobada por siete a tres, con dos abstenciones. Un oficial del personal del G-1 explicó que los expedientes estaban siendo revisados por las computadoras, para elegir a las personas más apropiadas para ser asignadas a los Sentinels. “Junto con los criterios obvios de rendimiento en combate y así sucesivamente,” él continuó, “habrá cosas tales como adaptabilidad y perfil mental/emocional –especialmente la capacidad para trabajar con formas de vida no humanas.” Edwards ocultó su sonrisa. Su propia aversión a los alienígenas era bien conocida; había poca probabilidad de que él fuese a ser escogido. La reunión finalizó rápidamente, con personas yendo rápidamente a sus asignaciones, cargados por una tremenda cantidad de trabajo y un plazo de tiempo ridículamente cercano. Sólo Edwards, seguido por su sombra, por su ayudante, el Mayor Benson, parecía no sentir ninguna urgencia. Pero a su salida del Royal Hall, él avistó al Coronel Wolff. Wolff estaba tratando de iniciar una conversación con Lynn-Minmei, quien a su vez estaba haciendo todo lo posible para estar atenta a la noticia de lo que había sucedido en la reunión. Edwards miró con ceño a su rival. Él murmuró para sí mismo, “Sí, Coronel. Pienso que ‘¡Los Sentinels lo necesitan!’” Adams, su ayudante, oyó y dijo en voz baja, “Pero señor, ¿qué ocurriría si Wolff no se ofrece como voluntario?” Edwards se dio vuelta hacia el hombre, una ceja arqueada levantada,
la otra oculta detrás de su media máscara brillante como
un espejo. “Mayor, todos en la SDF-3 ya son voluntarios.” Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina) |
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