The Sentinels Libro II - Dark Powers

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Capitulo 2

Nunca me cansé de cubrir a los Hunter, los almirantes. Para mí, ellos eran una pareja perfecta, la mejor que la Tierra pudo poner en el campo. Pero en otro sentido, el enemigo había puesto en el campo su peor pareja.

Susan Graham, narración del documental Los Corsarios de la Protocultura.
La SDF-3, la Farrago, los Sentinels, y la REF


En el puente de la Super Fortaleza Dimensional Tres, Lisa Hayes inspeccionaba las preparaciones para la batalla y se desesperanzaba, pensando que la misión diplomática de la REF pudiera estar definitivamente perdida por encontrar sólo guerra.

Aproximadamente veinte minutos habían transcurrido desde que el acorazado no identificado fuera detectado, y casi estaba sobre ellos. Aún aquel no había respondido a ninguna señal visual o electromagnética. La paz era importante para ella, pero igualmente lo eran las vidas de su tripulación y la supervivencia de su comando. Ella estaba tan nerviosa como cualquier artillero enrolado, pero no tenía la suntuosidad de simplemente esperar que ella pudiera disparar primero.

Y, la SDF-3 era sólo parcialmente digna de combate; el permitir al enemigo ponerse a corto alcance podría significar el desastre final. Sin embargo, la misión de la REF tenía que significar algo más que cruzar la galaxia sólo para librar batalla tras batalla, tenía que significar más que una guerra sin fin.

Ella examinó cada detalle, para ver si no había alguna preparación más que ella pudiera hacer. Lisa observó alrededor del puente. Allí estaba la misma disposición del equipo de vigilancia del pequeño puente que su mentor, el Capitán Gloval, había usado, excepto que los tres técnicos enrolados eran hombres, como lo era el oficial de guardia y el segundo comandante de Lisa, el Comandante Forsythe.

Rick y los otros oficiales del Centro de Información Táctica –el comando cavernoso de la nave, comunicaciones, e instalaciones de control– mantenían el flujo de información, pero ninguna de ella era muy útil. El Consejo Plenipotenciario, el cuerpo civil en control total de la Fuerza Expedicionaria Robotech, había convenido mucho tiempo atrás dar a Lisa el control operacional sobre la situación; ellos estaban satisfechos de que ella no fuera propensa a disparar impulsivamente, y de que ella fuera consciente del delicado peligro del dilema táctico.

Los Veritechs fueron mezclados, enviados para bloquear el camino del recién llegado, e interceptar y trabar combate si fuera necesario. Alphas, Betas, y Logans se desplegaron a sus posiciones asignadas. El ojo de Lisa encontró el símbolo de pantalla táctico para el equipo Skull por un momento, y pensó en Rick –atrapado allí abajo entre filas de estaciones de trabajo, monitores e instrumentos de los técnicos y las consolas. Ella sabía que él estaba anhelando estar lejos de allí con su amado ex equipo.

Ella supuso que el corazón de él estaba aún más con ellos en este momento que con ella. Si lo fuere, eso era algo que ella podía comprender, podía perdonar, mientras cumpliera su asignación actual.

Ella puso el pensamiento a un lado; los Veritechs se estaban colocando al alcance del acorazado no identificado. Aunque la nave era tan grande como cualquier crucero de batalla terrestre, todavía era mucho más pequeña que el mamut de la SDF-3. La nave mantenía su silencio aprensivo.

Según el reglamento, el próximo paso debería ser un vuelo de reconocimiento cercano, ejecutado por los VTs –una advertencia para el intruso. Si aún no hubiera ninguna confirmación, podría ser hora de un disparo por la proa del carro de batalla.

Ella se encontró a punto de ordenar al Ghost realizar el vuelo de reconocimiento, evitando el uso del Skull, pero se detuvo. Aunque Rick quería estar con su viejo equipo en lo más reñido de las cosas, él sólo tendría que mantener sus deberes como un comandante. Edwards era demasiado imprudente –él incluso podría disfrutar aguijoneando a los recién llegados en un incidente de caza. Max Sterling, quien se había hecho cargo del Skull, era un hombre más confiable y el mejor piloto en la REF.

Ella abrió su boca para dar la orden al Skull, cuando uno de los técnicos masculinos enrolados dijo, “La nave que se aproxima está desacelerando, Capitán. Cambiando el curso para posible inserción en la órbita de Tirol. Está desactivando sus sistemas de armas.”

Tan pronto como el técnico transmitió la información, una voz femenina del Centro de Información Táctico apareció. Los instrumentos de comunicaciones del CIT (TIC) estaban interceptando radiotransmisiones del recién llegado.

Cuando las transmisiones fueron pasadas al puente, Lisa se encontró oyendo un extraño y confuso sonido de voz procesada. Pero poco a poco, ella comenzó a reconocer sílabas.

“Zentraedi,” el oficial de puente de Lisa, el Señor Blake, dijo suavemente, pero Lisa ya se estaba dando vuelta para abrir comunicación con la división de ciencia/investigaciones del Dr. Lang.

“Responda, por favor,” las transmisiones llegaron, en ese extraño sonido de voz procesada que podría haber sido generada por computadora. “Nave alienígena, por favor responda.”

¿Alienígena? Lisa reflexionó cuando Lang apareció en pantalla. Él estaba flanqueado por Breetai, y Exedore. Otrora los enemigos máximos de la humanidad, estos dos Zentraedi eran ahora leales aliados.

“¿Puede usted especular qué significa esto, Doctor?” Lisa preguntó. “¿O Comandante Breetai? ¿Lord Exedore?”

Fue Exedore quien respondió, su voz todavía teniendo algo del fantasmagórico tono vibrante Zentraedi, aunque él había sido Micronizado a tamaño humano.

Su mente era la más grande de su raza, y la fuente inagotable de su acumulado –en ciertos casos, inventado– saber popular e historia. “El idioma es Tiresiano,” él confirmó, “con palabras tomadas de nuestro propio idioma de batalla y ciertos elementos del habla de los Maestros Robotech. Pero está siendo hablado por un no Zentraedi, un no Tiresiano.

“En cuanto a la nave, no se ajusta a ningún perfil conocido por mis bancos de datos, aunque ciertas partes de ella guardan parecidos con las astronaves de varias culturas viajeras del espacio.”

“Pero esta no es una nave Zentraedi,” dijo en voz resonante Breetai. “De eso estoy seguro. Nuestra raza conquistó miles de mundos, contactó miles de especies. El idioma de Tirol se convirtió en la lengua franca de la mayor parte de este sector de la galaxia. Esta nave de guerra puede provenir de cualquier parte de la región entera, o aún de más allá.”

Todos ellos oyeron la siguiente transmisión del acorazado. “Venimos en paz,” esa voz misteriosa dijo. “Venimos en amistad. ¡No disparen! ¡Necesitamos desesperadamente su ayuda!”

“Identifíquense,” un oficial de comunicaciones femenino transmitió en su claro contralto. “Nave entrante, ¿quiénes son ustedes?”

“Somos los Sentinels,” la voz respondió. “Somos los Sentinels.”

Abajo en el CIT, Rick Hunter tuvo una visión repentina de obeliscos negros y eventos terribles con el aire de Spracht Zaratustra.

Lisa observó la pantalla principal del puente.

Repentinamente la cara de Edwards apareció en una inserción en una esquina de ella. “¡Es alguna clase de truco! Almirante, usted no les puede permitir–”

“¡General, eso...se...hará!” Lisa fulminó, y lo borró de la pantalla. Un momento más tarde ella estaba hablando con el Consejo Plenipotenciario.

“Damas y Caballeros, yo recomiendo que permitamos a la, er, nave alienígena desembarcar bajo escolta cerrada de nuestros VTs y con sus sistemas de armas inertes. La podemos seguir con el arma principal de la SDF-3, y cubrirla con la de la GMU también, una vez que esté abajo. Si resulta que desean combatir, que sea desde una posición de desventaja táctica.”

Eso desencadenó un turbulento y severo debate en el consejo. Algunos miembros compartían la actitud de Edwards después del odio casi insensato con el que la llegada de la SDF-3 había sido recibida por el Invid.

Fue Lang quien se interpuso al rencor con un sencillo y tranquilo argumento, tal vez la cosa más humana que él había dicho desde aquel impulso de Protocultura, ocurrido tanto tiempo atrás.

“Mis queridos compañeros, hemos viajado a través de la mayor parte de la galaxia de la Vía Láctea con la esperanza expresa de oír la palabra que ellos acaban de usar: amistad.”

El permiso para desembarcar fue aprobado unánimemente.

Exedore era en menor grado el deformado enano de mirada de rana que él una vez había sido, gracias a la biocirugía humana y a los tratamientos cosméticos. Ello parecía hacer sentir a las personas más cómodas en su presencia, pero aparte de eso, ello significaba poco para él.

Ahora él tiró hacia atrás su masa indisciplinada de cabellos rojos y echó una ojeada a los datos en las pantallas cuando sus propios bancos de datos interactuaban con aquellos de las unidades principales de la SDF-3, con datos entrantes desde los detectores que siguen el descenso de la nave de combate recién llegada. Como había sucedido tan a menudo en el pasado, él pudo sentir al grandioso Breetai asomándose cerca.

Exedore, Breetai, y muchos de los jugadores de las estrellas de la REF estaban en el Centro de Información Táctico. Técnicos, inteligencia, y oficiales de operaciones estaban corriendo por el compartimento, el cual era de sesenta metros de lado y la mitad de alto, atestado de pantallas e instrumentación. Una pantalla principal de quince metros cuadrados dominaba el lugar.

Exedore estaba comparando regiones desiguales de los rasgos del casco del recién llegado con perfiles en los archivos Zentraedi. “¿Lo ven? Esa porción hacia la popa, a estribor –¡es Praxiana! Y la sección de allí, justo hacia proa del lado de estribor de la mitad de la nave: ¿no es una silueta Perytoniana, les pregunto?”

Nadie allí iba a discutir con él, pero nadie entendió lo que él quiso decir –y tampoco lo entendió Exedore. “Es como si estos Sentinels hubiesen puesto descuidadamente juntas una variedad de naves espaciales y las unieron con una estructura central –¿lo ven? –para formar, oh, no sé– un tipo de agregado. Desde luego, no es un diseño apropiado para la entrada atmosférica.”

Exedore estaba en lo correcto. La nave collaje, asimétrica y desequilibrada en gravedad y atmósfera, ya estaba siendo desmenuzada cuando luchaba su descenso hacia la superficie de Tirol.

Pero por cierto milagro la pesada nave permaneció unida. Rick Hunter se encontró alentando a gritos a los Sentinels, quienquiera que fueran. Él sentía emociones que él no había sentido en años –exaltación oculta de sus días en el circo aéreo de su padre.

“Nuestros análisis de sus sistemas de poder no tienen sentido,” un oficial técnico femenino reportó al puente. “Algunas indicaciones son consistentes con la Protocultura, pero otras lecturas son totalmente incompatibles. Incluso estamos detectando sistemas que parecen ser –bueno, como algo de la edad de vapor, Capitán.”

“Gracias, Coronel,” Lisa dijo, y la imagen de la mujer desapareció de la pantalla principal del puente.

Ella se dio vuelta hacia Exedore y Breetai. “¿Caballeros –amigos– me pueden decir qué hemos encontrado?”

Breetai tomó aliento, expandiendo su enorme pecho, luego cruzó sus vigorosos brazos a través de él. “Eso nos está irritando, Lisa, y así fuimos lentos para sacar a colación, pero muchos de los recuerdos de los Zentraedi son falsos –fabricaciones de los Maestros Robotech, implantados cuando ellos–”

Por primera vez ella vio la cabeza de Breetai, tan enorme e indomable como la de un búfalo, colgar en depresión. Lisa pudo sentir un gran pesar y pérdida viniendo de él. “Nos engañaron; hicieron una burla de nuestra lealtad, nuestro valor, nuestros sacrificios...”

Exedore se apresuró a llenar el silencio resultante. “Nosotros sabemos menos de este grupo estelar local de lo que sabemos de los muy distantes; los Zentraedi expandían el imperio de los Maestros –las marchas externas, como sus antiguos Romanos lo podrían poner. Pero usted debe comprender, Sra. Hunter –um, ¡Capitán!– que no podemos confiar en nuestras propias memorias en asuntos como éstos.”

La barbilla de Breetai se había levantado de nuevo. “Sin embargo, le diremos lo que sabemos. Praxis, Peryton, Karbarra, y los otros planetas cuya tecnología usted ve mezclada allí –todos eran partes apreciadas del imperio de los Maestros. A los planetas del grupo estelar local, fácilmente alcanzados, se les permitió mantener una gran medida de su autodeterminación con tal que se subordinasen a las ambiciones de los Maestros Robotech. Ellos sobrevivieron, a su modo, en el ojo de la tormenta.”

“Por lo tanto –ellos serían los últimos en caer en manos de los Invid,” Lisa dijo lentamente.

Exedore inclinó la cabeza. “Los últimos, a no ser por Tirol. Y los mundos sobre los que la Regis y el Regente Invid podrían desear desahogar su enfado, o tanto como ellos pudiesen disponer, ahora que ambos lados han sido tan reducidos en números.”

Era cierto que los Invid triunfaron en la prolongada guerra contra los Maestros, pero en muchos casos lo que ellos gobernaron era un imperio de cenizas. Planetas, hasta soles, habían muerto. Lo que fue dejado en esa región de la galaxia parecía apenas de valor para ser tomado.

La cara de Rick apareció en la pantalla principal. “El destacamento de desembarco está listo, Capitán.” Él saludó a su esposa. Él mostró sólo una precisión infalible, consciente de que su comportamiento y expresión serían estudiados en otras miles de pantallas por toda la SDF-3. Detrás de él estaban las dos naves de desembarco pesadamente armadas que descenderían con los enviados de la expedición para dar la bienvenida a los Sentinels. Los Skull de Max se estaban formando para volar como escolta y cubierta. El GMU ya se había agitado en posición, su titánico cañón apuntado sobre la nave de guerra espacial que había aterrizado.

Lisa devolvió el saludo de Rick. Ellos sacaron sus manos de sus cejas vigorosamente, tal como el manual decía. Ella se preguntó si alguno de los que estaba atestiguando el intercambio podía decir cuán contento él estaba, ahora que él se estaba aventurando otra vez al peligro. Ella se preguntó si él mismo lo sabía.


La nave de los Sentinels había escogido un vasto lugar del suelo que serviría como su almohadilla de aterrizaje. VTs y unidades terrestres llegaron para cubrir; temibles vehículos blindados resonaron y rodaron en sus huellas. El descenso de la nave de desembarco levantó nubes de arena y polvo que se asentaron rápidamente.

El protocolo había sido discutido un poco, pero nadie en el consejo quiso ser el primero en subir y tocar a la puerta de los Sentinels. Así que fueron Lisa y Rick, flanqueados por Breetai y Exedore y Lang, los que se aproximaron a la nave desarmados. El grupo caminó bajo la luz de Fantoma y el fulgor de cien proyectores de luz del Amblador Tiresiano de dos patas, hacia lo que parecía ser la escotilla principal de la nave espacial de los Sentinels.

Pero cuando la escotilla principal de la nave se abrió rodando, allí no hubo ningún dramatismo para el cual Lisa se había preparado inconscientemente. En su lugar, una figura ataviada estaba de pie allí, en la parte superior de una rampa extendida como una lengua impudente desde el costado de la nave de los Sentinels.

En realidad, la figura flotaba allí; el dobladillo de su manto ondulaba suavemente dos o cuatro centímetros sobre la rampa.

Lang había sido escogido para hablar en favor de la REF. Él tosió un poco en el turbulento polvo, un pie en la rampa donde ella encontraba la arena. “Si usted viene en amistad, yo le ofrezco mi mano, en nombre de todos nosotros, en amistad.”

El ser mirando hacia abajo hacia él era virtualmente lampiño, como una máscara en blanco. “Yo no puedo ofrecer la mía,” aquello dijo con la misma voz que ellos habían oído en la comunicación.

Otras figuras, más grandes, se asomaron por detrás de eso. Aun más apiñadas a los lados, más bajas y furtivamente apretadas. Las emanaciones de gas de la atmósfera de la nave de los Sentinels colocó una neblina repentina en el aire de Tirol, y se volvió aún más difícil de ver.

Luego Rick oyó el grito de Lisa, y exclamó su nombre. De repente él estaba luchando cuerpo a cuerpo con el diablo.

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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