The Sentinels Libro II - Dark Powers

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Capitulo 17

Este libro no te dirá cómo hacer fraude, porque cuando no logras negociar con la realidad, sólo te engañas a ti mismo. Lo que me propongo hacer es convertirte en un jugador astuto quien gana siempre que es posible.

Kermit Busganglion, La Mano que se te repartió


Tesla casi se sentía como su viejo yo de nuevo, bañado y ataviado en vestimentas finas –ropas superiores a la posición de la mayor parte de los sencillos Científicos, más apropiadas, en realidad, para el Regente mismo– y asistido por numerosos séquitos.

Pero los séquitos eran cautelosos Sentinels armados con una variedad alarmante de armas, y él era todavía un prisionero. Una celda grande había sido convertida en un estudio de comunicaciones, y técnicos estaban calentando el equipo para hacer contacto con la capital Karbarriana ocupada por el Invid.

¡Ah, si sólo esta ilusión fuera verdad! pensó Tesla.

Ante él algunos de sus peores enemigos estaban de pie encadenados, desgreñados y luciendo sucios, gracias al maquillaje y al vestuario. Learna, la pareja de Kami, estaba allí, y Crysta, sus manos-garras inquietas en su prisión. Entre ellos estaba de pie Lisa Hayes Hunter, quien no iba a quedarse fuera de esta gran manipulación al vanagloriado intelecto grupal Invid.

El centelleante Baldan, el indócil Burak, y una de las tenientes de Bela, una bella morena, estaban atados en el lugar, también –todos luciendo como si hubieran sido arrastrados de los cabellos por el lodo y dados una prueba de un latigazo de energía. A ambos extremos de la cáfila de esclavos, como sujetalibros vivientes, estaban los Haydonitas, Veidt y Sarna, revoloteando a unos cuantos centímetros sobre las plaquetas de la cubierta. Sus mantos estaban rasgados y las caras tiznadas, y sus cuellos estaban circundados por collares remachados, ya que no tenían muñecas para ser esposados.

Janice Em observaba desde lejos, ostensiblemente un guardia pero más un consejero de medios –y más un observador que alguno de los de allí sabía. Sue Graham, la joven camarógrafa, era la coordinadora de producción del proyecto. Ella se había embarcado en la misión de los Sentinels porque le ofrecía más libertad que hacer su trabajo por su propia cuenta.

“Ustedes saben que esto puede que nunca funcione.” Tesla trató, una última vez, para conseguir que entiendan. “¡Nosotros los Invid somos una raza perceptiva y cautelosa, nuestro intelecto es ilimitado! ¿Creen que seremos engañados por este pequeño e ingenuo acto de comedia?”

“Nosotros nos preocuparemos por eso,” Lisa le dijo. “Sólo haga lo que le hemos dicho. Oh, y a propósito...”

Ella indicó con un gesto, y dos Spherisianos se adelantaron con un magnífico collar enjoyado, un tipo de gorguera real. Ellos lo fijaron alrededor del grueso cuello de Tesla, y aquel hizo clic cerrándose con una finalidad extraña. Él pudo ver que aquel había sido diseñado con parte del tesoro de piedras preciosas de la fiera, recolectado de muchos planetas, que él había planeado llevar de vuelta al Regente, antes de que los Sentinels organizasen su sublevación fastidiosa y patentemente injusta.

Sin embargo, él pensó, admirándose en el metal reflexivo de un panel de poder cercano, lucía bastante llamativo en él. Algo que él contemplaría con satisfacción perversa algún día, cuando tuviese su venganza.

“Treinta segundos,” Sue Graham indicó.

Los esclavos artificiales se movieron a su lugar en el fondo. Fuera del alcance del dispositivo de vídeo, guardias a ambos lados apuntaron sus armas sobre Tesla. Cuando el tiempo se contaba en sentido decreciente, Lisa se adelantó un poco, sus cadenas sonando, un aspecto sardónico en su rostro. “Y, ¿Tesla? Otra cosa más: será mejor que juegue su papel exactamente.”

“¿Es esa una amenaza, hembra?”

“Es un hecho,” Lisa le dijo tranquilamente. “Ese collar está cerrado en usted ahora, y tiene catorce onzas de cargas explosivas moldeadas con Tango-Siete incorporadas en él. Si nos desilusiona, volaré su cabeza enfrente de todos sus amigos de allí abajo.”

“¡Seguramente, en esta tarea de una especie de forma de vida inferior, las hembras son lo peor de la mala gente!” Tesla casi lloró. Pero entonces un técnico lo hizo callar. Un momento más tarde, la imagen de una unidad-oficial Invid –los pesados cañones montados en sus hombros haciéndolo parecerse a trillizos Siameses Robotech– se asomó por la pantalla hacia ellos.

Aquel pareció recular algo en un gesto de sorpresa. “¡Tesla!” aquel dijo con el sonido extraño y de banda lateral sencilla de un zángano mecha.

“¡Sí, por supuesto que soy yo!” Tesla irrumpió. Las luces a su alrededor se sentían inquietantemente calientes, y él se preguntaba si ellas podrían hacer estallar los explosivos alrededor de su frágil garganta. Los Sentinels no podían estar tan trastornados, ¿ó sí? Por otra parte...

“¡Déjeme hablar con la Computadora Viviente!” Tesla exclamó. “¡Arribé justo a tiempo para echar a nuestros enemigos de este sistema solar, pero tengo noticias importantes!”

El oficial pareció vacilar, pero Tesla gritó, “¡Haga lo que se le ordenó!”

Acostumbrado a obedecer, aquel cumplió. En un momento, una Computadora Viviente apareció frente a Tesla en la pantalla. Era por mucho más pequeña que la capturada en Tirol, y parecía tener menos equipos periféricos y menos circunvolución.

¡Estamos dentro de su sistema! Lisa exultó, tratando de parecer derrotada y entumecía de las palizas. Aquí va.

Tesla comenzó su habla de nuevo: cómo él había retornado a Karbarra a tiempo para repeler la incursión Sentinel, y cómo él necesitaba autorización, para reparar daños y celebrar una consulta urgente con la Computadora Viviente.

Lo que la Computadora no vio, lo que Tesla mismo apenas sintió (y no se arriesgó a denotar), eran las líneas de energía mental extendiéndose desde Veidt y Sarna. Los Haydonitas apuntalando a Tesla desde ambos lados en un tipo de fuego mental cruzado –armonizando sus voluntades y pensamientos con los de él, guiándolo y reforzándolo, enviando una corriente firme de énfasis y credibilidad por el enlace que Tesla había establecido con el cerebro Invid.

Invisible para todos, Veidt y Sarna manipularon a Tesla y, a través de él, al cerebro, aunque sus poderes eran muy débiles aquí, tan lejos de Haydon IV. Pero ello no tomó un inmenso y brutal esfuerzo de fuerza mental para lograr lo que los Sentinels necesitaban; sólo tomó un fino toque aquí, un golpe psíquico allí, para crear una atmósfera conducente. Sólo tomó una pátina convincente de verdad.

La Computadora Viviente llegó tan lejos como a finalizar su alarma roja –aún más de lo que los Sentinels esperaban– y otorgó autorización de aterrizaje inmediata.

“Y, a propósito,” el cerebro añadió. “Los Inorgánicos han capturado un alienígena, un Garudiano, lejos en los desechos. Él ha sido traído aquí ahora. Comenzaré la tortura lentamente, de modo que usted pueda disfrutar el final.”

“No, No, e...” Tesla no sabía exactamente qué decir, pero sabía que sus captores no tomarían amablemente el tener a uno de los suyos sujeto a la inquisición Invid.

No había tiempo para consultar con los Sentinels, así que el científico improvisó. “Deseo examinarlo mientras aún está intacto. Por lo tanto, téngalo encarcelado con los otros rehenes por ahora.”

“Muy bien, Tesla,” el cerebro respondió. “¿Cuándo espera realizar el aterrizaje?”

“Um, mi nave ha sufrido daños en la lucha heroica para echar a esos insurrectos, por lo que haré una órbita desacelerando antes de hacer mi aterrizaje.”

“Como desee.” Cuando el cerebro terminó la comunicación, las rodillas de Tesla se doblaron. Él se lamentó débilmente, rogando a sus apresadores que le quitasen el collar resplandeciente. Lisa se dio vuelta y voceó órdenes para el puente. Una timonel, una Karbarriana casi del tamaño de Lron, trajo el enorme timón de madera hacia sí. La Farrago dejó la órbita, para apartarse del anillo planetario y hacer un acercamiento Karbarriano.

Abajo en las bahías y asideros y cubiertas de los hangares, los mecha pasaron a alerta máxima, los sistemas en el nivel más alto. Logans, Alphas, Betas, Hovertanks; Spartans armados con sus gigantescos y cilíndricos lanzadores de misiles; MAC Us eran hidras andantes de largos tubos cañones; Raider X de morro cuadrado eran baterías de artillería autocontenidas; y Excalibers moviendo el suelo encrespándose con media docena de sistemas de armas pesadas diversas –los Godzillas de la segunda generación de Destroids.

El rumor sobre los niños Karbarrianos y el campo de concentración se había filtrado por todos los rangos en un dos por tres, aunque nadie había hecho ningún anuncio oficial.

Así que, ellos piensan que van a matar a tiros a un puñado de niños, ¿huh?

Los mecha se formaron y esperaron, sus tripulaciones ávidas de la palabra para salir.


“Eso es todo,” Rem dijo. “Eso es todo lo que puedo hacer. La Farrago dice que hay que volver, y eso significa que no queda tiempo.”

Gnea inclinó la cabeza, tomando un lugar detrás de él en la silla del oficial de comunicaciones ya que no había tiempo para reparar la del copiloto. Ella dio un último vistazo al asidero en popa, para asegurarse de que Halidarre estuviera bien asegurada. Entonces ella dijo, “Preparada.”

Rem sonrió, pensando en la ridícula misión que el transbordador tendría que volar. El libro del Almirante Hunter decía que él debía dejar a las computadoras hacer el vuelo, pero las computadoras habían sido usadas como un palo de arañar por una mofeta muy grande. Además, Rem había inventado nuevos diseños de computadoras y él no se fiaba de ella tanto como de las personas que poco sabían de ellas.

Los motores del transbordador chillaron, aumentando la potencia.

“No tomará mucho ahora,” Rem dijo a Gnea.


La Farrago comenzó su larga órbita de acercamiento en un curso escogido por los Sentinels porque llevaba por las porciones menos monitoreadas de la red de detección aérea del enemigo.

Esta vez, la cara de Tesla llenó la pantalla de comunicación. Sus presuntos esclavos no podían ser exhibidos porque todos estaban de otra manera envueltos en tener a la Farrago y a sus fuerzas de lucha listas para golpear a Karbarra como una almádena.

“Er, Control de Karbarra,” Tesla dijo delicadamente. Él todavía vestía esas consternantes e inapreciables ropas; además, había Sentinels no sonrientes rodeándolo, precisamente fuera del alcance de la cámara, con una colección pasmosa de dispositivos de energía y hasta de cosas aguzadas más toscas, implementos resplandecientes con implicaciones desagradables.

“Algunas de estas superficies ablativas engorrosas y características del casco en las naves capturadas que he incorporado en la mía han comenzado a separarse bajo la tensión de la entrada. Tecnología inferior, ustedes saben. Estoy seguro de que ellas van ha separarse al golpear la atmósfera más densa, pero usted podría, um, alertar a sus técnicos de los sensores de no prestar atención a la pequeña nube de objetos bajando conmigo.”

El hechizo de los Haydonitas todavía estaba haciendo efecto. “Por supuesto,” dijo la Computadora Viviente, “por supuesto. Su área de aterrizaje se encuentra en las coordenadas relativas 12-53-58; haremos retroceder un segmento del domo de la ciudad de Tracialle para permitir su entrada.”

Tesla trató de sonar entusiasta y agradecido, especialmente a causa de que una de esas horrendas brujas sobredesarrolladas Praxianas estaba parada lista para dar un golpe con una alabarda en su costado si él cometía un error.

“¡Oh! ¡Muy amable! Hablaré al Regente de su cooperación y eficiencia.”

“Gracias, Tesla.” El cerebro cortó la comunicación.


“Tenemos una localización tentativa de ese campo de concentración,” Vince transmitió a Lisa, “pero aún no es completamente seguro. Es obvio que no están en el campo que Lron mencionó, porque ése ha sido demolido. Pero estamos seguros en un noventa por ciento de que tenemos localizado al nuevo.”

“Entraremos con un vasto despliegue de las fuerzas de ataque,” ella decidió. “Quiero a todo lo que tengamos en el aire.”

“Todo listo,” él respondió.

“Entonces, comiencen las operaciones de lanzamiento.”

La nave compuesta comenzó a sembrar el cielo con los elementos de combate aéreo. Los VTs y los Logans salieron primero; luego los Skull se dejaron caer y se desplegaron, comenzando un acercamiento lento hacia Tracialle, rozando el suelo. Max y Miriya llevaron a los Skull en la formación apropiada. Abajo casi en la superficie, los tanqueros de Jonathan Wolff hicieron su salto y tomaron vías conspicuas menores, minimizando las oportunidades de ser localizados y flotando a baja altura en sus cojines de efecto superficial.

Más lejos, la nave insignia moviéndose todavía más lenta, Lisa ordenó el salto de la fuerza de exploración. Luchadores en motocicletas aéreas Tiresianas, flameos Garudianos y coches aéreos Perytonianos de un solo pasajero, y hasta Veidt y Sarna en su forma volante Haydonita de extremo abovedado como un cucurucho de helado Robotech –dispersos. Ellos asumieron una formación de búsqueda inmediata, preparándose para acercarse más a la ciudad a fin de determinar con precisión la localización de los niños Karbarrianos.


Rick y los otros oyeron el rugido, estaban listos para ello. Con un flujo de arena y aire recalentado, el transbordador aterrizó al pie de los acantilados. La estrella Yirrbisst estaba saliendo, trayendo luz de día al paisaje desolado de Karbarra.

Rick y los otros se lanzaron a bordo mientras la nave aún estaba suspendida, los motores apenas disminuyendo el avance. “¡Muévalo! ¡Muévalo!” Rick estaba diciendo a gritos, aún antes de que ellos alcanzaran sus asientos.

Rem cumplió, el transbordador salió con ímpetu sólo a un metro o dos sobre el llano desierto. Rick se había encaminado hacia el asiento del copiloto, para hacerse cargo, cuando vio con asombro que no estaba allí. Rem había descuidado mencionar ese fragmento particular del daño. Rick sabía que Rem era un piloto bastante bueno; él tendría que confiar en el jovenzuelo para manejar la misión, porque no había tiempo para aterrizar y cambiar de lugares. Rick se abrochó a un asiento de aceleración y confió.

Rem hizo correr rápidamente al transbordador en la dirección del campo de concentración como Lron lo había situado en el mapa. Ellos no vieron ninguna patrulla Invid; Rem dijo que las fuerzas de ocupación Invid habían retirado la mayoría de sus mecha en anticipación a la llegada de Tesla, para rendir los honores militares.

Rick verificó las pantallas y vio, a la distancia hacia el oeste, el acercamiento de la Farrago. Los Skull y el Wolff Pack podían alcanzar al objetivo más rápidamente que el transbordador; Rick sólo esperaba que ellos se apresuraren.

“Enláceme con la Capitán Hunter,” él dijo a Gnea, quien estaba sentada en la estación del oficial de comunicaciones, pero ella sacudió su cabeza.

“No puedo, señor. Algunos sistemas se quemaron cuando aplicamos potencia para despegar. No hay comunicación con la nave insignia en modo alguno.”

Estamos por nuestra cuenta, Rick se dio cuenta. ¿Qué otra noticia había? Él esperaba que el itinerario no hubiera cambiado, porque si así fuera, él estaría viviendo sus últimos momentos ahí mismo.


“¡No!” Tesla se lamentó. “¡Me rehuso! Pónganme de nuevo los grilletes; ¡tortúrenme! ¡No bajaré por ese pasaje para ser tostado como un insecto!”

Lisa Hunter le mostró una unidad de control. “Si hace lo que le dijo, estará a salvo; si no, se despedirá de su cabeza, cara de caracol.”

Ella trató de sonar tan cruel como pudo, pero dudó que pudiera hacerlo en realidad a sangre fría. Ello iba en contra de los reglamentos de guerra de la REF, e ir en contra de lo que ella creía. Por otra parte, ella contaba con que Tesla evaluase las cosas desde el punto de vista de lo que él haría si la situación fuese al revés.


Un minuto más o menos más tarde la Farrago flotó en un revoloteo de aproximación a través de la apertura en el domo de la ciudad de Tracialle. Aquella aterrizó en un área de aterrizaje de un acre cerca del corazón de la capital, entre los contundentes y funcionales edificios típicos de la arquitectura Karbarriana.

La ciudad se erigía en una meseta rodeada de abismos de miles de metros de profundidad; el hemisferio vítreo sobre ella y la porción superior de la propia ciudad descansaban sobre un cilindro inmenso reforzado por amortiguadores de choque hidráulicos algo así como una cruza entre una pata de insecto y un botarel volante. Eso le recordó a ella de una seta titánica echando extremidades.

La rampa delantera de la nave se abrió y Tesla salió. Formados debajo de él en filas tras filas estaban los Inorgánicos bípedos –Scrim y Crann y Odeon. Algunos pocos Hellcats estaban presentes; ellos eran difíciles de controlar en poblaciones densas. Otras tropas estaban manteniendo a las multitudes de curiosos pero silenciosos Karbarrianos hacia atrás más allá de la lejana periferia del sitio de aterrizaje.

“¡Salve, Tesla!” gritó el comandante local, con su voz misteriosa y artificial. “¡Y bienvenido al leal y satisfecho dominio de Karbarra del Regente!” Eso provocó un rugido airado en la multitud, pero ningún arranque de ira.

Tesla, temblando un poco, contestó por un altoparlante, “¡Y –y salve por la valiente guarnición Invid! ¡Para aumentar nuestra gloria, les traigo prisioneros recientemente capturados en mi...mi choque trascendental con los Sentinels!”

Al decir eso, las rampas de desembarco se extendieron desde los varios módulos independientes que componían la nave insignia, incluyendo la GMU. Los Destroids marcharon bajándolas, principalmente en fila india o a lo sumo lado a lado, debido a sus tamaños.

“¡Prisioneros de guerra!” Tesla estaba arengando. “Nuevos esclavos para luchar por el honor y crecimiento de nuestro Regente!”

El comandante de la guarnición vaciló, sorprendido, conversando con la Computadora Viviente por un momento antes de decir, “Bien hecho. Servir al Regente es la única razón para vivir.”

Los primeros Destroids habían alcanzado la superficie de la zona de aterrizaje, y comenzaron a formarse en únicas filas. Aún más emergieron de la nave insignia. “Pero, tal vez estos ejemplos bastarán por ahora,” el comandante agregó.

“Todos ellos están completamente bajo mi dominio,” Tesla garantizó, la voz quebrándose un poco, cuando se acercó hacia el borde de la escotilla.

“Puede ser así,” el comandante contestó, “pero tales criaturas son formas de vida inferiores, animales salvajes, impredecibles.” Él se dio vuelta hacia sus Inorgánicos. “¡Desactiven esos mecha y remuevan a sus ocupantes de ellos!”

Cuando las primeras hileras de Inorgánicos se movieron al instante para obedecer, Tesla se volvió y se zambulló de cabeza por la escotilla. Lisa, observando desde el puente, pensó ¡Maldición! Ella había esperado que todos los Destroids pudieran emerger y tomar posiciones más ventajosas antes de que el crujido llegase.

“¡Fuego a voluntad!” ella gritó.

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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