The Sentinels Libro II - Dark Powers

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Capitulo 22

A pesar de la resistencia de ella, él la persuadió. Su gran maldad atraída por la bondad luminosa de ella, como cierto círculo primitivo de fuerzas.
¿Siente él que sólo continúa viviendo por mi indulgencia? Yo lo creo así; algo en él es demasiado animalista para no percibir las emanaciones. Pero él sólo tiene poco tiempo para enmendar sus modos.
De otra manera, mataré a Edwards al día siguiente más o menos.

REFERENCIA #666-60-937


“Un poco hacia la derecha. ¡No, no! ¡Mi derecha!”

Los miembros de las fuerzas armadas sin rango de oficial al colgar el letrero del CLUB MILITAR de la REF estaban seguros de que estaba centrado y nivelado, pero no sorprendidos de que Minmei no estuviera satisfecha. El club había sido su obsesión desde que el consejo le había dado luz verde. Su dolor de cabeza y su primogénito, todo envuelto en uno.

Minmei trató de ser paciente y se recordó que los técnicos habían ofrecido voluntariamente su propio tiempo para ayudar. Pero el letrero sólo era poco más o menos lo último de lo cual preocuparse; el club abriría esa noche. Y ella había pasado por mucho para ver su sueño hecho realidad. Pero pronto –en horas– ella estaría de pie bajo las luces de nuevo, cantando al débil mar de caras, haciendo contacto con los camaradas humanos del único modo que había sido posible para ella, realmente...

Hablando de problemas en curso –la limosina militar del General Edwards se detuvo justo detrás de ella, casi haciendo cosquillas a sus nalgas con una de las banderas montadas en sus defensas delanteras.

Edwards, en un asiento trasero más grande que una habitación, bajó su ventanilla con el toque de un botón. “¿Cómo está yendo la jaula de nuestro ruiseñor?”

Ella deseó que él parase de hablar de esa manera, pero Minmei sabía que ella estaba caminando por una fina línea de nuevo. El ofenderlo no lo haría dudar de retirar su apoyo al proyecto, y eso muy bien podría ser el fin de las cosas.

Por otra parte, ella no sabía por cuánto más lo podía mantener a raya. Desde aquella misma primera entrevista él la había mantenido a la defensiva, y a Minmei se le estaban acabando las excusas –por qué ella no pudo haber cenado con él, darle un recital privado, acompañar una función diplomática en sus brazos, o tomar cualquiera de una docena de otros primeros pasos en un camino que terminaba en el lado de la cama de él.

“Excelente, señor, como puede ver. Las puertas se abren a las 2000, tiempo de la SDF.” Ella vio un temblor momentáneo del entrecejo cruzar la mitad expuesta de la cara de él; ella aún no estaba usando el nombre de pila de él.

Edwards presionó otro botón y la puerta se levantó dejando libre el camino, rozándola. Minmei se puso en camino hacia la entrada del club como si tuviera algo que hacer, pero él la alcanzó en momentos. Los técnicos voluntarios vieron a los dos entrar al club, se miraron mutuamente, luego comenzaron a fijar el letrero en su lugar.

Edwards tomó el codo de ella como para auxiliarla a pasar por la entrada, pero en verdad él simplemente la estaba agarrando –apenas se está conteniendo de sacudirla. Él dio un vistazo al salón principal del club –el escenario y las mesas y las sillas.

“¿Continuará pretendiendo que esto la hace feliz? ¿Cuando no lo hizo antes, cuando los aplausos de las audiencias por toda la Tierra no lo hicieron?”

Él dejó caer el brazo de ella en disgusto, la parte visible de su cara enrojecida. “Eres una tonta, Minmei. Este club tuyo –fue un regalo menor de mi parte, ¿aún no te lo has figurado?”

El frío metal de la mitad de su cráneo contrastaba con la ira enrojecida en el resto de su cara. “¡Pero dentro de poco te daré cosas que te satisfarán, cosas que sólo el máximo poder y la gloria pueden mandar!”

Él casi le contó sobre la Computadora Viviente, y cuál era el uso que él pensaba darle. Minmei había venido a llenar sus pensamientos de vigilia y sus sueños. De algún modo evadiendo sus insinuaciones, de algún modo inmune al carisma y al poder que él había usado tan a menudo antes, ella sólo lo había hecho desearla más. ¡Especialmente desde que ella una vez había sido de Hunter!

No seré obstruido en esto, él afirmó. Pero de alguna forma que él no sabía cómo explicar, la mano alzada se le había ido hacia Minmei. Edwards se había excitado furiosamente, no para ser frustrado por esta pequeña oradora persuasiva; y en el esfuerzo extremo para hacerla amarlo, él la había hecho de algún modo la personificación de todos sus deseos y sueños. Él veía aquello ahora, pero era demasiado tarde para cambiar las cosas.

Sea como fuera, cierto núcleo de hierro de autoconservación y cautela lo abstuvo de confesarle sus conspiraciones a ella. En su lugar él se inclinó acercándose, con una mirada en la mitad expuesta de su cara que la hizo encogerse.

“¿Es ese asno de Wolff? ¿Es ése quien tú piensas va a volver a casa como un caballero blanco y te dará algún tipo de felicidad? Si así es, escúchame bien, Lynn-Minmei: Wolff no es digno de estar de pie en mi sombra.

“¡Yo soy el que te dará lo que deseas y te satisfará finalmente! ¡Soy el que detendrá el dolor en tu corazón!”

Él vagamente sabía que estaba desvariando, nebulosamente comprendió que cualquier hechicería que Minmei haya lanzado contra todos los otros había sido lanzada sobre él, también. Sólo que, él era T. R. Edwards, y no iba a toparse con algún destino herido de amor.

Él asió sus brazos, y Minmei sintió tal poder en el agarro que supo que era inútil luchar. Él apretó la boca de ella contra la suya; ella no se resistió pero tampoco cooperó. Él podría a la vez haber estado besando a un cadáver. Él la empujó con fuerza alejándola de él, y ella aterrizó en el piso con un pequeño grito.

“¡Continúa, entonces, Minmei! ¡Suspira por él, mientras él está pensando en la esposa e hijo que dejó atrás, en la Tierra! ¿Realmente supones que eres todo menos una conveniencia en un viaje de privaciones para Wolff?”

Luego él se arrodilló a su lado, los labios retraídos mostrando sus dientes como si quisiera devorarla. Ella colocó la palma de su mano en su boca y huyó lejos de él, pero no podo quitar sus ojos de él.

“Tal vez yo no pueda darte una devoción como la de un perro, o lo que sea que piensas que el amor es, Minmei. Pero poder e inmortalidad y pasión –eso es lo que me conduce, y tú y los compartiré.”

Ella pensó aturdidamente que él la iba a asir de nuevo, o –o algo más, algo a lo que ella no podía ponerle un nombre. En su lugar, como si él estuviera tambaleándose en el borde de un abismo, Edwards se echó hacia atrás, se puso de pie, y la amedrentó con la mirada con toda la emoción bloqueada de su cara.

“Y tú ya no tienes ninguna elección al respecto,” él le dijo. Luego se volvió rápidamente y caminó a zancadas fuera del club.

Él apenas había cruzado la puerta cuando su chofer vino corriendo hasta él. “Señor, un código “Pirámide” del Royal Hall.”

Edwards no perdió zancada. “Lléveme allí. Ahora.”

En las catacumbas debajo del Royal Hall, más allá de habitaciones tras habitaciones de Inorgánicos inertes amontonados como leña apilada, Edwards se apresuró hacia la cámara donde la Computadora Viviente desactivada flotaba en el fondo de su tanque.

En una pantalla de comunicaciones cercana, Edwards vio una imagen.

El Regente, por supuesto; él había visto fotos y esbozos de los sumarios de Inteligencia, había dado un buen vistazo a Tesla, y pudo extrapolar de allí.

El Regente, por su parte, miró con ira al humano mitad enmascarado y sacó sus propias conclusiones. La Computadora Viviente no había sido destruida, tampoco los Inorgánicos. Sin embargo éste no podía ser el líder de la expedición humana; había un carácter furtivo en el modo en el que la señal de comunicaciones del Regente había sido recibida.

¡Ah, bien! ¡Un maquinador! La suerte estaba con él de nuevo finalmente.

La mala suerte ciertamente había tenido su racha. El Regente sólo había recibido unos cuantos reportes irregulares del asalto de los Sentinels antes de que sus enlaces de comunicaciones dejasen de funcionar. Él se había aburrido con infligir destinos horribles a los consejeros y, más al punto, ello no lograba mucho sino disminuir el poso disponible y ponía a aquellos en su entorno muy nerviosos.

Luego vino su golpe maestro: ¡pretender rogar por la paz! Él se maldijo por no haberlo pensado antes. Inmovilizar las líneas de batalla ahora. Llamar a las negociaciones y sacarlos, y ganar tiempo tanto como sea posible mientras él reconstruía sus ejércitos y se preparaba para lanzar un ataque furtivo.

Pero en lugar del Consejo de la REF, él se encontró mirando fijamente a esta cara, mitad carne y mitad metal –el humano al que ellos llamaban General Edwards. “Hagan regresar a las fuerzas que han lanzado este ataque furtivo no provocado sobre mi reino,” el Regente profirió con cólera, “¡o puedo borrarlos total y completamente de la existencia!”

“¿Puedo contar con usted para ser detallado?” Edwards preguntó.

El Regente se dio cuenta de que el juego que él estaba jugando no era con el que él había contado. “¿Hay algún problema semántico, o entendí que a usted no le interesa que los lastimeros Sentinels sean aplastados como sabandijas?”

Edwards sonrió presuntuosamente. “Usted y sus muchachos no lo han estado haciendo muy bien, ¿huh? Mmm, aquí hay algo que usted querría tener presente, la próxima vez.”

Edwards se dio vuelta y asió un disco de memoria que contenía los análisis completos de la Farrago provenientes del G-2/G-3, incluyendo su talón de Aquiles.

El Regente apenas podía creer lo que estaba viendo, y personalmente miró un indicador allí en la Colmena Hogar para asegurarse de que toda esta información crítica estaba siendo grabada. La clave para destruir a los Sentinels.

“¿No tiene usted algo para mí?” Edwards preguntó solapadamente, con una seña de cabeza hacia la Computadora Viviente soñolienta.

El Regente todavía se estaba recobrando de su éxito fenomenal. “Hmm. Sí, sí, lo tengo, dado que su información es exacta. Creo que usted y yo debemos hablar, General Edwards.”

“Por supuesto. ¿Pero hagámoslo aquí en Tirol, eh?” el tono de Edwards no toleraba más debate.

El Regente pensó sobre ello. “Efectivamente lo haremos, mi General amigo, efectivamente lo haremos. Déjeme hacer arreglos y volver a usted al respecto.”

Edwards hizo un saludo irónico con un índice. “No se tome mucho tiempo; hay mucho que hacer.”

“Tan pronto como haya atendido a los Sentinels,” el Regente coincidió.

“Si ellos vencen a sus muchachos en Karbarra, se dirigirán hacia Praxis después.”

“Ah. Gracias. Espero con interés conversar con un, um, espíritu similar.”

Edwards inclinó su cabeza de un modo cortesano, luego puso en blanco la pantalla. Cuando se enderezó, vio a los técnicos del Ghost mirándolo en cierto shock.

“¡Borren esas miradas de sus caras!” Edwards sacudió repentinamente la cabeza hacia la pantalla, y por implicación al Regente. “Cuando llegue el momento, le manejaré a él, también.”

Con un nuevo arrendamiento en la vida, el Regente se contoneó por los elevados vestíbulos de la Colmena Hogar emitiendo órdenes y dictando memorándums. Él había tenido sus dudas sobre la veracidad del terrícola, pero una batería de Computadoras Vivientes verificó lo que Edwards le había dicho, y el Regente estaba listo para jugar.

Aún con los datos estratégicos que Edwards le había dado, no sería fácil destruir a la Farrago.

Luego estaba este asunto de la visita a Tirol. Estaba más allá del reino de las posibilidades que el Regente se pondría en peligro, y sin embargo esta criatura crédula de Edwards parecía asumir que sería normal. Tal vez había algún modo de –el Regente se detuvo tan repentinamente que un consejero desafortunado avanzó sobre él.

El Regente arrojó al consejero a un lado de un modo descuidadamente no letal, y comenzó a hablar agitadamente a sus Científicos asistentes. “¿Están los Posos de Génesis de mi esposa aquí en Optera aún funcionando? ¡Bien, encuéntrenlos! ¡Y si no lo están, prepárenlos para un proyecto de proporciones monumentales! ¡Desvíen trabajadores y técnicos y científicos de otros proyectos; tráiganlos aquí en naves estelares si es necesario!

“¡Oh, qué broma jugaré a los malditos humanos!” el Regente manifestó a gritos. ¿Así que, la Regis piensa que perdí mi sentido del humor cuando decidí involucionar, eh?


Burak selló la escotilla y se deslizó a su lugar, se sentó frente a la jaula de Tesla. Había unos cuantos Karbarrianos en guardia afuera en el pasillo, pero se habían juntado con amigos para un tipo de fiesta de victoria, y nadie estaba siendo muy...muy “cuidadoso.”.

Tesla no dijo nada, sólo estaba sentado pareciéndose a un Buda inmenso. Burak metió la mano en sus mantos, ojos prevenidos, sus cuernos humedeciéndose.

Él sacó tres esferas luminosas perfectas, tan verdes como una ola rompiente, tan verdes como el cristal de botella fundido. Al verlas, Tesla rompió su posición de guru y se extendió, pero sabía que sólo recibiría una descarga de las barras de su jaula para su infortunio.

“El Fruto de la Flor de la Vida, como crecía en Karbarra,” Burak dijo.

“Entonces.” Tesla se sentó, mirando hacia abajo a las tres.

Había una leyenda entre los Invid, y entre muchas otras culturas también, sobre consumir el Fruto de la Flor. La implicación era que la consumición del Fruto de todos los mundos Especialmente Tocados por Haydon –todos los mundos, daba la casualidad, de los cuales provenían los Sentinels– produciría una manifestación más grande y más magnífica de aquel que lo consumiese.

Tesla había invertido una vida en versarse en este saber ocultista; él estaba convencido de que existían bases científicas para ello. “Dámelas a mí,” él dijo, “y tráeme el Fruto del resto de los Mundos de Haydon, los otros mundos de los Sentinels.”

“No confío en ti,” Burak dijo.

“No espero que lo hagas,” Tesla lanzó en respuesta. “¿Por qué crees que la paz es tan difícil de alcanzar?”

Burak golpeó con estrépito su puño sobre la cubierta. “¡Deja de hablar sobre ello! ¿Puedes quitar la maldición de Peryton o no?”

Tesla vio un bulto en la cuerda de la cintura de los mantos de Burak y supo que una pistola estaba allí, sabía cuál sería su destino si él no podía ganarse a Burak aquí mismo y ahora.

“Puedo. Pero tendrás que ayudarme. Confía en mí. Y te ayudaré a conseguir de regreso a tu familia, Burak, y a tu planeta, y todo lo que has perdido. Porque eres el elegido para ser el Mesías de Peryton.”

Burak estuvo sentado temblando durante mucho tiempo, mirando a la cubierta. Luego agachó su cabeza una vez, los cuernos vibrando, inclinado la cabeza en acuerdo.

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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