The Sentinels Libro II - Dark Powers1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25
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Los Skull y Wolff Pack y todos los exploradores no podían localizar a los niños Karbarrianos, y más y más refuerzos Invid estaban llegando a la ciudad capital. Tres mecha más se habían perdido: un Spartan, un Raidar, y, expresivamente, un Excaliber que había desaparecido virtualmente bajo una masa de azotantes Scrim y Crann y Hellcats. Los Destroids estaban manteniéndose firmes en ciertos lugares. Pero en otros estaban siendo hechos retroceder inexorablemente, en intercambios furiosos, a quemarropa, algunas veces mano a mano, por Invid a quienes no parecía importarles cuán importantes eran sus pérdidas. La GMU se había desplegado a un punto en el otro lado del sitio de aterrizaje, casi aplicando su artillería más pesada; pero dada la naturaleza de las riñas callejeras, ni ella ni la Farrago podían dar mucho apoyo de artillería sin el riesgo de golpear a miembros amigables o a civiles. Lisa había esperado que el populacho en general pudiera contribuir, ojalá que en crear distracciones. Pero los Karbarrianos no lo estaban haciendo, indudablemente esperando contra toda lógica que sus niños aún podrían ser perdonados. Un reporte llegó diciendo que el perímetro al sur estaba colapsando; el Invid había de algún modo abatido allí una fila entera de MAC Us y Spartans, literalmente inmovilizándolos, y habían empezado a trabajar resueltamente para desmembrarlos. Lisa estaba llegando a regañadientes a la conclusión que la misión era un fracaso. Ella miró desde el puente hacia la ciudad llameante, y se preparó para dar a los Destroids y a la GMU la orden para replegarse en modo ordenado a la nave para retirarse de la ciudad. Si sólo pudiéramos atravesar aquel domo, ella se recordó a sí misma. La orden estaba en sus labios cuando un extraño sonido apareció por la red de mando. Era un tipo de –de canto. Tres notas como el grito de un pájaro de caza convertido en música. Luego una voz dijo, “¡Esta es Bela, de Praxis! ¡Hemos encontrado a los niños! ¡Diríjanse hacia mi guía! ¡Sentinels, vengan a unirse a la pelea!”
Jack disparó, pero el cohete erró el blanco cuando la nave de escaramuza giró y se alistó para otra pasada. “¿Aún no puede llevar a este penco?” “Sí, Jack Baker,” Bela dijo, casi riendo. “Lo bastante de modo que el proyectil no pueda fallar. ¿Le gustaría eso?” Ella podría ser lo bastante loca para hacerlo, también. Su risa salvaje en batalla, su alarde y destreza asombrosa para manejar a Halidarre –eran un poco recias para completar. ¿Qué le dices a una mujer que va por el aire en un Robocaballo alado, disparando una pistola con una mano y moviendo de un lado a otro una espada, por el amor de dios, con la otra? Te diré lo que el viejo Jack Baker dice, él pensó airadamente. “¡Sí!” él dijo, antes de pensarlo dos veces. “Sí, manténlo firme por un segundo, si todo es lo mismo para ti. Parece el único modo de que vaya a asestar a algo hoy.” Así que ella lo hizo. Halidarre se suspendió en sus campos impulsores, alas batiendo a velocidad media para estabilizarla, cuando Jack forcejeaba con el lanzador. Él no había asestado a nada aún; tres cohetes se habían lanzado y sólo dos permanecían en la recámara. El Enforcer estaba en un nuevo curso de ataque, disparando a largo alcance. Bela era tan buena como su palabra, manteniendo a Halidarre en un revoloteo inmóvil, riendo esa risa salvaje de nuevo, blandiendo su espada. Jack alineó su disparo con el cañón descansando en el hombro de Bela y dejó salir a ambos cohetes. “¡Larguémonos de aquí!” Halidarre se elevó abruptamente al momento en que una línea de discos de aniquilación chilló a través del sitio donde ella había estado un momento antes. El Enforcer, dedicado a su objetivo, trató de desviarse de los cohetes demasiado tarde. Aquel voló en pedazos y comenzó a llover en pequeños y ardientes restos. Bela aulló como un Hellcat. “¡Ese es mi muchacho!” Luego ella divisó algo y puso a Halidarre en una zambullida que casi envió al desayuno de Jack hacia su garganta. Los Invid habían bajado la pared de energía de nuevo. Ellos se estaban acercando ominosamente a las barracas en donde la mayoría de los cachorros Karbarrianos se había refugiado. Los bípedos comenzaron a disparar a largo alcance, poniendo los edificios en llamas para echar fuera a la presa para un exterminio más conveniente. Jack se deshizo del lanzacohetes y desenfundó su pistola. Él y Bela se zambulleron directamente hacia el Invid, disparando y asestando, pero sin tener efecto.
El transbordador del grupo de reconocimiento había sido visto por última vez perdiendo altitud, cayendo como plomo lejos hacia el Este. Kami esperaba estúpidamente que ellos hubiesen sobrevivido al choque. En todo caso, no había ninguna esperanza de evacuación ahora. Los ojos de los Hellcats parecían tan brillantes como láseres; por alguna razón propia, ellos se separaron y comenzaron a reunir a Kami y a los desvalidos niños hacia el fuego que ellos habían hecho –un poso de veinticuatro metros de diámetro, ahora alfombrado con ardiente Sekiton. Kami, agotado y todavía mitad cubierto con lodo, lo pudo sentir chamuscando la piel de su cola. Los cachorros se habían separado en un anillo menos denso de uno o dos cachorros de profundidad, por todo el contorno alrededor del fuego. Los Hellcats los rodeaban en cada paso, forzándolos a retroceder dentro del infierno. Sus sentidos aumentados chillaban tormento y pesadilla en él –la agonía era como una niebla en todo su alrededor, y la horrible muerte como electricidad lanzándose hacia él desde la misma tierra de debajo de sus pies. “¡Preferiría morir luchando antes que asado!” Con eso, Kami levantó el garrote cansadamente y comenzó a tambalear en dirección al Hellcat para confrontarlo, prefiriendo una muerte rápida debido a las garras que una lenta a causa de las llamas... Repentinamente el Hellcat fue golpeado fuertemente hacia un lado cuando algo inmenso y pesado lo golpeó como un delantero de varias toneladas. Le tomó un momento a Kami darse cuenta de que era un Veritech, un Alpha blindado en modo Battloid –blanco con marcas rojas. Battloid y Hellcat dieron tumbos y lucharon, las garras del felino rasgando a su enemigo, pero los enormes puños blindados del Battloid golpeaban y golpeaban al Hellcat como enormes pistones, rompiendo sus costados, destrozando uno de sus ojos. Los otros Hellcats se arrojaron dentro de la pelea, pero fueron impedidos cuando Battloids comenzaron a caer del cielo sobre ellos, impulsores traseros sonando estrepitosamente –Betas y Logans mezclados con Alphas. Kami brincó hacia atrás poniéndose fuera del camino cuando el Alpha rojo y el Hellcat habían saltado girando y desgarrándose y azotándose mutuamente. Los Skull habían llegado. En configuración Guardián y VT, ellos bajaron en picada sobre los Inorgánicos en el área de las barracas, haciéndolos retroceder o volándolos por las nubes. Aún los Hellcats que se separaban y huían encontraban que sus velocidades no eran bastante rápidas para salvarlos; una segunda oleada de ataque, zambulléndose desde gran altitud, dio alcance a las cosas y las redujo con misiles y fuego de cañón.
No era una batalla de tanques a campo abierto; era una lucha asesina en un espacio limitado, ambos lados arrojándose en ella sin restricción, como una lucha de cuchillos en una casilla telefónica. El modo Tanque y Gladiador no ofrecían bastante agilidad, así que el Wolff Pack pasó a Battloid y luchó cuerpo a cuerpo, disparó, dio patadas, y dio puñetazos. Los Invid los confrontaron con garras, tentáculos, quelas, y pies, discos de aniquilación y burbujas explosivas. El valle era un matadero, pero los más pesados y más numerosos Hovertanks comenzaron a rechazar a la marea centímetro a centímetro.
Pero el Alpha colocó un antebrazo debajo de la mandíbula del Hellcat, lentamente palanqueándolo y alejándolo. Luego el Battloid colocó ambas manos en la garganta del felino, estrujándola con la fortaleza Robotech. El Hellcat gritó y se enloqueció, la cola sacudiéndose, pero no se pudo liberar. La aleación crujió y rechinó cuando cedió, aplastándose. La luz en el ojo restante del Hellcat lentamente se apagó. Entonces de repente se oscureció, y el cuerpo de la cosa se relajó y quedó sin vida. El Alpha se puso de pie, alzando al Hellcat, luego lo tiró al suelo con un impacto que hizo temblar a Karbarra bajo los pies de Kami. El mecha Invid era una masa deforme de restos humeantes. Los Skull habían vuelto las cosas en minutos. La tierra estaba esparcida con los restos de mecha Invid, y ningún enemigo estaba de pie. Pero había VTs derribados, también, y sus compañeros los estaban atendiendo. Los Veritechs que aún funcionaban desplegaron servos de reparación que serpentearon hacia delante en tentáculos de metal para reparar los daños que pudieran. Muchos de los mecha fuera de combate estaban más allá de tal ayuda, sin embargo, y requerirían las instalaciones de todo un compartimento de ingeniería Robotech. Pero algunos de los dañados Skull nunca podrían levantarse de nuevo, y sus pilotos habían pagado el precio final. Los vivos descendieron de sus naves para el deber horrible y de pena aguda que era recoger los restos. En varios casos simplemente no había quedado nada. El Alpha rojo se dio vuelta y caminó a través del humo de la batalla llevado por el viento para mirar hacia abajo a Kami. Una voz femenina dijo por un altavoz externo, “Disculpa que no hayamos calculado con demasiada precisión, mi amigo.” Era Miriya Sterling. Kami todavía podía oler su propia piel chamuscada. “Pudo haber sido mucho peor –por varios segundos.” Ella rió. Luego él pensó en algo. “¡El transbordador! ¡Desapareció en aquella dirección!” Miriya se pausó por un momento –tal vez informando a Max de la situación– luego partió apresuradamente por el aire con sus impulsores posteriores, rápidamente mechamorfoseándose al verdadero modo Veritech, y dirigiéndose como un misil en la dirección que Kami había indicado.
Repentinamente hubo un ruido crepitante por la red de mando, y Max habló, sonando sofocado. “Tenemos a los niños, Lisa. Se encuentran bien. ¿Me copias? Lo repito, todos los rehenes están a salvo.” Max estaba comenzando a hablar sobre medidas para llevar a los cachorros a la seguridad, pero Lisa lo interrumpió. “Max, las cosas se están deteriorando aquí. Deja a una fuerza de seguridad y luego regresa aquí con cada VT que puedas conseguir. Repito, te necesito aquí ASAP con cada mecha que puedas–” “¡Capitán! ¡Mire!” Un técnico Spherisiano estaba indicando por la inmensa burbuja que techaba el puente. “Qué–” ella dijo, ignorando los esfuerzos de Max para lograr que ella terminase la oración. Por toda la ciudad, las puertas y las ventanas y los paneles de acceso se estaban abriendo sobre los techos y otros lugares ventajosos, y fuego intenso estaba vertiéndose, principalmente discos de aniquilación y rayos de estilo Invid. Por lo que ella podía ver y lo que comenzó a oír por la red táctica, Lisa concluyó que todo el fuego estaba dirigido hacia los Invid. Era como si la ciudad entera se hubiera convertido en una galería de tiro gigante. Alcanzados por detrás o desde arriba y hasta a veces desde abajo, el ejército Invid estaba siendo aniquilado ante sus ojos. Ella dijo a Max, “¡Aguarda, Líder de Skull!” Luego se comunicó con Crysta, quien estaba con Jean Grant en la GMU, por la red interna de la nave. “¿Crysta, qué está sucediendo?” “Yo –yo sabía que los míos estaban escondiendo armas para este tiempo,” Crysta respondió. “Pero Lron y yo –¡no teníamos idea!” No es sabio hacer un enemigo de tu armero, se le ocurrió a Lisa. “¿Crysta, cuándo comenzaron –por cuánto tiempo los Karbarrianos se han estado preparando para esto?” “Desde el momento en que ellos tomaron a nuestros niños,” Crysta respondió. Lisa observó el fuego de las armas ponerse incandescente cuando los Karbarrianos tuvieron su venganza.
Karen Penn fue directamente hacia él cuando él se sentó indiferentemente sobre el anca de un difunto Hellcat, mirando en la distancia como si no le importase nada en el mundo entero. ¡Ese acto de habilidad que él realizó! ¡Desertar de su puesto en tiempo de batalla! Karen sólo quería un pedazo pequeño de él antes de que el Almirante Hunter dispusiera de él. Por supuesto, parte de la ira de ella era la ignominia de haber sido llevada de regreso al complejo en el transbordador por tres Battloids, como algún tipo de nave viajera descompuesta. Eso no era el corazón de ello sin embargo, y ella no podía explicar por qué ella estaba tan furiosa. Para completar, él estaba sentado allí con una sonrisa estúpida en su cara, ¡silbando! “Baker, di tus plegarias, porque voy a–” Él giró hacia ella con un semblante benigno en su rostro. “Hola, Karen. Toma asiento y disfruta del show; nunca verás algo semejante a esto.” Ella estaba haciendo rechinar sus dientes, pero decidió ver lo que él quería decir antes de que la pelea comenzase. “¡Huh –Oh!” Un poco por debajo de la colina, los niños Karbarrianos estaban siendo inducidos por Dardo y sus camaradas a dejar el escondite. Los Battloids habían apagado la mayoría de los fuegos, y luego dieron un paso hacia atrás; los cachorros tenían buenas razones para ser cautelosos de los gigantescos mecha. Pero Dardo y el resto tenían a los rehenes saliendo al exterior ahora, en hatos. La mayoría de los cachorros liberados estaban mirando a su alrededor inexpresivamente, pero algunos de ellos ya estaban comenzando a cabriolar y brincar, saltando de alegría. Sin pensarlo, Karen se sentó junto a Jack para observar. Los cachorros corrían de un lado a otro bajo la luz del sol, retozando y mostrando júbilo por su rescate. “Prefiero ver esto antes que tener un talego lleno de condecoraciones,” Jack dijo sobriamente. Karen lo miró por un segundo, luego de vuelta a los cachorros. “Tú tienes tus días, Baker, ¿Lo sabías?” “Et tu, Penn.” Un ratito transcurrió. Ellos vieron a Lron llegar, apiñado a través de los cachorros, para alzar a su hijo y arrojarlo arriba. Los cachorros se envalentonaron donde los mecha estaban preocupados, y algunos de ellos estaban jugando una ronda alrededor del pie del Battloid de Max Sterling. “¿Qué era lo que estabas silbando?” Karen preguntó repentinamente, sin mirarlo. “En cierto modo lo reconocí.” Todavía mirando a los cachorros, él empezó de nuevo, una media sonrisa tocando sus labios. Después de unas cuantas notas, Karen se encontró riendo y moviendo sinuosamente su cabeza hacia él en exasperación. Ello era “El Picnic de los Ositos Teddy.” Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina) |
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