The Sentinels Libro II - Dark Powers

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Capitulo 8

Yo sentí que mi lugar estaba con los Sentinels –con la observación y el registro de un evento único en la historia humana. Pero estaba un poco esquizofrénica sobre ello, porque podía sentir que había cosas en la REF-Tirol que los Amigos que regresaron a Casa necesitarían saber, también. Héroes para ser cantados y villanos para ser señalados.
Pero una de las cosas que primero aprendes cuando ellos te dan un equipo de grabación de audio y vídeo es que tú no puedes estar en todos los lugares al mismo tiempo.
Ni si quiera en dos lugares.

Sue Graham, narración del documental los Corsarios de la Protocultura. La SDF-3, la Farrago, el Ark Angel Sentinels, y la REF


Jeanne Grant se demoró cuando estaba por asegurar el robot de diagnóstico del centro médico para transbordarlo a la nave de los Sentinels. Al igual que lo había hecho intermitentemente durante la mañana, ella echó un vistazo por el puerto de observación a Tirol, y a la asomante Fantoma.

“Eso seguro que no es nuestro hogar,” ella murmuró de nuevo, “pero al menos conocemos los peligros aquí.”

Ella sintió al brazo masivo de su esposo rodear sus hombros. Él rozó sus labios contra la mejilla de ella. Ella reflexionó de nuevo en la singularidad de ello –cómo un hombre tan grande e increíblemente fuerte podía ser tan tierno.

“Pero nosotros no somos necesitados aquí,” él indicó. “Lang estará años reparando la SDF-3, y entretanto hay personas sufriendo y muriendo.”

Y así la Unidad Móvil Terrestre estaba siendo unida, figuradamente y literalmente, como un nuevo módulo de la Farrago, asegurada al lado de abajo de la nave espacial. Y el Equipo Skull, ahora aumentado a casi el tamaño de un escuadrón con VTs Betas y Logans, era ahora el componente principal de su grupo aéreo asignado.

Ella tomó la mano de él. Al menos había consuelo en el hecho que, con la GMU repentinamente reasignada a la misión de los Sentinels, Vince podría estar cerca de ella; ella no sabía si hubiese soportado ser separada de él como lo había sido antes.

Jeanne tomó un aliento determinado para contener las lágrimas, habiendo decidido que no tenía sentido llorar. Vince le golpeó ligeramente el hombro. “Lo sé, cariño, lo sé. Extraño a Bowie, también. Pero me alegro de que él esté a salvo en la Tierra, él y Dana, ambos. Rolf los cuidará bien.”

Ella suspiró, inclinando su cabeza contra su pecho ancho, preguntándose qué estaría haciendo su hijo en ese momento, al otro lado de la galaxia.


En Fantoma, las primeras naves de desembarco comenzaron a vomitar el equipo minero que los Zentraedi usarían para arrebatar el mineral monopole del mundo de elevada gravedad.

Breetai salió caminando a la superficie en su armadura presurizada, alongando sus brazos y sintiendo trabajar sus músculos. Cerca, vehículos de minería fuertemente escudados y potenciados estaban siendo desembarcados. Ellos parecían dinosaurios, óctopos, centípedos de alta tecnología.

Breetai miró a su alrededor al desolado paisaje planetario, una vista batida y destrozada de grises y castaños y negros, con una típica elevada escasez de características prominentes; planetas como Fantoma rápidamente demolían montañas y colinas.

Se parecía a un mundo fantasmagórico. Y estaba perturbado, en realidad: perturbado por recuerdos que los Zentraedi habían acumulado por generaciones como mineros, sólo para que esas memorias fueran borradas por los Maestros Robotech y reemplazadas con otras falsas, glorias implantadas de la raza guerrera que los Maestros necesitaban para su plan de conquista del universo.

Battlepods descendieron da las naves de desembarco, también, para montar guardia y servir de seguridad para la operación. Breetai dejó a sus subordinados hacerse cargo de los detalles, y se paseó a pasos regulares acá y allá, mirando a su alrededor.

Lang y los otros sabios de la Tierra se habían sorprendido de que los Zentraedi habían sido concebidos como trabajadores colosales para la operación de minería de Fantoma. “Quizás, ello me parecería, organismos muy pequeños serían más apropiados,” un humano había aventurado.

Pero ese era porque ellos aún no comprendían la naturaleza exacta de la cámara de micronización, y cómo ella alteraba la fisiología Zentraedi para enfrentar los desafíos de una gravedad más de tres veces superior a la de la Tierra.

Breetai se estiró de nuevo, sintiéndose energizado y jubiloso, antes que cansado, por la influencia de Fantoma.

Era la cosa más curiosa, pero –los recuerdos parecían estar regresando a Breetai. El primer aterrizaje de una nave de desembarco se había centrado en un área de tiro abierto, y le pareció a Breetai que él reconoció el paisaje alrededor de él. Algo lo detuvo en una pendiente –de veinte grados de inclinación, él estimó; a un paso –antes de que alcanzara la cumbre.

Allí estaba una banca, un mero caballete de losas pétreas, ¿pero cómo él había sabido que lo encontraría precisamente en ese lugar? Conversaciones de su pasado, o tal vez alucinaciones, entraban y salían de sus pensamientos. Él repentinamente sintió una furia impotente por haber sido privado de su propio pasado –siendo incapaz de confiar en su propia memoria.

En ese momento, una imagen de sí mismo y de Exedore vino hacia él, sentados en la banca lado a lado, y Exedore diciendo algo que Breetai tenía problemas en seguir.

¡Lo recuerdo! Las palabras fueron un retumbo atronador en su pecho.

“No; por supuesto que nosotros no recordaremos esta vida, mi amigo,” Exedore estaba diciendo, “pero los Maestros Robotech planean cosas importantes para nosotros. Llegaremos a ser más parecidos a una fuerza de la naturaleza –algo que barrerá la galaxia– el universo –¡en gloria y triunfo!”

Breetai se vio a sí mismo detenerse y reflexionar sobre ello; él sólo era un minero –sin embargo él era, además de Dolza, el más grande y fuerte Zentraedi alguna vez creado, el más durable y formidable de todos ellos– y tenía dificultad en comprender la cruzada interestelar que Exedore estaba pintando con palabras.

Ahora él recordó los remordimientos peculiares en él cuando había oído la exhortación de Exedore. El pensamiento de una vida de batallas y triunfos lo había hecho sentir exaltado. Y él había tenido una vida inexplicablemente larga de ello, justo como Exedore lo había proyectado.

¿Pero de dónde podían estar viniendo estos recuerdos? Seguramente los Maestros habían borrado todos los recuerdos verdaderos. Breetai sacudió su cabeza dentro del enorme casco, desconcertado y preocupado.

“¿Lord Breetai?” Él se dio vuelta sorprendido, ambos por el hecho de que alguien estaba parado allí, y al darse cuenta que era una hembra Zentraedi. “La cuadrilla de construcción está a punto de comenzar a trabajar en el aposentamiento permanente,” ella dijo, “pero a ellos les gustaría que usted de la aprobación final del sitio.”

Ella estaba vistiendo la armadura potenciada de Quadrono que había sido retroajustada para trabajos de minera, él pudo ver. Una de las cascarrabias de Miriya Parino, indudablemente; Breetai había oído que las Quadronos nunca habían perdonado a su líder por experimentar la Micronización, casarse con Max Sterling, y tener su niño. Muchas de ellas habían desertado para seguir al loco de Khyron y a su, a su amante, Azonia, pero algunas habían permanecido leales a Breetai, y unas cuantas de ellas habían sobrevivido a la batalla final contra Dolza y a las sublevaciones de los Malcontentos y a la batalla con los inorgánicos.

Breetai la miró inquietamente. Los Zentraedi siempre habían estado rígidamente segregados por sexos, y la mayoría de ellos encontraba la idea de fraternización inquietante hasta el punto donde se sabía que los hacía sentir físicamente enfermos. Pero las circunstancias inusuales aquí en la producción puesta en marcha en la primitiva Fantoma habían hecho imposible preservar enteramente las viejas costumbres.

Breetai se forzó a sí mismo a examinarla. No era fácil decir mucho sobre ella en la voluminosa armadura potenciada excepto que ella era alta para ser una hembra, muy por encima de los quince metros. A través del visor de su casco, él pudo ver que ella tenía pómulos prominentes y ojos ligeramente oblicuos, luciendo más bien como lo que Lang o Hunter llamarían Eslava, y su cabello color púrpura estaba cortado varonilmente corto. Pero había algo más sobre su cara...

Él se dio cuenta, aturdido, de que ella estaba utilizando cosméticos. El pensamiento lo atravesó. ¡Santo cielos! ¿Dónde los consiguió? ¡Seguramente una hembra de nuestra raza usa tanto en una aplicación como una mujer de la Tierra usa en un mes!

Ella había acentuado la plenitud de su boca, la longitud de sus resplandecientes pestañas, la línea de sus largas y arqueadas cejas. Breetai la miraba con fijeza, boquiabierto, cuando ella saludó y empezó a dar la media vuelta.

“¡Espere!” él dijo con un impulso repentino. “¿Cuál es su nombre?”

Ella se volvió hacia él. “Soy Kazianna Hesh, anteriormente de las Quadronos, mi señor.” Ella sonrió suavemente, golpeando pesadamente la coraza de su armadura con un puño enguantado. “Y ahora una Quadrono de nuevo, parece. Algunos de nuestros trajes de batalla han estado en el almacén todo este tiempo, y la hora de ser necesitados de nuevo ha llegado.”

“Así sea.” Breetai inspeccionó a Kazianna Hesh, no seguro de por qué lo estaba haciendo. Era una cosa interactuar con hembras humanas como Lisa Hayes, sabiendo que no había ninguna posibilidad de...de relacionarse con ellas, al menos no hasta donde le concernía a él. Otra era, y muy inquietante, tener a la sonriente, más bien de apariencia fascinante Quadrono mirándolo fijamente tan arrojadamente.

“Y, si puedo decirlo, señor, con todos los peligros que Fantoma alberga, es bueno estar sirviendo en una zona de peligro bajo el mando de mi Señor Breetai otra vez.”

Ella saludó de nuevo, precisamente, pero todavía con esa media sonrisa singular. Breetai respondió, y Kazianna hizo una cuidadosa marcha de elevada gravedad cuesta debajo del pequeño montecillo. Breetai la miró alejarse, estudiando su paso, preguntándose si era algo sobre su armadura –¿un mal funcionamiento, tal vez?– que ponía aquel contoneo no regulado en su modo de andar.


“Me tiene sin cuidado lo que su líder de pelotón le dijo,” el General T. R. Edwards rugió en la cara del sargento de limpieza de detalle. “¡Le estoy diciendo que apile esas cosas en las catacumbas para estudios adicionales por mis equipos de evaluación! ¡Y asegúrese de no dañar a ninguno!”

El sargento escogió las partes de mayor valor, saludó a Edwards, luego se encogió de hombros hacia sus hombres y los reorganizó. Ellos habían estado usando su equipo potenciado para mover las formas inertes de los mecha guerreros Inorgánicos de los Invid fuera de las catacumbas de modo que las cuadrillas de demolición pudiesen deshacerse de ellos para siempre.

Los Inorgánicos bípedos, y los masivos autómatas felinos Inorgánicos llamados Hellcats, quedaron inmovilizados una vez que el enorme cerebro que los controlaba fue desactivado. Pero todavía inquietaba a la REF tener miles de ellos yaciendo por toda Tiresia, como si fuesen a despertar de un momento a otro. Habían llegado órdenes de moverlos a un sitio apropiado y volarlos a todos en añicos.

Lang y Cabell y los otros grandes sabios habían recogido a unas cuantas de las cosas para estudiarlos, pero no parecían de otra manera inclinados a revocar las órdenes del consejo. Sea como fuera, todas los rangos inferiores sabían que uno no restregaba al General Edwards el mal camino sin arriesgarse a cierto pesar real. La maquinaria pesada comenzó a jalar con fuerza los mecha inertes del enemigo para un almacenamiento cuidadoso en las catacumbas debajo del Royal Hall.

Edwards llevó un ayudante, el Mayor Benson, aparte. “Consígase algunos del Ghost Riders y vigilen las cosas. Asegúrese de que todos los mecha Invid sean mantenidos intactos, ¿entendió?”

“Sí, señor.” Benson recordó los bizarros eventos de la captura original del Royal Hall: cómo Edwards había arreglado ser el primero en entrar al centro de comando Invid en las profundidades debajo de aquel.

Benson sólo pudo suponer cuáles eran los planes de su general, pero el ayudante intentó todo para no parecer sorprendido o curioso. El enganchar tu Carro a la estrella de Edwards ofrecía la oportunidad de vastas recompensas en alguna parte debajo de la línea, pero las estrellas tenían un modo de destellar y de destruir las cosas alrededor de ellas. La discreción era la herramienta indispensable para la supervivencia en el Escuadrón Ghost.


“Hombre sabio, me fue dicho que deseas verme,” Bela dijo, entrando al laboratorio de Lang. Ella lucía alegre con la perspectiva de tener su deseo de corazón cumplido, pero ella se paró en seco, mirando con odio, cuando vio a Cabell y a Rem parados al lado de Lang.

Gnea había estado siguiendo de cerca a su jefa militar, y ahora se estrelló con su espalda. La más joven y pequeña amazona tenía la misma gracia flexible que Bela, pero ella estuvo más inclinada a mostrar curiosidad con los ojos muy abiertos a las cosas alrededor de ella, y carecía de aquel temple impulsivo que ya estaba ganando la fama de Bela en la REF.

Los ojos de Gnea eran un candoroso punto de color dorado, su cabello largo y lacio uno cano blanqueado por el sol. Su casco estaba coronado con la imagen de un reptil de cuello largo que tenía una cabeza como un lagarto cornudo. Su traje de batalla era de un diseño diferente al de Bela, pero tenía esa misma apariencia de encanto erótico en él. Gnea portaba espada y cuchillo en sus arneses como Bela, pero mientras que la mujer más alta llevaba una ballesta, Gnea portaba un naginata Praxiano y un escudo con un tachón de adorno con púas en su centro.

“¿Qué hacen ellos aquí?” Bela señaló a Rem y a Cabell con un gesto de enojo de su barbilla, echando mano a su ballesta como si estuviese lista para disparar. Gnea parecía a punto de colocar la cuchilla curva de su alabarda en la posición de preparada, expresando odio con la mirada debajo de las cejas negras y plumosas.

“Ellos me han estado ayudando con mi investigación,” Lang respondió, sorprendido. “Ellos son los aliados de la REF ahora, igual que tú lo eres.”

“¡Nosotros los Sentinels no confiamos en estos engendros de los Maestros Robotech,” Bela escupió, “al igual que en los Zentraedi quienes trajeron sufrimiento como lo hicieron los Invid!”

Gnea, los ojos entrecerrados hacia Rem, agregó, “Y usted, usted que se asemeja tanto a Zor –tenemos razones para odiar a Zor, también, por la ruina que su entrometimiento trajo sobre nosotros.”

“Pero él no es Zor,” Cabell le dijo, acariciando su larga y blanca barba con una mano con uñas largas. “Y yo tampoco soy un Maestro Robotech. Piensa en nosotros, por favor, como dos Tiresianos que desean ayudar a liberar a todos los planetas del Invid.”

Bela siseó hacia él en desdén y enfado. Lang intervino. “Sin la ayuda de ellos, no podría haber terminado esto para ti a tiempo.”

Él señaló con un ademán, y una mampara potenciada se plegó hacia un lado al estilo de un acordeón. Bela jadeó, y Gnea gritó en voz alta, viendo lo que esperaba allí.

Nadie confundiría eso nunca con un caballo vivo, aunque eso movía su cabeza, resoplaba, y cavaba su casco sobre la cubierta imitando los movimientos de un animal real. Las dos alas que brotaban de su espalda estaban articuladas, y cambiaron de forma y posición, pero eran más semejantes a un aeroplano u ornitóptero que cualquier ave.

La estructura de su pierna se ensanchaba un poco hacia abajo del corvejón, de modo que parecía que el caballo de Lang estaba vistiendo pantalones acampanados desde los cuales se asomaban sus brillantes pezuñas. La cosa era de color plata resplandeciente con un atavío negro azabache. Su noble crin y melena y cola de finos alambres como cabello se movía de un lado a otro y resplandecía cuando pateaba, esperando.

“Ella es magnífica,” Bela expresó, olvidando su enfado. “Magnífica.” Ella se dirigió hacia el mecha con una mano extendida; la cosa pareció olfatearla. “Mágica.”

Ella parecía lista a saltar a horcajadas, pero Rem gritó, “¡Espere!” Cuando ella giró rápidamente hacia él, él le entregó su casco, mostrándole que el relleno del interior había sido cambiado.

“Receptores de control,” Rem explicó. “Esto todavía es un mecha Robotech, después de todo, y para controlarlo, usted necesitará hacer una cierta cantidad de visualizaciones mentales de lo que usted quiere que esto haga.” Ella tomó el casco de él, colocándoselo en su cabeza.

Bela extendió su mano hacia el caballo de nuevo. “Debería llamarte ‘Halidarre,’ niña –de acuerdo al espíritu de cielo libre de nuestra gran heroína.

“Halidarre yo debería ser,” el caballo-mecha respondió, con una voz sintetizada que sonó más como la de Bela. Ambas mujeres tomaron aliento en sorpresa.

“Hay otras cosas que aprenderá sobre Halidarre,” Cabell dijo, “al pasar el tiempo. Cosas como esta...”

Él tocó un control, y las alas de Halidarre se enderezaron, su área contrayéndose algo. De un nicho en la espalda del mecha, un módulo de reconocimiento cilíndrico se elevó en el aire, usando las alas y su propio campo ascensional. Cabell tocó otro control, y el módulo retornó a su nicho.

“Halidarre vuela, también, como se prometió,” Lang añadió. “Pero más por su aparato de antigravedad e impulsores que usando sus alas; la aerodinámica de un caballo volador vivo es casi imposible, por supuesto.”

“Él también es compatible con algunos de los otros mecha de la REF, como las motocicletas de combate Cyclone–” Rem estaba agregando, pero Bela lo interrumpió con un gesto y saltó a horcajadas sobre el Pegaso Robotech.

“¿Halidarre, vinculada a una mera máquina? ¡No sea absurdo!” ella bufó. “¡Gnea, ven!” Gnea obedientemente tomó su mano y montó detrás, un brazo alrededor de la cintura de Bela.

“Gracias por este regalo, Dr. Lang; lo saludo y le ofrezco mi fidelidad.”

La expresión de ella se endureció. “¡Pero en cuanto a usted, clon de Zor, y usted, sirviente de los Maestros Robotech, no tienten mi paciencia, y manténganse bien alejados de las mujeres de Praxis!”

A modo de subrayar su advertencia, ella se dio vuelta y alineó su brazo con la pata de madera de una mesa laboratorio. Ella cerró su puño e hizo un súbito gesto de tirabuzón hacia abajo con él, manteniendo el resto de su brazo inmóvil. Un delgado y destellante objeto se disparó de la ligeramente voluminosa facción incorporada en el estuche de su antebrazo.

Los tres hombres se dieron vuelta para divisarlo vibrando en la madera: una daga sin mango arrojadiza –lanzada por algún tipo de dispositivo de resorte en el estuche, Lang supuso.

Bela miró a Rem y a Cabell de nuevo. “Estén advertidos,” ella dijo.

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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