The Sentinels Libro II - Dark Powers

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25

Capitulo 23

¿Por qué Jonathan me dejó? ¿Cómo vino a parar justo a mis manos el ramillete de Lisa después de la boda y aún así todo salió mal?
Todo se inició tan bellamente.

El diario de Lynn-Minmei


Los Karbarrianos se lanzaron al esfuerzo de tener a los Sentinels listos para el próximo paso en su guerra con la misma energía que los ursinoides habían mostrado al destruir la guarnición Invid.

Desafortunadamente, gran parte del área industrial de la capital había sido arrasada. Allí había talleres capaces de reparar la mayoría de los dañados VTs y tanques, y un astillero de astronaves donde la Farrago podía ser vuelta por completo digna de batalla, pero ningún mecha nuevo podía ser construido pronto.

Algunos Sentinels argumentaron que sería mejor esperar, para construir nuevas máquinas de guerra y hasta aún construir más naves, pero Rick y Lisa, entre otros, argumentaron que probablemente se perderían vidas en Praxis entretanto, y la decisión de continuar hacia el mundo de las Amazonas se pronunció unánimemente –excepto por la abstención obstinada de Burak.

El voto fue una de las pocas cosas en las que Rick y Lisa convinieron. Aunque los mecha estaban siendo reparados, había brechas en las filas de los guerreros humanos, bajas que habían dejado atrás máquinas sin hombres. Los dos se mantuvieron en silencio sobre el tema hasta la noche, en sus habitaciones privadas, cuando él admitió, “Regresaré a mi servicio en el frente con los Skull, Lisa. Ellos me necesitan. Y aún no seremos capaces de tener a cada VT tripulado.”

Ella rodó sobre sí y lo miró por un momento largo. “Desearía que hubiera algo que yo pudiera decir para detenerte. Pero no lo hay, ¿no es así?”

Él sacudió su cabeza. Ella se recostó de espaldas y ambos miraron con fijeza al techo por un tiempo. “Tú eres ni más ni menos que un maldito jinete con una vida que es importante para mí,” ella dijo finalmente, y él pudo oír lágrimas en su voz. “Eso duele, Rick.”

Él extendió la mano para tomar la mano de ella, pero ella la alejó. Ella quería yacer allí y ver si podía pensar en algún modo de poder cambiar las cosas de modo que ella no fuera herida nunca más.


Jonathan Wolff regresó a sus habitaciones después de veintiún horas corridas de reuniones, instrucciones, consultas, entrenamiento, y sesiones de planeamiento. Él había olvidado cómo se sentía una cama.

Pero cuando se recostó, su ojo divisó algo –un pequeño relicario sobre su mesa de noche. Ese tipo de relicario era popular entre el personal de la REF; muchos llevaban ese tipo de recuerdo. Él lo tomó y lo activó; la pequeña superficie en forma de corazón se abrió como un retablo de tres hojas.

Un holograma diminuto de Minmei se suspendió en el aire. “Espero que esto te haga sentir cerca de mí, Jonathan, porque yo me siento muy cerca de ti, y siempre lo estaré. Regresa a mí a salvo y pronto, querido. Te estaré esperando, no importa cuánto tiempo lleve.”


“Es muy amable de su parte actuar como nuestra guía,” Cabell dijo, cuando el carromato espacial Karbarriano navegó a través de la luz del atardecer.

“Oh, nosotros amamos ir al monumento,” Crysta dijo efusivamente, y en los controles, Lron inclinó la cabeza consintiendo. Hacia un lado, Rem y Dardo hicieron una pausa en el juego parecido a hacer pasteles que el hijo de Lron estaba tratando de enseñar. “¿Y cuán antiguo es el monumento?” Rem preguntó.

“Siglos, eras,” Lron rugió. “Nadie está exactamente seguro. La historia dice que fue erigido justo después de que Haydon visitó Karbarra, y eso ocurrió hace mucho, mucho tiempo.”

El carromato espacial comenzó su descenso, posándose en la cima de una de las montañas más altas que dominaba la ciudad. Rem preguntó de nuevo si Cabell estaría lo suficientemente abrigado; el viejo sabio se lo volvió a asegurar.

Lron y Crysta guiaron el camino, hasta un pabellón abierto tallado en la roca viva de la cumbre de la montaña. Allí, a la mitad de un piso de un acre de ancho, se erigía una estatua que se elevaba y elevaba –un coloso de unos trescientos metros de altura.

Era de Haydon. Había sido tallado por los Karbarrianos, y el tiempo y el clima lo habían erosionado, pero la figura parecía ser un macho humanoide, vistiendo mantos sueltos y equilibrado con un aire de nobleza y sabiduría.

“Fue Haydon quien enseñó a nuestros antepasados los secretos del Sekiton,” Crysta dijo. “Al igual que sopló vida en los cristales de Spheris y creó al pueblo de Baldan, y decretó que la gente de Praxis debía ser un planeta sólo de hembras.”

“Y Haydon enseñó a los Garudianos cómo pensar,” Dardo dijo, recitando sus lecciones escolares. “¡Y algunas personas hasta dicen que él dio la Flor de la Vida al Invid!”

Cabell ya sabía todo eso, por supuesto, pero él trató de aparentar estar impresionado por la erudición de Dardo –Crysta y Lron estaban tan orgullosos del cachorro, después de todo.

Rem estaba de pie mirando fijamente el rostro pétreo ahora desgastado al anonimato. Haydon, ciertamente uno de los grandes enigmas de las galaxias, lo fascinaba precisamente como fascinaba a tantos otros. ¿De dónde había venido el traedor de milagros? ¿Qué lo había impulsado a pasar una Edad de Oro en este sector del espacio, viajando entre los mundos locales y obrando su magia?

Rem siempre había prometido que si lograba viajar entre las estrellas, haría su mejor esfuerzo para descubrirlo. Y ahora ese momento había llegado. Rem miró fijamente el semblante liso, deseando que aquel pudiera hablarle. Él se juró en ese momento que antes de que sus viajes terminasen, él sabría qué rostro pertenecía al monumento.


“Alerta roja,” susurró un asistente del Escuadrón Ghost a otro. “¡Apártense del camino del Viejo!”

El segundo asistente inclinó la cabeza e hizo su mejor esfuerzo para parecer ocupado cuando Edwards avanzó desde su oficina con una mirada asesina en su cara.

¡Los Sentinels habían logrado una victoria aplastante en Karbarra! Edwards trató de suprimir su furia, pero no tuvo mucha suerte. Para empeorar las cosas, cuando él había llamado a Minmei, ella no estaba en el club. Nadie parecía saber donde estaba ella.

Esto, después de que él había estado allí en una mesa cerca del escenario todas las noches para oír su canto, de que la había invitado a cenar, de que se había asegurado que el consejo la escuchase y que su club militar fuera un éxito. Sin embargo cada vez que él estaba seguro de que la estaba haciendo olvidarse de Wolff, ella se aseguraba de hacer mención del nombre del imbécil.

Edwards se detuvo a media zancada. Él repentinamente supo justamente dónde ella estaría.

Efectivamente, él la encontró allí, observando los reportes de bajas pegados junto con muchos otros, buscando en las listas alfabéticas de KIAs y WIAs. Los nombres se transmitirían por las pantallas de comunicaciones de la REF momentáneamente, pero había una gran cantidad de personas quienes no podían soportar esperar. Allí había bastante apiñamiento, y aquellos al fondo estaban diciendo nombres a los del frente para que los verificasen.

Al momento que el general llegó detrás de ella, Minmei se dio vuelta con una sonrisa de mil vatios en su rostro. “¡Oh, general! ¡Él no está en ellas! ¡Jonathan no está en las listas, así que él está bien!”

Edwards forzó una sonrisa. Sí, Wolff había sobrevivido a Karbarra, pero los Sentinels se dirigirían a Praxis pronto, y el Regente estaba consciente de ello.

“Sí; es un hombre afortunado.” Él le mostró lo que había traído para ella.

“¡Oh, son bellas!” Minmei tomó el ramillete y lo acercó a su rostro, inhalando los dulces, exóticos olores alienígenas. Ella estaba encantada, y complacida con las buenas noticias sobre Jonathan; aunque él pudiera ser frío, casi cruel a ratos, Edwards había sido de gran ayuda, había estado allí siempre que ella necesitaba a alguien que la escuchase o tranquilizase...

Sin hacer pausa para reconsiderarlo, Minmei colocó su brazo libre alrededor de su cuello y lo besó una vez, rápidamente, en los labios. Luego se alejó corriendo deprisa hacia un ensayo.

Edwards la observó alejarse, pensando en el día en que él la confortaría en su pesar sobre la muerte de Jonathan Wolff.

Cuando Edwards regresó a su cuartel general él estaba de ánimos visiblemente mejores, pero no por mucho tiempo. Adams entró, luciendo ceñudo, y dio un golpe a una grabación. “La gente de seguridad interna monitoreó esto con el dispositivo que colocamos en el equipo de comunicaciones privado de Lang,” el ayudante de Edwards le dijo. “Aquel falló más temprano hoy, antes de que la Base de Tirol perdiese contacto con Karbarra.”

Lang estaba diciendo, “General Hunter, no me opongo a la construcción de más naves estelares per se; la SDF-3 no estará lista para un viaje de regreso a la Tierra por un período prolongado, y podríamos necesitar esta armada que el General Edwards continúa promoviendo.”

“Pero debo decir en confianza que tengo mis dudas sobre los móviles de Edwards.”

La cara de Rick, en la otra mitad de la pantalla dividida, lucía fruncida y cansada. “¿Qué es lo que está diciendo, Doctor?”

“Ese Edwards puede estar favoreciendo sus propios propósitos. Pienso que un intento de golpe es un peligro bastante verosímil en el momento en que esta armada esté lista.”

Rick lo consideró. “Si los otros mundos de los Sentinels pueden ser liberados tan rápidamente como Karbarra, estaremos de vuelta mucho antes de que la armada esté terminada, Doctor. Y tendremos muchos aliados Sentinels para ayudarnos a asegurarnos que Edwards sea frustrado. Pero después de lo que hemos visto –estoy más convencido que nunca que el Invid tiene que ser expulsado de estos planetas que están ocupando.”

Lang asintió con la cabeza. “Estoy de acuerdo, Almirante, pero quiero que esté consciente de la gravedad de la situación aquí.”

Adams detuvo la grabación. “¿Qué vamos a hacer, señor?”

Edwards se reclinó. “Por ahora, nada. Necesitamos que Lang construya esa flota y tenga a la SDF-3 completamente operacional. Y una vez que los Sentinels aparezcan en Praxis...”

Él se permitió una débil sonrisa. “Una vez que estén fuera del camino, la REF me pertenecerá completamente.”


Cuando él retornó a Tracialle, Rem se sorprendió de encontrar a Janice Em esperando por él.

Ellos no habían pasado mucho tiempo juntos en el ajetreo de la campaña Karbarriana. Ahora, ella tomó su mano y dijo, “Pensé que éramos amigos, Rem. ¿He hecho algo para ofenderte?”

Sus cejas se fruncieron. A veces era difícil comprender lo que los humanos querían decir. “¡Claro que no! ¿Qué te hace decir eso?”

Ella mostró un tenue puchero. “Estaba comenzando a pensar que una muchacha tiene que ser una levantadora de pesas varonil para conseguir atención de ti.”

Él se dio cuenta que ella estaba hablando de Gnea. “¿Hmm? Gnea y yo somos amigos, por supuesto –pasamos por muchas cosas en esa misión de exploración.” él había estado pasando tiempo considerable hablando a la joven amazona, aprendiendo sobre su vida y su mundo.

Jan tenía ambas manos de él en la suyas ahora. “¡Si quieres que me haga a un lado, revélalo y dilo!”

Él sacudió su cabeza en confusión. “¿Qué? No, no yo–”

Janice estaba repentinamente en sus brazos con una risa de felicidad. “¡Oh, estoy tan contenta! Tú –tú te has vuelto en cierto modo importante para mí, sabes.”

Se sentía muy bien tenerla abrazándolo, rozando sus labios contra su mejilla, su cuello, sus labios. Muy inquietante, pero simplemente maravilloso. “Vayamos a alguna parte y estemos a solas,” ella dijo.

Él sucumbió cuando ella lo jaló. “Y tú puedes contarme sobre esta expedición que hiciste al monumento de Haydon,” Janice agregó. “¿Qué tienen Lron y Crysta que decir sobre este Haydon, de cualquier modo? Y Cabell; ¿cuál fue su reacción?”

¿Por qué ella estaba parloteando sobre Haydon, entre tantas cosas, cuando finalmente estaba de vuelta con Rem? Pero Janice se sentía algo confundida, algo que la hacía sentir curiosidad sobre el asunto, y sobre Cabell y los planes de los Sentinels también. Y había algo sobre Rem que la excitaba y la hacía querer estar con él y conocer todo sobre él.

Quizá eso sea lo que el amor es, ella le quitó importancia.


En Praxis, la Regis agitó sus manos hacia arriba, tirando su cabeza hacia atrás al gritar, “¡Escúchenme, O mis Niños!”

Dondequiera que ellos estaban, lo que sea que estaban haciendo, la mitad de su especie se detuvo para escucharla.

Al igual que ningún súbdito de su esposo pudo escuchar furtivamente su enlace mental, así ninguno de los niños de la Regis prestó lealtad ulterior a él.

Ella lucía más humana que un Haydonita, aunque ella era plenamente tan alta como su compañero –unos seis metros. Y sin embargo había algo etéreo sobre ella, una alienación que se mostraba en sus ojos de cobalto. Esbelta y pelada, ella vestía una túnica de largo completo y unos curiosos guantes de cinco dedos adornados con borlas. Cuatro escarabajos sensores de color verde esmeralda, como bellos prendedores o máscaras orientales, decoraban el cuello de su manto.

“¡Escúchenme!” ella gritó de nuevo. “¡Mis investigaciones aquí me dicen que la respuesta que busco se encuentra en Haydon IV! ¡Allí finalmente sabré a dónde se han ido los Maestros Robotech, y qué le ha sucedido a la última matriz de Protocultura, el tesoro que debemos tener a fin de llevar a cabo mi Grandioso Proyecto!”

Y una era de privaciones y conflictos sería cerrada. Todavía escudada en sus pensamientos, como una carbonilla caliente, estaba aquella noche, de hace tanto tiempo atrás, en los jardines del paraíso de la Flor que había sido Optera.

Allí ella se había rendido finalmente a las tentaciones emocionales y al intelecto y forma seductora de Zor –se había rendido a él y rendido los secretos de la Flor también.

Y fue descubierta in fraganti por el Regente, quien se lanzó a sí mismo en la espiral descendente de la involución. Pero pronto, todos esos recuerdos y fechorías atormentadoras quedarían detrás de ella, y sus Niños.

“¡Por lo tanto, prepárense, mis Niños! ¡Reúnanse y prepárense, para abandonar este planeta al instante, hacia Haydon IV!”


En los Posos de Génesis abandonados en Optera por su esposa, el Regente escudriñaba el interior de una cuba de clonación. El trabajo en su proyecto no había estado ausente de problemas; sus trabajadores biogenéticos eran menos expertos que la Regis, y habían sido forzados a empezar desde el principio después del primer intento fracasado.

Pero ahora las cosas estaban yendo bien. Los trabajadores habían usado el huevo más perfecto disponible, uno no estimulado de la garra que había depositado el Regente, sintiendo que era la última perfección del plasma Invid.

El Regente miró dentro de la cuba como dentro de un acuario. Lo que flotaba allí no era un clon Invid ordinario, sin embargo. Aquel tenía una capucha de cobra semejante a la suya propia, una fila de sensores tubérculos semejantes a ojos que imitaban los suyos.

Era un nuevo Regente, uno falso.

“Estoy complacido,” él dijo. “Asegúrense de que esté listo para el momento en que haya aplastado a los Sentinels.”


Karen encontró a Jack en una de las áreas de entrenamiento que los Sentinels habían instalado cerca de su área de acantonamiento temporal en el terreno. Ella había estado esperando importunarlo sobre ser compulsivo en su entrenamiento, pero la mirada en su rostro cambió cuando ella vio que él no estaba solo.

Bela estaba con él en el campo de tiro, mostrándole cómo usar la ballesta Praxiana. Él estaba aprendiendo a usarla, y colocó una flecha a no más de treinta centímetros más o menos de un ojo de toro a veinte pasos.

“Ah, Karen Penn,” Bela sonrió. “Una vez me preguntaste sobre nuestras armas; ahora ves que son tan fáciles que hasta un hombre las pueda usar. Jack está logrando progresos importantes; ¿tienes ganas de probar?” Bela dio una palmada a Jack en el hombro a modo de camaradería y le dio un abrazo de hermana. Ella se encumbró sobre él, una cabeza entera más alta.

Karen no hizo ningún esfuerzo para quitar el tono escarchado de su voz. “No, gracias. Teniente Baker, estoy aquí para hacerle saber que su solicitud ha sido aprobada; usted ha sido reasignado al servicio Hovertank en el Wolff Pack.”

“¡Hey, fantástico!” Él había estudiado el estilo de Jonathan Wolff, y decidió que quería servir bajo el mando del hombre. “¿Tú conseguiste lo que querías?”

Ella miró su sonrisa y se sintió como azotándolo. Él ni siquiera comprendía que ella estaba enconada con él. “Sí. Me cambiaré al staff de la GMU del Comandante Grant a partir de mañana por la mañana.”

“¡Felicitaciones! Vayamos a celebrar. Bela, ¿quieres unírtenos?”

Pero Karen estaba sacudiendo su cabeza. “No. Estoy segura de que ustedes dos tienen mucho que practicar. Y no querría entremeterme.”

Cuando la vio marcharse, Jack dijo, confundido, “¿Dije algo malo, Bela? No creo comprender lo que sucedió.”

Bela se encogió de hombros y recogió la ballesta con un rápido y poderoso tirón de su puño. “Personalmente, a menudo encuentro difícil de comprender a su especie en modo alguno.”


Finalmente, después de semanas de frenética preparación, entrenamiento, re-equipamiento y rearmado y reorganización, la Farrago estaba lista para despegar.

El plan original de una nave estelar Karbarriana y una fuerza de combate para acompañar a los Sentinels había tenido que ser abandonado; el Invid había inhabilitado todas las naves Karbarrianas, y las nuevas en los tableros de dibujo no estarían listas por meses todavía.

“Las nuevas líneas de producción para los VTs y otros mecha estarán totalmente operacionales en otras seis semanas,” el funcionario Karbarriano de más alto rango había asegurado a los Sentinels. “Cuando ustedes hayan liberado a las mujeres de Praxis, nosotros estaremos listos para ayudarlas a convertirse en un ejército.”

La noticia era que la guarnición Invid en Praxis era mucho más pequeña que aquella en Karbarra, y los Sentinels esperaban una campaña breve. Los Karbarrianos vitorearon cuando los Sentinels despegaron y pasaron a través de la abertura del domo. Lisa miró hacia el planeta y pensó que a pesar del dolor y las pérdidas que la guerra había costado hasta ahora, la vista de un planeta liberado y unas personas libres lo hacía meritorio.

Sin embargo, ella susurró una oración que lo peor estaba detrás de ellos.

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25

VOLVER A LA PAGINA PRINCIPAL | VOLVER AL INDICE DE NOVELAS