The Sentinels Libro II - Dark Powers

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Capitulo 6

Uno de los científicos Karbarrianos se llamaba Obit, y yo le formulé algunas preguntas sobre la asombrosa nave estelar potenciada con la Flor-Ur en la que ellos habían arribado. Yo le pregunté por qué los ursinoides tenían en realidad que manipular la materia por el procedimiento para trabajar.
Su respuesta, aún con la ayuda de un chip traductor, fue, “Los [] Sekiton gustan de nuestro [] y entonces cariñosamente entregan la conversión que permite a [] tener lugar y deleitarse con energía al ser empleada.”
Afortunadamente, los científicos no viven o mueren según su habilidad para explicar las cosas, ellos sólo quieren tratar.

Exedore, La SDF-3 y Yo


Veinticuatro horas no eran suficientes, pero los Sentinels sólo echarían atrás su hora de salida a base de hora por hora.

Las preparaciones para la campaña de los Sentinels tenían a personas trabajando las veinticuatro horas del día. Las primeras listas del personal asignado a los Sentinels aparecieron sólo dos horas después del final de la reunión del consejo.

Todos en la lista tenían la opción de solicitar una postergación; menos del veinte por ciento lo hizo así.

Lang era uno de ésos que sabían que su nombre no aparecería en la lista. A pesar de su vasta curiosidad sobre las cosas que yacían adelante para los libertadores, él sabía que no podía seguir.

A causa de su solicitud, Janice Em interrumpió sus labores como operadora de computadora y mensajera del Cuerpo Asesor del Consejo, y se reunió con él en su oficina. Él se encontraba solo, sorbiendo té, cuando ella llegó allí. Ella rehusó la oferta de un poco de mandarina anaranjada, pero aceptó tomar asiento.

Janice sintió una corriente oculta no de miedo, sino una reacción a Lang que ella nunca pudo sujetar. Ella sabía que él había sido su amigo por mucho tiempo, y que ella confiaba en él implícitamente. Sin embargo, ella siempre sentía cosas apiñándose en el filo de su conciencia, cosas que ella no podía nombrar, cuando él la miraba de esta manera. Al cabo de una pequeña charla Lang bajó su taza y platillo y se inclinó muy cerca de ella. Janice deseó alejarse, o decirle al Dr. Lang que lo hiciera, pero halló que no podía hablar, y de algún modo odió la injusticia de ello...

“Janice,” él dijo tranquilamente. “Exploración retinal.”

La parte de ella que era el consciente de Janice Em se escabulló, al igual que sus ojos adoptaron un resplandor interior que aumento en brillo por un momento, luego se obscurecieron.

Cuando ello pasó, sus ojos y cara habían perdido toda animación, y su piel su color y tirantez. “Identificación confirmada, Dr. Lang. Su solicitud.”

Lang parpadeó un poco por el deslumbramiento de la exploración de identidad de ella. “Janice, he arreglado que seas escogida para acompañar a la misión de los Sentinels. Tú aceptarás la asignación.”

“Sí, Doctor.”

“Trae de regreso todos los datos relevantes, con particular atención en la Protocultura, la Flor de la Vida, Zor, la Regis y el Regente Invid, y la naturaleza y las actividades de los Maestros Robotech.”

“Por supuesto, señor.”

Lang frotó sus ojos. ¿Qué más? “Oh sí: también estoy extremadamente interesado en asuntos tocantes a la forma de vida, el ser, o la figura mítica conocida como ‘Haydon.’ Recoge todos los datos pertinentes.”

“Lo haré, Dr. Lang.”

“Bien. Ahora todavía aguarda un momento...”

Lang extendió un brazo detrás del cuello de ella para quitar el enchufe dérmico oculto por su gruesa caída de cabello color lavanda pálido. Él insertó un enchufe hembra en el puerto de acceso allí, y comenzó una transferencia de información de alta velocidad.

Janice era el androide más sofisticado alguna vez creado, la realización culminante de décadas de trabajo. Ella fue programada con una riqueza de destrezas y habilidades, pero ahora ella estaba yendo más allá como parte de una expedición militar. Lang le estaba dando tanta programación de combate como él podía, y lamentó que él sería forzado a terminar el arma formidable de Janice y Minmei, y el tremendo efecto de sus armonías.

Pero no se podía evitar; a Minmei simplemente no le sería permitido ir junto con la campaña de liberación, y Lang tenía que tener un agente absolutamente confiable en la escena.

Él había separado el enchufe hembra y reemplazado el enchufe dérmico cuando hubo un golpe a su puerta. Con una palabra, él transformó al androide nuevamente en una mujer. Él estaba pasando la mano por el cabello de ella volviéndolo a su lugar cuando la puerta se abrió.

Aparentemente, no era una costumbre Praxiana esperar la autorización para entrar a una cámara privada. Bela estaba de pie allí, con un libro Terrestre grande en su vigorosa mano derecha. Ella estaba mirando extrañamente a Lang y a Janice, cuando Janice parpadeó y reasumió el pensamiento coherente. Bela estaba llevando puesto una espada corta para dos manos con un mango desgastado, y un cuchillo con empuñadura de taza con una hoja de treinta centímetros de largo.

“¿Es este algún tipo de rito sexual?” ella preguntó, sus ojos de halcón moviéndose de uno al otro, sin signos de vergüenza. “¿Debería irme?”

“No, no, er,” Lang se apresuró a pasar a Janice un paquete pequeño de notas que él había preparado. “La señorita Em simplemente estaba recogiendo algunos documentos despachados para el Cuerpo Asesor del Consejo.”

Janice parecía un poco aturdida, pero se recobró en momentos. “Sí. Yo los entregaré personalmente y traeré de vuelta su recibo, Doctor.”

“Eso estará bien, mi querida.”

Las cejas de alas de gaviota de Bela se arrugaron, y cuando Janice se había ido, ella escudriñó a Lang con una cierta atención distante.

Lang la consideró: un espécimen magnífico, de cintura de avispa, de caderas rellenas y grandes senos, vestida, si a eso uno lo pudiese llamar así, en un conjunto de cuero y metal que la dejaba más desnuda que vestida.

Hasta ahora, Rick Hunter había mantenido a las Praxianas separadas de los auto nombrados galanes de la SDF-3, pero Lang asumió que alguna dinámica social muy interesante, y tal vez sana, entraría en juego en algún lugar a lo largo de la línea en la misión Sentinel. Por supuesto, Lang se aseguró a sí mismo, que él estaba sobre todo ese tipo de cosas. Sin embargo, él no pudo menos que admirar la asombrosa longitud de las piernas de Bela, su increíble definición abdominal...

Él se sacudió sólo un poco, pestañeando, al igual que Janice Em lo había hecho sólo unos momentos antes. “¿Cómo puedo ayudarla, er, Bela?”

Ella colocó su libro sobre una de las mesas laboratorio, manipulándolo reverentemente. “Yo encontré esto en una de sus facultades de ciencia popular. ¿Conoce usted a esta criatura?”

Ella había abierto el libro de texto de mitología en una serie de fotos y litografías de Pegaso, y caballos alados similares. Bela golpeó ligeramente una placa fotográfica con una uña ancha y chata que no estaba totalmente limpia. “¿Usted reconoce esto?”

Lang inclinó la cabeza. “Pero esto es una...una criatura que nunca existió verdaderamente. Es sólo un cuento de hadas.”

Bela estaba inclinando la cabeza impacientemente. “¡Sí, sí, eso me ha sido explicado! Pero nosotras, las Praxianas, tenemos tales criaturas en nuestras leyendas, también. O al menos, bastante cercanas. Son iconos de un tremendo poder, y su aparición significa el tiempo cuando cada Praxiana debe hacer lo más que una puede hacer, un tiempo de decisión, y último sacrificio.”

Bela cuidadosamente cerró el libro, luego miró a Lang. Ella no estaba segura de qué pensar de este extraño terrestre, con sus ojos que eran toda pupila, y el vaho de un Formador de Protocultura emanando de él. La imagen del caballo alado se había afianzado de ella, sin embargo.

“Usted y sus equipos tienen el poder para diseñar nuevos mecha. He visto a sus máquinas de producción de la SDF-3 hacer milagros. ¿Pueden ellas hacerme un mecha por el estilo, un mecha alado? En Praxis, esta criatura valdría mil oraciones conmovedoras, ¡un millón de palabras gallardas!”

Lang aparentó estar teniendo en cuenta la propuesta, pero muy dentro de él ya había sido influido. Los equipos del Centro Tokio habían estudiado adaptaciones Robotech para modelos cuadrúpedos en gran detalle, y seguramente los datos hípicos estaban en los bancos de memoria de la SDF-3. Pero caballos alados no eran los mecha óptimos para enfrentarse a las armas de terror Invid y a las naves de escaramuza Enforcer. Especialmente corceles voladores montados por mujeres blandiendo espadas y lanzas.

Sin embargo, si un Pegaso Robotech tuviese el tipo de impacto motivacional que Bela estaba reclamando, bien podría valer el esfuerzo. Además, la idea lo intrigaba, y él estaba bastante seguro de que aún existía cierto engrama de comportamiento caballar yaciendo en alguna parte en los bancos de memoria.

“Muy bien. Regresa en, oh, digamos, cuarenta y ocho horas, y lo tendré listo para ti.”

Sus ojos se quedaron muy abiertos, pero a Bela se le había dicho que Lang no prometía nada que él no pudiese entregar. Ella colocó su casco alado sobre el libro, agarró con su mano derecha la espada en el lado izquierdo de su cadera, y tomó la mano derecha de Lang con su mano izquierda, llevándola al corazón de ella.

“Por la Eternidad y la Gloria de Haydon, sus enemigos son los míos, sus deudas son las mías, su alabanza es la mía para cantar, y mi vida es la suya.”

Lang, tan acostumbrado a oír palabras falsas del consejo, y de la mayoría de los políticos ambiciosos de la nave, oyó el desacostumbrado tono de las campanas de la verdad entonces. Era como una canción medio olvidada.

Él estaba tratando de agarrarse, tratando de sacar su mano de su sublime sitio de descanso sin parecer hacerlo. Él murmuró algo sobre tener que conservar su casco por un día o dos para la instalación de receptores de control.

El impulso mental de su exposición, mucho tiempo atrás, a la Protocultura pura no lo había cambiado de ser un hombre, y estaba sintiendo que algunas inhibiciones empezaban a retirarse una a una.

Entonces Bela lo había dejado ir. El control riguroso automático de Lang se reafirmó –pero por un momento él no supo si alegrarse por aquello, o entristecerse.


En uno de los compartimentos más grandes de la SDF-3, un monolito de tecnología Zentraedi restaurado y en gran parte reparado, resplandecía y emitía tonos profundos, casi subsónicos.

Exedore lo miraba preocupadamente. La cámara de micronización de Protocultura era tal vez la última que todavía podía funcionar, ciertamente la única que la Fuerza Expedicionaria tenía. Construida por la flota Zentraedi otrora cuando los milagros de Zor eran comunes, ésta era, como las matrices de la Protocultura, una de las pocas piezas de tecnología que los esfuerzos Humano-Zentraedi combinados no podían duplicar.

Exedore contuvo su aliento. Indicadores de monitoreo ya estaban leyendo en la zona de peligro, pero ahora era demasiado tarde para parar la transformación.

El retornar a los Zentraedi Micronizados a tamaño completo, tamaño gigantesco, de modo que ellos pudieran minar el mineral monopole de Fantoma, había sido un negocio tramposo. La cámara de micronización ya había sido exigida más allá de sus límites nominales. Sin excepción, los Zentraedi en la misión de la SDF-3 se habían ofrecido voluntariamente –prácticamente habían demandado– ser parte de la operación minera. Todos eran necesitados con urgencia abajo en el mundo gigantesco –todos excepto uno.

El resto se había ido antes, naturalmente; era la prerrogativa de un comandante y un honor tomar el riesgo máximo. Y así Exedore, el Zentraedi que debía permanecer Micronizado, esperó y se preocupó mientras el gigante entre los gigantes pasaba por la prueba de la cámara de micronización.

Las lecturas estaban al máximo y algunas estaban más allá, sin embargo la cámara de micronización de algún modo se mantuvo unida. Entonces la puerta semicilíndrica se abrió en una nube que se derramaba de gas helado y azufre de Protocultura en oleadas.

El Grandioso Breetai salió de ella.

Él estaba desnudo, por supuesto, pero se dio vuelta para aceptar la ropa y la pieza craneal que un ayudante le alcanzó. Exedore trató de no mirar con fijeza la porción destruida del lado derecho de la cara de su señor.

De dieciocho metros de altura, Breetai cuadró sus enormes hombros y respiró tan profundamente que pareció bajar la presión del compartimento. Él dio un vistazo a su alrededor cuando se colocaba la pieza craneal. “¡Entonces, Exedore! ¡Funcionó!” Él se estiró, y sus músculos titánicos crujieron como las ruedas de un molino; sus articulaciones estallaron como cañonazos; los músculos de su espalda se levantaron y extendieron como un ave de rapiña desplegando sus alas.

Breetai tiró su cabeza hacia atrás y dejó salir una risa que hizo estremecer los mamparos. “Ahora volvemos a donde todo comenzó, ¿eh? ¡De vuelta a Fantoma! y ¡Zarkopolis!”

Exedore inclinó la cabeza mesuradamente. “A sí es, mi señor.”

Breetai inclinó la cabeza, repentinamente solemne. “Pero no temas, mi amigo: cuando ya no te necesiten en la SDF-3, ¡te reunirás con nosotros en tu tamaño verdadero!”

El primer impulso de Exedore fue sacudir su cabeza y decirle a su amigo y señor la verdad. La cámara de protocultura había entregado el alma, como los humanos dirían. ¡Eso es todo lo que él escribió! ¿Por qué los soldados humanos usaban esa fraseología? Exedore nunca había investigado el asunto. ¿Cuál es esa otra frase? “¡El último viva!”

¿Viva?

Pero Breetai estaba de buen humor, y ninguna cantidad de angustia podía cambiar lo que Exedore lee de sus instrumentos. La cámara de micronización nunca trabajaría de nuevo.

Los mineros Zentraedi, Breetai, y Exedore permanecerían como estaban para siempre.

Exedore, alejando la vista de su señor hacia el vasto panorama de Fantoma flotando allí en el cielo, ocultó su desesperación. Él nunca podría estar de pie cerca del hombro de su señor de nuevo; él estaría para siempre Micronizado, un insecto para los estándares Zentraedi.

Exedore se alentó a sí mismo, sonrió a su señor, tan bravo como cualquier samurai. “Tengo unas cuantas cosas que atender, mi señor.” Él sonrió falsamente. “Y luego, regresaré a mi tamaño verdadero.”


Rick acababa de dejar el puente y estaba terminando comunicación de una puesta al día de inteligencia cuando alguien pasando cerca en la otra dirección presionó un paquete en el bulto de cosas en el antebrazo que Rick estaba sujetando, diciendo sólo, “Insignias de unidad, señor.”

Le tomó unos cuantos minutos antes de poder volver su atención hacia lo que estaba sujetando. Del paquete de correo rojo y cuadrado, él extrajo una docena de insignias, sosteniéndolas desplegadas en abanico como una mano de bridge.

Todas eran iguales: águilas feroces cara a cara, con la leyenda SENTINELS al fondo, y un casco de torneo medieval coronado al frente. La parte principal era un cráneo a lo largo de una espada con la punta más alta que tenía una víbora enroscada alrededor de ella.

No parecía en modo alguno algo con lo que el Instituto de Heráldica Militar saldría. Lucía más como el logotipo de alguna banda de rock antigua. “Oiga, quien rayos aprobó...”

Pero él se dio cuenta de que se estaba hablando a sí mismo; la escalera de cámara estaba vacía. Todos habían ido a hacer sus tareas, y el misterioso entregador de insignias ya se había ido.

Rick consideró la insignia de nuevo, prestando especial atención al cráneo. Y a la serpiente.

¿Qué significa todo esto?

Detrás de él, una escotilla se abrió cuando un infante de marina anunció, “El almirante deja el puente.” Luego hubo el veloz aseguramiento a gas comprimido de la escotilla; Rick Hunter y Lisa Hayes Hunter estaban parados allí mirándose mutuamente bajo la luz poco halagüeña de los tubos incandescentes de la escalera de cámara.

Lisa lucía cansada, lucía vieja, se le ocurrió a Rick –del mismo modo en que él había lucido luego de liderar al Equipo Skull en combate sostenido.

“¿Puedo ver?” ella preguntó luego de un momento. Él no pudo deducir lo que ella quiso decir durante un segundo, hasta que se dio cuenta de que él estaba sujetando la insignia de los Sentinels. “Creo que es clasificable como no oficial,” él dijo, buscando torpemente un poco, cambiando los pesos, luego extendiendo una hacia ella.

¿Cómo fueron decididas estas cosas? Él se preguntó. Aparentemente ordenes inferiores –las tropas alistadas, y tal vez unos cuantos suboficiales– habían decidido. Así, el Instituto de Heráldica Militar tendría algo singular para encajar en su grandioso plan –con tal que alguien regresase a la Tierra con vida para hablar sobre ello.

Rick observó más de cerca a una de las insignias, admirando la costura –tratando de evitar los ojos de Lisa. Alguien había reprogramado el equipo industrial automatizado de prendas de vestir en fino detalle. El cráneo era una cosa blanqueada y que miraba de soslayo con líneas de arista deficientes, la espada en cierta medida brillante en hilo blanco plata, la serpiente convincentemente de apariencia constrictora, las águilas impresionantemente nobles y enfurecidas.

No estaba mal. Así que, al menos alguien tenía un poco de espíritu de equipo. Alguien muy abajo en las filas, quizá alguien que había ayudado a Lron o a Veidt o a los otros.

Y ahora esto es nuestro emblema, tómelo o déjelo. Él bajó varios bultos y sostuvo la insignia contra el pecho de arneses del torso de su uniforme, sobre su corazón, donde la insignia de servicio iba.

“No está mal,” Lisa repitió el pensamiento de él, recordándole a Rick que ella estaba allí. Ella lo miró a los ojos, no tan cansada ahora que estaba a solas con él, y ellos compartieron una sonrisa lenta juntos. Rick repentinamente recordó por qué estaban enamorados.

Luego ella sostuvo la insignia de los Sentinels sobre su propia insignia de servicio de la SDF-3, estudiando la reacción de él. “¿Cómo me queda?”

Él tomó un aliento rápido y luego se dio vuelta por una fracción de segundo, reponiéndose y asegurándose de que había oído correctamente. Su corazón latía con violencia; él había pensado que estaba a punto de perderla. Pero ella le estaba diciendo, en su propio modo, que ella estaba yendo junto con la Farrago.

¿Qué palabras eran apropiadas? Ninguna...

Ellos se tomaron de la mano y se dirigieron a las habitaciones del Capitán. No quedaban muchas horas antes de que la nave insignia de los Sentinels debiera partir.

Ellos tenían algunas cosas que empacar, pero eso podía esperar un poco.

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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