The Sentinels Libro II - Dark Powers

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Capitulo 12

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A algunos de los tuyos;
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Parte del horror sobre su autor

De un canto de Augurio de los Karbarrianos


Nadie estaba por decir a Lron que él no podía expresar su opinión, o tratar de sofocar a Crysta, quien se había levantado junto a su compañero.

Sus anteojos protectores fueron bajados alrededor de sus gruesos y peludos cuellos; La armadura y atavíos que vestían sólo los hacían parecer tanto más como animales salvajes cautivos y peligrosos.

“No podemos atacar aún,” Lron rugió, y Lisa comenzó a considerar los problemas tácticos de tener ursinoides de media tonelada volviéndose difíciles en el puente. Las armas de choque ni siquiera podrían molestarlos, dado las pieles gruesas y la grasa subcutánea. O era disparar a matar, o escuchar. Y dado cuánto los humanos aún tenían que aprender sobre sus aliados, ella siguió el ejemplo de Veidt y de otros Sentinels, y escuchó.

Rick vio la decisión de ella claramente por las líneas de su cara; él dio marcha atrás, también, y por un momento ellos compartieron una breve y pequeña sonrisa –pero ello fue algo que los entusiasmó a ambos fuera de toda proporción para el momento.

“¡No podemos atacar,” Lron estaba aullando, “porque el [aquí él hizo un ruido ursino que no se tradujo en la lengua franca que los Sentinels usaban] no es correcto! Ustedes son forasteros, y ciegos a los caminos de Karbarra, y hasta les aseguro: si van en contra del [esa misma palabra de nuevo], entonces no hay nada más que desastre total aguardándoles.”

Tomó tiempo considerable para clasificarlo, durante el cual Rick se inquietó. Burak el de enormes cuernos y Baldan el brillante cristalino hablaron en defensa de los logros pasados de Lron. Rick sintió como si le tiraran un manojo de pelo de su cabeza.

Pero parecía que los Karbarrianos tenían cierto sentido del destino, y Rick tuvo la impresión que era depresivamente triste y debilitante. Y el destino de los osos era que no habría ningún ataque extremo a Karbarra en este momento. Lo que Lron y Crysta querían era un grupo de reconocimiento muy pequeño, un puñado, para bajar y hacer reconocimiento de las cosas.

“¡Eso es una locura!” Rick dijo a gritos. “¡Sabemos donde los inorgánicos y el resto de nuestros objetivos están! ¡Peguémosles, luego entramos y salvamos a los Karbarrianos! Mi dios, ¿hay alguien aquí que no entiende de lo que estamos hablando? ¡Los Invid no tendrán misericordia de su gente, no importa qué concesiones hagan! ¡Habrá otra demanda, y otra!”

Crysta salió de su enorme silla con un gruñido, mostrando sus colmillos caninos parecidos a jalones de color blanco nieve. Rick no cedió –discutiblemente la cosa más valiente que él había hecho alguna vez; La mano de Lisa estaba buscando una pistola que no estaba en su cinturón.

“Los Formadores de la Protocultura no dictan...que,” Crysta dijo lentamente, como si en un sueño. Ella bajó su cabeza como si se hubiese acorralado. “No digamos necesariamente eso.”

Rick sacudió su cabeza, incapaz de entender lo que ellos querían decir. “¿Qué les pasa? ¡Los golpeamos arriba, luego los golpeamos abajo, y Karbarra es suya de nuevo! ¡Su planeta es suyo de nuevo!”

Lron giró sobre sí, una manota levantada en lo alto, sus garras sobresaliendo de la mano extendida, asomándose amenazadoramente sobre Rick. Hubo casi una disputa en el lento girar de ello, y Rick Hunter supo que la muerte revoloteaba cerca.

“¡Nosotros...no los...golpearemos...de ninguna...manera, aún!” Lron bramó, con tal volumen que los otros cejaron.

Lisa Hayes Hunter fue la primera en levantar su cabeza de nuevo y mirar a Lron en los ojos. Rick trató de hacerla retroceder, y deseó haber pensado en traer un arma de fuego. Algo en la categoría de arma para elefantes.

Lisa miró a Lron en los ojos. Ella dijo, “En caso de que lo haya olvidado, nosotros no vinimos aquí para ser alejados por miedo. Ahora, ¿vamos a atacar con su ayuda, o sin ella?”

Lisa se había puesto en el otro lado del argumento sin calificación. Y Rick se estaba preparando para luchar, porque él estaba bastante seguro de que los osos iban a atacar a su esposa en un segundo más o menos.

Pero en cambio, Lron y Crysta se calmaron, haciendo sonidos roentes pero no oponiéndose. Lisa continuó. “Es claro que tenemos al Invid en una situación desventajosa, ya que es altamente probable que las fuerzas de tierra no estén conscientes de que sus fuerzas especiales han sido borradas del mapa. Proyecciones de computadora y evaluaciones del G-3 son unánimes: tenemos una ventana de ventaja en este momento y no durará mucho tiempo. En beneficio de los Sentinels humanos, digo que debemos hacer nuestra jugada.”

Otros Sentinels golpearon la mesa y gritaron su apoyo. Rick miró a su esposa y sintió un pulso poderoso de amor mezclado con cierta envidia; pero cuando pensó sobre ello, la envidia fue separada en partes iguales de deseo y admiración. Ambos eran buenos para un amorío, aún mejor para un matrimonio.

Pero los Karbarrianos estaban de pie, como osos grises en sus cuartos traseros, para rebatir. “Usted no comprende el–”

Para eso, ellos hicieron un sonido incomprensible para los Sentinels, algo en lo que las computadoras de traducción tuvieron que trabajar, por último emitiendo una interpretación marcada y calificada: “el Formador de Cosas.”

Rick miró hacia su izquierda, a Kami, el Garudiano de apariencia lobuna que estaba sentado allí con su máscara de respiración que era alimentada desde el tanque en su espalda. “¿De qué rayos están hablando?”

Kami hizo un sonido exasperado que de algún modo penetró la máscara. Rick se reclinó en su dirección. “No sé qué pensar. Crysta y Lron no se están comportando como lo hicieron cuando formamos nuestra alianza,” Kami dijo.

“Podríamos atacar esa guarnición antes de que ellos sepan lo que los golpeó, luego acabar con los restos,” Rick señaló.

Kami inclinó la cabeza. “Pero algo parece estar deteniendo a los Karbarrianos,” él indicó.

“¿Dejará que eso lo detenga?”

Kami lo observó detenidamente con una mirada larga. “Daré el beneficio de la duda a usted o a los Praxianos o cualquiera de los otros. Hay muchas cosas que no comprendemos sobre nuestras especies, y así debemos proceder con cautela. ¿Estoy pensando mal?”

Rick no supo qué decir. “Lo que debemos hacer es un reconocimiento de la situación allí abajo,” Lron anunció. “Crysta y yo y media docena de nuestra gente–”

“No.” Lisa estaba sacudiendo su cabeza. Ella no estaba segura sobre lo que los ursinoides estaban siendo tan sigilosos, pero estaba totalmente en oposición a dejarlos ir lejos en lo suyo. Ella en realidad quería confiar en ellos –había llegado, de hecho, a gustarle Crysta y Lron– pero no podía sacudirse el sentimiento de que estaban ocultando algo.

Todos tenían algo que decir, por supuesto. La alianza de los Sentinels estaba expuesta a su primer prueba real, y por algunos momentos parecía que la necesidad que los unió no se mantendría. Inesperadamente, Cabell fue uno de aquellos que recordó las cosas pasadas. “¿Todos ustedes han olvidado los horrores que el Invid infligió en mi planeta? Debemos trabajar juntos –¡comprometidos! ¡La vida y la muerte de mundos enteros están implicadas!”

A la larga, fue convenido que el reconocimiento sería llevado a cabo por seres vivos antes que por remotos o zánganos. Veidt, actuando como presidente, decretó finalmente que la unidad estaría compuesta de Lron, Kami, Rick, Gnea, y Bela, junto con Jack Baker y Karen Penn. Esos últimos nombre sorprendieron a Rick, pero luego supuso que Veidt había llegado a conocer a los dos tenientes.

Lisa quiso objetar, quiso ser incluida, pero sabía que la selección de Veidt era correcta; el lugar de ella estaba en el puente de la nave estelar, especialmente ahora. Pero un último nombre fue añadido a la lista: por ambos requerimientos, el de Cabell y el suyo propio, Rem fue incluido.


Para la inserción, ellos tomarían una nave transbordador Karbarriana; con su propulsor a Sekiton, era mucho menos probable ser detectados por los instrumentos de Protocultura de los Invid. Este no era un trabajo para un VT o un Hovertank, como hasta Rick tuvo que conceder.

La cuadrilla de reconocimiento se movió a través de la armería de la nave, reuniendo armas de mano y rifles, junto con lanzacohetes y granadas. Entretanto, los técnicos humanos estaban verificando el equipo diverso de supervivencia que el grupo necesitaría. Rick notó que mientras las mujeres de Praxis no tenían inconvenientes en ceñirse cinturones de armas alrededor de sus cinturas o llevar colgando de sus hombros rifles de asalto Wolverine –en realidad, ellas parecían entender las armas bastante bien– ellas aún insistían en portar espadas, ballestas, y la alabarda parecida a un naginata de Gnea.

Él se encogió de hombros; a cada cual lo suyo. Además, armas silenciosas podrían llegar ser bastante prácticas. Lron parecía inclinado a llevar su mosquete neumático, también, y su cuchillo enorme y parecido al cuchillo de un carnicero, pero Kami estaba aparentemente más que feliz de llevar las armas humanas con su mayor poder de fuego.

El equipo y el transbordador eran verificados mientras sensores y personal de inteligencia y computadoras debatían sobre los sitios de aterrizaje óptimos. Aún no había ningún signo de que la guarnición Invid de abajo tuviera algún indicio de la presencia de los Sentinels en el anillo planetario; al menos el grupo de reconocimiento tenía esa ventaja.

Rick había encontrado tiempo para tratar de agarrar algunas horas de sueño antes de que las instrucciones finales comenzaren. Él había esperado tener un momento o dos a solas con Lisa, pero ella había estado preocupada con las preparaciones –y con tratar de deducir planes de contingencia para lidiar con cualquier cosa que la misión de exploración pudiese toparse.

Ahora, sin embargo, ella entró a sus habitaciones cuando él estaba poniendo en orden su equipo de red y realizaba otra verificación de su equipo. ¡Botiquín médico, munición de reserva, concentrados de raciones de emergencia, rastreador de inercia–!

“¿Contento, Rick?”

“¡Lisa, no podemos tener esta misma discusión de nuevo! Veidt me eligió; Ni si quiera me ofrecí como voluntario.”

“No tenías que hacerlo. Has hecho conocer tus preferencias.”

“¡Yo tomé un juramento para servir en un equipo militar, no para sentarme fuera del campo de acción!”

“Bueno, conseguiste tu deseo, ¿hmm?” Pero ella no podía quedar molesta con él, no con su partida tan cercana. “Oh, sólo asegúrate de regresar sano y salvo, ¿lo harás?”

Él la tomó en sus brazos. “Deja de preocuparte; no estoy buscando medallas. Rick ‘Precavido’ Hunter, ése soy yo.”

Se besaron, luego ella lo alejó. “Y ningún flirteo con esas damas luchadores Praxianas, o nos faltará un almirante por aquí.”

“No, señora. Sí, señora.”


En la esclusa del transbordador, Jack Baker estaba haciendo ajustes finales a su casco pensante. Mientras el equipo no estaba llevando ningún mecha transformable grande, había allí un par de motocicletas de combate Cyclone y Hoverbikes. Además, Jack no prefería subirse en algo veloz, o, en cuanto a eso, estar en una zona de combate sin toda la protección que pudiese conseguir. Él deseaba que los investigadores de Lang les hubiesen dado a los Sentinels algunos prototipos de la armadura corporal en la que estaban trabajando, totalmente blindada que se suponía se integraría con los Cyclones de algún modo.

De todos modos, el casco sería necesario para las comunicaciones, con su equipo de comunicaciones incorporado. Aparentemente Gnea y Bela iban a apegarse a sus vistosos cascos Praxianos por haber sido modificados por Lang; a veces Jack encontraba su combinación de lo viejo y lo nuevo más bien ilógico.

“¿Bien, bien, así que ellos están enviando al equipo de refriega para ver cómo los soldados reales hacen el trabajo, hmm?”

Karen Penn tenía una manera de hacer lucir bien aún a un uniforme de combate. Ella se estaba encogiendo dentro de su equipo de red, volviendo a montar sus cargas, dando a Jack una sonrisa burlona.

“Alguien tiene que estar allí para frotar tu muñeca después de que te desmayes, Penn.” Ellos estaban a punto de ingresar en otra trifulca cuando Jack oyó un sonido que lo hizo girar con su boca abierta.

¡No hablan en serio!

Era Bela, montada en el Robocorcel, Halidarre, con Gnea montada atrás. Las pesuñas de Halidarre resonaban contra las placas de la cubierta. A él le tomó unos cuantos segundos decir alguna palabra. “¿Qué cree que está haciendo? ¡Esta es una misión de reconocimiento, no un carnaval!”

Las cejas de la altísima Bela se fruncieron ominosamente cuando ella lo miró con odio hacia abajo. “¡Halidarre es mi corcel; con ella, cubriremos más territorio y seremos capaces de asegurar que el triunfo en la batalla inevitablemente sea nuestro!” Bela dio un palmetazo a la espada en su muslo, pero Jack notó que ella llevaba además un rifle de asalto Wolverine en una funda de la silla de montar, y tenía una pistola de energía de alto poder en una pistolera de hombro.

Gnea estaba portando su alabarda y su escudo, aunque estaba adornada con granadas y armas de fuego. Jack pudo ver ahora que el borde interior del escudo estaba delineado con una fila de cuchillos arrojadizos mantenidos en su lugar por clips, conveniente para su mano. Gnea se deslizó hacia la cubierta, luego Bela lo hizo, tomando el freno de Halidarre y guiándola hacia la escotilla de carga abierta del transbordador.

Los espaciadores Karbarrianos y los otros que estaban por ahí estaban demasiado aturdidos para interferir, y en un momento las amazonas estaban colocando el caballo-mecha en su lugar en el área de carga. Totalmente tranquila, Halidarre parecía como si pasase por este tipo de cosas todos los días.

“Al almirante no le va ha gustar esto,” Jack murmuró.

Karen se encogió de hombros. “Oh, bueno, al menos ella no decidió traer consigo esa nave de artillería en miniatura de cuatro alas que ella–”

Precisamente entonces Bela se dio vuelta y pronunció un silbido penetrante, añadiendo, “Hagane. ¡A mí!”

Jack y Karen, como el resto del complemento de la nave, habían aprendido a agacharse cuando Bela daba ese silbido. Algo pequeño y veloz, moviéndose y lanzándose como un colibrí, llegó borrosamente por el aire en un zumbido de alas múltiples, zumbando en el oído de los dos tenientes sólo por diversión. Jack se sintió como dando un manotazo a Hagane, pero decidió que no valía el riesgo de que un dedo fuera desmochado por un pico tan agudo como un par de tijeras de hojalata.

Hagane era lo que Bela llamaba un malthi, tanto un pájaro real para las Praxianas como el halcón lo fue para los faraones. Ello se posó en la dura vaina en su antebrazo ahora, una criatura no mayor que un gavilán, plegando sus conjuntos dobles de alas y observando alrededor sospechosamente. Sus ojos extrañamente abultados, salvajes e ilegibles, y Hagane dejó salir un sonido de caza vigorizante que parecía ir directamente hacia los tímpanos de uno.

“Dios, odio cuando ella hace eso,” Jack frunció el entrecejo. “¡Caballos y aves! ¿Por qué no llevamos con nosotros algunos payasos y un caminante de cuerda tirante mientras estamos ocupados en ello?”

“¿Usted no aprueba la TOyE, Teniente?”

Jack se dio vuelta. “¡Oh, Almirante! La Tabla de Organización y Equipo está bien para mí, señor! Yo, uh –es que, fui sorprendido, eso es todo.”

Rick lo estaba, también, pero decidió no demostrarlo. En realidad, él tenía curiosidad sobre cómo serían de utilidad el caballo Robotech y el ave de caza Praxiana. Ciertamente, ellos no serían exactamente indiscernibles si Bela insistía sobre separarse por todo el cielo –pero por otro lado, ellos no eran nada que el Invid conectaría con una expedición desde Tirol.

Él suspiró, no esperando obtener que Bela viese la razón y use sus mascotas con limitación. Quizá Lisa tenía razón, y esta salida no era una idea grandiosa después de todo.

Pero era demasiado tarde para ello. Lron apareció, y Rem, y Kami. Ellos abordaron el transbordador y se ajustaron los cinturones, cuando Lisa inició su cuidadoso impulso de acercamiento a través del anillo planetario.

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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