The Sentinels Libro II - Dark Powers1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25
Todo lo que he aprendido de los Formadores de la Protocultura
me dice que ésta no trabaja al azar; que hay un diseño
o proyecto principal. Siento que hemos sido traídos aquí,
mantenidos aquí, por alguna razón. Dr. Emil Lang, el diario personal de la misión de la SDF-3
Pero muy lejos cerca del borde del sistema de Tirol, un recién llegado apareció –una enorme nave de guerra en marcha por el espacio, acercándose a la luna del tamaño de un planeta despedazada por la guerra. Nuestra primera celebración de victoria, la joven Susan Graham se regocijó. ¡Una fiesta maravillosa! Ella casi tenía dieciséis, y para ella era la tarde más romántica en la historia humana. Ella estaba esforzándose por cargar un voluminoso casete en su grabadora de vídeo y sonido mientras se escabullía por allí para conseguir un ángulo mejor de los Almirantes Rick Hunter y Lisa Hayes Hunter. Ellos acababan de ponerse de pie, vistiendo uniformes de gala, estrechando manos enguantadas en guantes blancos, aparentemente a punto de bailar. Habían habido rumores de que la relación entre los dos oficiales de más alto rango de la Fuerza Expedicionaria Robotech estaba en terreno movedizo, pero por el momento, al menos, parecían completamente enamorados. Sue dejó salir un romántico y corto suspiro y envidió a Lisa Hunter. Luego sus pensamientos regresaron al casete al cual ella estaba dando golpecitos con la palma de su mano. Una aprendiz-estudiante humilde, Sue tenía que arreglárselas con cualquier equipo que ella pudiera encontrar en la tienda de información pública del G-5, o Psico-operativos, Moral o lo que fuere. Finalmente el casete estuvo en su lugar, y ella comenzó a moverse hacia su presa.
La exuberante música de salón de baile permaneció lenta –algo de Strauss, Karen Penn pensó; algo que hasta Jack Baker podía manejar. Como ella lo había esperado, él le pidió valsar una segunda vez. Y él no era tan malo en ello. La velocidad y reflejos que lo hacían un buen piloto Veritech –casi tan bueno como yo lo soy, ella pensó– lo hace un bailarín aceptable. Todavía, ella conservaba su aire distante, deslizándose impecablemente, haciéndolo parecer torpe por comparación; por otra parte, esa exasperante insolencia de él emergería de nuevo en cualquier momento. Ellos eran casi de la misma estatura, un metro y setenta y siete centímetros más o menos, él pelirrojo y cubierto de pecas y frenético, ella rubia color miel y de piel suave y magnífica modelo –y desde hace mucho tiempo cansada de llamar la atención masculina. Jack había cumplido dieciocho años dos meses atrás; Karen celebraría la mayoría de edad dentro de tres semanas. Ellos habían sido como aceite y agua, perros y gatos, Objeto Incapaz de ser Seducido y Fuerza Irreprimible, desde que se habían conocido. Pero ellos también habían sido camaradas de batalla, y ahora se ladeaban al intensificarse la música, y de algún modo su antagonismo amistoso fue dejado de lado, al menos por el momento.
Con Tirol frente a él, el carro de batalla multicolor pasó a alerta de combate.
Edwards estaba allí, una figura altiva, espléndidamente militar, su hermosura sardónica estropeada por la media placa craneal que cubría la mitad derecha de su cabeza. Por orden confidencial de Lisa, Vince Grant y su gente de la Unidad Móvil Terrestre estaban manteniendo vigilancia sobre los rivales, preparados para disolver cualquier refriega. Hasta ahora las cosas parecían estar pacíficas –nada más que un poco de miradas coléricas y alardes.
La SDF-3 había sido lenta en detectar al recién llegado; los sistemas de la nave de guerra Terrestre habían sido dañados en el feroz combate que había destruido su aparato de transposición, y algunos sistemas todavía estaban funcionando muy por debajo de la eficiencia máxima. Pero ella había localizado al posible adversario ahora. De acuerdo con el procedimiento, la SDF-3 pasó a los puestos de combate, y el personal de comunicaciones se apresuró a abrir frecuencias con el contingente en la superficie de Tirol.
Janice era la creación del Dr. Lang, un androide, una persona artificial, sin embargo ella no tenía conocimiento de ello. Lang sacudió su cabeza y recordó que los Formadores de la Protocultura no podían ser desafiados. Él estaba realmente bastante feliz de que los dos estuviesen unidos. Él se volvió hacia Cabell, el único y anciano sobreviviente de los científicos de Tirol.
Por encima estaba la luna creciente de color verde-jade de Fantoma, el planeta imponente que Tirol circundaba. Su belleza alienígena ocultaba la fealdad que Lynn-Minmei sabía estaba allí a la luz del Valivarre, el planeta primario del sistema. La verde luz de Fantoma hechizaba con magia todo lo suyo. ¿Cómo podía la escena de tanta muerte y sufrimiento ser tan inexpresablemente bella? Ella se estremeció un poco, y el Coronel Jonathan Wolff deslizó su brazo alrededor de ella. Minmei pudo sentir por el modo en que él se había acercado que él la quería besar; ella no estaba segura si ella sentía lo mismo o no. Él era el cortés, el guerrero feroz, el bien parecido Alpha Wolf del Wolff Pack –y la había rescatado de cierta muerte, melodramática como puede sonar para otros. Sin embargo, había un peligro en enamorarse; ella ya había aprendido ello no una vez sino varias veces. Wolff pudo ver lo que estaba pasando por los pensamientos de Minmei. Él se deleitó la vista con ella, anhelándola. El Grande y Malo de Wolff, en realidad –una expresión que a él nunca le había gustado. Sólo esta vez, el Grande y Malo estaba hechizado, e inútil. Ella era la pilluela de ojos azules y cabellera negra cuya voz y sencillo encanto había sido la clave para la victoria humana en la Guerra Robotech. Ella era la joven mujer quien, sin saber, lo había atormentado con fantasías que él no podía exorcizar de día, y con sueños febriles eróticos por la noche. Ella no se había movido del círculo del brazo de él; ella lo miró, los ojos tan abiertos como esos de una gama sobresaltada. Wolff se inclinó acercándose más, labios separados.
No puedo vivir sin ella, él reconoció. Todos estos problemas entre nosotros –encontraremos la manera de sobrellevarlos. Porque de otra manera no vale la pena vivir. La música acababa de comenzar cuando se detuvo de nuevo, irregularmente, cuando el Dr. Lang aquietó a las personas desde el micrófono de pie. El conductor de la orquesta de la nave se paró de pie a un lado, luciendo irritado pero aprensivo. Todos allí habían servido en la guerra. Algo adentro de ellos anticipó las palabras. “Una nave no identificada...curso hacia Tirol...escuadrones Skull y Ghost...Almirante Hayes y Almirante Hunter...” La guerra se nos interpone de nuevo. Rick emprendió una arremetida, pero se detuvo antes de haber dado tres pasos, dándose cuenta que su esposa ya no estaba con él. Afortunadamente, en toda la confusión, sólo una persona lo notó. Él miró hacia atrás y vio a Lisa esperando allí, cabeza en alto, mirándolo. Él comprendió que él había reaccionado con los reflejos de un piloto guerrero, la carrera precipitada de una riña caliente. Era la discusión que ellos habían estado teniendo durante días, durante semanas –sucintamente, en intercambios rápidos, por el día; cansadamente, poniendo a prueba hasta más no poder la paciencia de ambos uno con otro, por la noche. Rick era un piloto, y había llegado a la conclusión que él no podía ser –no debía ser– otra cosa. Lisa insistía en que su trabajo ahora era comandar, inspeccionar los operativos de los grupos de vuelo. Él debía hacer el trabajo para el cual había sido escogido, porque nadie más lo podía hacer. Rick sólo vio confianza en los ojos de su esposa cuando lo miraba, su barbilla elevada –eso, y una apariencia orgullosa en su rostro. Sue Graham, empuñando su grabadora de vídeo y audio, había captado la cosa entera, el traspié momentáneo en el protocolo, en la confianza –en el amor. Ahora, ella rebobinó la cinta un poco, de modo que la vista de Rick Hunter alejándose rápidamente del lado de su esposa sería borrada, y comenzó a grabar sobre ella. Al momento que las personas estaban volviéndose hacia los Almirantes Hunter, Rick se acercó a Lisa. En esa ocasión, la conversación y el ruido se extinguieron gradualmente, y el mismo Royal Hall, sopesado por sus eones de historia y eventos inquietantes, parecía estar escuchando, evaluando. Las botas de caña alta de etiqueta de Rick castañearon sobre un piso alienígena que brillaba como un espejo negro. Él le ofreció a ella su brazo, formal y meticulosamente correcto, inclinando su cabeza hacia ella. “¿Señora?” Ella hizo una somera reverencia militar, movió la flexible pollera del uniforme de media gala, y descansó su mano en el antebrazo de él. La habitación entera estaba escuchando y observando; Rick y Lisa habían hecho recordar a todos lo que la REF era, y lo que se esperaba de ella. “¿Las órdenes, Almirante?” Rick preguntó a su esposa vigorosamente, en voz alta, en su papel como oficial de segundo en rango presente. Diciendo esas palabras, él oficialmente terminó el baile y puso a todos al tanto de que estaban de servicio. Lisa, repentinamente el sostén de todos, los miró fijamente. Ella no tenía que levantar mucho su voz para ser oída. “Todos ustedes saben qué hacer, señoras, señores. Trataremos esto como una alarma roja. La SDF-3 ocupará puesto de alerta en los Cuarteles Generales. La GMU y otras unidades terrestres repórtense a estaciones de combate; todo el personal designado retornará a la fortaleza dimensional.” Ya hubo movimiento, cuando las personas caminaron a zancadas o se apresuraron a sus deberes. Pero nadie estaba corriendo; Lisa les había restituido su centro. “Oficiales de control de fuego y operaciones de combate se asegurarán que ningún acto provocativo u hostil sea cometido,” ella dijo en voz aguda. “Les recordaré que todavía estamos en una misión diplomática.” “Continúen.” Los hombres y las mujeres se estaban moviendo con un propósito determinado, el hall abierto rápidamente disipándose. Lisa se dio vuelta hacia un ayudante, un oficial de comunicaciones. “Mis respetos para el Consejo Plenipotenciario, y serían tan amables en cuanto a convocar una reunión inmediatamente a mi regreso a la SDF-3.” El ayudante desapareció; Lisa giró hacia Rick. “¿Con tu permiso?” Rick, su esposa en su brazo, se dio vuelta hacia el área de lanzamiento del transbordador espacial. El personal les abrió paso. Rick dejó a Lisa llevar el paso: sistemático, pero no frenético. Cuando el transbordador estaba ascendiendo como una flecha a través de la atmósfera de Tirol para reunirse con la SDF-3, y los dos estaban estudiando reportes preliminares mientras que los oficiales del estado mayor ejecutaban análisis y más datos llegaban en abundancia, Rick hizo una pausa por un momento para mirar a su esposa cuando meditaba sobre las más recientes actualizaciones. Él cubrió la mano de ella con la suya por un momento; la apretó. “Nos debemos un vals, Lisa.” Ella le dio una rápida y encantadora sonrisa, apretando su mano en respuesta. Luego ella volteó para impartir más ordenes a su personal.
Con esta noticia de una nave de guerra no identificada, él y Cabell –quien había sido un padre para él, realmente, y más que un padre– se apresuraron hacia el área de aterrizaje del transbordador, para esperar su turno para ser llevados a la SDF-3. Su preferencia en el asunto no fue preguntada; ellos eran un importante tal vez un crucial recurso de inteligencia militar ahora, aunque eran tan mistificados como nadie más. Había confusos arranques de conversación y fragmentos de escenas cuando Rem guiaba a Cabell por el acordonamiento general. Allí estaban los dos jóvenes cadetes que Rem había venido a conocer como Karen Penn y Jack Baker. Ellos habían sido obligados a prestar servicio como controladores de multitudes y coordinadores de la evacuación. Jack seguía tratando de atraer la atención de Karen y proclama cierto tipo de broma u otra cosa; ella sólo le otorgó una ocasional mirada y se concentró en sus deberes. Rem no la podía culpar. ¿Qué podía ser cómico en una situación como esta? ¿Estaba Jack psicológicamente funcionando mal? Luego allí estaba la cantante, Minmei, la socia de Janice Em, poseedora de una voz tan conmovedora que ello desafiaba la lógica, y una cara y una forma de inquietante encanto. Aquel al que ellos llamaban Coronel Wolff parecía estar tratando de acomodarla consigo, parecía ser propietario con respecto a ella, pero ella no estaba asegurando nada de ello. En realidad, parecía que ella estaba a punto de estallar en esa asombrosa y alarmante aberración fisiológica humana llamada lágrimas. Los equipos Ghost y Skull y de la GMU estaban cooperando como Triunviratos de mentes conectadas, sin embargo Rem los había visto listos a llegar a las manos sólo poco tiempo antes. Él miró en los alrededores en busca de Janice Em, la socia y armonía de Minmei y, hasta cierto punto, el álter ego, pero no la pudo ver. Ella había estado con Lang sólo unos momentos antes, pero ahora Lang ya se había ido, también. Rem trató de alejar los pensamientos inquietantes de su mente, tales como los rumores que eran comunes sobre Lang y Janice. Se suponía que Lang era como un tío para ella, sin embargo algunos decían que él era “mucho más.” ¿Pero qué? Rem apenas comprendía el concepto de “tío,” y no tenía idea de lo que “mucho más” podía significar. Sin embargo sus mejillas se ruborizaron, y él sintió una rabia enigmática cuando imaginó a Jan teniendo alguna relación confusa con Lang que haría al anciano científico humano más importante para ella que, que... Entonces, de repente, Rem y Cabell estaban siendo apresurados dentro
de un transbordador, y una escotilla corrediza cortó la vista
nocturna y fantasmal de una Tiresia en ruinas. Traducido por Luis N. Migliore (C�rdoba, Argentina) |
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