La Nueva Generacion - Symphony of Light1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 epílogo
El Punto Reflex consiste de una colmena hemisférica central cerca de lo que una vez fuera la ciudad de Columbus, Ohio y varias estructuras concomitantes ligadas a ella por numerosos conductos de Protocultura y líneas de instrumental. Parece haber siete nudos secundarios –uno a las doce en punto, un segundo a las dos, un tercero a las cuatro, un cuarto y un quinto a las siete, y un sexto y un séptimo a las once– junto con un domo suelto y algo más grande, al sur a las seis en punto. Y eso es lo mejor que podemos ofrecerles en este momento, amigos. Esperamos que sean capaces de decirnos más una vez que bajen allí. Un extracto de un informe pre misión de la División Marte –como es citado por Xandu Reem en su biografía de Scott Bernard
Ella estaba en lo profundo de la colmena hemisférica que era el corazón viviente de Punto Reflex, situado debajo de una esfera enorme instrumental de Protocultura, su enlace con el mundo exterior en el cual sus niños vivían y morían. El punto disparador para la Flor de la Vida se acercaba, pero los eventos recientes la habían vuelto más temerosa que animada por su acercamiento oportuno. El experimento de la transmutación racial se había vuelto presuroso y desesperado ahora, frente a un asalto Humano inminente desde las extensiones lejanas del espacio, desde ese mismísimo mundo que una vez había condenado a su propia Optera a la muerte –el Tirol que rondaba sus memorias y sueños. ¡Cuán semejante a esas criaturas hambrientas de guerra me he vuelto en mi impulso a poseer este mundo! ella se dijo. ¿Pero no era esta una condición del cuerpo que ella habitaba? Era extraño que esta mismísima forma Humana debiera considerarse como la más propia para sus diseños para la transmutación racial, que estos mismísimos seres que ella y sus niños se habían esforzado por esclavizar debieran probar ser la forma más adecuada al propio planeta. ¿Y sin embargo no sabía ella en algún lugar en su corazón que esta tenía que ser la forma verdadera, la forma de la que ella se había enamorado, la forma que Zor había habitado cuando él por primera vez sedujo los secretos de la Flor de su inocente y confiada naturaleza? La Regis estaba bien consciente de la destrucción reciente de su avanzada en la ciudad Humana de torres altas y entornos artificiales, y de que los rebeldes Robotech quienes la habían eludido hasta ahora se estaban acercando rápidamente al complejo de la colmena central. Pero ella no podía responsabilizar a Corg o a Sera por sus defectos, o incluso a Ariel, ahora que ella lo entendía. Era a esta mismísima forma física a la que debía culparse; una vez instilada con consciencia, un sabotaje sutil empezaba a ocurrir, un socavamiento de todo vigor espiritual. Era como la Protocultura misma, esa artificialidad que los Maestros Robotech habían invocado de sus preciosas flores. Estos cuerpos se hacían cargo de la materia del alma y subvertían su propósito verdadero, la esclavizaban a emociones y caprichos y corrientes interiores insondables. Pero si estas cosas no estaban lejos de su mente, eran al menos algo removido de sus prioridades –la continuación del Gran Trabajo. Y la forma Humana, sin embargo vulgar, tendría que servirles en este propósito; representaría meramente una fase en el camino hacia la realización final, la trascendencia misma.
Scott lo miraba de frente, las manos escudando sus ojos de estallidos casuales de una blancura sobrenatural. El asalto ha comenzado, él se dijo con una mezcla de excitación y terror. Las fuerzas de Hunter han llegado y están atacando el complejo colmena mismo. El equipo se encontraba en el perímetro este del Punto Reflex, los Veritechs y los Cyclones en tierra después de las observaciones de reconocimiento de Scott y las órdenes subsecuentes para reagruparse. Ellos estaban en un área que había visto solevantamientos tectónicos relativamente recientes, afloramientos dentados que parecían como si hubiesen sido empujados hacia arriba desde los intestinos del infierno y no tuvieran lugar en este de otra manera terreno estable de tierras de pastoreo suaves y colinas onduladas. Annie miraba con fijeza el cielo maravillada. “¿Es algún tipo de tormenta? ¿Un tornado, quizá?” Rand y Rook, intercambiaron miradas ceñudas. “Desearía que lo fuera,” Rand dijo a su joven amiga. Sonidos graves retumbaban a través del cielo, segundos más tarde de las explosiones que les daban nacimiento. “Tiene que ser el Almirante Hunter,” Scott dijo detrás de ellos. Entrecerrando los ojos, él pudo discernir formas oscuras volando velozmente por ese caos celestial. Cientos de formas –Guerreros, mechas, y seguramente las naves Invid lanzadas para trabar combate con ellos. “Vayamos allí,” él dijo firmemente. “No podemos sólo estar aquí y observar.” Ellos se mantuvieron en las tierras altas y comenzaron un avance lento. Por raro que parezca, el show de luz parecía decrecer al ellos acercarse, y cuando finalmente alcanzaron la arena misma –un valle arbolado, anfitrión de un río ancho y tortuoso– ellos entendieron el por qué. “Llegamos demasiado tarde,” Scott informó a todos por la red. Ellos pudieron ver por sí mismos a lo que él se refería desde su posición ventajosa sobre un acantilado que dominaba el campo de batalla. El paisaje estaba esparcido con los restos ardientes sin llama de Veritechs y Naves Pincer Invid y naves Trooper. Partes del bosque a través del valle estaban ardiendo, y capas de humo y gas revoloteaban sobre el fondo del valle como una niebla atroz; era como si la propia tierra hubiera vomitado fuego y gas desde sus regiones interiores hirvientes. En lontananza, la porción más alta de una colmena hemisférica era visible, escuadrones de Invid acercándose a ella como avispas regresando a su nido. Una enorme aeronave de combate se estrellaba y quemaba mientras el equipo observaba impotentemente. “Es demasiado horrible,” Annie dijo sollozando, poniendo su cara entre sus manos, y recordando el Punto K y los horrores similares. Marlene colocó su brazo alrededor del hombro de Annie y la acercó hacia ella. Lunk dio media vuelta en el asiento delantero del APC para acariciar la espalda de Annie. “Nunca he visto naves como estas,” Lancer dijo desde el asiento del Cyclone. Rand y Rook estaban cerca en sus mechas. De los tres VTs, sólo el Beta había sido llevado allí, y Scott estaba sobre sus cabezas ahora, suspendido en el aire al filo del acantilado. “Deben ser las últimas actualizaciones,” dijo Lunk. “Pero supongo que aún hay ciertos defectos en el diseño, ¿huh?” Scott oyó el comentario. “No te apresures, Lunk,” él ladró por la red. “Esto era sólo un grupo de reconocimiento. El almirante probablemente está tratando de averiguar la fortaleza defensiva del complejo colmena. Pero él regresará –puedes contar con eso ahora.” Lunk gruñó una disculpa. “Voy a verificar las cosas allí abajo,” Scott continuó, encendiendo los propulsores posteriores del Beta. “Quédense aquí hasta que reciban mi señal de todo claro.” “Que alguien me despierte,” Annie pidió, frotándose los ojos. “Esto tiene que ser sólo una pesadilla terrible.”
“¿Ahora qué, Scott?” preguntó Lancer. Annie asió el codo de Rook. “¿No podemos sólo irnos? Odio este lugar.” Rook había girado para responderle, pero la tierra debajo de sus pies estaba repentinamente temblando y hendiéndose. Todos retrocedieron cuando una Nave Pincer Invid se impelió fuera de la tierra. Ningún blaster fue desenfundada, sin embargo, porque era obvio que la cosa estaba acabada; había sido letalmente alcanzada y estaba rezumando nutriente. “¡Retrocedan!” Rand advirtió a los otros. La nave cayó hacia delante sobre su cara, vomitando el fluido verde y viscoso por sus heridas. “¡Ustedes no quieren que nada de esa substancia les toque!” Todos recordaron cuando él había sido enfangado y no pudo conseguir sacarse el olor durante una semana. Sin embargo, ellos estaban dedicados a observar el charco que se extendía y sólo se volvieron cuando oyeron el sonido de una orden amortiguada resonar detrás de ellos. “¡Quédense en donde están! ¡No se muevan!” Scott giró de todos modos, la mano en su arma, pero se detuvo a poco de levantarla. La fuente de la orden era un soldado que estaba apuntando algún tipo de dispositivo montado en el hombro hacia ellos, pero debajo de ese casco negro brillante y de la armadura corporal destellante el soldado era Humano, Scott estaba seguro de ese tanto. “¿Quiénes son ustedes?” el soldado exigió con una voz curiosa, girando el dispositivo para toma panorámica a través de las caras del equipo. No había hostilidad en la voz pero sí cierta intensidad que Scott no pudo identificar inmediatamente. “¿Está usted con la Fuerza Expedicionaria?” él preguntó. El soldado le hizo callar y manoseó nerviosamente los controles del dispositivo. Scott se dio cuenta de que era una cámara de vídeo. “Intentémoslo de nuevo –y ninguna pregunta esta vez. Ahora: ¿quiénes son ustedes?” el soldado giró la cámara hacia Scott. “Soy el Teniente Scott Bernard, Escuadrón Vigésimo Primero, División Marte, pero–” “¡Enviados desde Tirol!” El soldado proclamó, pausando la toma. “¿División Marte? ¿Y el resto de ustedes?” “Este es mi personal,” Scott empezó. “Hemos estado juntos–” “¡Luchadores de la libertad! ¡Lo entendí, lo entendí!” el soldado dijo, recomenzando a grabar al equipo. “Teniente –Bernard, ¿dijo usted?... El Teniente Bernard y su banda heterogénea de luchadores de la libertad, cansados después de su largo viaje a Punto Reflex y desalentados por la devastadora derrota sufrida por la primera oleada del grupo de asalto del Almirante Hunter, contemplan su próximo–” “¡Es suficiente, señor!” Scott interrumpió, dando un paso amenazador hacia delante. “¡¿Quién es usted y qué diablos piensa que está haciendo?!” El soldado apagó la cámara y se quitó el casco. Scott quedó boquiabierto. No porque ella fuera tan bella –aunque su largo cabello negro y sus ojos verdes penetrantes eran conocidos por haber detenido a hombres allí mismo– sino simplemente porque él no había esperado confrontar a una mujer. “Mi nombre es Sue Graham,” la fotógrafo estaba diciendo. “soy una foto-periodista adjunta al Escuadrón Trigésimo Sexto, División Júpiter.” “Entonces usted está con la Fuerza Expedicionaria,” Scott dijo agitadamente. “¿Cuándo llegará el resto de la flota?” “Pronto,” Graham le respondió ausentemente, apuntando su cámara sobre las heridas rezumantes del Invid derribado. “Tal vez pueda conseguir una toma de usted y el almirante estrechándose las manos. Eso es algo que debe ser incluido en los archivos: Hunter felicita a uno de sus oficiales por un trabajo bien hecho.” Graham miró a Scott. “¿Usted ha estado haciendo un buen trabajo, no es así, Teniente? ¿Dónde está el resto del Vigésimo Primero?” “Muerto,” Scott dijo molesto. Graham echó un vistazo a los restos cercanos de Veritechs y transportes de tropas. “Supongo que eso nos da algo en común.” Scott la miró con cólera. “No me parece, Graham. Yo no me quedé por ahí filmando mientras mis camaradas morían.” “¿Oh, realmente? ¿Qué estaba haciendo exactamente mientras sus camaradas estaban muriendo, Bernard?” Rand rezongó, “Escuche, señorita,” y comenzó a acercársele, pero Scott le hizo una seña para que se quedase en su lugar. Graham miró a Scott y a su equipo. “Escuchen, ¿no creen que deberíamos salir de aquí antes de que los Invid aparezcan? ¿O más bien preferirían quedarse por aquí y discutir?” “Perra sin corazón,” Scott hirvió, levantando sus puños. Lancer se puso entre Scott y Graham. “Cálmate, Scott. Si ella puede observar a sus amigos morir sin tanto como acobardarse, no hay nada que podamos decir para impactarla.” Graham bufó. “Montón de niñitas.” Lancer tuvo que agarrar a Scott en una llave nelson completa para refrenarlo. Pero él podría haberse liberado de cualquier modo si no hubiese sido por otro de los dolores de cabeza del sistema de advertencia temprana de Marlene. “Scott,” ella dijo, apenada. “¡Ya vienen!” Rook armó su blaster y miró a su alrededor en busca de cubierta. “Vámonos, muchachos, vámonos...” “Apaguen sus Cyclones,” Graham voceó, recogiendo su casco y gesticulando hacia los mechas. “Desactiven los sistemas así el Invid pensará que los pilotos han muerto.” Rand le hizo una mueca. “Vaya, cadete espacial, ¿cree que necesitemos oírlo de usted? Hemos estado combatiendo esta–” “¡Aquí vienen!” Lunk advirtió. Todos volvieron sus ojos hacia el oeste: El cielo estaba salpicado de cientos de naves alienígenas, manchas negras en el rostro del sol poniente. Scott se separó de la escena y lanzó una mirada nerviosamente a derecha e izquierda; finalmente él fijó su vista en los mecha. “Mejor hacemos lo que dice. ¡Luego hacia los árboles, todos!”
Desde el borde del bosque, el equipo de irregulares de Scott vigilaba los movimientos de los alienígenas con alarma creciente. La cuadrilla de exploración representaba más poder de fuego colectivo de lo que alguno de ellos hubiese atestiguado alguna vez, y Scott no pudo sino preguntarse sobre ello. Él estaba diciendo esto a Rand, cuando Sue Graham repentinamente se puso de pie y comenzó a filmar a los Invid. “¡¿Graham, qué está haciendo?!” Scott susurró desde detrás del árbol caído que los ocultaba. “¡Delatará nuestra posición!” Estaba obscureciendo ahora, pero esa no era razón para correr riesgos. “Cada pieza de filmación aumenta nuestro conocimiento, Teniente,” ella le respondió calmadamente. “Además, no tengo ninguna toma decente de estas cosas en dos pies. La mayor parte son secuencias aéreas, y no voy a perder la oportunidad ahora.” Scott se estiró hacia ella y asió su tobillo, torciéndolo y forzándola a sentarse. “Hágalo en su propio tiempo, Graham,” él rechinó. “No cuando hay otras vidas involucradas.” Poco tiempo después, la patrulla Invid dejó el área y el equipo comenzó a relajarse un poco. Lunk, Rand, y Lancer se movieron a hurtadillas hacia el APC y regresaron con el equipo de dormir y provisiones. Ellos acamparon en una pequeña choza quince metros dentro del bosque. Entretanto, Sue Graham actualizaba a Scott sobre lo que ella sabía de la invasión inminente de las fuerzas de la Tierra. Ella había pasado el último año a bordo de la SDF-3 como la fotógrafa personal del Almirante Hunter, y no pudo decir suficientes cosas buenas sobre el hombre. Ella no dijo qué la había hecho unirse a las filas de la División Júpiter, pero era obvio para Scott que había cierta intriga conectada a la moción. Ellos hablaron de Tirol y Fantoma, de Rem y Cabell, y de otras personas notables que ambos conocían. Scott se sintió ponerse extrañamente nostálgico por el espacio intergaláctico si bien no por Tirol mismo, y hasta su actitud hacia la periodista se estaba ablandando algo. El bodysuit rojo que ella vestía en lugar de la armadura ayudaba. “La tercera unidad de ataque está en maniobras preliminares en una base al otro lado de la luna,” Graham estaba diciendo ahora. Ella había encendido su cámara para proyectar parte de la película holográfica que ella había filmado, y todos se reunieron alrededor. “Esta es una toma del lugar,” ella narraba mientras las vistas del espacio intergaláctico y de las naves de guerra de la flota Expedicionaria iluminaban la oscuridad. “La flota del almirante debe reunirse con las unidades de avanzada cualquiera de estos días. Los escuadrones de la nueva generación de Veritechs llegarán con la flota. Se les ha dado el nombre clave de Guerreros Sombra.” Scott, Lunk, y Lancer se inclinaron hacia la imagen holográfica para tener una mejor vista. Las naves parecían algo así como los VTs estándares pero eran de un color negro gris no reflexivo y tenían un diseño de ala delta más pronunciado. “¿Por qué ‘Guerrero Sombra’?” Lunk quiso para saber. Graham cambió discos; datos técnicos ahora llenaban el campo holográgico, reemplazando el metraje del espacio. “Los generadores de Protocultura de los VTs de la nueva generación han sido rediseñados para incluir una configuración cuatridimensional que vuelve al Guerrero Sombra invisible. Es llamada La propulsión Nichols.” Scott tenía cientos de preguntas más en mente, pero una vez más fue Marlene quien lo distrajo. Ella pronunció un gemido bajo y comenzó a hundirse en esa postura de agonía que todos habían atestiguado tan a menudo. Sue Graham miró a la mujer de cabellos rojos con escepticismo y preguntó: “¿Qué ocurre con esta, en todo caso?” Scott la ignoró y gateó hasta el borde del bosque para investigar los cielos. Ciertamente, el escuadrón Invid estaba de regreso, sus propulsores llameando en la noche. Scott ordenó a todos avanzar, y en silencio se dirigieron hacia el fondo del valle para investigar la reaparición del enemigo. Marlene, aunque sofocada por el dolor, fue la primera en notar que la cabina del líder azul se estaba abriendo. Y fuera de las entrañas de la nave salió lo que parecía ser un ser Humano: un joven hombre con cabello largo y rubio con un uniforme muy ajustado ampliamente rayado de color negro y verde. Él emitió un comando que el equipo se esforzó por oír, y dos de las Naves Pincer aparecieron para acusar recibo con saludos de garras levantadas. “¡Pilotos Humanos!” Graham dijo con sorpresa. “Otro renegado,” dijo Rand. “Tal como esa mujer que vimos... Los Invid deben tener algo por las rubias.” “¡Silencio!” Scott le dijo. “Estoy seguro de que saben que estamos aquí.” “Quizá no, Teniente,” dijo Graham casi casualmente, la cámara situada en su hombro. Rook volteó para mirarla. “¿Entonces qué? ¿Alguna pieza de mecha Robotech?” “Exactamente. Un sincrocañón.” Scott era el único que sabía de lo que ella estaba hablando; el resto de ellos estaba rascándose sus cabezas mientras él maldecía a Graham por no haberle dicho más temprano que el grupo de asalto había sido equipado con tal arma. “Es un arma de rayo de partículas,” él explicó. “El cañón fue desarrollado por el Dr. Lang para usarlo contra el Invid.” “Debe ser capaz de asestar un golpe fortísimo si los Invid se molestan en buscarlo,” Rand comentó. “Así es,” Sue le dijo, aún filmando los movimientos de los alienígenas. “Es por eso que lo oculté de ellos.” Scott se puso de pie rápidamente y sacó de un tirón la cámara del asimiento de Graham. “¿Dónde, Graham? Y sin juegos.” “En una cueva.” Ella señaló con un ademán sin mirar. “Alrededor de un clic más o menos río arriba.” Ásperamente, Scott regresó la cámara a las manos de ella. “Tenemos que conseguir esa arma antes de que ellos la encuentren.” “No cuente conmigo, Teniente,” dijo Graham. “¿Alguna vez oyó hablar de lealtad, o auto sacrificio?” Ella sonrió con afectación. “Todos tenemos trabajo que hacer. Para mí, es éste.” Ella golpeó ligeramente la cámara. “Por favor, Scott,” Marlene dijo, interrumpiéndolos, extendiéndose para alcanzar la mano de él. “No trates de ir allí. Te matarán.” Scott le apretó la mano y sonrió débilmente. “Veré esa arma destruida antes de verla caer en sus garras.” Él giró para mirar con ira a Graham: “Ese es mi trabajo... pero no puedo esperar que usted lo entienda.” Graham rió brevemente, golpeando ligeramente la cámara
de nuevo. “Sólo déme algunas tomas buenas, héroe.
Lo haré una estrella.”
Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina) |