La Nueva Generacion - Symphony of Light

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Capitulo 4

El Dr. Lang lo consideraba un hijo de un militar nacido y criado en un puesto militar y trató en más de una ocasión de instilarle cierto sentido de la objetividad, pero Scott era una causa perdida. Si él no podía persuadir, su inclinación era forzar. Y este tipo de comportamiento era simplemente no tolerado en el laboratorio. Lang le diría: “¡No puedes forzar los experimentos o a las personas para amoldarse a tu visión del mundo! ¡El universo sólo no trabaja de esa manera!” Scott lo oyó pero no fue convencido tan fácilmente. Él tenía poca paciencia en aquellos días y a menudo era acusado de ser arrogante y juicio. Grupo A, en todo.

Xandu Reem, Un Extraño en Casa: Una Biografía de Scott Bernard


Lancer se preguntó cómo Shorty y Roy se habrían topado con los Cyclones de Scott y Rand. Hubo cierta conversación sobre un alguacil local y cómo él había sido lo bastante tonto para dejar a los Cyclones desatendidos. Estaba comenzando a sonar como que Scott se había metido en otro apuro, pero Lancer aún tenía que descubrir por qué o dónde sus compañeros de equipo eran retenidos. Él apenas tenía suficiente dinero para comprar uno de los rifles láser, ni hablar de recuperar los Cyclones, pero se preguntó si no podría persuadir a los veteranos Robotech de rescatar a Scott por los buenos viejos tiempos. Después de todo, todos ellos habían estado en la SDF-3 juntos, y la probabilidad era que Frank o uno de ellos al menos hubiera oído de Scott Bernard, el miembro más joven de Misión Pionero.

Todos habían regresado a la bodega del crucero, que funcionaba como las habitaciones del grupo así como su mercado de comercio de alta tecnología. Marlene y Lancer habían devorado el guisado delicioso de Gabby. El soldado con neurosis de guerra se había aficionado a ellos y, a su modo misteriosamente mudo, los trataba más como huéspedes honrados que como potenciales clientes. Frank, Jesse, Roy, y Shorty estaban trabados en un juego salvaje de cartas que requería de dos barajas enteras y parecía ser un híbrido de gin rummy y de póker cerrado.

“Vamos, Dama de la Fortuna,” Shorty estaba diciendo ahora, “dame la carta que quiero.” Él tomó una de la pila boca abajo justo cuando Jesse arrojaba una boca arriba al lado de la pila.

“Puedes tomar ésta, Shorty.”

Pero Shorty estaba demasiado ocupado besando la carta que él había levantado para responder a la oferta de Jesse. “Justo la que quería,” él apremió. “¡Qué te parece!”

Frank miró su mano y hizo un sonido de desilusión. Las cartas eran un abanico invertido en su mano izquierda; su mano derecha agarrando un frasco de whisky.

“No necesito ésta tampoco,” dijo Jesse, desechando otra.

“Señores, yo paso,” Roy anunció tiesamente, aunque mantuvo las cartas en su mano.

Shorty comenzó a rebotar de arriba abajo en su asiento. “Frank, guacamaya, ¿vas a jugar o no?”

“Aguarda, estoy tratando de decidir a cuánto elevar la apuesta.”

“¡Estás blufeando!”

Gabby sirvió una taza de té humeante a Marlene, quien sonrió y le agradeció. Lancer observó al hombre marcharse hacia dentro de un compartimento colindante separado de la bodega por cortinas cinchadas. Gabby se sentó a una consola de comunicaciones y comenzó a mover interruptores.

“¿Ese radio transmisor-receptor funciona?” Lancer preguntó en voz suficientemente alta para cortar las conversaciones de la mesa de juego.

Frank le respondió. “Como todo lo demás por aquí, está agotado.” Desechándolas, él arrojó sus cartas a la mesa. “Aún recibimos transmisiones de la Fuerza Expedicionaria, pero no podemos responderles.”

Jesse gruñó y rió. “Gabby sigue encendiéndola como si estuviera esperando un mensaje de alguien.”

Gabby pareció oír a los hombres ridiculizándolo; solitariamente, se levantó de la consola y dejó la bodega.

“¿Qué dicen las transmisiones?” Lancer preguntó después de que Gabby se había ido.

“¿Quién sabe?” Shorty rió como los ancianos. “No les prestamos atención.”

Lancer se reclinó en su silla. Que triste realidad, él pensó. Soldados que han perdido la voluntad de luchar... Él estaba a punto de lanzarse al discurso que él esperaba volvería a encender sus ánimos, cuando Marlene repentinamente cometió un error y dejó salir un gemido agudo de dolor. Lancer se puso de pie y asió sus hombros temblorosos; ella tenía sus ojos cerrados, las puntas de sus dedos apretadas contra sus sienes.

“¿Qué es, Marlene? ¿Estás oyendo las transmisiones de las torres Invid de nuevo?”

Los cuatro veteranos vocearon un atónito “¡¿Quééé?!”

“La torre debe estar transmitiendo de nuevo,” Lancer explicó sin pensar.

Alarmado de repente, Frank se puso de pie. “¿Quieres decir que ella puede oírlos?” Él señaló con un ademán a los otros. “¡A ellos, muchachos! ¡Calculo que estos dos son espías Invids!”

“Está equivocado,” Lancer les dijo, escudando a Marlene.

“Bueno, yo pienso que Frank está en lo correcto,” Jesse dijo amenazadoramente.

“Sabía que había algo raro con ellos,” rezongó Shorty.

Frank levantó un blaster de mano que se asemejaba a un arma antigua con tambor de pequeño calibre. “No se muevan,” él advirtió a Lancer. “¿Si ella no es un Invid, cómo puede oír sus señales?”

Lancer tomó a Marlene en sus brazos mientras ella sollozaba. “Ella ha sido traumatizada por ellos. Le afectó su audición de algún modo –es más sensible que la nuestra.”

Jesse se mofó. “¡Eso es porque nosotros somos humanos y ella es un Invid!”

“Eso no es verdad,” Lancer gritó, guiando a Marlene lentamente lejos del sofá y más cerca de la escotilla externa. “¡Ella ha sufrido más por los ataques Invid que cualquiera de ustedes! Pueden ver por ustedes mismos el dolor angustioso por el que sus señales de transmisión la hacen pasar.”

Shorty dio un paso hacia delante. “Estás perdiendo tu tiempo, muchacho bonito. ¡No lo creemos!”

Roy pronunció un tipo de gruñido y comenzó a acercárseles como un oso, sus enormes puños levantados. Lancer hizo retroceder a Marlene contra el mamparo y la hizo girar en sus brazos. “¿Creen que ella es un Invid, huh?” Él la jaló hacia él y la besó enteramente en la boca. Sobresaltada al principio, Marlene comenzó a relajarse y a retornar su afecto. Los veteranos abrieron sus ojos de par en par.

“¡Whoa!” dijo Jesse. “No considero que él fuera a besar a un Invid de ese modo, ¿tú si, Frank?”

“Podrían ser alienígenas, pero seguro no son forasteros,” rió Shorty.

“Basta, niños, antes de que hagan entrar en cortocircuito a nuestros marcapasos.”

Lancer terminó su abrazo. “Esa fue la manera más placentera de probar un punto que nunca podría imaginar,” él susurró, mirando los ojos de Marlene.

Frank ocultó su blaster y se sentó en el borde de la mesa. “Sin resentimientos, chicos. Considérense entre amigos.”

Lancer vio su oportunidad para enlistar su ayuda. “¿Significa eso que estarían dispuestos de ayudarnos?”

Frank lo miró interrogativamente. “¿Qué posible ayuda podríamos ser? ¡¿Sólo somos un montón de viejos?!”

Una explosión meció la nave.

“La señal de problemas,” dijo Roy, alcanzando un arma.

Desde la escotilla ellos vieron a dos Troopers completar una pasada sobre la arena. Gabby, cierto tipo de bolso sujeto en su mano derecha, estaba corriendo en zigzag hacia la nave. Una única carga de una de las naves Invid rompió en la calle ya arruinada, tirándolo al suelo. Roy tenía un lanzacohetes sobre su hombro; él disparó y dio al Invid con un tiro indirecto en su parte inferior.

“¡Cúbranme la espalda!” Frank gritó. “¡Trataré de alcanzarlo!”

“No, espere,” Lancer dijo, sacando el lanzador del asimiento de Roy. “Yo puedo moverme más rápido. Yo lo traeré.”

Lancer levantó el arma y salió lanzado hacia la arena. El segundo Trooper estaba girando y preparándose para otra pasada. “¡Corra hacia la nave!” él le dijo a Gabby, ayudándolo a ponerse de pie. “Yo lo mantendré cubierto.”

Sin pronunciar palabra, Gabby luchó por ponerse de rodillas, pero en lugar de dirigirse hacia la escolta, él volvió atrás para recuperar el bolso que había dejado caer. El Trooper, entretanto, se estaba acercando a vuelo rasante. Lancer asentó el lanzador en su hombro derecho, centró la nave en la mira láser del arma, y disparó el misil. Su disparo fue certero, directamente al corazón óptico del Invid; una breve bola de fuego y el enemigo se desintegró.

Gabby aún estaba sobre sus manos y rodillas pero ahora tenía el bolso estrechamente apretado en sus brazos.

“¡Déjelo!” Lancer vociferó, oyendo el sonido de los propulsores del primer Trooper. “¡Sea lo que sea, no vale la pena arriesgar su vida!” Pero él había comenzado a tener curiosidad. Gabby lo miró, palabras de explicación en sus ojos, y manipuló desmañadamente el cerrojo del bolso. Confundido, Lancer se arrodillo sobre una rodilla para mirar el contenido: era la armadura de batalla de Gabby.

De repente la tierra retumbó. Lancer volvió a poner sobre su hombro el lanzador y giró. El primer Trooper había aterrizado detrás de ellos, su pinza derecha levantada para dar un golpe aplastante. Lancer dejó salir un segundo misil, el que rompió en el escáner del Invid, derribándolo instantáneamente. Él estaba de pie observando a la cosa sangrar verde cuando oyó la voz de Rand en lontananza.

“¡Te hemos estado buscando por todas partes!”

Rand le estaba saludando desde la cima de una pila de acero suelto que una vez había sido parte de la superestructura de la arena. Scott y Annie estaban con él, junto con los caballos en los que habían llegado montando.

No es exactamente la caballería que llega en el momento preciso, Lancer dijo para sí al retornar el saludo, pero lo mismo era bueno verlos.


Lancer guió a sus compañeros de equipo a la nave Robotech; Scott lo puso al tanto de su breve encarcelamiento y del hurto de los Cyclones, y Lancer preparó a Scott para las sorpresas en el almacén. Todos recordaban el incidente con Jonathan Wolff, y Rand especialmente estaba preocupado por la reacción de Scott hacia todo esto. Eran ciertamente buenas noticias que los Cyclones estuvieran a salvo, pero Rand sabía que Scott no se conformaría con eso –no cuando los ladrones eran soldados que una vez habían servido con la ilustre Fuerza Expedicionaria.

Los veteranos alegaron nunca haber oído de Scott Bernard. Esto no sorprendió a Rand, dado el hecho que algunos de ellos aparentemente ni siquiera podían recordar sus propios nombres. Además, por lo que Scott le había contado, la Misión Pionero había tenido una tripulación enorme, y el contingente del Mayor Carpenter se había separado del cuerpo principal de la fuerza tempranamente en la misión. Ellos habían estado perdidos en el espacio por aproximadamente diez años, pero Scott no iba a perdonarles ninguna flojera.

Frank fue el primero en recibir el gancho de Scott sobre el lado de su mandíbula.

“¡Maldito cobarde!” Scott bramó, enviando al viejo hacia atrás a los brazos de sus compañeros. “Odio ensuciarme los puños contigo.”

Rand mantuvo su boca cerrada, pero deseó que por una vez siquiera Scott controlase su temperamento.

“Ya no somos soldados,” Jesse le estaba diciendo a Scott, meneando un dedo huesudo en la cara del teniente. “¡Y no recibimos órdenes de personas como usted ni de nadie más! ¡Así que si quieren atacar a los Invids, tendrán que hacerlo ustedes mismos!”

“¡Son todos unos traidores!” Scott bramó en respuesta, agarrando a Jesse por la pechera de su camisa y mirándolo con odio.

Lancer colocó su mano en el hombro de Scott. “Déjalo, Scott, pierdes tu tiempo. Ellos lucharon valientemente contra los Zentraedi, pero la combatividad los ha dejado. Obviamente no son ningún partido para el Invid ahora.”

Scott gruñó y propulsó a Jesse hacia atrás a los brazos de Roy. Pareció por un momento como si él estuviera avergonzado de sí mismo, pero justo entonces oyó los sonidos reveladores del radio transmisor-receptor. Él corrió hacia dentro del camarote colindante, donde Gabby estaba sentado a la consola.

“¿Un radio transmisor-receptor en funcionamiento?” Rand oyó a Scott decir antes de arrebatar ásperamente los auriculares del asimiento de Gabby y empujándolo a un lado. “Llamando al Almirante Hunter,” Scott empezó. “Responda, Almirante Hunter...”

Frank, Jesse, y los otros se echaron a reír hasta que Scott giró hacia ellos.

“¿Qué es tan extraordinariamente gracioso?”

“El transmisor no funciona,” Lancer explicaba mientras los viejos procuraban sofocar su risa ahogada. “Sólo el receptor.”

Scott miró a la consola en incredulidad. “Que–”

Repentinamente la pantalla destelló, y los altavoces externos crepitaron a la vida. “Esta es la Fuerza Expedicionaria llamando a todas las estaciones de la Tierra. ¿Nos escuchan? Respondan estaciones Terrestres...”

“Los recibimos, base comando,” Scott habló en el juego de audífonos, la desesperación evidente en su voz. “Esta es la estación Terrestre recibiendo al comando de la Fuerza Expedicionaria...”

La cara de un joven hombre comenzó a resolverse en la pantalla. Era un rostro bien afeitado con ojos azules, de rasgos finos y enmarcado por cabello castaño hirsuto.

“Si alguien está recibiendo este mensaje, sus órdenes son reunirse con la Fuerza Expedicionaria en Punto Reflex. Las naves de la flota principal estarán entrando al espacio Terrestre dentro de dos semanas tiempo de la Tierra a partir de esta transmisión...”

“El Almirante Hunter no se da por vencido,” Jesse comentó.

“Es muy valiente, habrá que complacerlo,” dijo Shorty.

La imagen se había vuelto borrosa ahora. Durante la transmisión Gabby había estado mirando fijamente la pantalla como si hubiera visto un fantasma. Mientras Scott continuaba manoseando nerviosamente los controles de la consola, Gabby se movió con torpeza hacia la escotilla.

“Tenemos que destruir las torres de transmisión,” Scott decía a nadie en particular. “Si podemos lisiar aunque sea a algunas de ellas... ¡Hey! ¿A dónde va él?”

Rand dio un paso hacia atrás para permitir a Gabby acceder a la escotilla; él advirtió que el hombre llevaba algo en la palma de su mano, pero no lo pudo divisar muy bien. “Déjalo ir,” él dijo a Scott. “Él no puede ayudar, de todos modos.”


Lancer se ofreció voluntariamente para ir en el APC al campamento y traer a Rook y a Lunk. Ya estaba oscuro para cuando él regresó, y además de Rook y Lunk, el APC cargaba lo que quedaba del cuerpo de Gabby. Lancer explicó que ellos habían visto destellos de fuego de discos de aniquilación en la vecindad de la torre de transmisión; ellos habían ido allí cuando la lucha terminó y descubrieron los restos llameantes que eran el jeep de Gabby. Cerca de aquellos, ellos habían encontrado a Gabby, revestido en la armadura de batalla que él había recuperado sólo un ratito antes.

Ellos tenían tendido al hombre en la bodega de la escolta ahora; el casco fracturado de Gabby apoyado en el suelo junto a él, y el relicario holográfico tomado de su mano quemada yacía encima de la sábana que Lunk había tendido sobre el cuerpo.

“Fue un soldado valiente y leal, toda su vida fue ejemplar,” Frank dijo sobriamente.

Shorty dejó salir un sollozo. “Te extrañaremos, Gabby.”

Marlene se encorvó para poner una flor sobre la sábana; ella recogió el relicario holográfico, accidentalmente activándolo cuando se ponía de pie. Un joven guapo y uniformado apareció en un aura en forma de huevo de luz púrpura y dorada. “Hola, papá,” la imagen holográfica saludó. “De tal palo tal astilla; así que aquí estoy en el ejército ahora, y sólo espero que estés tan orgulloso de mí como yo lo estoy de ti.” Marlene pensó que reconoció al joven pero no dijo nada.

“Pobre Gabby,” Jesse dijo, arrodillándose para alzar una esquina de la sábana.

De repente Frank agarró a Jesse por sus solapas y lo puso de pie.

“¡¿Vamos a quedarnos sentados y dejar a los Invids que nos maten uno a uno, o vamos ha hacer algo al respecto?!” Él empujó a su amigo a un lado y sacó su blaster. “¡Voy a terminar el trabajo que Gabby comenzó!”

Lancer apareció detrás de Frank y lo atrapó en una llave nelson completa, tratando de razonar con él. “No puedes hacer solo, Frank.”

El anciano comenzó a topetar a Lancer para zafarse pero cesó su lucha cuando una segunda transmisión comenzó a destellar desde la consola de comunicaciones. En la pantalla estaba la cara que ellos habían visto más temprano, y el mensaje del joven era más de lo mismo: La Fuerza Expedicionaria se estaba preparando para una ofensiva, y todos los grupos de resistencia eran instados a moverse contra la colmena central Invid, designada Punto Reflex.

Marlene reactivó el relicario holográfico y comparó ambas imágenes.

“¡Es él!” exclamó Jesse. “¡Es el hijo de Gabby en la pantalla!”

Lancer soltó a Frank. “No es de extrañar que él pasara tanto tiempo tratando de hacer funcionar ese radio transmisor-receptor,” él dijo, volviéndose hacia el cuerpo. “Con éste él podía estar en contacto con la única persona que él más amaba.”

Frank colgó su cabeza. “Es una lástima. Gabby podía ver a su hijo, pero el muchacho no podía verlo a él. Y él nunca nos dijo nada sobre ello.”

“Escúchenme, todos,” Scott dijo con su mejor voz de mando. “Iré en busca de esa torre de transmisión aunque sea lo último que haga. ¿Qué les parece –están conmigo o no?”

El equipo, por supuesto, se unió, pero los veteranos permanecieron inalterados.

“¿Cuál es tu plan?” Rand pensó preguntar a Scott cuando los luchadores de la libertad se precipitaban hacia la escotilla.

“¡Lo decidiremos en la marcha!”

Magnífico, Rand dijo para sí.

“¿Pero y los vaqueros?” Annie quiso saber, gesticulando hacia Frank y sus hombres.

“Ya los oíste, Annie,” Scott le dijo. “¡Sus días de lucha terminaron!”


Frank sabía lo que tenía que hacer; sólo que él no parecía poder hacérselo entender a su cuerpo. Era como si las palabras del joven teniente eran ciertas después de todo: El deseo de lucha lo había abandonado. Él había, sin embargo, llegado tan lejos como vestirse con su armadura oxidada y abrirse paso con dificultad hacia el puente de la nave. Él estaba sentado en una de las sillas de mando ahora, tratando de reforzar su coraje con largos tragos de su petaca, pero hasta el whisky le estaba fallando.

“Esto no es de ninguna ayuda,” él murmuró, arrojando la petaca hacia la parte de atrás del puente.

“Gracias, Frank, pero nosotros no lo necesitamos tampoco.”

Frank giró en la silla para encontrar a Jesse sonriéndole, la petaca agarrada en su mano derecha. Roy y Shorty estaban con él, los tres calzados en sus armaduras que apenas les quedaban.

Jesse rió, cerrando sus ojos. “No irás a ninguna parte sin nosotros, Capitán.”

“Reportándonos al deber,” saludó Shorty con los ojos cruzados, la mano en el casco que él rara vez se sacaba.

“Él está en lo cierto,” dijo Roy, una sonrisa moviéndose a través de su cara ablandada, su cráneo calvo destellando con las luces de la consola.

Frank se levantó de la silla, suprimiendo la sonrisa que él quería retornarles. “Bien, ¿qué estamos esperando, entonces? A sus puestos de combate.”

Jesse le arrojó la petaca de vuelta a él y enderezó su vincha. “¡Sí, señor!” él dijo sagazmente.

Un momento más tarde los propulsores de despegue vertical del envejecido crucero volvieron a la vida llameantemente. Como un pez predador, la nave empezó a elevarse, desenredándose de los tecno-escombros que la habían entrampado por tanto tiempo. Y en respuesta la ciudad devastada retumbaba su aplauso, edificios y carreteras en ruina vibrando en armonía. A una altitud de ciento cincuenta metros, los motores Reflex de la nave hicieron su aporte, propulsores triples llameando como soles recién nacidos, para dirigirla a lo largo de su curso final, directamente al corazón del dominio Invid.


La cima despuntada de la torre de transmisión asemejaba las colmenas hemisféricas resplandecientes contra las que Scott y los otros ya habían ido, excepto por el hecho que estaba situada encima de un tallo de apariencia orgánica de unos doscientos cuarenta metros de alto. Cuando los tres Veritechs se acercaban a ella –el Alpha de Scott y los Betas desacoplados– una multitud de Naves Pincer de color castaño-óxido salió a borbotones para enfrentarlos. Y la desigualdad nunca había sido peor.

“¡Dios, son demasiados!” Scott gritó en su micrófono del casco, repentinamente cuestionando la naturaleza impulsiva de su ataque. Dos de sus tres buscadores de calor encontraron sus objetivos, pero los cielos estaban literalmente salpicados de naves alienígenas. “¡Nunca lograremos pasarlos!” Cuando un vendaval de discos de aniquilación fue dirigido hacia contra él, él liberó un racimo de cuatro misiles más. Tres naves Invid explotaron, enviando ondas de choque y destellos de luz segadora dentro de la cabina del VT. Scott se movía en zigzag por una segunda salva del fuego enemigo y estaba disparando otra multitud de misiles cuando oyó la voz de Rand atravesar la red táctica.

“¡Scott, mira! ¡Esos viejos locos en efecto han conseguido levantar esa pila de chatarra del suelo!”

Scott se inclinó en el asiento; él vio al crucero lejos hacia la derecha debajo de él, apenas sobre la copa de los árboles.

“Cuida tu boca, hijo,” Frank decía a Rand. “¡Esta no es una pila de chatarra, y se lo probaremos mostrándoles a ustedes buenos para nada cómo luce una tripulación real de combate!”

Scott quiso retractarse de todas las cosas que él les había dicho. Él había oído esas palabras de coraje nuevo antes, y el final era siempre el mismo.

“¡Llévense esa nave fuera de aquí!” él rugió.


“¡Como en los buenos viejos tiempos!” Jesse gritó sobre su hombro a Roy. Él tenía la base de la torre de transmisión centrada en la pantalla de objetivo de la consola, pero no era la torre tras la que él estaba –no todavía. Primero estaban todas esas naves a las que había que derribar. Así que él dio un golpe rápido al interruptor selector de arma pasándolo a máxima ráfaga y presionó el botón del gatillo.

Un abanico de energía láser vomitó en el campo, aniquilando innumerables naves. Pero las tropas de combate fueron rápidas para balancear el marcador. Ignorando a los Veritechs por el momento, se formaron contra el crucero y reenfocaron el poderío de su poder de fuego colectivo. Sin los escudos, la nave Robotech tenía poca inmunidad contra los discos. Explosiones ardientes hicieron erupción a través de la proa del crucero cuando descarga tras descarga desollaba el blindaje y la superestructura y volaba en pedazos las torretas de los cañones.

En el puente Shorty fue arrojado de su estación gritando cuando un furioso destello blanco agujereó la nave.

“¡Maldita sea!” Jesse maldijo, viendo a su amigo caer. “¡Yo les mostraré!”

Él dejó caer pesadamente sus manos contra el botón del gatillo una y otra vez, pero por cada Invid que despedazaba había dos más retornando el fuego. Ellos estaban zumbando alrededor del crucero ahora, acuchillando a sus áreas dañadas con sus pinzas y abriendo heridas irreparables en su casco. Los discos encontraban su camino dentro de éstas, y pronto la nave de guerra era un naufragio llameante y humeante trabado en una nueva lucha con la gravedad misma.

Scott observaba impotentemente mientras el crucero comenzaba a caer. “¡Usen sus cápsulas de escape!” él les suplicó. “¡Abandonen la nave mientras tengan tiempo!” Pero Frank dijo las palabras que Scott sabía que oiría:

“De ninguna manera, hijo. Esta tripulación no se da por vencida.”

“¡No sea tonto, viejo! ¡No hay nada más que pueda hacer!”

“Aún queda un trabajo que debe hacerse,” Frank le dijo débilmente.

Scott estaba junto a la nave ahora, tratando de echar un vistazo dentro a través de los puertos de observación del puente. “¡No va a probar nada de esta manera!”

“Podemos probar que no somos cobardes, Teniente.”

Scott se dio cuenta de que ellos estaban tratando de pilotear el crucero dentro de la base misma de la torre de transmisión. Él habría dado cualquier cosa para haber podido impedírselos, y sin embargo la torre tenía que ser destruida, y era dudoso que los Veritechs pudieran hacerlo solos. Así que Scott se alejó de la zambullida suicida de la nave, ordenando a Rand y a Rook retroceder al mismo tiempo.

El crucero perforó el tallo como una lanza, a unos sesenta metros debajo del casquete hemisférico.

En el puente, Roy volvió una mirada perspicaz a Frank en el puesto de servicio adyacente. “He quitado los seguros de todos los misiles, Comandante.”

Frank asintió con la cabeza. “¿Estamos todos de acuerdo acerca de lo que debe hacerse?” él preguntó a su tripulación. “¿Shorty, qué dices?”

Fatalmente herido, Shorty había logrado volver a su asiento. Su cabeza estaba descansando en la consola. “¿Comandante, cuántas veces tengo que decirle? No me llame Shorty.”

La voz de Scott retumbó por los altavoces. “Aún hay tiempo. Armen las cargas y métanse en las cápsulas. Entraremos y los recogeremos.”

“Lo siento, señor,” dijo Frank. “Nuestra radio ha sido dañada, y no podemos oírlo.” Rand trató de hacerles entrar en razón, pero Frank sólo sacudió su cabeza. “No, es mejor de esta manera... ¿Shorty, estás listo?”

Shorty tosió una vez. “Es gracioso, Comandante, pero acabo de recordar cuál es realmente –es decir, mi nombre. Es–”

Frank llevó hacia abajo el talón de su puño sobre el botón de auto destrucción.

La torre explotó, el tallo en una tormenta de fuego.

Los tres Veritechs bajaron en picada para un vuelo de inspección.

“No debemos dejar que el mundo los olvide... leales y valientes... soldados.”

“Se les otorgará medallas de honor,” Scott dijo suavemente.

Abajo, Lunk, Annie; Lancer, y Marlene observaban la bola de fuego ascender y tomar forma de hongo en lo alto.

“¿Quiénes eran, de todos modos?” Annie preguntó.

Perpleja por las emociones contradictorias que sentía, Marlene recordó la bondad de Gabby, la risa de Jesse, la aspereza de Frank, la breve imagen del relicario holográfico del hijo de Gabby...

“Eran héroes,” ella sollozó.


Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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