La Nueva Generacion - Symphony of Light1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 epílogo
Scott había asumido que la “mengua” [sic] de Yellow Dancer tenía algo que ver con la infatuación de Lancer con Marlene; pero mientras que Scott estaba ciertamente en la pista correcta, tenía el motivo equivocado –un hecho que contribuyó a las rivalidades que se levantaron luego. Si los dos hombres se hubieran sentado a hablar de las cosas, tal vez se habrían dado cuenta que Marlene no era la amnésica que Scott quería creer que ella era, ni Sera el piloto Humano que Lancer asumió que ella era. Una y otra vez esta falla en la comunicación socavaría el movimiento del equipo hacia la unidad, hasta el final. Zeus Bellow, El Camino a Punto Reflex
De algún modo. La ventolera había pasado completamente, pero la temperatura en realidad se había elevado un par de grados. Sin embargo, los luchadores de la libertad estaban calados hasta los huesos y sintiendo el frío. Annie lo sentía más que los otros –su ropa tenía poca de la protección termal proporcionada a Rook por el bodysuit del Cyclone, y ella simplemente no estaba tan habituaba al frío como Rand. Como consecuencia, ella había viajado a cuestas en el bosque, sus brazos tiritando enrollados alrededor del cuello de Rand. “Mejorará cuando entremos a los árboles,” Rand le había asegurado a ella. “No puedo prometerte un fuego inmediatamente, pero al menos estarás fuera de este viento.” En este punto Rand no tenía ningún plan real más allá de encontrar refugio temporal donde ellos pudiesen recobrar algo de su fortaleza. Todos ellos habían recibido una paliza, y Rook tenía algunas quemaduras faciales severas. Rand no imaginaba que Scott y Lunk estuviesen mucho mejor, y aunque Lancer no había recibido daño real, él tenía a Marlene a quien atender, lo que era en ciertas maneras algo peor que estar allí afuera solo. Rand se había regañado a sí mismo por haber dejado su mochila de supervivencia en el Alpha. Durante las pasadas pocas semanas él se había estado quejando a Scott de que todos se estaban volviendo demasiado confiados en los sistemas de los mechas para sobrevivir, y ahora aquí estaba él afuera en el bosque con nada más que un arma de mano y la herramienta de su guarda. Pero a unos cuantos pasos camino adentro del bosque su actitud empezó a mejorar considerablemente, especialmente después de divisar la trampa. Evidentemente en un tiempo el lugar había sido ocupado por otros que eran menos que simpatizantes con los Invid. Allí había tres pequeños refugios casi semejantes a iglúes conteniendo alimentos, herramientas, y tiras de cuerda y cable, pero más importante aún, los árboles a lo largo del sendero habían sido arreglados para repeler intrusos. Rand dejó a Annie al cuidado de Rook en uno de los refugios y salió adentrándose en la luz de luna para investigar. Que los diseñadores de las trampas habían estado tras la presa mayor fue inmediatamente obvio, pero cada uno de los árbol y mecanismos de cables necesitaban atención, y Rand comprendió que iba a tener que trabajar rápidamente si las trampas iban a servir su propósito. Así que mientras Rook y Annie se calentaban, él se puso manos a la obra reemplazando cables deteriorados, reasegurando contrapesos, y afilando las estacas. Él tuvo que derribar varios árboles de tamaño medio, pero había sido cuidadoso en escoger sólo aquellos que caerían con la menor cantidad de ruido. Y hasta ahora no había habido ninguna señal de los Invid. Él estaba ocupado en una pieza final de trabajo manual ahora, arrodillado en la nieve usando cúteres en el cable que contraventaba el cebo central. “¿No has terminado aún?” él oyó a Rook preguntar detrás de él. Él giró de su tarea para darle una mirada torcida. Ella estaba a tres metros de distancia, los brazos cruzados y una sonrisa afectada en su cara. “Espero que tú y Menta hayan estado cómodas,” él contestó con elaborada preocupación. Rook hizo un gesto afectado. “Oh, nos las arreglaremos hasta que los sirvientes lleguen. ¿Te has estado divirtiendo con tu juego de niños?” Rand torció una pieza final de cable alrededor de éste y se puso de pie, observando al artificio de un modo auto satisfecho. “A veces me asombro a mí mismo.” Rook se acercó y dio al alambre un tirón de desconcierto. “¿Esta es la mejor ratonera que nos prometiste?” “Ustedes dos sólo quédense en el refugio y déjenme las pesadillas de metal a mí, ¿está bien?” Ella frunció el entrecejo. “Tu confianza no me impresiona.” “Pretende creer en mí,” él se mofó. Justo entonces Annie apareció en el claro, sofocada y señalando hacia atrás hacia el pie de la pendiente. “¡Ya vienen!” Rand dijo a Rook que viera si podía hacer algo sobre las huellas que ellas habían dejado en la nieve, así que ella y Annie se pusieron a trabajar con varillas de coníferos mientras él alisaba la nieve alrededor de la trampa. Él informó a sus compañeros de equipo sobre su trabajo y repasó rápidamente el plan de contingencia al que él esperaba que ellos no tuviesen que recurrir. Quince minutos después, él estaba trepando a uno de los árboles y Annie y Rook estaban de vuelta en el refugio. Rand se movió como una ardilla por ahí un poco hasta que encontró un buen lugar para sí en las ramas superiores, luego acopó sus manos en su boca y gritó, “¡Auxilio! ¡Ayúdenme, estoy herido!” dirigiendo su falsa alarma a lo largo del sendero que llevaba a la base de la avalancha de nieve. Rook y Annie oyeron su llamado y se acurrucaron en el refugio, curioseando hacia el claro por una ranura estrecha en la pared. Pronto oyeron el sonido de pasos pesados, y un Trooper avanzó pesadamente en el claro, su escáner rojo sangre explorando los árboles. Rand extrajo su H90 y se recordó permanecer calmado. Él podía ver que el Trooper estaba siguiendo las huellas que ellos habían dejado adrede intactas en el sendero. “Un poco más lejos...” Rand alentó, susurrando para sus adentros a través de dientes rechinantes. El Invid dio dos pasos más perfectamente situados, lo que condujo a cada uno de sus pies hendidos en los mecanismos de anillo de la trampa. Los cables se cincharon y apretaron, mientras que otros se pusieron tirantes, tirando de tensores y activando poleas que habían sido ocultadas en lo alto en las ramas circundantes. En otra parte, postes y árboles empezaron a soltarse, quejándose mientras se enderezaban, liberados finalmente de su cautiverio inclinado. Los pies del Trooper fueron arrebatados de debajo de aquel, y repentinamente éste estaba siendo halado en el aire, prisionero e invertido. Sonriendo con delicia, Rand se mudó de la rama para mirar la ascensión desafortunada de la cosa. Pero un momento más tarde su sonrisa estaba colapsando: la trampa había sido bien diseñada pero no construida lo suficientemente resistente. O eso o los árboles enlazados habían visto demasiadas temporadas. Uno tras otro estaban comenzando a astillarse bajo el peso del Trooper; los cables se estiraban y rompían con un chasquido, y las poleas eran desgarradas de sus amarres. Cuando la nave caía a plomo de cabeza hacia la nieve, Rand armó su arma y disparó cuatro disparos rápidos, de los cuales sólo uno conectó. Pero todo eso sirvió para alertar al Invid de su presencia. Antes de que él pudiera reaccionar, los cañones del Trooper cobraron vida y descargaron una ráfaga que conectó de frente con el tronco a unos cuantos metros debajo de su percha temblorosa. El árbol se partió, y Rand y la sección superior fueron volados hacia atrás por la explosión. Él y el Trooper golpearon el suelo casi al mismo tiempo, ambos quedaron inconscientes por sus caídas. Pero el Invid fue el primero en despertar. Cuando el Trooper se ponía de pie lentamente, Rook y Annie vieron al escáner de la nave parpadear en conciencia. Rand estaba aún inconsciente, boca abajo en la nieve, un brazo extendido enganchado alrededor de la base del árbol sobre el que él había golpeado en su caída. Annie comenzó a gritar. Horrorizada, Rook observaba al Invid dar tres pasos hacia delante y colocarse sobre su compañero de equipo caído. Ella salió corriendo a gran velocidad del refugio, gritándole a Rand que se despertase, levantando su blaster al tiempo que el Trooper estaba levantando su garra. Ella tuvo que poner cinco disparos en la espalda del alienígena antes de que éste girase, y cuando lo hizo, fue lo suficientemente inteligente para usar su pinza como un escudo. Impávida, Rook continuó disparando hasta que vio esas esferas reveladoras de luz cebadora formarse en los cañones de la nave; entonces ella giró y apresuradamente trató de retirarse. El Invid le arrojó un disco que la tiró en un choque de cabeza. Ella rodó sobre sí, luchando para recobrar su aliento mientras el Trooper se acercaba, incierta si debía estar agradecida que la cosa la hubiese dejado vivir. Repentinamente ella oyó la voz en tono burlón de Annie acercarse y miró asombrada mientras su diminuta amiga comenzaba a aporrear a la altísima nave con bolas de nieve. Rook se puso de pie y reasumió el fuego, esperando atraer la atención del Invid antes de que Annie tuviera éxito en enfurecerlo. Rand entretanto había vuelto en sí y estaba contribuyendo con sus propias descargas, y juntos de algún modo lograron hacer arrodillar al Trooper. “¡Vamos, vamos!” Rand gritó, indicándoles a Rook y a Annie que lo sobrepasasen. Ambas sabían lo que él estaba tramando y huyeron hacia el sendero donde Rand había montado la segunda trampa. Rook giró para ver si él estaba yendo detrás. “¡Estoy justo detrás de ustedes!” ella le oyó gritar. Y también lo estaba el Trooper, asomándose sobre ellos y los árboles, una apariencia monstruosa bajo la luz de luna, como la pesadilla que era. Pero aquel estaba actuando precisamente como Rand había esperado, caminando osadamente a lo largo del camino, ignorante de que esa área tenía una sorpresa especial. Y en un momento el Trooper estuvo hundido hasta su cintura en la nieve, hundido en un poso que había sido cavado debajo del sendero. “¡Corten las líneas!” Rand gritó a las mujeres. Rook corrió al área que él había indicado y sacó su cuchillo. Ella cortaba los cables mientras él gritaba los números. Instantáneamente, troncos afilados oscilaron hacia abajo hacia el Trooper atrapado desde las copas de los árboles circundantes. Con los propulsores llameando contra la prisión del poso, el Invid esquivó los primeros dos y paró el golpe del tercero con su pinza, pero el cuarto perforó a través del escáner de la nave y lo inmovilizó. El Trooper fue alzado fuera del poso y arrojado tendido sobre su espalda en el sendero. El tronco afilado salió fuera de su ojo color rojo sangre como una estaca clavada en el corazón de un vampiro. “Dios...lo hicimos,” Annie dijo con incredulidad. Rook enjugó el sudor de su ceja. “Demasiado cerca esta vez, demasiado cerca.” “Nada mal.” Rand sonrió, caminando a zancadas hacia la nave sangrante. “Algo primitivo tal vez, pero le tenía confianza.” Rook se mofó de él. “Cierto, Rand. ¿Y supongo que conseguir que casi te maten era parte del plan?” “Eso siempre es parte de mi plan,” él le dijo. “Sólo para impresionarte un poco.” “¿Nunca te asustas?” Annie dijo, observando. Rook miró a Rand, luego hacia abajo a Annie. “Sólo cuando nadie lo esta viendo,” ella le dijo.
La avalancha había desencadenado deslizamientos secundarios en varias de las grietas tributarias bajo la depresión, y en una de éstas, una agrupación expuesta de pedrones rodados de morena se balanceaba precariamente sobre el suelo estrecho de la hondonada. Scott pensó que si ellos podían atraer a los Troopers hacia el barranco, luego de algún modo lograr soltar esos pedrones rodados... Lunk era escéptico, pero no veía que hubiera otra alternativa. Los VTs y los Cyclones no habían sido completamente enterrados por la nieve, pero ellos ni siquiera podían pensar en alcanzarlos hasta que hubiesen reducido al enemigo en número. Así que él se ofreció voluntariamente para subir a la cima y ver si podía liberar palanqueando algunas de las rocas, mientras que Scott se preparaba para servir de cebo a las dos naves enemigas. Lunk había encontrado lo que él consideraba era un pedrón rodado persuasivo que forzaría al grupo entero en un deslizamiento, y tenía su hombro en aquel cuando Scott entró a la barranca corriendo, los Troopers inmediatamente detrás de él. El teniente alcanzó el fin del barranco y giró para disparar unos cuantos tiros a sus perseguidores, queriendo más provocarlos que infligir algún daño. Pero más que eso, la breve descarga de Scott estaba dirigida a mantener a los Troopers a raya por unos cuantos segundos que Lunk necesitaba para precipitar el pedrón rodado hacia ellos. “¡Apresúrate!” Lunk oyó entre estallidos de H90. “¡Están en posición!” Lunk empujó su hombro desnudo contra la piedra, las botas tratando de encontrar apoyo en la nieve. Abajo, uno de los Troopers abrió fuego a Scott. Los discos de aniquilación levantaron rápidamente una fuente de nieve que momentáneamente lo enterró, pero Lunk vio a Scott salirse de allí sacudiéndose. Y tal vez fue la visión de su amigo en peligro lo que le dio a él el empuje extra que necesitaba, porque de repente el pedrón rodado estaba cayendo y comenzando su deslizamiento hacia la pandilla. Scott oyó a la roca impactar la masa y decidió ayudar a las cosas apuntando su arma al propio reborde. Las descargas de su MARS-Gallant hizo lo que el ímpetu solo no podía, y en un momento la masa entera estuvo derrumbándose hacia el fondo de la barranca con un rugido ensordecedor y movimiento del suelo. Scott se arrojó a la pendiente opuesta, calculando que los Invid saldrían disparados libremente de la barranca, dándoles a él y a Lunk la oportunidad para alcanzar los VTs. Él nunca esperaba que atraparían en realidad a los Troopers de improviso, pero eso fue exactamente lo que sucedió. Ambos habían tratado de despegar, pero las rocas que caían habían destrozado los sensores de las naves, y en la confusión las cosas consiguieron ser atrapadas en la avalancha y fueron volcadas y enterradas. Cuando la nieve se asentó, Lunk apareció en la cima de la barranca, una mirada triunfante en su cara. “¡¿Nada mal, eh, Comandante?!” él gritó hacia abajo. Scott examinó el daño que ellos habían hecho y sólo pudo observar maravillado. “Sí, grandioso, compañero,” él retornó gritando. “Tal como lo planeamos.”
Marlene parecía no consciente de dónde estaba o de qué estaban huyendo. Lancer simplemente la había llevado halando como a una niña indefensa, a menudo escudándola con su cuerpo de los escombros levantados por los discos del Trooper. Pero ahora todo lo que él podía hacer era mirar sin esperanza a través de los tres metros de espacio vació que los separaba de la cara opuesta de la hondonada. “Quizá si nos apresuramos podemos volver atrás,” Lancer le dijo, tratando de hacerlo sonar factible. Pero cuando él agarró su débil muñeca de nuevo y se preparó para partir, vio al Trooper emerger del bosque, acercándose a ellos rápidamente. Marlene entendió que tendrían que saltar a través del abismo. Ella asintió con la cabeza a Lancer, su frente arrugada en señal de aprensión. Ellos se dieron varios metros de pista y hicieron un arranque loco hacia el borde, asidos de la mano mientras se remontaban a través del abismo. Y ellos casi lo lograron. Pero se quedaron cortos por poco, agarrándose del borde –el que era realmente poco más que nieve– y cayendo hacia atrás hacia lo que pensaban sería el fondo del abismo. En cambio, sin embargo, ellos aterrizaron sobre un reborde estrecho aproximadamente a tres metros debajo del filo. Lancer estaba pensando que las cosas no podían empeorar, pero por supuesto podían. Sobre ellos, la nave comando Invid apareció en escena. Pero para su sorpresa, él observó como la barquilla de control se abría y un piloto Humano saltaba desde la cabina acolchada. Era la misma prisionera de cerebro lavado que él había visto en la isla: una hembra delgada de estatura media con cabello punk verde rubio y ojos tan rojos como el escáner de un Trooper. Ella vestía un bodysuit de paneles coloreados que enfatizaban los mayores grupos de músculos del cuerpo en tiras de color negro, púrpura, y rosado –como los colores de la nave comando misma. “Yo te conozco,” Lancer le dijo mientras ella los miraba hacia abajo. “¿Por qué estás combatiendo para el Invid?” La única respuesta de la mujer fue ridiculizarlo con una risa breve. Lancer la señaló acusantemente. “¡Eres una traidora! Respóndeme: ¿Por qué estás combatiendo para ellos?” Sera continuó mirando con fijeza al Humano, encolerizada y confundida al mismo tiempo. Debo destruir a esta cosa llamada hombre, ella pensó. Pero por alguna razón no puedo. El Trooper que había perseguido a Lancer y a Marlene por el bosque apareció en el reborde opuesto ahora, pero éste, también, detuvo su ataque. Lancer observó la nave cautelosamente, luego giró de nuevo para confrontar a la mujer, quien estaba obviamente al mando de la situación. “¡¿No puedes entenderme?!” él exigió. Cuando él no consiguió una respuesta, alteró su tono a uno de rendición cínica. “Entonces acaba de una vez con esto. Pero perdona a esta mujer. Ella no ha hecho ningún mal.” Marlene y Sera encontraron sus miradas. Y durante el intercambio, el cual Lancer consideró breve, una riqueza de recuerdos raciales fue transmitida. Esa cara... pensó Marlene. Es como si el tiempo se hubiese detenido y puedo ver dentro de mi pasado y mi futuro simultáneamente... La cara de Sera se había disuelto, pero Marlene parecía seguir esos ojos rojos en un viaje a través del espacio y el tiempo. Vistas cósmicas se disparaban ante ella, manchas y filigranas semejantes a una red de nubes matizadas brillantemente, remolinos y espirales de materia galáctica esparcidos como diamantes sobre terciopelo. Ella contempló una visión de Optera a través de los ojos de Sera, de los Invid como eran antes de la venida de Zor, de las Flores antes de la Caída. Luego el inconsciente de Sera abrió para ella los horrores de los días desde entonces. Marlene vio la búsqueda de su Grial robado; la transmutación de la raza en un ejército de guerreros implacables, agobiados con una necesidad de mechas y Protocultura que competía con la propia de los Maestros; el viaje a través de la galaxia hacia este planeta que ahora ellos reclamaban como propio; y el desposeimiento de sus seres nativos, precisamente como ellos una vez habían sido desposeídos... Y había una voz en la mente de Marlene –una que no podía identificar pero que al mismo tiempo parecía ser la suya propia: “Extiéndete en el conocimiento cósmico de tu raza, Ariel,” la voz le decía. “Y aunque sientas que estás soñando, observa la belleza de tu hogar. Somos una raza de seres poderosos destinados a controlar el universo con nuestro intelecto y poder, y tú, Ariel, eres una parte de ese poder. Regresa a nosotros, mi niña; regrese, Ariel, y vuelve a unirte a la colmena...” Marlene miraba con fijeza a Sera cuando su cara tomó forma una vez más, el viaje por el espacio-tiempo concluyó, y pensó: yo la conozco: somos como hermanas de algún modo... Entonces sin advertencia, explosiones estaban meciendo el reborde y haciendo erupción alrededor de la base de la nave comando de Sera. Scott y el resto del equipo se habían situado en los límites de la colina sobre la hondonada y estaban disparando contra la nave comando y su único secuaz. Momentáneamente confundida por la renovada lucha, Sera rompió su contacto con Marlene y retornó a la cabina de su nave, elevándose al instante y uniendo sus descargas en el lado opuesto del abismo. Pero ni bien aterrizó el reborde cedió y los dos cayeron juntos, impactando rocas y afloramientos mientras caían. Lunk y Rand llevaron a Lancer y a Marlene a la seguridad. Parecía increíble que todos ellos hubiesen sobrevivido y que todos sus planes locos hubiesen funcionado. Más aún más inquietante era la piloto Humano quien una vez más había demostrado una ambivalencia azarante. Scott se rehusaba a creer que la mujer adrede había sujetado su mano; él señaló cómo ella había disparado sobre él más temprano sin compunción. Lancer, sin embargo, no era tan tonto para aceptar la explicación de Scott de que la mujer había sido distraída por su ataque repentino. Y él también vio que algo inexplicable había acontecido entre la mujer y Marlene. Ambos, Rand y Annie, habían sido tocados por la conciencia Invid en el pasado, pero sus encuentros psíquicos habían sido breves y momentáneos. Marlene, por otra parte, había sido profundamente afectada. “Yo no pertenezco con ustedes,” Marlene dijo a Lancer más tarde, cuando los otros se habían partido con rumbo a los mechas enterrados. “Por favor, Lancer, yo sólo les traeré problemas a todos ustedes...” Él trató de confortarla lo mejor que pudo ofreciéndose como su protector. Y eso pareció calmarla algo. Pero ello le produjo a él poca ayuda. ¿Quién sería el próximo en sentir el sondeo
mental del enemigo? Él se preguntó, estremeciéndose
cuando guiaba a Marlene lejos del abismo.
Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina) |