La Nueva Generacion - Symphony of Light

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Capitulo 12

Hay cierta verdad en la reclamación de que Corg contribuyó a la derrota del Invid, tal como fue; pero sólo en el sentido de que su prematura lujuria de sangre tuvo éxito al enemistar a Sera tan pronto. Por otra parte, los así llamados paralelos con el Zentraedi Khyron son más bien forzados y permanecen no convincentes. Para ser honesto, ¿a quién podemos apuntar que no haya contribuido a la derrota? Uno podría culpar además a Marlene, Sera, Zor, en cuanto a eso. Deposita la culpa en el amor, si quieres, en la Protocultura.

Dr. Emil Lang, El Nuevo Testamento


Corg reunió sus escuadrones de Enforcers Urbanos en el extremo norte de la isla y les ordenó comenzar una marcha en dirección sur, saneando la ciudad de arriba abajo. Naves Shock Trooper los apoyarían, creando fuegos apocalípticos para hacer salir a los Humanos de sus moradas.

Los residentes pensaron que estaban atestiguando algún tipo de entrenamiento hasta que las primeras corrientes de discos de aniquilación golpearon las calles; entonces hubo pánico completo. Las personas huían de los edificios en llamas sólo para ser atrapados en descargas cerradas de fuego de las tropas terrestres Invid. Manzana tras manzana quemada, llenando el cielo vespertino con luz infernal. Las fachadas de ladrillo y concreto de los edificios colapsaban sobre las avenidas, levantando vendavales de brasas enrojecidas y ceniza acre. Cientos quedaron atrapados en el ripio, y cientos más perecieron en las callejuelas y calles, en pozos de ascensor y patios. Nadie podía comprender lo que estaba ocurriendo. ¿Se habían causado esto ellos mismo de algún modo? ¿Habían ellos transgredido o violado alguna regulación Invid de la cual nadie había estado consciente? ¿O era este simplemente el modo en que siempre terminaría de ahora en adelante? No más ancianidad o enfermedad, no más ataques al corazón o accidentes; sólo estallidos casuales de luz cegadora, arrebatos de exterminio sistemático...

Corg sonreía por la destrucción resultante desde la cabina de su nave comando. Mira, Princesa, él rió para sí. ¡Observa a tus formas de vida ahora!


El centro de la ciudad, en el teatro de baile de Simón, Jorge tenía una nota que acababa de ser entregada por una de las aves mensajeras águila negra del movimiento clandestino de resistencia. Los sonidos de explosiones distantes ya habían alcanzado a meterse en el edificio, y una atmósfera de temor prevalecía. “¡Escuchen, todos!” él anunció. “Los Invid están alborotados. ¡Están matando a todos! ¡Barriendo por la ciudad entera, de norte a sur!”

“¡Oh, mi Dios!” murmuró Simón. “¡Van a terminar con nosotros! ¡Sabía que algún día llegaría esto!”

Lancer miró a Rand, su cara toda torcida. “Es debido a nosotros, Rand,” él hirvió, lo suficientemente alto para que su amigo lo oiga. “Nosotros causamos esto. Sólo nuestra presencia aquí...”

Rand lo aceptó con un tipo de encogimiento de hombros y dio otro mordisco al emparedado que Jorge le había preparado antes de que se desatase todo el infierno.

“Tenemos que salir de aquí,” uno de los bailarines estaba diciendo al resto de la compañía. “¡Se están acercando!”

El hombre tenía razón, Lancer se dio cuenta; las explosiones eran más fuertes ahora, lo suficiente para hacer temblar al propio teatro. La primera ráfaga en golpear el edificio tiró a todos al piso. Las luces parpadearon una vez y se apagaron; unas cuantas personas gritaron.

“Tenemos que ayudar a estas personas a llegar a un refugio,” Lancer dijo a Rand cuando la potencia intermitente retornó. Polvo y partículas de escombros llenaban el aire. Lancer había desenfundado su arma...

Rand, quien casi había tragado todo el emparedado, lo sacó de su boca y jadeó por su aliento. “¿Llevarlos a los refugios? ¿Qué te parece si ellos nos llevan a los refugios?”

Jorge estaba parado al lado de ellos, ayudando a una Annie petrificada a ponerse de pie. “Podemos alcanzar el metro desde el sótano,” él dijo rápidamente. “Estaremos a salvo allí.”

“Depende de cuán serios estén ellos,” Rand comenzó a decir. Pero Jorge ya estaba pastoreando a sus amigos bailarines hacia las salidas.

Dos explosiones debilitantes más hicieron erupción en el medio de ellos precisamente entonces, y de repente el interior del teatro estaba en llamas. La mayor parte de la compañía de Simón ya había logrado pasar por las puertas de salida, pero el propio director estaba parado completamente inmóvil, como si en shock. Lancer corrió hacia él y lo hizo dar media vuelta, viendo la mirada de devastación en sus ojos.

“¡Simón, tienes que irte!”

“Mi teatro...”

Lancer puso sus manos en los hombros de Simón, dirigiéndolo lejos de la llamarada que ya había chamuscado sus caras. “Escúchame... El teatro se ha ido. Y no ayudará a nadie si tú te vas con el resto de ello.”

“Se ha terminado,” Simón dijo rotundamente, vencido.

“Vamos, hombre. Habrá otros shows; sobrellevaremos esto.”

Simón ofreció una sonrisa tenue. “Quizá...”

Una columna se derrumbó detrás de ellos, tirando abajo una porción del balcón y echando combustible al fuego.

“¡Por supuesto que lo haremos!” Lancer gritó. “¡A menos que no te saquemos de aquí en este momento!” Rand estaba en la puerta, una mano escudando su cara del calor, gritándoles que se pongan en marcha. Lancer tomó la mano de Simón y lo guió hacia fuera corriendo.


“Increíble,” Scott estaba diciendo en el tejado al otro lado del río. “Parece que están tratando de destruir la ciudad entera y a todos en ella.” Él exploró con los binóculos infrarrojos de norte a sur, luego los bajó.

Rook y Lunk estaban de pie mudos cerca del muro de contención, hipnotizados por el espectáculo ardiente. Marlene estaba lejos hacia un lado, abrazándose a sí misma. Scott giró hacia Lunk.

“¿Cuánta Protocultura tendremos si despojamos a los sistemas de potencia de los Cyclones de ella?”

“Quizá una docena de latas.”

“Tenemos que actuar rápido,” Rook dijo a Scott. “Annie y los muchachos están en algún lugar en el medio de esa tormenta de fuego.”

Scott apretó su boca. ¿Por qué no me han contactado como lo planeamos? él se preguntaba, ya calentándoles las orejas. Con una docena de latas de combustible, ellos tendrían suficiente para potenciar a los tres Veritechs por poco tiempo. Pero a menos que fueran capaces de reabastecerse después, eso efectivamente agotaría a los mechas, Guerreros y Cyclones por igual. E inclusive los nudos de instrumental de Punto Reflex estaban a unos buenos cuatrocientos ochenta kilómetros al oeste de la ciudad.

“Vamos, Scott,” Rook estaba diciendo, su mente decidida. “Cambiemos las latas y vallamos allí.”

Scott emitió una inclinación de cabeza muda de consentimiento y se arrodilló sobre una rodilla al lado de Marlene mientras Rook y Lunk partían. “Es mejor que te quedes aquí,” él le dijo. “No quiero correr ningún riesgo llevándote más cerca de ese lugar. Puedo ver por lo que ya estás pasando.”

“Yo –yo estaré bien aquí,” ella tartamudeó, como si estremecida hasta los huesos. “Pero prométeme que tendrás cuidado, Scott.”

Ellos se tocaron brevemente, y él partió.


En la colmena central, Sera había sido alertada de la oleada de muerte que su hermano estaba desatando contra el populacho. Ella estaba sentada rígidamente en la parte superior del estrado semejante a un hongo ahora, las manos aferradas estrechamente a los brazos del trono, mientras las vistas de la destrucción la alcanzaban a través de un proyector circular.

“¡Esto es intolerable!” ella gritó a sus guardias Enforcers, quienes estaban de pie impávidos debajo del casquete del estrado. “¡Corg está saboteando deliberadamente el experimento! ¡Las derrotas que ha sufrido por obra de los Humanos han afectado su condicionamiento!”

En todas partes que el proyector la tomase, la escena era la misma: edificios en llamas, las formas de vida Humanas en posturas de agonía, y más. Pero de repente Sera quedó boquiabierta cuando una imagen de Lancer llenó el campo holográfico. Él estaba en el medio de la locura, su Gallant en su brazo estirado delante de él, retornando ráfagas insignificantes de venganza contra el poder aplastante de la máquina de guerra de Corg.

¡El rebelde Terrestre quien ha causado tanto disturbio dentro de mí! ella se mantuvo diciendo para sí. Pero la presencia de Lancer significaba que Ariel debía estar cerca. Sera saltó del estrado y se dirigió directamente a su nave comando.


Si Sera hubiese continuado mirando el proyector un momento más, se habría dado cuenta que los disparos de Lancer no eran tan fácilmente descartados. Ciertamente, un H90 parecía insignificante cuando se la comparaba con el arsenal móvil de Corg, pero Lancer y Rand habían logrado sin embargo limpiar las calles de más de una docena de Enforcers Urbanos.


“Eso es,” Lancer estaba diciendo ahora mientras el número quince caía, sus placas pectorales abiertas de un corte y rezumando fluidos nutrientes verdes.

Annie, Jorge, y Simón salieron de su cubierta para unírseles en la calle. La mayor parte de la tropas terrestres se habían movido más adelante al sur, pero en su estela la ciudad se desintegraba y quemaba, volviendo la noche en día.

“Al menos nadie en la compañía resultó herido,” dijo Jorge. “Todos lograron llegar a los túneles del metro a tiempo.”

“Desearía que el resto de la ciudad hubiera sido tan afortunada,” Annie añadió, sofocando un sollozo.

Lancer verificó la carga restante del blaster y frunció el entrecejo. “Es mejor que nos ocultemos bajo tierra nosotros también.”

Repentinamente Annie levantó su brazo y dejó salir un grito espeluznante. Dos naves Trooper habían caído a la calle desde de una rebanada de cielo anaranjado, sus pezuñas hendidas rasgando el pavimento.

Lancer y Rand levantaron sus armas al mismo tiempo y dispararon, instintivamente encontrando el mismo objetivo. El Trooper recibió ambos disparos justo sobre su escáner y se rajó como un quiste lanceado, vomitando humo espeso y fluidos nauseabundos. El segundo giró para ver a su compañero caer, luego giró retrocediendo, las puntas de sus cañones radiantes de carga de cebadura. Pero inesperadamente algo agujereó la cosa con un disparo perfectamente situado en la parte central, y éste también cayó, casi aplastando a Rand y a Annie camino abajo.

Simón, Jorge, y los luchadores de la libertad miraron hacia arriba a tiempo para ver a tres Veritechs bajar en picada por el cañón formado por los edificios y aparecer gradualmente en el resplandor.

“¡Es Scott!” Rand voceó, asombrado. “¡¿Cómo rayos nos encontraron?!”

“No creo que lo hayan hecho,” Lancer dijo, viendo a los VTs ladearse fuera de la vista. “Sólo agradece que escogieran centrar la puntería en ese Trooper en particular.” Él sintió una mano en su hombro y giró.

“Lancer, tengo una idea,” dijo Simón. “Quiero que nos ayudes a continuar con el show.” Él no prestó atención a la mirada de incredulidad de Lancer. “Sé que es mucho pedir, pero vamos a necesitar ayuda si es que esta ciudad va a sobrevivir.”

Lancer lo meditó; por sobre el hombro de Simón él pudo ver a Annie y a Rand asintiendo con sus cabezas en aliento. “Seguro,” él dijo por último.

Jorge hizo tronar sus dedos con un estallido audible. ¡Ejole! “¡Este será el show de mi vida!”


Los tres Veritechs volaron el norte hacia el borde de las peores conflagraciones y se separaron para volver atrás. Los brillos de los propulsores de las naves Invid Trooper eran visibles en los cielos del sur. “Asegurémonos de que las calles estén libres de cualquier unidad terrestre,” Scott dijo a los otros por la red. “Luego iremos tras las naves.”

“Nada en mis escáneres,” Rook reportó un momento más tarde.

“En los míos tampoco,” añadió Lunk.

Scott miró hacia fuera sobre la ciudad y sacudió su cabeza en desesperación. Los Invid habían cortado una faja norte-sur de muerte de cuatro manzanas de ancho a lo largo del lado occidental de la isla. En busca de cualesquiera señales de actividad de Enforcers, él descendió en los cañones de nuevo y estaba casi a nivel de calle cuando sus pantallas de radar repentinamente cobraron vida.

“¡Un momento, tengo algo!”

Para cuando él se dio cuenta de lo que era una ráfaga había chamuscado las secciones superiores de su Guerrero, casi desestabilizándolo, pero él logró hacer subir al Beta y sacarlo de su zambullida y pronto tuvo una visual de la nave enemiga al mismo tiempo que las pantallas destellaban su señal de identificación.

“La nave de mando,” dijo Scott, mirando fijamente hacia abajo a la cosa semejante a un cangrejo de color verde y naranja que estaba revoloteando debajo de él a nivel de tejado. “¡Es esa condenada nave comando! ¡Capturémosla!”

Corg, como si leyendo las intenciones de Scott, escogió ese momento para soltar su primera corriente de discos de aniquilación. Scott ladeó pronunciadamente y bajó; la nave Invid subió rápidamente al mismo tiempo, y Humano y alienígena terminaron cambiando lugares, fuego de láser y discos en un duelo aéreo. Rook se acercó my velozmente por detrás y asestó dos buscadores de calor, pero la nave de Corg se libró de ellos y contraatacó, encendiendo una fila de tejados con sus disparos extraviados.

Scott y Rook fueron punta de ala con punta de ala para lanzar una salva de misiles, pero de nuevo el Invid maniobró mejor que ellos, zambulléndose en las cavidades de la ciudad, donde Lunk casi cayó víctima de la cólera de la nave comando.

“¡Esa cosa es peligrosa!” él gritó por la red mientras la luz de las explosiones iluminaba el interior de su cabina.

“Muy bien, dejémoslo ir por ahora,” dijo Scott. Él volteó para asegurarse de que el Invid deseaba darle un descanso a esto y exhaló con alivio cuando vio a la nave alejarse como una flecha. “Tenemos que encontrar a Lancer.”

“Sí, ¿pero dónde comenzamos a buscar?” preguntó Rook, descorazonada por el infierno de abajo, por no mencionar la complejidad del paisaje y el terreno intacto de la ciudad.

“Sólo mantén tus receptores externos abiertos,” Scott le dijo.

Imposible, ella pensó. ¿Qué tipo de señal espera él que veamos desde aquí arriba?

Dos horas después, los tres Veritechs estaban todavía dando vueltas. Todos estaban peligrosamente escasos de combustible, y no había habido ninguna señal de Lancer, Annie, Rand. O del Invid, lo que era una suerte. Entonces Rook recogió algo en el receptor y reportó sus coordenadas a Scott y Lunk. Ella les suministró las frecuencias cuando ellos estuvieron a la vista en su pantalla.

“Sintonícenlo y díganme a quién suena.”

Lunk manoseó nerviosamente sus controles, escuchó por un momento, y oyó los acordes de “Look up” viniendo a través de los altavoces de la cabina.

“Hey, eso suena sospechosamente como un viejo camarada mío.”

Rook rió brevemente. “¿Scott, tú querías una señal, huh? ¿Bueno, qué te parece esa de allí abajo a las tres en punto?” Ella inclinó las alas del VT una o dos veces sobre la fuente de las transmisiones: un alto y apretado pentágono de un edificio cuya azotea era actualmente la escena de algún tipo de concierto o show.

Scott completó un vuelo de inspección y avisó a Rook de la misma manera. Él podía discernir las palabras PAN AM en la parte superior del edificio, sobre un cartel luminoso enorme que estaba destellando la palabra AQUÍ.

“Ese es Lancer,” Scott comenzó a decir. Entonces él advirtió que la pantalla de su radar estaba activa una vez más: La nave comando había regresado con refuerzos. “Síganme hasta la calle,” él dijo a sus compañeros de equipo. “Y activen las bombas de racimo a mi marca.”

Las naves Invid los persiguieron justamente como él había esperado que lo hicieran, y cuando los tres VTs estuvieron situados correctamente, él solicitó un lanzamiento múltiple de misiles. Las ojivas de combate salieron velozmente de los Guerreros, formando un arco hacia atrás y detonando por anticipado de las naves Invid; varios de los Troopers fueron destruidos, e incluso la nave comando fue parada un poco por la fuerza de las explosiones.

“Voy a volver a buscar a Marlene,” Scott reportó mientras los Veritechs ascendían. “Me reuniré con ustedes en la fuente.”


Rook y Lunk mantuvieron sus Guerreros en el aire hasta que el concierto terminó; luego descendieron en modo Guardián, justo cuando Scott regresaba del lado Jersey del río. Yellow Dancer, quien había pedido prestado maquillaje y ropas de color rosado chillón para su parte del show, ya estaba fuera del personaje para cuando todos se reagruparon.

“Tengo algo que discutir con ustedes tres,” Scott dijo a gritos tan pronto como la cubierta de la cabina del VT se abrió.

“Basta, Scott,” Rand le respondió desde la azotea. Él le arrojó hacia arriba una lata de combustible de Protocultura a Rook. “Calculo que debes estar escasa de un cuarto ahora.”

Scott perdió la mayor parte de su ira almacenada mientras escuchaba un rápido informe detallado de los eventos del día. Él realmente no pudo desaprobar sus acciones, especialmente considerando lo que había seguido. Ciertamente no había regreso a la facilidad de almacenamiento ahora, pero lo que ellos habían logrado sacar era más que suficiente para llevar al equipo el resto del camino a Punto Reflex. Una vez que terminasen aquí, por supuesto.

Scott apartó a Marlene mientras Lunk empezaba a reabastecer de combustible los sistemas de energía del mecha. “Tendremos que regresar,” él explicó, sus manos en sus hombros.

“Sí, lo sé.”

Él quiso decir más, pero Lancer estaba parado ahora al lado de ellos, instando a Scott que se apresurase. “No quiero interrumpirlos muchachos, pero tenemos mucho trabajo por hacer.”

Avergonzado, Scott retiró sus manos. “Nos vemos,” él dijo, sonrojado, y corrió hacia el Beta.


Lunk y Annie quedaron en manos de Marlene cuando los dos Alphas y los ahora componentes separados del Beta despegaron. Vuelve pronto, Marlene decía para sus adentros cuando Lunk se le acercó por detrás.

“Ya lo extrañas–”

Una explosión borró el resto de sus palabras y arrojó a ambos, Lunk y Marlene, a tres metros o más en direcciones opuestas.

Marlene fue la primera en recobrar el conocimiento. Insegura de cuánto tiempo había estado ausente, ella se puso de pie y tosió humo de sus pulmones. Una sección de la azotea estaba agujereada y en llamas, y ella podía oír gritos de pánico en la oscuridad. Lunk estaba sobre su espalda cerca, aparentemente inconsciente; Annie no estaba a la vista en ninguna parte. Alguien gritó, “Ariel,” y por alguna razón ella se encontró dando media vuelta.

Era la mujer de cabellera verde que ellos no habían visto desde el ataque en la montaña. Ella salía caminando de las llamas que estaban lamiendo las piernas blindadas de su altísima nave comando.

“Ariel,” la mujer repitió, y de nuevo Marlene sintió algo agitarse dentro de ella. “Soy Sera, princesa de los Invid, y he venido por ti.”

Temblando, Marlene la miraba con fijeza. “Pero mi nombre es... Marlene. No comprendo por qué has venido–”

“Porque te has vuelto contra tu gente y yo debo saber por qué, antes de que comencemos la transmutación de nuestra raza. ¿Por qué has desobedecido a la Regis?”

Marlene quedó boquiabierta. ¿De qué está hablando esta mujer? “No creo lo que estoy oyendo,” ella dijo, como si Sera fuera alguna alucinación que ella pudiera disipar a través de un esfuerzo de voluntad. “Yo no soy una Invid.”

Sera estaba dando pasos hacia ella ahora, sus ojos carmesí destellando un tipo de ira que quemaba en lo profundo del alma de Marlene. “Tú fuiste colocada entre la gente de la Tierra para aprender sus costumbres, de modo que nosotros pudiéramos mejorar a través de tus descubrimientos. La Regis ha estado esperando tus reportes, y sin embargo tú optas por ignorar nuestras órdenes. ¿Esperas que yo crea que has olvidado quién eres y por qué estás aquí?”

Marlene sacudió su cabeza de un lado a otro; ella trató de negar las palabras que su corazón parecía deseoso de aseverar. “No... no puede ser.”

La mujer la observó excéntricamente. “¿Qué no puede ser, Ariel? Examina tus pensamientos, busca en ellos la verdad.”

“¡Estás mintiendo! ¡Debes estarlo!” Marlene gritó cuando una explosión rasgó otra sección de la azotea.

Sera se inclinó hacia un lado para escudarse. “Debo detener a Corg, antes de que la batalla se acerque más,” ella dijo. Luego sus ojos encontraron a Marlene. “Me encargaré de ti más tarde.”

Marlene observó a Sera correr deprisa hacia su nave. Detrás de ella, Lunk estaba volviendo en sí, preguntándose en voz alta qué había sucedido. Pero ella apenas lo oyó.

No puede ser verdad, ella pensó. ¡No puede ser verdad!


Abajo, la batalla estaba bramando en las calles. Reconfigurada a modo Battloid, la sección del Beta de Scott estaba apoyada de espaldas contra un edificio, el rifle/cañón en ambas manos entregando un barrido atronador de disparos en la cara de un Trooper que avanzaba. En otra parte, dos Naves Pincer perseguían a Lunk por los cañones de ángulo recto de la ciudad. Dos más habían atacado en pandilla al Battloid rojo de Rook, introducido por la fuerza en un rincón, y estaban ahora intentando abrirlo con sus garras.

Ella pidió ayuda por la red. “¡Estas malditas cosas están tratando de violar mi nave!”

Rand vino en su ayuda un momento más tarde, su Battloid revoloteando en el aire y eliminando a cada nave con un único disparo. Pero al siguiente momento él estaba boca abajo en la calle, derribado por una ráfaga asestada en su espalda por quien más que Corg.

El Invid aterrizó detrás del Battloid lisiado y se acercó para liquidarlo, pero Lancer lo hizo volver al aire con una descarga masiva de Bludgeons de las corpulentas rabadas reconfiguradas del Beta. A nivel de azotea, Corg se desquitó con una oleada de discos de aniquilación que clavó a Lancer a la pared, pero el príncipe Invid reconoció que estaba excedido en número y se alejó como una saeta para reunir apoyo.

Scott se aproximó para verificar la situación de Rand, el rifle/cañón levantado y listo para la acción. Rook se le unió en breve.

“Parece que se están retirando,” dijo Lancer, mientras su nave se lanzaba y reconfiguraba. “¿Qué dices si damos por terminadas las labores del día, Scott?”

“No hemos acabado aún; aún queda la colmena.”

Rand silbó por la red. “¡La colmena! ¿No crees que pides demasiado a cuatro pequeños Guerreros?”

“Sí, Scott,” Rook hizo oír su voz. “¿Tienes un ejército secreto o algo por el estilo?”

“No, pero tengo un plan,” él les dijo. “Obviamente la Regis nunca contó con un ataque directo, o ella no habría dejado a sus trabajadores construir la colmena en un lugar tan accesible. Mi apuesta es que podemos derribar la cosa entera con unas cuantas granadas de cobalto bien situadas.”

No había mucho tiempo para discutir los pro y los contra porque Corg había regresado con tres Naves Pincer para respaldarlo. Así que los tres Battloids se lanzaron para unirse a su líder y se propulsaron hacia la colmena, las cuatro naves Invid en persecución cerrada.


En la colmena, la voz de la Regis alcanzó los mismísimos pensamientos de sus ingenuos niños.

“Atención, guardia de perímetro: Cuatro Guerreros Terrestres están preparando lanzar un ataque contra la colmena.”

Pero Sera no estaba en ninguna parte, y sin ella los drones Invid y los Enforcers podían hacer poco más que escurrirse casi en cierto pánico ciego. Y para cuando Corg comprendió la intención de los Humanos, ya era demasiado tarde para detenerlos.

Los VTs habían ascendido a una altitud de varios miles de metros y ahora estaban cayendo sobre la colmena como aves de rapiña metálicas: Dirigieron sus ojivas de combate dentro de la cumbre cónica de la estructura alta que hospedaba a la colmena, y la energía de las explosiones resultantes abrió un túnel hacia abajo a través del edificio como una bomba arrojada por la parte superior de una chimenea. La colmena recibió la fuerza completa de la ráfaga contenida y voló en pedazos, lloviendo grandes montones de masa orgánica en las calles.

Corg sintió las muertes colectivas perforarlo como una lanza. Haciendo frente al colapso de la colmena él terminó su persecución y maldijo a los Humanos por su acto barbárico.

Tendré mi venganza por este día, él prometió a las estrellas.


Lancer insistió en decir adiós a Simón.

“No hay manera de que podamos agradecerte alguna vez lo que tú y tus amigos han hecho,” Simón le dijo. “¿Por qué no te quedas aquí y dejas el resto de ello a ellos, Lancer? Seguramente ya has hecho tu parte.”

Los sobrevivientes de la ciudad estaban dejando los refugios del metro, evaluando lo que había sido asestado contra ellos. Simón, Jorge, y los luchadores de la libertad estaban cerca de la Sala Carnegie, acabando terminar de cargar los Vts con tanta Protocultura como podían cargar sin peligro.

Lancer sabía que Rand había oído el reparo de Simón y estaba esperando por su respuesta. Lancer le dio una mirada breve y dijo: “He estado con estas personas durante mucho tiempo, Simón, y planeo quedarme con ellos hasta el fin.”

Simón ofreció una inclinación de cabeza comprensiva.

“Esto sólo fue una escaramuza en una guerra mucho más grande,” dijo Rand.

“Bueno, espero que todos ustedes regresen algún día. Y cuando lo hagan, tendremos la celebración que se merecen.” Simón abrazó a Lancer y le deseó suerte.


En su salida de la ciudad (Lancer, Annie, y Marlene apiñados en el estrecho espacio de almacenamiento del Beta), el equipo voló sobre los restos de una estatua de metal que otrora había estado de pie orgullosamente en el puerto. Una ves había simbolizado la libertad, Lancer explicó.

Scott la miró y dijo: “Sólo espero que podamos retornarla al mundo algún día.”


Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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