La Nueva Generacion - Symphony of Light1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 epílogo
Ellos pensaron que habían tropezado con Denver, pero en realidad habían tenido la suerte de toparse con Delta-Six, una instalación subterránea estrictamente confidencial acoplada al complejo de Cheyenne Mountain, construida para asegurar que los jefes de estado de América sobreviviesen a cualquier forma de ataque llevado a cabo contra el continente. Pero ellos no estaban pensando en los Zentraedi entonces, y ciertamente no en los cuatro millones de Dolza. “Las Tierras del Norte” La Historia de la Tercera Guerra Robotech, Vol. LXXXVI
El tiempo estaba en contra del equipo, sin embargo, y aunque una semana pasó sin un encuentro con el enemigo, su progreso era lento. Cuando finalmente cruzaron la cordillera principal, comenzaron a sentir la proximidad de las tierras llanas más allá. Pero solevantamientos tectónicos originados por la Lluvia de la Muerte de los Zentraedi habían alterado tanto el terreno aquí que ellos a menudo se sentían fuera del mapa; y dados sus mapas precataclismo, en realidad lo estaban. Estaba nevando ahora en este paso final que tenía ningún derecho de estar allí. Temerosos de llamarse la atención entre sí y cuidadosos de conservar lo poco que quedaba de combustible, habían decidido mantener a los Veritechs en el suelo. Lunk había asegurado cadenas en las ruedas del APC y fabricado patines y dos barras para los Guerreros usando placas y barras que él había rescatado de entre los desechos de lo que había sido un área de esquí de recreo. Ellos habían arreglado al APC como un tipo de vehículo de remolque, pero la mayor parte de la propulsión real era derivada de los propulsores a batería en las piernas semejantes a la de los raptores de los VTs. Annie y Marlene iban montadas adelante con Lunk; el resto del equipo iba a pie. “Está tan frío,” Annie lloriqueó a Marlene, tiritando y apretando el poncho en forma de capucha a su cuello. “Siento que mi nariz se va a caer o algo por el estilo.” Marlene se apretó contra Annie y colocó parte de su propio poncho alrededor de los hombros de Annie. Scott, Lancer, y Rook, vestidos similarmente en ponchos para tiempos fríos, estaban al costado del Alpha rojo en el medio de la caravana. “Sopa,” dijo Rook, fantaseando. “Que bueno, sopa caliente. Una tasa de sopa espesa, una tina llena de sopa muy caliente humeante...” Ella sintió la mano de Lancer en su hombro. “No sigas. Sólo lo empeora.” Entonces ella oyó a Rand: “¡Aguarden un minuto, muchachos!” Él estaba detrás de ellos a la altura de la punta de ala del Beta, preocupado con su última adquisición –el termógrafo que Jesse le había dado poco antes del asalto a la torre de transmisión. Era casi del tamaño de una sierra de cadena pequeña, con un sensor parecido a un cañón de arma y mangos para transportarlo montados en la parte superior. Rook vio que él estaba arrodillándose, pasando el instrumento sobre la nieve. “¡Lunk! ¡Detén los trineos!” Scott gritó sobre el viento. “Es asombroso... ¡Hay algo debajo de nosotros!” Rand decía mientras Scott, Lancer, y Rook se acercaban. “Sí, lo sabemos. Se llama hielo,” Rook le dijo. Scott le indicó a ella con un gesto que iluminara. “¿Qué estás recogiendo?” Rand verificó dos veces las lecturas del indicador. “Una fuente de calor enorme. Masiva, fuera de escala.” “¿Volcánica?” Rand sacudió su cabeza, soltando nieve aguada del poncho. “Definitivamente no.” “Entonces el termógrafo está estropeado,” Rook dijo a través de dientes rechinantes. “O lo está eso o tu cerebro.” Rand ignoró el comentario y comenzó a hacer a un lado la nieve, como para conseguir un vislumbre de algo debajo del hielo. “Tiene que ser un generador de alguna clase... justo debajo de esta capa de nieve...” Rook hizo un sonido impaciente. “Vamos, hombre, estás perdiendo el tiempo.” Él levantó la vista a sabiendas y se puso de pie. “¿Perdiendo el tiempo, huh?” De repente él estaba al lado de ella, empujándola hacia la ventana que él había excavado. “¡Deja de empujarme!” ella protestó. “Bien, Señorita Sabelotodo, ¿por qué no echa una mirada usted misma?” Ella lo miró con ira por un momento, luego se arrodilló, quitando frotando copos de nieve nueva y escudriñando el interior. El hielo era virtualmente transparente, tan claro como agua caribeña. Pero su mente se negó a aceptar lo que sus ojos le estaban diciendo: ella parecía estar viendo un edificio de fines del siglo bañado en luz artificial –uno de esos envases de leche de veinte pisos que ella había visto en fotos. Había vapor o algo por el estilo saliendo de codos de descarga en el techo, y debajo de aquello ella pudo discernir otros edificios y calles iluminadas. Abrumada por un sentimiento repentino de vértigo, ella tuvo que volverse. “¡Es una ciudad!” “Te lo dije,” dijo Rand. Scott miró a ambos y frunció el entrecejo. “Lo siento, muchachos, pero no es tiempo para jugar a la arqueología.” “¡Sólo necesitamos un zapapico y unas cuerdas!” Rand dijo agitadamente. Él ya esta levantado y corriendo hacia el APC. “¡Piensa en la comida y las provisiones que hay allí abajo!” Él arrojó su poncho y hizo un salto desesperado hacia el asiento del acompañante del vehículo, descuidado de los gritos perplejos de Lunk. Él estaba buscando de un lado a otro en el compartimento de almacenamiento debajo del asiento cuando el suelo comenzó a ceder. Era demasiado tarde para las advertencias que Scott y los otros estaban gritando; el APC se hundió, casi llevándose consigo la caravana de VTs. Instintivamente, Scott agarró los patines del Beta, pero momentáneamente el tren del Guerrero se detuvo espontáneamente, con el Alpha azul posado precariamente al filo del agujero, su radomo hacia abajo, como el pico de un ave buscando gusanos en un agujero. Abajo, Annie se palpó en busca de huesos rotos. Ella miró a su alrededor y vio que Rand, Marlene, y Lunk estaban ejecutando exámenes similares. Ella no tenía idea en qué habían caído o sobre qué, pero parecía ser algún tipo de techo. El APC estaba cerca en posición vertical, las cadenas que lo habían unido al Veritech líder rotas. Arriba, Scott y los otros se estaban inclinando en el agujero para preguntar si todos estaban bien. Annie se puso de pie y sintió una fuerte corriente ascendiente de aire caliente. “¡Oigan, creo que podemos bajar hasta el nivel de la calle!” Rand estaba gritando. Él había abierto de par en par la puerta hacia una estructura semejante a una caja que alojaba la escalera del edificio. Encima de ella estaban los tubos de descarga a chorro que Rook había visto desde arriba. Rand desapareció por la puerta, y Annie lo siguió sin pensar. El resto del equipo habían bajado al techo ahora y se habían desecho de sus ponchos. Sobre el hueco punzado en el hielo la tormenta de nieve aún aullaba. Scott se movió hacia el borde del techo y miró de un lado a otro asombrado: Era en realidad una ciudad subterránea, intacta y aparentemente abandonada. Él giró para echar una mirada al agujero y se dio cuenta que la ciudad no sólo era subterránea sino que estaba enteramente cercada por un domo protector de lo que parecía ser fabriplex. De algún modo el lugar se había salvado de la destrucción de la flota Zentraedi y de los cambios geológicos subsecuentes. A través de los años había sido enterrada por la tierra y la nieve. Él quiso exponer esto a Lunk y a Lancer, pero Lunk tenía otras preocupaciones en su mente. “El tren de aterrizaje ha sido dañado,” él dijo a Scott, indicando el chasis del aún suspendido Alpha azul. “Supongo que eso significa que estaremos atascados aquí por algún tiempo,” dijo Rook, no exactamente infeliz por ello. Scott frunció el entrecejo. “Otra demora,” él murmuró.
Annie no estaba tan desconcertada por el vacío como Rand. “Es mágico,” ella se entusiasmó. “Nunca he visto una ciudad de este tamaño en toda mi vida.” Rand enfundó su arma. “Me pregunto qué la mantiene funcionando. Parece que es del período prebélico.” Él atrapó un vislumbre de la mirada de encantamiento de Annie y rió. “Y pensar que, ha estado enterrada aquí esperando que tú y yo la encontráramos.” “¡Parece sacado de un cuento de hadas!” Rand tomó la mano de ella, y salieron corriendo a explorar.
“Estaban tan apresurados, que olvidaron apagar las luces,” Lunk sonrió con afectación. “Recibirán una cuenta increíble por su olvido.”
Ella se había ido a recoger provisiones ahora, mientras Rand, Annie, y Marlene estaban probando alimentos de envolturas plásticas; embotellados, y variedad de manjares enlatados que ellos habían tendido en el piso alrededor de ellos. Habían encontrado bolsas de malvaviscos y tarros de mantequilla de maní, bizcochitos, frutas secas y pasteles helados, latas de gaseosas y barras de chocolates, cereales, porotos, sopas, y dulces variados. “Mmmm, chocolate de menta,” Annie dijo con su boca llena. Ella abrió desgarrando un segundo paquete y partió un pedazo para Marlene. “Pruébalo, te encantará. Yo podría vivir comiendo sólo esto.” Marlene le dio un mordisco y levantó sus cejas. “Sabe muy bien.” “¡Menta!” Annie proclamó, levantando otro artículo del piso. “¡Esta es la cosa que más me gusta en el mundo entero!” Ella descansó su cabeza contra la bolsa y cerró sus ojos afectuosamente. Cerca, Rand abrió con un chasquido una Coca Cola. “Tienes menta en el cerebro, niña.” Él sorbió un poco y le dio un mordisco al emparedado que él había descongelado. “No me importa lo que los Invid hagan mientras no nos quiten nuestra menta.” “Linda actitud, Annie. Pero tengo que estar de acuerdo contigo: esto es vida. Que alguien me pellizque para saber que no he muerto e ido al cielo.” Rook, empujando un carrito lleno de provisiones, pasaba justo entonces para recordarle. “¿Qué te parece una patada en los dientes en vez de ello?” Ella dio a los tres su mejor mirada de desaprobación. “Qué desorden. Se supone que debemos estar recogiendo provisiones, no empaquetándolas en nuestros estómagos. ¿Se pusieron a pensar que Scott y Lancer deben tener hambre, también?” Ella sacudió su cabeza a Rand. “A veces me sacas de quicio.” Él le mostró una sonrisa pícara en respuesta y le arrojó una lata. “¿Habías visto esto antes?” Rook leyó la etiqueta. “¿Salchichas de Viena? ¿Qué es una ‘Viena’?” Rand vio las miradas de confusión de Annie y de Marlene. “¿Quieren decir que ninguna de ustedes las ha probado?” “¿Son mentas?” Annie dijo, poniéndose de pie. Rook hizo una mueca y arrojó la lata por sobre su hombro a Rand. “Que pensamiento repugnante.” Rand compartió un guiño con Annie y dijo, “Averiguémoslo.” Ella se arrodilló y tiró del anillo del precinto de la lata. “¡Oh, son preciosas!” ella rió, sacando salchichas para Rand y Marlene. Ella echó una en su boca. “De-li-cio-sas... No son mentas, pero saben muy bien de todos modos.” Rook los miraba comer golosamente, su índice en su labio inferior. “Déjenme probar una,” ella dijo, arrodillándose, las manos entre sus rodillas. Rand balanceó una salchicha entre sus dedos. “No sé... ¿Piensas que deberías?” “Sólo dámela,” ella ladró, arrebatándola de su puño. Ella masticó la cosa y la tragó: salada y muy suave, pero sabía mejor que cualquier cosa que había probado en semanas. Annie vio la mirada de delicia en su rostro, rió, y apuntó su dedo acusantemente. “¡Ahora nuestras provisiones realmente peligran!”
Él estaba parado frente a una tienda nupcial ahora, mirando fijamente un hermosos vestido blanco en el escaparate. El vestido le recordó de una fotografía que él había visto otrora que fuera tomada en el día de la boda de su madre. Hasta había algo sobre el maniquí que le recordaba de ella, el cabello castaño corto peinado hacia arriba adornado con una flor roja... Él estaba tan atrapado en el recuerdo que no se percató de la presencia de sus compañeros de equipo hasta que Annie habló. “¡Jeepers, miren ese vestido! ¡Lo que daría por casarme vestida con él!” Avergonzado, Scott volteó, seguro de que ellos habían leído sus pensamientos de algún modo. Marlene y Rook estaban asintiendo con la cabeza en concordancia. Ellos tenían tres carritos de compras cargados con provisiones. “Hey, Scott, ¿quién es la afortunada?” Rand bromeó. Pero Scott vio a la sonrisa de su amigo desaparecer rápidamente después de que Rook lo codease ligeramente en el brazo. Ahora era Rand quien estaba avergonzado por haberse olvidado de Marlene –la Marlene de Scott, que había muerto durante el asalto de la División Marte. Los cuatro comenzaron a irse. Scott regresó a sus meditaciones por un momento más, luego los llamó para detenerlos. “¿Adónde creen que van? Quiero que lleven estas provisiones a las naves. Quizá lo hayan olvidado, pero tenemos una cita en Punto Reflex.” Rand hizo un gesto de descarte. “Ah, descansa un poco, Scott. ¿Qué puede importar una hora o dos?” Luego él ablandó su tono algo. “Mira, sé que este lugar puede no significar mucho para ti...” “Pero nosotros nacimos justo aquí en la Tierra,” Annie completó la oración. “Y dejar este lugar ahora sería como darle nuestras espaldas a nuestra herencia.” Incluso Rook hizo oír su voz. “Merecemos algo de descanso, ¿no lo crees?” Los tres no esperaron a su respuesta y partieron calle abajo. Pero él no trató de detenerlos; no había forma de decirle no a la verdad de sus argumentos. “A veces eres tan amargado,” Annie dijo sobre su hombro. Scott miró al maniquí una vez más, sólo que ahora era Marlene, la cara de su novia, a la que veía allí. Oh, por favor, Scott, él fantaseó que ella le decía. Relájate un poco. Es un vestido precioso. Y quien sabe, quizá nos hagan una rebaja en el precio... Es nuestra boda, después de todo... “Marlene,” él dijo suavemente. “Estoy justo aquí, Scott,” la otra Marlene dijo detrás de él. “¿En qué estás pensando?” Él giró hacia ella y tartamudeó: “Uh... sobre otro vestido hace mucho tiempo que era similar a éste.” Ella tenía una mirada compasiva en su rostro. “¿Crees que ellos tienen razón sobre que soy una persona amargada?” Ella estuvo a punto de contestar que ella no tenía idea de lo que eso significaba, cuando la cara de Scott se iluminó repentinamente y él puso su mano en el hombro de ella. “¿Marlene, qué te parece un recorrido no guiado por la ciudad –sólo tú y yo?” Ella sonrió y le dejó tomar su mano pero un instante más tarde estaba tendida en la calle sobre sus nalgas. “Whoa, ¿estás bien?” Scott le preguntó. Él se arrodilló a su lado en el pavimento, observando las botas hasta los tobillos de ella y frunciendo el entrecejo. “Vamos a tener que encontrarte mejores zapatos y algo de ropa abrigada.” Ella tomó la mano de Scott entre las suyas y la apretó contra su mejilla. “Mmmm... ¿No sientes frío?” Scott frotó la nariz contra el cabello de ella. “No. De repente, me siento muy acalorado.”
“¿No son preciosos, Scott?” “Uh, eso no es precisamente lo que tenía en mente,” él dijo desde una distancia segura, sonrojándose todo ese tiempo. Él colocó su brazo alrededor de sus hombros para alejarla. “Créeme, te congelarás en esas cosas,” él le dijo. En una zapatería, él fingió un acento extranjero y trató de interesarla en un par de botas de bajo impacto, pero ella de modo juguetón exigió que se le mostrara algo más femenino. “Pero estas cosas evitarán que te resbales en la nieve.” “Femenino, dije.” Él le trajo un par de zapatos bajos finos y blancos en su calce y se acuclilló para colocárselos en sus pies. “No son muy prácticos,” él comenzó a decir, pero ella ya estaba de pie y girando en un pie, riendo. “Vaya,” ella le dijo. “Mucho mejor para bailar.” Scott le sonrió. Bailar, él pensó. Pero cuanto más la observaba, más su rostro comenzaba a mezclarse con las memorias de su amor perdido, y finalmente tuvo que desviar la vista. Ella vio la tristeza en sus ojos y le pidió que le hablase sobre ello. “Sólo estaba soñando con un tiempo mejor, Marlene. De bailar...” Entonces de repente él estaba de pie, la excitación de vuelta en sus ojos, poniendo sus manos encima de los hombros de ella. “Y ahora para completar el cuadro...” Él la llevó corriendo a una tienda de ropa y exploró las perchas hasta que encontró lo que había estado buscando: un vestido sin tirantes cortado como la cola de una sirena, color lavanda pálido sobre una base plegada de falda blanca. “Fue hecho para ti.” Ella lo sostuvo hacia sí, halagada por su elección. “Adelante, pruébatelo,” él la apresuró. Y ella estaba a punto de hacerlo, pero hubo algo vago en su memoria que la previno. Scott lo captó inmediatamente, aunque ella no tenía ni pista en cuanto a por qué ella se había detenido. “Qué estúpido soy,” él dijo, chasqueando la palma de su mano contra su cabeza. Él exploró la tienda en busca de un camarín y cuando lo había localizado, se apresuró allí para apostarse como un guardia en su entrada cubierta con cortina. “Si pasa por aquí, señorita...” él sugirió con una inclinación teatral. Ella desapareció adentro y le advirtió sobre mirar a hurtadillas, recordando el modo en que Rand la había mirado cuando ella inocentemente se había desnudado para nadar... Scott retrocedió de un salto como si se hubiese quemado. Lee mis pensamientos, él se dijo. Él tragó con dificultad mientras la observaba desechar sus ropas amontonándolas en una pila en el piso. Y cuando las cortinas se separaron, ella era la cosa más bella que él había visto alguna vez. Ella permaneció de pie quieta, sus manos cruzadas en su cuello, permitiéndole a él observarla; luego ella recogió su cabello en una mano y volvió su espalda a él. “¿Podrías cerrarme la cremallera, Scott?” Él observó la cremallera abierta y dio pasos vacilantes
hacia el camarín, sus ojos fijos en la agraciada curva de la
espalda de ella, en la perfección pálida de su piel.
Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina) |