La Nueva Generacion - Symphony of Light

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Capitulo 1

Estoy intrigado por estos seres y sus extraños rituales, los que se centran alrededor de esta planta que su idioma llama “la Flor de la Vida.” Este mundo, Optera, es un verdadero jardín para la planta en sus innumerables formas, y los Invid parecen utilizar todas estas para nutrición física así como espiritual –ellos ingieren los pétalos de la flor y los frutos de la cosecha madura, además de beber la savia psicoactiva de la planta. La Regis, la Reina-Madre de esta raza, es la clave para abrir los misterios de Optera; y me he puesto la meta de poseer esta clave –¡aunque tenga que seducir a esta reina para hacer que ello suceda!

Diario de sucesos de Zor: Las Crónicas de Optera (traducido por el Dr. Emil Lang)


Nunca fue la intención de Scott acampar en el paso elevado; él simplemente había dado su aprobación para un rápido alto para comer –aunque sólo para poner fin a todo el refunfuño que estaba dándose. El estómago de Lunk necesitaba atención; Annie estaba inquieta por demasiados horas en el APC; y hasta Lancer se estaba quejando del viento frío.

Oh, estar de vuelta en la zona tropical, Scott pensó con añoranza.

A él siempre le había gustado los yermos y desiertos –paisajes curtidos por el tiempo, ásperos, devastados por el tiempo y la materia de las estrellas– pero sólo porque él conocía poco de algo diferente. Aquí él había venido del otro lado de la galaxia y era el más parroquial miembro del equipo a pesar de ello. Pero desde su breve escala en la zona tropical, él había comenzado a entender porque la Tierra era tan respetada por la tripulación de la Misión Expedicionaria, esos mismos hombres y mujeres que lo habían criado a bordo de la SDF-3 y observado llegar a la hombría en Tirol. En la zona tropical él había tenido un vislumbre de la Tierra que ellos debían haber estado recordando: el calor dador de vida de su sol amarillo, el esplendor de sus bosques verdes, la dulzura de su aire, y el milagro que eran sus maravillosos océanos.

¡Aún cuando Rand había insistido en que ellos intentasen aquel nado!

Scott casi hubiese estado deseoso de trocar la victoria misma por otra vista de la puesta del sol desde esa isla del Pacífico...

En cambio, él estaba rodeado por agua en las formas más familiares a él: hielo y nieve. La excitación que el equipo había experimentado al alcanzar las Tierras del Norte y al darse cuenta de que Punto Reflex estaba en realidad a tiro había sido un poco amortiguada por la formidable cadena de montañas que ellos pronto enfrentaron. Pero Scott estaba resuelto a hacer esta travesía tan rápido como humanamente fuera posible. Desafortunadamente, la parte humanamente posible de ello requería de detenciones fuera de itinerario. Era el APC de Lunk el que los estaba atrasando, pero estaba aquel viejo dicho sobre que una cadena era sólo tan fuerte como su enlace más débil.

Los vehículos terrestres se estaban acercando a la cumbre de la autopista montañés ahora. Rook y Lancer, montando los Cyclones, estaban escoltando el camión a lo largo del mayormente arruinado camino en zigzag que llevaba al paso. La línea de cordillera más arriba estaba enterrada bajo varios metros de nieve fresca, pero los vehículos estaban teniendo un buen progreso en la larga pendiente no obstante.

Scott estaba sobrevolando en el Beta, con Rand precisamente frente a la punta del ala del Guerrero. Escasos de latas de combustible, ellos habían sido forzados a dejar el Alpha rojo de Rook detrás, oculto en los restos de un edificio del gimnasio de una escuela en el valle. Scott planeaba recuperarlo tan pronto como localizasen un aprovisionamiento de Protocultura listo para hurtar. Abajo, Annie y Marlene estaban saludando a los VTs desde el asiento posterior del APC; Scott pasó a la red táctica del mecha para informar a Lunk que una detención para descansar probablemente estaba en regla.

Los dos Guerreros Robotech se ladearon alejándose de la falda de la montaña para encontrar un lugar adecuada, y en minutos estuvieron reconfigurando a modo Guardián y usando sus propulsores de los pies para calentar un área razonablemente llana de una depresión natural por encima del camino y falto de garganta. Para cuando ellos descendieron, el sol ya había caído detrás de uno de los picos, pero la temperatura aún estaba casi inexplicablemente caliente. El clima era bastante balsámico para que los dos pilotos retozasen de un lado a otro en sus trajes duotérmicos, especialmente con el lujo añadido del calor residual de la morena librada de la nieve. Había un viento fresco rizándose por sobre la cima de la depresión, pero traía con él la esencia del desierto de más allá.

El resto del equipo se les unió en breve. Lunk, Rook, y Lancer comenzaron a descargar la leña que habían transportado desde el límite de la vegetación arbórea, mientras que Rand fue a trabajar en el ciervo que él había cazado. La salida de la luna orló los picos al este con un tipo de resplandor plateado y encontró a los siete luchadores de la libertad agrupados alrededor de una fogata chirriadora. Las constelaciones del cielo norteño estaban en exhibición. Scott había desarrollado un afecto especial por las estrellas brillantes del hemisferio sur, pero Géminis y Orión estaban tranquilizándolo por una razón diferente: Ellas reforzaban el hecho que el Punto Reflex estaba a la mano. Él tuvo que admitir, sin embargo, que era tonto pensar en la colmena central Invid como en algún tipo de fin en sí mismo, cuando realmente su llegada allí representaría más en el modo de un comienzo. Él se preguntaba si el resto del equipo entendía esto –que la misión, tan vaga como era, estaba enfocada en destruir la colmena, o al menos acumular tantos datos de reconocimiento como fuera posible para ser entregados al Almirante Hunter cuando la Fuerza Expedicionaria retornase a la Tierra para lo que seguramente sería la confrontación decisiva final.

Echándole un vistazo a sus compañeros de equipo, Scott sacudió su cabeza en admiración de que ellos habían llegado tan lejos como lo habían hecho, un grupo de extraños casi lanzados juntos en un viaje que había cubierto hasta ahora miles de kilómetros.

Scott miraba a Lunk mientras el enorme y tosco hombre estaba riendo sinceramente, un pedazo de carne agarrado en su enorme mano. Él había hecho tanto por el equipo, sin embargo él aún parecía cargar el peso de las derrotas pasadas sobre sus enormes hombros. Luego estaba Annie, la hija de todos, la mascota, la madre, en el traje de paracaidista verde que había visto tanto maltrato y el siempre presente gorro de E.T. que coronaba su largo cabello rojo. Ella casi los había dejado un rato atrás, convencida de que había encontrado al hombre de sus sueños en la persona de un joven primitivo llamado Magruder. No era la primera vez que ella se había ido, pero ella siempre lograba retornar al rebaño, y su grado de afinidad con Lunk era tal vez más fuerte de lo que ellos pensaban.

Rand y Rook, quienes casi podían haber pasado por hermanos, habían tenido sus momentos de duda sobre la misión también. Habían formado una asociación ardiente, una que parecía depender de ataques y contraataques; pero era justo ese pacto no hablado el que los mantenía leales al equipo, aunque sea sólo para probarse algo mutuamente.

Más que nadie, Lancer había permanecido conforme a la causa. Scott se había acostumbrado tanto a la buena apariencia delgada del hombre, a su cabello de color lavanda largo hasta los hombros y a la vincha característica de él, que él casi se había olvidado de Yellow Dancer, el álter ego de Lancer. Esa parte femenina del rebelde Robotech estaba casi sumergida ahora, especialmente desde la zona tropical, cuando algo había ocurrido que había dejado a Lancer cambiado y a Scott sorprendido.

Pero la más enigmática entre ellos era la mujer que ellos habían nombrado Marlene. Ella no era realmente un miembro del equipo en modo alguno sino la víctima aún sobresaltada de un asalto Invid, la naturaleza de la que Scott sólo podía suponer. Aquello le había robado su pasado pero le había dejado con una habilidad sobrenatural para sentir la presencia del enemigo. Su frágil belleza le recordaba a Scott de la de Marlene en su propio pasado, asesinada cuando la fuerza de ataque División Marte había entrado por primera vez en la atmósfera de la Tierra casi un año atrás...

“Saben, sólo una vez me gustaría sentarme y comer bistec hasta perder el conocimiento,” Lunk estaba diciendo, acometiendo en la carne de venado como una bestia rapaz.

“Manténte comiendo de esa manera y se te cumplirá tu deseo,” Rand le dijo, para diversión de todos.

“Nunca he conocido a alguien que tuviera tal cosa por el alimento,” Rook añadió, teatralmente asombrada, bucles de cabello rojo rojizo atrapados en la lumbre.

Scott se sirvió una tasa de café y esperó a que la risa se calmase. “Sabes, Lunk, aún nos queda un largo día en estas montañas, así que yo guardaría algo de eso para mañana si fuera tú.” Siempre el líder del equipo, él se dijo a sí. Pero nunca parecía importar todo eso.

“Bueno, tú no eres yo, Scott,” Lunk dijo, lamiendo las puntas de sus dedos. “Siento reportar que me lo he comido todo.”

“¿Siempre puedes atrapar un conejo, correcto, Lunk?” Lancer le dijo de modo juguetón.

Annie frunció el entrecejo, pensando atemorizada en cuántos conejos ellos habían cenado en estos meses pasados. “Me estoy empezando a sentir apenada por los conejos.”

Rand hizo un encaje. “A ellos les gusta cuando uno de ellos es atrapado, Annie. Les da la oportunidad de volver a la conejera y–”

Rook le dio un codazo antes que él pudiera decir la palabra, pero el equipo ya había discernido lo que él quería decir y estaba riendo de nuevo.

Hasta Marlene reía, los ojos todo fruncidos hacia arriba, el cabello lujuriante tirado hacia atrás. Scott la estaba mirando y felicitando a Rand al mismo tiempo, cuando vio a la mirada alegre de la mujer comenzar a colapsar. Marlene quedó con los ojos muy abiertos por un momento, luego cruzó sus brazos a través de su pecho como si teniendo escalofríos, las manos agarrando sus hombros temblorosos.

“Marlene,” Annie dijo, preocupada.

“¿Te sientes enferma o algo por el estilo?” Lunk preguntó.

Pero Lancer y Scott tuvieron una interpretación diferente. Ellos intercambiaron miradas cautelosas y ya estaban alcanzando sus armas en sus pistoleras cuando Scott preguntó: “¿Son los Invid de nuevo, Marlene? ¿Los sientes regresar?”

“¡Fórmense!” Rand dijo de repente, retirándose hacia atrás del círculo.

“¡Armas listas!”

Annie fue al lado de Marlene mientras los otros sacaban sus armas y se ponían de pie, los ojos barriendo la nieve y la oscuridad en los bordes de la lumbre. “¿Alguno oye algo?” Rand murmuró. Nadie lo hacía; sólo se escuchaba el crujido del fuego y el aullido del viento. Rand sostenía el H90 con su brazo estirado delante de él y sólo entonces, a unos cuantos metros lejos del fuego, empezó a sentir cuán frío se estaba poniendo. Había humedad en el viento ahora y nieve suelta en el aire. Detrás de él, él oyó a Rook suspirar una percepción de alivio y volver a enfundar su gran calibre. Cuando él se volvió hacia el fuego, ella estaba arrodillada sobre una rodilla al lado de Marlene, acariciando el cabello largo de la asustada mujer en tono conciliador.

“Todo está bien, Marlene. Créeme, no tienes de qué preocuparte. Estamos a salvo ahora, realmente.”

Marlene lloriqueaba, temblando incontrolablemente. “¿Qué me sucede, Rook? ¿Por qué me siento así?”

“No tienes nada malo. Sólo tienes que entender que has sufrido un shock terrible, y tomará un tiempo superarlo.”

Lancer guardó su arma y se unió a Rook. “Quizá yo pueda ayudar,” él le dijo. Luego, suavemente: “Marlene, soy Lancer. Escucha, sé por lo que estás pasando. Es doloroso y te asusta, pero tienes que ser fuerte. Tienes que sobrevivir, a pesar del dolor y el miedo.”

“Lo sé,” ella le respondió débilmente, su cabeza descansando en sus brazos.

“Sólo ten fe de que mejorará. Pronto mejorará para todos nosotros.”

Aún vigilando, Rand y Scott observaban la escena desde el otro lado del fuego. El joven Forrajeador hizo un sonido cínico. “Eso suena demasiado significativo para mi sangre.”

“Optimista o no, Rand, él tiene razón,” Scott regresó.

Los ojos de Rand destellaron mientras giraba. “Sólo desearía sentirme así de seguro.”


No lejos del calor y la luz del fuego, algo monstruoso estaba emergiendo de debajo de la superficie cubierta de nieve. Era una nave sobrenatural de metales y aleaciones destellantes, construida para asemejarse a una forma de vida hace mucho tiempo abandonada por la raza que le había dado forma. Para los ojos Humanos sugería un tipo de cangrejo bípedo con enormes pinzas-brazos de triple garra y piernas blindadas terminando en pies hendidos. No existía una cabeza específica, pero había aspectos del diseño de la nave que sugerían una, central a lo que era un mero escáner que brillaba en color rojo como una boca diabólica cuando la nave estaba habitada. Y flanqueando esa cabeza había dos cañones de aspecto orgánico, cada uno capaz de vomitar paquetes de plasma en la forma de discos de aniquilación.

Originalmente una raza de criaturas deformes y protoplasmáticas, los creadores de la nave, los Invid, habían desde entonces evolucionado a formas más compatibles con los seres a los que ellos estaban batallando para poseer la Tierra. Esta transformación creativa de la raza tuvo sus comienzos en un mundo tan distante de la Tierra como esta nueva forma estaba distante de la existencia pacífica que los Invid habían conocido una vez. Pero todo esto se remontaba al tiempo antes de que Zor llegara a Optera; antes de que la Reina-Madre Invid, la Regis, hubiese sido seducida por él; y antes de que la Protocultura hubiera sido invocada de la Flor de la Vida...

La Regis había fallado en innumerables intentos en moldearse a sí misma en la imagen de Zor pero finalmente había tenido éxito al hacerlo así con uno de sus niños –el Simulagente Ariel, a quién los Humanos llamaban Marlene. Luego, por perderla por un truco del destino, la Reina-Madre había creado a Corg y a Sera, el príncipe y la princesa guerreros que estaban destinados a gobernar mientras la Regis continuaba con el experimento que un día liberaría a su raza de todas las limitaciones materiales.

Fue la nave de Sera la que emergió después, el calor de su casco bruñido volviendo el hielo glacial alrededor de sus pies en aguanieve. Púrpura y decorado en rosado, la nave estaba más pesadamente armada que su nave camarada, con un área de cabeza más pequeña hundida entre hombros masivos y brazos inmensamente fuertes. Momentáneamente, cuatro naves adicionales del diseño más convencional emergieron alrededor de los Humanos y su fogata movida por el viento.

Sera oyó la orden de la Reina-Madre emanar a través de la nave de bio-estructura que había guiado a la escuadra al paso elevado.

“¡Todos los Scouts y Shock Troopers: muévanse a sus posiciones de ataque en este momento! Sera, ahora tomarás el mando. Eres personalmente responsable por la eliminación de estos fastidiosos insurgentes.”

Sera le comunicó su comprensión con una inclinación de su cabeza dirigida hacia la pantalla de comunicaciones de la cabina. Ella tuvo recuerdos poco claros de un tiempo no hace mucho cuando ella había luchado contra estos Humanos en un clima diferente, y acompañando esto estaba un débil recuerdo de fracaso: de naves Shock Troopers a su cargo voladas en pedazos, de una incapacidad de su parte de actuar como ella había sido instruida por la Regis... Pero todo esto estaba no claro y mezclado con cien nuevos pensamientos y reacciones que estaban rivalizando por atención en su mente virgen.

“Como ordenes, Regis,” ella respondió tan confiadamente como fue capaz, sus escáneres enfocados en los siete Humanos apilados alrededor del fuego. “Ahora los tenemos completamente rodeados. Y con nuestras habilidades superiores, tendremos éxito en llevar a cabo tus... tus órdenes.” Un poco más mecánicamente, ella añadió, “Nada nos detendrá.”

¿Había oído la Regis su vacilación? Sera se preguntó. Ella esperó por alguna insinuación de desagrado, pero ninguna llegó. Fue sólo entonces que ella se permitió aumentar la magnificación de su escáner y centrar la puntería en el Humano cuya cara le había causado su lapso de propósito.

¡Es él! ella pensó, una vez más observando los bellos rasgos de aquel cuyos extraños, seductores, y dolorosamente bellos sonidos la habían conducido a aquel estanque de la selva; aquel que la había sorprendido allí, desnudo ante ella, sosteniéndola con el asimiento de sus fuertes manos y asaltándola con preguntas que ella no podía contestar. Y era este mismo Humano al que ella había visto más tarde durante el calor de la batalla cuando su propia mano había traicionado su...

“¡Sera! ¡Estás esperando demasiado tiempo!” la Regis gritó a través del enlace de comunicaciones de la bio-estructura.

Sera sintió el poder de la Reina-Madre comenzar a insinuarse en su propia voluntad y a forzar su mano hacia el gatillo del arma, pero una parte de ella luchaba contra ello, y al último momento, aún cuando el arma estaba disparando, ella logró girar el cañón de la nave hacia un costado, de modo que el tiro erró el camino...


Lancer justo estaba comentando sobre la belleza de la nevada cuando la primer descarga enemiga detonó, llameando sobre sus cabezas y haciendo erupción como un sol de medianoche en los campos nevados cerca de los VTs aparcados –una única y breve descarga de discos de aniquilación que de algún modo había errado su objetivo. Scott fue el primero en reaccionar, propulsándose fuera del círculo zambulléndose y rodando, lo que lo hizo aterrizar sobre sus rodillas en la nieve del perímetro, su arma de mano MARS-Gallant levantada. Pero antes de que él pudiera devolver el fuego, una segunda descarga Invid se deslizó en el medio del equipo, arrojándolo patas arriba y tendiéndolo sobre su cara. Él inhaló un poco de nieve y rodó sobre sí a tiempo para ver una serie de explosiones precipitarse por el campo, géiseres blancos brillantes saltando de estanques de plasma de fuego del infierno. En la línea de cordillera él atrapó un breve vislumbre de un Invid Trooper antes de que fuera eclipsado por nubes de remolineante nieve.

El resto del equipo ya se había dispersado en busca de cubierta. Scott divisó a Lancer acurrucándose detrás de un arco de alud de morena y le gritó que se quedase en su sitio mientras la rociada de balas Invid caían silbando en una hondonada bajo la cordillera, levantando un vendaval de hielo y pizarra. Rand, entretanto, se estaba acercando al Guerrero Alpha, discos mordiéndole los talones provenientes de dos Invid Troopers que se habían situado a poco del paso. Ejecutando un curso quebrado por la nieve, él trepó por la nariz del Veritech y logró abrir de golpe su cubierta corrediza. Pero al siguiente instante él estaba tendido de espaldas debajo del radomo del Guerrero, un Shock Trooper elevándose sobre él. Frenéticamente, Rand llevó sus manos a su cara, seguro de que el revés de la pinza del Trooper lo había abierto. Pero la cosa había fallado.

¡Ahora, él pensó, todo lo que tengo que hacer es evitar ser asado vivo!

Esferas de cebadura radiantes se habían formado en las puntas de los caños de los cañones; cuando éstas centellearon, fuentes grandes de luz anaranjada y cegadora volaron hacia él como la idea de Frisbee de un demonio. Rand maldijo y rodó, pensando vagamente en aquel ciervo que él había matado...

A doscientos metros de distancia Scott estaba de pie, disparando a la nave comando Invid situada en la loma. A menos que sus ojos lo traicionasen, era la misma nave que había sido enviada contra ellos durante su cruce del océano a las Tierras norteñas. Y esa era una mala señal en realidad, porque significaba que la Regis finalmente había encontrado oportunidad para escoger al equipo como una presa digna de ser perseguida. Él miró de soslayo en el vendaval y disparó, incierto de si la nave aún estaba allí. El viento se había elevado ahora, y copos helados de nieve penetrante se estaban agregando al caos. Desde alguna parte cercana él oyó a Lancer gritar: “¡Detrás de ti, Scott!” y giró para ver de frente a un Trooper que estaba usando a los Veritechs para cubierta. Scott intercambió media docena de disparos con aquel antes de que una explosión ensordecedora lo arrojase violentamente fuera de la pelea; él sintió una quemazón pasajera intensa contra su espalda y estuvo comiendo nieve un momento más tarde. Volviendo en sí, él tuvo una vista clara de la colina, de la nave comando de color pastel parada codo a codo con un Trooper algo más pequeño. El Trooper había despegado para cuando Scott gateó poniéndose de pie; aquel se asentó delante de él, hundiéndose hasta las uniones articuladas de las rodillas en la nieve. Scott retrocedió tambaleándose, buscando cubierta, mientras el Invid calmadamente levantaba su pinza con garras para un golpe descendente.

A corta distancia, Rook sumió su aliento mientras atestiguaba a Scott escapar estrechamente de la decapitación. Afortunadamente, la nieve debajo de sus pies había cedido y él había caído de espaldas en una barranca poco profunda al mismo momento en que la garra del Trooper había descendido. Pero ahora la cosa estaba ubicada en el filo de la cavidad, preparándose a poner sus cañones en juego. Rook volvió su perfil hacia la nave, el H90 de cañón largo asido en su mano derecha extendida, y disparó dos ráfagas. Dadas las condiciones cercanas a una ventisca, era mucho pedir que sus disparos encontrasen algún lugar vulnerable –aunque su segunda ráfaga casi hizo un agujero a través del escáner semejante a un ojo de la nave. El Trooper giró hacia ella, casi el giro impaciente que uno dirigiría hacia un niño dañino, y soltó dos discos en respuesta, uno de los cuales desgarró la tierra veinte metros delante de ella con suficiente poder para hacerla volar por el aire.

Ahora, cinco Invid Troopers habían aterrizado en la depresión; su comandante lleno de colorido aún estaba en la colina revisando la escena. El equipo, entretanto, había sido pastoreado hacia la empinada pendiente glacial al filo de la depresión. Scott salió fuera de su cavidad de un salto después de que Rook desviase la presión sobre él e hizo señas a todos para que vayan hacia su posición. “¡Todos sobre la ladera!” él gritó contra el viento. “¡Deslícense pendiente abajo de regreso a los árboles!”

“¡Pero los mechas!” Rand retornó, señalando con un ademán hacia atrás a la depresión.

“¡Olvídalo! ¡Tenemos que llegar al bosque!”

Scott vio a Annie ir a la pendiente y descender el tobogán sobre sus nalgas, arrastrando un grito que era mitad miedo, mitad excitación. Lancer y Marlene se dirigieron a la pendiente después, luego Lunk y Rand. Scott los animaba a seguir, gritando todo el tiempo y apretando el gatillo del arma de mano a más no poder contra el Invid que casi le había cortado la cabeza unos cuantos momentos antes. Él consiguió un tiro afortunado que le voló la pata a la cosa, y ésta aterrizó en la nieve de la depresión y explotó.

Sólo Scott y Rook permanecían en la depresión ahora, junto con los cuatro Troopers ilesos que se estaban moviendo hacia ellos con intención maligna.

“¡Rook! ¡¿Estás bien?!” Scott gritó.

Ella le dio la señal de todo bien y comenzó a abrirse paso hacia la posición de él, rotando sobre sí una o dos veces para conseguir disparar a sus perseguidores. Los Invid vertían un vendaval de discos sobre ellos, así que tuvieron que aplanarse una que otra vez mientras intentaban acercarse a la pendiente. Scott continuó enviando lo que su blaster podía entregar y no se sorprendió al ver que el enemigo rompió filas y enfiló hacia una maniobra de flanqueo. Rook estaba unos cuantos metros delante de él cuando ambos cayeron en la pendiente. Scott trató de clavar sus talones, luego comprendió por qué el resto del equipo había desaparecido tan rápidamente. Debajo de una capa delgada de nieve la pendiente era una capa sólida de hielo glacial.


Sera vio al aparente líder del grupo moverse rápidamente pendiente abajo y despegó para perseguirlo. Ella hizo una pausa brevemente en el borde del tobogán para emitir instrucciones a sus tropas, luego encendió los propulsores que la precipitarían hacia abajo hacia los árboles a lo largo del curso de los Humanos.

Aunque Lancer hubiese hecho vacilar a Sera, ella no tenía ningún grado de afinidad con el resto del equipo. Ella se puso al lado de Scott, dándose cuenta que él la podía ver a través de la burbuja transparente de la nave comando, y apuntó sus cañones sobre él. Pero en el último minuto, los talones de Scott encontraron algo de apoyo y él repentinamente terminó dando un salto mortal fuera del camino del daño, cada uno de los disparos de Sera errándole mientras él rodaba pendiente abajo.

La princesa Invid se detuvo en el fondo del tobogán donde los otros habían tomado posiciones detrás de agrupaciones de perdones rodados de morenas terminales. Lunk estaba soltando estallidos contra la cubierta corrediza de la cabina que le hacía imposible a Sera decir en qué dirección el líder se había dirigido.

Sera permitió al tosco Humano salirse con la suya por un instante, luego giró hacia él, consciente de la lujuria de sangre que ella sentía en su corazón. Pero de repente uno de los compañeros de equipo del Humano salió corriendo de su cubierta y empujó al grandote derribándolo y poniéndolo fuera del camino de sus disparos. Encolerizada, Sera movió de un lado a otro los cañones de la nave comando para encontrarlo, dándose cuenta sólo entonces que era el Humano de cabellos color lavanda.

Su mano permaneció colocada sobre el gatillo de forma oval del arma, paralizada.


En otra parte, los rebeldes y los Shock Troopers continuaban intercambiando disparos.

Marlene se agazapaba detrás de un pedrón rodado mientras paquetes letales de energía marcaban con líneas cruzadas sobre su cabeza, sus manos apretadas contra su cabeza, como si ella tuviera miedo de alguna explosión interna.

“¡Luchar o morir!” ella gritó, sus palabras perdidas en el vendaval. “¡Debe haber otro modo... otra vida!”

Entonces, un momento más tarde, la propia lucha capituló. Scott oyó un retumbo intenso sobre él y miró hacia arriba a tiempo para ver trozos enormes de hielo caer desde los contrafuertes que rodeaban la depresión, precipitándose en avalancha sobre la depresión, dispersando a los Troopers Invid y enterrando los Cyclones y Veritechs bajo toneladas de nieve cristalina.


Traducido por Luis N. Migliore (C�rdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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