La Nueva Generacion - METAMORPHOSIS

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Capitulo 1

¿Cómo tantos de los jefes en esta vasta lucha pudieron ser tan ciegos a la razón de que un planeta estaba en el centro de todo ello? Ése es un secreto que nunca sabremos.
En la arruinada Tierra, discutiblemente el planeta más belicoso en el Universo, la Flor de la Vida había echado raíces como en ningún otro lugar antes –excepto por Optera (el cual puede o no haber sido su mundo de origen). Y al hacerlo así, preparó el escenario para el Tercer Acto de las Guerras Robotech.
Y sin embargo, ingeniosamente olvidado, los Invid al igual que los Humanos lo atribuyeron a los caprichos de una planta.

Zeus Bellow, El camino a Punto Reflex


¡Nunca ha crecido la Flor de la Vida más extrañamente! Se le ocurrió por otra parte a la Regis, emperatriz/madre de la especie Invid. ¡Tierra, tu destino está unido al nuestro ahora!

Cuán extraño fue que Zor haya escogido a la Tierra, ella pensó, mientras se cernía allí en el centro de la estupenda mega-colmena conocida como Punto Reflex. O, más apropiado, cuán bien él había escogido enviar a su fortaleza dimensional al planeta tanto tiempo atrás. De todos los mundos que circundan estrellas, ¿qué lo había hecho escoger éste? La concepción de Zor la hizo arder con una pasión que hace mucho tiempo se había vuelto odio austero.

¿Sabía él que la Tierra resultaría ser tan fantásticamente fértil para las Flores de la Vida, un jardín secundando al Optera nativo de la raza Invid en su receptividad a los Flores? Era verdad que la Protocultura podía conferir poderes a la mente, pero aún así, ¿qué había atraído la atención de Zor a través de los interminables años luz al insignificante globo blanco y azul?

Pero la decisión de Zor no importaba ahora. Todo lo que importaba era que los Invid habían encontrado finalmente un mundo donde la Flor de suma importancia prosperaba. Por fin, ellos habían conquistado su nueva Optera.

Por supuesto, allí habitaba una especie indígena –la raza Humana– pero ellos no representaban ningún problema. El primer asalto del Invid había dejado a la civilización humana en ruinas; los alienígenas usaban a muchos de los sobrevivientes para cultivar la Flor de la Vida.

Unos cuantos humanos se agazapaban en y alrededor de los restos destrozados de sus ciudades o rondaban los eriales, rapiñándose unos a otros y temiendo el momento en que el Invid terminaría el trabajo. El único uso al dejar a los homo sapiens sobrevivir un ratito más era usarlos para fomentar el plan maestro Invid.

Entonces los humanos serían enviados al olvido para siempre. Ya no había espacio para ellos en la Tierra. Y por lo que la Regis sabía de la historia de la raza humana, su ausencia mejoraría el universo en conjunto.

Y ello sería hecho. Después de todo, los últimos de los verdaderos enemigos de la Regis estaban muertos. No había nadie para oponerse al poder de los invictos y desalmados Invid.


El Guerrero Alpha se esforzó pero cortó una línea suave por el aire, sus propulsores llameando azul. Inicuamente rápido, pesadamente blindado, y abrazando la tierra, cruzó como flecha hacia las montañas coronadas de nieve.

El teniente Scott Bernard moderó su HOTAS –the Hands-On-Throttle-and-Stick controls (las Manos En el Acelerador y en los controles de la Palanca de vuelo). Con tanta potencia a su disposición, era tentador ir a más velocidad, para ejercer el comando del cielo que parecía como el derecho de nacimiento del guerrero Robotech, y el suyo propio.

Una razón para no ir a mayor velocidad era que había otros debajo, siguiéndolo en vehículos de superficie –los miembros de se equipo. Les tomaría días, tal vez semanas, cubrir el terreno montañés que él podía cruzar en unos cuantos minutos. Y él no se atrevía a dejarlos demasiado detrás; su Alpha era la ventaja principal del equipo contra las patrullas cazadoras/asesinas Invid. El Alpha desaceleró hasta que estuvo a velocidad casi crítica, sus propulsores sosteniéndolo en vuelo.

Otra razón para no ceder al impulso de rugir triunfantemente a través del cielo era el hecho de que los humanos ya no poseían el cielo.

Él abrió el micrófono de su casco. “Este es Alpha Uno a Equipo de Exploración.”

Una joven voz masculina respondió por la red táctica, irónica y algo impaciente. “Te oigo, Scott. ¿Qué sucede?”

Scott controló su temple. No tenía sentido otra discusión con Rand sobre el procedimiento apropiado de comunicaciones, al menos no ahora.

“Estoy alrededor de dieciséis kilómetros delante de ustedes,” Scott respondió. “Nunca podremos alcanzar esas montañas antes del anochecer. Voy de regreso; nos reuniremos e instalaremos el campamento.”

Él miró con anhelo hacia las montañas. Había tanto por recorrer, tal largo y peligroso viaje, entre aquí y Punto Reflex. ¿Y qué les estaría esperando allí? La batalla por la Tierra misma, la confrontación decisiva de las Guerras Robotech. La destrucción de la máxima fortaleza del reino Invid.

Pero este grupo de guerrilleros singularmente encontrados y un varado piloto guerrero de la División Marte no eran los únicos salvadores de la Tierra. Scott no había participado a sus nuevos compañeros de ello, pero la Humanidad tenía un as en la manga mucho más formidable que ellos. Y pronto, pronto... los demoníacos Invid serían barridos por un vendaval purgante de Robotecnología.

Él aumentó la velocidad y llevó al Alpha a través de una inclinación lateral, alerta por cualquier signo de mecha de guerra Invid que pudiera haber detectado las emisiones de Protocultura del guerrero. El guerrero se quejó un poco; él tendrá que dar a sus sistemas una minuciosa inspección rápida con Lunk, el subcapataz técnico de la banda.

Scott era menos experto en volar en la atmósfera de lo que habría querido. Él había crecido en la expedición de la SDF-3, y la mayoría de su pilotaje había sido realizado en el vacío. Había una belleza inefable, una rectitud, en volar en la atmósfera de la Tierra, pero también existían peligros ocultos, especialmente para un piloto de combate.

Sin embargo, él no se quejaba. Las cosas estaban yendo mejor de lo que él había esperado. Al menos las provisiones de artillería y de Protocultura que el equipo de Scott había recogido del depósito de suministros del renegado Coronel Wolff les durarían por algún tiempo.

Ahora todo lo que ellos necesitaban era algo de suerte. En alguna parte, los camaradas de la División Marte de Scott se estaban preparando para el asalto. La telemetría le había dicho que una buena parte de la División Marte había sobrevivido a la acción del combate orbital y al acercamiento planetario en el que su escuadra había sido despedazada, dejándolo el único sobreviviente. Scott todavía vivía con las visiones y sonidos de esos pocos minutos horribles, como también vivía con recuerdos aún más difíciles de soportar.

El Punto Reflex aguardaba. Allí el Invid sería reembolsado un millón de veces –ojo por ojo.


Desde muy en lo alto, el Punto Reflex se asemejaba a un patrón de tela de araña monstruoso. Las líneas de unión, resplandeciendo en color amarillo-rojo como si fueran canales de lava, estaban formadas por conductos de Protocultura y sistemas electrónicos. Las vías de acceso eran recorridas por mechas y por los otros sirvientes de la Regis.

En el centro estaba el enorme Núcleo Colmena que era el Punto Reflex mismo. Era un hemisferio resplandeciente con un aspecto biológico en él, y una espuma extraña de objetos semejantes a burbujas alrededor de su base como una onda concéntrica acercándose desde todos lados. El Núcleo tenía más de veinte kilómetros de diámetro. Para los ojos Humanos podría haberse asemejado a una fotografía de super alta velocidad del primer instante de una bomba de hidrógeno detonando.

En las numerosas uniones estaban los domos menores y nodos de instrumentos, sin embargo algunos de ellos eran de tres kilómetros de diámetro.

En lo más profundo dentro de Punto Reflex, en su centro, había una esfera de puro instrumental de Protocultura. Esta esfera de bronce veteado, con sombras oscuras moviéndose y Tomando forma dentro de ella, respondía a la voluntad de la Regis. Un rayo de luz deslumbrante rompió desde la vastedad oscura por encima, para crear una fogata de Protocultura enorme.

La Regis habló y sus “niños”, la mitad de la raza Invid, escucharon; había tanto para decirles. Con la increíble profusión de las Flores de la Vida que la Tierra había proveído, los niños de la Regis se habían incrementado en número, y las cigotas de zánganos recientemente avivadas debían ser instruidas en sus destinos. Desde dentro de la enorme esfera, su voluntad se extendió para manipular las flamas de Protocultura que brotaban. “Las criaturas vivas de este mundo han evolucionado en una variedad verdaderamente asombrosa de tipos y subtipos.”

Imágenes se formaron en las llamas: araña, ornitorrinco, cisne, rata, la hembra humana. “Muchos de éstos son altamente especializados, pero extremadamente exitosos. Otros son generalizados y adaptables y muchos de esos, también, son exitosos.

“La Tierra es el lugar que la Flor de la Vida ha escogido, y ése es un hecho que no tolera ningún argumento. Y por lo tanto es el lugar donde los Invid, también, vivirán por siempre. Para esto, debemos encontrar la forma de vida final adecuada a nuestra existencia aquí y asumir esa forma.”

A través de todo su dominio planetario, los Invid se detuvieron para escucharla. Unos cuantos pudieron recordar los días hace mucho tiempo en Optera, antes de Zor, cuando los Invid vivían vidas contentas y gozosas. Otros, Invid más jóvenes tuvieron acceso a esos días, también, a través de la memoria racial que era una parte del poder de la Regis.

En Optera, a través de ingerir las Flores de la Vida, los Invid habían experimentado con la auto-transformación, y con exploraciones en la auto evolución que era en parte experimento, en parte rito religioso. Y, con el poder de la Protocultura y sus Formas, ellos se esforzaron por curiosear más allá del presente y lo visible, dentro de los secretos del universo –dentro de los planos trascendentales de la existencia.

Aquellos días se habían ido, sin embargo volverían otra vez cuando las Flores cubriesen la Nueva Optera-Tierra. Por el momento sin embargo, la evolución sería determinada y estatuida por la Regis.

“A fin de escoger la forma final, la forma que asumiremos para nuestra vida aquí, estamos utilizando Posos de Génesis para nuestros experimentos en bioingeniería, como lo hicimos en Praxis.”

Más sombras se constituyeron en la fogata ultramundana.

“Hemos clonado criaturas de todas las eras significativas de la historia de este planeta y las estamos estudiando para rasgos útiles en localizaciones a través de todo el globo. También estudiaremos su interacción con la otrora especie dominante, el Homo sapiens.”

Su voz no corporal se levantó, resonando como un himno, excitando Invids en cada peldaño de la escalera de desarrollo de su especie, desde el gameto de zángano amiboideo más verde hasta su más evolucionado Enforcer.

“Hace mucho tiempo, el Invid cometió la gran equivocación de creer las mentiras alienígenas; de creer en la confianza, de tomar parte en–” Su voz vaciló un poco; este último pecado había sido sólo de la Regis.

“El amor.”

Y el amor que Zor había extraído de ella había sido reflejado por su compañero masculino, el Regente, como odio y aversión psicópata. Esto había causado que el Regente descendiese –adrede y perversamente– más y más un camino de involución hacia la monstruosidad y estupidez, hacia una cólera primitiva amorfa total. Pero la otra mitad de la especie Invid, sus niños, le rendían culto no obstante.

La Regis se aceró. Su voz mental resonó de nuevo.

“¡Pero hemos pagado esos malogros por una era! ¡Por una era de extravío, guerra, muerte, y privación! Y una vez que hayamos descubierto la Forma Final apropiada para este planeta, deberemos asumir esa forma, y aseguraremos nuestro nuevo aprovisionamiento interminable de la Flor de la Vida. ¡Nuestra raza se convertirá en el poder supremo al que estaba destinada!”

Pero ella escudó de su universo de niños el temor que nunca estaba lejos de sus pensamientos. Aquí en la Tierra –el planeta que la propia Flor había escogido– la otrora dominante forma de vida estaba moldeada a la imagen de Zor.

Y de nuevo la Regis se sintió fracturada de mil maneras, aún atraída en una dirección. ¿Qué aflicción es más maldita que el amor?


Rand se inclinó sobre los manillares de su motocicleta de combate Cylone mientras Annie gritaba, la cara de ella apretada cerca de tal manera que él pudiera oírla sobre el rugido del mecha, el pasaje del viento, y el efecto amortiguante de su armadura Robotech.

“¡Mira, allí está Scott, a las diez en punto!”

Rand ya había visto al suspendido en el aire Alpha azul y blanco acomodándose para un descenso VTOL. No existían muchos claros de tamaño útil en el espeso bosque en esta región. Ciertamente, no había nada parecido a una pista de aterrizaje adecuada para una nave de combate convencional dentro de cientos de kilómetros o más.

Los diseñadores quienes habían dado al Guerrero la capacidad de Despegue y Aterrizaje Vertical (VTOL: Vertical TakeOff and Landing) por supuesto sabían cuán importante sería eso en una situación táctica en una guerra convencional. Pero Rand se preguntaba a veces si ellos habían previsto cuán útil el VTOL sería para una banda de guerrilleros exhaustos que eran la última unidad de combate consignada de la Tierra.

“Lo veo,” Rand gritó en respuesta a Annie, antes que señalar que él había estado siguiendo la pista de Scott por ambos, con la vista y en el display del Cyclone. Rand no quería admitirlo, pero él había desarrollado un tierno afecto por el atractivo y exasperante manojo de energía adolescente quien había insistido en ser una parte del equipo.

Annie había insistido sobre venir junto con él en la delantera, también. Ella estaba resuelta a hacer su parte, a arriesgarse, a ser considerada una parte adulta del equipo. Rand vio que mucho del amor propio de ella estaba dejándose llevar por el resultado y refunfuñando admitió que a él no le molestaría algo de compañía. Scott y el resto se habían rendido, tal vez por la misma razón que ellos nunca cuestionaban los reclamos extravagantes de la diminuta pelirroja que tenía no menos de dieciséis.

Uno podía o aceptar a Annie por su carácter fuerte y testarudo o arriesgarse a destrozar el personaje valiente que ella había forjado, con poca ayuda o respaldo, para abrirse camino en un mundo desesperante y peligroso.

Ahora ella golpeaba la armadura de Rand. “¡Gira allí, gira allí!”

“Conductor de asiento trasero,” Rand gruñó, pero él dobló por el camino montés, la motocicleta rodando lentamente, dirigiéndose hacia la señal de Scott. “Estamos cerca de diez minutos delante de los otros, Scott.”

La voz de Scott replicó por la red táctica. “Bien. Aún no hay señales de los Invid, pero podemos ejecutar un barrido del área antes de que los otros lleguen.”

Ninguno de ellos lo veía o lo registraba en sus instrumentos, pero en la sombría oscuridad forestal, enormes formas ultra tecnológicas de dos piernas se movían, naves de guerra caminantes de forma de insectos.

Tal como los monstruos blindados de la pesadilla de un loco.

Traducido por Luis N. Migliore (C�rdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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