Los Maestros de la Robotecnia - The Final Nightmare

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26

Capitulo 20

¡Emerson! ¡Cargador del dolor!
¡Campeón de la luz! Aunque–
No se le dio a conocer eso
Hasta que su trabajo estuvo hecho

Mingtao, La Protocultura: El Viaje Más Allá de la Mecha


Rolf Emerson levantó la vista, sosteniendo su brazo herido contra sí, para ver a Bowie y a Musica refugiándose en el abrigo de una columna no muy lejos, y a un clon guardia moviéndose en ángulo para conseguir un disparo limpio sobre ellos por detrás.

La falta de pasión y la lógica no eran parte de ello; Emerson estaba precipitándose a través de la baqueta de disparos de armas antes de que el razonamiento tuviera alguna oportunidad de aplicarse. El espacio entre su cubierta y la columna de Bowie era bastante seguro; los disparos estaban bien orientados para entonces. Emerson se lanzó por el aire precisamente cuando el clon apretaba su mejilla contra la culata de su rifle para máxima precisión, arrodillado en una rodilla.

Hubo una imagen de una fracción de segundo de la cara de Musica, asustada, preocupada por él, que Emerson pudo ver.

Tan bella, se le ocurrió al general mientras el disparo golpeaba su espalda. Tal vez ella sea la mejor parte de todos nosotros; debemos escucharla.

La ráfaga lo golpeó de frente en la espalda, vaporizando carne y chamuscando hueso, prendiendo fuego su túnica. Lo siguiente que él supo fue, que él estaba en los brazos de Bowie y el clon fusilero había sido eliminado por el fuego de Dana.

Sean estaba moviendo el fuego de batería secundaria de su tanque de un lado a otro en el compartimento; la mayor parte de los enemigos replegados y el resto muertos. En momentos, los ecos violentos dieron paso al silencio.

Bowie arrojó su casco a un lado, arrodillándose para recoger a Emerson en su abrazo, oliendo la carne quemada. “Rolf. Padre...”

Emerson encontró su mano, agarró la fría aleación. “Yo oí tu música. La noche antes de que ellos me enviaran a hacerme cargo de la base ALUCE, me quedé debajo de la ventana de las barracas y te escuché tocar. Fue hermoso, Bowie; tienes un don.”

“Yo no quise –yo no tuve–” Bowie quería hablar sobre el amor y sólo encontró disculpas en sus labios, y supo que no había más tiempo.

La mano de Emerson apretó los dedos forrados en metal. “Tú y Musica... es algo tan bueno, Bowie. Ambos deben enseñarlo. Hijo.”

Emerson estuvo todavía vivo por otros pocos segundos, sin embargo no hablaría de nuevo. Él levantó la vista sobre el hombro de Bowie para ver a Dana con su visor del casco abierto. Su armadura estaba chamuscada donde una descarga enemiga había quemado su radiofaro de respuesta, pero falló al querer herirla.

Ella tendría aún más que enseñar que Bowie o Musica, se le ocurrió a él. Dana le dio un asentimiento de cabeza, sabiendo que las palabras no servirían. Luego ella salió de la vista, el rifle terciado alto.

Emerson vio con cierta sorpresa que el mundo no se estaba volviendo oscuro, del modo en que el saber popular tradicional decía que sería. En vez de ello, el alcance de su visión y su percepción se alejó más y más, abarcando cosas maravillosas y terribles, cosas que desafiaban toda descripción –una belleza terrible a cuyo lado la vida mortal parecía un asunto menor.

Había una celebración de luz a su alrededor, y él se arrojó voluntariamente. El Universo lo abrazaba, abriéndole todos los secretos, respondiendo cada pregunta.


En su lugar sagrado protegido, el Dr. Zand, monitoreando la batalla a través de relevos técnicos y sendas de información propias, repentinamente se enderezó como si estuviera a punto de sufrir un ataque. Pero se relajó de nuevo en un momento, respirando andrajosamente.

Él asió el frente de la túnica de Russo. “¡Emerson está muerto! ¡El Momento se acerca! ¡Recoge mi equipo especial!” Él puso al hombre más pequeño en camino con un empujón.

Cuando Russo se escabulló, Zand comenzó a desabrocharse la chaqueta de su uniforme. ¡Nunca más vestiría falsos colores! Era la hora de vestirse con vestiduras más propias.

¡Hoy un nuevo Universo empieza!


Nova estaba vistiendo un traje de reserva de armadura ATAC, una cosa con largos cuernos que había pertenecido originalmente a Cutter, quien había muerto en ese primer asalto a la nave madre. Ella lucía un poco como una res metálica, mirando hacia atrás en la dirección de la cual los dos tanques –anteriormente tres– habían venido en su misión de rescate.

“No veo a Zor en ninguna parte,” ella se inclinó hacia abajo para decir a Angelo Dante. “Se ha escabullido a alguna parte.”


En otra parte de la nave madre, Zor hacía caminar a su Bioroid rojo, acechando los pasadizos, listo para morir mientras pudiera llevar a cabo su venganza. Por un momento la imagen de la cara de Dana estuvo ante él, por ninguna razón que él pudiera nombrar, pero él la rechazó y continuó, el intelecto último, privado de cualquier pensamiento excepto venganza.


“¡Sargento, todos estos pasadizos lucen iguales para mí!” Louie gritó por la red táctica. “¿Cómo los encontraremos?” Una nueva interferencia estaba interfiriendo todas las comunicaciones de largo alcance y hasta eclipsando el radiofaro de respuesta de Bowie.

“Seguiremos buscando,” Angelo dijo. ¡Maldito Phillips de todos modos, por no marcar su rastro!

Justo entonces figuras aparecieron precipitándose y esquivando desde un pasadizo lateral más adelante, disparos rebotando a todo su alrededor desde detrás. “¡Es la Teniente Crystal y el Teniente Brown!” Louie gritó.

Bowie y Musica los seguían de cerca atrás, esquivando y buscando cubierta en ambos lados del pasadizo, como los dos pilotos del TASC lo hacían. Fuego intenso de los guardias chapoteaban de los mamparos. El contraataque de los guardias fue tan repentino y determinado que los Humanos habían sido forzados a dejar el cuerpo de Emerson atrás.

La acción de contención de Sean en la cámara del “senado” no estaba manteniendo a todos los guardias inmovilizados. Más aparecieron, desde la otra dirección, con una línea de fuego limpia. Pero antes de que pudieran reducir a su presa, una ráfaga sostenida de las baterías secundarias de un Hovertank los derribó en una ventolera de andanadas de tiro rápido y llameante.

Bowie y los otros giraron y, aturdidos, vieron a Dana detener su Valkyria, sus cañones precipitando ondas de calor brillantes.

Bowie estuvo confundido momentáneamente. ¿No habían sido estacionados el Re-Tread y el tanque de Dana en la otra dirección? Él no la había visto escabullirse mientras Emerson yacía muriéndose, para hacer una carrera casi suicida hacia su mecha.

Ahora ella saltó bruscamente en su cabina y disparó con su carabina, temiendo que las armas pesadas pudieran golpear amigos así como a enemigos. Un último guardia se lanzó desde un reborde justo encima de las cabezas de sus amigos. Entonces ella giró rápidamente y disparó sobre un vehículo de guardia que estaba abatiéndose sobre ella desde el lado opuesto; el parabrisas del vehículo se fundió y el pequeño vehículo volcó, arrojando a los guardias por todas partes, y avanzó laboriosamente hasta detenerse.

Sean se abrió paso y los alcanzó, mientras Angelo, Nova, y Louie se detenían con retropropulsores rugiendo estrepitosamente. Mientras Dennis Brown y Bowie ayudaban a Sean a detener a los guardias que los habían perseguido desde el “senado,” Marie Crystal saltaba dentro del vehículo liviano y lo puso en marcha.

Musica, Bowie, y Brown se apilaron dentro. Marie aceleró fuertemente y se alejó, convoyada por los cuatro Hovertanks. Fue sólo entonces que Dana se dio cuenta que Zor faltaba.


La decisión de atacar había sido tomada, no obstante la determinación de los Humanos de luchar.

“Debemos consolidar nuestra fortaleza,” Dag declaró. “Eliminen todos los clones que funcionen por debajo de un factor de eficiencia de ochenta por ciento.” Las otra cuatro naves madres y la mayor parte de las naves de combate eran casi inútiles para el combate ahora, agotadas como lo estaban; la nave insignia era la única esperanza restante.

Jeddar comenzó a oponerse. Él sabía que los Maestros no sólo se referían a negarles a los clones la Protocultura, sino también a expulsarlos de la nave insignia.

“Ellos no deben ser sometidos a la eliminación, mi señor,” Jeddar señaló.

“¡Entonces confínenlos por el momento!” Shaizan se desenfrenó. “Y prepárense a disponer de ellos. ¡Comiencen el asalto sobre la Matriz enterrada abajo!”


Hasta la lealtad fanática de los clones guardias desfallecía ante el poder de fuego abultado de los tanques; con el tiempo la lucha armada actual se convirtió en una retirada indisputable. Dana no podía creer que los Maestros no tuvieran a más de sus Triumviroids por ahí –¿pero por qué no los estaban usando?

Los ATACs se habían desorientado, e incluso Musica no podía decir dónde estaban. Pasaron a través de escotillas volándolas, y llegaron finalmente a una cubierta de hangar donde naves de asalto en forma de escobilla de ropa estaban alineadas lado a lado.

Sólo hubo tiempo para un beso breve y un apasionado abrazo entre Sean y Marie, más reservado pero visiblemente más sentido entre Nova y Dennis –antes de que la pregunta de cómo salir vivos se pusiera en primer plano.

Marie y Dennis no estaban seguros de si pudiesen pilotear una nave de asalto; los acercamientos planetarios en una astronave no muy conocida eran muy diferentes de los viajes en un vehículo de guardia.

“Vean qué pueden hacer,” Dana dijo, acelerando a toda marcha a Valkyria. “Regresaré por Zor.”

Angelo se sintió como si le estuvieran tirando de los cabellos. “¡Teniente, esto no es justo! ¡No es el ejército!”

“Ya no estoy trabajando para el ejército, Angie,” ella echó hacia atrás el tanque haciéndolo girar sobre sus propulsores. “Si no regreso en veinte minutos, váyanse sin mí.”

Ella apenas se había ido cuando Bowie y Musica fueron a pararse delante del sargento tomados de la mano. “Yo regresaré, también,” Bowie le anunció. “Musica dice que su gente está en terrible peligro.”

“Puedo sentirlo,” ella explicó. “Mis hermanas y yo estamos unidas –somos una.”

Bowie tocó su hombro suavemente. “Está bien; las encontraremos.” Tal vez esto era parte de la enseñanza que Rolf Emerson había dicho que él y Musica debían hacer; en todo caso, Bowie sabía que él no podía abandonar a la gente de Musica.

Repentinamente, Nova ‘dio un paso hacia delante, soltando la mano de Dennis. “Yo iré con ustedes. Dana tiene razón: ya no estamos trabajando para el ejército, y es hora de que las muertes se detengan.”

Entonces Brown se le unió, y Marie; Angelo Dante se rindió a lo inevitable. Los oficiales de la aviación lo excedían en rango, pero eso no significaba nada ya que esta era una operación de Hovertanks. “¡Sean, tú y la Teniente Crystal quédense aquí con Malas Noticias y mantengan esta posición! Vean si pueden deducir cómo pilotear estas cosas. El resto de ustedes, háganme un favor y traten de no enredar las cosas.”


La Cruz del Sur había reunido todo lo que tenía, movilizando las reservas y armando a cualquier civil deseoso, sin hacer preguntas. Policías, estudiantes, robots, convictos, burócratas, amas de casa, pandilleros –la raza Humana alistaba sus recursos restantes para una última batalla.

Las fuerzas regulares debían ir y encontrar a la nave insignia que se aproximaba de frente; el resto esperaría, para pelear en su tierra si a eso se llegaba.

El Comandante Supremo Leonard oyó los detalles de las preparaciones apresuradas, luego hizo que se retire su personal por un momento para encargarse de un asunto de prontitud personal. Al abrir la gaveta de su escritorio, verificó para asegurarse que la carga en su pistola estuviera completa.

Él se enfureció de nuevo con su aversión a los alienígenas. Leonard metió entre sus ropas el arma y cerró la gaveta. Él no tenía ninguna intención de dejar a esos monstruos llevárselo con vida.


Él se abrió paso destrozando una partición pétrea y se enfrentó cara a cara a tres Bioroids rojos. Tal vez ellos reconocieron el mecha de Zor como el de su otrora señor de la batalla, o tal vez no; no importó.

Aún si ellos hubieran estado operando a máxima eficiencia, los Triumviroids habrían encontrado a Zor un oponente formidable. Pero estaban agotados –apenas una especie de rivales para él.

Él los eliminó con disparos rápidos y precisos del arma gruesa y en forma de disco que su Bioroid llevaba, su cañón más grande que el de un obús. Pero cuando él ingresaba al compartimento, tres rojos más se dejaron caer desde lo alto, revelando inesperadamente su emboscada.

Zor probó cuánto contaba la experiencia; su Bioroid levantó una enorme losa de piedra para escudarse del fuego de los emboscadores, luego disparó continuamente en respuesta, saltando alto. Él derribó uno, dos, tres, agujereados completamente en el lugar donde sus clones operacionales estaban sentados enrollados en las esferas de control.

Zor entró violentamente en otro compartimento sólo para ver un alto reborde lleno de Triumviroids alineados, docenas de ellos, esperándolo. Acá y allá había guardias armados, pareciéndose a insectos entre los mechas.

“¡Llévenme con los Maestros!” él ordenó. “No tengo intenciones de dañarlos; mi asunto es sólo con ellos.”

Él vio a Karno, parado a un lado, dejar caer su brazo en señal. Los fonocaptores externos del Bioroid de Zor recogieron la orden voceada, “¡Fuego!”

El rojo de Zor se agachó apartándose, mientras las ráfagas voleaban en todas las direcciones, rebotaban de los mamparos o los penetraban, lanceaban por la cubierta y por arriba. Una explosión secundaria de un sistema enrutador de energía debilitado golpeó el lateral del mecha.

Él estaba momentáneamente a la cubierta del marco de la escotilla, plegado sobre sí mismo y a punto de lanzarse rápidamente de pie, el blindaje de su rojo chocando con colas de gallo de chispas de las placas de la cubierta.

Karno extendió su brazo para tirar de una larga palanca que estaba cerca. “Sabíamos que vendrías.”

Hubo explosiones cuidadosamente planeadas, y el techo cedió; toneladas de metal y conductos y sistemas de Protocultura de apariencia orgánica aterrizaron sobre él como un derrumbe, inmovilizándolo. Al mismo tiempo, el mamparo colapsó, desgarrándose en partes, dejándolo expuesto al fuego de sus enemigos.

Karno miró hacia abajo a Zor, no con la falta de pasión de un esclavo clonado, sino más bien con el frío odio que él había sentido desde que perdió a Musica. Las emociones se estaban filtrando a lo largo de los sirvientes de los Maestros, imparables y a menudo no reconocibles.

“¡Eres un tonto, Zor,” Karno gruñó, “si crees que tienes el poder para combatirnos! Ahora que esta búsqueda lunática tuya ha fallado, me han instruido para ofrecerte una última oportunidad para arrepentirte, y volver a unirte a nosotros.” El tono de su voz dejó claro que Karno ofrecía la reconciliación de mala gana. Él más bien habría dado la orden de abrir fuego de nuevo.

El rojo de Zor logró palanquearse. Pero a pesar de toda su inmensa fortaleza, aún no podía liberarse de los restos que lo inmovilizaban.

Zor miró hacia el cañón que había sido apuntado hacia él, el visor negro destellante de su rojo girando para toma panorámica lentamente, y dijo, poniendo peso detrás de cada palabra, “Nunca. No me detendré hasta que termine con la tiranía de los Maestros o ellos me terminen a mí.”

Karno inclinó la cabeza, no triste con ese pronunciamiento. “Será como lo deseas.” Él levantó su mano de nuevo para dar la señal de reasumir el fuego, y los clones fetales enrollados en cada esfera de control de los Triumviroids enviaron comandos de prontitud, preparándose para convertir al mecha de Zor en pedacitos incandescentes.

“Y así termina el último de Zor.” Karno siseó las palabras, luciendo como un joven y guapo semidiós convertido en un ángel de la muerte, el brazo listo para caer.

Pero como un aluvión de pura luz, un enorme rayo proveniente de la batería principal de un Gladiador llegó a través de otra brecha en los mamparos, lanzando a un Triumviroid lejos del reborde de descarga en una explosión volcánica. El Gladiador, parado en la brecha humeante, cruzó su enrome cañón para hacer volar a otro enemigo, y luego a otro, como pipas de arcilla en una galería de tiro.

La falta de las armonías de Musica y el descenso en la energía de Protocultura tenía a los operadores clones en un nivel de funcionamiento que estaba cerca de la falla. En lugar de responder el fuego, ellos esperaron órdenes, o giraron y chocaron mutuamente, o meramente se quedaron parados esperando a morir –excepto por unos cuantos que dispararon, sin precisión. Karno fue bastante realista para huir por una escotilla lateral, hirviendo con la necesidad de matar, de vengarse –revirtiéndose a un nivel tan primitivo como el de cualquier primate, sin darse cuenta, porque su intelecto lo alimentaba con justificaciones.

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26

VOLVER A LA PAGINA PRINCIPAL | VOLVER AL INDICE DE NOVELAS