Los Maestros de la Robotecnia - The Final Nightmare1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26
Creo que el verdadero cambio en Dana comenzó la primera vez que ella tuvo que escribir una de esas cartas que comienzan, “Como comandante del escuadrón 15to, ATAC, es mi triste deber informarles...” Louie Nichols, Bailar con Agilidad
Sus hermanas Allegra y Octavia se acercaron, y ella se resignó a aún otro desacuerdo sobre su nuevo desafío. Pero Allegra dijo, “Una banda de soldados alienígenas ha invadido el distrito central. Pensamos que lo querrías saber.” Musica contuvo su aliento. “¿Han sido heridos? ¿Capturados?” Allegra extendió sus manos en un gesto para mostrar que no lo sabía. “Karno y sus hombres han iniciado una búsqueda extrema de ellos. Serán encontrados.” Musica se puso de pie de un salto y se alejó caminando. “¡No vayas!” Octavia le gritó. “¡Es demasiado peligroso!” “Debo estar sola por algún tiempo,” Musica dijo por sobre su hombro. Ella pensaba, ¡Ningún daño debe ocurrirle! ¡Oh, Bowie!
El líder de grupo de la guardia concedió, “Sólo temporalmente, Excelencia. Pero no nos pueden evadir por mucho tiempo, o escapar de la nave.” Ella le dio una mirada frígida. “Tu incompetencia será castigada.”
Ellos encontraron lo que parecía un dormitorio, luego tuvieron que esconderse debajo de los muebles similares a camas cuando oyeron voces. Mirando a hurtadillas desde debajo de las camas, ellos observaban mientras las Clones Sanadoras (quienes habían sido abordadas por Sean y lo habían abordado a cambio) entraban, discutiendo el asunto del alienígena –invasores. “No puedo esperar a sanearme,” Spreella dijo, quitándose sus vestimentas, “de la contaminación por el contacto con ellos.” Las tres se desnudaron, para el vasto interés de los ATACs, y se acostaron en las camas. Proyectores de algún tipo automática oscilaron en sus lugares. Luces brillaron sobre las clones y las pusieron instantáneamente a dormir. Pequeñas auras anulares bailaron sobre ellas. Unos cuantos segundos más tarde, los soldados se estaban poniendo las togas, las capuchas en sus lugares. Ellos se aventuraron a salir de nuevo, y se movieron por una rotonda en lo que le pareció a Dana como el viejo vecindario de Romeo y Julieta, excepto que no había enrejados, ni flores o plantas de ningún tipo. Más vehículos de guardias aparecieron. Los tres se zambulleron en la primer puerta que encontraron y se hallaron en un lugar que les hizo pensar en una antesala de coctel. El lugar tenía formas de arte suavemente iluminadas de paneles vítreos azules, y móviles no terrenales suavemente giratorios. Había allí música suave de algo que hizo recordar a Bowie a algo como una flauta. Ellos se sentaron nerviosamente a una mesa y una mujer clon ubicó una extraña taza para beber ante cada uno de ellos. “Beban esto, luego pasen por esa puerta a la cámara bioescaneo,” ella dijo, y se marchó. Todos los demás estaban bebiendo la misma cosa púrpura; olía fragante. Todos estaban sedientos, y no habían sido capaces de encontrar nada como una fuente pública o siquiera un drenaje. Ellos bebieron la cosa; era deliciosa, un verdadero hallazgo. No era cerveza, pero no estaba mal, y cortó su sed. Dana decidió echar un vistazo por aquella puerta. “Cámara de Bioescaneo” sonaba como algo sobre lo que los oficiales de estado mayor querrían saber. Ellos pasaron la puerta, las pistolas listas en sus cintos. Un clon mujer técnica de enfermería estaba allí, y los tres fueron dirigidos a poner sus pies en marcadores encendidos dentro de estructuras semejantes a cápsulas. La enfermera manipuló un componente de control que se asemejaba a un pequeño casquete de Protocultura partido por la mitad ubicado en un pedestal, su superficie plana cubierta con instrumentación alienígena que lucía como el detallado de un mecha. Rayos jugaron sobre ellos, y la enfermera les informó que aunque su disfunción estaba muy extendida, había esperanzas para ellos. Sus lecturas mentales alarmaron a la clon particularmente. Bowie y Louie parecían querer salirse, pero Dana tenía la sensación de que estaban cerca de algo vitalmente importante sobre el mundo autónomo de los Maestros. Ella la siguió cuando la enfermera los llevó dentro de la próxima y más grande cámara. El lugar parecía estar lleno de una extraña neblina azul, un enorme compartimento con grandes números de contenedores vítreos semejantes a ataúdes en fila. Cilindros largos y transparentes descendieron de aberturas en el techo para lanzar luz pálida. Había más de los módulos de control ubicados acá y allá entre los numerosos ataúdes tenuemente brillantes. Los ATACs podían ver formas inmóviles en los ataúdes vítreos. “Parece que hemos encontrado la morgue,” Dana murmuró. “Estas unidades estabilizadoras de conversión remediarán su mal funcionamiento,” la enfermera explicó. Ella estaba acostumbrada a que los clones estuviesen desorientados cuando venían a ella, pero ella se preguntaba si estos tres en particular estaban más allá de la ayuda. “Observen cómo esta unidad está ahora en armonía completa con su entorno.” Ella se refería a un clon masculino que fue revelado cuando la tapa de su sarcófago se levantó. Él se enderezó, parpadeando, sobre sus codos. “Su estructura fue estabilizada por este tratamiento y un simple suplemento bioenergético,” la enfermera continuó. “Ahora beberán éstos.” Ella estaba hablando de una sustancia de apariencia perezosa en otros tres vasos que habían bajado en una mesa flotante. Algo en Dana fue atraído a la idea de tomar un elíxir alienígena, de averiguar lo que el extraño sueño traía. Ello disparó algún recuerdo profundo. Ella anhelaba cumplir, aún mientras la Teniente de la Cruz del Sur en ella sabía que ello sería una locura. La enfermera estaba haciendo algo en una unidad de pared. Louie repentinamente gritó, “¡Cuidado, Teniente!” Dana giró. El clon que acaba de ser despertado estaba tambaleándose hacia ella, los brazos extendidos. Él no parecía muy estabilizado para Dana; él lucía como algo salido de una película de horror, pálido y de ojos huecos, el muerto viviente. Sus sistemas no están funcionando normalmente, supongo, Louie pensó. Dana, llena de asco, le gritó a la cosa que no se acercara y le lanzó su vaso; el vaso erró y embistió contra un módulo de control. El líquido chapoteó, el módulo comenzó a chispear, y las luces comenzaron a apagarse y encenderse. “Más problemas,” Louie observó; los controles e indicadores de los ataúdes estaban volviéndose locos. Las tapas estaban levantándose; los clones levantándose de sus sitios de descanso. “¡Oh, grandioso! ¡Todo el cementerio está volviendo a la vida!” Bowie gritó. Dana le mostró sus dientes a Louie con un semblante feroz de una gata de caza. “¡Aquí está tu sociedad ideal, Louie! ¡Aquí está su sueño de máquinas, tu Imperio del Intelecto No Obstruido!” Ella parecía a punto de caerle encima. “¿Bien? ¿Qué te parece?” La enfermera estaba chillando algo sobre alertas del tercer estado y clones fuera de control. Los tres ATACs no se dieron cuenta que ella se refería a ellos, no a los que se levantaban tarde. Ella ya debía haber hecho una llamada, sin embargo, porque los soldados oyeron pisadas corriendo viniendo hacia ellos. Tres guardias con armas parecidas a pistolas ametralladoras aparecieron en una entrada. “¡Usen a los zombies para cubrirse y diríjanse hacia esa otra entrada!” Dana gritó. Bowie y Louie la siguieron, zigzagueando entre los confundidos y perezosos clones. Dana esperaba que los guardias estuvieran ocupados reuniendo a los sonámbulos, pero los policías/clones, en cambio, les dieron persecución. Los tres ATACs terminaron afuera en lo que parecía ser una plataforma de transporte público, como una estación de metro. Dana, a la cabeza, tomó una curva y siguió corriendo a toda velocidad. Ellos se movieron sinuosamente por vías laterales y casi tropezaron con un vehículo desatendido y estacionado. Dana saltó dentro, determinada a ponerlo en funcionamiento; golpeó controles al azar y éste salió bramando en el aire, dejando a Bowie y Louie detrás. Todo lo que ella hacía parecía empeorarlo, y en momentos tuvo a otro vehículo persiguiéndola. Dana montó sobre las rotondas y por los pasadizos, acercándose a estrellarse cada dos o tres segundos, de algún modo logrando no matar a clones asombrados, tratando de regresar con sus compañeros de escuadrón. Ella oyó al vehículo que la perseguía volcarse fuera de control y estrellarse contra una pared. Cuando ella salió zumbando de un callejón, el propio vehículo de Dana intentó un medio rizo, y ella salió volando. Resignada a morir, ella vio su caiga detenida por algún tipo de toldillo, y se deslizó mientras éste se rasgaba. Ella cayó de nalgas sobre algún tipo de enorme conducto evacuador. Éste la evacuó a ella, hacia abajo de un agujero embreado y empinado, mientras oía a su vehículo robado explotar contra un techo distante. Su boleto de la casa de la risa valía para otro paseo; ella bajó gritando en la oscuridad. Ella descendió resbalándose a través de una plataforma de llegada, perdiendo velocidad y tela del uniforme y piel, y salió despedida, para rebotar de algo blando y aterrizar en una pila. “¿De dónde vienes?” una voz calma de un clon masculino preguntó. Dana, frotándose el trasero y quejándose, giró y dijo, “No lo creerías.” Ella se encontró mirando a un clon esbelto y elegante con cabello largo, liso y gris acero y una cara muy joven. “Soy Latell, de los Picapedreros,” él dijo, levantándose de la tarima de apariencia peculiar en la que él había estado sentado y viniendo a arrodillarse a su lado. “¿Estás mal herida? ¿Hay algo que yo pueda hacer?” Ella miró a su alrededor. La habitación sugería un baño romano convertido para ser usado como un hospital de clones, pero aquí las camas no tenían tapas. Alrededor de la habitación, los esclavos de los Maestros estaban acostados o sentados, luciendo muy adormecidos. “Bien, podrías decirme qué es este lugar.” “Pues, este es el centro interino del distrito para purgado y reemplazo.” Así que, ella estaba en otro spa de clones. “¿Purgado de qué?” Él ladeó su cabeza, estudiándola. “La consciencia personal de aquellos que deben ser rehabilitados, naturalmente.” Un clon masculino enfermero apareció, un gemelo del que había tratado de servirle a Dana la bebida. “¡Ustedes dos! Su período de descanso ha terminado ahora. Reasuman preparación.” Latell se formó en atención, luego haló a la truculenta Dana para que se ponga de pie, asustado de que ella estuviera tan desestabilizada en cuanto a arriesgarse a ser castigada. Dana vio que no era el momento de iniciar una pelea, y dejó a Latell que la guíe lejos. Él la llevó a una cámara donde docenas de personas –así era cómo ella los consideraba– estaban parados, dos o tres por cada uno, en tanques de proyección resplandecientes. Los clones estudiaban formas abstractas y símbolos y modelos hipnóticos, los que cambiaban. Los clones los miraban fijamente con concentración intensa. “¿Por qué estás aquí, Latell?” “Fui encontrado culpable de pensamiento individual,” él le confesó. “¿Y tú?” “Uh, lo mismo.” Él parecía infinitamente triste. “Pero ellos te han permitido conservar tu cuerpo permanente,” él observó, demasiado cortés para señalar que no era un cuerpo no reglamentario –tan redondeado y con tal voz extraña. “No es el procedimiento normal en modo alguno.” “Es, ah, parte de un experimento, Latell.” Ellos estaban en una de las mesas de billar. Latell estaba mirando hacia abajo a las formas allí, la frente arrugada. Las formas comenzaron a cambiar, a multiplicarse, siguiendo do-si-do. “Temo que debo confesar: mis esfuerzos de reprogramación no han sido totalmente exitosos –¡oh!” Él estaba mirando fijamente y con desilusión a las figuras de luz. “El entrenador no está teniendo efecto. Aún tengo patrones de pensamiento individual.” Ella lo miró de arriba abajo. “¿Qué hay de malo sobre eso?” “Tú lo sabes al igual que yo. Las mentes inestables no pueden ser toleradas–” Él fue interrumpido cuando una mujer cercana se desplomó súbitamente contras su entrenador de mesa de billar y cayó al piso. Dana corrió hacia ella, tratando de revivirla sin éxito. Ella miró alrededor. “¡Alguien deme una mano, aquí!” Una mujer que era gemela de la que Dana acunaba dijo con frialdad, “Eso está prohibido. Su cuerpo tendrá que ser reemplazado.” Así que, cuando un miembro del triunvirato se apartaba de los estándares de los Maestros, él o ella era o arreglado, o reemplazado. Y el triunvirato continuaba. Dana mostró sus dientes en un gruñido. “¿Qué son ustedes, seres Humanos o ganado?” ¿Humano? Ella pudo oír la palabra agitarse a través de ellos con un estremecimiento de asco. Los clones dejaron sus entrenadores y comenzaron a convergir sobre ella. Latell la hizo poner de pie, aunque ella se le opuso. “Has ido demasiado lejos,” él dijo. “Debes irte.” “¡Idiotas!” ella estaba gritando. “¿No pueden ver lo que les están haciendo?” ¿Sería así como Zor terminaría sus días? ¡Pero él había sido un humano de librepensamiento! Para llegar a esto... El enfermero había reaparecido, con un gemelo. “Éste requiere un reemplazo de cuerpo. Sí. Tú, ven con nosotros.” El clon la agarró y Dana dejó salir su rabia en la forma de una rápida pata voladora y un bloqueo de hombro. Los enfermeros salieron volando en ambas direcciones. Ella asió la muñeca de Latell. “Vamos. Te sacaré de aquí.” Él no se resistió. Él estaba definitivamente perdido, sea lo que fuera que hiciese, y además la encontraba fascinante.
Un electrodo en el tablero del vehículo se iluminó y una voz dijo, “Unidad trece, retorne a Control Central. Prepárense para Guía Controlada para ser regresados a Control Central.” Sean verificó su arma robada. “Prepárate, Angie. Conseguimos nuestro boleto al objetivo.”
Ellos navegaban lentamente, esperando divisar a uno de los otros y para conseguir su pase a o el centro de control o a los tanques. Bowie, en el asiento del acompañante, abruptamente aulló, “¡Louie, detente! ¡Alto!” “¿Hah? ¿Qué sucede? ¿Qué sucede?” Pero él hizo como se lo pidieron. Bowie se bajó de un salto y fue corriendo tras Musica, quien había estado vagando por ahí como si aturdida. Louie se encogió de hombros. “¿Por qué no? No tenemos nada mejor que hacer.” Con la dirección de Musica, los tres condujeron hacia el lugar más extraño que ellos habían visto en la nave madre. Era como una gruta subterránea o un huerto de hormigas. Esferas brillantes, algunas de ellas de quince metros de ancho, estaban creciendo allí –al menos eso parecía. Las esferas eran sostenidas por una red de vegetaciones parecidas a vides, lianas alienígenas de un metro y un metro y medio de grosor, de las que brotaban cosechas densas de pelos translúcidos del ancho de guindalezas. Las vides viajaban hacia el techo y hacia abajo hasta el piso en racimos, donde se arraigaban en el suelo. Allí, esferas más pequeñas brotaban en vides únicas, con esporas de las formas maduras creciendo en el centro. Bowie estaba sentado y Musica arrodillada, cada uno mirando lejos en la dirección opuesta en la base ancha como un árbol de una de las raíces vides. Louie esperaba en la van, a cierta distancia. “Todos los están buscando,” ella estaba diciendo. “Estaba tan asustada de que fueras herido o capturado.” “Casi sucedió. Aún podría, pero ahora no me importa.” Ella giró hacia él. “¿Por qué dices eso?” Sin mirarla, él extendió su brazo para cerrar su mano alrededor de su esbelto y pálido antebrazo. “Ahora que te he encontrado de nuevo, nada más me importa.” Ella dijo vacilantemente, “Es muy extraño para mí, pero siento lo mismo. Y el extraño anhelo –esa peculiar inquietud en mí ya no está allí cuando estamos juntos.” “Nos pertenecemos mutuamente.” “Estaría feliz de permanecer así por el resto del tiempo, Bowie.” Él estaba a punto de contestar del mismo modo cuando una voz áspera atravesó la paz. “¡No te muevas, Microniano! ¡Párate lentamente!” Bowie se encontró mirando boquiabierto a Karno y a otros dos
más o menos como él, y a los enormes y oscuros cañones
de sus armas. Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina) |
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