Los Maestros de la Robotecnia - The Final Nightmare

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Capitulo 21

Cuando era una niña, después de que mis padres partieron en la SDF-3, tuve tres padrinos por algún tiempo. Quizá hayan oído sobre ellos, los ex espías Zentraedis –Konda y Bron y rico.
Ellos sabían que yo era mitad Zentraedi y que no tenía ningún familiar cercano después de que mi gente partiera, así que –ellos se auto nombraron familiares.
Lo que quiero decir es que, ellos fueron más buenos conmigo de lo que nadie alguna vez lo fue. Habían amado a tres técnicos mujeres que fueron asesinadas en la SDF-1, y supongo en cierta medida que yo fui la hija Zentraedi-Humana que ellos nunca tuvieron.
Y cuando yo tenía –no sé, seis años más o menos, supongo– ellos cayeron muy enfermos. Descubrí posteriormente que los médicos dijeron que era algo que provenía de ser reducidos a nuestro tamaño en las cámaras de Protocultura. Lo que yo no sabía era que existía una posible cura, pero que sólo funcionaría en un Zentraedi de tamaño completo. Pero ellos permanecieron en tamaño humano, de modo de pode cuidarme.
Ellos murieron a semanas uno del otro. Así que lo que estoy diciendo es que, nunca me pregunten si estoy avergonzada de ser mitad alienígena, o pregunten por qué estoy deseosa de otorgar a Zor el beneficio de la duda. Muchas personas piensan que el coraje es algo que sólo se puede probar en el campo de batalla, y que el amor es algo ruidoso y –¿cuál es la palabra que busco? Demostrativo.
Pero los alienígenas me enseñaron lo contrario.

Dana Sterling, en una observación grabada por Nova Satori


Dana disparó de nuevo, luego vio que los Triumviroids no estaban ofreciendo ninguna resistencia significativa, y cesó el fuego; su guerra ya no era con clones inocentes y de mentes esclavizadas.

Ella operó controles e imaginó con su casco coronado y alado. Valkyria giró de extremo a extremo, cambiando, levantándose, y en un instante ella fue un Goliat blindado, sosteniendo un rifle del tamaño de una pieza móvil de artillería.

Algo sobre la mechamorfosis hizo reaccionar a algunos de los rojos, eso pareció; ellos estaban en movimiento de nuevo. Ella asestó no pocas rondas para que mantuvieran las cabezas abajo, pero repentinamente se movieron con más propósito. Dana se lanzó para agazaparse al lado del Bioroid rojo de Zor, en parte escudándolo con su propio Battloid, vertiendo fuego de protección.

“¡Zor, quédate abajo!” Ella disparó desde la cintura, y un rojo que había estado a punto de golpear a Zor cayó en un aquietamiento de armadura desgarrada y componentes resplandecientes. Pero otros despertaron, levantando sus pistolas de disco temblorosamente.

Más rojos estaban volviendo a ponerse bajo control, alistándose para reanudar el ataque otra vez. Valkyria hizo oscilar su arma de un lado a otro, Dana estaba bien consciente de que tantos Triumviroids, aún obstruidos como lo estaban, en breve prevalecerían a menos que ella hiciera algo. Ella disparaba con una mano, tratando de liberar a Zor arrastrándolo con la otra. Un rojo llegó hasta un punto en el reborde detrás de ella, listo para disparar directamente hacia abajo.

El brazo del rojo de Zor se liberó de un tirón y giró su arma a tiempo; relámpagos artificiales fieros estrellaron, y el rojo de arriba cayó del reborde, aún mientras otros se tambaleaban para moverse a posiciones de ventaja.

“Gracias por salvarme la vida, Dana,” Zor dijo, un poco aturdido. “Pero debo continuar solo.”

Dana desechó el asunto de quién había salvado a quién de qué en el tiempo desde que ella lo había visto por primera vez. Cada uno había perdonado al otro en combate; ¿contaba eso como una forma más elevada de rescate?

De cualquier modo, habría mejores tiempos para arreglar todo eso; el problema era vivir para hacerlo. “¡De ningún modo, soldado!” Ella estaba ayudando al mecha de él a ponerse de pie, sacando restos de encima de él, apoyándolo. “Es mi pelea, también.”

Lo es, en ciertos sentidos que los puedo explicar, y en otros que simplemente no puedo, todavía.

Entonces él estuvo de pie, y el Bioroid rojo y el Battloid azul y blanco estuvieron moviéndose pesadamente a lo largo del pasadizo hombro a hombro, de modo que la aleación de la cubierta hacía gong “Te lo advierto: tengo intenciones de confrontar a los Maestros Robotech y destruirlos,” él dijo.

“Mientras no te destruyas a ti mismo al mismo tiempo. O a mí,” ella advirtió. Él oyó la preocupación de ella por él en su tono; y en medio de su cólera asesina, él sintió una cordura calma y clara fluyendo de ella a él.

Pero una escotilla se asomó delante de ellos precisamente entonces. “Ten mucho cuidado, ahora,” ella dijo.

La tomaron al estilo del ATAC, se balancearon a ambos lados con sus espaldas contra ella, como la infantería en combate puerta a puerta, o policías del SWAT entrando a una casa. Otros disparos incandescentes de un rojo los pasó por la escotilla.

Zor esperó el momento adecuado, entró por la escotilla disparando, se inclinó hacia abajo, y embistió a su enemigo con el hombro levantado. Dana lo siguió, esperando un disparo limpio.


“¡Allí está mi gente! Oh no, no...”

Musica estaba casi derrumbada contra una concavidad de cristal de un puerto de observación más alto que ella, aparentemente cerca de un desmayo. Bowie, Angelo, y los otros se detuvieron con cierta confusión, no seguros de lo que ella quería decir y se espantaron completamente del distrito residencial abandonado a su alrededor.

Los Humanos habían sido forzados a dejar sus tanques atrás, para pasar a través de los estrechos confines de las áreas a escala Humana. Sin embargo estaban armados y blindados.

Los otros soldados establecieron seguridad y manosearon sus rifles, cuando Bowie atrapó a Musica justo antes de que ella se derrumbara. Ella estaba vistiendo de nuevo las vestimentas ceremoniales de su oficio –la malla azul y la envoltura de torso, el anillo de fría aleación alrededor de su cuello con su emblema parecido a una punta de flecha.

Ella había encontrado las ropas en un centro de mando de guardia vació y, por alguna razón, insistió en cambiarse a ellas mientras los ATACs exploraban cerca. Pero no había habido ninguna señal de sus hermanas y de su gente.

Bowie no podía evitar preocuparse sobre la ropa ceremonial. Los Maestros la habían traído con ellos desde su otra nave insignia y la tenían lista. Zor había sido compelido a volverse un traidor; ¿debía Bowie temer tal cosa de Musica?

Ahora, sin embargo, el acertijo de los clones desaparecidos fue respondido, y las respuestas tenían un sentido aterrador. “¡Están fuera de la nave!” Musica agregó con una voz pequeña y acongojada. Ella lo había sentido, pero la enormidad de tal cosa, la total incomprensibilidad de ello, había hecho que ella evitara considerarlo seriamente.

Los soldados se reunieron alrededor de Musica y vieron lo que estaba sucediendo. Había muchas naves, a la deriva por aquí cerca porque la nueva nave insignia de los Maestros no había terminado su evacuación de desechos aún; cada puerto de observación y domo en las naves de combate inertes allí afuera estaba atestado de clones inmóviles, aparentemente dormidos.

Louie Nichols miró todo ello y pensó, mientras su estómago tenía retorcijones, en un animal mordiscando su propia pierna para sacársela para escapar a los dientes de hierro de una trampa. Lo que los Maestros habían hecho era infinitamente peor. ¡Dios, se han despojado de todo! Compasión... misericordia.

El puro intelecto y la organización racional de la sociedad –esto es hacia donde ellos señalan. Dana tenía razón. Él se tambaleó un poco, luego recuperó su balance, y miró alrededor para ver si alguien más lo había notado. Pero todos estaban transfigurados.

Nova Satori contempló la vista, mecida por la sorpresa porque, hasta este terrible momento, ella nunca había sido realmente capaz de considerar a los alienígenas como seres Humanos. Ella nuca los había considerado como criaturas con almas, todo el encanto y los poderes de persuasión de Zor aparte. Pero ella miraba genocidio y supo que se había estado cegando. No había tomado tanto adoctrinamiento psico-ordinario o tantas charlas de ánimo del Comandante Supremo Leonard y del Coronel Fredericks para poner sus actitudes en concreto.

Ahora, sin embargo, aquellas fueron borrados. Había personas allí afuera que necesitaban salvamento.

Había otros náufragos, puestos a la deriva en trajes espaciales y en naves más pequeñas. ¿Ahora por qué esos Maestros los largaron al espacio? un lado práctico de Angelo se preguntó. ¿Por qué dejarlos sanos y salvos, por decirlo así? Quizá los Maestros tenían intenciones de regresar y reclamar a sus esclavos, si los Maestros ganaban.

Pero los ATACs intentaban ver que los Maestros no ganasen. “¿Están vivos?” Bowie preguntó, agarrando a Musica por los hombros.

“Sí, pero condenados. Separados de la Protocultura y la voluntad de los Maestros.”

Y de la música del Arpa Cósmica, ella admitió para sí. El Arpa Cósmica no estaba en ninguna parte; tal vez había sido destruida en la primera nave insignia. Ella había sido alejada de ella para siempre, un dolor tan agudo como cualquier herida física.

“Una misión de rescate sería poco más o menos imposible,” Louie dijo con su mejor voz mechie y evasiva. Pero por dentro, él estaba trazando su propio vector personal a lo largo de nuevas grillas, y paralaje cambiante. Había más astronaves en la nave madre. Quizá, a veces, tratar lo imposible es el punto. “Quizá podamos”

Musica lo interrumpió. “¡Allegra! ¡Octavia! ¡Mis hermanas están cercan!” Sus ojos se enrollaron de modo que sólo las escleróticas se mostraban, y Bowie tuvo que sostenerla.

Él la sostuvo cerca de él, de modo que él respiraba su dulce aliento, casi saboreándolo. “¿Están con vida?”


Allegra de cabellos azules, separada de las armonías de las que ella y sus hermanas Musas habían vivido como del alimento, la bebida, y el aire que respiraban, encontró una inquietante y sin embargo confortante nueva orquestación en atender a aquellos a su alrededor que estaban sufriendo. Ella no había sabido que sabía cómo hacerlo, y sin embargo las armonías la aseguraban, la dirigían por cada movimiento.

Ahora ella estaba refrescando la frente de un clon albañil con fiebre con un paño húmedo, sintiendo la mirada de Octavia sobre ella.

Allegra, arrodillada allí al lado de la banca de piedra que había sido convertida en un lecho de enfermo, dijo, “Su bio-índice ha caído demasiado bajo, y sus propias reservas se han ido. Me temo que no hay esperanzas para él.” El clon estaba blanco de palidez, sudor corriendo por su cara y cuello, el cabello largo húmedo y pegado, y sin embargo su piel estaba fría.

Pero Octavia dijo a Allegra, “¡Siempre hay esperanza!” y se preguntó de dónde la certeza, la rectitud de las palabras que las hacía una nueva armonía, habían venido. Todas las antiguas certezas se habían quemado, pero en las cenizas ella estaba encontrando determinación brillante y estimulante que aún tenía que encontrar su forma.

Allegra la miró dudosamente. “Desearía que Musica viniera.” Ellas sentían que ella estaba cerca, alguna vez el centro y la fuente de su poder.

“Sin la eterna Música del Arpa de Musica,” el clon albañil quien descansaba bajo la mano suavemente bajada de Octavia dijo, “no me queda voluntad para vivir.”

¿Cuánto más difícil crees que es para mí? ella pensó.

“¡No debes decir eso!” Octavia encontró que su voz se había vuelto áspera, una nota dominante que un Maestro de Clones usaría, o incluso un Maestro Robotech. “Debemos aprender a vivir por nuestros propios medios.”

Las palabras y la propia sabiduría de ellas habían salido espontáneamente. Repentinamente hubo una corriente de conciencia en la gran cámara de contención, la que alzó el cansancio de los clones y la alimentó con poder a ella. Un grillete que ella nunca había sentido, aunque ello había confinado su vida y su arte, había sido roto. Pero la rectitud de lo que ella había dicho era una claridad que no podía negar o sofocar, una pureza de una música interior profunda de la que ella nunca había oído antes.

Un clon técnico se puso de pie junto a su tarima, cerca. Serpenteando mientras se levantaba, dijo, “No sabemos nada de la Vida Muerta, de la Vida Individual. Sólo conocemos los triunviratos, y ahora ya no hay más triunviratos.”

Octavia no se dio cuenta de que ella se estaba moviendo, mientras se ponía de pie y recogía su medio chal, las palabras fluyendo hacia ella como notas de una nueva e inesperada canción. “Entonces es hora de que todos nosotros aprendamos un nuevo modo de vivir. Musica está lista para seguir por su cuenta y sobrevivir.”

¿De dónde vienen estos pensamientos? ella se espació, el cerebro enojándose. Tal vez algunos habían sido transferidos a ella por el enlace con Musica, y estaba la descomposición del poder de los Maestros, el agotamiento de la Protocultura, y el silencio del Arpa Cósmica. Las fuentes sospechosas eran muchas.

Pero la melodía central de ello, Octavia de algún modo lo sabía, venía de adentro: una música por mucho tiempo incluida por los temas estrechos y repetitivos que los Maestros habían forzado a las Musas a tocar.

“Aún podemos ser rescatados, o salvarnos nosotros mismos,” Allegra agregó. Octavia estuvo shockeada al principio, pero luego se sintió más como una hermana a ella que lo que alguna vez había sentido.

Pero el paciente de Allegra se enderezó sobre sus codos, con fiebre, para decir como si en cierto trance de adivino, “Aún si somos rescatados, ¿quién entre nosotros podría vivir una vida tan solitaria? ¿Una vida donde los triunviratos se han terminado? ¡Nosotros somos partes, no somos un entero!”

Octavia no sabía cómo responder a eso, exactamente; no tenía las palabras correctas en su vocabulario, o las notas correctas en su música.

Y sin embargo, aplicando toda su voluntad, supo en una revelación tan brillante como una salida de sol en las montañas que él estaba equivocado.


De la Tierra emergió cada remanente de su impresionante poder militar. Nada que pudiera alcanzar de un modo imaginable a los Maestros que se acercaban fue dejado atrás; hombres y mujeres se alistaban para la batalla y tomaban fuerza de una fuente mayor que la Protocultura.

Estaban deseosos de morir por sus familias y niños y planeta, si ése era el precio, mientras que los Maestros muriesen también. Y si los Maestros tenían la intención de terminar con la vida en el planeta, entonces todos, invasores y defensores, morirían por igual.

Los seres que habían gobernado galaxias, y tenían la intención de gobernar todo el Universo, no habrían entendido ese sentido del fatalismo sin importar cómo fuera fraseado.

De nuevo, esa terrible ventaja Humana había entrado al juego. Los Maestros procedían, como siempre lo habían hecho, sobre conclusiones lógicas; las criaturas que la Tierra había dado a luz se levantaban, en cierto sentido eso barría aquellos cálculos, para resistir y luchar.

Justo entonces una subentidad menor, una inteligencia artificial construida del casquete de Protocultura, reportó a los Maestros que no había ninguna explicación racional en cuanto a por qué estas criaturas no se habían o totalmente destruido, o convertido en una cultura esclava (una estancada, la subentidad habría señalado, si los Maestros la hubieran creado para ser más cándida) como los clones de los Maestros Robotech. El concepto de una tercer alternativa simplemente nunca había sido considerada antes.

¡Zor, Zor... tú no enviaste tu fortaleza dimensional a un mundo casual! La Tierra fue una elección deliberada para que sea el centro de esta Gran Guerra, ¿no fue así? Cierta parte menos forzada de la conciencia unificada de los Maestros susurró la perspicacia, un graznido de sequedad mortal que envió pánico a través de ellos e hizo pulsar al casquete como una baliza alarma.

Entonces la tuvieron de vuelta bajo control, y a ellos también. “La flota Microniana está avanzando, mis señores,” Jeddar dijo, la cabeza inclinada, asustado por su propio arrojo de interrumpirlos pero asustado aún más por las largas formas de barracuda de las naves de guerra Terrícolas.

Entonces Shaizan, Dag, y Bowkaz se pusieron alertas otra vez, los ojos tan brillantes que parecían rayos de cólera divina que se lanzaban hacia delante. Los Maestros se habían sacado de encima o suprimido cada temor. Si había una voz pequeña dentro de su mente comunal que persistía tímidamente, murmullos atormentados de mortalidad, todo era ahogado en conjunto en el tamboreo mental de la conquista.

O al menos, casi en conjunto; ninguno de los tres osaría admitir que la oían.

Shaizan envió la orden, “Dejen que la mitad de nuestras fuerzas de ataque restantes salgan a combatir a esta flota enemiga. El resto descenderá al planeta y recuperará la Matriz de la Protocultura.”

Las otras naves madres eran casi inútiles, tal cual lo eran las naves de combate restantes. Pero el casquete de Protocultura les decía que los recursos aún disponibles para los Maestros en su nave insignia serían más que suficientes.

Mientras la Matriz fuera recobrada, cualquier y todas las pérdidas sufridas serían insignificantes. Pero si la misión fracasaba, tales sacrificios serían ajenos al asunto: los Maestros Robotech mismo no tendrían esperanza de sobrevivir.

Shaizan tocó el casquete de Protocultura de nuevo, de modo que los Maestros estaban mirando hacia abajo a una escena de los tres montículos cerca de Ciudad Monumento. Los sensores indicaban que el aura de protección generada por los espíritus guardianes se estaba debilitando. Mientras la energía de la última Matriz empezaba a fallar, los poderes de los espíritus disminuían. Sin embargo había una ventana pequeña y única de oportunidad. El casquete de Protocultura ya había conseguido una localización precisa de la ubicación de la Matriz, como buscando a través de la distancia insignificante entre el planeta y el espacio.

Shaizan había activado otro mecanismo. Como por arte de magia, una brecha circular apareció en la cubierta detrás de ellos, y de ella salió una esfera vítrea de un metro de diámetro. Ellos giraron para mirarla.

Dentro de ella estaba la última cantidad principal de Protocultura que les quedaba, no una Matriz que pudiera perpetuarse y generar en abundancia otras Matrices, pero todavía una fuente de vasto poder. Era una colección enredada de materia de apariencia vegetal, brillando y parpadeando, enviando fuera ondas concéntricas de débil luz azul en un nimbo. Era muy diferente de la enorme masa que Louie Nichols había visto y por la cual había sido capturado; éste estaba no contaminada y no hinchada.

Estaba contenida en un contenedor claro sólo un poco más grande que y de la misma forma que una linterna terrestre, con discos metálicos chatos de sistemas electrónicos en cada extremo. El envase y la esfera alrededor de ella descansaba en un pedestal metálico que estaba cubierto de cultivos de enredaderas de hojas de un tallo de Flor de la Vida.

Alineadas alrededor del compartimento se encontraban otros recipientes por el estilo, las Flores dentro de ellos ahora florecían –las masas inútiles, su poder restante desviado a la única y viable restante.

Su poder, también, podría pronto dar muestras de atrofia, pero serviría. Los tres la contemplaron silenciosamente, teniendo pensamientos codiciosos de las vastas energías que les esperaban en la Tierra, regocijándose en la contemplación de la absoluta tiranía que podrían establecer.

“Nuestra victoria está al alcance,” Shaizan dijo en voz alta, y las palabras tuvieron un eco de muerte en la cámara.

“¡Nunca permitiré esa victoria!” una nueva voz gritó, un desafío resonante. Los Maestros giraron rápidamente, en shock.

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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