Los Maestros de la Robotecnia - The Final Nightmare

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Capitulo 12

Cuando los Maestros Robotech aparecieron por primera vez, la Tierra envió su única fábrica de mechas lejos en una órbita distante y al estilo de la SDF. Ésta pasó a Código Rojo y dispuso estaciones de combate. Emitió alentadores boletines de guerra.
No es de extrañar que la situación se volvió tan loca. La Cruz del Sur había olvidado las lecciones de las guerras terrestres, y nadie nos había advertido que podríamos ver al enemigo como seres Humanos.

Louie Nichols, Bailar con Agilidad


“Musica, aléjate del alienígena al instante,” ordenó Darsis. Más guardias con sus armas apuntadas aparecieron de entre las vides masivas.

“Él es un enemigo de nuestra gente,” Karno manifestó. Pero Musica lo desafió, moviéndose para pararse entre Bowie y los guardias, los brazos extendidos.

“¡No debes herirlo, Karno! ¡Te lo prohibo! ¡Él no te ha hecho ningún daño!”

¿Ella lo prohibe? La locura de ellos sobresaltó el cerebro de Karno.

Darsis frunció el entrecejo. “¡Cualquiera que proteja a un enemigo del estado será castigado! ¡Ahora, hazte a un lado, Musica!”

Los guardias estaban en un dilema, sin embargo; Musica era demasiado vital para los Maestros Robotech y su dominio sobre la población de las naves para simplemente dispararle, y ella lo sabía. Era una situación con la que los Guardias nunca se habían encontrado antes.

Ellos fueron salvados de la incomodidad de pensar por el rugido del motor de una van. Louie llegó pisándoles los talones a los Guardias, gritándole a Bowie que huyera. Karno y sus hombres dispararon unas cuantas rondas a la van, pero luego no tuvieron alternativa sino echarse a tierra o separarse.

Ellos estuvieron de pie de nuevo inmediatamente, disparando a la popa del vehículo, y éste hizo un arco hacia la tierra dejando salir humo en la distancia. Louie logró salir de la van y vio a los Guardias precipitándose tras él. Él giró para irse, pero se dio cuenta que había un pitido agudo en su bolsillo.

Él sacó uno de sus artefactos, lo estudió, sonrió ampliamente, y corrió deprisa para escapar.

Bowie, yendo por cubierta al medio de un enredo de las colosales raíces de vid, se resbaló en un alto. Más guardias emergieron de ello, encerrándolo contra aquellos que lo perseguían.


Louie se deshizo de sus cazadores y siguió a su artefacto; no le tomó mucho tiempo encontrar lo que había detectado. Cierto sexto sentido de comprensión de los sistemas y la Robotecnología lo guió a un compartimento abovedado en lo que tenía que ser el centro de la nave insignia. Para su sorpresa, estaba desguarnecido. Lo que encontró allí lo dejó sin habla.

En el centro de la vastedad había un dispositivo del tamaño de un transbordador espacial erecto. La cima y la base mitades serradas por cables, como si un cilindro de melcocha hubiera sido aserrado a la mitad y estirado. Lo que colgaba entre ellos era–

¿Quueee-e? Louie se preguntó, enmudecido. Lucía como una única masa trenzada de tejido fibroso, de color rojo, negro, rosado, y amarillo como una ilustración de un libro de un músculo. Pero piezas colgaban de él, rizadas y ensortijadas al modo de alambres en forma de resortes pelados de un cable, o fibras de estopa de acero.

Toda la cámara circular estaba forrada con instrumentos que se estiraban hacia arriba y arriba fuera de la vista. El mismo dispositivo central era orbitado por formas amiboideas de movimiento lento de pura luz blanquiazul.

¡Qué asombrosa creación! El nexo de control de la nave insignia.

Louie aún tenía la pistola automática de energía alienígena que él y Bowie habían logrado robar. Él la puso en funcionamiento como si hubiera estado usando una toda su vida, preparándose para vaciarla en una ráfaga, sin considerar su propia supervivencia.

Destruye esto, y los Maestros Robotech están acabados. Y ni siquiera había allí nadie para que lo propusiera a una medalla póstuma, oh bien...

Él decidió comenzar arriba y volar un corte vertical en la cosa. Apenas él había comenzado a disparar cuando relámpagos dentados salieron de una de las formas amiboideas. El arma repentinamente estaba soltando alto voltaje. Él logró soltarla antes de que su corazón se detuviera, y ella fue levitada hacia lo alto.

De la masa central de tejido, unas cien cintas fantasmales de fuerza, o lazos ectoplasmáticos, cayeron. Éstas se liaron alrededor de Louie y le quitaron su aliento, enviando una terrible oleada de energía por su cuerpo. Él fue encendido como un adorno de árbol de Navidad. Uno de los santos martirizados menos afortunados.

Se dio la noticia de que la Protocultura Viviente había capturado a su asaltante. La búsqueda de los otros corsarios se intensificó.


Dana no quería oír o ver nunca más.

Latell la había hecho pasar por demasiadas esferas vítreas llenas de un fluido burbujeante. En ellos, clones desnudos y cableados vistiendo cascos flotaban, muertos para el mundo. Uno de estos clones se suponía era el actual Latell el Picapedrero, o tal vez la personificación del triunvirato de Picapedreros, ¿pero entonces quién era este que le estaba hablando?

Esta vez, los guardias que aparecieron no hablaron mucho. Las puertas se separaron y tres entraron a la carga disparando. Las primeras rondas destrozaron el contenedor del “cuerpo original” de Latell. El Latell al que ella le había estado hablando dio un gemido penoso mientras ella lo jalaba detrás de otros contenedores y aparatos para cubrirse.

El feto-clon, resbaladizo en los fluidos, miró a Dana. Luego sus ojos se enrollaron y espiró allí entre los fragmentos de su contenedor.

Algo en ella crujió, y varios objetos en los que ella podría ventilar su rabia estaban al alcance de la mano. Los guardias no eran realmente tanto como soldados; aparentemente todo lo que ellos tuvieron que hacer alguna vez fue mantener a los dóciles esclavos en línea y de vez en cuando recoger a alguno extraordinariamente atípico. Los invasores eran casi desconocidos, y el resultado era que las destrezas de combate de los guardias no estaban tan bien afiladas como las de Dana.

Ella les llegó volando por detrás de un pilar de un equipo de soporte, chillando un ki-yi que los heló. Ella derribó al primero con el filo de espada de su pie derecho, y eso sólo alimentó su odio. El segundo, demasiado cerca, trató de blandir la culata de su arma en la cara de ella. Ella lo esquivó, y luego rompió su cuello.

Ella se agachó para recoger el arma que él había soltado, pero el tercero había retrocedido contra la escotilla para rociar rayos de energía en su dirección, forzándola a tirarse hacia atrás. Latell logró encontrarla entre los contenedores que se desintegraban y las chisporroteantes líneas de transmisión, y juntos se arrastraron fuera por una escotilla lateral cuando aun más guardias aparecían y convergían hacia ellos.

Los guardias los arrinconaron en el próximo compartimento, una especie de cuarto de los niños para los infantes. ¿Por qué los Maestros necesitarían infantes, se le ocurrió a ella, cuando pueden criar clones hasta la edad adulta in vitro?

Latell le pasó un pequeño dispositivo a ella. “Este es un sensor de mantenimiento; te guiará al centro de control. ¡Destruye el centro!”

Latell trató de empujarla para cubrirla, trató de cerrar el paso. Él era un esclavo en disfunción sin importancia; los guardias lo derribaron.

No había ningún lugar a donde huir. Dana acunó su cabeza en su regazo. Él logró una tenue sonrisa. “Por favor no te sientas mal, Hermana. Eres la Libertad, y mi vida no valía la pena vivirla.”

Y así el clon Latell el Picapedrero murió.


La lucha armada en el área de relevo de poder era una de las peleas más interesantes de la vida de Angelo Dante, aunque amenazaba con decidir las cosas así que él nunca cobraría ninguno de sus pagos de retiro.

Sin embargo, él y Sean estaban bien cubiertos. Ellos habían derribado a una gran cantidad de guardias ya, y aún existía la posibilidad de que pudieran liberarse. Angelo se puso de pie y roció disparos al enemigo. Si los ATACs estaban inmovilizados, también lo estaban los guardias, quienes habían aprendido que era mejor tratar de precipitar a los tiradores Humanos a través de las áreas de espacio despejado.

Entonces el sargento se dio cuenta que Sean no estaba disparando. Él estuvo a punto de gritarle algo convenientemente vulgar e insultante cuando sintió un tirón en la manga de su uniforme de guardia robado.

Angelo giró rápidamente para ver a diez, once, tal vez una docena de los vehículos livianos en un arco detrás de él, todos repletos con guardias y oficiales quienes habían tomado puntería en él y Sean.


“No creas que olvidaré tu cara, bola de baba, porque no lo haré!” Angelo gruñó mientras el guardia lo empujaba precipitadamente sobre el suelo de la celda de detención. Sean, quien había estado más resignado y racional, desembarcó del ascensor con sus manos detrás de su cuello. Las puertas del ascensor se cerraron.

Dana, sentada en un estante de dormir con sus rodillas recogidas, simplemente miró a los dos recién llegados. Louie ni siquiera miró. Bowie se arrodilló al lado de Angelo. “¿Se encuentra bien, Sargento?”

Angelo inclinó la cabeza, parándose como un resorte y no dando importancia a Bowie, estirando y flexionando sus amplios músculos. “Sí. ¿Toda la pandilla está aquí, huh?”

Dana gruñó. Todos estaban allí, desarmados y sin disfraces, vestidos con sus uniformes del ATAC.

“Y fallamos en nuestra misión,” Angelo continuó, tan amargado consigo mismo como con cualquiera de ellos o con el destino. “¡Perdimos!”

Ahora Dana levantó la vista, para proporcionarle su mirada fija.

“Sólo el primer round,” ella dijo.


Mirando a los especímenes cautivos a través de su casquete de Protocultura, los Maestros Robotech estaban desconcertados, a pesar de la información y perspicacias que ellos habían ganado a través de Zor Prime.

“Muy interesante,” Shaizan dijo. “Ellos no muestran miedo de su cautiverio, sólo ira por haber fallado, y una ilógica renuencia a enfrentar la realidad.”

Hubo un consenso no hablado entre ellos: existían poderes terribles e insospechados en la disposición y las emociones de los Micronianos.

Poderes sobre los que un universo podía girar.


No les tomó mucho tiempo, en una prisión ineludible y pequeña en forma de tazón de unos cuatro metros y medio de ancho a nivel del piso, a los ATACs irritar los nervios uno del otro.

Una golpe fuerte de Angelo sobre Zor siendo espía. Una objeción hiriente de Dana de que ella no tenía modo de saberlo. Un alegre comentario de Sean de que el amor era ciego, seguido por Dana pateando los pies de Sean y tirándolo al suelo, luego ambos alistándose para aflojar retorciendo los huesos uno del otro, y los otros zambulléndose para separarlos.

“Fascinante. Los habitante de la tierra tienen una tendencia pronunciada a volverse unos contra otros en confinamiento,” Shaizan aludió.

Dag dijo, “Son demasiado primitivos para comprender que lo que estamos haciendo asegurará su supervivencia así como la nuestra.” No necesitaba ser añadido, por supuesto, que esa supervivencia sería como una especie esclava. Los Maestros consideraban a sus esclavos grandemente honrados, Escogidos.

“Si el Invid obtiene la Matriz de la Protocultura antes de que nosotros lo hagamos,” Bowkaz puso en palabras lo que todos sabían, “significará con toda probabilidad la erradicación completa de la especie Humana.”

“La última parte de esa declaración no es una perspectiva totalmente desagradable,” fue la respuesta de Shaizan.

“En cuanto a los prisioneros,” Dag continuó, “mi sugerencia es que los cinco deberían ser reprocesados como nuevo material biogenético para nuestras cubas de clonación inmediatamente.”

“No –todos menos la hembra,” Dag corrigió. “Según nuestras mediciones, su intelecto y sus características biogenéticas son extremadamente contrarias a las normas Humanas. Disección y análisis son recomendadas.”

“Yo digo que podría ser más eficiente y seguro simplemente destruirlos a todos,” Bowkaz dijo.

Jeddar, líder de grupo de los Maestros de Clones –cuyo triunvirato flotaba cerca en su casquete– dio el extraordinario paso de interponer un comentario. “Perdón, mis Maestros, pero proponemos que demoren estas acciones hasta que hayamos reprogramado la memoria de Zor Prime, restaurando la conciencia completa en él.”

Tinsta, la hembra de su tríada, continuó, “Su experiencia en la Tierra ha aumentado su índice de bio-energía sobre el de cualquier otro clone, incluso por encima de los preciados clones de Zor.”

“Creemos que tiene algo que ver con su prolongada exposición a las emociones Humanas. Pensamos que estas emociones maximizan ciertos aspectos del rendimiento del clon. Pero no podemos estar seguros hasta posteriores –¿eh?”

Un mensaje estaba siendo difundido por el sistema de anuncio de la nave. “Atención, todos los sectores. Este es Control de Clones. El cuadrante cuatro reporta que falta Zor Prime. Repito, Zor Prime ha dejado su sector asignado. Todas las unidades de guardia comiencen patrón de búsqueda sigma. Líderes de seguridad contacten al Control de Clones al instante.”


Los intentos de Musica de ahogar su pesar en sus canciones no tuvieron éxito. Incluso el acompañamiento de sus hermanas en espineta y laúd no pudo levantar sus ánimos o borrar la imagen de Bowie de su mente.

Finalmente ella golpeó una nota disonante y giró hacia ellas. “Lo siento, hermanas, pero hay ocasiones en las que deseo que no estuviéramos siempre juntas –las Tres-Que-Actúan-como-Una. Me encuentro preguntándome cómo fue antes del tiempo de los triunviratos, cuando cada individuo era capaz de actuar independientemente.”

Allegra y Octavia mostraron su asco, gritándole que se calmase, pero ella continuó. “¡Un tiempo cuando éramos capaces de sentir placer, dolor, felicidad, incluso soledad! Me pregunto cómo es amar.”

Ella se inclinó sobre su Arpa Cósmica, la cara sumergida sus manos.

Las palabras de tres guardias, haciendo un rastrillaje por la cámara, la hicieron ponerse de pie agudamente. En respuesta a la pregunta de Allegra, ellos explicaron sobre el escape de Zor Prime y su búsqueda.

Sé lo que debo hacer ahora, Musica se dio cuenta.


Zor Prime vagó sin objetivo por varios distritos del sector residencial de la nave insignia. Él no había evadido la búsqueda ni siquiera esforzándose un poco; él estaba demasiado desorientado para eso.

Los antiguos edificios de piedra parecían aparecer y desaparecer, para ser reemplazados por escenas de Ciudad Monumento, de modo que parte del tiempo él pensaba atolondradamente que estaba de vuelta en la Tierra. El sol parecía demasiado brillante y caliente, demasiado intenso, sobre su cabeza. A menudo él veía a Dana viniendo hacia él, llamándolo con señas, riendo, tan deseable...

Un vehículo de guardia en patrulla no logró divisarlo porque una figura velada lo jaló a la oscuridad de un callejón. Zor se deshizo de su trance y vio a Musica bajar su velo y mirarlo esperanzadamente.

Tantas medias imágenes y recuerdos confusos lo asaltaron que perdió el balancee y cayó sobre sus manos y rodillas en el destellante piso veneciano. “¿Por qué mi mente está tan llena de pesadillas?”

“Tú eres el clon del Zor original,” ella dijo. “De cierta manera, podría decirse que tú eres el único y verdadero Maestro Robotech.”

Con su ayuda, él encontró la fortaleza para levantarse de nuevo. Pero justo entonces un rayo brillante lo golpeó por detrás, y él cayó otra vez. Parados detrás de él estaban guardias, y los Maestros de Clones, en una plataforma antigravedad.

“Sólo lo aturdimos,” Jeddar dijo a Musica. “Necesitamos al clon por un rato más.”

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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