Los Maestros de la Robotecnia - The Final Nightmare

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Capitulo 25

Ellos te dan ropas, son generosos con armas, y entrenamiento, alimento y alojamiento, pero dime: ¿qué progreso en la carrera puede venir del esquivar balas?

Bowie Grant, “Inestable en el Servicio”


“Sargento, vamos a recoger un tipo de cápsula de expulsión que fue lanzada desde la nave madre,” Louie Nichols reportó, sentando al lado de Angelo a los controles de la nave de asalto liberada.

Detrás de ellos, clones refugiados estaban apiñados apretadamente, asustados, pero acostumbrados a la disciplina de los Maestros y así obedientemente quietos. Angelo, sudando sobre los controles, dijo bruscamente, “¿Y qué? Quizá es alguien haciendo su propio escape. Seguro no es una cuadrilla invasora o un Bioroid.”

Eso era verdad, y era improbable que hubiera muchas fuerzas de combate remanentes en la nave madre, o que pudieran hacer mucho bien a los Maestros aún si podían llegar a la superficie de la Tierra. Por alguna razón, los pilotos-clones de los Bioroids y otros guerreros de la fuerza de invasión de los Maestros se habían, según las transmisiones que los prófugos estaban monitoreando, repentinamente vuelto casi totalmente ineficaces. La habilidad de lucha de los enemigos atacantes, su misma voluntad para combatir, parecía simplemente haberse desvanecido, y los defensores heterogéneos de la Tierra estaban contraatacando en todas partes, una derrota completa.

Algo se le ocurrió a Angelo. “Ponte en contacto con las frecuencias militares y encuentra a alguien que esté al mando,” él le dijo a Louie. “Diles que tenemos un aerotransporte de refugiados aterrizando, y que detengan el fuego. Diles... diles que estas personas aquí no son el enemigo.”

Louie le arrojó una sonrisa extraña. “Bravo, bravo, Angie.”

Él sintió a Bowie, quien estaba de pie detrás de él, darle una palmada en la espalda, y sintió el ligero toque de Musica en su hombro. Entonces Angelo pronunció unas cuantas obscenidades escogidas del ejército, la nave se había salido fuera de curso. Él no era un piloto e incluso la instrucción de los pilotos clones experimentados no lo hacía más fácil conducir la nave alienígena.

“Todos quédense quietos y déjenme manejar,” Angelo Dante gruñó.


Dentro de la nave madre, el Bioroid rojo de Zor caminaba pesadamente de regreso al centro de comando, su pistola disco sujetada por su enorme puño metálico. Debajo de la nave, los montículos se elevaban en la vista.

No puedo deshacer el daño que he hecho. A través de cien reencarnaciones; a través de cientos de millones de años luz. Y sin embargo: haré la restitución que pueda...

El Invid no tendrá la Tierra.


Abajo, los espectros de la Protocultura sentían la venida de Zor Prime, todo en conformidad con el Formador que había dado al Zor original su visión y establecido el curso de las Guerras Robotech, hace mucho tiempo y muy lejos.

Los espectros reunieron la fortaleza que les quedaba, para su acto final. Los anillos de arco iris de la Matriz eran más débiles ahora, pero aún deslumbrantes, aún tocando su canción persistente. Mientras los espectros utilizaban su poder, la Matriz llameaba más brillante.


Los esfuerzos de Dana de hacer contacto con Zor con la pequeña unidad de comunicación de la cápsula no habían tenido respuesta. Ahora ella parpadeaba a la luz solar brillante, mientras la escotilla se abría y el aire fragante de la Tierra soplaba.

La cápsula había aterrizado en la cresta de una colina baja al otro lado del llano, precisamente al alcance de la vista del sitio de entierro de la SDF-1. Ella ya sabía por el equipo de monitoreo crudo de la cápsula que la nave madre la había seguido abajo por la atmósfera, dirigida hacia los montículos.

Dana salió de la cápsula y vio los ocho kilómetros de longitud de la última nave estelar de los Maestros entrar para revolotear sobre el sitio de descanso de la SDF-1. “Zor. ¡No lo hagas –por favor!”


No había otra manera.

El rojo de Zor levantó su pistola disco. La destrucción de la nave madre directamente sobre los montículos aseguraría que las Flores de la Vida y sus esporas fueran completamente destruidas, y liberaría al género Humano de la matanza y la ruina de una invasión Invid.

Algunas esporas ya se habían liberado del montículo, sin embargo los instrumentos no eran claros en cuanto a por qué eso no había sucedido antes; había allí abajo aberraciones de la Protocultura completamente únicas y sin precedente, y ningún tiempo para analizarlas. Pero eso no importaba ahora. El radio de la ráfaga alcanzaría a todas ellas.

¡Ahora!

El rojo disparó su pistola a objetivos cuidadosamente escogidos; fue fácil para él encontrar los puntos vulnerables en el sistema que el Zor original había concebido. En momentos la nave entera fue una cadena de margaritas entretejidas de explosiones siempre crecientes, desgarrando y abriendo su casco, acumulándose hacia esa detonación final y total.

Él pensó que sería tragado por el pesar en esos últimos momentos, para ver sólo los fantasmas de las víctimas, y las sombras del sufrimiento que él había causado. Inesperadamente, sin embargo, los últimos pensamientos de Zor Prime fueron de la cosa que había hecho de esta última encarnación tan diferente del resto, y lo dejó liberarse.

¡Dana, te amo!


Dana chilló por la nave que explotaba, sabiendo que no sería de ningún valor, hasta que las explosiones alcanzaron un crescendo. “¡Detente! Zor, debe haber un modo mejor–”

Entonces ella se arrojó para refugiarse detrás de la cápsula blindada y aterrizada y lloró, la cara sumergida en sus brazos.


En los montículos, los espectros recogieron toda su energía restante, y contuvieron la fuerza explosiva de la nave madre.

Los cálculos de Zor eran totalmente correctos, hasta donde llegaban. La autodestrucción debía haber vaporizado los montículos y aniquilado la maldición que eran las Flores florecientes, las esporas a la deriva.

Pero el Formador de las Guerras Robotech lo había establecido mucho antes. La Tierra debía ser salvada de autodestruirse en una Guerra Civil Global y, al mismo tiempo, servir como el punto focal que dejaría a un mal tremendo ser corregido. La hora de la corrección de ese mal aún no había llegado, aunque el escenario ahora estaba armado.

Entonces los espectros amortiguaron la ráfaga de la astronave detonante. La Matriz ardió como una nova, cantó una simple nota penetrante, y liberó todo su poder hacia arriba. Los espectros lo usaron para amortiguar la ráfaga en una contienda inimaginable de fuerzas guerreras, y ganaron.

Sin embargo, la nave madre fue volada en fragmentos y, mientras Zor Prime se remontaba a un plano más alto de existencia, liberado finalmente del ciclo de crímenes y culpa en el que había estado atrapado desde su primera y terrible transgresión, los fragmentos comenzaron a caer.

Hasta una pieza pequeña de la nave madre era enorme, y no toda la fuerza explosiva había sido contenida. Bastidores y blindaje y miembros estructurales se precipitaron al llano y a los montículos, levantando resoplidos enormes de polvo, abriendo al montículo aún más profundamente; la fuerza explosiva alcanzó a las esporas ascendentes y las dispersó hacia arriba y a lo ancho, para montar los vientos del mundo. Abalanzándose sobre el jardín que había sido la última Matriz, las ráfagas liberaron cientos de miles más, y las precipitaron al aire, alzando pétalos y hasta plantas enteras, llevándolas tempestuosamente más allá.

Los vientos que provenían de la detonación de la Protocultura se comportaban diferente a las corrientes de aire normales. Era como si se les hubiera dado un propósito, dispersando las esporas, sembrándolas, llevando a muchas a corrientes de aire superiores que las conducirían lejos –que sembrarían la faz del planeta con ellas.

Los espectros miraron su trabajo y sobre la Tierra que el Formador había convertido en su casa por tanto tiempo. A ellos se les había dado vida, de alguna clase, a través de la Protocultura, tomando poder de las masas dentro de los restos de las SDF-1, SDF-2, y el crucero de batalla derribado de Khyron.

Pero ahora su parte en el Formador estaba terminada, y la última energía de la Matriz estaba agotada; se había ido para siempre. Ellos comenzaron su regreso a la nada, asegurándose de que la Protocultura residual alrededor de ellos fuera sometida a la conversión de las Flores de la Vida.

Dana observó los pétalos rosados a la deriva, las esporas revueltas. ¡Los Invids están en camino! La advertencia de sus padres era correcta, y nada podía detener a esta especie que hasta los Maestros temían.

Tres sombras se asomaron fuera de los montículos, creciendo, pero volviéndose más y más tenues mientras lo hacían. Dana, sus sentidos expandidos por su exposición a la Matriz y aún más por la descarga del contenedor que contenía la última masa de los Maestros, sabía que los fantasmas no le harían ningún daño.

Ella estaba tan preocupada, pensando en su familia, sobre las palabras de los Maestros y las de Zor, que no oyó los pasos furtivos detrás de ella, cubiertos como lo estaban por el gemido de los vientos. El proyectil le dio en la base del cráneo, donde su armadura ofrecía ninguna protección. Ella cayó.

“¡Tú los viste!” una voz misteriosa dijo. Sonaba Humana pero tenía algo de la falta de emoción sepulcral de la voz de un Maestro Robotech. “¡Sin instrumentos o sensores, tú viste a los Guardianes de los Montículos!”

ella yacía sobre su costado, aturdida, incapaz de moverse aunque estaba enteramente consciente. Ella se dio cuenta que le habían disparado algún tipo de agente paralizante. Un momento más tarde, dos hombres peculiares entraron a en la escena.

Ella reconoció a uno, y la vista de él casi detuvo su corazón. Zand, el heredero de los secretos del Dr. Lang. Él estaba vistiendo destellantes mantos angélicos, de material metálico brillante, cortados algo al estilo de los monásticos de los Maestros Robotech, y su cuello tenía una forma semejante a la Flor de la Vida. Ese sólo dijo a Dana lo que estaba sucediendo, y en el peligro en el que ella se encontraba.

Zand se había vuelto completamente loco y la veía como su pasaporte a los poderes divinos.

Junto con Zand se encontraba un hombrecito gordo, de cara vacía, con un bigote de lápiz, tan diferente de las fotografías en los libros de historia que Dana no lo reconoció hasta que Zand giró para decir, “¡Russo! Trae el equipo.” El científico puso a un lado la pistola tranquilizadora indiferentemente.

Russo se escabulló. Dana sabía que no había ninguna aeronave o vehículo de superficie en los alrededores; ella no había visto a ninguno aterrizar. ¿Habrán estado simplemente sentados aquí, esperando? Ella no podía deducir cómo Zand había previsto que ella estaría donde estaba. Tal vez sus poderes ya eran mayores que los suyos.

Russo regresó con los dispositivos semejantes a nada que la Robotecnología de la Tierra o la de los Maestros había producido alguna vez. Parecían ser nimbos de cristal y espirales de arco iris, zumbando débilmente como la Matriz.

Zand sonrió como un loco. “Apostaría a que son mucho más compactos que cualquier cosa que pudieras haber visto incluso en las naves madres. Esos eran juguetes crudos comparados con esto.”

Él lo estaba armando de una manera que ella ni siquiera podía seguir. “He tenido bastante tiempo para estudiar la Matriz, como ves. ¡Años!” El aparato parecía cambiar y plegarse, como si se estuviera moviendo entre dimensiones. Su aura tenía una apariencia fractal.

Zand rió un poco. “¡Los Maestros y el género Humano, destruyéndose mutuamente por una mera Matriz! ¡Cuándo el quid del asunto eres tú, Dana –y tu Destino, el cual es rendir tus poderes a mí!”

Él estiró su brazo para apretar algo así como un nudo de pura luz contra su frente. Éste quedó adherido allí, y ella sintió un frío total, aún a través del entumecimiento. “Tus poderes crecerán. ¡Verán más allá de la Protocultura! ¡Serán incomparables! Pero,” su boca se aplanó severamente, “harán todo eso como míos, una vez que los haya tomado de ti.”

Él miró a su alrededor. “¿Dónde está la celda de Protocultura?”

Cuando Russo le dio una mirada en blanco, Zand se desenfrenó y lo arrojó al piso. Russo se arrastró y se alejó torpemente, lloriqueando como un perro castigado, para regresar con un prisma tal vez de treinta centímetros de largo, esbelto y reluciente.

Dana luchó contra su parálisis, pero no pudo quitársela o desafiarla. Zand lo había planeado bien. Él había antevisto este día con sus propios poderes. Mientras él tomaba la celda de Protocultura y se preparaba para cambiar los dones de Dana hacia él, ella tuvo un momento para preguntarse: ¿qué, entonces, de su Visión, el Ave Fénix?

Su propia vida, ella sabía, había terminado. Zand estaba a punto de tomar algo que era tanto su esencia que moriría como una cáscara marchita sin ella.

Él había acoplado el prisma con el resto de su extraño dispositivo. “Tanta Protocultura en un solo lugar,” él sonrió. “Tomó mucho tiempo reunirla, hasta para mí, desviando provisiones militares. Pero es el poder que necesito para conducir tus poderes hacia mí.”

El dispositivo brilló más, Russo estaba arrastrándose, agazapado con su cara en la arena. La extraña voz de Zand estaba exaltada. “¡Primero el poder de la Protocultura me llena, luego los poderes de Dana Sterling!” La luz era intolerable.

Zand parecía hincharse y crecer. Dana temió a lo que el Universo se expondría, con Zand marchando a zancadas a través de él como un dios.

Justo entonces ella oyó un ladrido.

¡Polly! En su parálisis, ella ni siquiera pudo decirlo.

El Pollinator vino cazcaleando y se sentó, la cabeza inclinada hacia un lado, la lengua colgando, para considerar a Zand. Él apenas registró a la criatura XT, sin embargo, porque algo estaba terriblemente mal con él.

Su forma agrandada estaba vibrando. Pronto él estaba retorciéndose, convulsionándose, su dispositivo destellando como un faro en un terremoto. Russo se había tendido en el piso, cubriendo su cabeza con sus manos, lamentándose.

Dana tuvo la sensación que el último de los espectros se estaba desvaneciendo. Y con ellos, lo último de la Matriz, así como lo último de la Protocultura en la región, estaba siendo transformado.

Zand voceó un aullido de agonía y susto tan horrible que ella lo recordaría todos sus días. La luz lo sumergió. Todavía el Pollinator estaba sentado y observando. La Protocultura en la Matriz había sido cambiada por las Flores de la Vida...

Tal vez fue la descarga de tanta Protocultura. En todo caso, Dana sintió al mundo escabullirse, y vio la antigua Visión una vez más, el Ave Fénix. Sólo que, esta vez vio a Zor, también. Se le hizo saber a ella, en ese trance, el por qué las Guerras Robotech habían sucedido, y cuál era el resultado final –precisamente lo que el Ave Fénix era.

Al momento que la luz cegadora decaía, Dana encontró que podía moverse un poco. O Zand había subestimado la dosis o sus poderes expandidos estaban asistiendo. Dana, Polly, y el gimoteante de Russo contemplaron lo que había aparecido en el lugar de Zand.

De cierta manera, él consiguió su deseo, fue el primer pensamiento coherente de Dana.

Nunca había habido, ni lo habría de nuevo, una que le empatara, la Flor de la Vida más grande que alguna vez existió. Ésta estaba enraizada en la arena, extendiendo sus pétalos, una belleza tripartita de color coralino. De Zand no había ninguna señal excepto, tal vez, en la forma y detalle del brote central; sólo podría ser su imaginación, o podría ser que ella veía la cara de él allí.

De su dispositivo fantástico, nada quedó.

Ella encontró que tenía la fortaleza para levantarse, pero sólo se puso de rodillas, balanceándose. Oyó un grito y levantó la vista para ver a Russo, chillando y gritando, corriendo colina abajo como un mono loco. Él se dirigía directamente hacia los eriales; ella lo dejó ir.

Dana trajo un pie hacia ella, hasta que estuvo sobre una rodilla, las esporas flotando a la deriva a su alrededor. El raro pensamiento la golpeó de que tal vez el destino de Zand era alguna lección de la Protocultura, algún castigo, para balancear el poder que se le había otorgado a ella.

Ella se encontró tarareando, luego se dio cuenta que era un himno del siglo XVII que su padre había amado y su madre Zentraedi había aprobado por tener mucha y apropiada sabiduría; así Rolf Emerson le había dicho, cuando Emerson se lo enseñó a Bowie y a Dana. Cuando niña ella se lo había enseñado a Konda, Bron, y Rico, y ellos habían insistido en que lo que había en las palabras y el tono era nada menos que la verdad universal:

Guíame bondadosa, Luz, Lead kindly, Light,
Entre la penumbra circundante Amid the encircling gloom
Guíame, Lead Thou me on,
La noche está oscura y estoy lejos de casa The night is dark and I am far from home
Guíame, Lead Thou me on,
Mantén mis pies Keep Thou my feet
No pido ver la escena distante I do not ask to see the distant scene
Un paso es bastante para mí One step enough for me

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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