Los Maestros de la Robotecnia - The Final Nightmare

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Capitulo 4

Muy bien; no puedo detenerlos. ¡Tomen la Protocultura de mí! ¡Sellen mi destino, y sellen el suyo también!

El Zor original a los Amos de Tirol


La ira de los Maestros Robotech no fue mitigada por la excusa de sus guerreros de que Zor Prime no había mencionado nada de una segunda fuerza viniendo de la Luna para atrapar a los Bioroids en una pinza. Si los Maestros no estuvieran tan escasos de sirvientes funcionales, muchos clones, en la estructura de comando y en las filas, habrían sido desactivados y enviados a recuperación.

Los Maestros de Clones interrumpieron los reportes y giraron unos hacia otros, mientras esperaban miedosamente. “Pues bien,” Dag dijo al líder de grupo de los Maestros de Clones, Jeddar, “Presumo que es toda la evidencia que necesitemos. Sabemos que ya no podemos depender de las transmisiones de Zor Prime.”

Jeddar se inclinó. “Es correcto, Maestro. Él ha sido sobre expuesto a los contagios emocionales de la humanidad. Pero hay un asunto más inmediato.”

“¿Y ese es?” Bowkaz exigió, mirando hacia abajo hacia él.

“Tomando a Musica como ejemplo,” Jeddar respondió, “estamos viendo un repunte en el comportamiento contraproducente y la emocionabilidad similar a lo que ahora sabemos le sucedió a los gigantes Zentraedi cuando intentaron recobrar la Matriz de la Protocultura.”

Shaizan declaró a los otros Maestros, “Me parece que ha llegado la hora de comenzar la producción extrema de nuestros Guerreros Invid.”

Los Guerreros Invid de los Maestros eran diferentes de los mechas de la misma designación usada una vez por los gigantes Zentraedi. Pero al igual que el de los Zentraedi, los Guerreros Invid de los Maestros –más comúnmente referidos como el Triumviroid– eran los más poderosos mechas en el inventario de los Maestros. El sistema de máquina de clon/guerrero había sido desarrollado más bien recientemente por sus niveles estancados –e incorporaba ciertas características de los salvajes Invids con quienes los Maestros habían combatido una larga e inexorable guerra.

La razón por la que no había más Triumviroids en las fuerzas de los Maestros era porque su producción era muy costosa. Pero los Maestros ahora enfrentaban la elección de o perder la guerra o lanzar un programa intensivo para crear una fuerza luchadora de Guerreros Invid –aún si eso significaba canibalizar sus azules convencionales, naves de combate, y su propio instrumental.

Los Maestros Robotech estaban también constantemente conscientes de que sus propios maestros, el Triunvirato de los Ancianos, aguardaban a gran distancia al otro lado de los oscuros años luz, esperando resultados. Casi todos los recursos restantes de Tirol habían sido volcados en esta expedición para obtener la última Matriz; los Ancianos, quienes quedaron en el revoltijo de su imperio con un mero puñado de clones, esperaban resultados –y estaban impacientes.

La decisión no les tomó mucho tiempo a los Maestros; ellos codiciaban vehementemente el poder de la Matriz de la Protocultura más que cualquier vampiro sediento de sangre. Ellos deseaban inmortalidad y temían la muerte con un terror mayor que cualquier humano o clon de breve vida pudiera alguna vez imaginar.

Los Maestros Robotech giraron hacia sus esclavos y asintieron como uno.


El Comandante Supremo Leonard dejó a Marie hacer su breve informe. Leonard estaba más complacido con la batalla como una propaganda de victoria y un soporte a su influencia con el consejo del GTU de lo que estaba con ella como un éxito militar. Pero él estaba contento con ese aspecto de ella, también –su aversión a los alienígenas lindaba con lo psicópata.

Después de que ella fuera dejada ir, Marie regresó al pasillo sólo para descubrir a Dana, a Angelo Dante, y a Sean Phillips viniendo hacia ella.

Marie aún estaba vestida con la tiznada armadura de batalla, sucia y cansada, pero ella no dejó que eso la detuviera de gritar su nombre y correr hacia él, al él apresurarse a abrazarla. “¡Oh, Sean, Sean, viniste!”

Él era el mismo que ella se había imaginado mil veces después de dejar la Tierra, el sonriente, bribón y Don Juan del 15to. Sean había sido su comandante no hace mucho tiempo atrás, con Dana como su experimental segundo al mando recién salida de la Academia. Pero cierto escándalo concerniente a la hija de un coronel había provocado que Sean fuera degradado a soldado raso en el equipo de Hovertanks que él había mandado anteriormente.

El romance comenzó cuando él le salvó la vida a ella durante una contienda armada. Marie había sido muy cautelosa de sus avances al principio, negándose a ser otra muesca más en su pilar de cama. Ellos habían peleado como gatos callejeros. Pero con el tiempo ella había venido a creer en sus declaraciones de amor, y llegado a admitir que aunque ella nunca había estado enamorada antes, lo estaba ahora.

“Querida, pensé que quizá te habíamos perdido,” él sonrió, para ocultar toda la preocupación que él había estado teniendo. Sean estaba acostumbrado a ser el bravucón imprudente, metiéndose en peligro mientras una mujer mantuviera la luz en la ventana, no viceversa.

Entonces él la sostuvo a la distancia de los brazos de nuevo, y vio sus ojos llenos de lágrimas. “¿Marie, qué sucede?”

Ella no se dejó rendirse a las lágrimas. Pero después de la larga y agotadora misión, la muerte y la matanza, soportando todo el peso y el insomnio mientras sostenía la moral de todos a su alrededor, ella descansó su cabeza contra su pecho y dejó salir su aliento, pasando sus dedos por su cabello. “Oh, Sean, yo –yo no estaba segura de que tú realmente... realmente te preocupabas”

Él la abrazó y frotó su espalda revestida de aleación, mientras los otros aclaraban sus gargantas y se volteaban para mirar hacia otro lado. Entonces él sostuvo su cara en sus manos para mirarla a los ojos. “Seremos tú y yo, Marie Crystal. De ahora en adelante. Siempre.”


En la sala de conferencia, el Comandante supremo Leonard giraba hacia sus subordinados.

“La fuerza de ayuda tiene los materiales y la pericia para convertir a ALUCE en una base militar estratégica. Con ello, seremos capaces de atacar al enemigo en dos frentes.”

Pero Leonard sabía que él no podía afrontar combatir una guerra de dos frentes, uno contra esos invasores alienígenas obscenos y uno contra el maldito consejo entremetido. Sin embargo, él había salido con lo que consideraba una estrategia brillante para solidificar su lugar como el Comandante Supremo: eliminar al único hombre que podía plausiblemente ser propuesto para reemplazarle, y cuyo genio militar amenazaba con eclipsar el suyo.

Él se volvió hacia el Mayor General Emerson con una sonrisa empalagosa. “Y Rolf, tengo una pequeña gran sorpresa para usted.”

Emerson, ya a tres pasos delante de Leonard, se resignó. Él tiene mi línea de tiro y coordenadas esta vez.


El 15to estaba fuera de guardia, relajándose en la sala de alistamiento, cuando Louie Nichols entró a la carga con sus noticias.

Bowie Grant estaba sentado al piano, tocando tristemente y meditando sobre Musica, como él lo hacía desde la primera vez que la había visto. Él había pensado y desechado cientos de planes para lograr regresar a ella de algún modo, para encontrar algún tipo de vida junto con la Señora del Arpa Cósmica. Ella lo tenía cautivado –hechizado un anillo encantado alrededor de su corazón, de modo que él no pudiera pensar en nada ni en nadie más. Si él le hubiese enseñado lo que el amor era, ella le habría enseñando también, aún –especialmente– en su separación.

Louie Nichols entró estrepitosamente, barbotando y corriendo de un lado a otro en tal excitación que Dana, Angelo, y el resto pensaron que iban a tener que arrodillarse sobre su pecho para conseguir que revelase lo que sabía. Sonaba como si él estuviera a punto de comenzar a llorar, pero era difícil de decir con Louie porque él siempre llevaba grandes, cuadrados y matizados tecno anteojos, día y noche.

“Bueno,” él logró por último, “ellos han nombrado a un nuevo comandante para que se encargue de ALUCE y abra el segundo frente.”

Sean lo miró con fijeza. “¿Sí, y qué? ¿Quién es?”

Louie se preparó para contestar. “¡Leonard va a enviar al general Emerson!”

Bowie había estado tocando suavemente. Ahora él trajo sus dedos hacia abajo duramente en discordia. Los Maestros Robotech parecían tener cierta línea en los planes de la Cruz del Sur, y todos sabían cuán altas las bajas podrían ser en ALUCE.


Emerson estaba supervisando la organización de una nueva expedición a ALUCE. Con el grupo de refuerzo original fortificando la base lunar, era tiempo de llevar más personal, unidades de combate, y equipo allí arriba, para expandir las preparaciones para el segundo frente.

Él oyó un forcejeo detrás de él, y su nombre siendo pronunciado. Él giró de su contemplación de la intensa actividad en toda la Base Fokker, el alistamiento de la fuerza de ataque que ahora él comandaba. Su ayudante, el Teniente Coronel Rochelle, estaba luchando para retener al Teniente Dennis Brown, un piloto de Veritech del TASC quien había servido una vez como ayudante de Emerson.

“¡Brown, hemos oído bastante de ti!” Rochelle estaba gritando.

Brown se sacudía, tratando de liberarse. “¡Pero es una misión suicida, General Emerson! ¡Están tratando de librarse de usted!”

“¡Como usted lo estaba!” Emerson gritó, y Brown y Rochelle se calmaron. Emerson continuó, “No es apropiado que yo critique mis órdenes, Teniente, tampoco usted. Nosotros damos órdenes y vemos que se obedezcan; obedecemos las órdenes que se nos dan. Vemos que no se viole el juramento que hemos hecho, no por ninguna lealtad personal o preferencia. No existe otro modo en que un ejército pueda funcionar. Gracias por su preocupación, pero si no regresa a su puesto al instante, no tendré alternativa sino ponerlo bajo arresto.”

Rochelle y Brown se habían soltado. El teniente saludó. “Sí, señor.”

“Una cosa más,” Emerson dijo repentinamente. “Ninguna operación bajo mi comando alguna vez ha sido o alguna vez será una misión suicida. Había pensado que me conocía mejor que eso. Retírese.”


Dana encontró que Bowie simplemente se negaba a hablar de su padrino siendo apostado en ALUCE. Bowie parecía determinado a hacer pensar al mundo entero que a él no le importaba en absoluto el General Emerson.

Era Emerson quien había insistido en que Bowie sirviera un tiempo en el Ejército de la Cruz del Sur, como los padres de Bowie lo hubieran deseado. Emerson sostenía que no tenía nada que ver con sentimientos personales o su afecto por Bowie. Ahora era la oportunidad de Bowie de ocultarse detrás del código de un soldado, y el resto de ello, para escudar su dolor. Dana, con poca alternativa, lo dejó así.


En la sede de la Policía Militar Global, un programa de investigación de día y noche consumía el tiempo de todos, especialmente el de Nova. El alto mando estaba resuelto a tapar la fuga en su sistema. Interminables revisiones de computadora y reportes de campo eran la orden del día. Cualquiera que tuviera acceso a información clasificada y particularmente aquellos que tenían acceso a equipos de comunicaciones de largo alcance estaban siendo escudriñados.

Después de todo, ¿de qué otro modo un agente de espionaje podría enviar la noticia a través de miles de kilómetros de espacio vacío?


Zor descendió del ómnibus de enlace al otro lado de la calle de la sede de la PMG sólo para encontrar a Angelo Dante parado junto a un jeep, esperándolo.

“Me sigo preguntando, ‘Por qué Zor-O está tan deseoso de ver a Nova?’” Angelo dijo, bloqueando su camino. “¿Y qué crees que me cruzó la mente? ¡Por qué, Nova está con la PMG! ¿Quizá sea porque tú le traes un presente, hey?”

Angelo se estiró para agarrar el objeto que Zor tenía apretado bajo un brazo. Resultó ser una faja de hojas sueltas clasificadas cuyo título enviaron las cejas de Angelo hacia arriba. “¿Una Visión General de Inteligencia sobre la Base ALUCE?”

Angelo agarró los arneses de torso de Zor de nuevo, al momento que oyó a un Hovercycle detenerse de costado detrás de él. él oyó a Dana gritar, “¡Sargento Dante! ¡Déjelo ir!”

Angelo lo hizo, mientras ella se acercaba airosamente a él. “Ahora espere un minuto, Teniente–”

Ella sacó de un tirón la faja de sus manos. “¡Usted dejará de acosar a este soldado, Sargento! ¡Madure y deje de jugar al espía de la PMG! ¡Ahora, piérdase!”

La cara de Angelo era de un rojo púrpura. Él se preocupaba apasionadamente por su mundo y su gente y su supervivencia, por supuesto, y su deber. Pero había más que eso.

¿Por qué debería preocuparme si este sujeto usa a Dana y destruye su vida? ¡Es su propia falla y sólo es una adolescente iracunda y agresiva que lo sabe todo de cualquier modo! Está bien, ella ha probado que tiene lo que se necesita para liderar al 15to, pero por qué debería preocuparme si ella ha llegado a desarrollar esta pasión sobrenatural por Zor-O?

Él pensó todo eso mirando hacia abajo al rostro de nariz respingona y pecoso y lamentó hacer tal estúpido de sí en la película. Sin advertencia, él se encontró preguntándose cómo se sentiría sostenerla tiernamente, del modo en que Sean había abrazado a Marie Crystal el otro día. Entonces Angelo Dante violentamente desterró de su mente el pensamiento.

“Sí, señora,” él dijo a través de dientes firmes. Saludó, dio media vuelta y marchó hacia el jeep. Los neumáticos chirriaron mientras él se alejaba acelerando.

Dana le regresó la faja a Zor sin siquiera mirar la cubierta. “Aquí tienes. Disculpa por eso, pero Angie es un–”

“Gracias.” Zor tomó el libro clasificado, volteó y subió los escalones hacia la entrada principal, apenas habiendo registrado la presencia de ella.

“¡Hey!” Ella fue tras él, pero justo entonces una mano se cerró alrededor de su codo.

Si ella hubiera estado sólo un poco más caliente debajo de su alto cuello militar, habría girado rápidamente. Pero ella reconoció primero, y vio quien era. “¡Capitán Komodo!” ella dijo con perplejidad. “¿Qué sucede, señor?”

Komodo era un hombre de cerca de cincuenta años, con una estructura poderosa, de descendencia Nisei. En este momento, él estaba sudando y un poco frenético. “¡Teniente, necesito un favor!”

La mayoría en la Cruz del Sur sabía cómo era Komodo. Después del primer ataque de los Maestros Robotech en la Base Lunar Uno, Komodo había violado las rigurosas órdenes de esperar y ver de Emerson para lanzarles los misiles, terminando con las esperanzas de Emerson para negociar.

Emerson había querido hacerle una corte marcial por disparar el disparo incitador en una guerra que nadie quería, pero Leonard, siempre el aborrecedor de alienígenas, había hecho condecorar a Komodo por uso rápido y valiente de la iniciativa personal, y lo había hecho transferir al control de tiro en un crucero de batalla. Sin embargo, el rumor era que Komodo lamentaba lo que había hecho y había hecho mención de su deseo de redimirse.

Ahora Dana se dejó ser alejada a tirones hacia un lado por el capitán, no segura de cómo ajustaba todo con todo.


En un pequeño parque cerca de la sede de la PMG, Komodo terminó, “Así que pensé que usted podía ayudarme, Teniente.”

Dana lo observó cuidadosamente. “¿Y Nova es la elegida para usted, huh?” Según la historia del capitán, él sólo le había hablado a ella en unas cuantas oportunidades, y siempre en el cumplimiento del deber. ¿Pero cuándo el amor dejaba a la realidad ponerse en su camino? ella suspiró para sí.

El capitán Komodo reía tímidamente. “Estoy asignado a ir con el General Emerson a ALUCE,” él explicó.

“¿Y usted cree que no podrá lograr regresar, así que usted quiere que al menos ella sepa que usted existe antes de irse?” Dana dijo con una necesidad no característica y contundente de oír su respuesta.

Ella dio unos cuantos pasos de un lado a otro mientras Komodo ofrecía una risa suspirante y admitía, “Supongo que ella nunca podría desearme.”

“¡No tengamos una conversación derrotista, Capitán!” Dana respondió.

Quizá Komodo pudiera servir como una distracción y separar a Nova y a Zor –y quizá no. Sin embargo, era la única carta que ella tenía para jugar, excepto dejar a Angelo –quien parecía despreciar al alienígena por razones que ella no podía comprender– poner a Zor en Cuidados Intensivos.

Ella tomó el brazo de Komodo. “No puede dejar la nave antes de que haya disparado su primer salva, Capitán.” Ambos rieron, regresando caminando hacia el cuartel general de la PMG.

Ellos dejaron los árboles justo a tiempo para ver a Sean Phillips pasar desbocado al volante de un jeep, a velocidad peligrosa. Él estaba rugiendo con risa, y Marie Crystal, a su lado, estaba riendo también, un brazo alrededor de sus hombros. Él dio vuelta en una esquina en dos ruedas.

“Allí está la prueba viviente, Capitán,” Dana dijo, frunciendo el entrecejo. “Si ese costal lastimoso puede ganar un corazón femenino, cualquiera puede.” Sus palabras no parecieron fortalecer a Komodo.


La pasmosa carga de trabajo en la PMG y la presencia del Coronel Fredericks, su comandante en jefe, había evitado que Nova viera a Zor cuando él apareció para regresar los documentos de ALUCE. Así que, Zor había dejado el informe de inteligencia para ella, enrollado en papel sencillo, y ella lo había reclamado cuando finalmente dejó el trabajo por unas cuantas horas de sueño.

De algún modo, ella no podía ver lo que estaba haciendo comprometiendo los secretos de la Cruz del Sur. Ella ni siquiera consideró a Zor como un riesgo de seguridad. Ella sólo podía pensar en esos ojos enormes, oblicuos y de duende, en la cara como la de una escultura clásica, en los cabellos revueltos y de color lavanda que caían más allá de sus hombros, en la fascinación hipnótica que él tenía para ella.

En la puerta de su alojamiento en las Habitaciones de los Oficiales Solteros, ella encontró un ramillete exuberante de rosas rosadas, negras, y rojas, envueltas en papel metálico rayado de color plata y negro. La vista de ellas le quitó toda la fatiga.

Nova Satori las puso cerca de su cuerpo, las olió, y las llevó dentro de su aposento. Esa fragancia –ella la aspiró profundamente y deseó poder perderse en ella, poder vivir en el Corazón de la Rosa para siempre. Estar con Zor, de algún modo, algún día, parecía tan desesperanzado.

¿Pensaba que el amor se suponía te haría más feliz?


En la oscuridad de una curva en el vestíbulo, Dana golpeaba ligeramente el hombro de Komodo, mientras observaban la puerta de Nova cerrarse desde su ocultamiento.

“Eso completa la primera parte de la operación, Capitán: ¡el proceso de suavización!”


Dentro de sus habitaciones, Nova bajaba el informe de ALUCE y las rosas codo a codo. Había una nota en las flores, impresa en mayúscula: DE UN ADMIRADOR.

Ella levantó la otra nota que había recibido ese día, la que Zor había metido dentro del libro de ALUCE. Ni con mucho puedo agradecerte, Nova. Cada pedacito de información que me das restaura más de mi memoria, más de mí.

Entonces ella comprendió de repente que ella había violado las reglas que ella había jurado imponer. ¿Qué he hecho?


Así que la contradanza loca continuó. Dana trataba de convencer a Komodo que sus flores eran la causa del mal de amores que él veía en la cara melancólica de Nova. Entretanto, Nova determinadamente rechazaba a Zor y resistía cada esfuerzo suyo para ponerse en contacto –sin embargo ella se sentía peligrosamente atraída hacia él.

Eso tenía a Nova tan distraída que ella embrolló las cosas, y marcó a un piloto de VT de nombre Dennis Brown –un ex ayudante de Emerson– quien había sido incluido para ir a ALUCE y era ahora retenido como un riesgo de seguridad.

Ella alcanzó al teniente en el área de estacionamiento y servicio para aviones para disculparse. Él meramente le quitó importancia. Él la observó por unos cuantos momentos y decidió que ella podía gozar de confianza para oír la verdad.

“Quizá todo sea para bien. Tú tienes las computadoras y no estás ciega, Nova. Leonard está erradicando a todos los oficiales que no son leales a él personalmente, al igual que cierto emperador romano enviando a todos sus rivales lejos a provincias distantes. Gracias a ti, sin embargo, al menos uno de nosotros estará aquí para vigilar las cosas: yo.”

¡Él realmente le estaba agradeciendo! Nova convocó una agradecida sonrisa y resolvió enterrar el nombre y el archivo de Brown donde pocos en la PMG alguna vez lo notarían.

En el extremo lejano del área de estacionamiento y servicio para aviones Dana, mirando desde detrás de un neumático enorme de un transbordador espacial, silbó. “¡Vaya, esa Nova sabe cómo jugar el juego!” El capitán Komodo repelió un ataque de desaliento terminal.

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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