Los Maestros de la Robotecnia - The Final Nightmare

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Capitulo 10

Tú nos miras y preguntas por qué somos esclavos. Pero nosotros te miramos a ti y nos preguntamos por qué tú no lo eres. ¿Qué horrible mutación te ha dado la maldición del pensamiento libre, y te ha quitado tu paz mental para siempre?

Observación de un clon anónimo al Cabo del ATAC Louie Nichols


¡Este lugar podría ser romano! Dana pensó, mirando alrededor del compartimento en el que Zor había desaparecido.

Se parecía a un vasto vestíbulo de reunión o salón de baile. Había sistemas eléctricos invasores por los mamparos. Pero ubicadas todo alrededor del vestíbulo/compartimento estaban lo que parecían ser columnas de mármol de estilo clásico, soportando cornisamientos con frisos esculpidos. El techo era un domo liso de piedras pulidas. No tenía sentido para ella, y no tenía tiempo para buscarle solución a todo ello.

“¡Zor! ¡Zor, por favor sal!” El diseño de los mamparos era tan extraño, ella no podía decir lo que podía ser una escotilla o lugar de ocultamiento; las columnas eran demasiado pequeñas para ofrecer cubierta a un Battloid.

“¡Somos tus amigos, Zor!”

El Caballo de Troya de Angelo apareció corriendo a paso ligero, habiéndose rezagado para cubrir su retaguardia. “¿Lo perdimos, huh?”

“Lo vi entrar aquí.”

Angelo alzó su arma. “No se puede confiar en él. Nos traicionó.” El castigo por traición en tiempo de guerra o deserción bajo fuego era obvio. “Y voy a darle lo que ha conseguido.”

Era también obvio que Zor no iba a mostrarse voluntariamente, pero Angelo tenía su propia solución directa para eso. “¡Modo Gladiador!”

El sargento imaginó la transformación por su casco pensante rematado en un asta, y su Caballo de Troya pasó por la mechamorfosis.

Angelo abrió fuego, golpeando una de las columnas en el centro. Ésta se rompió en un aguacero de astillas de piedra y polvo, derrumbándose y rompiéndose en mil fragmentos. Él cruzó el cañón y disparó otro tiro, volando trozos del techo.

“¡Vamos, Zor! Muéstrate.”

Él tenía razón, Dana vio. Toda la ira de ella hacia los Maestros Robotech brotó; ¿qué derecho tenían ellos para vivir en tal belleza, como los esclavizadores que eran? Ella pasó a Gladiador también, y juntos ella y Angelo Dante zapatearon por el vestíbulo, disparando, demoliendo los magníficos entablamentos y columnas.

Entonces al azar ella disparó a otro mamparo de metal rectangular. El rectángulo se arrugó y cayó, revelando un espacio detrás. La escotilla cayó y a través del humo y las llamas apareció un Bioroid rojo solitario.

“¡Zor!” Dana sabía que tenía que ser él. Toda su ira se había ido en un momento, y el terrible pensamiento de que ella lo había perdido de nuevo, tal vez para siempre, para los Maestros, sacó a escena el otro lado de su personalidad. Olvidando todo, ella salió de su asiento, y saltó para bajarse de su cabina-cubierta corrediza. “¡Zor!”

“¡Teniente!” el primer impulso de Angelo fue disparar por efecto, pero antes de que él pudiera hacer algo, ella estaba demasiado cerca, casi a los pies del Bioroid, los brazos levantados hacia él implorantemente.

“Oh, Zor,” ella lloró solitariamente. “¿No me recuerdas? ¿Ellos te han sacado eso, también?” Pero la enorme arma de mano en forma de disco en el puño rojo giró para apuntar sobre ella.

Angelo trabó sus controles y se levantó, para salir de su tanque. Él no podía iniciar una lucha y no dejaría a Dana ser capturada o matada. Él eligió no cuestionar sus propios motivos mientras corría para pararse a su lado, pero él sabía que la lealtad y el deber no eran los únicos.

Dana era tan joven y bella, tan llena del espíritu de un guerrero... En toda su vida, él había conocido sólo un puñado como ella: buen soldado, compañero confiable... alguien en quien uno podía confiar, con quien podía contar. En el vocabulario de Angelo, esas palabras significaban todo.

La voz de Zor llegó a ellos sin la ayuda de sus auriculares de casco. Ella sonaba, otra vez, como lo había hecho cuando Dana lo habido visto revelarse por primera vez, cerca del montículo de entierro de la SDF-1. Su conversación mental era tenue y aguda, más alta de lo que había sido unos cuantos momentos atrás, y sonaba como alguien hablando con la inhalación antes que con la exhalación.

“No se muevan. Ríndanse o serán destruidos instantáneamente.”

“Zor,” ella murmuró, aturdida. “¿Qué te han hecho?”

Entonces luz salió del Bioroid cuando su cabeza oscilaba hacia atrás. Su pecho y hombros se abrieron hacia fuera, para revelar la torreta esfera dentro de él. Esa, también, se abrió –y Zor se desenrolló de una posición fetal, aparentemente dado a luz, en una gloria segadora.

Él se paró para mirarlos con desdén, hablándoles mentalmente. “Usted ha caído en esta trampa mucho más fácilmente de lo que habría pensado, Teniente Sterling. Usted y su comando son ahora prisioneros de mis señores, los Maestros Robotech.”


“No puedo comprender la influencia extraordinaria que la hembra Microniana ejerce sobre las funciones mentales de Zor Prime,” Dag dijo a sus dos contrapartes. “La exposición a sus emociones está causando desviaciones de varios de los programas cognitivos del clon, aún aquí en el centro de nuestro poder.”

“Pero nuestro módulo de control está a máxima energización,” Bowkaz señaló. “Tenemos manipulación casi total de Zor Prime. Claramente, bastará. ¿Qué son las emociones, después de todo, sino comportamiento primitivo residual?”


Zor se había retirado de regreso dentro de su esfera de control, y el arma de mano en forma de disco permanecía apuntada hacia Dana y Angelo. Los dos ATACs se habían quitado sus cascos y seguían de pie mirando hacia arriba.

“¡Zor, tengo que hablar contigo!” Dana intentó de nuevo. “Tú me recuerdas, ¿no es así?”

No hubo respuesta, pero Angelo notó que, repentinamente, la pistola estaba vacilando. De la figura sombría de Zor, acurrucada de nuevo en su esfera, no había movimiento. Dana comenzó a caminar hacia el pie del Bioroid.

“¡Ten cuidado, Dana! ¡Él va a disparar!” Angelo la agarró precisamente cuando la titánica arma disparó; el disco de aniquilación erró, cuando los dos ATACs cayeron de cabeza juntos, pero Angelo fue rápido para comprender que habría fallado de cualquier modo.

Otra ráfaga recalentó la cubierta en la cercanía, pero a esa distancia habría sido en el mismo centro. Dana y Angelo miraron hacia arriba para ver a la armadura del rojo reasegurándose, cerrándose con protección alrededor de la torreta esfera. El rojo se movió espasmódicamente; más descargas volaron sobre la cubierta al azar.

Angelo tomó su decisión y corrió hacia su tanque. El rojo continuó sus disparos desorientados, aparentemente en conflicto consigo mismo, hasta que notó que su batería principal esta por apuntarlo. Dana estaba a distancia segura fuera del camino. Angelo disparó, pero el Bioroid lo esquivó, apenas con tiempo. Zor cayó a un lado mientras las placas de la cubierta debajo de sus pies se levantaban en fuego por el segundo tiro del sargento.

Dentro de su útero Robotech, Zor sudaba, se lamentaba, en su trance. Él luchaba consigo mismo aún más determinadamente que su Bioroid lo hacía con Angelo, pero el combate interior no iba bien.

Dana giró hacia Angelo. “¡Nunca lo detendrás de ese modo! ¡Cambia a modo Battloid! ¡Y no lo hieras!”

¿Quién cree ella que soy, Wyatt Earp? Angelo se preguntó. ¿Qué se supone que haga, herir a ese maldito Bioroid? Pero él pasó a Battloid y disparó su rifle/cañón desde la cadera. El rojo lo esquivado, pero más lentamente.


“Las ondas cerebrales de Zor indican una desviación,” Bowkaz observó.

Detrás de él, Myzex, líder de grupo del triunvirato Político, habló desde su casquete de Protocultura tríada. “Su exposición a la influencia Humana puede haber producido un efecto adverso en su estructura cerebral anterior.”

Dag dio media vuelta hacia los políticos. “¿Sugiere un despertar de la memoria racial latente?”

“Posiblemente, mi Maestro.”

¡Tal vez esta era la brecha que los Maestros habían esperado! Podría ser que esas emociones fueran la clave faltante para la recuperación de los poderes mentales de Zor y, posiblemente, a la Herencia de la capacidad de Conocimiento Adquirido que ellos habían esperado canalizar en él por medio del uso de sus habilidades psíquicas artificiales. El I.A.K. y la recuperación de los secretos del Zor original, una nueva Matriz –un reino de un universo en expansión que sólo les pertenecería a ellos– todo era repentinamente posible.

“El disturbio y la distracción Humana deben ser erradicados al instante,” Shaizan decretó.

Repentinamente Zor pasó corriendo al lado de Angelo antes de que el sargento pudiera despachar un tiro, rompió con un golpe otra escotilla, y desaparecía en un pasadizo.

“¡Angelo, quédate abajo!” Dana gritó.

“¿Qué sucedió?” Angelo estaba temblado muchísimo; él había pensado que su número había terminado. “Debió haberme matado por derecho; ¿por qué no me golpeó?”

“No sé,” Dana dijo, dirigiéndose hacia la Valkyria. “Pero tenemos que encontrar a Bowie y a los otros antes de que los alienígenas lo hagan.”

Alienígenas.


La lucha armada en el pasadizo fue exitosa para el 15to. Los ATACs usaron lo que habían aprendido sobre las debilidades de los Triumviroids. Sin Dana alrededor para objetar, ellos lo habían hecho algo más rápido, disparando directamente a las placas faciales, y hasta Bowie, viendo que las vidas de sus compañeros de escuadrón estaban en peligro, había tomado su decisión.

Pero mientras permanecían de pie en las secuelas humeantes de la lucha, se habían dado cuenta que era hora de esconderse por algún tiempo. Se habían retirado a una planta de reciclaje cercana –un compartimento gigantesco lleno de correas transportadoras móviles y equipo de recuperación de apariencia orgánica. Esperanzadamente Dana seguiría sus señales del radio transmisor-receptor.

Sean recogía dos señales que se hacían más fuertes, hasta que tuvieron que estar justamente en el compartimento. Él levantó la vista para ver dos Hovertanks liberarse moviéndose de los escombros y fragmentos en una correa de diez metros de ancho en lo alto sobre sus cabezas, y descender con propulsores efusivos. Angelo y Dana aterrizaron entre un aguacero de cecina y basura, Dana gritando, “¡Cuidado abajo!”

“Justo a tiempo, Teniente,” Bowie comentó secamente.

No había ningún guardia o dispositivo de vigilancia que pudieran ver. Dana y Angelo y los otros ocultaron sus tanques en las extensiones oscuras debajo de una gran pantalla, luego el 15to se reunió para hacer algo de improvisación.

Estaba claro que no podían fiarse del regreso de Emerson en cualquier momento pronto, y simplemente causar alboroto sería para lograrlo sólo cuestión de tiempo antes de que los Triumviroids convergieran para borrarlos del mapa.

“Así que, lo que haremos será localizar el centro de comando o puente de la nave insignia o como sea que lo llamen en los alrededores, luego regresar con los tanques y tomarlo por la fuerza. Todos, sáquense sus armaduras; este es un trabajo de reconocimiento.”

“Hora de ser agentes secretos,” Sean suspiró. “¿Y dónde buscamos, en una nave de ocho kilómetros de largo?”

“El lugar lógico, en vista de sus instalaciones y sistemas, es el centro de la nave,” Louie dijo. Ellos comenzaron a sacarse sus armaduras y a comprobar sus armas de pequeño calibre.

Los ATACs quisieron empacar todas las armas que pudieran, pero Dana vetó la idea. Mucho poder de fuego sólo atraería la atención, y si se encontraban en una situación donde unas cuantas pistolas y un rifle no bastasen, probablemente no saldrían de ello en modo alguno.

Otra correa transportadora los llevó a través de una entrada decorada con un arco de mármol. Allí se bajaron de ella, fueron por un pasillo delineado con cantería meticulosamente hecha a mano. Angelo, caminando al frente, se encontró observando una escena que se asemejaba a un cruza entre el Senado Romano y la sala de espera de los Borgias. Había allí el mismo arte magnífico, y los mismos pisos destellantes. Los clones se movían de un lado a otro en grupos pequeños, su ropa color pastel tendiendo a cosas semejantes a togas, o mallas con mantos cortos.

“¿Cómo luce allí afuera?” Dana quiso saber, justo detrás de Angelo pero incapaz de ver alrededor de él. “¿Hay alguno de esos guardias merodeando por allí, o podemos seguir moviéndonos?”

“Todo lo que puedo ver son civiles, supongo,” él susurró en respuesta. Él sostuvo en alto su carabina de tanquero y dio un paso hacia delante.

Dana se asomó y curioseó, luego dijo a sus hombres, “No parecen del tipo a los que se les puede hacer preguntas. Sólo nos mezclaremos, y nos abriremos paso.”

“Nada aventurado–” Louie se resignó.

Pero los habitantes de la nave parecían tranquilos, deprimidos –casi letárgicos. Los ATACs se movieron por una vía superior que dominaba los lugares de reunión públicos y cuadrángulos apartados.

Sólo habían dado unos cuantos pasos cuando Dana y Louie vieron un coche liviano de efecto superficial dirigiéndose en su dirección.

Todos los otros captaron las señales y las advertencias excepto Sean, que había estado andando de un lado para otro más o menos en los talones de tres hembras atractivas que caminaban en grupo. Para cuando él se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, los otros se habían escondido. Él no estaba en posición de hacer movimientos bruscos y decidió, de modo típico, empezar una conversación casual con los damas.

“Um, discúlpeme, Señorita–” Él tiró del codo de ella; las tres giraron como una y dijeron “¿Hmm?” con esas voces misteriosas y aspiradas. El vehículo liviano de guardias estaba navegando más cerca.

Sean hizo balbuceos idiotas sobre haberlas conocido antes en alguna parte, y que quizá todos podrían ir a almorzar. Él rió no convincentemente, les hizo unos cuantos guiños de ojo, sudando.

Ellas eran en realidad trillizas bastante atractivas con cabello teñido de naranja, azul, y rosado para diferenciarse. Ellas lo miraron y lo escucharon por unos cuantos momentos. Sean trataba de mantener contacto visual y también observar el lento progreso de cruce de los guardias.

Cabello Anaranjado volteó hacia sus hermanas. “La condición de este clon es notablemente degenerativa, ¿no están de acuerdo?”

“Noten las expresiones faciales espasmódicas: descomposición neurológica,” Cabello Azul acordó gravemente.

“Tratemos de determinar la naturaleza de su mal funcionamiento antes de que se desestabilice completamente,” Rosadita añadió.

Antes de que Sean pudiera recobrarse de su asombro, ellas estaban reunidas alrededor de él, abriendo por palanca su boca, abriendo su ojo ampliamente para estudiarlo, golpeando su pecho –sintiéndolo.

Él había dejado sus arneses de torso atrás con su armadura, y las tres Clones Sanadoras de algún modo le habían abierto y bajado su túnica alrededor de su cintura, sujetando sus brazos, y le estaban haciendo zancadilla de modo práctico. Él había estado caminando al frente, y así él ni siquiera cargaba un arma.

Sus deliberados pinchazos y fisgoneos lo precipitaron en una risa de cosquillas. ¡Por favor, si hay un dios: No dejes que Marie descubra esto!

Dana se precipitó al rescate, empujando a las mujeres a un lado. “¡Todas las busconas apártense!”

“Estos clones obviamente están infectados,” dijo Cabello Anaranjado. Ella levantó su voz. “¡Guardias! ¡Asistan a estos clones inmediatamente!”

El vehículo liviano dio vuelta y los guardias retrocedieron rugiendo.

“¡Sepárense!” Dana gritó. “¡No pueden seguirnos a todos!” Ella volteó una barrera con Bowie y Louie cuidando la retaguardia. “¡Reunámonos donde los tanques!” Ella huyó descendiendo escalones oscuros lustrosos que eran brillantes como espejos y de cinco metros de ancho.

Angelo puso de pie a Sean, pero se dio cuenta que había dejado sus carabinas de tanquero recostadas contra la pared. Y no había tiempo para ir a traerlas; los disparos estaban errando alrededor de ellos. Ellos salieron deprisa por la vía superior; el vehículo liviano los estaba siguiendo.

“¡No puedes persuadirlos que te acepten como un alienígena, atolondrado!” Angelo jadeó.

“¡Aw, envíaselo a tu madre, Sargento!” Sean gruñó en respuesta. Ellos se zambulleron en el primer callejón que alcanzaron.

La nave de guardia se detuvo y un triunvirato policía salió en tropel para continuar la persecución a pie.

Los policías/guardias se separaron para chequear un muelle de carga en el extremo lejano del callejón. Sean y Angelo salieron de sopetón para asaltar al del medio, el sargento golpeó al clon solitario duramente, asegurándose que no pudiera ponerse de pie de nuevo. Sean agarró el arma corta del guardia para reducir a otro guardia. Él giró, él y el tercer guardia se apuntaron mutuamente al mismo tiempo.

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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