Los Maestros de la Robotecnia - The Final Nightmare

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Capitulo 24

¡Cuerpo! ¡Blindado Táctico! ¡Alpha!
¡Ya no irás a casa!
¿Quieres comodidades, quieres millones?
¡Entonces deberías quedarte con los civiles!

Cadencia de marcha del ATAC


“Nadie se irá de aquí,” Nova pronunció las palabras lenta y cuidadosamente. Bowie notó cuán abiertas eran las palabras a varias interpretaciones diferentes.

Nova acarició con palmaditas el pequeño envoltorio del clon infante. Ella había introducido su arma en su pistolera, ocultando su cadera de la vista de los clones, pero estaba lista para desenfundarla si las cosas llegaban a eso. Dennis estaba moviéndose paso a paso en su dirección.

Ella también estaba atrayendo la atención de los guardias. Ella había notado que Louie Nichols sostenía una granada de aturdimiento detrás de su espalda, manoseándola por tacto mientras vigilaba a Karno y al resto, preparándose para arrojarla. Nova se alistó para zambullirse en busca de cubierta, tomando en cuenta el hecho que ningún daño debía sucederle al bebé si ella lo podía evitar.

“¡Estos no son tus esclavos!” Musica gritó. “Son individuos, cuya libertad de elección los ha liberado de tu sociedad. ¡Ahora, apártate!”

“¡Entonces morirás, tú quien desorganizas nuestras vidas!” Con eso, Karno levantó su arma, como lo hizo Sookol y Darsis, y abrieron fuego. En ese momento, el joven hombre que había actuado como guía para Angelo se arrojó delante de Musica. Él recibió los cinco primeros disparos de la lumbre, de repente y todos juntos en un único grupo apretado.

Los ATACs estaban parados con las piernas separadas, regresando el fuego a casi distancia de quemarropa, en el mismo segundo –todos excepto Louie, quien hizo resbalar la granada de aturdimiento en la dirección de los guardias y gritó, “¡Atrás!”

Los clones refugiados en la primera fila cayeron como trigo guadañado, pero el fuego de los ATACs redujo las filas de los guardias enemigos al instante, y la precisión de todos los clones se perdió. Los disparos del enemigo rebotaban de la armadura de los soldados, y los tanqueros establecieron un fuego sofocante que tuvo a los guardias esquivando.

La detonación de la granada de aturdimiento fue como un congelamiento de cuerpo de las posturas de los guardias, durando sólo una fracción de segundo. Su ráfaga les hizo dar un salto mortal y volar, mientras los refugiados y los Humanos corrían aprisa en busca de cubierta, y los emboscadores luchaban por recobrar la ofensiva.

Musica, se agazapó detrás de un marco estructural, acunando al joven que había guiado a Angelo y recibido las rondas que eran para ella. “¿Por qué hiciste...?”

“Tú eres el alma de todos nosotros. Eres la esperanza de todos nosotros.” Los ojos se enrollaron en su cabeza, mostrando sólo el blanco, y el aliento se marchó de él.

Ella depositó su cabeza en el suelo suavemente, luego se puso de pie y volvió a entrar al pasillo, en el canal de disparos, varios rayos y corrientes de discos brillando de un lado a otro. “¡Karno! ¡Detén esto ahora!”

Bowie, inmovilizado, no podía alcanzarla, pero le gritó que se cubriera. Karno, acuclillado para disparar desde su protección, gritó, “¡Musica, los Micronianos han lanzado un hechizo sobre ti!”

“¡Eso no es verdad! ¡He escogido libremente un nuevo modo de vida –ahh!”

No había forma de decir si el rayo que chamuscó su brazo era del enemigo o de los amigos. Ella continuó apretando sus dientes, “La verdad es... que todos somos seres libres. Con voluntad propia. ¡Y ustedes saben eso!”

“¡Dices mentiras!” él chilló. “¡Estás embrujada!”

“¿Tiene alguna inspiración brillante?” Louie preguntó a Angelo, mientras estaban acuclillados al abrigo de un enorme embalaje de tablas.

“Podríamos enviarles dulces y flores y decirles que nunca lo haremos de nuevo,” Angelo concedió, luego soltó otra ronda. “O, rezar por un milagro–”

Al momento que estaba diciendo eso, el mamparo fue perforado hacia dentro, una de las coincidencias más curiosas de la guerra. Era como si uno de esos antiguos abridores de lata de cerveza estuviera espitando una fría, sólo que el abridor era un dedo blindado tirado por un Battloid.

El Battloid, habiendo seguidos sus radiofaros de respuesta, peló el mamparo como papel de envolver y entró en la brecha. El humo se rizaba a su alrededor y los clones guardias rehuyeron con histeria, olvidando su ataque. Una voz amplificada a volumen olímpico sonó, “¿Así qué por esto me plantaron en nuestro punto de encuentro?”

“Tuve intenciones de dejarte una nota, Phillips,” Dante admitió. “Pero realmente me distraje.”

“¡Ninguna excusa!”

En lugar de usar las armas del altísimo mecha para barrer con cada enemigo allí, Sean escogió castigarlos. Él había visto bastante guerra, visto bastante matanza y, más al grano, sentido que unos cuantos enemigos incidentales más no influirían en el resultado de las cosas. Él no tenía ningún sentido aumentado o poderes de la Protocultura, sólo la simple intuición Humana de que el resultado de la guerra –el propio corazón de ella– no tenía nada que ver con matar a unos cuantos clone más.

El colosal Battloid restregó un hato de guardias en una pared; la mayor parte de los otros huyeron, soltando sus armas. Entre esos caídos estaba el Triunvirato Guardia.

Angelo llevó a los refugiados en la otra dirección, hacia las naves de asalto. Pero Karno se levantó y divisó a Octavia, quien había sido prometida a Sookol mucho tiempo atrás por los Maestros. Ella lucía tanto como Musica.

Karno logró ponerse de pie y desenfundó su arma, para dispararle mientras ella corría. Ella gritó y cayó, Bowie y Musica volvieron para ayudarla.

Sean giró su Battloid y levantó el pie ciclópeo. Mientras Bowie y Musica cargaban a Octavia para cubrirla, Karno gritó. Lo último que el clon vio fue la base del pie del Hovertank Malas Noticias en configuración Battloid, del escuadrón 15to, Cuerpo Blindado Táctico Alpha.

Bowie se arrodilló al abrigo del contenedor de aleación mientras Musica trataba de confortar a su hermana.

La mano de Octavia acarició su mejilla. “¡Está bien, Musica –sé que mi espíritu y mis canciones vivirán en ti!”

“Aún somos... como una,” Musica luchó.

“¡Sí, lo sé, sin embargo mayores cosas están en ti ahora, cosas tan grandes! Pero hasta el fin del espacio y el tiempo –las tres somos una...siempre....”

Y ella murió. Bowie tiró del brazo de Musica porque una acometida súbita de guardias en contraataque podría poner a Musica en peligro antes de que el Battloid de Sean pudiera hacerlos entrar en razón y hacerlos retroceder.

El contraataque fue repelido, no fue una gran cosa para un mecha que tenía el poder de fuego de una tropa armada de antaño. El Malas Noticias de Sean excavó a través de un mamparo como un enorme y resplandeciente tejón, y abrió el camino para los refugiados, quienes se vertieron dentro de la cubierta hangar de las naves de asalto. “¡Allí; eso debería servir; todos dentro de los transportes de tropas!”


Como se había planeado, la batalla en y sobre la superficie del planeta y los señuelos que eran las naves madres sobrevivientes habían guiado a la mayor parte de las fuerzas de la Tierra lejos de la nave insignia. Aquellas que quedaron atrás no eran de ninguna importancia. La última nave madre funcional de los Maestros Robotech se acercaba para ejecutar la porción final de su misión.

Tres apéndices metálicos segmentados, como enormes gusanos ciegos, se extrujeron del lado de debajo de la nave insignia y se encontraron, su instrumental completo arrojando una luz tan brillante como una protuberancia solar. Un rayo brotó hacia abajo para penetrar uno de los montículos debajo, y el segundo, y el tercero, con rayos sensores zigzagueantes.

Dentro de la nave de los Maestros, motores de poder en bruto fueron puesto en juego. Las distorsiones y oclusiones de los espectros de la Protocultura no pudieron soportar frente a ese poder en bruto, y los Maestros vieron finalmente dónde su objetivo yacía.


Los tres espectros miraron hacia arriba. Su hora casi había expirado; no hubo resistencia al poder enfocado de la nave madre.


Al sablazo del poderío de los Maestros, el montículo que cubría a la SDF-1 tembló, luego comenzó a abrirse, mientras las Flores de la Vida se agitaban, y las esporas surgían hacia arriba. El suelo se sacudió, y volúmenes tremendos de suelo fueron desplazados fácilmente. El propio montículo fue partió al medio y separado por el imponente instrumental de los invasores. Mientras la brecha se ensanchaba, los árboles, pedrónes rodados, y la tierra de la cima plana del montículo llovían sobre los restos de abajo. En el lugar de la relativamente pequeña apertura que había estado sobre el jardín de la Matriz, apareció una hendidura que expuso los restos enteros de la SDF-1.

Los espectros guardianes de la Protocultura soltaron el asimiento que habían mantenido sobre las esporas por tanto tiempo; las esporas comenzaron a elevarse hacia la luz solar y los vientos de la Tierra.

Los Maestros, estudiando sus operaciones con satisfacción, observaron al montículo henderse y abrirse y ordenaron a su gran nave apresurarse hacia él, para la extracción de la Matriz. Había tiempo para salvar bastante de ella que les proveería con suficiente nueva Protocultura para reconstruir su imperio galáctico.

Ellos ya no estaban en su casquete flotante, ya que sus sistemas electrónicos tuvieron que ser combinados con los de la nave misma para esta función crucial. En vez de ello estaban de pie sobre una plataforma circular antigravedad, casi a nivel del piso. Sin Bowkaz, estaba menos atestada de lo que ellos estaban acostumbrado. Shaizan sostenía el recipiente con la última masa otra vez, esperando el momento cuando su poder total debiera ser aplicado.

“Pronto ni siquiera el Invid se atreverá a enfrentarnos,” Shaizan declaró. Él giró para emitir otra orden al triunvirato Científico, cuyos miembros estaban cerca, supervisando la misión, reunidos alrededor de un módulo de control grande en el medio de la cámara.

Pero la apertura de una escotilla detrás de ellos hizo girar a Shaizan y a Dag. Zor Prime entró, con el clon guardia que ellos habían apostado sostenido con una llave, su rifle apuntado a ellos con su mano libre. Dana lo siguió, sosteniendo su carabina.

“Maestros, escúchenme: el momento del castigo ha llegado. ¡Ahora pagarán por todo el mal que han hecho!” Zor Prime tronó.

Shaizan lucía casi triste. “¿Es que nunca entenderás, Zor? Es demasiado tarde.” Él señaló con un ademán a las pantallas, las que mostraban al montículo abierto, y a Ciudad Monumento en llamas. “En momentos, tendremos la Matriz de regreso, finalmente. No puedes detenernos.”

Dana ladró, “No dejaremos que ustedes serpientes tengan la Matriz. ¡Es demasiado poderosa!”

Los Maestros estaban mistificados en cuanto a cómo Zor y la hembra habían escapado; era, tal vez, algún efecto de la separación de su Triunvirato, Dag y Shaizan concluyeron.

Dana levantó la carabina y la apuntó a los clones Científicos, quitando el seguro. “Detengan las máquinas.”

Dovak, el líder del triunvirato de los Científicos, protestó, “¡Imposible! ¡No pueden ser detenidos ahora; han recibido las instrucciones finales!”

Dana decidió averiguarlo, con unos cuantos disparos bien colocados en los controles –tal vez incluso en los clones, si no entraban en razón. Pero justo entonces, Zor la empujó a un lado. Descargas de energía se movieron rápidamente por el lugar donde ella había estado parada, chapoteando gotitas fundidas y chispas del mamparo.

La plataforma antigravedad de los Maestros estaba elevándose, y de una boquilla de energía en su lado de abajo, una corriente de tiros rabió a los intrusos. Zor se había zambullido en busca de cubierta, lanzando al guardia contra el mamparo y el clon cayó, aturdido. Rodando, Zor respondió el fuego, y Dag se agarró su parte central, hundiéndose súbitamente, gritando de dolor y miedo histérico a la muerte.

Dana disparó, también, pero sus disparos a la boquilla del arma y al lado de abajo de la plataforma no parecían estar haciendo mucho. Entonces ella golpeó una proyección corniforme, y la plataforma se meció, humeando y crujiendo con descargas poderosas, y cayó a la cubierta.

La plataforma vino directamente hacia ellos, y Dana y Zor se arrojaron a ambos lados. De algún modo, Shaizan, aún acunando el contenedor, ganó control al último momento y logró saltar libremente, antes de que la plataforma fuera a zambullirse entre los clones Científicos y su módulo de control. Ellos gritaron, transfigurados del horror, mientras la plataforma se estrellaba sobre ellos y su módulo de control se rompía, vertiendo furiosas oleadas de energía.

Para cuando Zor y Dana volvieron a ponerse de pie, Shaizan ya estaba en otra escotilla, asiéndose a la masa de Protocultura. Zor gritó, “¡Maestro, no puedes escapar de mí!” pero la escotilla tripartita se cerró detrás de Shaizan.

Cuando ellos estaban apresurándose para alcanzarlo, Dana oyó cierto sistema de monitoreo chillando en alarma. Una imitación de voz advirtió, “¡Advertencia! ¡Advertencia! ¡Sistemas de guía fuera de línea! ¡Sistemas de poder fallando! ¡Alerta de colisión! ¡Impacto en tres punto cinco cinco unidades!”

Dana miró los mapas de la pantalla, y vio el punto proyectado del impacto: lucía para ella como Ciudad Monumento. Ella no estaba consciente de que la ciudad ya había sido convertida en ruinas por los Triumviroids.

“¡Tenemos que detenerla, o matará a todos en la ciudad! ¡Zor, tiene que haber un sistema de control manual!”

Él sacudió su cabeza lentamente. “Debemos conseguir que Dhaizan libere su control sobre el sistema primero.”

Él comenzó a dirigirse hacia la escotilla con Dana corriendo a toda velocidad detrás. “¡Entonces tenemos que capturar al último vivo!”

Temiendo por su vida, Shaizan corrió como no había corrido en una era. El miedo le daba más fortaleza de la que nunca había pensado posible, y el bombeo de adrenalina en su sistema se sentía salvaje, azarantemente primitivo, después de una larga vida sedentaria.

Pero él era la presa de jóvenes en máxima condición; ellos pronto lo alcanzaron, en una cubierta de acceso a una cápsula de expulsión no lejos del puente. Zor vio a Shaizan adelante y se detuvo para tomar una postura de disparo. “¡Detente, te lo ordeno!”

“¡Zor, no!” Pero antes de que Dana pudiera derribar el cañón del rifle, Zor disparó. Shaizan cayó en un remolino de mantos; de algún modo, el contenedor permanecía intacto.

Zor se acercó para mirar hacia abajo al viejo. De algún modo, la muerte se había llevado la ira constante del semblante del Maestro, y era sólo una criatura frágil de apariencia infinitamente cansada con un agujero humeante en él, la cabeza descansada sobre un cuello que se asemejaba a la Flor de la Vida. ¿Cómo estas criaturas pudieron haber vivido tanto tiempo y prosperado en la Protocultura sin comprender a sus Formadores –sin prever este día?

“Ahora ha terminado,” Zor dijo, más para sí que para Dana.

“¿A qué te refieres con, ‘todo a terminado’?” Dana ladró. “¡Esta nave va ha demoler la ciudad!”

“Los Maestros atrajeron su propio castigo sobre sí mismos, por su mal uso de la Protocultura,” él le dijo, poniendo una mano en cada uno de los hombros blindados de ella. “Y yo fui el instrumento de ese castigo, ordenado por el Formador.”

“¿Pero qué hay de mi gente? No es justo castigarlos por algo que ellos no hicieron –mmmmm...”

Él se inclinó hacia delante para poner sus labios contra los de ella. Sus bocas entrelazadas, se besaron por lo que habría sido segundos o siglos. Cuando se separaron un poco, él le sonrió tiernamente, y ella se pasmó al ver en sus ojos que

Él –¡me ama!

Zor teniendo la espalda de ella en sus brazos, la estaba levantando de la cubierta. “No te preocupes por tu gente, Dana. No permitiré que ningún daño les sea hecho.”

Ella se sentía como relajada, sólo dejándolo cargarla a donde él quisiera; como aflojándose y simplemente confiando en él. Pero cierta parte interior independiente de ella la hizo comenzar a oponerse. Justo entonces, ella se dio cuenta que él la estaba depositando en el relleno de capullo de una cápsula de expulsión.

“Adiós, Dana.”

Al principio ella había pensaba que él iba a unírsele adentro –que desecharían la armadura de guerra y nunca la vestirían de nuevo. Y ella había estado trabajando la autodisciplina para asegurarse de que todo realmente estuviera bien antes de quitarse su propia armadura, aunque la tentación era grande.

Pero en vez de ello, él retrocedió, y ella estaba tan pasmada que se quedó sentada helada mientras la escotilla de la pequeña esfera de aleación superdura se cerraba y aseguraba. De repente ella lo estaba mirando fijamente a través de un puerto de observación. Su sonrisa era nostálgica, mientras hacía algunos ajustes al mecanismo fijador, y éste hacía un clic fuerte. Él le sonrió de nuevo, cariñosa pero tristemente.

“¡Zor!” Ella golpeaba el puerto de observación y trataba de poner en funcionamiento los controles fijadores, pero no funcionó. Él desapareció de la vista. Ella aún estaba luchando para liberarse, llorando, voceando su nombre, cuando la cápsula dio una sacudida, movida por los servos de transferencia, preparándose para la expulsión.

Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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