Los Maestros de la Robotecnia - The Final Nightmare

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Capitulo 3

Nunca hubo otro niño nacido en la Tierra de una unión de un Zentraedi y un Humano. Yo me aseguré de eso, con los poderes a mi comando. Porque, por supuesto, inmediatamente supe que Dana era la Única; Dana era todo lo que se necesitaba. Y el plan continuó.

Dr. Lazlo Zand, notas para El Horizonte de Eventos: Perspectivas sobre Dana Sterling y la Segunda Guerra Robotech


La Teniente Nova Satori tomó un sorbo preciso de vino, luego consultó el pesado cronómetro en su muñeca. “Hora cero.”

Frente a ella, Zor le dio una mirada de confusión. “¿Algo importante?”

Aunque él era hábil en la lucha, aún había tantas cosas que él simplemente no entendía. ¿Estaba él, en los términos de esta “cita,” atrasado de algún modo? ¿Estaba él atrasado en iniciar los intercambios físicos curiosos de los que los jactanciosos de las barracas siempre hablaban? ¿Existía algún procedimiento aceptado para abreviar los preliminares? Tal vez él debía comenzar a quitarse las prendas de vestir –¿pero cuáles?

Nova lo miró fijamente. “Bueno... no se lo digas a Dana o alguien más, pero la fuerza de ayuda está despegando en este momento hacia la luna.”

Nova no podía deducir en verdad por qué ella se lo estaba diciendo, excepto que a ella le gustaba ganarle a Dana. Ella realmente no podía imaginar por qué ella lo había acompañado al restaurante tampoco, excepto que ella se sentía atraído a él –casi contra su voluntad.

Cuando Zor fue capturado primeramente, Nova fue responsable de su interrogación. Ella había sentido que él era un enemigo entonces y sospechaba que ése podría ser aún el caso. Pero había algo singularmente atractivo en él. Él tenía una juventud siempre presente en él aunque él lucía joven, una serenidad aunque él estaba atormentado por su memoria desaparecida, como si él fuera una parte de ella. Era como si él, como va la expresión, tuviera un alma muy vieja.

Zor estaba pensando líneas bastante diferentes. La mención de Nova de Dana le recordó que se suponía que él debía haber ido a ver la película con ella. Se le había escabullido completamente de su mente; él se preguntó si poco a poco él estaba perdiendo todas las funciones de memoria.

Cierta curiosidad –más bien una compulsión, en realidad– le había hecho pedir a Nova ir a cenar. Él esperaba que ella le pudiera decir más sobre él mismo; él hasta podría ser capaz de recobrar una parte perdida de sí mismo. Pero había mucho más que eso, motivaciones que Zor Prime no podía sondear.

Él estudió a Nova, una joven mujer atractiva con un manto de cabello negro azul tan largo que tuvo que recogerlo cuando se sentó. Al igual que Dana, ella vestía una tecno vincha para el cabello que sugería unos auriculares. Su cara tenía forma de corazón, sus ojos oscuros e intensos, labios móviles, brillantes, expresivos.

“Tierra llamando a Zor.” Ella rió, rompiendo el ensueño de él.

“¿Eh?”

“Prométeme no mencionarlo, dije. Dana tiene un temperamento terrible; ¡ella va a reventar una costura cuando su preciado escuadrón 15to sea dejado fuera de otra operación mayor!”

“No te preocupes. No se lo diré.”

Nova se encogió de hombros para indicar que realmente no sería tan malo si Dana lo descubría de él y se enteraba que él lo había sabido de Nova.

Ella dijo, “Se supone que nadie debe saber que la fuerza de ayuda está en camino hasta mañana. Yo realmente no debí habértelo dicho.”

Las vagas compulsiones en Zor repentinamente se aliaron, y él se encontró preguntando, “¿Cuántos naves irán? ¿Cómo planean lograr pasar al enemigo?”

Todo sería revelado mañana de todos modos, y la lengua de Nova se había desatado por el vino que Zor le había estado sirviendo constantemente. “Bueno, oí que–”

“¡Vaya! ¡Ahí estás!” Dana gritó, corriendo hacia la mesa. El pianista dejó de tocar y el servicio de mesa fue dejado caer por los comensales sobresaltados.

Angelo Dante la seguía, avergonzado. La Venganza de las Mujeres Misteriosas Marcianas había sido un fiasco, un estúpido campamento animado en lugar de del romance-comedia-aventura interplanetaria ardiente que Dana tenía la impresión que ellos estarían viendo. Aparentemente el oficial que le había dicho a Dana sobre ello le estaba tomando el pelo. Angelo había reído tan maníacamente que ella había golpeado con fuerza su brazo y lo había sacado a rastras del teatro. Luego ella emprendió una misión de venganza.

Ahora ella puso sus puños en su cintura y le echó una mirada de odio a Zor. “¿Quién rayos te crees que eres, tú bolsa de basura traidora, dejándome plantada para poder salir con algo como ella?”

Zor lucía muy confundido y casi incómodo. Nova dijo, “No creo que me guste el sonido de esa última parte.”

“¡Se supone que no te debe gustar, ramera! ¡Fue un insulto!”

Angelo logró intervenir justo cuando Nova estaba a punto de saltar a través de la mesa para golpear a Dana, quien estaba esperando para limpiar el carro de Nova antes de ir a poner a Zor en tracción.

“¡Cálmense, damas!” Él miró a Zor en busca de asistencia; el jefe de comedor ya estaba dirigiéndose hacia ellos. “¿Oye, Zor, te vas a quedar sentado allí como un vegetal o qué?”

Zor trató de ordenar sus pensamientos. Él no podía recordar por qué había sido tan importante conseguir que Nova le dijera esos secretos sobre la expedición de ayuda. Ahora que Dana había interrumpido todo, él apenas podía recordar el impulso que le había hecho ignorar su cita con Dana.

“Yo –yo lo siento.” Él se puso de pie inconstantemente. “No me siento bien....” Él se tambaleó de su lugar, y se dirigió hacia la puerta.

“¡Maldito cobarde! ¡Regresa y muere como un hombre!” Angelo humeó, sintiendo que estaba a punto de conocer su propio destino.

Afuera, Zor se detuvo para recobrar su aliento, inclinado sobre una baranda que dominaba un jardín cerca de la entrada del restaurante. Él oyó la voz de Nova en su cabeza de nuevo, “La fuerza de ayuda está despegando hacia la luna.”

Pero entonces hubo otra voz, una fría, hablando directamente a su mente. Ésta lo llenó de terror y odio, y él vio una imagen de una cara enfadada y puntiaguda colocada contra un cuello que lucía como la Flor de la Vida Invid.

Ésta dijo, Mensaje recibido y entendido.


En el Campo Aeroespacial Fokker, en las afueras de Ciudad Monumento, las últimas unidades de la fuerza de ayuda de emergencia estaban despegando. Las naves de guerra más grandes estaban siendo ayudadas por el poder bruto de una docena de remolcadores aéreos. Los remolcadores soltaban sus cables cuando las naves de guerra ascendían sobre el asimiento gravitacional de la Tierra.

Ellas se colocaban en orden, abriéndose paso más allá de la atmósfera, moviéndose a velocidad de flanco, manteniendo silencio de comunicaciones. Su ascensión era enmascarada por la magnitud de la Tierra por ahora. Ya que los Maestros Robotech no podían mantener posición geoestacionaria sobre Ciudad Monumento y aún vigilar el acceso a la Luna, la expedición tendría un elemento de sorpresa.

Para alguien de los días más tempranos, los gigantescos cruceros de batalla se habrían asemejado a submarinos prenucleares, acabados con torrecillas, y voluminosos paquetes de propulsores acoplados a sus popas. Su tiempo estimado de reunión con las unidades de la estación ALUCE, salvo algún contratiempo, era precisamente poco menos de seis horas.


En la Base Lunar ALUCE, Marie Crystal comenzaba a organizar las cosas para la evacuación, con palabras gallardas para los heridos sobre cómo ellos estarían en la Tierra por la mañana siguiente.

Casa, ella pensó, y pensó, también, en cierto soldado –anteriormente un Primer Teniente– en el escuadrón 15to, ATAC. ¡Sean, Sean! ¡estaré contigo de nuevo!


Jeddar, líder de grupo de los Maestros de Clones, miraba con ira a Musica. “¿Cuál es exactamente el significado de este comportamiento?”

“¿Te das cuenta que estás arriesgando la mismísima existencia de nuestra gente?” añadió el barbudo de Ixtal, el otro hombre en el triunvirato de Maestros de Clones.

Tinsta, la alta mujer andrógina, mandó no poco afablemente, “Niña, explícate.”

Allegra y Octavia observaban la escena, no atreviéndose a decir ni una palabra. Ellas ya habían concluido que nunca serían capaces de comprender el nuevo y aberrante comportamiento de Musica. Estaban sumamente asustadas de ser contaminadas o castigadas por lo que su hermana de tríada estaba haciendo. Lejos hacia un lado, Karno y los otros guardias de Clones contemplaban.

Musica sonaba como si estuviera lista para llorar de nuevo, algo con lo que Allegra y Octavia se estaban volviendo incómodas. “¡Lo siento! ¡Desearía poder explicarlo! ¡No quiero ser desobediente, realmente no quiero!”

“Tu compañero ha sido escogido, Musica,” Tinsta dijo. “Y él es el Teniente Karno. Te someterás a esta decisión.”

“La supervivencia de tu propia gente lo requiere.” Jeddar la presionó.

Ella sacudió su cabeza, su largo cabello verde oscuro oscilando alrededor de su cara, lloriqueando, “No... no...”

“¡Sí!” Jeddar contestó. “¡La desobediencia no puede ser tolerada!”

Musica, lloriqueando, parecía experimentar cierto tipo de ataque. Entonces ella cayó súbitamente a la cubierta. Sus hermanas se precipitaron a arrodillarse a su lado. El triunvirato de Maestros de Clones estaba boquiabierto; finalmente, Jeddar encontró palabra. “Esto es mucho peor de lo que me había imaginado.”

“¿Ha dejado de vivir?” El Teniente Karno preguntó con pasmo.

Jeddar contestó, “Ella ha caído en lo que los humanos llaman un ‘desmayo.’” Una corriente fría lo recorrió. Hasta este momento, él había estado seguro de que sus Maestros Robotech finalmente saldrían victoriosos. Pero al igual que Musica ahora sabía de las emociones, así Jeddar comenzó a saber el significado de la duda.


Todo iba según el plan, y la fuerza de ayuda estaba esperando reunirse con el contingente de Marie, cuando las noticias escalofriantes llegaron.

“¡Naves enemigas divisadas en marca siete-nueve, acercándose a nosotros rápidamente!”

A sus estaciones de combate sonó, pies de calce blindado golpeando la cubierta cuando hombres y mujeres se precipitaban a los puestos de combate. Los tubos de cañones y misiles salían de sus torrecillas mientras las naves de asalto de color rojo rojizo y de forma de escobilla de ropa de los Maestros Robotech se zambullían hacia la fuerza de ayuda.

Moviéndose rápidamente y montando poder de fuego formidable, las naves de asalto esquivaban los disparos de los terrícolas y comenzaban a asestar golpes casi inmediatamente. Los cascos eran penetrados por lanzas de energía de ardiente fusión; había explosiones y descompresión explosiva en las naves de guerra con recámaras. Los soldados de la Cruz del Sur morían envueltos en llamas, en torbellinos de metralla, y en el vacío.

El Crucero de Batalla número tres, el Austerlitz, desapareció en una bola de fuego furiosa. Otras naves estaban recibiendo daño severo. Los Terrícolas habían sido tomados por sorpresa, y nadie podía responder la pregunta, ¿Cómo pudo haber pasado esto? ¿Cómo podían haber estado esperándonos, como si supieran que estábamos yendo?

Pero los humanos lucharon para levantar rápidamente una pantalla de fuego antiaéreo, poner el daño bajo control, y simultáneamente lanzar mechas propios. En momentos los A-JACs, los rotores plegados para combate espacial, salieron aullando de los cruceros de batalla para participar de la batalla.

Tan pronto como los A-JACs comenzaron su contraataque, las escotillas se abrieron en los lados de las naves de asalto, y enormes Bioroids salieron para atacar sobre Hovercraft antigravedad circulares. Los Bioroids se desplegaron para la pelea, luciendo como acorazados caminantes de forma vagamente humana. Ellos salían en masa airadamente, excediendo en número a los mechas humanos.


“Caballería Aérea Uno a Teniente Crystal,” la llamada llegó por la red de comando. “Estoy rompiendo silencio de radio para pedir asistencia inmediata. Estamos bajo ataque pesado y requerimos asistencia inmediata.”

Marie, en el puente del destructor escolta Mohi Heath, vio la mirada de preocupación en la cara del Teniente Lucas, el comandante del Aircav. Ella abrió el micrófono de su auricular para transmitir. “Recibido, Aircav Uno; estamos en camino.”

Las naves de la fuerza de evacuación fueron a velocidad máxima. Marie colocó a un lado el auricular y corrió hacia su propio A-JAC, y el resto de su equipo TASC, los Leones Negros, ardientemente embrollados.


Los Bioroids estaban disfrutando de una buena caza.

La expedición de ayuda estaba corta de mechas, ya que muchos habían sido consignados a la primera fuerza de ataque y muchos más tenían que quedarse atrás para proteger la Tierra. Así que, las naves de asalto enemigas permanecieron atrás y dejaron que los Bioroids operados por clones montasen sus Hovercraft, y matasen al enemigo.

Los A-JACs de la fuerza de ayuda y otros luchaban valientemente, pero la absoluta desigualdad en los números se hizo evidente al instante. Los Bioroids disparan continuamente con las armas montadas en las palancas de control y las proas de las plataformas de sus Hovercraft, y con las armas de mano en forma de disco que eran tan grandes como piezas móviles de artillería. Los A-JACs ardían en muerte explosiva uno tras otro.

El Teniente Lucas, la mitad de su unidad desaparecida, estaba llamando para pedir permiso para una retirada apresurada; no tenía ningún sentido el desperdiciar los valiosos mechas Terrestres. Entonces, repentinamente, hubo un Bioroid azul tras él, el arma en su bastón de control vomitando discos de aniquilación. Lucas sólo tuvo una fracción de segundo para preguntarse quién se haría cargo (su segundo comandante ya estaba muerto) y para esperar que la fuerza de ataque de algún modo sobreviviese.

Pero entonces el Bioroid desapareció en una bola llameante de gas, y un extraño A-JAC llevando un agresivo león negro pasó velozmente. “¡Crystal, este es Lucas! ¿Crystal, eres tú?”

“Parece que esta vez los pobladores han venido a rescatar a la caballería,” ella dijo. Ella agregó a su propio equipo, “Muy bien, muchachos; vamos a darles.”

Pero eso ya estaba sucediendo. Los Leones Negros de Marie Crystal habían entrado en el flanco posterior del enemigo, sin ser descubiertos, y se habían lanzado en la furiosa batalla aérea. Ellos ya habían cambiado la desigualdad; en segundos estaban dando vuelta las tasas de matanza. Antes de que quince segundos pasasen, ocho sorprendidos Bioroids habían sido volados en fragmentos o totalmente destruidos.

Pero el enemigo parecía determinado a mantener su posición, por decirlo así, y luchar. Los Leones, habiendo sido apaleados tan malamente en su primer asalto sólo días antes, estaban más que dispuestos a complacerlos.

¿Lucha aérea? ¿Competencia inexorable? ¡Oh, sí! Marie pensó. ¡Ahora pagarán! Y si alguien pregunta quiénes son sus contadores, sólo digan, ¡”los Leones Negros”!

La pelea se volvió aún más caliente. Marie hizo una clásica “Maniobra de Engaño Fokker,” flameó un azul, luego contactó a Aircav Uno de nuevo. “¡Teniente Lucas! ¡Ahora es su oportunidad! ¡Diríjase hacia la base ALUCE!”

Era una sugerencia demasiado sensata para que Lucas argumentara; las unidades todavía en la luna necesitarían la fuerza de ayuda, y los pilotos de Marie estaban manteniendo al enemigo ocupado. Lucas retiró de la lucha a sus A-JACs al tiempo que las naves de guerra de ayuda pasaban más allá de los distraídos Bioroids para recuperar a Aircav Uno y a sus pájaros en vuelo. Él se dirigió hacia ALUCE a toda velocidad.

Algunos de los enemigos intentaron darle persecución, y Marie guió a varios de sus A-JACs para detenerlos. Ella decidió cambiar la mezcla un poco, y pasó a modo Battloid. Otros A-JACs hicieron lo mismo, gritando tras el enemigo con los propulsores posteriores y de los pies bramando.

Los A-JACs lanzaron misiles, y tres Bioroids más fueron encerados. El resto terminó su persecución, para volverse sobre sus atormentadores. Aircav Uno y el resto de la fuerza de ayuda ya estaban desapareciendo hacia su reunión con la Luna.

Los Leones Negros golpearon a los Bioroids con todo lo que tenían, haciéndolos retroceder, hasta que Marie juzgó que la fuerza de evacuación tenía bastante ventaja. Con las filas del enemigo drásticamente debilitadas y su ataque terminado, los A-JACs soltaron una andanada final que voló a una de las naves de asalto invasoras a átomos. Como antes, la destrucción de su centro nervioso de comando de campo confundió y desmoralizó a los Bioroids; los A-JACs aprovecharon eso para interrumpir el contacto y regresar a su convoy a máximo empuje.

Pronto la Tierra apareció enorme y blanquiazul ante ellos.



Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina)
www.robotech.org.ar

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