Los Maestros de la Robotecnia - The Final Nightmare1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26
¡Hola Billy! Tu viejo amigo,
Es bueno que tengamos algunas habitaciones vacantes disponibles, Dana pensó. Ella estaba pensando más y más estos días en cuán bien Sean se ajustó a perder su comisión y esperaba poder ser tan optimista una ves que ellos la degradasen. El ver juntos a Bowie y a Musica parecía, contra toda expectación, de algún modo justificar ese riesgo. Entonces una conmoción lejos hacia un costado hizo que el resto se diera cuenta que Zor se había marchado y Angelo lo había seguido. “¿A qué te refieres con que debiste quedarte en la nave madre?” Zor estaba recostado contra un árbol, los ojos hacia la hierba, los brazos cruzados. Él respondió en voz baja, “Allí era a donde pertenecía.” “Y hubieras muerto.” Los puños de Angelo estaban en su cintura. Él no miró hacia el costado cuando los otros ATACs y Musica llegaron. “Ese es exactamente mi punto. Además, entonces merecería el funeral de un héroe, ¿no es eso cierto? Una oportunidad dorada para ti para mostrar esas preciosas emociones tuyas –llorar por el camarada caído, y todo eso.” Angelo se sintió traicionado. Él había dudado de Zor desde el principio, lo había visto volverse un traidor –luego regresar a sus cabales y huir de nuevo. Él había cargado a Zor sobre su propio hombro, salvado a Zor como Zor lo había salvado a él. Zor era uno del 15to, y no era algo que Angelo concedía a la ligera. Y ahora Zor estaba desdeñando eso, haciendo un tonto del sargento. Pero algo peor, infinitamente peor, Zor estaba diciendo que a Angelo le gustaba lamentarse por los camaradas muertos, sacó una especie de carga enferma del dolor más doloroso que el sargento conocía. Ello insultaba a Angelo y, más, hacía una farsa de las muertes de valientes hombres y mujeres. En un minuto una marea roja estaba subiendo por el cuello y la cara de Angelo; en el siguiente, Zor estaba tieso sobre el suelo con un labio partido. Dana sabía que las palabras no iban a servir de mucho, así que se puso en el camino de Angelo y lanzó una derecha recta al esternón del sargento. Fue como golpear un neumático de ómnibus, pero lo detuvo –más por el shock que por el dolor. “Levántate. No estás herido. Aún.” Angelo dijo a Zor. Zor se levantó, frotando su mandíbula. “¿Así que debo estar contento de estar vivo para ir y matar o ser muerto de nuevo mañana?” Dana empujó a Angelo a un lado cuando él habría ido a Zor de nuevo. “¡Atrás! ¡Es una orden!” Ella pudo oír a Musica corriendo, sollozando, y a Bowie yendo tras ella, pero Dana no tenía tiempo para esa crisis menor en ese momento. Ella giró hacia Zor. “¿Crees que te hará sentir mejor conseguir que te odiemos? ¡No será así! ¡Deja de castigarte y deja de buscar que Angie lo haga por ti! ¡Lo que sea que haya en tu pasado ha acabado! Y además, no tenías control sobre lo que hacías; todos sabemos eso. Zor, es hora de dejar ir todo eso, y empezar de nuevo.” Él la miró con desprecio como si viéndola por primera vez: sólo una Microniana incivilizada, apenas más que un animal salvaje para los estándares de los Maestros Robotech. ¿Dónde encontraba ella estas palabras? ¿Cuáles eran las fuentes de esta sabiduría? Pero su tormento interior le dio la fortaleza para resistirla. “¿Empezar qué? ¡Dana, siempre será lo mismo! Esta encarnación, como todas las otras. ¡Ese es mi castigo! Ni siquiera puedo confiar en mi propia mente y estoy cansado. ¡Estoy tan cansado de todo!” Él ni siquiera sabía por qué había escapado a la destrucción de la nave insignia a último momento; algún reflejo de supervivencia había tomado el control. Él había comenzado a lamentarse al instante. Él se alejó rápidamente. Cuando Angelo gruñó una objeción, él replicó, “¡Sólo déjenme sólo! Es mi problema, y yo lidiaré con él.”
“¿Apenada de que sobreviviéramos, Musica? ¿Apenada de que estemos juntos?” “¡Oh, no! Pero –¿por qué soy tan infeliz? ¿Por qué hay dolor a todo nuestro alrededor?” “Porque nuestra gente está en guerra. ¡Pero no podemos dejar que eso nos impida amarnos mutuamente!” Él la tomó en sus brazos. Ella era ligeramente más alta, descansando su cabeza en su hombro. “Tú y yo seremos diferentes,” él le dijo. “Seremos una isla de paz en medio de todo esto odio y miseria. Nos tendremos uno al otro.”
Nova no podía creer lo que estaba escuchando; ella miraba al microteléfono combinado como si fuera un artefacto alienígena. Alrededor de ella, el alboroto y zumbido del cuartel general de la Policía Militar Global parecía irse. “¿Se refiere a la muchacha que vi en La Luna de La Habana?” “Sugiero que la aprehenda cuanto antes sea posible,” la firme voz masculina dijo, “antes que ella logre–” “Aguarde un momento. ¿Quién es?” “¿No puedes adivinar, Nova?” “¿Zor? Escucha, de qué se trata todo es–” Pero él había colgado.
Era un sonido tan etéreo que al principio ella no lo reconoció como una voz Humana. Entonces ella supo que Musica estaba cantando, y que la Musa misma era un instrumento tan hipnótico y magnífico como el Arpa Cósmica. Las notas se remontaron, evocando emociones familiares y desconocidas.
Ella sintió una gran época desplegándose, algo sobre Zor y una raza alienígena aterradora pero trágica y –cosas más allá el reino de su percepción.
Afuera, Zor giró para oír la canción de sirena. Luego continuó su camino para esperar a Nova.
Ella vio algo de sus propios sueños y visiones: una tríada de flores de tres pétalos de un color coralino delicado, viajando a la deriva por el aire, arrastrando largos estambres. Las flores mismas crecían en un Triunvirato. Una pasó a la deriva, rozando su mejilla. Ella la miró hacia abajo con sorpresa, donde se posó en el piso de pasillo. La canción se apagó; la Flor desapareció. Mientras Dana parpadeaba regresando a conciencia total, muchas de las cosas que ella había imaginado desaparecían de su memoria, y ella quedó con sombras vagas de recuerdo. Ella se lanzó dentro de sus aposentos. Bowie estaba aún en la cama, Musica cerca de la ventana. “¿Qué era eso?” Dana prorrumpió. “Musica, tú cantaste algo sobre la Flor de la Vida, ¿era eso?” “Sí, Dana. Es correcto.” Dana giró hacia Bowie. “¡Estoy seguro de que esa es la Flor que encontramos en las ruinas de la SDF-1! El día en que nos introducimos a hurtadillas, ¿recuerdas? ¿Esas plantas que se movían solas?” ¿Cómo podría él olvidar? Era como un invernáculo maligno, algo que no pertenecía a la Tierra, que no pertenecía a un mundo cuerdo. “¿Y crees que hay una conexión?” Él no sonó excitada sobre ello, sólo alarmado. “¿Podría ser eso, Musica?” Dana preguntó. “¿Podría ser eso de lo que la guerra se trate?” “Los Maestros Robotech no me lo han dado a conocer, Dana, pero por tu bien, espero que no haya Flores de la Vida aquí. A menudo van acompañadas por un gran mal.” Louie Nichols irrumpió en la habitación. “¡Léelo y llora! Nova está abajo con un grupo de gorilas de la PMG y quiere verte, Dana.” “Todo estará bien,” Dana dijo a la asustada Musica y al ceñudo de Bowie. “Vamos, Louie; veamos qué desean los Poli.”
“Zor me lo dijo.” Las probabilidades lucían mal. Los monos de la PMG estaban armados, y excedían en número a los ATACs desarmados. Quizá haya tiempo para que Angie termine lo que había comenzado con Zor. Zor, por su parte, estaba de pie estudiando el piso, listo para aceptar la repugnancia de ellos –anticipándolo. Dana se preguntó si la traición de Zor era cometida para que le fuera más fácil a él terminar su propia vida o tal vez, cometer alguna traición aún peor. Dana volvió la espalda a Nova. “Ella salvó nuestras vidas. Cuando fue el momento, Musica salvó a la flota entera.” “Díselo al alto mando.” “Seguro, Nova, mientras están ocupados clavándole electrodos en sus oídos y tratando de encenderla como un juego de galería. ¿Ayudaría si te digo que ella y Bowie se aman?” Dana sabía que no lo haría –no ahora, con todos los matones de la PMG parados alrededor como testigos. Pero ella quería que Nova supiera cuánto daño ella estaba haciendo. “Siempre pensé, como decían los Poli, que eras la excepción a la regla, Nova, pero ahora lo veo: ¡tú encajas perfectamente! Vamos; ven.” Dana giró para conducir a Nova y a su escuadrón arriba. Ella había esperado poder esconder a Musica hasta que Rolf Emerson regresase de ALUCE e intercediera. Todo eso era inútil ahora. ¿Quizá Dana podía ir por fuera de la cadena de mando, apelar directamente al consejo del GTU? Su carrera estaba terminada de todos modos. Zor estaba parado cerca de las escaleras. Dana le dio una breve y fría mirada. “Tuviste la oportunidad de hacer algo bueno y bondadoso para variar. Pudo haberte compensado por todas las cosas que te torturan tanto, ¿pensaste alguna vez en eso?” Zor puso una mirada sardónica, pero lo que ella había dicho pasó por él como una daga de hielo. Nova aprestó sus tropas, y entraron por la puerta de las habitaciones de Dana en una corrida al estilo SWAT, las armas listas. La puerta del balcón estaba abierta, las cortinas flotando suavemente en la brisa nocturna. Los Poli revisaron el lugar sólo para asegurarse, pero era fácil de ver que sus corazones no estaban en ello; apenas siquiera utilizaron la fuerza para cumplir con su deber. Dana se paró mirando a la noche y preguntándose dónde Bowie y Musica podrían posiblemente encontrar refugio en tal mundo.
Corrieron por la oscuridad asidos de la mano; los pies de ella estaban cortados y magullados, las ramas y las rocas parecían estar a su acecho. Pero ella no se quejó; Bowie tenía bastante de que preocuparse por decirlo así. Musica había pasado su vida entera en las estructuras confinadas de los Maestros Robotech y combatía la agorafobia que la sitiaba ahora. La oscuridad lo hacía un poco más fácil, pero se preguntaba cómo saldría adelante cuando el sol saliera de nuevo. Un abrupto fulgor tornó todo el mundo blanco chillón y negro. Un sonido parecido al fin del Universo, llegando con una concusión que sacudió la tierra, la hizo perder el equilibrio de nuevo. Ella estaba segura que la PMG había usado alguna arma Robotech final, que la batalla final con los Maestros había llegado, o que los habitante de la tierra estaban deseosos de borrar del mapa una región entera de su planeta para asegurarse de que ella muriera. Bowie la ayudó a ponerse de pie. “Sólo es un trueno y un relámpago,” él dijo. “Una descarga eléctrica inofensiva.” A menos que te golpee, o a un árbol cerca de nosotros, él agregó para sí, pero no tenía sentido preocuparla. Ellos continuaron corriendo. Una criatura alada de alguna clase hizo un graznido odioso y despegó hacia el aire en el siguiente rayo. Y luego, asombrosamente, gotitas de agua fría congelante caían sobre Musica del cielo. Ella sabía sobre la condensación de un modo cerebral, pero esta era su primera experiencia con ella. Parecía un planeta que era infinitamente cruel; parecía que ella había seguido a Bowie al infierno. Pero su mano estaba en la de él, y ella recordó cuán desierta y sin sentido había sido la vida sin él. Ella se aceró y continuó.
Ella ya no sabía qué sentir por él. Aún estaba, en alguna parte, el amor que ella sentía por él, el anhelo de estar cerca de él y quitarle el dolor. Pero él había mostrado que era demasiado bueno evitando que alguien hiciera eso. Dana no estaba muy preparada para dejarlo tener la victoria de hacerla odiarlo, pero esta desesperanzada, sintiendo que pronto él ganaría. “Al menos él recordó su deber, Teniente,” Nova dijo cuando entraba, sacudiéndose el agua de la lluvia de su capa. Sus Polis aún estaban golpeando los arbustos en busca de los dos fugitivos, pero ella sabía que era en vano; esto requería medidas más extremas. Zor se aprovechó de la distracción para irse, mientras Dana y Nova se enfrentaban. Dana estaba montando algunos buenos argumentos a favor de Musica, pero Nova los cortó con la noticia que el general al mando del ATAC había garantizado a Nova control operacional temporario del 15to. “A primera luz del día, tú y tu unidad comenzarán operaciones de búsqueda, aprehenderán a Grant y a la alienígena, y los pondrán bajo arresto domiciliario, ¿está lo bastante claro para usted, Sterling? Entretanto, consultaré con la oficina del Auditor General del Ejército con respecto a los procedimientos de corte marcial contra usted y sus hombres.”
Él la subió, y se propulsaron por la lluvia torrencial, luces delanteras cobrando vida detrás de ellos cuando jeeps iniciaban una persecución. Fue una persecución alocada por rutas sumidas en la oscuridad que hasta las luces del Hocercycle parecían no poder iluminar. La mayor ventaja de Bowie era que el lodo y las condiciones resbaladizas del camino no importaban mucho a un vehículo de efecto superficial. Pero Musica no estaba acostumbrada a montar y no pudo ayudarlo inclinándose correctamente en las curvas. Ellos consiguieron tomarle la delantera al posse comitatus, manteniéndose adelante por una o dos curvas en el camino, pero poco más o menos cuando él le estaba asegurando a ella que él era un antiguo gran maestro en competencias de Hovercycle, él agarró una rama y casi embistió un árbol. Por así decirlo, ellos pasaron a través de un tabique de arbustos, y él derribó el scooter de aire en una caída no muy controlada que los precipitó en volteretas. Resultó ser un no hay mal que por bien no venga, porque los jeep que los perseguían pasaron de largo rugiendo. Bowie gateó hacia donde yacía Musica y no pudo respirar hasta que vio que ella estaba bien. Él la llevó bajo la cobertura de un árbol, los relámpago se habían detenido. La lluvia estaba aflojando un poco; él la acercó a él, abriendo su chaqueta, tratando de calentarla. “Bowie...” Ella sonaba tan exhausta. “Yaciendo aquí de esta manera, puedo sentir tu corazón latiendo contra el mío. Es una música tan bella; desearía que pudiéramos quedarnos así para siempre.” Él sentía tal temer por ella, tal aprensión sobre el futuro, el dolor de la caída, y el frío y la humedad de la noche. Lo pasmó cuánto de ese sufrimiento e infelicidad ella quitó con un beso.
“Sí lo tiene, Sr. Presidente.” Zand no se movió del camino de Moran. “Seré breve.” Aún con la multitud de críticos chillones y burócratas persiguiéndolo, esperando la oportunidad de que el presidente del GTU les preste atención, Moran no ignoró a Zand. Él vio por la mirada en los ojos negros líquidos y extraños de Zand que el genio Robotech no lo toleraría. Moran hizo un gesto aparentemente casual con la mano; en segundos, su gente de seguridad tenía a los seguidores a raya, y Moran, Zand, y el ayudante de Zand fueron introducidos en una sala de conferencia vacía. Zand no vio ninguna razón para el preámbulo. “Existe el rumor de que una mujer alienígena ha sido pasada de contrabando a la Tierra y que su gente la está buscando de modo que usted la pueda usar como un enviado de paz. No haga eso, Sr. Presidente.” El Presidente Moran –de cabellos blancos, de bigotes blancos, el bondadoso y viejo Tío Pat, como algunos comentadores lo llamaban– frunció el entrecejo. “Eso no le toca a usted decirlo.” El ayudante de cara vacía y discreta de Zand se había sentado lejos hacia un lado. Ahora Zand le arrojó una mirada. Russo se puso de pie de un impulso. Repentinamente, en lugar de un canalla de ojos vacíos, él era otra vez el senador, el monarca hacedor y comerciante que había sido otrora en la época del viejo CDTU (UEDC), a despecho del personaje que engañaba a las personas más jóvenes. “‘He aquí, Patrick,” él dijo. “Tú sabes lo que el jefe, aquí, desea.” Era como si él aún estuviera llevando anillos en el dedo meñique, y cargando un largo puro Havana. “Escucha: Tienes que comenzar a seguir esa línea ideológica, amigo.” Zand ocultaba su propia fascinación con la transformación de Russo. Inmediatamente después del terrible ataque de Dolza, al final de la Guerra con los Zentraedis (pero antes del ataque de Khyron), Russo simplemente había sido enlistado como perdido y presuntamente muerto. Fue la buena suerte de Zand la que lo descubrió, barbotando y loco, en un centro de refugiados: el hombre que más sabía de los secretos del gobierno de la Tierra, y tenía influencia contra tantos gobernantes y presuntos gobernantes. Los poderes de la Protocultura de Zand pusieron a Russo bajo su control con un mero pulso de pensamiento. Russo aún hablaba con esa voz de amigos de cuarto. “¡Paddy! ¡Patty! ¡No te estamos pidiendo que no hagas la propuesta, amigo! Sólo te estamos pidiendo de hombre a hombre, que esperes un poco.” “No tenemos un poco–” Moran empezó. “Hay tiempo,” Russo dijo, un poco más severamente. “¡Tiempo para que el Doc Zand, aquí, consiga un mejor negocio! Pero si quieres ser implacable, podemos ser implacables.” Moran lo estaba mirando, pero no decía nada. Russo continuó, “Esas huellas digitales probablemente están aún archivadas en las bóvedas en Río, Pat; pienso que sobrevivieron a la guerra. ¿Y qué hay de ese fiscal? ¿Piensas tú su esqueleto está aún allí?” Zand silenciosamente se felicitaba por haber salvado lo que quedaba del cerebro de Russo y del cuerpo en el que venía. El principal de los políticos prebélicos era un secuaz devoto por el cual estar agradecido. “¿Te gustaría que el bando opositor forzase un voto de confianza?” Russo aludió oscuramente. Zand estaba contento con la mirada en la cara de Moran. “No ahora. Podríamos tener paz, yo creo–” Russo casi se arroja sobre Moran. “¡Aún puedes, Pat! ¡No decimos que no puedes! Sólo decimos: Danos hasta mañana. ¿Es mucho pedir? ¡La paz que tú hagas podría ser mejor que cualquier cosa que alguna vez hayas imaginado! ¡Mi amigo, si quieres tu lugar en los libros de historia, este es el momento de ser valiente!” Russo se calmó justo la medida correcta. “Pero jugarás sólo.” Moran estuvo absorto en pensamientos por un segundo; su oposición ciertamente podría requerir un voto de confianza si los secretos de Russo se conocían. ¡Precisamente ahora! ¿Cómo me involucré en cosas tan terribles, Moran se preguntó un poco atolondradamente, tratando de hacer el bien? “Muy bien, pero sólo veinticuatro horas.” Él tocó una función de cronómetro en su reloj de pulsera; las veinticuatro horas empezaron. “Nunca lo lamentarás, Paddy,” Russo dijo. Moran hizo un sonido evasivo y se dirigió hacia la puerta. Con su mano en la perilla, él giró hacia Zand, indicando a Russo. “Mantenga a esa cosa alejada de mí, ¿está entendido?” Zand chasqueó sus dedos, pero más importante aún, envió una señal mental. La cosa que había sido el Senador Russo se puso de cara en blanco de nuevo y se sentó en la silla más cercana. Moran hizo un fatigado y quejoso asentimiento de cabeza, y se alejó
para colocar su dedo, su cabeza, su cuerpo en el agujero en el dique. Traducido por Luis N. Migliore (Córdoba, Argentina) |
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26