Saga Macross - Doomsday

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Capitulo 14

Jerarquía, hegemonía... estas palabras no tienen significado para un zentraedi. Ellos eran... un cuerpo militar clasificado. A Dolza lo crearon para vigilarlos, a Exedore para aconsejarlos; a Breetai, Reno, Khyron, y otros innumerables, para comandar; y al resto, para servir. Pero nunca hubo ninguna fraternización de machos-hembras. Y esa misma represión de los impulsos e instintos naturales fue en parte responsable de la tremenda energía que ellos por ende dedicaban a la guerra -impulso de desplazamiento, como una vez se lo llamó... Como con las semillas matrizadas de la propia flor invid, la base de la protocultura.

Dr. Emil Lang, Máquinas fantasmas: una idea general de la protocultura.

Parte de la iniciación de Azonia en el placer sensual fue que la empujaran a un lado y le dijeran que no era el momento oportuno.

Khyron había salido corriendo hacia la pantalla más cercana, dejando a Azonia en el suelo donde la había empujado, hambrienta por más de su atención. Un soldado zentraedi pelirrojo estacionado en un puesto de avanzada saludó al Traicionero desde la pantalla.

–Saludos y respetos, Lord Khyron, amo de la gente de...

Khyron se alejó reflexivamente del monitor cuando una explosión furiosa borró las palabras del soldado y lo alejó de la vista de la cámara de campo.

–¡¿Qué está pasando ahí?! –gritó Khyron en el enlace de comunicación, jugando con los botones de mando de la consola. En un minuto, el soldado volvió a aparecer con una mano en la cabeza donde lo habían herido.

–¡Los cazas están por todas partes, señor! ¡Nos tomaron completamente por sorpresa! ¡Intentaremos contenerlos todo el tiempo que podamos!

Los mecas terrestres pasaban rápidamente por el fondo estrellado de la pantalla, dejando estelas en el cielo nocturno.

–Por favor, señor, debe enviarnos refuerzos... –y el monitor se borró.

Khyron frunció el entrecejo. Detrás de él, uno de sus soldados sugirió que los micronianos podían estar montando una incursión de distracción, pero Khyron no los creyó tan tontos como para arriesgarse a una cosa semejante.

–¡Así que así es como contestan a mis demandas! –dijo, poniéndose bruscamente de pie–. Bien, parece que nuestra pequeña ave cantora ya no es útil... ¡ni para ellos, ni para nosotros!

Khyron le ordenó a sus tropas que fueran a sus pods y empezó a vestirse con la armadura zentraedi, las bandoleras y el cinturón de la cadera. Azonia se le acercó con cautela.

–Khyron, por favor, ¿podríamos continuar con la... demostración?

–Tan pronto como regrese –le dijo firmemente–. ¿Pero por qué no vienes con nosotros? ¡Los micronianos no tendrán ninguna oportunidad contigo a mi lado! Disfrutaremos el placer del momento con ellos.

Azonia dudó; por supuesto que era una noción atractiva, pero a ella la habían entrenado para liderar, no para seguir. Además, eso significaría que uno de la tropa tendría que dejar su meca, y todos ellos estaban ansiosos por batallar.

–¿Y qué hay sobre Minmei?

Khyron le echó una mirada a la jaula que había formado y exclamó.

–Nos encargaremos de ella después –puso su brazo alrededor de Azonia y le ofreció encontrarle un Battlepod, como si le ofreciera llevarla de vacaciones.

–¡Eso sería maravilloso! –Azonia se exaltó.

–¡Compartiremos la experiencia que nuestra gente más ama!

–¡Sí, iremos juntos a la batalla!

–Bien –Khyron sonrió–. ¡Presiento una gran victoria!

Fuera del hangar teatro, el comandante zentraedi se sentó en un asiento con arnés a horcajadas de un Officer’s Pod que habían modificado para que llevara cuatro cañones montados. Una tripulación de tres guerreros micronizados pilotaba ese meca. Un poco más abajo de él, Azonia se trepó en uno de versión estándar.

–¡No muestren piedad! –ella le gritó a las tropas alineadas detrás de ellos.

Khyron pateó el costado del Officer’s Pod para señalarle a los pilotos que marcharan. Adentro, uno de los tripulantes preguntó si un puntapié significaba “adelante” o “reversa”.

–¡Ninguno, idiota! –dijo un segundo–. Significa avanzar a la izquierda.

–¿Qué importa? –preguntó el tercero–. Será mejor que hagamos algo o empezará a gritarnos de nuevo.

Como era de esperarse, Khyron abrió la compuerta del cuarto de control y gruñó:

–¡Pónganse en marcha, idiotas!

Los gritos de guerra zentraedi llenaron el aire cuando la alianza de tropas y mecas de Khyron arremetió en la noche.

 

Sin que los descubrieran los centinelas de Khyron, dos miembros del equipo de reconocimiento de largo alcance de la RDF presenció la arremetida desde su posición encima de una afloración de granito cercana al hangar teatro. Estaban equipados con trajes antirradar sensorio reflexivos, rematados con mochilas jet, cascos completos y equipo de supervivencia. El hombre de la radio se había conectado con el control de la SDF-2.

–Madre Pelícano –susurró–. Soy Ojos del Frente. La Estrella Oscura ha caído; repito: La Estrella Oscura ha caído...

–Entendido, Ojos del Frente, lo copiamos fuerte y claro –contestó Lisa Hayes. Después cambió a la red de comunicación.

–Escuadrón Skull, ahora tiene luz verde, cambio.

Rick recibió el mensaje mientras volaba en dirección a Nueva Denver en el Skull Uno.

–Entendido –le dijo llanamente a Lisa–. Estamos entrando.

Había tantas cosas más que ella quería decir, tantas más.

 

Las fuerzas de Khyron coronaron una pequeña elevación y cayeron en una hondonada yerma a tiempo para ver a tres de sus camaradas trabados en un combate cuerpo a cuerpo con tres Battloids de la RDF.

–¡Micronianos! –Khyron gruñó desde su asiento–. ¡Prepárense para encontrar su destino!

Como los superaban en gran número, los Battloids se volvieron y huyeron como era de esperarse, pero ver a los tres gigantes zentraedis huir con ellos fue una sorpresa total. Khyron empezó a gritar.

–¡¿Adónde van?! ¡Vinimos a salvarlos! –aunque no se molestó en repetirlo. Su sentido de guerrero le dijo que lo habían llevado a una trampa. Le ordenó a su equipo que se detuviera y Khyron pasó un momento descifrando el movimiento de Gloval.

¡Claro! –pensó–. ¡Gloval se las ingenió para infiltrar mi unidad con traidores zentraedis!

Khyron giró en su asiento y observó a sus fuerzas con cautela. Pero no había tiempo para identificar al bueno del malo: sobre las colinas que los rodeaban estaban apareciendo mecas micronianos.

–¡Fuego! –ordenó Khyron, que apenas pudo soltar la orden antes de que las armas enemigas abrieran fuego. Seis de su Battlepods desaparecieron en un instante, y una onda explosiva casi lo tiró de su asiento.

–¡Disparen! –volvió a gritar, escuchando el reporte inmediato de los cañones aliados–. ¡A la carga!

 

–Escuadrón Skull, soy Madre Pelícano: ¡La trampa ha saltado! ¡Cambio!

–Entendido, Madre Pelícano –le transmitió por radio a Lisa el escolta de Rick–. Nos acercamos al objetivo de ataque.

–Comandante Hunter –dijo Lisa–. Esa es su señal para empezar.

–Entendido.

Al diablo con las reglas –pensó ella.

–Ten cuidado, Rick. Khyron dejó atrás varios Battlepods para vigilar a los rehenes.

–Entrando bajo –contestó mientras las últimas palabras de Lisa para él hacían eco en su mente. No pierdas tu perspectiva. Pero al mismo tiempo la voz de Minmei corría en la ensoñación de sus anhelos.

Esto no puede acabar de esta manera, Rick –le estaba diciendo ella amorosamente–. Pronto estaremos juntos.

La cara de Rick tenía una mirada determinada cuando hizo picar todavía más abajo al Veritech y el blanco apareció a la vista.

Dentro del hangar, tres gigantes zentraedis estaban jugando a los naipes, tratando de librarse del zumbido de esa prematura fiesta de celebración. La jaula de tenedores estaba al lado de ellos en la mesa. Antes de que tuvieran tiempo de saber qué los golpeó, un Veritech se abrió camino hacia el interior del edificio con una explosión; las alas echadas hacia atrás derrumbaron a dos soldados en el camino de su vuelo.

A los tres Battlepods que vigilaban la entrada ya los habían volado en pedazos.

El hangar era puro caos; todos los soldados que tenían un cañón automático o un rifle de asalto soltaban disparos y tiros de energía mortal contra el caza, un ave de rapiña que se movía con rapidez en lo alto.

Rick rodeó el escenario para buscar a Minmei y a Kyle mientras esquivaba los estallidos continuos de los disparos, reflectores cegadores dentro del edificio oscuro. Ahora en modo Guardián, hizo picar su meca hasta los seis metros del suelo e hizo una pasada entre dos zentraedis, haciéndolos rodar encima de las alas del Veritech. Cuando se asentó, un tercer gigante que empuñaba un cañón automático vacío corrió hacia él y lo golpeó una vez con un mazazo que le erró por poco a la carlinga de la cabina antes de que Rick lo despachara de un empujón salvaje con el puño metálico izquierdo del meca. El guerrero salió lanzado a unos noventa metros hasta su lugar de descanso final.

Rick hizo caminar al meca hacia la jaula y sacó de un tirón la tapa mientras bajaba la nariz del Veritech hacia la mesa.

–¡¿Minmei, estás bien?! –gritó con ansiedad a través de los parlantes externos.

Ella estaba parada dentro del cercado de tenedores, con aspecto algo alineado y vivaracho a pesar del mal momento que había sufrido.

–¡Sí, Rick! ¡Yo sabía que vendrías por mí!

–Claro que sí.

Al verlo dentro de la cabina, ella sintió que de repente su corazón se hinchaba de amor y anhelo. Rick era como un ángel guardián en su vida, siempre ahí cuando ella necesitaba apoyo, protección, afecto. Y en ese momento juró que actuaría con la fuerza de estos sentimientos renovados, que le demostraría cuánto significaba para ella.

–Ha pasado... mucho tiempo –dijo suavemente.

Pero era dudoso que Rick la oyera sobre los gritos de Kyle.

–¡Quieres sacarnos de aquí! –exigía.

Rick pensó al meca a través de una serie de movimientos que le permitieran rasgar el resto de la jaula, aplastando los tenedores como un viento huracanado. Cuando Minmei y Kyle treparon a la mano y al brazo izquierdo del meca, Rick se contactó con la base:

–Soy el líder Skull, Operación Salvador de Estrellas... ¡misión cumplida!

 

Lisa Hayes ya estaba camino al teatro de Nueva Denver cuando llegó la noticia de que los dos rehenes estaban sanos y salvos. Pero tan pronto como su avión se asentó, comenzó a recibir un montón de quejas de un Lynn Kyle enfurecido.

–¡Yo se lo digo –le estaba gritando él en la oreja–, él entró a los tiros sin ninguna consideración por nuestra seguridad!

Lisa nunca pudo entender a Kyle, pero ella no tenía nada de paciencia con alguien que criticaba una misión exitosa –sobre todo cuando esa misión había salvado dos vidas.

Kyle empujó su dedo índice hacia ella como un arma.

–¡Ese maníaco casi nos mató!

–Nosotros ejecutamos la misión con lo mejor de nuestras habilidades –le respondió, encolerizada más allá del control–. Si la conducta del comandante Hunter fue inaceptable, entonces llene un informe.

–¡¿Un informe?! –gritó Kyle, contrayendo las manos–. ¡Sólo dejen que le ponga las manos encima!

De repente Minmei se puso entre ellos, abriendo los brazos como un guardia de vialidad –una cruz viviente para el vampiro de Kyle.

–¡Ya basta! –chilló–. ¡Acaso no ves que toda esta gente arriesgó sus vidas por nosotros, tonto ingrato!

Lisa esperó que Kyle golpeara a su prima, pero la igualmente súbita aparición de Rick tomó a Kyle fuera de guardia. El líder Skull salió de las sombras nocturnas que lanzaba su Veritech agachado con el casco sujetado en su brazo derecho.

–Lo hice por ti, Minmei –dijo mientras se acercaba a ellos tres–. Te aseguro que no lo hice por Kyle.

Kyle dio un paso adelante, amenazante.

Esperaba eso de ti, Hunter –pensó Lisa. Ahora todo el infierno se iba a escapar. Las cosas se habían estado desarrollando hacia este enfrentamiento final durante tres años...

Pero afortunadamente, la discusión no llegó a la violencia. Muy por el contrario: Minmei salió de en medio de Kyle y Lisa con un caluroso “gracias” para Rick, y él sonrió.

–Me alegró poder hacerlo.

Ella pareció que iba a quedarse ahí mirándolo fijamente por un momento, y después se lanzó en una carrera que la llevó directamente a sus brazos.

–Debes saber que yo estaría dispuesto a arriesgar mi vida una y otra vez por ti –Lisa oyó que Rick le decía. Y mientras Lisa se quedaba boquiabierta, ellos dos comenzaron a girar juntos, sollozando de alegría como amantes perdidos hacía tiempo.

Exactamente eso, de hecho.

 

En otra parte, las tropas de Khyron y las Fuerzas Terrestres se estaban aniquilando. La última cosa que el comandante de la RDF había esperado era una embestida; pero claro, nunca se había enfrentado en batalla al Traicionero.

Los Battlepods y los Gladiators se encontraron de frente, arremetiendo con una ferocidad que ningún bando había experimentado antes. Un pod se hundió a sí mismo en un cañón MAC II, autodestruyéndose en el impacto, mientras que cerca dos pods luchaban caídos de espalda y reventados con sus atacantes, usando las ráfagas de calor y fuego que lanzaban sus propulsores de pie. Azonia, que había vaciado las cargas de protocultura del sistema de armas del Officer’s Pod, hizo girar como molinete las mano-armas del meca contra su oponente Battloid. Los soldados de infantería zentraedis se armaron con barras que arrancaron de los Battlepods arruinados y se batieron en duelo con los Excaliburs que blandían los cañones automáticos como si fueran bates de béisbol.

Khyron todavía iba a horcajadas de su pod cañonero ileso y dirigía ráfagas rotativas de disparos contra las armas de las colinas y los mecas que atacaban. Los Battloids le disputaron su posición atacando desde todos los flancos y subiendo hacia la máquina de cuatro cañones para enfrentarlo uno a uno.

Le quitó una gatling a uno de estos supuestos héroes y volvió el arma contra él, sin prestar atención a la parte de arriba del pod. Cuando el Battloid golpeó el suelo y explotó, Khyron vació el arma en una nueva ola de mecas micronianos riéndose como loco, como era la costumbre zentraedi de dar la bienvenida a la muerte.

Khyron estaba maldiciendo la gatling vacía cuando uno de sus tripulantes micronizados apareció brevemente en el escotillón de la cabina para informarle que la carga de protocultura del cañón también se había agotado. Distraído, el comandante no vio que un segundo Battloid había llegado a la punta del cañón hasta que fue casi demasiado tarde. Esquivó la estocada del meca y lo hizo perder el equilibrio con un golpe de la gatling en el abdomen. Pero ahora había aparecido un tercero detrás de él, y de nuevo se retorció y giró el arma, clavando al meca con un tiro en el pecho.

Grel también había sobrevivido el ataque sorpresa inicial y contribuía con su sed de sangre en la zona de muerte. Sin cargas para las armas, hizo correr a su Battlepod a toda velocidad hacia el enjambre de Battloids que atacaban la posición de su comandante. Pero un cálculo erróneo lo hizo chocar sin querer contra una de las mano-armas del meca, liberando la última carga del cañón. La fuerza de la explosión tiró al Battlepod de Grel en un salto mortal hacia atrás, mientras que la propia bala salió del cañón y arrancó el brazo del Officer’s Pod de Azonia.

Khyron vio que ella descendía en una caída furiosa y saltó del asiento del cañón para correr en su ayuda. Los rayos de energía se entrecruzaban sobre su cabeza y las explosiones hacían erupción alrededor de él mientras corría, un corredor de obstáculos en el infierno. Un Battloid pensó en detenerlo, pero él lo tumbó con un golpe de la gatling en la cabeza.

Levantó la compuerta del plastrón del pod ardiente de Azonia y la llamó a gritos; era la primera vez que él demostraba un sentimiento tal hacia uno de su propia especie. Ella estaba herida en el interior, al borde de la inconsciencia, hasta que lo vio y sintió que la luz regresaba a ella.

Él quiso saber si ella estaba bien. Ella sonrió ligeramente, aunque no había nada bueno para informar; oh, ella estaba ilesa, pero las armas del pod estaban vacías. Y ella quiso decirle que eso no importaba porque había vivido para experimentar la alegría de la batalla y saber que por lo menos él se había preocupado lo suficiente para venir a su lado.

Pero Khyron la sorprendió ordenando una retirada.

Ella hizo que el pod se parara y alzó a Khyron en su brazo bueno; huyó con él hacia la luz del alba y una banda malamente vencida de Battlepods los siguió por detrás.

 

Lisa y Kyle estaban parados en silencio uno al lado del otro con ceños idénticos en sus caras, mientras la feliz reunión continuaba.

Debemos parecer gemelos –estaba pensando Lisa. No se dio cuenta de la oficial de vuelo que se le acercó desde el avión trasbordador hasta que sintió la palmadita ligera en su hombro.

–Khyron está en completa retirada –informó la mujer.

Lisa volvió a mirar a los amantes. El sol estaba alto y ese habría sido un bonito cuadro –los dos abrazados, el Guardián detrás de ellos contra un cielo azul polvoriento–, sólo si Rick no hubiera sido uno de los objetos incluidos en él. Pero esta noticia repentina le presentó una forma de destruirlo. Después de todo, el deber de Rick era perseguir a Khyron, ¿no era cierto? Él era el mejor había...

Si Lisa luchó con la idea de usar su rango para interponerse entre ellos, no lo demostró. Giró hacia la oficial y le dijo que notificara al almirante Gloval que ella iba a mandar al comandante Hunter para limpiar.

Dicho eso, caminó hacia ellos y golpeó con rudeza en el hombro de Rick para poner un rápido fin a su largo beso. Ella no demostró nada de la reserva nerviosa que Grel había mostrado antes con Khyron y Azonia.

–Espero no interrumpir nada importante, comandante, pero Khyron está huyendo y el Skull tiene orden de salir en persecución.

–¿Ah? –dijo Minmei como si despertara de un sueño.

Rick le disparó a Lisa una mirada furiosa.

–Casi no volví la primera vez... ¡¿eso no es suficiente para ti?!

–¡¿Está rechazando las órdenes, señor?! –dijo levantando la voz.

–¡Puedes apostar que me estoy negando! –Rick tiró su casco al suelo–. ¡Tú quieres tanto a Khyron, tú sal y atrápalo!

–¡Bien! –Lisa retrocedió y se agachó para recuperar el casco–. ¡Yo iré a traerlo, y tú puedes ir a ponerte en el informe!

Minmei hizo un gesto de sobresalto, mirándolos a los dos.

–¡Olvídalo! –Rick arrebató el casco de las manos de Lisa–. ¡He llegado tan lejos... que también puedo terminar el trabajo, capitana!

¿Cómo pude permitirme hacerle esto? –Lisa se criticó en silencio. Empezó a disculparse pero él la cortó.

–¡¿Es mi deber, correcto?! –después se volvió tiernamente a Minmei y le dijo que regresaría pronto.

–Yo sé que lo harás –suspiró.

Lisa se quedo parada con los brazos cruzados y golpeando continuamente la pista con el pie. Quería vomitar, disculparse de nuevo, gritar, ¡hacer algo!

Rick se puso la “gorra pensante” e hizo un salto atlético hacia la nariz del Veritech.

–Estaré esperándote –dijo Minmei y lo saludó mientras él se estaba acurrucando dentro de la cabina.

Él devolvió tanto su sonrisa y como su saludo antes de bajar la carlinga.

El Guardián se enderezó cuando Rick encendió los propulsores traseros y alguna clase de comunicación silenciosa pasó entre Minmei y él: las palabras y los pensamientos del pasado de repente se entrelazaron y se confundieron con estas esperanzas renovadas.

Minmei se quedó inmóvil mientras el Veritech iniciaba su despegue, moviéndose sobre la tierra yerma en su propia alfombra de destrucción. Pero cuando alcanzó el final del campo, ella empezó a correr detrás de él gritando el nombre de Rick, temiendo que de repente lo perdería para siempre.

Lisa salió detrás de ella, preocupada por su seguridad. Después vio que Minmei cayó a poca distancia hundiendo la cara en sus manos.

Traducido por Laura Geuna
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