Saga Macross - Doomsday

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Capitulo 19

La entropía -su creencia de que los sistemas, los biofísicos y los de otras clases, están predestinados a moverse de un estado de orden a uno de desorden- es el único concepto que sigue fascinándome; y yo creo que forjó su forma de pensar como raza con la misma fuerza con que la protocultura forjó la mía. Esta disolución, esta cesación... qué típico de sus pensadores el invocar semejante fin poético.

Exedore, como se cita en Así en la Tierra como en el Infierno: Recuerdos de la Guerra Robotech, del Dr. Lazlo Zand.

Goodbye, blue sky, goodbye... (Adiós, cielo azul, adiós...)

Letra de una canción del siglo XX.

Una granizada de misiles cayó sobre la desprevenida Macross, poniendo el cielo de un radiante amarillo y arrasando el corazón de la ciudad. El golpe de mil explosiones que llenaron el aire de un calor sofocante y escombros ardientes tiró al suelo a Rick y a Minmei.

Cuando Rick vio que Minmei estaba ilesa, comenzó una búsqueda frenética a través de lo que quedaba de la calle en la dirección en que Lisa había corrido. El cielo ahora era una bola de fuego anaranjada, y gran parte de la ciudad era un recuerdo. Las torres de departamentos se desmoronaron como castillos de arena y las casas hicieron implosión. La calle Parque y el bulevar Macross estaban torcidos y levantados como las vías de una montaña rusa.
Rick oyó los gemidos agudos de los ataques secundarios sobre el aullido de un viento extraño; después volvió ese trueno mortal mientras las explosiones seguían castigando la ciudad y las colinas circundantes.

Encontró a Lisa tirada en la calle, milagrosamente viva aunque los edificios de la cuadra habían quedado absolutamente destruidos.

–¿Qué pasó? –gritó ella sobre la tormenta de fuego.

–¡Estamos bajo ataque! –le contestó, ayudándola a ponerse de pie–. ¡Los zentraedis! ¡Una nave!

¡Khyron! –pensó ella.

–¡Tenemos que volver a la SDF-2! –dijo.

Lisa dio un paso hacia delante, y se habría derrumbado de no ser porque Rick la sostuvo poniéndole las manos bajo sus brazos.

–Estás demasiado débil –le dijo al oído–. Déjame cuidarte... ¡Te amo!

Ella se dio vuelta en los brazos de él y le tomó la cara entre sus manos quemadas.

–¿Estoy soñando esto? –dijo débilmente.

Minmei de repente apareció junto a ellos, urgiéndolos para que fueran a los refugios y suplicándole a Rick que se quedara con ella. Los proyectiles chillaban como las parcas en ese cielo cromado.

–¡Ponte a salvo! –le dijo Lisa–. ¡Rick y yo tenemos que cumplir con nuestro deber!

Minmei dio un paso vacilante hacia adelante, desconcertada.

–¡Si realmente lo amas –continuó Lisa–, déjalo ir! ¡Él es un piloto... esa es su vida!

–¿Vida? –gritó histérica Minmei, haciendo ademanes–. ¡¿Llamas a esto vida?! ¡Guerra! ¡Devastación! ¡Batalla tras batalla hasta que todo queda destruido!

Rick la tomó por los brazos y trató de calmarla, instándola a que partiera.

–Nosotros estamos tratando de acabar con todo esto. ¡Lo odiamos tanto como tú, pero hay que preservar el futuro de nuestra raza!

Los misiles explotaron cerca e hicieron que llovieran relámpagos vengativos sobre ellos y borraran palabras y pensamientos. Los tres se agruparon, bañados de cenizas y demoníacas lenguas de fuego voladoras.

–¡No hay futuro! –Minmei miró furiosa a Lisa y a Rick.

Rick giró para partir y ella se aferró a él, suplicándole que se quedara a su lado. Si él la amaba, se iba a quedar con ella. Pero él se sacudió para liberarse.

–¡Algún día entenderás! –gritó.

–¡Yo nunca entenderé! –gritó ella a su espalda.

 

Lisa entró corriendo al puente de la SDF-2 y fue directamente hacia su estación. Vanessa ya estaba en su consola y el tablero de captación que estaba delante de ella destellaba con la información del despliegue.

–¡Dame un informe de estado! –ordenó Lisa.

–Un único crucero de batalla... diez grados al sudoeste. Posición actual cuarenta y tres kilómetros pero se acerca muy rápido.

–Correcto –dijo Lisa, y se estiró hacia el interruptor de la red de comunicación aérea...

 

El campo del rayo proyector del puente del crucero de Khyron mostró a la nueva fortaleza de batalla de los micronianos sentada en su charco redondo de espaldas con su prima lisiada, la SDF-1 –la nave de Zor, la causa de tanta destrucción.

El Destructor estaba parado con orgullo en la burbuja de observación del centro de mando; sus rasgos faciales estaban retorcidos por el intenso odio.

–La fortaleza dimensional ya está entrando en el alcance, señor –informó Grel desde su estación.

–El arma principal está a máxima potencia y en espera –dijo Azonia.

–¡Valió la pena esperar mi venganza! ¡El almirante Gloval va a desear nunca haber oído hablar de mí!

–Esperando sus órdenes, milord –Azonia se enderezó en su asiento.

–Elimina la nueva nave primero –ordenó–. Después los acabaremos. ¡La nave de Zor pronto será poco menos que una nota al pie de la página de la historia zentraedi!

 

–¡La nave enemiga todavía se está acercando! –Sammie le dijo a Lisa desde su estación debajo del área del balcón del puente de la SDF-2.

Kim de repente le dio la espalda a la pantalla de su consola.

–¡Estoy recibiendo lecturas de altos niveles de radiación!

–¿Vanessa? –dijo Lisa, pidiendo confirmación.

–¡Nos están disparando, capitana!

 

Los dibujos de unos relámpagos descontrolados empezaron a tomar forma a lo largo de la proa roma del monstruoso crucero de Khyron; saltaban de polo a polo en lo que casi podría haber sido una boca abierta, coronada y subrayada con cañones de dos tubos con forma de picas como si fueran colmillos en su casco blindado. La energía bailó y se agrandó, animada por las cargas de protocultura que avivaban los sistemas de armas del cañonero.

Las tormentas localizadas se liberaron cuando la nave atravesó las nubes invernales sobre Macross; los propulsores traseros anaranjados la impulsaron rápidamente hacia el lago y las fortalezas inmóviles.

Las lanzas crujieron y sisearon en el aire ligero cuando la proa se empezó a abrir, revelando una red de rayos verticales de poder y colmillos e incisivos afilados en puntas brillantes dentro de la boca de la bestia. Por último, un cono de luz deslumbrante salió impulsado desde lo profundo de su corazón negro; emanó del crucero y se esparció para abarcar la Tierra, estrechándose y concentrándose después al encontrar su blanco. Fluyó a través de las azoteas de la ciudad, derrumbó los edificios que había en su camino y golpeó el corazón de la fortaleza, desgarrando la estructura del espacio tiempo con el impacto y abriendo huecos en los antimundos.

Los colores se invirtieron; lo que había sido luz ahora era oscuridad, y lo que había sido oscuridad brillaba con un fulgor infernal. Los cielos rodaron y giraron como si la fuerza de la explosión hubiera arrojado a las estrellas en el caos.

 

–¡La SDF-2 recibió un golpe directo! –una voz masculina apurada y asustada le informó a Rick por la red táctica–. ¡Perdimos comunicación!

Rick miró sobre su hombro, bajando el ala izquierda del Veritech mientras daba la vuelta. Debajo de él el Lago Gloval era una caldera de fuego y humo, más un cono volcánico que una represa de agua. La nueva fortaleza estaba en ruinas, agujereada de lado a lado por el rayo de aniquilación.

–¡Se están ladeando! –actualizó la voz–. ¡Se están hundiendo, capitán!

–Conteste, SDF-2 –Rick gritó en el micrófono de su casco–. ¡¿Lisa, me escuchas?! ¡¿Capitana Hayes?!

Su pantalla de comunicaciones era un enrejado blanco y negro de estática, y después una columna vertical de bandas azules y blancas.

–¡Contéstame! –volvió a gritar.

Una bandada furiosa de mecas, naves de persecución, trimotores y Battlepods zentraedis se acercaban al Escuadrón Skull desde las doce en punto. Rick fijó sus blancos y tiró a fondo el HOTAS.

–¡Pagarán por esto! –gruñó a través de los dientes apretados.

 

La lluvia era molesta pero se sentía milagrosamente refrescante contra su piel lacerada. ¿Por qué no había pensado en incluir una pantalla solar en la cesta playera? ¿Y Rick estaba tan quemado como ella?... Los gemidos de los albatros torturados la llevaba rápidamente a la superficie del mundo, las voces gritonas de los playeros jugando...

Lisa abrió sus ojos para ver un primer plano del teclado de su consola y las almohadillas de toque; el agua caía en forma de cascada entre las teclas y formaba un charco en el suelo. Sus manos estaban bajo su cara y la pantalla delante de ella estaba silenciosa y en blanco. Levantó la cabeza, se sacó de la cara el pelo mojado y después se esforzó en ponerse de pie para determinar la magnitud del daño al puente.

Sammie y Kim estaban caídas en el suelo cerca de sus estaciones de trabajo debajo del balcón, aparentemente confundidas pero ilesas. Las bocinas sonaban en toda la nave y el sistema de control de incendios del techo había mojado a todo y a todos en la bodega. Lisa se volvió para inspeccionar a Vanessa antes de abrir el enlace de comunicación para pedir ayuda.

–Se necesitan equipos de control de incendios en los niveles cuatro al veinte –logró decir.

De vuelta en su estación, Kim hizo una llamada a los médicos.

–Todos los comandantes de sección envíen los informes de estado lo más pronto posible –Lisa oyó que decía Vanessa.

–¡Diles que necesitamos más ayuda en la cubierta de vuelo! –gritó un paramédico desde el suelo.

Kim trabajaba frenéticamente en sus controles.

–¡La computadora está muerta! –le dijo a Lisa–. No hay ajuste manual. ¡No tenemos ningún control en absoluto!

–Perdemos potencia, capitana –dijo Vanessa detrás de ella–. ¡Recomiendo que abandonemos la nave!

Lisa quedó boquiabierta cuando sintió el impacto de esas palabras y entendió lo que significaba perder una nave.
Pasó sus ojos por el puente: La fortaleza había recibido un golpe directo unos pisos más abajo del centro de mando, pero los misiles secundarios también arrasaron el puente. Había grandes agujeros en los tabiques detrás de ella, el humo acre salía en espirales desde los sistemas de ventilación y por primera vez Lisa se dio cuenta de que la nave se inclinaba mucho hacia estribor.

¡Piensa! –gritó para sí misma como para sacar los demonios de la derrota de su mente–. ¿Qué haría el almirante Gloval en una situación así?

Ella se lo imaginó sentado en la silla de mando del puente de la SDF-1, su birrete blanco bien bajo sobre su frente, los dedos de su mano derecha manchados de tabaco tirando suavemente las puntas de su bigote espeso... casi pudo oírlo:

–Lisa, tú sabes que siempre podrás encontrarme justo aquí.

Y de repente entendió por qué él le dijo esto; entendió por qué se ausentó tan a menudo estos últimos meses mientras se acercaba la culminación de la SDF-2, por qué le dio a ella el mando de la fortaleza...

–¡Por supuesto! –gritó. Le indicó a su tripulación del puente que la siguiera y salió corriendo de la sala de control.
Un corredor de servicio sinuoso todavía conectaba las dos fortalezas, ahora convertido en un lugar oscuro y espectral, pero ellas cuatro apenas notaron sus elementos siniestros mientras corrían hacia la nave nodriza con Lisa a la cabeza. Apenas disminuyendo el paso, Lisa golpeó el interruptor de control de la compuerta del puente y ellas entraron corriendo, sorprendidas de encontrar encendidas las luces del techo y las de los tableros de periféricos. También quedaron igualmente sorprendidas de encontrar a Claudia parada en su estación delantera, ya iniciando la secuencia de despegue.

–Bienvenidas a bordo, señoras –dijo ella con calma y una pizca de humor–. ¿Qué las demoró tanto?

–No se queden ahí paradas –ladró Gloval desde la silla de mando–. Tenemos trabajo que hacer. ¡Todas a sus estaciones de batalla!

Lisa sonrió para sí misma y las otras corrieron a sus consolas y pantallas. Así que era cierto: Gloval esperaba a medias alguna clase de ataque. Le había jurado a Khyron (y a toda la tripulación, además) que la SDF-1 no estaba operativa, cuando de hecho no sólo podía salir al espacio sino que estaba armada hasta los dientes. Los tripulantes robotech tuvieron que haber llevado a cabo la reconstrucción ultra secreta hace meses, dejando intacto intencionalmente el exterior golpeado de la fortaleza.

–¿Qué hay sobre el arma principal, señor? –le preguntó a Gloval.

–Suficiente potencia para un disparo. Tendremos que asegurarnos que sea eficaz.

–La computadora de cuenta regresiva ya está programada, señor –informó Claudia.

Gloval requirió máxima potencia en todos los propulsores.

–Niveles de empuje antigravitatorio en capacidad óptima –actualizó Sammie.

–Todos los sistemas en marcha –dijo Kim–. ¡Listos para lanzamiento inmediato a la orden del comandante!

Claudia ingresó las órdenes en el teclado de control de arriba.

–El sistema de transporte está operativo y el cronómetro está corriendo. Cuatro segundos para ignición. ¡Tres! ¡Dos! ¡Uno!...

–¡Elévenla! –gritó Gloval, casi levantándose de la silla...

 

Minmei, su tía y su tío, el alcalde Tommy Luan y miles de otros estaban amontonados en el refugio principal de Macross, una enorme estructura terrestre de acero y hormigón reforzado que también alojaba el sistema de comunicaciones de la ciudad y las redes de almacenamiento de datos. Minmei estaba entreteniendo a todos con canciones e historias. Todos se mantuvieron calmados a pesar de la desesperación que sintieron cuando llegó hasta ellos la noticia de la destrucción de la SDF-2. Los que recién llegaban al refugio describieron cómo ese dragón zentraedi eructó un flujo de fuerza irresistible y cómo la nueva fortaleza se deslizó como un cadáver bajo la superficie espumada del Lago Gloval. Las personas del refugio cayeron de rodillas y ofrecieron sus oraciones.

Pero ahora llegaron noticias increíbles: ¡La SDF-1 se estaba elevando del lago! Y por toda la ciudad la gente empezó a dejar sus refugios sin prestar atención a los edificios en llamas, a la tierra asolada y al viento de muerte que soplaba como una ráfaga infernal por las calles desiertas. Su guardiana había resucitado y eso era todo lo que importaba. Ni siquiera la aniquilación tenía poder.

Minmei también dejó el refugio a tiempo para ver el despegue de la fortaleza; esta partió las aguas cuando se elevó del lago, todavía un tecno-caballero brillante a pesar de su apariencia patética. Los portaaviones que formaban sus brazos se mantenían en ese gesto característico de súplica, y las armas principales ya se estaban ubicando en posición sobre el casco con visera del caballero...

 

El crucero de Khyron seguía su descenso mortal, arrojando tiro tras tiro de luz blanca desde su gaznate impío. Los relámpagos azules salían disparados de las certeras torretas de armas, mientras que los soldados zentraedis con armaduras propulsadas que se mantenían junto al casco oxidado de la nave de guerra disparaban cañonazos contra los mecas de las Fuerzas Terrestres.

Rick deslizó al Skull Uno sobre la superficie de aspecto orgánico del crucero, liberando misiles mientras se abría y trepaba por su proa. Cuando los destinatarios de esos Stilettos y Hammerheads explotaron bajo él, hizo que el caza volviera a picar y reconfiguró a modo Guardián mientras bajaba. Los cielos pululaban de balas trazadoras, flores infernales y discos de aniquilación. Los Veritechs y las naves de persecución zentraedis estaban trabadas en peleas demenciales en medio de todo eso, agregando sus propias balas y proyectiles al caos, sus propias muertes a la cuenta de cuerpos que aumentaba.

Ahora en modo Battloid, con las piernas extendidas sobre el casco de color enfermizo y el cañón automático listo, el meca de Rick vació su rabia en las torretas puntiagudas y en los soldados solitarios por igual. Las explosiones lo envolvieron llenando el aire de esquirlas incandescentes. Pero la gran nave siguió su curso, lanzándose hacia el lago desprevenido.

De repente apareció una voz en la red de comunicación.

–¡Rick! ¡¿Rick Hunter... eres tú?!

–¡Lisa! –gritó Rick–. ¡Debo estar oyendo cosas!

–No es cierto –le dijo–. Estoy a bordo la SDF-1 y nos estamos preparando para disparar las armas principales. ¡Así que te sugiero firmemente que salgas de ahí!

Él ya se estaba estirando hacia su palanca de selección de modo.

–¡No tienes que decírmelo dos veces! –exclamó, haciendo correr a su meca sobre la cubierta y levantando vuelo.

Rick se conectó con Max y Miriya por la red táctica. Uno al lado del otro, los tres cazas se alejaron del crucero que servia de blanco.

 

–El arma principal está lista en posición –anunció Claudia–. Lectura de energía en la actualidad... nueve-cinco-cero.

Lisa hizo los cálculos en la estación adyacente e informó los resultados.

–El almirante tenía razón... ¡es sólo la energía suficiente para un disparo, así que haz que sea bueno!

Vanessa dio la noticia: El crucero estaba centrado en la retícula de la computadora.

–¡Ahora, fuego! –aulló Gloval...

 

Las dos torres del arma principal estaban ubicadas lado a lado; un enredo continuo de energía centelleante los unía corriendo de adelante hacia atrás. Cuando Gloval emitió la orden de disparar, el tejido de poder pareció solidificarse por un momento; después el arma de dos botalones se encendió como un lanzallamas.

Casi un hemisferio de incandescencia hizo erupción de la fortaleza, desmaterializando las nubes invernales y encendiendo el cielo como un segundo sol. La fuerza colectiva de una infinidad de partículas subatómicas hiperexcitadas atravesó el crucero de Khyron como una estaca radiante clavada en su corazón helado.

Pero el movimiento hacia delante del crucero todavía no se detuvo. Continuó cayendo, desollado de armadura y armazón, y arrastrando un denso pilar de humo negro revuelto...

 

Khyron saboreó la sangre en su boca. En la tenue iluminación de la burbuja de observación que proporcionaba el sistema de potencia auxiliar del crucero, rastreó el curso de la sangre hasta un corte profundo encima de su ojo izquierdo. El propio ojo estaba cerrado, hinchado y sangrando en su cuenca fracturada. Azonia estaba en la silla de mando junto a él, ilesa aunque el resto del puente estaba en ruinas.

–Está bien –dijo él, como si lo hubieran atrapado con un truco menor–, ¡ya se divirtieron, y ahora es nuestro turno! ¡Yo les mostraré!

Detrás de él, tanto Grel como Gerao habían encontrado sus muertes. Los sistemas de armas y comunicaciones estaban anulados, al igual que las computadoras y las pantallas del rayo proyector. Pero los sistemas de navegación de la nave estaban vivos –se podía usar a la propia nave como última arma.

–¿Ahora qué? –preguntó Azonia con avidez.

Khyron se sentó en la segunda silla.

–Ellos no pueden levantar una barrera de defensa sin nada de potencia, ¿correcto?

–¡Correcto! ¡Están desvalidos! ¡Atrápalos!

Él se volvió hacia ella y sonrió.

–Nosotros dos lo haremos –chirrió–. Pero eso requiere un sacrificio... ¿deseas enfrentarlo conmigo, Azonia?

–Será glorioso –ella se estiró para tomar su mano.

–Sí... glorioso. Fijando los sistemas de guía, ahora.

 

Como sus sistemas de energía quedaron vacíos, la SDF-1 había vuelto a caer en el lago, desvalida.

Vanessa observó los esquemas del tablero de captación. El enemigo no había alterado su curso.

–¡Parece que planea embestirnos, señor!

–¡¿Nos queda algo de potencia?! –Gloval se volvió hacia Sammie.

–No lo suficiente para activar el arma principal de nuevo, señor.

–¿Kim? –dijo Gloval.

–La misma historia aquí... ¡No tengo control del timón!

Claudia le dio la espalda a su estación.

–Las reservas y los refuerzos están agotados.

Gloval se puso de pie.

–Prepara los módulos de eyección –empezó a decir. Pero Sammie sacudía la cabeza mientras las lágrimas rodaban por su rostro pecoso.

–Sólo el módulo C está operativo. El resto es...

Lisa sintió que su corazón empezaba a correr. Todos se miraron, diciendo más con sus ojos de lo que habría sido posible a través de las palabras. Sammie y Kim lloraban abrazadas. Vanessa tenía los labios apretados, estoica, casi enfadada.

Lisa vio que Claudia y el almirante intercambiaban miradas, y después, de repente, sintió la suave mano de su amiga en su hombro.

–Lisa...

Lisa dio un paso al costado y se abrazó a sí misma, sintiendo que una ola de histeria se amontonaba dentro de ella.

–¡No! –gritó.

–¡Lisa, sí! –dijo alguien... podría haber sido Sammie, o Kim, o Vanessa.

Claudia y Gloval caminaron hacia ella.

Ella empezó a sacudir la cabeza salvajemente...

 

Max, Miriya, Rick y lo que quedaba del Escuadrón Skull pusieron varios kilómetros entre ellos y el buque de guerra de Khyron. Se reagruparon dando vueltas sobre el lago y se dirigieron a casa; la SDF-1 estaba a las doce en punto, ahora reasentada en las aguas agitadas.

Rick había presenciado el contragolpe que apuntó contra la embarcación de Khyron y naturalmente anticipó su completa destrucción. Pero el crucero había sobrevivido y estaba fijo en un curso de colisión contra la fortaleza dimensional.

Los Veritechs empezaron a lanzarle todo lo que tenían: misiles, balas perforantes transuránicas huecas, buscadores de calor, y lo demás. Las armas Phalanx del sistema de armas de corta distancia de la SDF-1 disparaban de igual forma, desafiando a los dioses con sus descargas de trueno y luz deslumbrante.

De repente Rick supo en sus entrañas que ni siquiera todo el poder de fuego del mundo iba a retardar el descenso suicida de esa nave descarnada...

 

El crucero era una jabalina ardiente en una caída balística llamada por los propios poderes inherentes de la Tierra para una cita mortal con su tecno-salvador.

En el puente de la nave zentraedi, Khyron y Azonia iban de la mano enfrentando ese viento divino de la forma en que sólo los guerreros podían hacer, victoriosos en sus últimos momentos, tanto por destruir el objeto de su añosa persecución, como por la fuerza de su lazo extraordinario, su matrimonio en la muerte.

Gloval, en su lugar, abrazó a su tripulación, estirando sus largos brazos alrededor de todas ellas como el padre valeroso y amoroso, mientras el buque de guerra del Destructor eclipsaba el cielo.

El crucero de un kilómetro y medio de largo embistió las armas principales de la fortaleza, astillando los botalones gemelos mientras seguía su picada. El metal chilló contra el metal; los tubos, los conectadores y las juntas chasquearon y rugieron como protesta.

La proa de la nave monstruosa separó con fuerza los botalones e impactó contra el cuerpo principal de la SDF-1, le amputó la cabeza y siguió para chocar y explotar una vez, dos veces, y otra vez más. La fortaleza recibió toda la potencia de estas explosiones contra su espalda y ella misma explotó, volando los portaaviones de sus monturas y desgarrando la armadura que había visto tanta violencia.

El lago hirvió y liberó enormes nubes de vapor en el aire frío, y unas tormentas eléctricas aparecieron espontáneamente en los cielos.

En ese lugar se elevó una bola de fuego que tomó forma de hongo, anunciándole el evento al resto del mundo...

 

Cuando el humo se despejó, había tres ruinas en pie en el lago mucho más bajo: el casco completamente quemado del crucero de Khyron, los restos de la desafortunada SDF-2, y el torso decapitado y ennegrecido de la fortaleza dimensional –monumentos a la locura.

A lo largo de la costa del lago la mayor parte de la ciudad había quedado destruida.

Los equipos Veritech peinaron las aguas sucias y las tierras del frente en busca de supervivientes, pero no encontraron ninguno.

Rick hizo una pasada sobre los suburbios arrasados donde una vez había estado su casa –donde Lisa, Claudia, Sammie, Vanessa y Kim habían vivido; después voló sobre el corazón del centro de la ciudad donde los supervivientes ya estaban dejando los refugios.

Pero esta vez no iba a haber reconstrucción –no aquí, al menos. Rick supuso que el área iba a permanecer radiactiva durante décadas. La evacuación y la reubicación de los miles que habían sobrevivido iban a tener que comenzar de inmediato. No iba a ser una tarea simple dada la magnitud de la destrucción, pero había ciudades cercanas que prestarían una mano, y la Tierra prevalecería, libre de sus enemigos por fin.

Intentó no pensar en Gloval y los otros; esto era lo que les esperaba a todos ellos al final del arco iris. Pilotó su caza más allá de las carcasas del lago, dio la vuelta y se asentó en modo Guardián en una zona de aterrizaje intacta no lejos de la orilla. La gente empezaba a reunirse, muchos pasmados, otros mirando fijamente la fortaleza en un silencio aturdido. Él levantó la carlinga de la cabina y se bajó, sólo para escuchar que un fantasma lo llamaba por su nombre.

Lisa estaba caminando hacia su nave.

Rick se le acercó con cautela, más que ansioso por aceptar la alucinación pero preocupado porque la emoción real pudiera ahuyentarla. Pero los hombros temblorosos que él tocó con sus manos igualmente ansiosas eran de carne y hueso, y sentirla casi lo hizo desmayarse.

–En el último momento –dijo Lisa–, el almirante Gloval y... Claudia me obligaron a meterme en el módulo de eyección.

Ella miró en silencio la fortaleza por un momento mientras las lágrimas caían por sus mejillas.

–Ellos querían que yo viviera... –giró hacia Rick y lo estudió intensamente–. ¡Dijeron que yo era la única que todavía tenía algo por lo cual vivir!

Rick la abrazó mientras ella lloraba y su cuerpo se convulsionó en sus brazos.

–Pensé que te había perdido –susurró él–. Justo cuando comprendí cuánto significas para mí.

–Tú sí tienes algo por lo cual vivir... –la abrazó con más fuerza–, ahora los dos lo tenemos.

Ninguno de ellos oyó que Minmei se acercaba. Se separaron como reflejo cuando ella habló, pero Rick rápidamente empezó a tartamudear una explicación. Minmei le ahorró las palabras.

–Estás enamorado de Lisa –dijo en voz baja–. Yo lo sabía.

–Yo te lo habría dicho antes, pero... creo que no lo supe hasta hoy –Rick tomó la mano de Lisa–. Perdóname, Minmei.

Ahora Minmei vacilaba.

–Bien, eh, sólo si tú puedes perdonarme, Rick. Por intentar convertirte en algo que no eres. Y, ah, por fingir ser algo que no soy –Rick y Lisa parecían desconcertados, por eso ella continuó–. Verás, yo no estaba realmente muy ansiosa por casarme. Me di cuenta de que mi música significa mucho para mí, así como el servicio significa mucho para ti.

–¿Oh, en serio? –dijo Lisa llanamente. Pareció endurecerse, capaz de localizar una pizca de enojo a través de su gran tristeza.

–Mi vida es la música –dijo Minmei con inocencia.

Lisa sonrió para sí misma y le dio un apretón a la mano de Rick. Minmei no podía soportar admitir que había perdido a Rick; ¿y por qué molestarse en pensar eso cuando era mucho más fácil reformar los hechos? Echando una mirada alrededor, Lisa se preguntó si podría hacer lo mismo, si podría fingir que todo esto no había pasado, ver cielos azules en lugar de tormentas.

–Buena suerte en tu misión, Lisa –dijo Minmei con seriedad.

¡Como si todo esto no hubiera pasado!

–Yo sé que serás la estrella más grande de todos los tiempos cuando nosotros volvamos –le dijo Lisa, ansiosa de darle una oportunidad al juego de la cieguita que hacía Minmei.

Rick también tenía una mirada ligeramente confundida. Pero empezó a desvanecerse cuando Minmei giró hacia él para desearle buena suerte y besarlo ligeramente en la mejilla.

–¡No te olvides de mí, Rick... tienes que prometerme que no lo harás!

–Yo nunca me olvidaré de ti –le contestó, y hablaba en serio.

Ella giró sobre sus talones en una vuelta casi etérea y se alejó, deteniéndose una vez para saludarlo con la mano antes de reunirse con las muchedumbres de sobrevivientes que ya le daban la bienvenida con los brazos abiertos.

La nieve estaba empezando a caer. Lisa puso su brazo sobre el codo de Rick y se acurrucó contra él.

–¿Qué hay sobre nuestra misión, Rick? ¿Hay una oportunidad... incluso sin la SDF-1?

Rick asintió lentamente. Él ya lo había tenido en cuenta.

–Todavía existe la fábrica satélite y la nave de Breetai. Con su ayuda, la de Lang y la de Exedore, llevaremos a cabo la asignación del almirante Gloval. Llegaremos al planeta de los Amos Robotech antes de que sea demasiado tarde. Esta vez la paz tiene prioridad.

Lisa observó hipnotizada la nieve que empezaba a cubrir la ciudad devastada y las naves de guerra arruinadas que iban a ser sus enormes lápidas.

Quizás Max y Miriya se enlisten –pensó–. ¡Incluso Minmei! ¿Qué le importaba ahora? Iba a ser una misión diplomática, una reunión apropiada de dos culturas unidas entre sí por un pasado misterioso y separadas por casi la anchura de una galaxia.

Miró a Rick y logró una sonrisa, la que él devolvió aunque las lágrimas llenaran sus ojos.

Y si su plan fallara por alguna razón, si no fuera posible que la nave de Breetai emprendiera el viaje... entonces se les iban a presentar otras soluciones. La Tierra se iba a reconstruir a sí misma y prevalecería.

Al contrario –especuló ella–, quizás los Amos Robotech vengan aquí...

Y cuando todo eso pasara, aparecerían nuevas soluciones. La Tierra se iba a reconstruir y prevalecería. Y en cuanto a los Amos Robotech... ¡qué vengan si quieren!

Traducido por Laura Geuna
www.robotech.org.ar

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