Saga Macross - Doomsday1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 Capitulo 6Hasta el fin de la Segunda Guerra Robotech -¡qué pírrica, qué agridulce fue esa victoria!-, la protocultura estaba literalmente al servicio de los Amos Robotech; no sólo lo hacía con el efecto de vigilarse a sí misma para el beneficio de ellos, sino que les alertaba de los cambios en el entretejido del continuo. Ni una sola nave zentraedi podía transponer sin que a ellos le advirtieran sobre eso. Dr. Emil Lang, como se cita en Historia de la Segunda Guerra Robotech, Vol. CCCLVII Sí... puedo sentirlo... Los tres Amos unieron mentes y una vez más pusieron sus manos huesudas contra la cápsula de protocultura. El dispositivo en forma de hongo reaccionó a su toque irradiando esa misma luz pura que manó hacia el universo conocido cuando la nave de Breetai transpuso. La cápsula los llevó a través del mundo inverso, a través de agujeros blancos y rupturas en el tiempo, dejándolos ver con una visión interna. Ellos ya no estaban más en su fortaleza espacial, sino de regreso en su mundo, en Tirol... –Nuestros antiguos custodios se han aliado con los descendientes de Zor; nuestros antiguos custodios nos reemplazarían como Amos. –Otra vez debemos intentar resucitar una copia de Zor. Se habían creado veinte clones del cuerpo de Zor; los habían cultivado hasta la madurez en biotanques y permanecían ingrávidos dentro de una esfera de estabilidad. Todos coincidían con su semejanza elfina: guapos, todos ellos soñadores, juveniles y elegantes. Pero ninguno de ellos tenía la chispa de vida que reproduciría sus pensamientos y su mente, que le permitiría a los Amos aprender el paradero de la matriz de protocultura y los secretos de ese raro proceso. Los Amos dejaron la cápsula y se quedaron viendo la esfera
de estabilidad que contenía los clones que quedaban. Lejos de la cápsula de protocultura estaban obligados a confiar en el habla común y primitiva para expresar sus pensamientos. –Sí, Amo –respondió una voz sintetizada. Los tres Amos se ubicaron alrededor de un dispositivo con forma de plato lleno de numerosas almohadillas sensoriales codificadas con colores agrupadas en forma circular alrededor de una pantalla central, mientras un rayo antigravitatorio visible transportó uno de los clones inanimados desde el hemisferio estable hasta una mesa circular. Acostó al clon sobre ella como si estuviera descansando sobre una sábana de pura luz. Los tres Amos pusieron sus manos en las almohadillas de control del platillo. Unas lecturas vertiginosas, las esquemáticas hipermédicas y las representaciones de rayos X comenzaron a brillar en la pantalla circular debajo de ellos. Entretanto, el clon inmóvil quedó bañado en una fuente de partículas de gran energía que se elevó desde la mesa como una lluvia primaveral invertida. –Alterando el bombardeo positrónico –dijo el Amo de capucha dorada, que frunció el ceño cuando observó como unas representaciones insatisfactorias tomaban forma. –Hay algo de inversión celular bilateral –observó el segundo, el que había pedido la síntesis de reclusión. Cuando las almohadillas sensitivas se iluminaron como un farol, anunció–. Comenzando la sínfisis... Los Amos se concentraron para enfocar los poderes de su voluntad telepática y después detuvieron sus esfuerzos por un momento. El clon no mostró ninguna señal de actividad cerebral. –Las sinapsis craneales todavía no responden... Existe la misma desintegración de subestructuras moleculares que en los intentos anteriores. –Sí, volvió a pasar... pienso que esta vez sacamos al clon de la suspensión antes de la maduración completa... De todas formas debemos estimular su función de vida –dijo el Amo de capucha roja mientras dejaba la cápsula del platillo. –Sugiero que alteremos el bombardeo priónico de los estratos superiores –dijo el tercer Amo. El Amo dos asintió con la cabeza y movió su mano izquierda hacia una nueva ubicación en el margen del control. –Lo intentaremos... Aumentar el bombardeo priónico en incrementos de cuatro... –¡La emisión positrónica está en máxima capacidad! –observó el tercero con sus brazos a los lados. –Bien... la agitación celular es crítica... Los esquemas precisos todavía no revelaban ninguna actividad. –Es inútil... Estamos al mínimo del material de suspensión... no podemos desperdiciarlo así. –La vida es un proceso tan elemental –dijo el primero, de pie junto al ahora inútil clon, ya que sus circuitos neurológicos estaban fritos–. ¿Dónde nos equivocamos?
Miriya se recostó en el sillón y suspiró; sus dedos jugaban distraídos con los rizos de Dana. Se preguntó si Dana mantendría su cabello oscuro; parecía que cada día se estaba haciendo cada vez más claro... La beba estaba apaciblemente dormida sobre su pecho y todo lo que Miriya podía hacer para evitar llorar de alegría era simplemente mirarla. Un milagro, se decía diez veces al día: que ella y Max pudieran producir semejante encanto inocente; que ella, una antigua guerrera, se pudiera sentir de esta manera por alguien o por algo. Semejante satisfacción y éxtasis desconocidos. –Max –sonrió–. Mira a nuestra niña. Ella es tan pacífica. Max echó una mirada desde la cocina de su habitación a bordo la nave de Breetai. Llevaba una bandeja llena de vasos altos de cócteles hacia el fregadero –el resultado de una tarde de fiesta con Rick, Lisa y Claudia–, y usaba un delantal largo hasta la rodilla que decía: MAX Y MIRIYA: ¡EN VIVO! Pacífica y hermosa, las dos cosas –pensó él. Pero mientras Miriya parecía estar divirtiéndose, él era el que estaba esclavizado con todos los platos, la cocina y, más de la mitad de las veces, de los alimentos de media noche. Por eso, lo que le dijo en al fin, sin traicionar ninguno de estos pensamientos y sólo agradecido por unos minutos de paz bendita, fue: –Sí... pero será mejor que mantengamos la voz baja o la despertaremos.
Rick, Lisa y Claudia eran un trío algo inseguro que volvía a sus habitaciones después de las bebidas de la tarde que habían compartido con la feliz pareja. Combinadas con la emoción del espacio (después de tantos meses en el planeta) y con los efectos del viaje por el hiperespacio, las bebidas los habían dejado con más de un simple zumbido. –...y yo sostuve a la pequeña Dana toda la tarde, ¡y ella no lloró nada en todo el tiempo! –estaba diciendo Lisa. –Sí, pero creo que Miriya no debió de haberte arrojado a Dana. ¡Ella tiene que aprender a tener más cuidado! Lisa asintió y se mordió el labio inferior. –Bien, es un ajuste para ella. Después de todo, su modelo probablemente fue el tubo de ensayo vecino. Claudia esbozó una sonrisa a pesar sí misma y miró a Rick por sobre la cabeza de Lisa, pero él estaba demasiado soñoliento para captar su mirada. –A veces envidio a Max y a Miriya por tener una niñita tan hermosa –dijo en voz alta. –Ajá –asintió Lisa. Ellos ya habían llegado hasta la habitación de Lisa, y Rick se quedó parado a un costado pensando vagamente en cómo iba a pasar el resto del día mientras Lisa y Claudia intercambiaban despedidas. De repente Lisa giró hacia él y habló. –Rick, voy a acompañar a Claudia hasta su habitación, pero si tienes un minuto, me gustaría que me esperaras en mi cuarto... hay algo de lo que quiero hablar contigo. La petición de ella de algún modo pudo sacar todo el algodón de adentro de su cabeza, y él comenzó a tartamudear. –Eh... pero... –sabía con certeza que no había ninguna forma de esquivarlo. Es que no parecía que ella tuviera un tema oficial en mente, y él no estaba nada seguro si estaba dispuesto a tener una conversación seria. Claudia se aclaró la garganta. –¿Puedo recordarle, Sr. Hunter, que Lisa es su superior? –Pero estoy de licencia –protestó Rick; hoy definitivamente no estaba en su mejor forma. –También ella –Claudia se rió y le lanzó un guiño exagerado. Las dos dejaron a Rick parado ahí con una respuesta a medio formar atorada en la garganta y siguieron caminando por el corredor compartiendo una charla susurrada. –Entonces, Lisa, ¿qué puedo hacer por ti? –preguntó Claudia cuando se alejaron unos pasos. –Yo sólo quería agradecerte por ser tan comprensiva estas últimas semanas. Realmente ayuda tener a alguien en quien apoyarse. –Sé lo que quieres decir –dijo Claudia en la puerta de su habitación–. Puede ser duro a veces... cuando te das cuenta de que estás enamorada. Lisa abrió aun más los ojos cuando escuchó eso dicho de forma tan práctica. Pestañeó y tragó saliva con dificultad, lista para defenderse, pero Claudia la interrumpió. –Ve y atrápalo, ¿de acuerdo? –un guiño para Lisa también, y traspasó la puerta. Adentro, se dejó caer en la cama, se sacó los zapatos con los pies y suspiró. Espero que esos dos se arreglen pronto –Lisa tenía el hábito de llevar la “comprensión” al límite. Y Hunter... Hunter estaba empezando a recordarle a Roy en sus primeros días. Y eso no era precisamente una buena señal.
Solo en la habitación de Lisa, Rick se sentía nervioso y atrapado. ¿Su superior, eh? ¿Cuánto tiempo iba a tener que aguantar ese comentario? Casi tres años atrás –¡en esta misma nave!–, Lisa había usado ese comentario, y desde entonces eso le había creado prejuicios contra ella. Lisa había desempacado algunas de sus cosas y Rick estaba paseando para inspeccionar esto y aquello cuando vio una fotografía enmarcada en el escritorio del cuarto. La recogió y la observó. Por el aspecto que tenía, tuvieron que haberla tomado hace diez años. Pero aquí estaba Lisa, linda con el cabello corto y la cara regordeta, parada al lado de un tipo mayor, treinta centímetros más alto que ella y que usaba lo que parecía ser una gorra afgana tejida. Decidió que era una linda pareja, pero había algo familiar en él... algo que le recordó a... ¡Kyle! Entonces este tiene que ser Riber –juzgó Rick. Karl Riber, el que una vez fue el verdadero amor de Lisa, el que desapareció junto con la Base Sara de Marte hace años. Su atención estaba tan fija en la fotografía que no oyó que Lisa entró en el cuarto. Ella se dio cuenta de eso y se quedó parada en la puerta un momento porque no quería sobresaltarlo o ponerlo incómodo. Al final dijo su nombre con suavidad; él reaccionó como un ladrón atrapado en el acto, puso la fotografía de costado sobre el escritorio y se disculpó. –Oh, lo siento, Lisa. No quise curiosear. Eso la encolerizó: después de todo lo que habían sufrido juntos, después de todo el tiempo que ellos habían pasado juntos compartiendo pensamientos secretos y sentimientos, después de todo el tiempo que ella había pasado en casa de él en Nueva Macross para habituarse a sus cosas... –¿Qué quieres decir con ‘curiosear’? Yo no tengo nada que ocultarte, Rick. Por favor, mira todo lo que quieras... no es que haya mucho aquí... –Eh, seguro –contestó confundido–. Entonces, eh, ¿de qué hablaron tú y Claudia? Lisa dijo que su conversación con Claudia no fue nada especial y le preguntó si quería un poco de té. –Sabes, sólo una pequeña charla –ella le dijo desde la cocina. Rick enderezó la fotografía cuando ella dejó el cuarto. Después se reunió con Lisa en el sofá. –A mí no me pareció sólo un poco la charla –se arriesgó a decir, con la taza de té en la mano. –Bien, de hecho, estábamos hablando de ti. Rick se retorció en su asiento. –¡Si se relaciona conmigo y con Minmei, no quiero oír hablar de eso! –No se trató para nada sobre Minmei –contestó alegremente–. ¿Para qué querría yo hablar de ella? Lisa estaba fuera de práctica en esta clase de cosa y por un segundo deseó que Claudia pudiera estar sobre su hombro durante momentos como estos, pasándole las líneas correctas o algo. Pero por extraño que fuera, Rick se estaba disculpando por su tono. –Minmei y yo no nos vimos en varios meses y... –Oh, Rick –dijo ella, quizás con demasiada ternura–. Yo sé lo que sientes por ella, entonces... bueno, no hay nada más que decir sobre eso. La aceptación era el único camino que ella todavía no había probado. Rick soltó un suspiro y estaba pensando en cómo podía excusarse educadamente cuando Lisa agregó: –No sé por qué, pero a veces tengo la sensación de que tú... bien, que hay algo que tú quieres... ¿Y quién no? –se preguntó Rick, y trató de adivinar que era lo que ella estaba persiguiendo ahora. –¿De qué estás hablando? Ella hizo un sonido de exasperación. –Rick, tú sabes que yo... El altoparlante escogió justo ese momento para intervenir: una voz femenina llamó a Lisa al puente. –La habitual interrupción perfecta –dijo Lisa con frustración y después se rió–. Lograste escapar ileso una vez más. Se puso de pie y lo despidió resignada. –Volveremos a intentar esto de nuevo en algún otro momento. Rick reaccionó como si un dentista le acabara de decir que concertara otra cita.
También habían convocado a Claudia al puente. Ella estaba parada junto a Lisa en el andador automatizado que en realidad era la baranda del tope curvo de la burbuja de observación, dándole la espalda a la bodega de astrostática. La nave había salido inesperadamente de la transposición por el hiperespacio, y una vez más se sentían un poco inestables. Exedore estaba manejando una de las estaciones de trabajo de tamaño humano. Breetai estaba sentado en su silla de mando con una mirada severa en su cara. Cuando Lisa se reportó como le habían ordenado, él profirió un gruñido gutural e inclinó su cabeza una fracción hacia la izquierda, como para indicar el objeto de su atención. Claudia y Lisa se dieron vuelta y observaron una imagen que ahora llenaba el campo rectangular del rayo proyector. Era distinto a todo lo que habían visto –era una masa de armadura oscura enroscada y torcida, con tentáculos, puertos de propulsores reflex y dispositivos de sensores, de aspecto redondeado y corroído en su lado dorsal, como un trozo monstruoso de chatarra extraterrestre. –¿Qué diablos es eso? –preguntó Claudia. –Eso, mi estimada comandante Grant, es una nave de nuestra fuerza de reconocimiento... un modelo bastante nuevo, si no me equivoco. –¡P-pero yo nunca vi algo como eso! –exclamó Lisa. –Eso es poco probable –le dijo Breetai. Lisa giró hacia Exedore y ordenó un informe de estado. –Yo hice una identificación positiva, y es de hecho una embarcación de reconocimiento de último modelo. El viaje por el hiperespacio la modificó un poco. Es más, nuestros escáneres no indican ninguna actividad biológica en absoluto. Lisa notó la mirada preocupada en su rostro cuando él estudió la imagen y las lecturas de ideogramas de ayuda. Las vistas seccionales y los primeros planos de los rasgos salientes de la cosa brillaban en la pantalla de su monitor para ilustrar su informe. Lisa contuvo la respiración y giro hacia Breetai otra vez. –¡Comandante, tenemos que investigar! –Eso está completamente fuera de cuestión –espetó. –¿Señor –intentó–, no es posible que a sus sistemas de examen se le pueda haber escapado algo? Tal vez haya zentraedis a bordo. ¿Acaso no hay ningún margen de error? Ella no creyó ni una palabra de eso, y juzgando por la mirada en la cara de Exedore, él tampoco. Pero era posible que hubiera armas a bordo –pods, trimotores, algo que las fuerzas de la Tierra pudieran usar para reforzar su arsenal. –La información asimilada está de acuerdo con el código galáctico –le dijo Exedore con severidad–. Los “errores” no son posibles. –No podemos desperdiciar una oportunidad como esta... ¡deberíamos investigar! –le contestó, archivando el “código galáctico” para una discusión futura–. La posibilidad de los zentraedis... –Su compasión es loable –interrumpió Exedore, todavía escéptico–. Sin embargo, a mí me parece que la embarcación podría ser una trampa. –¡¿Una trampa?! –Sí –prosiguió–. A nosotros los zentraedis se nos conoce por nuestros “caballos de Troya”, como ustedes los llaman. No es sabio arriesgarse tanto. Claudia decidió entrometerse. –Él tiene razón... no podemos poner en riesgo la misión, Lisa. –Supongo que no... –contestó con incertidumbre. –Es peor de lo que usted cree –Breetai entonó detrás de ella–. Esta embarcación pertenece a los Amos Robotech. Es una de las muchas que actúan como sus ojos y oídos. Los Amos Robotech –Lisa exclamó para sí misma. –¿Usted está diciendo que ellos pueden rastrear nuestra presencia? –Me temo que ellos ya lo han hecho –gruñó
Breetai. Traducido por Laura Geuna |