Saga Macross - Force of Arms

Prólogo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25

Capitulo 15

Por consiguiente he concluido que Breetai, sus subordinados y todos aquellos bajo su mando abrigan conductas primitivas y procesos cognitivos abstrusos que los pone por completo fuera de la raza zentraedi y los convierte en una amenaza para todos nosotros.
Por ende, cada unidad disponible se unirá a la Gran Flota para tomar la acción que dicta nuestra cultura antigua.

Del cuaderno de bitácora personal de Dolza

-Repito este anuncio, todo el personal militar debe reportarse enseguida al servicio. Se cancelan todas las licencias. Todos las reservas, contactarse con sus unidades para movilización inmediata. Civiles, se les ordena esperar por directivas adicionales; haremos los anuncios en cuanto haya más información.

Lisa dobló su jeep en dos ruedas hacia el espacioso parque de estacionamiento del cuartel general, apagando de un golpe la radio. No había podido conseguir nada en las frecuencias militares y las bandas civiles sólo seguían repitiendo la misma cosa.

Entró corriendo al C. G. mostrando su placa de seguridad y en la sala de situación oyó los anuncios clasificados.

-Los sensores todavía están captando niveles sumamente altos de energía desde las regiones cercanas a la Tierra y la Luna. Esta actividad es característica de las operaciones de transposición enemigas. Sin embargo, son de una magnitud nunca vista.

Ella vio a su padre y corrió hacia él. En el ojo de su mente estaba la Gran Flota como la había visto la última vez, o por lo menos parte de ella, dentro y alrededor de la colmena del tamaño de una pequeña luna que era la base del cuartel general de Dolza.

-No se ve bien -le estaba diciendo el almirante Hayes a un comodoro del equipo G3.

-¡Almirante!

Su padre la miró, intercambió saludos con el miembro del equipo y vino hacia ella. La tomó por el brazo y la llevó a un cuarto de conferencias. Su tono fue brusco cuando la puerta se cerró.

-¿Bien? ¿Qué pasa?

Ella respiró hondo.

-¿Padre, qué le va a pasar a la SDF-1?

Él no la reprendió por el desliz en la formalidad, como lo había hecho una vez. Pero no hubo simpatía en su voz.

-Será destruida. La vamos a obligar a alejar el fuego enemigo de la Tierra y del resto de nuestras fuerzas.

-¡No puedes!

-Lo siento, Lisa -él no parecía afligido en absoluto-. No hay otra opción.

Ella aceptó eso; había estado en el cuartel general el tiempo suficiente para comprender que su padre ya no era más un líder. Era un apologista, un muchacho del mandado para los gobernantes reales del planeta.

Ella recobró su autodominio.

-Padre, quiero pedirte un favor personal. Quiero que me envíes de vuelta a la fortaleza de batalla.

-¡No! ¡Eso es absolutamente imposible!

Ahora era el turno de ella para explotar.

-¡Mi lugar está con mi tripulación, con mi capitán! -movió su mano alrededor para indicar la futileza de la base del CDTU-. No está aquí, en un agujero en el suelo, cuando las personas con las que luché a la par me necesitan.

Él supo en ese momento que la había perdido. Por un momento vio el lugar a través de los ojos de ella y se preguntó cómo pudo haberse engañado tanto. El Gran Cañón era un engaño y los del CDTU eran hombres asustados que habían derrumbado el mundo alrededor de ellos en lugar de admitir que estaban equivocados.

Él se sacó esta idea; su juramento al servicio se puso por delante otra vez. Pero había dolor real en su voz cuando le contestó.

-Lo siento, pero...

-Pero no lo harás.

-Yo no puedo permitir que desperdicies tu vida allí arriba. Lisa, Lisa... eres mi hija.

-¡Yo soy una oficial de la RDF!

-Ya lo sé -dijo muy por lo bajo.

-¡Entonces reasígname!

Ahora la miró con furia.

-Padre o no, yo te prometo esto: si intentas salir, haré que te metan en el calabozo.

Ella apenas tuvo éxito en evitar que las lágrimas salieran de sus ojos, pero su voz fue firme.

-Sí, señor.

El almirante Hayes renunció a ganar la batalla; vio que había perdido a lo último de su familia.



Breetai levantó la vista hacia la imagen del rayo proyector.

-¿Ahora qué, Azonia?

Ella no atenuó las palabras; él no había esperado menos.

-No hay opciones, gran Breetai. Dolza intentará exterminarnos ahora que nos hemos expuesto a los micronianos. Yo me quedaré y enfrentaré a la Gran Flota. ¡Será un honor entrar a la batalla contigo, milord!

Alguna parte de él sabía lo que ella quería decir. ¿Acaso no era esta batalla lo que cualquier zentraedi soñaba, una lucha desesperada contra las probabilidades aplastantes en el choque de cañoneros tan numerosos como las estrellas? ¿No era este el Apocalipsis que los zentraedis buscaban para su versión de inmortalidad?

-Loable -dijo él-. Que ganes todas las luchas.

Ella hizo una inspiración por el gran cumplido que él le había hecho.

-¡Y tú también, Breetai!

El rostro de ella se disolvió cuando lo hizo la imagen del rayo proyector y él giró hacia otro.

-¿Khyron? ¿Tus intenciones?

Khyron, lánguido y condescendiente, aplanó su hermoso pelo azul.

-Sabes mi respuesta. Las desigualdades son demasiado grandes. ¿Para qué luchar si no puedes ganar, Breetai?

-¿Para qué ser zentraedi si no sabes la respuesta a eso, Khyron? Pero esto es como lo esperaba; yo no estaba contando contigo, de todas formas.

Y así todo quedó claro en este último momento. Khyron había sustituido el valor por la crueldad y el salvajismo que eran todo lo que él tenía. La diferencia surgía sólo en momentos como estos, pero era obvia.

Ahora la fachada de Khyron estaba rota y le gritó a Breetai echando espuma por la boca.

-¡Serás destruido! -la imagen del rayo proyector desapareció.



En su propia nave capitana, Khyron se arrojó sobre su silla de mando como un sapo herido.

-Bien, vamos -por encima de su hombro le lanzó la orden a su segundo, Grel.

-¿Qué coordenadas? -preguntó con cuidado Grel. En tal rabia, Khyron era muy capaz de azotar y matar a cualquiera que lo rodeara.

-A cualquier lugar del universo menos aquí -Khyron se ensimismó y miró con furia hacia la nada. No hubo ninguna contestación de Grel y Khyron gruñó.

-¿No me oíste?

Grel calculó con cuidado sus próximas palabras.

-Pero señor, nosotros no podemos correr.

Khyron ladró una risa irritante.

-¿Crees que no? ¡Entonces observa! -hizo una seña y los motores de su nave capitana ganaron potencia al igual que los de toda las naves Botoru bajo su mando.

Grel se mojó los labios mientras se preguntaba cómo sería mejor decirle a Khyron que él no había estado hablando figuradamente. Khyron apreciaba la práctica de decapitar al mensajero que traía malas noticias.



Breetai le prestó poca atención a las maniobras de los Botorus. Él pensaba en el entramado del espacio cercano donde las primeras perturbaciones del Cordón Cósmico anunciaron a la Gran Flota.

Una vez había sido el subordinado más valorado de Dolza -había salvado la vida de Dolza del mismo ataque invid que había matado a Zor. Pero ahora pensaba en los temblores del universo que precedían al ataque y reflexionó sobre la forma increíble en que resultaron las cosas allí en el sistema estelar microniano.

¡Escuche mis pensamientos, lord Dolza! Caer en batalla es todo lo que nosotros buscamos, desde el más alto hasta el más bajo. ¡Escúcheme bien, porque esta es la última batalla de Breetai!



En la cámara de audiencias, la gente estaba exhausta pero el maratón seguía. Las computadoras y los analistas estaban encorvados; los miembros del personal de tierra y los equipos de evaluación estaban listos.

-Dolza asumirá que ustedes son demasiado débiles para luchar -decía Exedore, todavía animado y remilgado en medio de la actividad más agotadora-. Él dividirá su flota y atacará desde todos lados, sellando cualquier ruta de escape. Pero esta maniobra les dará su única oportunidad.

-Suficiente de fundamentos; por favor sea específico -estalló Gloval.

Exedore se volvió hacia una proyección táctica luminosa que había construido con ayuda de las computadoras de la SDF-1.

-Sus naves capitanas estarán aquí, aquí, aquí y aquí, y la base móvil de Dolza aparecerá aquí; estas son mis mejores proyecciones. Si pueden destruir estas embarcaciones, eso pondrá a toda la Gran Flota en caos.

-Estrategia militar simple -murmuró alguien.

-No; la estrategia militar simple (de ataques sencillos e intensos, y números abrumadores) es lo que ha permitido que nuestras tácticas permanezcan iguales por tanto tiempo -contradijo Exedore-. Eso, y el hecho de que los zentraedis nunca hayan perdido una guerra.

El coronel Maistroff se frotó la cara con la mano como si se la estuviera lavando.

-¡Así que, para abreviar, nosotros aplastamos la cabeza de la serpiente!

Exedore asintió. Se alejó del despliegue táctico y caminó hacia el lugar donde estaba sentado Gloval.

-Con sus fuerzas de ataque desordenadas, nuestra única oportunidad de supervivencia es utilizar las fuerzas combinadas de la SDF-1 y nuestra flota de batalla. Nosotros ya sabemos del rudimentario cañón robotech en el hemisferio norte de su planeta pero lo consideramos un elemento menor cuando mucho.

Gloval se puso de pie.

-Me alegro de que ahora estemos luchando en el mismo lado -le dio la mano al hombrecito de aspecto de duende.

-Sí, yo también -Exedore giró hacia Minmei, quien miraba todo con incredulidad-. Y sin tu cantar, esta alianza entre nuestras gentes no habría sido posible.

Kyle asumió una expresión dura, los ojos cerrados, la barbilla hundida en el pecho y el labio fruncido. Pero Minmei estaba en una especie de sueño.

-¿Quién, yo? ¿En serio?

Exedore asintió despacio con su cabeza.

-Aunque yo no profeso entender a los micronianos, ahora comprendo la importancia de tu cantar. Toca recursos emocionales a los que nosotros los zentraedis antes no teníamos acceso... una valentía que está más allá del simple valor en la batalla.

Él pareció ruborizarse un poco; nada podría haberlos sorprendido más. Hasta Kyle estaba atónito.

-¿Can... cantará para nosotros? -logró decir Exedore, enrojeciendo furiosamente-. ¿Para que nosotros podamos esperar la victoria? Por favor, señorita Minmei.

-Por supuesto.

Ella se puso de pie en ese cuarto donde se estaban uniendo los planes que significarían la muerte o vida de los mundos, la supervivencia o matanza de miles de millones. Ella tomó aire y cantó con una voz tan clara como el diamante pulido.

Cantó "To be in love", una de sus primeras composiciones y una de sus favoritas. Era una canción simple y no había nada en ella de ejércitos o batallas. Era sobre la cercanía entre dos amantes.

Exedore y los tres antiguos espías estaban hipnotizados. Kyle, con los ojos cerrados, estaba frío e indiferente. Gloval, Max y Miriya, y el resto observaban y escuchaban absortos. Su voz se elevó para rebotar en el techo abovedado.

Rick también quedó fascinado al principio. El hecho de que él la había perdido no la hacía menos deseable, especialmente ahora.

Pero después le llegó un nuevo sonido, un sonido que reconocería incluso a través de las cubiertas y los tabiques interpuestos.

En las cubiertas del hangar los elevadores estaban alzando veritechs para lanzarlos con las catapultas. Para la batalla final.



Los rayos buscadores habían hecho su trabajo. Hubo una aplicación brutal de fuerza y se abrió la trama y urdimbre del universo.

Los zentraedis habían refinado su búsqueda. Esta vez no hubo una ola de inclinación cósmica de fuego incandescente. Pareció surgir una clase de nube verde en su lugar -hasta que se hizo claro que cada partícula en la nube era una nave de guerra.

Otra nube apareció cerca, y otra. Luego dos al mismo tiempo, después tres. Y pronto las estrellas se cubrieron. Fue como si de repente unos puñados de arena se hubieran convertido en feas naves de guerra. Aparecían cada vez más en densas formaciones bien ordenadas y más espesas que cualquier enjambre de colmena.



-Hay demasiadas para que los sensores las cuenten -dijo Vanessa, sudando y pestañeando detrás de sus anteojos-. Demasiadas...



-Tengo que irme -le dijo con aspereza a su hija el almirante Hayes-. Hablaremos de esto más tarde...

El altoparlante interrumpió.

-Los sensores registran actividad de destransposición inmensurable. Fuerza enemiga estimada en un millón, trescientos... corrección, dos millones cien mil... ¡Espere! ¡Espere! ¡Llegan más unidades enemigas!

Otra voz, menos histérica, interrumpió.

-A estaciones de batalla. Repito, a estaciones de batalla.

Las alarmas y las sirenas sonaron, y nadie tuvo que decir que esta vez no era un simulacro.

El almirante Hayes tragó saliva y se puso pálido.

Una red de naves de guerra enemigas estaba envolviendo a la Tierra. Estos centenares de miles oculta-ron la luz del sol cuando aparecieron para tomar posición para el último combate.



La cara de Claudia apareció en un visor del tamaño de una pantalla de cine de la sala de audiencias.

-Capitán Gloval, el monitor tres muestras las posiciones enemigas sobre el hemisferio occidental.

La vista apareció. Las siniestras naves de guerra todavía entraban a raudales desde la nada a la órbita de la Tierra. Sus nubes a la deriva se extendieron, establecieron intervalos y se desplegaron para cubrir todo. Grandes manchas verdes de flotillas espaciales formaron racimos de pintas en el cuadro.

-Bueno, me temo que esto es todo -dijo Exedore. Parecía como si el planeta estuviera cayendo en una fotografía acelerada bajo la infección leprosa del verde de combate zentraedi.

Minmei sólo podía mirar, había olvidado su canción. Max y Miriya se tomaron las manos; él estaba agradecido por haber tenido el tiempo que ellos habían estado juntos. Incluso Kyle estaba espantado.

Si había alguien allí que estuviera de humor para la escena, ese era Rick Hunter. Él observó a la Gran Flota esparcirse y crecer. No había nada que perder. De acuerdo: sería una gran lucha.



Breetai, con la vista fija en las pantallas que todavía funcionaban en su puente, observaba con espanto. Fue la operación de transposición más grande de la historia para un solo combate, y sucedió meticulosamente. Dolza estaba haciendo todo bien hasta ahora.

La mandíbula con aspecto de risco de Breetai se endureció. Los movimientos de apertura y los de cierre del juego eran dos cosas diferentes.



El cielo nocturno sobre la Base Alaska era más claro por los reflejos de la luz solar en los claros vientres de las naves de guerra que ocupaban la órbita. Las estrellas estaban ocultas, miles a la vez.

Lisa oyó que su padre gimió cuando vio las pantallas. Ella se dio vuelta y vio por su expresión que él comprendió, demasiado tarde, que los informes de la fuerza de los extraterrestres eran exactos y que cinco millones de naves eran muchas más de las que había previsto alguna vez.

Traducido por Laura Geuna
www.robotech.org.ar

Prólogo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25

VOLVER A LA PAGINA PRINCIPAL | VOLVER AL INDICE DE NOVELAS