Saga Macross - Force of ArmsPrólogo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25
He visto antes a gente como Lynn Kyle. Estoy preparado para creer que él odia la guerra; ¿quién entre nosotros no lo hace? Del cuaderno de bitácora del capitán Henry Gloval. ¡Qué agujero despreciable! Lynn Kyle extendió los brazos para abarcar Ciudad Granito, que se encontraba a un costado, y los pedregales que la rodeaban. Minmei estaba sentada con desaliento sobre un pedazo de aleación zentraedi oxidada, abrazando sus rodillas contra su pecho. Tenía una chaqueta puesta sobre los hombros por el fresco de la noche y lo observó tomar otro trago de la botella de coñac que estos días parecía ser su compañera constante. Las cosas habían ido gradualmente cuesta abajo desde que Vance Hasslewood ascendió en el mundo para convertirse en agente de reservaciones y aspirante a productor teatral, dejando que el primo, coprotagonista y amante de Minmei se hiciera cargo de los deberes de representante. Los intereses de Lynn Kyle iban mucho más allá del negocio del espectáculo, y había llegado a comprender que su propia fama y popularidad eran sólo un reflejo pálido de las de ella. Ahora hizo una pausa. -¡El registro más miserable hasta ahora! -después empinó varios tragos más, logrando que ella hiciera una mueca de dolor. Kyle se limpió la boca en el reverso de su mano y manchó el puño púrpura de su traje -¡Salgamos de este distrito! ¡Es asqueroso! -¿Tienes que beber tanto? Él tenía los ojos rojos y estaba casi al borde, pero igual ella dijo lo que estaba en su mente; lo había pospuesto por mucho tiempo. -¡Oye, no cambies el tema! -la rebajó-. ¡Ni siquiera nos dieron dinero! ¡Esto es todo nuestro sueldo! Pateó una caja deteriorada de cartón; de ella salieron algunos productos enlatados, jabón de tocador y cosas por el estilo, unas cuantas verduras... la misma ración con la que todos los de Ciudad Granito sobrevivían. Aunque Granito se negaba a reconocer la autoridad del nuevo gobierno de la Tierra, el gobierno le daba toda la ayuda que podía; sin ella, la ciudad no podría haber seguido funcionando. -¡Una apestosa limosna de nuestros monarcas militares! -¿Y qué más necesitamos para sobrevivir? -preguntó ella mirándolo a los ojos. Dos años con Kyle la habían hecho más vieja, mucho más vieja. -¿Pensaste alguna vez en recibir algo de efectivo, para variar? -gruñó él. Ella se puso de pie ajustando la chaqueta contra su cuerpo. -¡No, no lo hice! Decidió que si iba a haber otra discusión, esta vez ella sacaría unas cuantas cosas de su mente. -¡Se suponía que este era un concierto de beneficio para esas pobres personas que están intentando hacer funcionar sus vidas en Granito, y no un gran salto en la carrera de Lynn Minmei! Ella lo había atrapado y ambos los sabían. La furia de él de pronto pareció una charla insustancial, y se arrepintió. -Oh, vamos, Minmei. Sabes que no quise decir nada así -no fue completamente una queja, pero eso sólo la hizo detestarlo más. Ella se arrodilló y empezó a recoger las cosas que él había desparramado, sacándoles la suciedad. -Nosotros cobramos como lo hacen todos los demás, con las cosas que nos mantienen vivos. Creo que deberíamos mostrar un poco de aprecio. Eso lo hizo toser con la boca llena del coñac que estaba tragando. Casi terminó la botella y su humor cambió por completo, tan rápido como solían ser sus movimientos de artes marciales. -¿Aprecio? ¿Tengo que apreciar la gran mentalidad militar que nos llevó a esto? -abrió los brazos como para abrazar al mundo destruido. Ella se enderezó y lo miró de frente. -Atacaron a la Tierra y ella se defendió. No quiero escuchar que nadie critique al ejército. Si no hubiera sido por ellos, yo no estaría viva en este momento. Y ya que estamos, tú tampoco. Así que llegamos al centro de la cuestión -pensó él, un poco aturdido. Aquel momento en la SDF-1 cuando la besó, con un planeta agonizando a sus pies y grandes flotas aniquilándose entre sí, había quedado dos años atrás. Y todavía se repetía una y otra vez en su memoria, tan fresco como si hubiera sucedido esa tarde. Un secreto ardía en él como un horno reflex, uno que Kyle nunca iba a poder admitir ante ella ni poner en palabras para sí mismo: él había saltado de alegría en ese momento, y al mismo tiempo se había sentido asqueado por eso. ¡Le había encantado! El drama lo había fascinado por completo, lo había envuelto en la batalla. Había dejado de lado todas las convicciones que alguna vez tuvo y disfrutó lo que estaba pasando. Él había deseado con toda su alma la victoria humana. Su padre había sido un soldado; los dos restaurantes familiares habían provisto de comida al mercado militar. Lynn Kyle desdeñaba todo eso, desdeñaba al ejército, al gobierno y a la autoridad en cualquier forma. Pero cuando todo se redujo a la cuestión de ver morir a su planeta y a su gente, él había salido a apoyar al equipo local, tan despreciable y con las garras y colmillos tan enrojecidos como cualquiera de ellos. Él nunca había perdido una pelea desde que su padre lo aporreó y avergonzó para que aprendiera las artes marciales. De hecho, se había convertido en un genio del combate sin armas. Pero esta competición contra sí mismo era una que se sentía predestinado a perder. Como él se odiaba, tenía que lograr que Minmei lo odiara. Él había visto que el ejército -con la SDF-1 y Macross como base de poder, y Breetai y sus zentraedis como aliados-, estaba destinado a ser la fuerza que reuniera al planeta. Pero se resistía a eso por completo, lo que lo hundía cada vez más profundo en la desesperación, al tiempo que el inmenso movimiento democrático que él había previsto se desvanecía en unas cuantas promesas lastimosas. Así que si esta iba a ser la discusión que se había estado creando entre Minmei y Kyle durante tanto tiempo, que así fuera. Convirtió su cara en una máscara fea con una compleja sonrisa de desprecio. -Estás rompiendo mi corazón -tragó lo último del coñac. Estás rompiendo mi corazón.
A veinte metros de distancia, detrás de un pedazo de cornisa rota en la cima de una loma, Rick Hunter estaba agachado con la espalda contra la piedra fría escuchando a Minmei y Kyle. Estaba sentado inmóvil como una piedra, o como uno de los pedazos de mechas muertos que ahora plagaban el mundo. -¿Debes seguir bebiendo? -dijo Minmei-. ¡Se te está yendo de las manos! Kyle levantó la botella y dejó que las últimas gotas cayeran en el suelo que no había probado la humedad en dos años. Después la arrojó alto, se lanzó al aire para una patada girando hacia atrás, lanzó un grito desde muy profundo en su interior, giró dos veces e hizo estallar la pequeña botella de coñac como si fuera un tiro al blanco. Los pedazos de vidrio oscuro aterrizaron a los pies de Minmei. Ella miró a Kyle con firmeza. -¿Eso te hizo sentir mejor con respecto a ti? ¿Cómo puede herirme tan fácilmente con sólo una palabra o dos? -él se preguntó confundido. Su humor volvió a cambiar y en él surgió un afecto interminable por ella. Después de todo, ella era la suma de su vida. Lynn Kyle vio que todo lo que había logrado en la vida era conseguir que Minmei lo amara. Pero el humor de Minmei iba en un columpio diferente. -Sin importar lo que pienses de la RDF, allí hay muchos hombres y mujeres buenos -dijo llanamente-. Personas mucho mejores de lo que tú eres ahora. El momento, que podía haber sido una reconciliación y un nuevo comienzo, se fue para siempre. Kyle otra vez pasó el reverso de la mano por su boca. Está bien; también podríamos hacerla completa. -¿Qué se supone que significa esa broma? De hecho, Minmei le estaba sacudiendo un puño. -¡Significa que ellos están intentando reconstruir la Tierra, mientras todo lo que tú haces es beber y sentir lástima por ti! -¿Ah, sí? ¡Bien, yo hice un buen trabajo al hacerme cargo de tu carrera, señorita superestrella! Ella había gritado un momento antes; ahora su voz era baja. -Entonces tal vez será mejor que nos separemos, Kyle. Así tú podrás cuidar tu propia carrera -envolvió su chaqueta rosa alrededor de ella. La habían herido hasta que su paciencia desapareció, y ahora sólo quería herir en revancha. -Yo no comprendí que te debía todo a ti, Kyle. Él sacó sus manos en un gesto de disuasión. -Espera, espera. Yo no quise decir... no quise decir que quería separar nuestra sociedad. "Sociedad" era una palabra débil para lo que ellos habían tenido, pero de algún modo el vocabulario del amor quedó aplastado por el vocabulario de la discusión. Él sintió que algo se escapaba mientras hacía la selección de palabras. Ella respiró hondo y lo miró a los ojos. -Quizá no, pero es lo que yo quise decir. El compás de las emociones de Lynn Kyle giró una última vez y su boca se volvió una línea recta y delgada. -¡De acuerdo, vete! ¿Quién te necesita? -pateó la caja vacía alto en el aire.
Rick Hunter no sabía qué sentir con exactitud. El hecho de que Kyle hubiera alienado a Minmei podía haber sido agradable desde cierta distancia, pero era molesto de ver a corto alcance. Y después estaba toda la cuestión de salir e intervenir. Rick no se hacía ilusiones de poder enfrentar mano a mano al alto especialista en artes marciales rápido como una cobra, y además se había olvidado de traer consigo la pistola de supervivencia del paquete de eyección de su VT. De repente la radio portátil zumbó en el bolsillo de su muslo. -¡Comandante Hunter, conteste por favor! -era la voz de Vanessa que transmitía desde la oxidada SDF-1. Él había bajado el volumen cuando salió hacia el borde de los pedregales siguiendo las pistas para encontrar a Minmei. Levantó el portátil hasta su oreja. Parecía que Minmei y Kyle no habían escuchado nada. Apretó el interruptor de transmisión. -Estoy aquí. -Señor, tiene orden de llevar a su formación a Nueva Pórtland. Un distrito residencial está bajo el ataque de varios malcontentos zentraedis. -Malcontentos -así era como los llamaba el gobierno del nuevo mundo hasta ahora. Pero aquellos que hicieron el juramento del guerrero zentraedi y le dieron la espalda a la sociedad humana eran mucho más que malcontentos. Ellos sólo tenían que salir a los pedregales, seguir caminando y encontrar la nave naufragada correcta. Si tenían suerte, iban a encontrar armas, mechas, raciones, agua y refugio. Rick osciló por un momento en un dolor tan preciso que desafió cualquier teoría aleatoria del universo. La mayor parte de lo que él creía lo impulsaba a llegar a Nueva Portland con toda la velocidad posible. El resto le decía que se quedara allí, porque ese era el momento en que él podía recuperar a Minmei. Pero apretó otra vez el botón de transmisión del portátil. -¿Qué armas? -Tres trajes de batalla y cuatro pods, un total de siete -contestó la voz de Vanessa. Eso no era mucho según veía Rick, pero tuvo que admitir que las cosas probablemente parecían un poco diferentes desde un centro neurálgico de coordinación mundial como la SDF-1. Estos eran zentraedis que habían desertado al lado humano en la Guerra Robotech. Alguna vez fueron aliados. Se acercó el receptor de voz del portátil y habló suavemente. -Yo me haré cargo de eso. ¿Cuál es el estatus de la formación Skull? Cambio. -Están acortando su alcance actual y se reunirán con usted en Nueva Portland. Fuera. Apagó el portátil antes de que el sonido de la estática pudiera delatarlo y corrió hacia su nave. Que apareciera una crisis tan apremiante para que él pudiera olvidarse durante un tiempo de Minmei fue como una liberación. Dejó solos a los dos Lynn y no pudo evitar desearles lo peor. Cuando su VT despegó en modo guardián, Rick vio la figura diminuta y distante de Kyle caer de rodillas ante Minmei. Ella se dio vuelta, abrió los brazos y acunó su cabeza sobre su pecho. Rick encendió el acelerador y su VT dejó un sendero de fuego azul en el cielo.
Lisa miró a través de su ventana el deteriorado casco de la SDF-1. Debajo de él había una próspera ciudad en crecimiento, pero su presencia a todos le recordaba la guerra. -¡Hmm! ¡Qué vista! Como para levantar el ánimo, vestía una blusa ajustada con cuello alto doblado. Cada tanto se permitía vislumbrarse en un espejo de cuerpo entero allí en su recinto y admitir: ¡no está mal! En realidad, la SDF-1 tampoco tenía mal aspecto. En gran parte era porque en ese lugar iban a bajar a la SDF-2, de espaldas a ella, en un día más o menos. Lang y sus discípulos habían encontrado una forma de mover los enigmáticos motores sellados de una a la otra. Lisa oyó las sesiones de información, pudo entender algo de la matemática que Lang garrapateó sobre cada superficie plana que tenía a mano y tenía fe en él, pero todavía pensaba que su nueva asignación era un poco incierta. El teléfono sonó para llamar su atención. Ella levantó el auricular. En segundos Vanessa le dio la noticia de la incursión en Nueva Portland y se apuró a ir hacia la puerta.
El ocaso y una lluvia helada llegaron mientras los zentraedis saqueaban Nueva Pórtland. Habían cortado una franja de destrucción desde el disminuido Lago Oswego hasta el que una vez fue el gran Río Columbia. Los pods disparaban y devastaban sin misericordia. La milicia y la policía local eran víctimas al igual que los civiles; en las primeras horas de su alboroto, los malcontentos extraterrestres mataron a más de cuatrocientos hombres y mujeres de varias jurisdicciones, departamentos policíacos y unidades de guardia. Incendiaban edificios con un simple toque del cañón de su peto, y aplastaban casas y personas debajo de los grandes pies apezuñados de sus pods. Los tres líderes aparecieron en el centro de Nueva Pórtland. El humo negro se agitaba alrededor de ellos y los gritos de los moribundos hacían eco en las calles lavadas por la lluvia. La sangre corría en las canaletas. Desde la noche arremetieron los VTs del escuadrón Skull bajo el mando de Ransom. La robotecnología los hacía luchadores de todo clima, tan peligrosos en la oscuridad como lo eran en la luz. -Nadie dispara a menos que tengan un blanco confirmado; hay civiles ahí abajo -dijo Ransom. Justo en ese momento Nueva Portland apareció a la vista, ardiendo como una sartén de metal fundido. El humo salía de ella formando espesas capas que devolvían una luz roja. -¡Mi Dios! Esto es horrible... -comenzó Bobby Bell. -Cállese, sargento -interrumpió Ransom-. Todos los VTs fórmense detrás de mí. Bajemos y detengamos esta cosa. ¡Y cuiden sus provisiones!
Jeanette LeClair y su mejor amiga, Sonya Poulson, corrían de la mano por las calles mojadas de Nueva Pórtland, temblando en la fría lluvia, llorando por los seres queridos que habían muerto y sus pulsos martillando porque la muerte les pisaba los talones. Un mes antes, el cumpleaños de Jeanette de la había traído ocho años; el de Sonya, cuatro días después, las había emparejado. Un battlepod zentraedi salió corriendo detrás de ellas a la vuelta de la esquina. Pateó un semáforo a través de una pared de ladrillo, cortó los cables eléctricos y después les apuntó con sus armas. Jeanette cayó y Sonya quiso seguir corriendo, pero vio que no podía. Se dirigió a su amiga para tratar de ayudarla, pero también cayó y las dos se quedaron en la calle de guijarros lavada por la lluvia mientras una gran pezuña redonda de metal bajó hacia ellas. Ellas lloraron, se abrazaron y esperaron morir. El pod hizo una pausa en el acto de pisotear a más víctimas. El torso blindado en forma de lámpara se dio vuelta como si escuchara algo. Jeanette y Sonya no podían saber que estaba recibiendo un mensaje urgente de uno de sus compañeros. -¡Atención! ¡Atención! ¡Se acercan naves caza enemigas! ¡Fórmense para tomar acción defensiva! Las dos niñitas levantaron la vista hacia la gran pezuña y comprendieron que se estaba apartando. El pod se dio vuelta en segundos y salió a los saltos montado en los propulsores de sus pies hacia un destino que ellas ni siquiera podían imaginar. Momentos más tarde, el trueno bajó del cielo cuando los VTs del escuadrón Skull llegaron a toda velocidad. Las dos niñas se ayudaron a levantarse. Los edificios se sacudieron y las ventanas se rompieron por el estampido sónico cuando los cazas de la RDF hicieron una pasada vengadora. Las voces de las niñas quedaron muy disminuidas en medio de todo eso, pero ellas de todas formas aclamaron. Los pods escogieron la batalla directa y arremetieron en grupo disparando los cañones primarios y secundarios que estaban montados en sus petos blindados. Eso le venía bien al escuadrón Skull; volaron bajo en modo guardián como águilas de cacería y atravesaron el intenso fuego del suelo aferrando sus automáticas. -Vamos a darles -dijo Ransom. -¡Seguro, pero tenemos que sacarlos de la ciudad! -gritó Bobby Bell. Él tenía razón y la formación se dividió mientras intercambiaba disparos con los pods alborotadores. Los guardianes retrocedieron y los pods dispararon con todas las armas, lanzaron cohetes y los persiguieron saltando como canguros. Traducido por Laura Geuna |
Prólogo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25