Saga Macross - Force of ArmsPrólogo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25
Dejando de lado los mitos de la modestia generosa y la humilde obediencia a los ideales, no hay ninguna cultura guerrera -ni siquiera la cultura samurai japonesa, la caballeresca medieval, ni ninguna otra-, que no tenga, según un escrutinio sucinto, un lado cruel y completamente práctico. Igual de universales son el egotismo y la hipócrita complacencia en prescindir de todo el idioma ampuloso y las promesas poéticas cuando el austero negocio de la vida y la muerte está al alcance de la mano. Altaira Heimel, Mariposas en Invierno: las relaciones humanas y la Guerra Robotech. La súper fortaleza dimensional rondaba cautamente por el vacío, vigilante contra un ataque y al mismo tiempo resignada a batallar como sólo un veterano experimentado podía estarlo. Muchas veces los zentraedis habían venido a presionar la batalla sobre la nave y lo iban a hacer otra vez. Por ende, entre altercado y altercado había que vivir la vida con mucho más que plenitud. La muerte andaba rondando -la guerra había durado años; ya nadie de a bordo pensaba que era difícil que la próxima vez saliera sorteado su número. En el centro de Macross había un parque que los habitantes habían arreglado con amor y cuidado casi hoja por hoja de césped. Arriba había una tarde de verano terrestre, cortesía del sistema EVE. Hasta había sonidos de grillos -descendientes de mascotas afortunadas que de algún modo habían sobrevivido a la guerra. Max Sterling paseaba bajo un farol cerca de la Fuente de la Paz que fluía y borboteaba a unos cuantos metros de distancia. Verificó su reloj por séptima vez dos minutos. -Cielos; son casi las nueve. Espero que ella esté bien. Estaba preocupado porque Miriya no aparecía -en realidad estaba más preocupado por que ella apareciera. Él era un joven de aspecto común que se enderezaba la corbata esperando que su única chaqueta informal no pareciera demasiado gastada y que recordó con una súbita sensación de hundimiento que se había olvidado de recoger las flores que había pedido. No sabía que la muerte cazaba a pie y estaba a punto de dar el zarpazo; no sabía que durante varios segundos esos ojos crueles lo estaban mirando desde las sombras. -No puedo creer que le haya pedido que nos encontráramos en el parque... -murmuró-. ¡A una chica, de noche! Podrían asaltarla o algo. De hecho, el crimen callejero en Macross era casi inexistente, y los castigos eran tales que la reincidencia era prácticamente nula. Pero esa clase de razonamiento no significaba nada para un joven que esperaba a la mujer que lo tenía hipnotizado, extasiado, cautivado. La mujer que había conocido sólo unas horas antes. Una mujer que estaba parada en la oscuridad lista para matarlo. Después escuchó la voz de ella y pasos que corrían detrás de él. -¡Maximilian, prepárate para tu sentencia! -era una traducción literal de un grito de guerra quadrono. Miriya había llegado mucho antes al lugar; lo había visto llegar y lo había observado. Se había propuesto matarlo a la hora precisa en que habían programado su encuentro, un cuarto de hora antes. Pero ella sólo lo había observado, odiándolo cada vez más, pero sintiendo extrañas sensaciones dirigidas a él de una forma misteriosa que no podía comprender. Ella trató de convencerse de que simplemente estaba estudiando los movimientos de su enemigo y sus posibles vulnerabilidades, y combatió el agrado que sentía de verlo en movimiento. Se dijo a sí misma que sólo estaba esperando el momento más oportuno; y aunque esa parte del parque estaba absolutamente desierta, dejó que los minutos pasaran. Miriya observó sus ojos, sus labios, la manera en que él se movía. Sintió un temblor en su propio cuerpo que ninguna disciplina militar de cuerpo y mente que ella conociera podía sosegar. Pero al final, gracias a una tremenda aplicación de voluntad, se lanzó a la batalla. Claro, Max no sabía nada de todo eso. Al principio pensó que era alguna clase de broma. Vio que ella arremetía contra él con la gracia rápida de una pantera y un cuchillo reluciente en alto. Las pesadas ondas del pelo verde de Miriya chasqueaban y volaban detrás de ella como una bandera. Todavía llevaba el traje marrón, las botas de tacos altos de cuero azul y el echarpe amarillo en su garganta. Sus ojos miraban con locura. Ella era quadrono, una guerrera zentraedi, y aun así este humano miserable la había hecho vacilar -¡la había hecho sentir debilidad donde una vez sólo había habido fuerza! Pero eso se acabaría; Sterling iba a morir para expiar el pecado de derrotarla y ella volvería a ser Miriya la invencible. Max dijo con torpeza una pequeña bienvenida que había ensayado y mostró en su rostro su singular media sonrisa habitual. -Miriya, qué bueno verte... me alegra que pudieras... ah... Dijo eso mientras ella se dirigía hacia él haciendo brillar la hoja del cuchillo. El cuchillo era una especie de cruza híbrida entre un tanto de estilo Japonés y uno de los modelos de caza Randall de largo medio con guarda redonda. Ella vio que todavía tenía mucho terreno para cubrir y, temiendo que él pudiera eludirla, se lo lanzó al mismo tiempo que manoteaba su segundo cuchillo. Los cuchillos en realidad no se parecían a las armas zentraedis a las que estaba acostumbrada, pero el balance y el peso no eran muy diferentes. Aunque un arma de fuego habría sido más rápida, su candente necesidad de venganza había hecho que Miriya escogiera un arma más tradicional. Tenían que ser los reflejos, los músculos, la lucha cara a cara y el frío acero los que establecieran su triunfo sobre el odiado humano. Y en ese momento Max Sterling comprobó que todas aquellas matanzas aéreas no eran ninguna clase de coincidencia. Sus respuestas psicomotoras eran las más rápidas que los médicos de la SDF-1 habían medido -su coordinación y sus reflejos eran inauditos. Max todavía estaba tratando de deducir sobre qué estaba hablando ella cuando su cuerpo vio el destello del acero, entendió y se agachó; él hizo lo mejor que pudo para recordar el pequeño discurso torpe y algo romántico que tenía intención de hacerle cuando esos reflejos de combate supremos y algo particulares lo interrumpieron. Su evasión fue apenas una vacilación de movimiento; el cuchillo lo pasó brillando para aterrizar sólidamente en un tronco del árbol. Esta era la primera vez que ella fallaba. Pero siguió atacándolo. Aturdido, Max la vio arremeter con precipitación contra él. Ella tiró la funda del primer cuchillo; aterrizó en el césped sin hacer ningún ruido. -¿Oye, estás loca? -de pronto todo había caído en su lugar dentro de él; él ya la amaba mucho, pero el Sterling físico, la parte que lo hacía insuperable, le estaba transmitiendo advertencias y actualizaciones de amenazas que hicieron poner en movimiento a su cuerpo. Ella sacó un segundo cuchillo enfundado del bolsillo delantero de su traje. -¡Yo soy la Líder quadrono, Miriya Parino: guerrera zentraedi! -Aquí va nuestra primera cita -Max tragó saliva. Pero algo en él ya había cambiado; su equilibrio estaba adelante, en la punta de sus pies -casi se sentía ingrávido- y sus manos estaban fruncidas en los puños más rápidos de la SDF-1. Pero todavía estaba loco por ella; se mantuvo refrenado cuando todos sus impulsos eran de contraatacar. Algo tan pequeño como un intento de asesinato no iba a poder alterar el hecho de que él estaba desesperadamente enamorado de ella. Ella lo había visto caminar, oyó su preocupación por ella. Los lánguidos temores humanos -¡por la seguridad de un supuesto ser amado, válgame dios!- eran tan despreciables y trastocados, pero aun así... En algún lugar muy dentro de ella supo, con un conocimiento claro y puro, que la preocupación de Max era un reflejo de su consideración por ella. ¿Quién más, en el curso de su excepcional carrera militar, había mostrado alguna vez tal interés simple y amoroso por el bienestar de Miriya Parino? Nadie. Nunca. Ese pensamiento la espoleó, la lanzó hacia delante para asesinar. La funda siseó brevemente por el roce metálico y la hoja brilló con perversidad bajo los suaves faroles del parque. -¡Eres tan necio! ¡Lucha por tu vida! Había algo asquerosamente vulnerable y adorable en los ojos de él; la expresión con que él la miraba era indigna de cualquier guerrero serio... pero minó tanto su determinación. En el interior de ella ya ardía un fuego tan caliente y poderoso como cualquier motor de protocultura. ¡Mátalo! ¡Mátalo, enseguida, ahora! Antes de... antes de que él pueda... -¿Mi vida? ¿Pero por qué me atacas? -Max preguntó confundido; pero su cuerpo ya estaba listo. Los dos estaban tan compenetrados en el lenguaje físico de la lucha mano a mano que era inevitable una pelea. Ella levantó como un esgrimista el lustre de la hoja hasta su línea de visión de modo que ambos pudieran observar su frío resplandor. -¡Yo tendré mi venganza! La mano de él fue al puño del cuchillo incrustado en el tronco del árbol y ella hizo nuevos cálculos basados en él con un arma. Sterling en posesión de un cuchillo era mejor según lo que pensaba Miriya; quería matarlo en una lucha de iguales condiciones, quería humillarlo como él la había humillado a ella... antes... antes de que él pudiera... La mano de él se separó del mango del cuchillo -con mucha renuencia, lentitud y deliberación. Él regresó hasta donde estaba ella. -Me temo que no sé de qué se trata todo esto -dejó el arma a un lado cuando podía haberla tomado. Su vida estaba en peligro pero, visto de otra forma, su vida estaba allí, mirándolo fijamente con un cuchillo en la mano; era la persona, estaba seguro, sin la que no iba a poder vivir. Me pregunto cuál será el castigo de la corte marcial por enamorarse del enemigo. -¿Qué quieres decir con 'venganza'? Si eres una zentraedi, entiendo por qué nosotros tenemos que... que luchar -apenas dejó salir la voz-. ¿Pero por qué quieres venganza? Ella sostuvo en alto el cuchillo corto de estilo tanto, una brillante y filosa espada samurai en miniatura que reflejaba la luz como un espejo. -¡Yo... tengo... razones! -dijo eso y saltó hacia él, rápida como cualquier gato de la selva. Pero las emociones y presentimientos de Max Sterling estaban sujetos a una súbita sobrecarga; el cuerpo y los reflejos se hicieron cargo. Un filo tan fino que habría cortado un pelo que flotara en el aire hendió el punto donde él había estado parado con un silbido seco y siniestro. Max ya estaba en el aire. Ella soltó una palabrota zentraedi por la frustración mientras lo miraba lanzarse de cabeza y cambiar a una seguridad momentánea. Él giró hacia ella cuando fácilmente -y más sensatamente- podría haber corrido por su vida. -¿Miriya, qué es lo que te hice? Ella no había pasado por alto la decisión de él de quedarse cuando sería más aconsejable correr. Como una valkiria volvió a alzar la hoja del cuchillo con la intención de que lanzara rayos de luz. -Me derrotaste. Y tú ni siquiera sabes quién soy, ¿no es cierto? -giró el cuchillo, en guardia, para que entre ellos hubiera un sendero delineado de luz-. ¡Soy la mejor piloto zentraedi! ¡Y no voy a ser humillada por un insecto humano! Se arrojó hacia él cortando el aire con el acero afilado. En menos de un segundo ejecutó dos magistrales movimientos de lucha cuerpo a cuerpo que habrían destripado a un rival menor. Pero Max Sterling simplemente no estaba allí. Él no contraatacó, pero evitó que los cortes y los empellones como una sombra. Miriya quedó especialmente enfurecida cuando vio que él no estaba aterrado, sino más bien desconcertado; cuando vio que él todavía sentía lánguidas emociones humanas por ella. Ella combatió los caóticos impulsos que estallaban en su interior. Apuñaló de nuevo, pero el cuchillo siseó a través del espacio vacío otra vez. Y ella empezó a conocer un cierto temor. ¡Por la protocultura! ¡Él era tan rápido! Su miedo no tenía nada que ver con morir; ella era zentraedi. En esta batalla, la más extraña de su vida, ella no estaba segura de cuál era ese último y más horrible de los terrores, el miedo que de algún modo estaba limitado a Max Sterling. Ella se había formado muchas imágenes mentales mientras se preguntaba cómo sería este demonio de la guerra; ninguna de ellas se parecía a la verdad. -¡La primera vez tuviste suerte! ¡La segunda vez fue tu última victoria! -ella le lanzó un corte y falló por poco; Max lo esquivó con esa misma velocidad misteriosa. -¡Nada puede salvarte ahora! -siseó Miriya-. ¡Yo te derrotaré! -se lanzó a él con el filo sediento de sangre dando la vuelta en un arco eviscerante. Traducido por Laura Geuna |
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