Saga Macross - Force of Arms

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Capitulo 25

Después de todo, para los zentraedis la vida pacífica y la desconexión de su cultura bélica fue una profunda lucha, un tipo de batalla sublimatoria a la que ellos podían lanzarse. Durante un tiempo estuvieron contentos con eso, al igual que estaban satisfechos con cualquier otro conflicto.
¿Es de asombrarse, entonces, que después de ganar la batalla tantos de ellos comenzaran a caer presa de una ansiedad frustrada? La lucha por la paz puede ser noble, pero como nos dicen la historia y la leyenda, el que nació guerrero debería tener cuidado con el desastre de la victoria total.
Y lo mismo aquellas sobre él.

Zeitgeist, La sicología extraterrestre.

Los VTs dejaron de correr en las colinas de las afueras de Nueva Pórtland y los mechas chocaron en serio.

Casi por instinto, los pods avanzaron de frente para establecer una línea de disparo. Los guardianes picaron hacia ellos y las lanzas albiazules de los rayos de energía pelearon contra los chorros de balas de alta densidad iluminadas por los trazadores.

Una salva de fuego concentrado de cañón extraterrestre arrancó el brazo izquierdo del guardián de Ransom.

-Estos fulanos sí que quieren luchar -dijo severo. Dio vueltas para tratar de controlar el daño y les lanzó una cantidad de stilettos.

¡Idiotas, ya no pisotearán más niñitas! ¡Veamos como se las arreglan con uno de su tamaño!



-Esto se podría definir como abandono del cargo, comandante -dijo la voz de Lisa en la oreja de Rick.

-¿De qué estás hablando?

-¿Dónde estabas? -preguntó con frialdad.

-Eh, en reconocimiento -la culpa lo hizo agresivo-. Está dentro de las pautas de la misión. ¿Por qué, alguna objeción?

En el centro de mando, Lisa bajó la vista hacia los últimos perfiles del localizador de aeronaves militares de la red satelital. Él había aterrizado cerca de Ciudad Granito. Ninguna sorpresa.

-Yo objeto cuando usted arriesga las vidas de los hombres bajo su mando, Hunter.

Él no pudo evitarlo; las experiencias acumuladas del día lo hicieron perder el control como ningún aviador de combate frío y competente se suponía que debía.

-¿Cuál es tu maldito problema, Lisa?

-¡Tus hombres están en combate y se supone que tú los estás liderando, tú, grandísimo idota! -gritó en el micrófono y después lo desconectó.

Bueno, ya. Discutieron sobre todo en una red de comunicaciones oficial, menos sobre lo que en verdad los estaba separando. Qué satisfacción.

-Oh, ese hombre -ella se alejó sigilosamente de la consola de comunicaciones.

-Escóndanse, escóndanse -Vanessa le cantó en un susurro al resto del Trío Terrible.

-Me pregunto qué hizo esta vez el comandante Hunter para causar la explosión -Sammie parpadeó.

-No importa lo que fuera, parece que cuando vuelva quedará a dieta estricta de indiferencia -contestó Vanessa.

Kim se quitó el auricular y se volvió hacia ellas.

-No lo sé; ¿ustedes creen que ella realmente lo ame?

-¿Quieres decir que no has oído la última chismografía? -Sammie casi se retorció en su avidez de contarlo-. Dicen que ella limpia su casa. ¡Sí, sí, limpia! Mientras él está en la patrulla. Y él ni siquiera la saca a pasear ni nada.

El Trío Terrible tuvo pensamientos venenosos hacia el género masculino.

-Es difícil creer que Lisa se atara a algo así -Kim se abanicó suavemente con la mano-. ¡Ella es demasiado inteligente!

-¡Pero espera! ¡Eso no es todo! -Sammie la tomó del brazo.

-Cuidado -murmuró Kim, echando una mirada de costado-. Nos están observando.

-Oh-oh -Sammie se apuró a ponerse otra vez los audífonos.

Lisa las miraba con resignación.

Prosigan, muchachas; no las culpo. Supongo que es divertido.



El cañón del pod regó con disparos concentrados el tormentoso cielo nocturno. El guardián se deslizó de costado y contraatacó con su cañón automático.

-¿Es que estos tipos nunca se rendirán? -dijo Bobby Bell entre dientes.

Pero había un cierto temor en eso. Los zentraedis que volvieron a su código de guerra, a su sistema de creencia de muerte antes que la derrota, eran enemigos para ser tomados en serio.

Y después apareció una cara familiar en una pantalla de despliegue del panel de instrumentos.

-¿Cómo les va, muchachos? -preguntó Rick Hunter con elaborada soltura. Era la herencia; volaba en medio de una batalla candente y parecía que eso era todo lo que podía hacer para mantenerse despierto.

-Jefe, tenga cuidado -contestó Bobby -. Estos muchachos son asesinos.

El VT de Rick picó a través de la lluvia en configuración guardián como un halcón propulsado.

-Está bien. Ahora me haré cargo. Ransom, Bobby; todos ustedes retírense y quédense fuera de vista.

Se acercó a ellos como se había acercado a centenares de pods -miles- desde el primer día que pisó una cabina VT. Zigzagueó entre sus disparos, rebotó sobre el suelo y saltó alto con las piernas robotech.

Las explosiones de energía vagaban alrededor de él.

-Última oportunidad -transmitió en la frecuencia táctica zentraedi-. Cesen el fuego y entreguen sus armas.

De haberlo hecho, habrían sido los primeros malcontentos en realizarlo. Pero en cambio, como todos los demás, dispararon con mucha más furia.

Él se preguntó cómo se habría sentido si sus posiciones hubieran estado invertidas. La raza humana estaba perdida y se revolcaba en sus propias cenizas, ¿pero cuánto más los desertores zentraedis?

Aunque sólo se lo preguntó por un momento; había vidas en peligro.

El líder Skull entró detrás del estallido sostenido de su cañón automático; los trazadores iluminaron la noche y volaron la pierna un pod en astillas metálicas. Cuando el pod se derrumbó, Rick se ladeó y aterrizó en modo battloid detrás de un saliente de piedra.

Un guerrero ultra-técnico blindado de dieciocho metros de alto se elevó desde atrás de la piedra con un cañón automático agarrado en su puño.

-¡Por última vez, les ordeno que bajen sus armas!

Vio que la boca del cañón del peto giraba hacia él y mordió el polvo detrás de la piedra. Los rayos de energía quemaron el aire dónde él había estado parado.

Cuando terminó la descarga, se volvió a poner de pie disparando. Las balas de alta densidad volaron la mitad de la pierna de otro pod a la altura de la rodilla y lo hicieron caer. El tercero zigzagueó y evadió sus disparos. En el campo de batalla de pronto sólo quedó el tamborileo de la lluvia.

Los malcontentos zentraedis salieron lentamente de su mecha averiado. Pudo ver que no llevaban ninguna arma personal. La policía y la milicia de Nueva Pórtland iban a poder hacerse cargo de ellos. El resto del escuadrón Skull salió a rastrear y a asegurarse de que apresaran a los zentraedis que iban a pie. Los malcontentos pagarían con sus vidas las vidas que habían tomado.

Esta noche ganamos. ¿Qué pasará mañana?



Él fue el último en apearse; Ransom, Bobby y Greer ya estaban lejos de los hangares y terraplenes cuando Rick salió de su VT, sintiéndose exhausto. ¿Cómo podía ser tan terrible la paz? La paz era todo lo que él o Roy, o cualquiera de los otros habían querido. ¿Alguna vez habría un fin para la lucha?

Después vio a Lisa de pie junto a la puerta de los operadores de cazas.

Nada de paz en mi vida -decidió-. Mira esa nube de tormenta.

-¿Por qué siento que debo pedir una venda en los ojos y un último cigarro, comandante?

-Eso no fue muy gracioso, Rick.

-No, supongo que no -buscó la forma de decirle todas las cosas que había pensado y por las que había pasado en los últimos días.

Pero ella estaba hablando.

-Tienes orden de reportarte ante el capitán Gloval enseguida.

Él pensó en eso con las cejas unidas mientras se dirigía hacia la SDF-1.

-Me pregunto qué quiere.

Ella no pudo ocultar lo que estaba pensando.

-¿Qué tal estuvo tu visita a Minmei? -le gritó desde atrás.

Él se detuvo.

-Ayer disfruté de su transmisión desde Ciudad Granito -dijo ella en voz baja.

Él tomó aire, lo soltó y bajó la vista hacia la pista bajo sus pies.

-Bueno, en realidad no visité a Minmei.

Él siguió caminando. Ella lo alcanzó y caminó justo detrás.

-¿Tú no pudiste acercarte a ella porque estaba rodeada de fanáticos adoradores, Rick? -ella lo hizo parecer lo más rencoroso que pudo, odiándose todo el tiempo por eso.

-No.

-¿Pasa algo?

¿Por qué estoy haciendo que ambos pasemos por esto? -se preguntó ella, y la respuesta llegó enseguida-. ¡Porque lo amo!

-¿Qué podría pasar? -gruñó él.

-¡No lo sé! -corrió para alcanzarlo y sacó un sobre azul pálido del bolsillo de su uniforme. Ella se puso delante de él, lo hizo detener bruscamente y presionó el sobre en la palma de un guante del traje de vuelo. Ella se dio vuelta y se alejó de él.

-¿Lisa, qué es esto?

-Sólo algo para que me recuerdes -dijo por sobre su hombro, sin confianza para mirarlo a la cara una vez más. Sus tacos se alejaron repiqueteando sobre la pista.

El sobre contenía fotografías -Lisa con una sobrina, en vacaciones; Lisa como una adorable adolescente con un gatito parado en su cabeza; Lisa en el día de su graduación de la Academia.

-¿Pero que diablos? -masculló, pero lo sabía. El álbum, ni más ni menos: lo que había sucedido se le presentó en un santiamén. Él había salido de Nueva Portland sintiendo que podía hacer algo bueno en el mundo, sintiendo que sin importar lo malas parecieran las cosas, siempre había esperanza; y sintiendo que él estaba del lado de los ángeles.

Pero ahora, mientras sostenía las fotografías y veía a Lisa desaparecer entre los mechas de combate estacionados, trató de hacer frente a una marea de remordimiento que amenazó con llevárselo; y de repente lamentó haber nacido.



-Comandante Hunter reportándose como ordenó, señor.

Gloval estaba sentado mirando el extenso mirador frontal de la SDF-1, hacia un cielo azul moteado con nubes blancas.

-Por favor, entra, Rick -dijo sin darse vuelta.

-Gracias, señor -Rick entró con cautela; Gloval no usaba a menudo los primeros nombres de sus subordinados.

-Iré directamente al grano -Gloval giró para enfrentarlo y se puso de pie-. Los extraterrestres que habitan entre nosotros están volviendo a sus hábitos anteriores.

Rick pensó en eso. Tenía amigos entre los zentraedis -Rico, Bron y Konda; Karita y otros.

-Los rebeldes de Nueva Portland no nos darán más problemas, señor.

-Ese incidente fue sólo un síntoma, teniente comandante -había algo en la forma en que Gloval pronunciaba tu rango que te hacía saber que eras parte de una cosa mayor que tú-. No podemos permitirnos el lujo de que esto ocurra de nuevo, o nos estaremos arriesgando a una completa ruptura social. He decidido reasignar a algunos de los extraterrestres a nuevas ubicaciones donde podamos vigilarlos.

A Rick no se le escapó nada de la importancia que eso llevaba. ¡Les prometimos libertad! Todo eso se estaba desmoronando, todo lo que había parecido tan brillante dos años antes.

El resto no se tenía que decir. Gloval contaba con Rick para reforzar sus directivas y permitirle saber que estaría allí.

Rick Hunter miró al viejo que había sufrido tanto por la Tierra, y hasta por los zentraedis también. El hombre más joven mostró un saludo rápido.

-Cualquier cosa que usted decida, tiene mi apoyo; usted lo sabe, señor. Y tiene el apoyo de todos en la SDF-1.

-Gracias, teniente -Gloval acusó recibo del saludo con precisión pero con un poco de cansancio. Parecía que no había logrado dormir nada en mucho tiempo.

Ellos cruzaron miradas.

-Entiendo -dijo Rick.



Minmei se estremeció bajo su chaqueta; se apoyó contra un pilón de chatarra zentraedi y miró el cielo mientras la noche llegaba a Ciudad Granito.

Tanta desolación. ¡Y tanta amargura, incluso entre personas que deberían haber aprendido a amarse entre sí hace mucho tiempo!

Miró las pocas luces del pueblo. Kyle se había alejado en esa dirección y ella no tenía idea si él pensaba detenerse o seguir caminando; no tenía idea si alguna vez lo iba a volver a ver, y no tenía claro si quería verlo o no.

Cuando las estrellas aparecieron, ella levantó la vista.

-Oh, Rick. ¿Dónde estás?

Traducido por Laura Geuna
www.robotech.org.ar

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