Saga Macross - Force of ArmsPrólogo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25
Tomando en cuenta el sorprendente gasto que involucraba cualquier operación robotech, la contienda que tuvo lugar aquel día en la galería sin dudas se ubica como la misión VT más rentable de la guerra -y quizás la más fatídica. Zachary Fox Hijo, VT: los hombres y los mechas. Todos los animales del Bestiario de Esopo parecían perseguir a Rick, mientras que Max progresaba en los niveles ascendentes con facilidad. -Los puntos se están amontonando, teniente -dijo Max refiriéndose a su puntaje. Rick, con los dientes apretados, intentaba cazar al zorro que saltaba por las uvas. La maldita cosa se movía más rápido que un trimotor zentraedi. Después de muchas alarmas, zumbidos y destellos por parte de la máquina de Max, un diluvio de fichas relucientes como oro se deslizó en la bandeja de pago. Las fichas podían usarse para más juegos, claro, o se reembolsaban en premios, vales de varios tipos, o -si uno realmente hacía presión- dinero en efectivo. -¡Es genial! Siempre hago más de lo que puedo cargar. -Bien, me dejaste atrás -admitió Rick. ¿No se suponía que esto tenía que hacerme sentir mejor? A decir verdad, lo hizo. -¡Max, mira eso! -cada vez más fichas caían en la bandeja y hasta se desparramaban por todo el lugar. El ayudante del gerente de Encuentros Cercanos, Frankie Zotz, un joven nervioso de complexión pálida y cabello negro peinado como un búho, corrió hacia la casilla del gerente. -¡Eh, jefe! ¡Nos están limpiando en algunas de nuestras máquinas más difíciles! Blinko Imperiale, el gerente -de anteojos oscuros, penacho de dos tonos y bata de laboratorio vagamente intimidante- estaba sentado con la barbilla sobre su puño. -¿No me escuchó? -chilló Frankie Zotz-. ¡Ese piloto está arriba otra vez, y la dama de cabello verde está adentro dando vuelta un juego VT para todos lados menos para nuestra ganancia! Blinko ni siquiera se movió, sólo miraba con tristeza hacia la nada. -Oh, cielos. ¡Sabía que no tenía que abrir este lugar cerca de donde pasean esos maníacos de la RDF!
Las comparaciones en las pantallas eran obvias incluso para el personal no-técnico. Las cadenas de ADN y los resultados de los análisis hablaban por sí mismos. -Interesante... hmm... -murmuró el almirante Hayes mientras la presentación seguía brillando. Era mucho más que eso; era sorprendente. Sacudía los propios cimientos del conocimiento humano. Por mucho tiempo se pensó que en cualquier lugar del universo donde coexistieran los bloques químicos básicos de la vida, estos se unirían con preferencia para formar las mismas subunidades que definían las estructuras biogenéticas esenciales que se encontraban en la Tierra. En otras palabras, que el ordenamiento del código del ADN no era una peculiaridad de la naturaleza. La evidencia provisional databa de mucho tiempo antes de que la SDF-1 se estrellara en la Tierra, tanto de los restos meteóricos como de los experimentos de descarga de chispas. Los nuevos datos apuntaban a una química universal -a que la formación y encadenamiento de los aminoácidos y nucleótidos eran casi inevitables. Las uniones codónicas anticodónicas del ARN mensajero que proyectaban la producción de aminoácidos parecían operar con una codificación intrínseca a las propias moléculas. Esto significaba que en todo el universo la vida debía ser muy similar y que alguna fuerza dictaba que eso fuera así. El almirante Hayes leyó todo eso con rapidez; tenía poco que ver con la guerra. Hojeó algunas de las hipótesis del Dr. Lang y también las conclusiones preliminares: que de alguna manera las energías que impulsaban a la robotecnología eran idénticas a las fuerzas indefinidas que gobiernan el comportamiento molecular. También mencionaba esta protocultura irritantemente mística, algo que ninguno de los desertores extraterrestres había tenido la claridad suficiente como para aprender mucho sobre ella. Lang, según parecía, estaba enormemente frustrado porque no se podían verificar las indirectas y las sospechas. Pero proclamaba su sospecha de que esta protocultura con la que los zentraedis estaban tan obsesionados era la llave de todo -del comportamiento molecular, de la guerra, de los orígenes de vida, del poder supremo. El punto de la presentación era obvio hasta para un envejecido oficial de alto rango cuyas clases de bioquímica de la Academia habían quedado muy atrás. -Permíteme ver si entiendo completamente bien lo que me estás diciendo. Tú crees que nuestras bases genéticas, las de los zentraedis y las de la raza humana, son similares. Y esperas promover las charlas de paz debido a la posibilidad de que todos podamos ser parte de las mismas especie. Lisa asintió con los ojos bien abiertos como la niñita que él recordaba. -¿Pero todo esto convencerá al CDTU para que abra las negociaciones, señor? Él suspiró bajando las grandes cejas y mirando fijamente el archivo de la sesión de información que estaba ante él en la mesa de café. Lisa contuvo la respiración. -No estoy seguro -dijo por fin su padre y volvió a levantar la vista hacia ella-. Pero se los presentaré y me voy a cerciorar de que escuchen, después veremos lo que dicen. Lisa sonrió por primera vez desde que dejó la SDF-1.
Miriya se inclinó sobre la máquina VT para refinar su juego. Al lado de ella, en el suelo, había dos potes plásticos llenos de fichas de juegos. Frankie Zotz había tenido que rellenar el depósito del juego dos veces para pagar todas sus ganancias. Ella ignoró sus claras invitaciones a ir a jugar algún otro juego -o, mejor aun, a tomar un descanso y simplemente irse- con una mirada sesgada divertida y un aire peligroso que hizo que él evitara presionarla demasiado sobre eso. Max bajó las escaleras sosteniendo su propia bandeja de fichas junto con Rick. De repente dejó de declamar sus muy animadas estimulaciones sobre cómo tarde o temprano Rick se iba a acostumbrar a los juegos de computación. Eso a Rick le vino bien; ya había tenido suficiente burla ligera. Max hizo una pausa en las escaleras. -¡Oh! ¡Esa chica! ¡La que está sentada en ese juego! Rick vio el pelo verde. Ella usaba un traje marrón ajustado al cuerpo que hacía gala de una figura elástica y un vistoso echarpe amarillo anudado a su garganta. -¿Y? ¿Qué pasa con ella? -¿Acaso no es increíble? -dijo Max, más agitado de lo que Rick había oído a Max alguna vez-. La he visto por todas partes. -Bien, ella es algo atractiva -tuvo que admitir Rick, con su mente demasiado llena de Lisa Hayes y de Minmei como para hacer cualquier crítica mayor. Max, el renombrado mago VT, no era gran cosa en lo que a persecución de mujeres se refería; sus pocos y torpes intentos con una u otra del Trío Terrible habían fallado, y se retiró por completo cuando Sammie, Vanessa y Kim se involucraron con los tres ex-espías zentraedis, Konda, Bron y Rico. La personalidad modesta y tímida de Max lo convertían en una clase de felpudo poco interesante para las mujeres. Quizás no era lo bastante suave o no era seductoramente amenazador. Por eso casi siempre se mantenía apartado cuando no estaba en un veritech. Pero esto era diferente; la galería Encuentros Cercanos era su territorio. -¡Tal vez pueda conseguir que juegue conmigo! -dijo Max mientras salía corriendo por las escaleras. Había una gran muchedumbre alrededor de Miriya; ella había logrado uno de los mayores puntajes del juego veritechs. Se sentía un poco irritada y hasta un poco extraña con todos estos micronianos reunidos a su alrededor. Pero soportó sus miradas, orgullosa y contenta de presumir su proeza. Meditó brevemente la idea de que sus extrañas sensaciones tenían algo que ver con la condenada comida microniana. No se parecía en nada a las raciones frías, procesadas y saneadas de los zentraedis; la comida humana tenía texturas y sabores extraños, e ingredientes biológicos raros. Todo era tejido animal y substancias de plantas, y ella sospechaba que eso estaba afectando su sistema. Se sacó la sensación y siguió jugando, aumentando cada vez más su puntuación hasta que superó el límite y venció al juego, por lo que más fichas entraron a raudales en su bandeja. Conseguir suficiente dinero para sobrevivir en Macross no había sido ningún problema para Miriya desde que descubrió las galerías. Alguien pasó a los empujones por la muchedumbre: un piloto VT de aspecto corriente con una bandeja de ganancias en fichas en las manos. Ella estaba inclinada a despacharlo; docenas de hombres le habían hecho proposiciones desde que llegó a la SDF-1. Pero hay algo diferente en este -pensó. -Discúlpame -Max reunió coraje para hablar-, ¿estarías interesada en jugar un juego conmigo? Por lo que vi, creo que estaríamos parejos. ¿No crees? Él parecía tan joven y ansioso que ella casi se le rió en la cara y lo ignoró. Después observó la bandeja de fichas en que él tenía en las manos. Miriya sabía bastante sobre las galerías como para apreciar lo bueno que debía haber sido él para haber acumulado tantas de las piezas relucientes. Claro que estaba más allá del reino de posibilidad que este jovenzuelo delgado pudiera ser el máximo matador enemigo, pero si él proporcionaba algún tipo de competencia, podía ser una práctica útil. Ella lo miró lánguidamente bajo las largas pestañas negras. Max sentía que su corazón golpeteaba. -¿Estás dispuesto a apostar todo eso? -preguntó Miriya. -¡Sí, lo estoy! -él inhaló con alegría. Puso su bandeja en el suelo al lado de las de ella y después dio la vuelta rápidamente hacia el asiento frente a ella. -¡Esto es completamente genial! -balbuceó-. ¡Sé que vamos a tener un gran juego! Mientras miraba desde el costado, Rick se preguntó si no había algo más que Max pudiera hacer para arruinar su oportunidad de impresionarla. Quizá caer encima de ella, o vomitar. Pero una vez en su asiento, Max asumió el aire de confianza y aplomo que le eran propios en las cues-tiones referidas a los VTs. -¿Qué tal si empezamos con el nivel B? ¿Te parece bien? Ella se encogió de hombros, haciéndolo parecer algo seductor y al mismo tiempo indiferente. -Está bien. -Bien. Aquí vamos. Él depositó las fichas y la pantalla se encendió. Miriya había escogido el rojo para el color de su VT; Max seleccionó el azul por los visos de su propia nave. Él no notó que los ojos de Miriya se estrecharon repentinamente ante esa elección. Unas pequeñas figuras animadas de Minmei salieron a cada lado de la pantalla para golpear un gong que había en el centro y la acción empezó. Ellos guiaron a sus VTs a través del retorcido y cambiante paisaje computarizado usando las palancas de mando y los pedales, maniobrando uno contra otro y disparando. A Miriya no le tomó mucho tiempo perder su indiferencia. Por más que lo intentara no podía tomar ventaja sobre él y no podía sacárselo de encima una vez él la había tomado sobre ella. Un ceño cruzó su cara y después una llamarada de rabia súbita cuando el caza de él destruyó el suyo. Escondió la expresión en un instante y lo miró más de cerca. Los video-guerreros reunidos alrededor de ellos estaban estremecidos. Había sido una lucha magistral.. -¡Uy! Parece que gané, ¿ah? ¿Quieres seguir en el nivel A? -Max le sonrió abiertamente y le guiñó un ojo. Rick gimió para sí mismo. En algún lugar a lo largo del camino Max había aprendido a la perfección a irritar a las mujeres bonitas. Ella lo miró con frialdad. -Sí. Sigamos con el nivel A. Eso será bastante interesante -esta vez le iba a prestar mucha atención a la lucha. Max ingresó más fichas; esta vez un hemisferio azul salió del juego, una holoproyección. El murmullo de la creciente multitud se hizo más fuerte hasta que los verdaderos puristas silenciaron a todos. Ahora los veritechs en miniatura volaban encima de la superficie plana de la mesa de juego; pasaron a modo battloid y alzaron sus cañones automáticos. Hubo un momento en que Miriya miró fijamente a través del mecha fantasmal de visos azules de Max, a través de sus anteojos azules, dentro de sus ojos. En cierta forma lo supo en ese momento; todo el resto del juego sólo iba a ser la prueba de lo que sus instintos le estaban diciendo. Las pequeñas imágenes computarizadas de los battloids dieron la vuelta y dispararon, maniobrando el uno hacia el otro, pasando a guardián o a veritech según decidían sus jugadores. A medida que el juego se movía aparecieron arrebatos y gritos por parte de los espectadores. Eran las maniobras más rápidas y más sagaces que se habían visto; aunque las apuestas eran estrictamente ilegales, todos las hacían. Frankie Zotz la proyectó en la pantalla principal de la galería. Los jugadores veteranos estudiaban con respeto la sorprendente pelea aérea. Los diminutos proyectiles y trazadores chisporroteaban; las computadoras apenas podían mantenerse al ritmo de las instrucciones que venían de las palancas de mando. Los minúsculos mechas daban vueltas y atacaban. Miriya usó las mismas tácticas que había usado aquel día con su armadura quadrono; las respuestas de él fueron las mismas. Por un momento, a ella le pareció que su battloid simulado se había vuelto una quadrono en miniatura. Cualquier duda que ella tuviera quedó eliminada. ¡Vaya que es hermosa! -pensaba Max mientras jugaba de lo mejor en la máquina. Otro piloto VT, un mujeriego, habría perdido a propósito con Miriya. Pero probablemente otro piloto VT no habría podido ganar. La gente rugía y aclamaba a los costados. Miriya vio en el ojo de su mente el apocalíptico combate en las calles de Macross cuando su propia armadura propulsada atravesó edificios y causó estragos haciendo bramar los propulsores de su mochila. También vio ese último enfrentamiento mano a mano cuando ella huyó en lugar de morir en un tiroteo a quemarropa. Y tal como las balas del cañón automático de él la habían derrotado aquel día, la imagen del VT de Max destruyó la suya. El VT rojo se fragmentó, voló en pedazos giratorios y después desapareció en la nada. El hemisferio azul se desvaneció, dejándola boquiabierta y pestañeando. ¡Perdí! ¡Esto no puede ser! ¡No me humillarán otra vez! La imagen de la cabeza torreta del battloid victorioso se echó hacia atrás y una pequeña figura, que sospechosamente se parecía a Rick Hunter, apareció gritando la palabra "¡¡FUERTE!!". Al mismo tiempo, una diminuta Minmei corrió a arrojarle los brazos alrededor del cuello y besarlo pataleando en el aire. El verdadero Rick Hunter, todavía parado en la escalera, retrocedió para llamar menos la atención y tuvo pensamientos oscuros sobre el sentido del humor de los diseñadores de videojuegos. -No sé cómo ganaste eso, compañero -le estaba diciendo un espectador a Max. -Oh, hubo un par de puntos tensos en el medio y cerca del fin, pero por lo general no fue demasiado difícil. -¡Oh! -exhaló Miriya. Ese insulto. Así que ella había representado un pequeño desafío, ¿eh? Se levantó y giró sobre el taco de una bota. Max se olvidó de sus cálidos sentimientos de victoria y se zambulló tras ella. Tomó su muñeca sin saber lo cerca que estaba de recibir un puñetazo en la garganta. -Espera, he querido hablarte durante mucho tiempo. Creo que eres maravillosa y quiero llegar a conocerte mejor. Esta es mi única oportunidad para conseguir tu nombre y número de teléfono. Su asimiento era muy fuerte pero no doloroso; su palma era muy cálida. Por un momento Miriya sintió como si su muñeca estuviera ardiendo. -Mi nombre es Miriya -dijo con frialdad-. Y por el momento no tengo un número de teléfono. Ella se volvió tironeando de su puño para poder irse. La sensación de la piel de él contra la suya la hizo sentir el típico aborrecimiento zentraedi por el contacto entre los sexos, pero revolvió algo más, algo a lo que ella no podía ponerle un nombre. Miriya estaba confundida ahora que había encontrado a su archienemigo. Estaba fuera de cuestión matarlo allí mismo; de pronto no supo cómo encarar su misión. Lo que él dijo sobre ella trajo de vuelta los extraños y borrosos sentimientos que le dio la comida microniana. -Entonces -Max seguía sosteniendo su muñeca-, ¿te encontrarías conmigo en el parque esta noche? ¿Junto a la Fuente de la Paz, a las nueve? ¡Tonto! ¡Has sellado tu destino! -pensó ella. De algún modo el pensamiento de matarlo la puso furiosa en vez de contenta. -¡Oh, como quieras! ¡Sólo déjame ir! Los dedos de él se aflojaron y ella arrebató su muñeca diciendo un helado "gracias". Después giró y corrió rápida como un ciervo, llevada por una tormenta de emociones contradictorias. Max se quedó mirando con admiración. -¿No es algo especial? -exhaló-. ¡Vaya! Mientras observaba desde la escalera, Rick le deseó silenciosamente a Max mejor suerte de la que él estaba teniendo. Traducido por Laura Geuna |
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