Saga Macross - Force of Arms

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Capitulo 14

En aquellos días yo estaba cerca de Lang para cerciorarme de que él no tenía ningún conocimiento confidencial de la fuente oculta de proto-cultura a la que Exedore se refería. Si él hubiera conocido el secreto de esos enormes hornos reflex sellados, podría haber formulado una actualización inmortal del comentario de Einstein: la protocultura no juega a los dados con el universo, ¡pero ciertamente sabe cómo esconder un as en la palma en el momento crucial!

Dr. Lazlo Zand, Así en la Tierra como en el infierno: recuerdos de la Guerra Robotech.

-¿Oficial Lynn Kyle, cual es su rango militar? -preguntó Exedore en la cámara de audiencias abovedada.

-Yo soy civil -Kyle lo miró con hosquedad.

-¿Con tus superpoderes? -Exedore hizo una breve risita burlona-. Lo dudo.

Kyle le mostró los dientes al extraterrestre.

-¡Yo no tengo idea de lo que usted está hablando!

Exedore miró alrededor, desconcertado. Estaba satisfecho de que estos micronianos estuvieran haciendo lo mejor para... para "nivelarse" con él, como había dicho el coronel Maistroff en el camino hacia aquí.

Gloval intervino.

-Sr. Ministro, él está diciendo la verdad. Este hombre no posee superpoderes. En lo que a eso concierne, ninguno de nosotros en este cuarto poseemos los poderes a los que usted se está refiriendo.

Gloval se estaba arriesgando. La fanfarronada de los superpoderes humanos no había hecho que el enemigo se marchara y no se iba a poder sostener por mucho tiempo. Pero había algo oscuro sobre toda la guerra, algo que lo hizo sospechar que una falla básica en la comunicación era la responsable de todo. Era tiempo de que alguien intentara llegar al fondo de eso.

-Pero... nosotros lo vimos en nuestros monitores -protestó Exedore.

-Oh, esa era una película, una forma sencilla de entretenimiento -contestó Gloval, rascándose la cabeza para intentar pensar cómo explicarlo mejor-. No es verdad; es... sólo para deleitarse.

Exedore decidió posponer eso por ahora; él conocía el deleite que encontraba en la erudición antigua y la historia de los zentraedis, pero estos eran verdaderos.

-¿Entonces qué hay sobre su barrera de energía y las olas de destrucción?

-Esas sólo son armas defensivas y ofensivas basadas en la tecnología que se descubrió en esta nave cuando chocó en la Tierra.

-¡Ah, pero se ha olvidado de la protocultura! -dijo Exedore con astucia-. Zor, el gran genio de la raza de los Amos Robotech, escondió los secretos de la protocultura y su última gran fuente productiva en esta embarcación antes de que él la despachara aquí.

Ahora, por fin, Gloval estaba viendo algunas de las cartas de los extraterrestres y estaba seguro de que las charlas valían la pena. Todas las preguntas de quiénes eran los Amos Robotech, quién era Zor y por qué él había escogido la Tierra tenían que quedar de lado, por más intrigantes que fueran. La vida de la raza humana se podía medir en horas, hasta en minutos.

Gloval abrió una línea de comunicaciones.

-Creo que ahora estamos listos para el Dr. Lang.

Lang entró; era la mente más grande de su tiempo, un intelecto digno de sentarse con Newton y Einstein, y aun así era un hombre frustrado por los muchos misterios de la robotecnología. Había estado supervisando los diálogos en una sala de espera y estaba ansioso por hablar con Exedore.

El zentraedi, Minmei y Kyle, y todos los otros allí reunidos que nunca antes habían visto a Lang se asustaron un poco y entendieron por qué él evitaba la publicidad. El hombre tenía una apariencia normal en cualquier aspecto, pero sus ojos parecían ser todo un oscuro iris líquido -sin nada de pupila ni de blanco.

Gloval recordaba bien aquel día de 1999, horas después de la caída de la SDF-1, cuando él, Lang y algunos otros habían abordado por primera vez los despojos humeantes. Habían descubierto una tecnología asombrosa, temibles guardianes mecha y las desconcertantes paradojas de tiempo.

También habían descubierto una advertencia grabada que no pudieron entender. Y Lang, rindiéndose a una sed inextinguible de más conocimiento y más interfase, se expuso de algún modo al contacto directo de lo que fuera que animaba a la nave. Ahí fue cuando sus ojos cambiaron, cuando él se hizo diferente, como si escuchara música celestial. No obstante, fue su genio lo que permitió la reconstrucción de la SDF-1 y la construcción de la Fuerza de Defensa Robotech.

-Hemos oído mencionar la protocultura muchas veces, emisario. ¿Ahora me dirá lo que es? -le dijo Lang a Exedore.

Las cejas de Exedore se dispararon hacia arriba.

-¿Quiere decir que ustedes micronianos todavía insisten en que no saben? La protocultura es la fuente de energía más poderosa en el universo.

Los profundos ojos oscuros de Lang apuntaron sobre él.

-Yo no he podido encontrar nada de esa naturaleza en esta embarcación, y estuve buscando desde la primera vez que su flota llegó al sistema solar. Pero creo que sé lo que pasó. ¿Vendría conmigo, por favor?

Gloval se levantó, pero le habló a los otros.

-Todos ustedes sean amables de permanecer aquí, por favor.

El jeep estaba esperando y el viaje a través de los grandes pasajes y atajos de la fortaleza de batalla tardó sólo unos minutos. Muy pronto estuvieron en la sección de Ingeniería, justo enfrente de los enormes motores reflex que formaban la planta de poder de la nave.

Ellos estaban en un compartimiento grande que una vez había contenido el aparato de transposición de la nave. Ahora había alguna maquinaria sobrante del sistema de barrera de precisión que había sido la principal arma defensiva de la nave en su arriesgado viaje por el sistema solar. También estaban las luces, tal como lo habían estado durante años.

-Cuando los zentraedis atacaron por primera vez la Tierra, nosotros hicimos nuestro salto transpositivo para ponernos a salvo -explicaba Lang-. No teníamos tiempo para experimentar, nada de tiempo para probar. Un salto que se suponía debía llevarnos más allá de la órbita de nuestra luna nos llevó en cambio a la órbita de Plutón.

-Lo recuerdo bien -dijo Exedore, rascándose la mejilla y mirando fijamente el compartimiento gigantesco y casi vacío-. Hicieron el salto demasiado cerca de la superficie planetaria; nos convencieron de que eran suicidas.

-Ustedes no nos dieron ninguna opción -dijo Gloval en voz baja, mientras recordaba la devastación y pérdidas de vida espantosas de aquel día. Hizo lo mejor que pudo para sacarlo de su mente.

-Pero tras el salto -continuó Lang-, el aparato de transposición sólo... desapareció. ¡Por completo! Simplemente se desvaneció de la vista y nunca se lo volvió a ver. Y en su lugar aparecieron aquellas.

Lang hablaba de las luces: resplandecientes chispas danzarinas, luciérnagas y diminutos cometas que pululaban y flotaban a través del espacio donde una vez había estado el aparato de transposición. Exedore se volvió hacia él.

-¿Me puede prestar algunos de esos instrumentos que ha traído, doctor?

Sólo tomó un poco tiempo probar sus sospechas.

-Ah, sí: hay una definida señal residual de protocultura aquí, pero la matriz se ha ido. Y no detecto ninguna otra gran masa de fabricación, sólo las cargas animadas menores de sus armas y de los hornos reflex.

Exedore bajó el detector con aturdimiento.

-¡Los secretos de Zor desaparecieron! ¡Esta larga guerra luchada por nada!

Lang palmeó el hombro de Exedore con compasión.

-Quizás algún día la encontraremos de nuevo; ¿quién lo puede decir?

Gloval estaba asombrado de ver lo rápido que los dos se habían puesto cómodos en compañía del otro.

-Pienso que sería mejor que volvamos al cuarto de audiencias -dijo el capitán-. Todavía tenemos muchas cosas de qué hablar.



Algo se agitó en lo profundo de la fortificación sellada de los poderosos motores reflex, y después se quedó quieto otra vez. Los instrumentos relativamente primitivos de Lang no podían detectarlo y a esa distancia hasta era capaz de ocultarse de los detectores de los zentraedis.

Como Zor había estipulado, la última matriz de protocultura estaba segura aguardando su momento, esperando hasta que la gran visión de Zor se cumpliera.



-Parece que hemos cometido un gran error -confesó Exedore cuando todos volvieron a sus lugares-. ¡Pero! ¡Ni siquiera ustedes pueden negar el poder de canto de la hembra!

-Ni soñando -Gloval respondió con simpleza, provocando una mirada dudosa del coronel Maistroff.

Pero Bron se puso de pie.

-¡Él no lo negará porque es verdad!

-¡La canción de Minmei tiene un poder increíble! -agregó Rico, también levantándose de un salto.

Minmei, por su parte, mostró una tímida sonrisa que parecía tener un poco de sabiduría secreta detrás de ella.

-Esta no es la primera vez que los zentraedis se encuentran con algo así -les dijo Exedore a todos ellos-. Hace mucho tiempo nos expusimos a una cultura como la suya y casi nos destruyó.

-¿Qué quiere decir con eso? -se apresuró a preguntar Gloval.

Los ojos precisos y saltones de Exedore vagaron por el cuarto.

-Para un zentraedi, luchar es un estilo de vida. Toda nuestra historia está hecha de nada más que batalla tras gloriosa batalla. Sin embargo, la exposición a una sociedad emocionalmente abierta como la suya hizo que nuestros soldados se negaran a luchar. Esto, claro, no se podía tolerar y la infección se tuvo que limpiar. Los soldados fieles y los Amos Robotech en persona vinieron para exterminar a todos aquellos que estuvieron expuestos a la fuente del contagio.

Los tres espías en particular estaban pálidos y silenciosos. El resto se miró entre sí.

-Dolza, nuestro comandante supremo -siguió Exedore-, hará todo lo que esté en su poder para evitar cometer el error que nuestros antepasados cometieron. Cuando, y si lee mi informe, seguro lanzará un ataque a gran escala sobre la Tierra, especialmente a la luz de que la matriz de protocultura ya no está en la SDF-1.

Los ojos de Gloval se movieron hacia Rick.

-¿Ese es el mismo que se menciona en su informe?

Rick se mojó los labios.

-Sí, señor -¡Casi cinco millones de naves de guerra!

Exedore asintió.

-Sé lo que están pensando. Pero vean, estos nuevos eventos -las deserciones, el culto Minmei, la unión de nuestra más grande guerrera con uno de sus pilotos-, cambiaron todo el cuadro.

Echó una mirada alrededor de ellos; él era el centro de su cautivada atención.

-Porque, verán, a menos que se pueda encontrar alguna solución, nosotros -las fuerzas de Breetai- estamos al igual que ustedes en gran peligro ante Dolza y la Gran Flota.



Breetai estaba en su silla en la estación de mando que sobresalía hacia el puente de su nave capitana.

Un rayo proyector dibujó en el aire una imagen bidimensional de Azonia, la mujer que lo había reemplazado en la guerra contra los humanos, que falló en lograr una conclusión exitosa y que a su vez Breetai la había vuelto a reemplazar.

-¡Comandante! -empezó ella-. ¿Cuánto tiempo piensa permitir que esta situación continúe?

Ella era una intensa hembra zentraedi de mediano tamaño con una mente rápida y aspiraciones altas. Su corto peinado crespo se amontonaba dentro del claustro de su alto cuello doblado.

Breetai, con los brazos cruzados sobre su gran pecho, contestó con su voz retumbante y reverberante.

-A la luz de los eventos recientes cualquier continuación de las hostilidades sería imprudente.

Ella le sonrió con desprecio.

-¡Bien, espero una solución diferente cuando llegue la Gran Flota!

Él se puso de pie de un salto.

-¿La Gran Flota? ¿Qué has hecho?

Ella le mostró una sonrisa presumida.

-Le informé mis descubrimientos al comandante supremo. Y su excelencia Dolza ha decidido poner a la flota en movimiento.

-¿Así que Dolza decidió que los micronianos son una amenaza, no?

-Así es -dijo ella triunfalmente.

La furia de Breetai fluyó como un volcán, pero terminó riéndose como un dios severo al final de todos los mundos. Eso era lo último que Azonia esperaba; lo vio rugir con su cabeza echada hacia atrás, reflejando la luz con su pieza craneal metálica y el ojo de cristal. Ella sintió una súbita sensación de hundimiento en la boca de su estómago.

-¡Tú, imbécil! -dijo él con dificultad cuando pudo hablar de nuevo-. ¿No sabes nada de historia, no es cierto? ¡No, a ningún zentraedi que se respete le importa! Bueno, aprende esto, mi intrigante amiga: ¡nosotros estamos condenamos al igual que los humanos! Nos hemos infectado y a todos nosotros, a todos, nos consideran portadores de la plaga.



-¿Está seguro de eso? -preguntó Exedore en voz baja, sosteniendo el auricular con fuerza en su puño tembloroso.

El enlace de comunicación se había arreglado a las apuradas, sin que los extraterrestres tuvieran la oportunidad de codificar su diálogo. Exedore sabía con seguridad que los técnicos humanos habían supervisado cualquier cosa que Breetai le hubiera dicho. Por consiguiente, el capitán se inclinó hacia delante, seguro de que enseguida oiría cualquier cosa que fuera.

-Entonces sabe lo que esto significa -dijo Exedore-. Entiendo.

Devolvió el auricular a su horquilla y miró a Gloval.

-Capitán, deben prepararse para escapar de este sistema estelar. Nosotros los ayudaremos.

La cara de Gloval se endureció.

-¿Y que la Tierra quede indefensa?

-Sí.

Gloval cuadró sus hombros.

-¡Imposible! Nosotros juramos defender nuestro planeta.

Exedore asentía con resignación.

-Sí, entiendo. Nosotros los zentraedis no actuaríamos diferente. Lo que más, sin su ayuda, escapar sería casi inútil para nosotros. La matriz de protocultura era nuestra gran esperanza de éxito; los suministros de la armada están casi agotados.

Él suspiró.

-Parece que pronto estaremos luchando contra un enemigo en común.

-¿Qué dijo? -explotó Maistroff.

Exedore lo miró.

-Mi señor Breetai acaba de informarme que la Gran Flota se dirige hacia este sistema estelar. Eso significa cuatro millones ochocientas mil naves con la fuerza destructiva de una supernova.

-Bien, entonces -dijo Gloval con ironía-. Vaya lucha que será.

-¡Usted está loco! -Lynn Kyle se puso de pie-. ¡No hay ninguna forma de que ustedes puedan vencer a una flota así! ¡Estamos acabados!

Max había tomado la mano de Miriya en la suya.

-Temo tanto que este pueda ser el fin para nosotros. Justo cuando nos hemos encontrado -le dijo con suavidad.

Ella apretó su mano.

-No me importa, mi amor, siempre y cuando yo esté a tu lado en la batalla.

Rick, del lado opuesto de la mesa en forma de U, los miró con envidia.

-Juntos -dijo en voz baja.

Exedore había observado cuidadosamente varias de las reacciones y estaba satisfecho. Le iba a poder decir al poderoso Breetai que entre los del ejército, por lo menos, había dignos aliados.

-¡Esto no ha terminado aún! -dijo levantando la voz-. ¡Todavía podría haber una manera!

-Explique -le rogó Gloval, con el rostro de piedra.

-Hasta ahora, esta embarcación ha demostrado ser insuperable. Necesitaré más información antes de que yo pueda estar seguro, pero creo que hay una forma de poder ganar.

Traducido por Laura Geuna
www.robotech.org.ar

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