Saga Macross - Force of ArmsPrólogo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25
Escuché que alguien junto a mí dijo algo sobre un matrimonio literalmente hecho en los cielos. Yo me callé la boca y me alegré de que nadie mordiera el obvio anzuelo y mencionara una luna de miel en el infierno. En silencio dije mis oraciones por los recién casados y por todos nosotros. Jan Morris, Semillas solares, guardianes galácticos. -Todos los ciudadanos deben desarrollar una actitud responsable hacia los intentos de paz -Gloval todavía mantenía fascinado a su público-. Debemos reunir una mayor tolerancia y enfrentar este desafío. No estoy proponiendo que bajemos los brazos sino que extendamos la mano de la amistad. Hay oportunidad de una solución pacífica y nosotros debemos lograr que suceda. Como han hecho Max y Miriya, aquí presentes. Los zentraedis son personas fuertes e inteligentes. Permitan que esta ceremonia se eleve como símbolo de nuestro deseo de paz. Nosotros debemos imitar a Max y a Miriya: ellos son los héroes de hoy y nuestra esperanza para el mañana. Les tomó un momento darse cuenta de que había terminado, aunque Gloval se volvió para dejar que los recién casados volvieran a ser el centro de atención. Después las ovaciones y los aplausos fueron ensordecedores. Llovieron serpentinas y confeti alrededor del pastel SDF-1; todos aclamaron y bendijeron la unión de Max y Miriya. La muchedumbre también aclamó a Gloval y a la amistad entre humanos y zentraedis. El Trío Terrible se tiró en los brazos de los que alguna vez fueron tres espías zentraedis -Vanessa en los del corpulento Bron, la pequeña Sammie con Rico y Kim se abrazó con Konda, el de cabello violeta. La alegre muchedumbre gritó brindis y saludos por la paz. Gloval esperaba que eso fuera suficiente -esperaba que el compromiso y la determinación todavía estuvieran allí cuando las ovaciones concluyeran.
El cuartel general de Dolza, comandante supremo zentraedi, flotaba como una colmena enorme en la oscuridad de espacio. Tenía el tamaño de un planetoide, una pequeña luna blindada tan enorme que en su interior podían caber la nave capitana de Breetai y cientos de miles más como ella. La Gran Flota zentraedi se estaba reuniendo a su alrededor; era una fuerza tan colosal que podía minimizar hasta a la armada de Breetai. Dolza, el Viejo, el más grande de su raza, se paseaba dentro de su cuartel general. Sus subordinados estaban agrupados en posición de atención. Dolza se detuvo y bajó la vista hacia ellos. -Ya no podemos permitir que exista esta condición. Se está volviendo una amenaza significante para el poder zentraedi. Parece que hemos subestimado los poderes de estas sabandijas micronianas. Parece que al final el consejero de confianza de Breetai, Exedore, tenía razón: había buenas razones para el legado de las antiguas advertencias zentraedis contra cualquier contacto con los micronianos, aunque las razones hasta ahora habían sido desconocidas. Una raza que podía trastornar a los zentraedis, hacerles violar su código de guerra... ¡una raza que podía debilitarlos tanto con charlas de amor y paz! Dolza vio que esta raza era una amenaza infinitamente más peligrosa que los arrasadores invids, que era algo que podía acabar de un solo golpe y para siempre con la grandeza zentraedi a menos que se hiciera algo de inmediato. -La fortaleza de la batalla se ha vuelto demasiado peligrosa para que siga existiendo. Aunque signifique destruir muchos de los secretos de Zor y perder conocimientos valiosos, se les ordena la total aniquilación de la SDF-1. La Gran Flota deberá reunirse pronto y prepararse para partir. Los subordinados golpearon con violencia sus pechos con los puños y rugieron al unísono. -¡Ho! Incineraremos el planeta Tierra y acabaremos esta amenaza de una vez por todas -pensó con severidad Dolza después de eso.
En la recepción se oyó el tamborileo de un redoblante y el maestro de ceremonias trajo a Lynn-Minmei. Rick Hunter se sentó con los brazos cruzados sobre su pecho y no supo qué sentir. Ella estaba más hermosa que la primera vez que la había visto -una estrella de cabello negro y ojos azules con una presencia escénica ganadora por naturaleza. Llevaba una túnica dorada de astracán con un corte alto en su cadera izquierda. Ella tomó el micrófono; antes de que abriera la boca la multitud ya estaba comiendo de su mano. Minmei hizo generosos cumplidos hacia los recién casados y después comenzó uno de sus éxitos más grandes, "To be in love". Rick recordó la primera vez que lo había oído, aislado con Minmei en una porción abandonada de la SDF-1, perdidos y aparentemente condenados. Allí se había enamorado de ella y había pensado que ella sentía lo mismo. Su voz maravillosa captó las notas con una belleza segura y pura que acarició las palabras, y puso a la muchedumbre bajo su hechizo. Rick vio que Miriya tomaba con timidez la mano de Max y los tres ex-espías extraterrestres abrazaban a las conejitas del puente. Esa misma voz, ese mismo rostro había persuadido a Konda, Bron y Rico a pasar al lado humano. Claudia intentaba no llorar; había hecho un buen trabajo para controlarlo desde que mataron a Roy, pero la voz de Minmei tenía algo místico para eso. Rick vio la humedad en la mejilla de Claudia. Rick miró por el mirador hacia el vacío del espacio. Roy, su mejor amigo, se había ido -y Ben Dixon, ¿y cuántos cientos, cuántos miles de miles? Las pérdidas habían sido terribles.
En lo profundo de la tierra helada de Alaska, Lisa había vuelto a conectar la ceremonia. Observó a Minmei obrar su magia y perdió la esperanza de poder competir alguna vez, de poder ganar alguna vez el amor de Rick. ¿Y yo cómo podría lograrlo? Ella es tan hermosa; su canto... es como una clase de milagro.
La armada también había interceptado la transmisión mientras nadaba en las profundidades de espacio como un cardumen de un millón de criaturas sanguinarias del fondo del mar. Los grandes buques de guerra, llenos de armas, equipos de detección y de comunicación, rondaban hambrientos. En su estación de mando, Breetai levantó la vista a la imagen y oyó la música. -Esta mujer tiene una voz que... puede hacer que un hombre sienta congoja -dijo con lentitud y pesadez. Exedore lo miraba con angustia. Justo cuando ella estaba a punto de empezar otra canción, una señal de prioridad reemplazó la imagen de Minmei. Uno de los oficiales del personal de Dolza lo miró bajando la vista. -Comandante Breetai, disculpe esta interrupción pero le traigo órdenes ultra secretas del comandante en jefe Dolza. Breetai se puso de pie inmediatamente y saludó con la mano. -¡Salud, Dolza! -se sacudió los efectos de la canción de la sirena de Minmei. -Se le ordena que empiece un ataque a gran escala sobre la SDF-1 -le informó el oficial-. No tiene que haber ningún superviviente, sin importar lo que cueste. Eso es todo. Él desapareció y Minmei siguió cantando otra vez. -¿Bien, su excelencia? -preguntó suavemente Exedore. Breetai levantó tristemente la vista hacia la imagen de Minmei. -Me aflige que finalmente haya llegado el momento. No deseo esta tarea en absoluto, Exedore. Eso puede parecer extraño, pero es verdad. Y la belleza persistente de la voz de Minmei volvió a poner en él esa misma congoja pesada hasta que quiso extender la mano y apagarla. El fiel y perceptivo Exedore miró a su señor con preocupación. Casi media docena de veces habló del miedo y la ansiedad que esas palabras de Breetai ponían en él, pero al final el pequeño gigante delgado se mantuvo callado. Pero Breetai no tenía el único equipo receptor de la flota. En todos los abundantes buques de guerra era el mismo: montones de guerreros corpulentos se habían congregado para mirar y escuchar a Minmei -y habían oído también a Gloval. El primer sonido de las señales de alerta, la llamada a las armas y a la gloriosa guerra zentraedi había causado más disentimiento del que había habido antes. -Yo no quiero luchar -gruñó un comandante de pod muy condecorado. Miraba algo diminuto que yacía en la palma de su mano como si examinara su propia línea del corazón. Otro CP que estaba parado cerca intentó echarle un vistazo a lo que fuera, pero el primero cerró su puño. Lo hizo con cuidado; no quería dañar la diminuta muñeca Minmei que tenía allí. Bron se la había dado antes de que él y los otros desertaran en busca de resguardo y un futuro incierto entre los humanos. El CP había escuchado cantar a la muñeca hasta que las baterías quedaron casi agotadas. No podía explicar su encanto... o el poder que la música de Minmei tenía en él... o por qué se resistía a salir a destruir a la SDF-1 cuando sus antiguos camaradas de armas estaban a bordo. El áspero idioma zentraedi tenía pocas palabras o ninguna para estos conceptos, pero eso no cambiaba los sentimientos del CP. Alrededor de ellos los guerreros corrían para ponerse la armadura de combate, tomar las armas de los estantes, tomar el equipamiento y prepararse para el gran ataque. Las cubiertas reverberaban bajo sus macizos los pies calzados con hierro. El segundo CP le mostró su palma al primero por un instante. Ellos habían estado pensando en la misma cosa porque él sostenía otra de las diminutas muñecas Minmei como recuerdo. Volvió a cerrar su puño. Cuando cada uno comprendió que el hombre que tenía enfrente sentía lo mismo, el oponerse a la guerra se sintió muy diferente, irradió una llama de esperanza mayor. -Es como si yo fuera a luchar contra mi propia gente -dijo el segundo CP, esforzándose en poner sus pensamientos dentro de la limitada lengua guerrera zentraedi. Los suboficiales y los oficiales le gritaban a las unidades para que se movieran. -Muévanse, muévanse. ¡Vamos! ¡Vamos! -las placas de la cubierta tronaban. Pero un suboficial con armadura había captado parte del diálogo y derrapó hasta detenerse con su fusil destructor aferrado en una mano. -¿Comprendes cuál es la pena por desobedecer las órdenes en combate? Otros habían escuchado a los dos comandantes de pods; la mitad estaba influenciada por lo que ellos decían, recordaban las palabras de Gloval y la canción de Minmei. Pero todos conocían el terrible castigo del que estaba hablando el suboficial. Era preferible la muerte. -¡Él tiene razón! ¡Tendremos que luchar! -declaró uno de los espectadores. -¡Movámonos! -gritó alguien más y se pusieron en movimiento, apurándose para correr a sus estaciones de la batalla. Es decir, todos excepto el primer CP. Él los miró marcharse mientras se reclinaba ensimismado en su litera con las manos detrás de su cabeza. Al final levantó su mano y pasó un largo tiempo mirando la diminuta muñeca Minmei. La inmensa armada empezó a cambiar la formación, extendiéndose y realineándose para el ataque.
En la fiesta de casamiento, las sirenas de alerta empezaron a sonar casi al mismo tiempo que Gloval recibió la llamada en un teléfono móvil y pidió la atención de la muchedumbre. -¡Damas y caballeros! -anunció con las sirenas de mal agüero de fondo-. Me aflige decir esto, pero ahora estamos en alerta roja. Tuvo que levantar la voz para hablar encima de la confusión y los gritos de la muchedumbre. -Todo el personal militar debe reportarse enseguida a las estaciones de batalla. Los civiles procedan a las labores de emergencia o a los refugios designados. La SDF-1 está a punto de quedar bajo un ataque a gran escala. Tragó saliva con esfuerzo. Era la primera vez que el enemigo lanzaba toda su fuerza contra la fortaleza y había pocas dudas sobre cuál sería el resultado final. -Que Dios esté con todos ustedes. ¡Ahora, muévanse rápido! Sólo unos pocos perdieron la cabeza y huyeron; todos los de a bordo habían pasado por el fuego de la batalla y la mayoría se movió con rapidez, pero con calma deliberada. El Trío Terrible terminó lo que estaba comiendo e intercambió abrazos con los espías zentraedis antes de salir corriendo hacia el puente. Rick Hunter entrecruzó una mirada breve con Minmei mientras se dirigía a la puerta, pero no tenía tiempo para detenerse y hablar con ella aunque quería hacerlo más nada en el mundo. Un oficial de guardia VT se detuvo en medio del movimiento de personas y miró hacia la mesa de la fiesta justo cuando Max se ponía de pie sin poder creer lo que estaba pasando. -Max, estás eximido del servicio. ¡Órdenes del capitán! ¡Quedas inactivo en esta! -después se puso en camino. Max tiró lentamente de su moño, abrió su cuello y respiró hondo; sintió los ojos de Miriya sobre él y se volvió para mirarla. -No puedo defraudarlos cuando más me necesitan, amor. Ella se quitó su velo de novia. -Claro que no, Max. Yo iré contigo. -¿Ah? -él la miró fijamente. -He visto sus veritechs -Miriya se puso de pie-, incluso volé el tuyo durante un rato, ¿recuerdas? Yo puedo manejar uno tan bien como cualquiera de tus pilotos. -No... -Prometí en nuestros votos que me quedaría a tu lado y lo haré. De hoy en adelante nosotros luchamos juntos. Y él sabía que esa podía ser una lucha breve. La RDF necesitaba cada hombre que pudiera conseguir y la habilidad en batalla de Miriya podía ser una ventaja crítica. Él tomó su mano y ellos se miraron de forma todavía más amorosa que cuando se miraron durante el intercambio de sus votos. -Entonces supongo que no tengo ninguna alternativa -dijo él-. Aunque podríamos morir juntos. -¡Oh, Maximilian! ¡Yo no aceptaría ninguna otra muerte! -Yo tampoco -la besó rápidamente y después salieron corriendo de la mano-. Aquí va la luna de miel. -Yo no creo que tú entiendas la verdadera determinación zentraedi -sonrió ella. Solo en el salón de baile, el maestro de ceremonias ya no tenía fuerzas para buscar refugio o seguir la guerra por las pantallas. La boda había sido lo mejor que le había pasado en dos años a bordo de la SDF-1, la cosa para la que él estaba formado, lo que él hacía mejor. Cayó de rodillas, bajó la cabeza al antebrazo que había apoyado en los sobrantes de la mesa abandonada de la fiesta. El modelo de la fortaleza, símbolo de la boda de Max y Miriya, lo miraba. Él sollozó lo que todos en la nave pensaban mientras los centenares de miles de cañoneros zentraedis se acercaban. -Por favor, sálvanos a todos. Traducido por Laura Geuna |
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