Saga Macross - Force of ArmsPrólogo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25
Cuando estás empujando ese sobre en la esquina superior derecha y se te aparece la estampilla "CANCELAR", te pones a pensar mucho. Recopilación de los registros del almirante Rick Hunter. La luna creciente desfilaba bajo sobre el horizonte; ahora el paisaje de Tierra hacía que los dos cuerpos parecieran gemelos. Comparado con la descarga que devastó la Tierra, los rayos y las balas perdidas de la batalla colosal eran apenas disparos distantes de francotirador. Pero bastaban para sacudir una Base Alaska que ya estaba mortalmente herida. La boca despedazada de lo que una vez fue el Gran Cañón ya estaba rodeada de raros fenómenos de energía. De las tremendas fuerzas que soltó el Gran Cañón y de la interacción que ellas tuvieron tanto con los campos locales como con la furia de la lluvia de muerte enemiga, saltaron descargas crujientes, esferas erran-tes de relámpagos y nexos de radiación que parecían luciérnagas. -Sector de Defensa de la Tierra cuatro-alfa, conteste por favor -Lisa gritó en el micrófono de su auricular mientras la habitación se sacudía -¡Esta es la Base Alaska! La base tembló otra vez, haciendo caer polvo y escombros del techo. Los disparos perdidos de la batalla y la rebelión del propio planeta contra las cosas obscenas que le habían hecho, causaban los temblores. Pero también venían del interior de la base. La instalación estaba muriendo; pero por lo que Lisa podía leer en sus instrumentos, no iba a ser una muerte lenta y tranquila. Ella no encontró a nadie más con vida en la base. Le habían ordenado que investigara un fallo técnico en una subestación resguardada de retransmisión de comunicaciones; estaba allí cuando los fuegos artificiales cósmicos comenzaron. Alguien podía creer que ser la última sobreviviente en un sepulcro subterráneo era un golpe de suerte, pero no Lisa. Luchó para impedir que su voz y su valentía se quebraran cuando intentó otra llamada. Se mantuvo fija en el trabajo que tenía para olvidar las cosas horribles que ella vio, olió y con las que se vio obligada a entrar en contacto al tratar de volver a su puesto. El lugar estaba casi oscuro, iluminado sólo por las tenues luces rojas de emergencia. El débil flujo del sistema de energía de reserva apenas era suficiente para mantener andando su consola. Había mucha energía en la base; la energía se apiñaba para formar una tormenta de una fracción de segundo, pero Lisa no podía usarla para nada. -Es inútil. Todos han muerto -dijo aturdida. Se preguntó cuánto tiempo iba a sobrevivir, la única criatura viviente en la ciudad de los muertos, quizás el único ser humano vivo. Esperaba que no mucho. Abruptamente, líneas multicolores de la estática ondularon en su pantalla y el rostro de su padre apareció, se cortó por la interferencia, y volvió a reaparecer. -¿Eres tú, Lisa? Te escucho, pero la transmisión es muy débil. -¡Gracias a Dios estás vivo! -soltó una larga exhalación. Pudo ver que él todavía estaba en la estación de mando. Unas cuantas figuras se movían en la oscuridad detrás de él, iluminadas por las ocasionales llamaradas de estática o los cortocircuitos eléctricos. Así que otros se habían salvado de la conmoción, de las explosiones y de la contaminación del aire, los fuegos, el humo y la radiación. -El Gran Cañón quedó muy dañado -admitió él-. No creo que dispare otra vez, pero tenemos que in-tentarlo. -Oh, padre. -Parece que tenías razón todo el tiempo -sonrió débilmente-. Las fuerzas zentraedis son muy poderosas para que las manejen nuestras armas. Debí haberte escuchado. Otra ola expansiva sacudió la base. -¡Lisa, tienes que salir de aquí ahora! -dijo el almirante Hayes. ¿Salir? ¿De qué estaba hablando? La superficie era una cámara de ejecución radiactiva alfombrada con vidrio fundido de kilómetros de diámetro. Estaba a punto de decírselo, de ir adonde estaba él, de morir con él, porque ella sabía que iba a morir ese día. Antes de que pudiera hablar, hubo una clase de erupción detrás de él en equipo base del Gran Cañón. La pantalla se desintegró en una distorsión del color del arco iris y después se oscureció. -¡No! -ella se tiró sobre la consola. Después cayó al suelo dominada por los sollozos, mientras los gemidos de la planta de poder de la base crecían cada vez más para un terrible estallido final. -Padre... padre...
As the battle draws on, we feel stronger,
Rick reconoció la voz enseguida, incluso en la confusión en la que había quedado por los golpes de los mísiles. Parpadeó y vio la Tierra girando ante él. Su sensación de vuelo le dijo que su nave estaba girando y cayendo hacia el suelo; sus propulsores apenas podían desacelerarlo. Estaba dentro de la gran bola de fuego de un meteorito. ¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? Después lo recordó. Cuando ganó un poco de control sobre sí mismo, su VT tomó los impulsos de los receptores de su casco e hizo lo mismo. ¡Tengo que ir a modo F! Los sacudones y los giros de la picada le hicieron difícil alcanzar la palanca. Sabía que si la nave no hubiera hecho un mínimo intento de controlar la caída, él probablemente nunca se habría despertado. Esa fue la cosa más difícil que había hecho en su vida, pero puso su mano en la palanca F y le dio un tirón. Los sistemas de control de daño en su nave robotech tomaron las decisiones, y soltaron la armadura y las cápsulas con las que la habían reformado. De algún modo, también echó los componentes que se estaban incendiando. El battloid se dobló, se alargó aquí, se acortó allá -mecamorfoseó. Y en un segundo, un suave VT convencional montó el aire que se estaba espesando y se dirigió a la Tierra. Parece estar funcionando bien -pensó-. Quizá no me golpearon tan fuerte como pensé. La nave asumió automáticamente una altitud de golpe en la panza para la reentrada atmosférica. La velocidad de su descenso enrojeció un poco su escudo ablativo, encendiendo el aire alrededor de él. ¡Uy! ¡Mejor activo los escudos de calor! En un segundo se deslizó encima de la carlinga una burbuja protectora de armadura termo-refractaria que llevaba la insignia Jolly Roger de los Skulls. Otros componentes vulnerables quedaron igualmente protegidos. El calor de la cabina empezó a bajar enseguida y Rick intentó evaluar su situación. Todavía estoy vivo -eso cubría casi todo el material importante que le interesaba a la mayoría de los pilotos. Minmei todavía estaba cantando. Él recordó aquellas últimas palabras que había intercambiado con ella en su habitación cuando las sirenas llamaron a un lanzamiento masivo de VTs. Puedes hacerlo, Minmei. Sólo recuerda: Hoy cantas para todos. Pero... quiero que lo entiendas, Rick. En realidad voy a cantar para ti. Y después ella le dio un beso que él sintió hasta los dedos de los pies, un beso que le hizo sentir que no necesitaba un VT para volar. Yo te amo -le dijo él a ella. Yo te amo -dijo ella. Pero en realidad era adiós, y los dos lo sabían. Él se deshizo del recuerdo; esa clase de paseo por la senda del recuerdo era lo que mataba a los pilotos. Había entrado profundamente en la atmósfera; su VT se frenó, aparentaba responder bien. Él desaceleró, llevó las alas al barrido mínimo y replegó el escudo de calor para mirar alrededor. La noche cubría el páramo y las nubes se cerraban en lo alto. En primer lugar intentó deducir por qué el VT estaba descendiendo, por qué parecía estar enfocado en algo. Después notó que el sistema de comunicaciones había captado una señal y recordó que él le había dado una tarea precisa. Hizo una pasada sobre la superficie asolada y trató de conseguir una señal más fuerte. El horror absoluto de lo que le habían hecho a su planeta hizo que fijara su mente en su trabajo, y sólo en eso. Su equipo de comunicación recogió unas emisiones en la frecuencia que le designó. Se volvió y ladeó, subió a través de la noche humeante. Estuvo maniobrando un minuto, después dos y como por arte de magia salió premiado con una señal que entró a la perfección. -Repito: soy la comandante Hayes, Base Alaska. Alguien que reciba esta transmisión, por favor responda. Había una nota de miedo en su voz que él nunca antes había oído. Algo en eso le demostró a la fuerza lo importante que ella se había vuelto para él. Adiós, Minmei. Estaba tan ansioso por contestar, por decirle que él estaba allí, que abrió su transmisor y tartamudeó, ignorando todo el procedimiento apropiado. -¡Lisa! ¡Lisa, soy yo! -¿Rick? -lo dijo bajo, como una oración. Después siguió con fuerza-. ¿Rick, realmente eres tú? -¡Sí! ¿Estás bien? Ella de repente pareció deprimida. -Sí, pero creo que soy la única. -Lisa, dame tus coordenadas. Envíame una señal de rastreo. Ella esperó un latido antes de contestar. -No, Rick; es demasiado peligroso. Pero gracias. -¡Maldita seas! ¡Ya tengo fijada tu señal y ahí voy! ¿Ahora, me ayudarás o no? Ella no dijo no, pero no dijo sí. -Además -dijo él con gallardía-, ¿qué es un poco de peligro para nosotros? Te sacaré de ahí de inmediato. Él deseó haber tenido su largo echarpe blanco de vuelo para poder echarlo airoso sobre su hombro. De pronto apareció una señal de rastreo. -Rick, estoy tan contenta de que seas tú -dijo con una voz tan íntima como una serenata silenciosa-. Ten cuidado, ¿está bien? Poco después el VT picó directamente por el tiro del que una vez fue el Gran Cañón. Pasó de caza a guardián. Las olas de calor que subían lo sacudieron y padeció una radiación que habría asado a un ser humano indefenso al instante.
We shall live the day we dream of winning
Ya la había cantado completa y todavía no habían pasado muchos minutos desde que Minmei comenzó su canción, aunque le tomó más tiempo debido a la escena que interpretaron con Lynn Kyle. Sin embargo, Khyron el Traicionero lo sabía, el universo y la guerra en particular arremetían contra tales minutos. Estaba parado en su nave capitana observando la lucha, fuera de la batalla pero dentro de la distancia de ataque. La falta de protocultura suficiente para escapar del sistema solar lo había obligado a producir un nuevo plan, y el plan parecía más prometedor a cada momento. Grel, su segundo al mando, miró a Khyron con angustia. Khyron no mostró aversión al canto ni al beso. Su rostro atractivo brillaba, sus ojos estaban iluminados con un destello que Grel había visto ahí cuando Khyron usaba las hojas prohibidas de la flor de vida. -¿Cuál es su plan ahora, milord? -se aventuró Grel. -Mmm. Linda cosita -Khyron todavía miraba a Minmei. -¿Qué? -Grel no pudo evitar estallar. Khyron lo miró con frialdad. -Consígueme la posición de la nave capitana de Breetai -después volvió a sonreír soñadoramente hacia la imagen de Minmei del rayo proyector. Grel no supo qué decir y, además, sabía que decirle la cosa equivocada al Traicionero había cortado un gran número de carreras prometedoras. Pero no pudo evitar hablar bruscamente. -¡Pero milord! ¡Breetai es uno de nosotros! No puede hacer es... Khyron giró hacia él con una rabia asesina. -¿Cómo te atreves? ¡Seguirás mis órdenes o ya verás! Grel se puso muy pálido y se apuró a obedecer. Khyron volvió a disfrutar de la canción. Pero su goce era siniestro. Sintió un lánguido placer físico cuando concluyó que por fin tenía una clara interpretación de la verdadera definición pura de conquista; era algo más placentero, si estaba en lo correcto, que todas las victorias, botines y mundos que los zentraedi hubieran tomado alguna vez. En segundos, la nave capitana de Khyron se puso en camino, seguida por la diminuta flotilla de aquellos que todavía le eran fieles.
Las personas de la casilla de control, e incluso los miembros de la banda, se preguntaban por lo bajo: ¿Minmei no debería cantar otra canción? En medio de la batalla más importante de su carrera, Gloval se había tomado el tiempo para dar la orden en persona: ¡No! ¡Esa canción, esa canción era la indicada! Con la voz de Minmei sonando en cualquier lugar donde el azote de la batalla no hubiera silenciado los altoparlantes, la SDF-1 arremetía cada vez más profundo en la Gran Flota. Afuera, sobre las cubiertas y las paredes externas, los disparos enemigos le estaban pasando factura a los mechas de ataque expuestos, pero los tripulantes de las máquinas de guerra seguían disparando con intensidad. La armada de Breetai también había sufrido mucho, pero no había frenado. -¡Mantengan todos los niveles de potencia al máximo! -bramó mientras los sistemas y las canalizaciones de energía estallaban a su alrededor. Su nave capitana, sus escoltas y la SDF-1 avanzaron; su enorme volumen de fuego y el resto de la armada que arremetía como una cuña buscaron su camino a través del enemigo desorganizado. Las aplastantes descargas que se intercambiaron eliminaron muchos de los cazas y mechas de ambos bandos; la mayor parte de lo que quedó había salido del camino de la batalla.
-¡Infierno o gloria! -gritó Azonia, sosteniendo su puño en alto, cuando llegó para apuntalar el apabullado flanco izquierdo de la alianza. Sus fuerzas se lanzaron a la batalla con un entusiasmo fanático. Los fieles a Dolza saltaron hacia ellas con una similar sed de muerte y triunfo.
Dentro de la SDF-1, un golpe directo perforó la bodega en que se ubicaba Ciudad Macross. De inmediato la atmósfera salió rugiendo como un gran río y más mísiles penetraron en la bodega para anotar golpes directos en las calles de la ciudad. Las cortinas acorazadas y las secciones de sellado pronto se colocaron en su lugar pero, pese a eso, la ciudad sufrió un daño doloroso. Ya la habían reconstruido media docena de veces, y se estaba convirtiendo en escombros otra vez con rapidez. Las pérdidas de vida fueron relativamente bajas porque la mayoría de los habitantes estaba en servicio de emergencia en otro lugar y casi todo el resto estaba en los refugios. Justo antes de que la última cortina se ubicara en su lugar para sellar el compartimiento y permitirle represurizar, un último proyectil enemigo pasó zumbando por el hueco. De casualidad golpeó un refugio y la carnicería que se produjo fue algo que no pertenecía a un universo sensato. El personal de reparación y rescate, y los equipos médicos quisieron que la nave se detuviera para que tuvieran tiempo para hacer su trabajo. Gloval se mordió el labio inferior pero se negó; quizás todo lo que quedaba de la humanidad estaba a bordo de la SDF-1, y si no se aplastaba a Dolza ahora, en ese momento, ninguno de ellos iba a sobrevivir. La petición fue denegada. La batalla siguió su furia. No era la primera agónica vez que Gloval se había sentido como un villano. Traducido por Laura Geuna |
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