Saga Macross - Force of Arms

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Capitulo 2

Por supuesto, las manos ociosas no son el taller del diablo; esa es una argumentación básica.
Más bien, la mano que siempre está ocupada en recurrir a nuevas maquinaciones y en mantener el preparado hirviendo es la que causa los mayores problemas. Aquellos que deseen refutar esto, harían mejor en pensar sobre lo que sucedió todas las veces que Khyron se ponía inquieto.

Rawlins, El triunvirato zentraedi: Dolza, Breetai, Khyron.

Max Sterling, con el casco de vuelo acunado en su brazo izquierdo, caminó a las zancadas por la frenética actividad de la cubierta del hangar y escuchó el eco de la voz de Sammie en el sistema de altoparlantes.

-Sammie está sustituyendo a la comandante -dijo.

A su lado estaba el reemplazo del escuadrón Skull, el cabo Elkins, a quien lo habían transferido del escuadrón Wolf para ayudar a llenar los baches que quedaron en las filas del Skull después de la refriega con los zentraedis.

-Espero que se mantenga en calma -remarcó Elkins-. La última vez me hizo volar en ochos alrededor de un mástil de radar.

Max se rió entre dientes y después se olvidó de la broma, distraído.

-Vaya.

Elkins vio a lo que apuntaba Max. Los técnicos habían desarrollado una nave prototipo, algo sobre lo que todos en los escuadrones veritech habían escuchado hablar. Era como un VT convencional, un caza ultra suave, pero tenía dos cápsulas de aumentación montadas sobre los pivotes de sus alas.

Los VTs convencionales eran en sí una clase de milagro, el uso más avanzado de la robotecnología que los humanos habían aprendido de los despojos de la SDF-1 cuando la fortaleza de batalla extraterrestre se estrelló en la Tierra doce años atrás. Los dientes asesinos de la SDF-1 estaban formados por sus mechas, sus baterías primaria y secundaria, y su arma principal asombrosamente poderosa; pero los VTs eran las garras de la nave. Y este nuevo modelo remozado era el primero de una generación más poderosa, un avance mayúsculo en artillería y rendimiento.

-¿Acaso eso no es algo digno de volar? -murmuró Max. Deseaba que saliera bien en las pruebas de vuelo; los humanos necesitaban cada ventaja que pudieran conseguir.

-Cuando estén listos para darme uno, lo tomaré -dijo Elkins-. En fin, cuídate allá arriba, Max.



-Anoté todo lo que podría causar problemas -dijo Lisa en la cima de la escalera de abordaje del trasbordador.

-No te preocupes por nada -le dijo Claudia. Después puso sus manos sobre los hombros de Lisa-. Te veré aquí en unos cuantos días, ¿está bien?

Lisa trató de sonreír. ¿Qué le dices a alguien más querido que a una hermana?

-Eso espero. Tú cuida las cosas.

Uno de los del personal de tierra sonó un silbato y Lisa retrocedió hacia la compuerta de entrada del trasbordador.

Los escalones movibles se alejaron del rechoncho trasbordador. Claudia le hizo una venia a Lisa por primera vez en tanto tiempo que ninguna de ellas podía recordar cuando fue la última. Lisa la devolvió con elegancia. La compuerta redonda decorada con la insignia de la Fuerza de Defensa Robotech se cerró.

No había otros pasajeros, claro; el contacto con la Tierra fue menos que inexistente desde que los regentes del UEDC decidieron que la fortaleza dimensional tenía que ser un señuelo que alejara al enemigo del planeta. Salvo unos cuantos contenedores de despachos clasificados y cosas por el estilo, ella tenía el compartimiento de pasajeros para ella sola.

Lisa se sentó en el frente del compartimiento cerca de una consola de comunicación.

-¿Esta es una línea segura? -le preguntó a un tripulante que pasaba.

-Así es, señora. Es mejor hacer cualquier llamada ahora; no se puede decir con qué problemas nos podemos encontrar afuera.

-La haré.



Él estaba paseando por una tranquila calle de Macross cuando la voz dijo:

-Repito: teniente Rick Hunter, tiene una llamada.

Por un momento ni siquiera estuvo seguro de dónde se encontraba. Arrastraba los pies y vestía ropa de civil que se sentía un tanto extraña -la primera vez que se ponía algo que no era un uniforme o un traje de vuelo en semanas. Había estado ensimismado mucho tiempo tratando de arreglar las cosas, de entender sus propios sentimientos y enfrentar ciertas verdades.

Fue hacia uno de los omnipresentes teléfonos de comunicación amarillos y se identificó. La llamada que entró trajo una señal de línea segura para adecuar el teléfono público con ella. Mientras las máquinas pasaban por su codificación, Rick miró a su alrededor para asegurarse de que nadie estuviera lo suficientemente cerca como para escuchar.

La gente sólo estaba pasando y ni siquiera se molestaba en mirar al compacto joven de cabello negro que estaba en el teléfono. Eso a él no le importaba; necesitaba descansar unas cuantas horas de ser el líder del escuadrón Skull -necesitaba estar algún tiempo alejado del peso del mando.

Él había sido un civil arrogante cuando entró por primera vez a la fortaleza dimensional dos años antes. Roy Fokker lo había metido en el servicio militar a regañadientes, su Gran Hermano -el amante de Claudia Grant. Rick Hunter había sobrevivido a más peleas aéreas de las que podía recordar, había escrito tantas cartas de condolencias a las familias de los pilotos VT muertos que se forzaba a no pensar en ellas, había estado en el funeral de Roy Fokker y de otros incontables. Sólo quería excluirlos de su mente.

Todavía no tenía veintiún años de edad.

Se había establecido el circuito de comunicación.

-¿Rick? Soy Lisa.

Él sintió como si hubiera estado bajo observación mientras caminaba sin rumbo por las calles. Lisa y Minmei; Minmei y Lisa. Su cerebro le fallaba en ese ciclón emocional donde sus sentimientos por las dos mujeres giraban y desafiaban todo análisis, toda decisión.

-¿Qué puedo hacer por ti? -Ay. Mal. Se dio cuenta de eso tan pronto como lo dijo, pero era demasiado tarde.

-Quería que lo sepas, Rick. Me voy de la SDF-1. Estoy en camino a la Tierra para tratar de lograr que ellos detengan la guerra.

Él volvió a mirar a su alrededor rápidamente para asegurarse de que ningún civil tuviera oportunidad de oír. Ya había suficientes disturbios en la fortaleza dimensional como para esparcir nuevos rumores y elevar expectativas que casi seguro quedarían frustradas. Al mismo tiempo sintió un vacío. ¡Ella se va!

-¿Por qué no me dijeron sobre...

-Todo es ultra secreto. Rick, puede que no me permitan volver.

Lisa rodeó el receptor con las manos y lo miró con tristeza mientras movían al trasbordador hacia el elevador de aeronaves para el viaje hasta la cubierta de vuelo. El VT de Max Sterling estaba cerca de él.

-Por eso... quiero decirte algo -dijo con gran esfuerzo.

¡Oh, dilo! -la voz de Claudia pareció aullarle. Pero no pudo hacerlo.

-Aprecio todo lo que has hecho y ha sido un honor servir contigo -dijo en cambio-. Tus observaciones sobre nuestro cautiverio en el cuartel general extraterrestre serán una parte importante en mi informe cuando...

-¿De qué estás hablando, Lisa? -algo que momentos antes había sido turbio para él ahora era claro como el agua-. ¡No me importan los informes ni nada más si tú no vuelves!

¡Díselo! ¡Dilo! -pero ella ignoró la voz, no pudo enfrentar el rechazo. Él amaba a la luminosa superestrella Minmei, y a Minmei le gustaba Rick. ¿Quién podía competir con eso?

-Por favor, cuida a los desertores zentraedis, Rick -terminó diciendo-. Gran parte de nuestra gente todavía no tuvo tiempo de razonar las cosas y los extraterrestres están en peligro.

El personal de catapulta había sujetado al trasbordador en la cubierta de vuelo para el lanzamiento, la gente de enganche había despejado y los deflectores de ráfagas se habían elevado desde la cubierta detrás de la astronave. En un costado, el VT de Max deslizó las alas y levantó sus estabilizadores verticales.

Lisa sostuvo el transmisor con ternura.

-Estamos despegando. Adiós. Y gracias otra vez.

-¿Qué? ¡Espera! -pero el circuito estaba muerto.

Llegó a una cubierta de observación justo a tiempo para ver que un pequeño grupo distante de luces se esfumaba en la oscuridad, las toberas de la formación.



-El trasbordador y las escoltas están procediendo de acuerdo al plan de vuelo -le dijo Vanessa a Gloval en voz baja. En realidad nadie dijo que había que controlar tan de cerca al vuelo de Lisa; pero nadie había objetado la idea tampoco, y el Trío Terrible mantenía la vigilancia de cerca.

De vuelta en su estación, Claudia estaba alerta ante cualquier tono de voz, como todos los demás.

-¡Capitán! -dijo Vanessa con un tono brusco y alarmado, y el corazón de Claudia se saltó un latido-. Los elementos de la flota zentraedi se están reorganizando. Están acercándose al trasbordador en curso de interceptación.

Gloval miró sus representaciones de situación, los tableros de captación y las proyecciones computarizadas. Claudia mantenía un ojo sobre el tablero y uno sobre Gloval.

Parecía muy calmado. Ahora que había llegado la batalla, él era una fuente de tranquilidad.

-Ordénales que tomen acción evasiva cuando sea necesario o que regresen a la SDF-1 si es posible.

Claudia casi exclamó una súplica para mandar refuerzos, pero ella podía leer las representaciones tan bien como cualquiera. Más fuerzas zentraedis estaban tomando posición, aparentemente para separar al trasbordador de la fortaleza dimensional. Aporreada y escasa de personal, la SDF-1 casi no podía darse el lujo de arriesgar todo un escuadrón VT para salvar un trasbordador y sus escoltas.

Sin importar quien pudiera morir.



Las alarmas y las luces de emergencia sacaron a Lisa de una oscura desesperación. El piloto del trasbordador hizo el anuncio.

-Se acerca nave enemiga. Todas las tropas, acuartelamiento general. Aseguren para el acuartelamiento general.

Hubo un fuerte rechinar cuando las secciones acolchonadas de la armadura de protección se deslizaron para ubicarse alrededor del asiento de Lisa. Ella tiró con calma de su portafolio hacia la cuestionable seguridad del capullo metálico, aseguró su arnés de aceleración y el empuje de la nave la volvió a presionar contra el acolchado del asiento.

Max Sterling aceptó la noticia casi amigablemente. La herencia que conformaba la orgullosa tradición del piloto de guerra permanecía fuerte. Morir era a veces inevitable, pero perder la serenidad era inexcusable.

-El enemigo se está aproximando a las seis -dijo con menos emoción de la que la mayoría de la gente usa al hablar del clima-. Fórmense en despliegue gamma y sigan con sus escoltas.

Los otros VTs dieron sus entendidos y se movieron para cumplir. Max iba a darle a Lisa un saludo de aliento, pero el capullo blindado ya se la había tragado.

Se abrió para tomar su propia posición. Las maniobras aerodinámicas de los VTs parecían extrañas en el vacío y en la gravedad cero del espacio, pero los pilotos venían de una tradición de aviación naval. Ellos pensaban de cierta forma sobre volar, y pensar era la mitad de la clave de la robotecnología. Las maniobras aerodinámicas desperdiciaban energía, pero la robotecnología estaba llena de eso.

Max esperaba que esto fuera otra treta. Al igual que Gloval y muchos otros, había notado que parecía haber dos facciones diferentes -casi una esquizofrenia- entre el enemigo. Un bando estaba jugando un juego de espera, determinado a capturar intacta a la SDF-1 por razones que los humanos todavía no podían adivinar y que los desertores de bajo rango, que no eran partícipes de la información estratégica, no podían clarificar.

Los otros elementos -precipitados, impredecibles y casi irracionales-, montaban ataques repentinos y fuertes contra la fortaleza dimensional, aparentemente para intentar destruirla sin pensar en las consecuencias. Estaba cada vez más claro que el comandante enemigo responsable de esto tenía un nombre conocido, y a veces hasta temido, por todos los zentraedis.

Khyron el Traicionero.



-Comandante, el blanco ha cambiado de curso -dijo el piloto de un pod zentraedi con la burbuja facial de su armadura de combate iluminada por sus instrumentos-. Y los cazas micronianos se están reubicando para interceptación.

Los mechas extraterrestres, dos docenas y más, estaban en formación de ataque -con sus enormes cuerpos ovoides cargados de tubos de cañones montados sobre largas zancas, lo que los hacía parecer avestruces sin cabeza. A la mayoría se los podría haber considerado "sin brazos", pero el officer's pod llevaba armas pesadas que se parecían a gigantescas derringers.

En el pod de la delantera estaba Khyron el Traicionero.

Él no se adecuaba a la mayor parte de los estereotipos del brutal adalid. Muy en contra de los convencionalismos de los zentraedis -su simplicidad espartana y su repugnancia por el amaneramiento-, a Khyron lo podrían haber llamado presumido si semejante palabra o concepto existiera en su raza.

De aspecto juvenil y siniestramente atractivo, miraba las pantallas de la cabina de su pod pensando en la matanza. Le habían prohibido atacar a la SDF-1 otra vez bajo pena de ejecución inmediata, pero nadie había emitido órdenes relacionadas con una pequeña y suculenta caravana.

En cuatro ocasiones las sabandijas micronianas lo habían humillado. Su odio había crecido geométricamente con cada derrota. Se puso incandescente cuando vio la clase de perversiones que practicaban los micronianos: los machos se mezclaban con las hembras, los sexos se ponían en contacto de una forma u otra y expresaban su patético afecto los unos por los otros. Se comportaban de manera seductora, algo desconocido para los zentraedis. Los micronianos se emparejaban, a veces formando lazos de por vida, llevados por impul-sos y estímulos que Khyron apenas estaba comenzando a percibir.

Esto lo repelía y lo fascinaba; lo obsesionaba y lo poseía. Por eso sabía que no tenía otra alternativa más que destruir por completo a los micronianos o volverse completamente loco.

-Nada puede salvarlos -se relamió-. Todas las unidades: ¡ataquen de inmediato!

Los pods se acercaron cabalgando sobre las brillantes flamas de sus toberas y moviendo sus armas en respuesta a sus servos de apuntamiento. Los VTs se desplegaron para encontrarlos.



-Capitán, el trasbordador llegó a las coordinadas Lambda treinta y cuatro -gritó Sammie-. ¿Enviamos refuerzos?

La tripulación del puente observó a Gloval esperando que él dijera sí tanto como él mismo lo deseaba. Pero eso habría dejado a la SDF-1 desprotegida; los zentraedis ya habían intentado una maniobra diversiva similar para preparar un ataque mayor.

Debido al número críticamente bajo de VTs en condiciones de volar en el espacio que quedaba hasta que la fabricación de maquinaria robotech pudiera producir reemplazos, él no podía arriesgarse a mandar a un escuadrón de cazas o arriesgar a los pilotos que eran tan cruciales para la supervivencia de la nave.

-No hasta que sea absolutamente necesario -dijo férreamente. Las mujeres volvieron a sus trabajos en silencio. Gloval no se explayó en la cuestión de los refuerzos, pero ya lo había decidido: no podía arriesgar una formación de VTs, pero había una jugada desesperada que podía efectuar si la situación del trasbordador empeoraba.



En el sector del espacio vacío designado lambda treinta y cuatro, el veritech de Max Sterling pasó por un veloz cambio. Era lo que el Dr. Lang, el escalofriante genio robotech, denominaba "mechamorfosis": la alteración de la estructura del caza.

Max había tirado de la palanca que ponía a la nave en modo battloid y pensó al mecha a través de este cambio. El VT cambió a battloid, tomando la apariencia de un gladiador futurista vestido con una voluminosa armadura ultra tecnológica llena de armas. Dos pods se acercaron a él disparando los cañones.

Traducido por Laura Geuna
www.robotech.org.ar

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