Saga Macross - Force of ArmsPrólogo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25
RUSSO: ¿Qué están haciendo a allí arriba, Alexei? ¿Esos buenos para nada de la RDF tuyos ni siquiera saben luchar? Diálogo que se cree tuvo lugar entre el senador Russo y el mariscal Zukav del CDTU. La SDF-1 y la nave capitana estaban enfrentadas, inmóviles entre una brecha estrecha del espacio, casi cara a cara. Gloval le dejó instrucciones a Claudia para que abriera fuego con el arma principal si había alguna acción hostil. Unos minutos después se sentó en un banquillo en la cámara de audiencias más grande de la nave con Coronel Maistroff a su derecha, un mayor de Inteligencia a la izquierda, y se inclinó ante Exedore. Salvo unos cuantos funcionarios, el lugar estaba vacío. El capitán tuvo que admitir que el hombrecillo deformado estaba lejos de la imagen mental que Gloval tenía de un aguerrido extraterrestre destructor. En todo caso, parecía más bien... meticuloso. -Por fin nos vemos las caras, capitán -dijo el extraterrestre con voz cordial cuando lo vio desde el distante estrado. -Sí -Gloval estuvo de acuerdo. Una joven y atractiva alférez trajo una bandeja y puso un vaso de jugo de naranja donde Exedore pudiera alcanzarlo. Gloval y los otros observaron atentamente la reacción de Exedore ante la mujer, pero al parecer había puesto sus reacciones bajo control porque sólo asintió con la cabeza en gratitud. Exedore levantó el vaso y tomó un sorbo prudente. El gusto era agradable, pero la bebida tenía un cierto sabor, algo que él no podía definir. Era algo vertiginoso, casi eléctrico. -Mmm. Esto es muy refrescante -levantó la vista hacia ella-. ¿Qué es? Ella verificó con la vista a Gloval para asegurarse de que estaba bien contestar. Gloval dio el asentimiento más claro, que Exedore a su vez captó. -Es jugo de naranja, señor. De nuestros propios huertos hidropónicos. Exedore por un momento no entendió. Cuando habló, intentó mantener alejado el temblor de su voz. -¿Quiere decir que ustedes lo cultivan? -Nosotros cultivamos la fruta de la que sale el jugo -ella parecía un poco desconcertada. -Ah, sí; correcto. Es lo que quise decir -bajó el resto del jugo de naranja para esconder su asombro. ¡Estas criaturas consumían comida que había estado viva! ¡Quién sabe, quizás consumían cosas que todavía estaban vivas! Él se estremeció y se recordó que este era sólo el jugo de una planta, pero estaban probando su autocontrol exhaustivamente. Aquí había algo que esos tres espías imbéciles no habían mencionado, o que quizás omitieron de sus informes a propósito, o que incluso no habían comprendido. La comida zentraedi, claro, se sintetizaba de sus componentes químicos; eso siempre había sido así por decreto de los Amos Robotech. Comer comida viva o que una vez vivió era arriesgar el consumo de energías rudimentarias relacionadas de alguna forma con la protocultura. Exedore terminó el vaso como para no dar ninguna pista de lo que estaba pensando -temiendo. Se le cruzó por la mente que quizás estos hombres lo estaban probando. En ese caso, él no iba a revelar nada. -Eso fue muy refrescante -dijo con entusiasmo. La alférez le hizo una sonrisa luminosa. -Tome, tenga otro -ella recogió el vaso vacío y le dio uno lleno de su bandeja. -Si insiste -dijo él en voz baja. Gloval se estaba frotando su oscuro bigote. -Creo que nos está faltando gente, ¿no es cierto? -le dijo a Maistroff. -Algunos -asintió el coronel-. Pero deben llegar en cualquier momento. De hecho, estos pueden ser ellos. Él se refería a la señal de la puerta. Max y Miriya entraron, ambos con el uniforme de la RDF. Max mostró un saludo brusco. -Señor. Reportándose como se ordenó. Exedore se puso de pie y apartó la bebida. -¡Ah! ¡Hola, líder quadrono! Ella gimió mientras giraba hacia él y saludó por reflejo. -Lo siento, señor; yo no me di cuenta de que usted era el emisario. Él se encogió de hombros para decir que no era importante. -Encontré su ritual de emparejamiento... ¿matrimonio?... realmente... provocativo. Ella no supo qué decir. -Probablemente usted se está preguntando por qué lo hicimos. -Sí, así como indudablemente usted se está preguntando lo que estoy haciendo yo aquí. Y este debe ser la mitad masculina de tu par. De repente Miriya pareció joven y un poco desesperada, de pie ante el gran genio de su raza, el mayor, el depositario de toda la erudición zentraedi. -Ah, así es, señor. -Vaya; no suenas muy emocionada por eso -murmuró Max. Él casi cedió ante el impulso de tomarla en sus brazos y besarla, plana mayor o no, y recordarle enfáticamente lo que realmente significaba su emparejamiento. Pero justo en ese momento Rick Hunter se reportó como se le ordenó y saludó. Después atisbó a Max, quien estaba un poco ofendido. -Eh, no luces muy bien -confesó Rick. Exedore todavía estaba de pie. Después apuntó hacia Rick y Max, y gritó. -¡Eso es! -cacareó para sí mismo-. ¡El proceso de micronización debe haber afectado mi memoria! Ustedes son dos de los rehenes de la nave capitana de Dolza, ¿no es cierto? -¿Alguien quiere decirme qué está pasando aquí? -preguntó Rick con lentitud. -Esta vez las circunstancias son un poco diferentes -Exedore siguió parloteando acaloradamente-. Pero díganme: ¿cómo se las arreglaron ustedes y los otros para escapar? ¿Fue algún poder microniano oculto? Lo que realmente pasó fue que Max había abordado en un battloid disfrazado con un uniforme zentraedi, pero Rick no estaba seguro de dejar salir de la bolsa a ese gato en particular. No vio que Gloval o los otros le dieran alguna ayuda, por eso improvisó. -Eh, supongo que se podría decir que fue así. El emisario frágil y pequeño se sentó tocando su mandíbula. -Hmm, otro uno de sus secretos militares -todo era muy confuso e ilógico, hasta para él. ¿Quién sabe lo qué los eones de comer comida viva le habían hecho a estas criaturas? -Aquí están los otros -dijo Gloval cuando la puerta sonó otra vez. Rico, Bron y Konda entraron en fila a la cámara de audiencias. Ellos lo vieron y recularon cuando él les mostró una sonrisa calavérica. -¡Es el ministro Exedore! -chillaron todos al unísono como ratones frente a un lince hambriento. -No esperaba ver a los instigadores de nuestra muestra deserción en masa a aquí hoy -comentó. Temblando, Rico se preparó. -¡Su excelencia, no fue nuestra culpa! -¡Es cierto! ¡Sólo fue algo que no podíamos evitar! -se metió Konda. -¡Nosotros no teníamos ningún control, señor! -sostuvo el robusto Bron. Exedore dejó eso de lado con un golpecito remilgado de sus dedos. -Pueden relajarse. No tengo ninguna intención de hacerles daño. Cuando se relajaron por el alivio, la exhalación que soltaron fue audible. -Capitán Gloval, la computadora de la nave grabará los procedimientos -dijo el coronel Maistroff cuando todos se sentaron. Gloval arregló su birrete. -Muy bien; comencemos. Ministro -le dijo a Exedore-, nosotros no estamos seguros acerca del propósito exacto de su misión aquí. Hasta ahora usted nos ha dicho muy poco. ¿Nos explicaría, por favor? Los ojos de Exedore hicieron una pasada sobre ellos. -Su curiosidad es entendible, pero... todavía no están todos presentes, capitán. -¿Qué? -gruñó Maistroff corto de aire. -Nos gustaría saber más sobre dos de los de su raza, caballeros. El primero posee poderes y habilidades luchadoras que son extraordinarias en verdad, y hay una hembra que es el centro de su ataque psicológico. -Increíble -masculló Gloval mientras observaba a Exedore. El coronel Maistroff había leído parte de los informes de los interrogatorios de los desertores. -Yo pienso que él se refiere a esa película, El Pequeño Dragón Blanco -dijo en un aparte con Gloval-. Ellos también la deben haber visto y piensan que los efectos especiales de Lynn Kyle son reales. El Pequeño Dragón Blanco fue la primera película producida en la SDF-1. Presentaba a Lynn Kyle haciendo algunas luchas y acrobacias espectaculares para derribar a gigantes feroces con sus artes luchadoras y usando un rayo mortal que podía disparar de su mano gracias a un medallón encantado. -Aquí hay un claro malentendido -le dijo Gloval a Maistroff y para Exedore declaró-. No puedo pensar en nadie que sea el centro de un ataque psicológico. Sería útil si usted pudiera ser más específico sobre esta hembra. Exedore pestañeó con sus ojos saltones de pupilas analíticas. -Ella parece estar realizando alguna clase de ritual. Una extraña entonación. Bron se agachó hacia sus compañeros ex-espías. -¿Creen que él se refiere a... -¡No! ¡No podría! -susurró Konda. -¡Seguro que puede! -gruñó Rico. -Ya saben -dijo Exedore con impaciencia y se levantó para pararse al lado del banquillo, tomó una pose coqueta, y cantó:
Stage fright, go away
Rick gimió ya que no quería ser el primero en decir algo. Si no estuviera viendo lo que pensaba que estaba viendo, el coronel Maistroff seguro lo iba a reportar al medico de a bordo e iba a hacer que lo dejaran en tierra por chiflado. -¡Está hablando de Minmei! -estallaron los tres espías. Exedore siguió cantando "Stage Fright" con un falsete terrible que estaba muy fuera de clave. Hizo gestos y posturas que hacían parecer que estaba dando audición a para Ñam-ñam en una producción aficionada de El Mikado. Gloval bajó la cabeza como una tortuga dentro del alto cuello doblado de su chaqueta, haciendo un sonido grave. -No puedo creer esto. -Ellos deben pensar que el canto de Minmei es alguna clase de arma -observó Maistroff. -Hagan que traigan aquí a la muchacha -pidió Gloval-. Y a su primo también. Después intentó descubrir cuál sería el método más directo y diplomático para pedirle al emisario que por favor dejara de cantar. -¡Esa es! ¡Sí! -gritó Exedore en cuanto Minmei apareció en la puerta. Ella miraba en derredor como un ciervo asustado. Un momento después Kyle entró lentamente al cuarto, enfurruñado y hostil. -Me estoy cansando de que el ejército me manipule -dijo. -Bien -dijo Minmei con voz cansada-, ¿a alguien le importaría explicar por qué era tan importante que nosotros viniéramos aquí? Ella estaba tan hermosa como siempre, delicada y encantadora como la princesa de un cuento de hadas; por más que lo intentara, Rick no podía evitar que el anhelo familiar se apoderara de él. Kyle caminó ante ella como para escudarla del maltrato y miró alrededor. -No esperes ninguna respuesta de ellos. Sólo se preocupan de sus esquemas de guerra fascistas; no se preocupan por las personas, y ellos... -¡Suficiente de esta tontería! -tronó Gloval, y hasta el truculento Lynn Kyle quedó un poco intimidado. Exedore pensó en lo mucho que se parecía al gran Breetai este comandante microniano. -Ustedes contestarán nuestras preguntas -Gloval le dijo a ambos-. Estos procedimientos son estrictamente clasificados y si se los mencionan a alguien, yo personalmente veré que lamenten este día. Ustedes nos darán su cooperación total. ¿Entienden, ustedes dos? -Sí -asintió Minmei. Como Kyle seguía mudo e indiferente, ella le puso una mano en el hombro-. Necesitan nuestra cooperación. La hostilidad no nos hará bien en absoluto, ¿no lo ves? Gloval se había vuelto hacia Exedore y dejó que su irritación se mostrara en su voz. -Ahora, Sr. Ministro, ¿si nos dijera amablemente de qué se trata su misión aquí? -comenzó a atizar su pipa favorita. -Todo en su secuencia apropiada -dijo seriamente Exedore-. Pero le aseguro que mi razón de estar aquí es de crucial importancia tanto para ustedes como para los zentraedis. Gloval sopló una nube azul que sus oficiales intentaron ignorar. Leer esta mente extraterrestre es imposible -reflexionó. La canción y el baile lo habían convencido de eso-. Tendré que esperar y escucharlo.
En el complejo subterráneo del CDTU, Lisa Hayes estaba sentada al final de las largas filas de técnicos que manejaban las pantallas del monitor. Toda la atención estaba enfocada en la SDF-1; Lisa había tenido la impresión, de manera sutil, de que los gobernantes mundiales se estaban masticando las uñas mientras esperaban ver lo que iba a pasar. Había dejado de desear estar de vuelta a bordo para ayudar en lo que estaba sucediendo; eso dolía demasiado. La emergencia, la escasez de buenos oficiales, los peligros del viaje espacial durante las actuales hostilidades, el hecho de que ella había tenido acceso a información clasificada del CDTU, su valor como fuente de inteligencia... su padre tenía una docena de justificaciones para mantenerla donde estaba y había poco que ella pudiera hacer sobre eso. En fin, miró fijamente su propia consola principal. Cuanto más aprendía sobre el Gran Cañón, más convencida estaba de que iba a ser de poco propósito, excepto para enfadar más a los zentraedis. Ella dio un salto cuando se dio cuenta de que su padre había entrado para inclinarse cerca de ella. Los otros oficiales técnicos y reclutas se mantuvieron activos en sus trabajos; era imprudente dejar que te vieran desviar tu atención cuando el almirante Hayes andaba cerca. Ella estaba empezando a entender que su padre no era un oficial popular. Para ella nunca había sido fácil hacerse de amigos, y ahora que sabían que era la hija del almirante, quedó eficazmente excluida. Se quitó el auricular a tiempo para oírlo hablar. -¿Qué tal tu nuevo trabajo? ¿Todo bien? -Bien, bien -mintió e intentó sonreír-. Entiendo que la SDF-1 y la flota zentraedi han logrado un acuerdo de cese de hostilidades. -Eso es lo que oí -dijo su padre con evasivas. -Bien -intentó sonar lo más optimista que podía-, si las cosas siguen marchando de esta manera quizás no tengamos que usar el Gran Cañón. -Es posible, pero lo dudo. Ella se alejó bajando la vista con desaliento. ¡Todos estaban tan ciegos aquí abajo en su pequeña madriguera! Después sintió la mano de él en su hombro. -Escucha, Lisa. No podemos confiar en los zentraedis; tenemos que demostrar lo que podemos hacer. No iba a hacer ningún bien decirle de nuevo que el arma principal de la SDF-1 era un rival parejo para el Gran Cañón y no había impedido que los zentraedis emprendieran su guerra. Los proyectistas, ingenieros y gobernantes del CDTU tenían demasiado en juego y sólo se burlaron cuando ella intentó plantear el tema. Él vio ella no iba a abandonar la cuestión; ella sólo dejó de discutirlo por el momento. Él le dio la espalda para marcharse y dijo: -Tengo trabajo para hacer. Si algo surge, estaré en la sede central. -Sí, señor -dijo Lisa con resignación. Traducido por Laura Geuna |
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