Saga Macross - Battlehymn1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15
Seg�n entiendo yo [Gloval] ya ha desobedecido sus �rdenes; si se me ocurriera alguien para reemplazarlo, instar�a al Concejo a proceder con una corte marcial. �Qu� piensa usted, [nombre encubierto]? Yo tal vez pueda hablar con [el almirante] Hayes para que acepte el puesto y as� matar dos p�jaros de un solo tiro... Este tema de los civiles a bordo de la SDF-1 se ha convertido en un verdadero desastre. Personalmente los considero prescindibles -junto con Gloval y toda la nave, si quiere saber la verdad. Enfrentemos los hechos: la cosa ya ha sobrepasado su prop�sito. Usted y yo estamos donde quer�amos estar. �Por qu� no darles a los extraterrestres su maldita nave y mandarlos de vuelta a donde pertenecen? Senador Russo, correspondencia personal (fuente encubierta) Hubo algo nuevo en los frescos cielos nocturnos del verano de 2012... Recuerdas estar sentado en la hamaca del patio con las manos firmemente aferradas a las cadenas galvanizadas, los delgados brazos extendidos y la cabeza echada bien hacia atr�s, mirando hacia las inconmensurables profundidades de esa negrura m�gica y molestando tu joven mente con enigmas del espacio y el tiempo entendidos a medias. De pronto tu mirada encuentra movimiento all� donde nada deb�a haber existido, como si toda una constelaci�n se hubiera desarraigado y se hubiera lanzado en un viaje improvisado a trav�s del cosmos. Tu coraz�n lat�a r�pidamente pero tus ojos insist�an en seguir ese r�pido pasaje de misterio hacia el horizonte distante, aunque ahora lo estuvieras viendo de cabeza y con riesgo de caerte de espaldas de la hamaca. Una puerta mosquitera se azot�, se�al de que hab�an escuchado tus gritos; parados detr�s de ti, tu padre y sus amigos trataron de seguir el r�pido fluir de tus palabras y a tu dedo �ndice tembloroso que se�alaba hacia un campo de estrellas inm�vil. "Ya pas� tu hora de ir a dormir", dijo tu padre y t� te fuiste. Pero m�s tarde bajaste en silencio las amplias escaleras alfombradas, y a escondidas los escuchaste hablando en voz baja en la biblioteca, usando palabras que t� no pudiste comprender por completo pero que en cierta forma probaban que no estuviste imaginando cosas. Hab�as divisado a la fortaleza, una ciudad celestial que regres� del pasado, lo suficientemente grande como para ocultar las estrellas... los amigos de tu padre no pod�an decidir si era salvadora o heraldo de oscuras profec�as, pero en cualquier caso era un "signo de los tiempos". Como las lunas azules, las desapariciones inexplicables, los rumores de gigantes que ven�an a atraparte... Y en la primera plana del peri�dico del d�a siguiente viste lo que la noche te hab�a ocultado: una figura roboide de un kil�metro y medio de alto propulsada por mecanismos desconocidos, erguida a dos veces su propia altura por sobre una ciudad sorprendida con las piernas estiradas, los brazos doblados en los codos y sostenidos en alto como los de un hombre santo o un mago en un sereno gesto de paz o rendici�n. Te record� a algo en el borde de tu memoria, una imagen que no recordar�as hasta mucho m�s tarde, cuando llovi� fuego del cielo, cuando tu mundo nocturno qued� aniquilado por la luz...
En directa violaci�n de los dictados del Concejo de Defensa de la Tierra Unida, el capit�n Gloval hab�a ordenado que la SDF-1 despegara. No era la primera vez que desafiaba la sabidur�a del Concejo y no ser�a la �ltima. La fortaleza dimensional hab�a permanecido en su lugar de aterrizaje en el Pac�fico durante dos largos meses como un chiquillo en una pileta para ni�os, y los superportaaviones Daedalus y Prometheus, que for-maban sus brazos, estaban ubicados por delante como juguetes en las olas oce�nicas. Y a veces Gloval sent�a como si de verdad sus superiores en el Concejo lo hubieran tratado como a un ni�o desde el regreso de la for-taleza a la Tierra. Dos a�os de ser perseguidos a trav�s del sistema solar por una raza de extraterrestres gigan-tes s�lo para que te hicieran sentir como parientes indeseables que caen de visita. Desde un punto de vista mi-litar, Gloval comprend�a completamente las decisiones del Concejo, pero esos hombres que evaluaban la si-tuaci�n pasaron por alto un elemento importante -o tal como Gloval les hab�a sugerido, 56.000 elementos im-portantes: los antiguos residentes de Isla Macross que estaban a bordo de su nave. La circunstancia los hab�a forzado a participar activamente en esta batalla espacial con los zentraedi pero ahora no hab�a raz�n para su presencia estable; se hab�an convertido en jugadores forzados en un juego de pol�tica global que probable-mente tendr�a un final tr�gico. Ya hab�a habido m�s de 20.000 muertes; �cu�ntas m�s se requerir�an para convencer al Concejo de ac-ceder a las demandas de permitir que los civiles desembarcaran? El razonamiento del Concejo estaba lejos de ser infundado, era trastornado, estaba arraigado en eventos que hab�an sucedido a�os antes, pero peor aun, arraigado en una mentalidad que Gloval hab�a esperado no ver m�s. El comandante se encontr� con que todav�a pod�a utilizar algunos de los argumentos que se sugirieron en aquellos d�as -la creencia de que era prudente mantener oculto de las masas cualquier conocimiento de un ata-que extraterrestre inminente. El sigilo hab�a rodeado la reconstrucci�n de la fortaleza dimensional y el desa-rrollo del armamento Robotech, los cazas Veritech transfigurables, los Spartans y los Gladiators. Eso era la "l�gica de la desinformaci�n": detr�s de ella hab�a un prop�sito gu�a. Pero la postura actual del Concejo mos-traba una crueldad que Gloval no hab�a cre�do posible. Para justificar la desaparici�n de las 75.000 personas de Macross los militares hab�an anunciado que poco despu�s del despegue inicial de la SDF-1 una erupci�n volc�nica, del orden de la de Krakatoa, hab�a destruido por completo la isla. Para complicar m�s las cosas, GIN, la red de inteligencia global, esparci� rumores de que en realidad una fuerza de guerrilla hab�a invadido la isla y hab�a detonado un artefacto termonuclear. Despu�s obligaron a la revista Global Times a publicar una cobertura investigativa igualmente irreal de un supuesto encubrimiento por parte de la GIN, de acuerdo con la cual la verdadera causa de las muertes en Macross fue una enfermedad. Gloval no pod�a entender c�mo pudo funcionar alguna de estas historias para aliviar el p�nico mundial; el Concejo podr�a haber difundido la verdad igual de f�cil: que un experimento sobre transferencia hiperespa-cial hab�a terminado accidentalmente con la desmaterializaci�n de la isla. Sin embargo, as� como estaban las cosas el Concejo se encontraba atrapado en sus propias mentiras: los 75.000 murieron por una explosi�n vol-c�nica-invasi�n de guerrilla-virus. Por lo tanto, a estos miles no se les pod�a permitir "reaparecer" -regresar de los muertos era un tema al que el Concejo no estaba listo para enfrentar. Los 56.000 supervivientes ten�an que permanecer pr�cticamente como prisioneros dentro de la SDF-1. �Y si la Fuerza de Defensa Robotech ganara esta guerra contra los zentraedi? Gloval se lo hab�a pre-guntado al Concejo. �Despu�s qu�? �C�mo iba a enfrentar el Concejo el regreso victorioso de la SDF-1 y el regreso de los muertos? �No pod�an ver lo equivocados que estaban? Por supuesto que era una pregunta ret�rica. La verdadera preocupaci�n de Gloval era que el Concejo no consideraba la victoria como una situaci�n aceptable. Por esa raz�n hab�a tomado la responsabilidad de lanzar a la SDF-1. Iba a enfocar la atenci�n en los civiles de una forma u otra... Hab�a p�nico en la superficie y p�nico en la voz del controlador del Comando Aeron�utico. -Control de tierra NAC a puente de SDF-1: Conteste de inmediato... control de tierra NAC a puente de SDF-1: �Conteste de inmediato, cambio! En el puente de la fortaleza dimensional hubo sonrisas de satisfacci�n reprimidas. El capit�n Gloval puso un f�sforo en su pipa haciendo caso omiso de los recordatorios de Sammie. Dej� pasar un minuto y des-pu�s le hizo se�as a Claudia desde la silla de mando para que respondiera a la transmisi�n que lleg�. -Puente de SDF-1 a control de tierra NAC, tengo al capit�n Gloval. Prosiga, cambio. Gloval aspir� de su pipa y solt� una nube hacia los monitores de arriba. Se pod�a imaginar la escena de abajo: los ojos de Los �ngeles clavados en su espect�culo celeste. Le hab�a ordenado a Lang y a Astrogaci�n que utilizaran los recientemente reparados generadores de antigravedad para asegurar y mantener un sobre-vuelo de baja altura, y por eso las enormes aberturas triples de los propulsores de los pies estaban apenas a un kil�metro y medio arroba de las calles. No hab�a forma de confundir esto con alg�n efecto especial de Ho-llywood. Y no s�lo hab�a gente que ve�a por primera vez a la SDF-1 en el aire, sino tambi�n a los antiguos mecas ultrasecretos que volaban junto con ella -Cazas, Guardianes y Battloids que flotaban y rodeaban a una maravilla robotecnol�gica b�peda de un kil�metro y medio de altura. Olviden los maravillosos colores de aquellas nubes del atardecer, quiso decirles Gloval. �Aqu� hab�a algo que realmente val�a la pena fotografiar! -Capit�n Gloval, los vuelos bajos sobre centros poblacionales han sido estrictamente prohibidos ex-cepto en emergencias extremas. Gloval se estir� hacia delante y levant� el radiorreceptor. -Esta es una emergencia. Debemos mantener un patr�n de curso a baja altura. Nuestro sistema de con-trol de antigravedad no est� perfeccionado y las vidas de nuestros 56.000 civiles detenidos est�n en peligro. Lisa Hayes le dio la espalda a su estaci�n para hacerle un gui�o conspirador. -Pero se�or, ustedes est�n causando p�nico aqu� abajo. Aumenten su altitud y vuelen hacia el oc�ano de inmediato. Es imperativo. �Los tengo donde quiero! -se dijo Gloval. -Cumplir� con su orden si pueden darme permiso para desembarcar a estos civiles. Los parlantes quedaron silenciosos; cuando el controlador regres�, hab�a incredibilidad y urgencia en su voz. -Se�or, eso es imposible. Las �rdenes del cuartel general del UEDC especifican que nadie puede dejar su nave. Nosotros no tenemos autoridad para revocar esas �rdenes. Deben abandonar esta zona de inmediato. Era hora de mostrar algo de furia. -�No descansar� hasta que se cambien esas �rdenes! -grit� Gloval. Azot� el radiorreceptor de vuelta en su horquilla y se recost� en la silla. Vanessa hab�a girado de su pantalla para estudiarlo; �l sab�a lo que hab�a en la mente de ella y le garantiz� la libertad de hablar francamente. -�Se�or, no es peligroso hacer amenazas mientras estamos en la red de comunicaci�n a�rea? Claudia intercambi� miradas con Gloval y habl� por �l. -Esta fortaleza es un s�mbolo del poder del Concejo -le dijo a Vanessa-. Si se sabe que el capit�n se est� oponiendo a las �rdenes, el Concejo perder�a autoridad... -Y hay una posibilidad de que est�n controlando nuestra comunicaci�n -agreg� Lisa y gir� hacia Glo-val-. �No es cierto, capit�n? Gloval dej� la silla y camin� hacia el mirador frontal. El paisaje citadino se desplegaba debajo de su nave; los Veritechs volaban en formaci�n y los fant�sticos remolinos y ondas de nubes crepusculares color lavanda y naranja llenaban el cielo. -Estoy preparado para mantener aqu� a la SDF-1 hasta que nos capten, Lisa -se dio vuelta para en-frentar a Claudia y a las dem�s-. No creo que haya muchas posibilidades de que el Concejo revierta su deci-si�n. Pero los pol�ticos a veces pueden ser �tiles y es posible que alguien en el gobierno descubra esto, vea una oportunidad e intervenga. -Pero al Concejo no le van a gustar nuestras t�cticas, se�or -dijo Vanessa. Gloval volvi� al mirador. -Esto es algo que debo hacer aunque me enfrente a un proceso. Los civiles no tienen ning�n lugar a bordo de esta nave. Ning�n lugar en esta guerra. Pero por el momento la SDF-1 segu�a con sus civiles. De todas formas la hab�an equipado con un sis-tema de escudo revisado. El Dr. Lang hab�a desmantelado el sistema de barrera de precisi�n y hab�a liberado la energ�a luminiscente que lo animaba -la misma energ�a que se hab�a materializado con la desaparici�n de los generadores de transposici�n hace alg�n tiempo atr�s. Su equipo de robot�cnicos hab�a vuelto a analizar ese fuego alien�geno con cuidado de evitar los errores pasados, lo domaron y engatusaron y le adaptaron un arn�s recientemente dise�ado. Donde el antiguo sistema contaba con discos de fotones operados manualmente capaces de cubrir s�lo porciones espec�ficas de la fortaleza (de ah� el nombre de sistema "de precisi�n"), el di-se�o corregido era omnidireccional y permit�a una cobertura total. Sin embargo, compart�a algunas de las de-bilidades de su prototipo: la activaci�n del sistema consum�a energ�a de los sistemas de armas y la cobertura total era muy limitada en tiempo. Si s�lo pudieran equipar al personal de la fortaleza de la misma manera... �pero qui�n ha dise�ado un sistema de escudo para el coraz�n? �Una barrera protectora, un sistema de precisi�n u otra cosa para el alma humana? Roy Fokker estaba muerto. Los pilotos VT del Escuadr�n Skull ten�an su propia forma de enfrentar las muertes en combate: los pilotos asesinados simplemente nunca existieron. Los hombres del Vermilion o el �ndigo pod�an acerc�rseles en la Barraca C o en las cubiertas inferiores del Prometheus y decir: "Lamento saber lo de Roy" o "Escuch� que Roy se desconect�". Y ellos los iban a mirar directamente a los ojos o girar�an hacia sus compa�eros Skull y preguntar�an categ�ricamente: "�Roy qu�?". Algunos pod�an llegar a pensar que el Skull estaba bromeando con ellos e insistir�an con la pregunta, pero la respuesta seguir�a siendo la misma: "�Roy qu�?". Nadie romp�a el pacto, nadie hablaba de Roy, ni antes ni ahora. Roy simplemente nunca existi�. Excepto en la privacidad de sus cuarteles o en la tierra de nadie de sus atormentados recuerdos y sue-�os. En ese momento un hombre pod�a liberarse y lamentar, enfurecerse o vomitar las preguntas decadentes que la humanidad se est� haciendo desde aquel primer asesinato, aquella primera muerte a manos de otro que sent� el precedente para todo lo que sigui�. Tal vez ese juego de coraza que el Escuadr�n Skull jugaba con la muerte hab�a llegado hasta el puente, o tal vez s�lo era que la muerte de Fokker fue demasiado dolorosa para discutirla -la primera que dio en el blanco-, pero de cualquier forma nadie la mencion�. Claudia y Rick estaban encapsulados en el dolor y nadie cre�a conveniente molestarlos. Kim y Sammie hablaron de lo apenadas que se sent�an por Claudia porque sa-b�an lo mucho que ella extra�aba a Fokker, sab�an que debajo de esa fachada valiente ella estaba desgarrada. Pero ninguna mujer se le acerc� con esos sentimientos. Hasta Lisa parec�a confundida. Esa tarde Lisa hab�a seguido a Claudia hasta el pasillo del comedor y se qued� expectante en la puerta, como si temiera entrome-terse en la aflicci�n de su amiga... �Se le ocurri� que Claudia y Rick -el teniente estaba parado en la baranda de la cubierta de observaci�n y Claudia estaba sentada a menos de cinco metros de distancia- podr�an haberse ayudado mutuamente a sobreponerse, o era Lisa uno de esos confundidos heridos ambulantes por las heridas que se reabrieron en su coraz�n, heridas que se hab�an estado recuperando hasta la muerte de Fokker? Fue a Rick a quien se acerc� esa tarde; la ciudad de Los �ngeles se esparc�a debajo de la cubierta de observaci�n como un tablero de circuitos Robotech. Rick parec�a cansado y p�lido, en recuperaci�n pero to-dav�a d�bil por su propio encontronazo con la muerte a ra�z de las heridas que sufri� indirectamente a manos de ella. Pero no mencionaron a Roy, aunque era bastante f�cil leer en sus ojos oscuros la devastaci�n que sen-t�a. Y cuanto m�s lo escuchaba y m�s profundamente miraba en sus ojos, m�s temerosa se pon�a; era como si una luz lo hubiera abandonado, como si sus palabras se elevaran desde un centro hueco, sombr�o y distante. Ella quiso estirar los brazos y rescatarlo del abismo. Hab�a m�sica en del sistema de altoparlantes, una canci�n que una vez les hab�a dado la bienvenida a ambos cuando volvieron de un viaje compartido hacia ese abismo. -�Esa es Minmei, no es cierto, Rick? �Se han estado viendo? -Seguro -contest� bruscamente-. Yo la veo en la pantalla de la pared y ella me ve en sus sue�os. Ning�n remedio por esta direcci�n; Lisa se disculp�. Rick gir� y se inclin� sobre la baranda. -Ella ha estado pasando mucho tiempo con su primo Kyle. T� sabes, la familia primero. -Me alegra que est�s bien, Rick. Estaba preocupada por ti. Eso �ltimo lo hizo dar vuelta pero no hubo cambio en el tono. -S�, me siento genial, Lisa. Genial. Ella quer�a hacer borr�n y cuenta nueva: Escucha, Rick, lamento lo de Roy, si puede serte de ayuda... -Escuch� que tenemos un nuevo sistema de barrera -dijo �l-. Y creo que lo necesitamos m�s que nun-ca; claro, quiero decir, ya que el Concejo se reh�sa a permitir que los civiles se vayan... -Rick... -...y es poco probable que los zentraedis detengan sus ataques. Ella dej� que �l dejara salir todo y permiti� que el silencio actuara como amortiguador. -El Concejo va a anular su orden, Rick. El capit�n dice que mantendr� la nave ah� hasta que lo hagan. Rick hizo un gesto de desprecio. -Bien. Y cuanto m�s pronto suceda, mejor. Yo s� que todos estamos ansiosos por volver a la batalla. Los ojos de Rick ardieron en los de Lisa hasta que ella no pudo soportarlo y desvi� la vista. ��l la esta-ba culpando por la muerte de Roy? �Hab�a quedado reducida a un s�mbolo mal�volo ante sus ojos? Primero Lynn Kyle con sus comentarios sobre la milicia, y ahora esto... ella vio que el tr�fico se mov�a abajo a lo largo del entramado de las calles de la ciudad; mir� fijamente las estribaciones de Sierra como para acordarse de que en verdad estaba de vuelta en la Tierra, de vuelta entre los vivos. Pero aunque el Concejo tuviera un cambio de opini�n, aunque su padre recobrara la cordura y permitiera que los civiles detenidos desembarcaran, �qu� ser�a de la SDF-1 y su tripulaci�n? �D�nde y cu�ndo encontrar�an un lugar seguro? Traducido por Laura Geuna |