Saga Macross - Battle Cry

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Capitulo 1

Si hubo algo que caracteriz� los per�odos iniciales de la Primera Guerra Robotech fue la interrelaci�n t�cita que se desarroll� entre el capit�n Henry Gloval y el comandante Zentraedi Breetai. En efecto, ambos hombres hab�an sido creados para la guerra -Gloval por el GRU sovi�tico, y Breetai, claro, por los Amos Robotech. Cuando uno examina los primeros registros de la bit�cora de las naves de ambos comandantes, es evidente que cada hombre pas� un buen tiempo tratando de analizar la personalidad de su oponente por medio de las estrategias que cada uno empleaba. Tal vez Breetai aqu� ten�a una ventaja al tener a su disposici�n los vol�menes de los documentos Zentraedi consagrados a las leyendas que se refer�an al origen de las sociedades Micronianas. Pero hay que se�alar que los intentos de Breetai por entenderlos estaban seriamente limitados por su entrenamiento previo: incluso Exedore, que hab�a sido creado para servir como consejero transcultural, le fallar�a en este frente. Gloval, por otro lado, con pocos conocimientos de su nave y menos de su oponente, ten�a el apoyo de las fuerzas combinadas de una tripulaci�n leal e inteligente, y los instintos de alguien que hab�a aprendido a funcionar mejor en situaciones donde la desinformaci�n y la especulaci�n eran la norma. Se podr�a se�alar muchos ejemplos de esto, pero quiz�s ninguno representa tanto el funcionamiento de la mentalidad de grupo a bordo de la SDF-1 como la Batalla de los Anillos de Saturno.

"G�nesis", Historia de la Primera Guerra Robotech, Vol. XVII.

La nave de Zor, la SDF-1, se mov�a a trav�s del espacio como una criatura liberada de una antigua f�bula marina. La transformaci�n estructural que sufri� la fortaleza a manos de sus nuevos due�os la hab�an convertido en un monstruo -apariencia que se reforzaba gracias a esas embarcaciones navales que le injertaron como si fueran brazos, y las torres del arma principal que ahora se elevaban desde el cuerpo como amenazantes cabezas gemelas con cuernos.

-�Qu� pensar�an los Amos Robotech de este nuevo dise�o? -se pregunt� Breetai.

Incluso antes de la transformaci�n, la nave de Zor era muy diferente de la suya -de hecho, diferente a cualquier embarcaci�n de la flota Zentraedi. Por ser la f�brica de Protocultura siempre hab�a carecido de esa sensaci�n de deformidad org�nica que Breetai prefer�a. Pero en ese entonces no la hab�an construido como una nave de guerra. Hasta ahora.

El comandante Zentraedi estaba en el puente de su nave, donde una imagen de la SDF-1 jugaba a trav�s del silencioso campo de un rayo de proyecci�n. Los fuertes brazos de Breetai estaban cruzados sobre la t�nica marr�n de su uniforme y el amplificador monocular ubicado en la placa que cubr�a la mitad de su rostro apuntaba hacia la pantalla que flotaba libremente.

Los telescopios de largo alcance capturaron esta imagen de la nave para que �l la observara y la analizara. Pero esos mismos telescopios y sonares fallaron en revelar cu�l era el aspecto de las criaturas que la pose�an.

El puente era una burbuja que asomaba hacia el centro astrogacional de la nave, una galer�a enorme de pantallas, campos de rayos proyectores y holo-esquemas que le permit�an a Breetai tener el acceso a la informaci�n que reuniera cualquier crucero o destructor bajo su mando. Pod�a comunicarse con cualquiera de sus muchos oficiales o cualquiera de las numerosas naves de reconocimiento Cyclops. Pero ninguno de ellos pudo suministrarle los datos que �l deseaba ahora -alguna explicaci�n del comportamiento Microniano. Para eso Breetai contaba con Exedore, su diminuto consejero, que por el momento parec�a estar igualmente confundido.

-Comandante -estaba diciendo el hombre deforme-, he analizado esta estrategia m�s reciente desde todos los �ngulos posibles y todav�a no puedo entender por qu� vieron necesario cambiar a este formato. Una modificaci�n estructural de esta naturaleza m�s que seguro disminuir�a, posiblemente incluso negar�a, la efectividad de los centros de control de gravedad de la nave.

-�Y sus armas?

-Completamente operativas. A no ser que est�n desviando energ�a hacia uno de los sistemas de escudo.

Breetai se pregunt� si no estaba siendo demasiado precavido. Era cierto que las t�cticas impredecibles de los Micronianos lo hab�an tomado fuera de guardia, pero era improbable que hubiera subestimado sus capacidades. Que ellos eligieran ejecutar una transposici�n espacial intraatmosf�rica sin importarles los efectos en su centro poblacional isle�o era un poco molesto, as� como lo fue el uso m�s reciente de la poderosa arma principal de la SDF-1. Pero seguramente estos eran actos de desesperaci�n, los de un enemigo que corr�a asustado, y no los de uno en total dominio de la situaci�n.

En cualquier ejercicio militar simple esta improvisaci�n no habr�a representado ninguna amenaza. Seg�n la experiencia de Breetai, el poder de fuego superior se impon�a a los actos desesperados o a las t�cticas h�biles. Y hab�a pocos en el universo conocido que pudieran rivalizar con los Zentraedi en poder de fuego. Pero esta misi�n demandaba una cierta sutileza. Al final vencer�an a los Micronianos, de eso estaba seguro. La derrota, en cambio, era de importancia secundaria. Su consigna principal era recuperar sin da�os a la nave de Zor, y dado al gusto que ten�an los Micronianos por la autodestrucci�n, no se pod�a garantizar un resultado exitoso.

Con esto en mente Breetai adopt� una pol�tica de espera vigilante. Por m�s de dos meses seg�n la cuenta Microniana la flota Zentraedi sigui� a la SDF-1 sin lanzar un ataque. Durante ese tiempo, �l y Exedore monitorearon los movimientos de la nave y las transmisiones audiovisuales; analizaron los cambios y modificaciones que hab�a sufrido la nave de Zor; vieron en las pantallas las im�genes transvid de sus enfrentamientos iniciales con el enemigo. Y lo m�s importante, estudiaron las leyendas Zentraedi que se refer�an a las sociedades Micronianas. Hab�a advertencias en aquellas leyendas -advertencias que Breetai eligi� ignorar.

La SDF-1 se estaba acercando a un planeta exterior de este sistema de estrella amarilla, un mundo con anillos grande y gaseoso con numerosas lunas peque�as. Una pantalla secundaria del puente de la nave capitana mostr� que era el sexto planeta. Exedore, que ya hab�a hecho un gran progreso en descifrar el lenguaje Microniano, sab�a su nombre: Saturno.

-Milord, sospecho que los generadores de transposici�n a bordo de la nave de Zor pudieron haberse da�ado durante el salto al hiperespacio desde la Tierra hasta los planetas exteriores. Yo creo que los Micronianos intentar�n utilizar la gravedad de este planeta para lanzarse hacia su planeta natal.

-Interesante -respondi� Breetai.

-Lo que es m�s, probablemente activar�n las CME (contramedidas electr�nicas) cuando se acerquen a los anillos planetarios. Puede hacerse dif�cil para nosotros seguir su curso.

-En realidad es la elecci�n l�gica, Exedore. Y es precisamente lo que me preocupa. Todav�a tienen que demostrar alg�n conocimiento de l�gica.

-�Su decisi�n, milord?

-Ellos tienen m�s de un plan de escape en mente. El poder de fuego del arma principal les ha dado la confianza en su habilidad para enfrentarnos -Breetai se acarici� el ment�n mientras miraba la pantalla-. Los dejar� intentar su peque�o plan ingenioso s�lo para conseguir una comprensi�n m�s clara de sus t�cticas. Tengo curiosidad por ver si tienen posesi�n total del poder que contiene esa nave.



Henry Gloval, antiguamente capit�n de los portaviones Kenosha y Prometheus, y ahora de la s�per fortaleza dimensional, la SDF-1, era un hombre pr�ctico, de pocas palabras e incluso menores expectativas. Cuando le preguntaron c�mo hab�a terminado al mando de una nave espacial extraterrestre a 1.500.000.000 kil�metros de casa y llevando a casi 60.000 civiles en su panza, se neg� a dejar que la pregunta surgiera m�s de dos veces al d�a.

Y aqu� estaba el planeta Saturno llenando los miradores frontales del puente de la SDF-1, y aqu� estaba Gloval en la silla de mando, trat�ndolo como a una corriente m�s del Pac�fico que ten�a que navegar. Bueno, no tanto: nadie que �l hubiera conocido durante su larga carrera como oficial naval hab�a usado una corriente oce�nica de la forma en que planeaba utilizar a los campos gravitatorios de Saturno.

La SDF-1; los generadores de transposici�n, que dos meses antes le permitieron a la nave viajar a trav�s del hiperespacio desde la Tierra hasta Plut�n en una cuesti�n de minutos, se hab�an desvanecido. Tal vez "permitir" es la palabra incorrecta si se tiene en cuenta que en ese momento Gloval ten�a sus miras puestas en la luna. Pero no importaba -la desaparici�n segu�a siendo un misterio a descifrar para el Dr. Lang y sus Robot�cnicos. El hallar un camino de regreso a casa sin los generadores recay� sobre los hombros de Gloval.

Incluso en el a�o 2010 el libro sobre viajes interplanetarios estaba lejos de estar completo; de hecho Lang, Gloval y otros pocos todav�a lo estaban escribiendo. Cada situaci�n que se enfrentaba era nueva, cada nueva maniobra era potencialmente la �ltima. Hubo una cierta cantidad de sondas sin tripulaci�n, y por supuesto la serie de estaciones orbitales Armor y las bases lunar y marciana, pero ninguna tripulaci�n humana hab�a pasado nunca el viaje m�s all� del cintur�n de asteroides. �Qui�n pod�a decir lo que habr�a sucedido si la Guerra Civil Global no hubiera puesto un fin a la experimentaci�n humana en el espacio? Pero esa fue la forma en que se repartieron las cartas, y a decir verdad, la humanidad ten�a que agradecer a la SDF-1 por poder comenzar las cosas otra vez, incluso si la nave era ahora m�s un arma que una nave espacial. Sin embargo, los historiadores ser�an los que tendr�an que descubrir todo esto. Gloval ten�a preocupaciones m�s angustiosas.

Hablando relativamente, la Tierra estaba del lado m�s lejano del sol. Los motores reflex de la fortaleza los llevar�an a casa pero no con rapidez, y a pesar de eso iban a necesitar un saludable empuj�n de Saturno. El plan de los de ingenier�a era que la nave orbitara el planeta e hiciera uso de la fuerza centr�fuga para ponerla en camino. No era un plan completamente sin probar, pero a pesar de eso era peligroso. Y hab�a un factor m�s que Gloval ten�a que contar en los c�lculos: el enemigo.

No visto en toda su fuerza, sin nombre y desconocido, excepto que se pensaba que eran humanoides de dieciocho metros de altura con suministros aparentemente ilimitados. Aparecieron en el espacio terrestre hac�a un poco m�s de dos meses y le declararon la guerra al planeta. No hab�a forma de saber qu� destino le hab�a sobrevenido a la Tierra despu�s del salto al hiperespacio de la SDF-1, pero parte de la flota enemiga -o por lo que sab�a Gloval, una cu�a- persigui� a la nave a trav�s del sistema solar para apurar el ataque. El arma principal de la SDF-1 los salv� una vez, pero dispararla requiri� una transformaci�n modular que no s�lo caus� destrucci�n y confusi�n en muchos de los sistemas secundarios de la nave, sino que casi destruy� la ciudad que hab�a surgido dentro de ella.

Durante dos meses el enemigo hab�a dejado sola a la nave. Ellos dejaban que se los captara en los radares y sonares, pero se cuidaban de no revelar el tama�o de su flota. A veces parec�a que los pods constitu�an el grueso de su fuerza de ofensiva -aquellos mechas de un solo piloto extra�amente formados que los pilotos VT llamaban "avestruces sin cabeza". En otros momentos hubo evidencia de naves de exploraci�n y de embarcaciones de reconocimiento, de cruceros y de destructores. Pero si los n�meros del enemigo eran un tema para la especulaci�n, sus motivos parec�an estar claros: hab�an venido por su nave, la SDF-1.

Gloval no iba a permitirles tenerla sin pelear. Tal vez se podr�a haber arreglado algo si hubieran venido y pedido la nave. Pero eso tambi�n era historia.

S�lo hab�a una forma de garantizar un regreso a salvo a la Tierra: ten�an que sacarse de los talones al enemigo, o destruirlo. Gloval se estaba inclinando hacia la primera opci�n hasta que el Dr. Lang lo sorprendi� con lo �ltimo de sus descubrimientos diarios.

Lang era la interfase de Gloval con la SDF-1; m�s que cualquier persona a bordo, el cient�fico alem�n hab�a retrocedido su pensamiento hasta los de los t�cnicos que construyeron originariamente a la nave. �l logr� a gran escala lo que se esperaba que los pilotos de los cazas Veritech hicieran en cada misi�n: El fundir sus mentes a los controles de los mechas. Entre los tripulantes de la SDF-1 exist�a la sospecha de que Lang se hab�a conectado a s� mismo a una de las computadoras de almacenamiento de la SDF-1 y que hab�a obtenido alguna clase de acelerador mental que lo pon�a en contacto con los constructores de la nave, convirti�ndolo en un extra�o ante aquellos que no lo hab�an hecho. Cuando hablaba con Lang, Gloval a veces sent�a que estaba lidiando con una entidad extraterrestre -no pod�a soportar hacer contacto con aquellos ojos de m�rmol. Era como si hubieran drenado el lado apasionado de la naturaleza de este hombre y lo hubieran llenado con alguno de los fluidos extra�os que circulaban por muchos de los sistemas vivientes de la nave. No se intercambiaba cortes�as con un hombre como Lang; se iba directamente al grano y se combinaba los bancos de memoria con �l. Por eso cuando Lang le dijo que pod�a ser posible crear una envoltura protectora para la SDF-1, Gloval s�lo pregunt� cu�nto tiempo tomar�a la realizaci�n.

Los dos hombres se encontraron en la c�mara que hasta hace poco hab�a albergado a los generadores de transposici�n. Lang quer�a que Gloval viera por s� mismo la hipnotizante energ�a flotante que hab�a aparecido all� espont�neamente despu�s de la desaparici�n de los generadores. M�s tarde fueron al alojamiento de Lang, la �nica secci�n que no se reconstruy� de la fortaleza que era de dimensiones humanas. All� el cient�fico explic� que la energ�a ten�a algo que ver con una distorsi�n local en la continuidad del espacio tiempo. Gloval no pudo seguir todos los detalles de las teor�as involucradas, pero retuvo lo suficiente como para entender que esta misma energ�a se podr�a utilizar para la fabricaci�n de un sistema de barrera para la SDF-1.

Desde su charla con el Dr. Lang, Gloval qued� preocupado por la idea de tomar al enemigo por sorpresa con una maniobra de ofensiva. Con las armas principales funcionando y el potencial de una barrera protectora, ahora Gloval y la SDF-1 pod�an asegurar una ruta libre hacia la Tierra. Y Saturno, con sus muchas lunas y anillos, estaba equipado de forma ideal para tal prop�sito.



Rick Hunter, el cadete Veritech, admir� su reflejo en las vidrieras de los negocios de la calle principal de Ciudad Macross. Se detuvo una o dos veces a enderezar las rayas de su pantal�n, ajustar el cintur�n que ce��a su colorida chaqueta, o a darle a su largo cabello negro la apariencia correcta de un desorden estilizado. Era su primer d�a de licencia despu�s de ocho semanas de entrenamiento riguroso y nunca se hab�a sentido mejor. Ni se hab�a visto mejor, a juzgar por la atenci�n que recib�a de los que pasaban, especialmente de las mujeres j�venes de la ciudad transplantada.

Rick estaba razonablemente en forma -los a�os de vuelos de prueba lo requer�an-, pero los sargentos de entrenamiento hab�an vuelto firme y vigorosa su contextura delgada. "Nada extra�o, ni en la mente ni en el cuerpo". Rick hab�a adoptado el lema de ellos como propio. Incluso hab�a aprendido unos cuantos nuevos trucos de vuelo (y le hab�a ense�ado algunos a los instructores) Los aviones hab�an sido su vida durante diecinueve a�os, e incluso en la ausencia de peso del espacio se sent�a como en su elemento. A pesar de eso no estaba c�modo con las armas, y la idea de matar a una criatura viviente todav�a era tan extra�a para �l como lo hab�a sido un par de meses antes. Pero Roy Fokker, el "Gran Hermano" de Rick, lo estaba ayudando a sobrellevar este periodo dif�cil. Roy le hab�a hablado de sus propios viejos recelos, sobre c�mo ten�as que pensar en los Battlepod como si fueran mechas, sobre lo real que era la amenaza enemiga para todos los de a bordo de la SDF-1.

-El precio de la libertad es la eterna vigilancia -dijo Roy citando a un presidente estadounidense. Ya no existe el vuelo por diversi�n. Esta vez volar�s por tu hogar y por la seguridad de los que amas.

Por supuesto que Roy hab�a pasado por la Guerra Civil Global; ten�a experiencia en la muerte y destrucci�n. Incluso hab�a pasado por ella como un soldado condecorado. Aunque por qu� alguien habr�a buscado eso segu�a siendo un misterio para Rick. Roy hab�a abandonado el circo a�reo de Pop Hunter por aquel circo de locura mundial y eso no era algo en lo que a Rick le gustara pensar. Adem�s, por m�s cierto que fuera que la guerra estaba fuera de cualquier compuerta de la nave, de seguro estaba muy lejos para un cadete cuya experiencia en batalla hasta ahora hab�a sido puramente accidental.

Rick estaba paseando por el boulevard Macross a paso lento; ten�a unos minutos libres antes de encontrarse con Minmei en el mercado. La ciudad se las hab�a arreglado para reconstruir lo que la transformaci�n modular hab�a dejado en ruinas. Tomando en cuenta la habilidad que ten�a la SDF-1 para mecamorfosearse, el plano modificado de la ciudad depend�a de un eje de orientaci�n vertical. Se hab�a abandonado el intento de recrear la apertura horizontal de Isla Macross. La nueva ciudad se elevaba sobre tres niveles hacia el techo de la enorme bodega. Los puentes ornamentales cruzaban las brechas estructurales; las unidades de control ambiental y el enorme sistema de reciclaje se integraron al dise�o de alta tecnolog�a de los edificios; los ingenieros de EVE -los especialistas en emulaci�n de video extendida- estaban experimentando con los efectos de cielo y horizonte; hidrop�nica hab�a suministrado �rboles y arbustos; y se estaba construyendo un monorra�l. Los que planificaron la ciudad tambi�n hab�an solucionado muchos de los problemas que antes plagaban la ciudad. Los refugios y las �reas de seguridad amarillas y negras estaban bien marcados para el caso de una transformaci�n modular. Cada residente ahora ten�a una cama para dormir y un trabajo que realizar. El racionamiento de agua y comida se aceptaba como parte de la rutina. Los sistemas de cancelaciones, cupones de raci�n y los bonos militares probaron ser manejables. La mayor�a de la gente hab�a navegado con �xito a trav�s de las corrientes psicol�gicas cruzadas. Pronto habr�a una estaci�n de televisi�n, y se estaba trabajando en una loter�a. En general la ciudad no era diferente a un centro comercial de principios de siglo, excepto en tama�o y habitantes. Lo m�s notable fue que los residentes de Macross hab�an hecho el ajuste -desde el comienzo fueron un grupo especial-, y all� el sentimiento general era una cruza entre lo que se encontraba en un prototipo de comunidad experimental y lo que se encontraba en cualquiera de las ciudades de tiempo de guerra de la �ltima era.

Al acercarse al mercado, Rick comenz� a enfocar sus pensamientos en Minmei y en c�mo se desarrollar�a el d�a que hab�a imaginado. Ella quedar�a fascinada al verlo en uniforme y no ser�a capaz de sacarle las manos de encima; �l sugerir�a el parque y ella consentir�a con entusiasmo...

-�Rick! -Minmei corr�a hacia �l abrazando una bolsa de compras llena y lo saludaba enloquecida con la mano libre. Vest�a un su�ter ajustado sin mangas sobre una blusa blanca y una pollera que revelaba demasiado. Ten�a el pelo suelto y lustroso, incluso a la luz artificial de la ciudad; sus ojos azules brillaron fijos en los de �l cuando le dio un beso y se alej� para echarle un vistazo r�pido.

Dentro del fr�o y seco cadete que Rick estaba mostrando, su coraz�n corr�a salvajemente. Ella ya le estaba haciendo un triste bosquejo, llen�ndolo con las ocho semanas de ella, haciendo preguntas sobre el "entrenamiento espaciante", haci�ndole cumplidos, el uniforme, la Fuerza de Defensa, el alcalde, y todos los dem�s que estaban conectados con el esfuerzo de la guerra. A pesar de todo, Rick estaba tan atra�do por su belleza que apenas escuch� las noticias o los cumplidos. De repente se qued� callado y preocupado. Minmei acaparaba las miradas de todos los que pasaban y parec�a conocer en persona a la mitad de Macross. �Qu� hab�a estado haciendo estas �ltimas ocho semanas? �Present�ndose en todas las esquinas de las calles? �Y que era todo eso de las lecciones de canto, de baile, y de que se iba a realizar un concurso de belleza? Rick quer�a decirle de las penurias del entrenamiento, de los nuevos amigos que hab�a hecho, sus miedos sin palabras; �l quer�a abrazarla y decirle cu�nto la hab�a extra�ado, decirle c�mo esa dif�cil prueba de dos semanas que vivieron juntos hab�a sido uno de los momentos m�s preciosos de su vida. Pero ella no dejaba que �l dijera una sola palabra.

A mitad de cuadra ella se detuvo en medio de una frase y arrastr� a Rick hacia una de las vidrieras. En la ventana hab�a un vestido color salm�n con cintur�n que de repente para ella se convirti� en la cosa m�s importante del mundo.

-Vamos, Rick, s�lo un minuto, �est� bien?

-Minmei -se resisti� �l-, no voy a pasar el resto de mi licencia haciendo compras.

-Te prometo que s�lo ser� un segundo.

-Siempre empieza de esa forma y, y...

-�Y qu� m�s ten�as en mente para hoy, Rick? -Minmei ya ten�a la mano sobre el picaporte.

Ella desapareci� dentro de la tienda de damas y lo dej� parado en la vereda, sinti�ndose culpable de alguna manera por siquiera haber pensado en ir al parque.

Para el momento en que �l entr�, Minmei ya ten�a plegado sobre un brazo el vestido de la percha y pasaba por los percheros sacando cinturones, blusas, calzas estampadas, polleras, su�teres y ropa interior. Rick revis� su reloj y calcul� que �l quedar�a ASP (ausente sin permiso) mucho antes de que ella terminara de probarse todo. Ella entr� a un probador y cerr� la cortina.

-Y no esp�es, Rick -dijo.

Afortunadamente en ese momento no hab�a ning�n otro cliente, pero la vendedora que estaba parada en silencio detr�s de Rick encontr� la advertencia de Minmei como la cosa m�s graciosa que hab�a escuchado en toda la semana. Su carcajada de gusto lo tom� por sorpresa. �l pens� que hab�a sonado una alarma de advertencia tempranera... y mientras se acurrucaba para cubrirse, se las arregl� para perder algunos de los productos que estaban en la parte de arriba de la bolsa. Al inclinarse para recobrar algunos de ellos, tropez� con la bolsa y desparram� la mitad de su contenido por el suelo.

Ahora la mujer se re�a como una mani�tica. El timbre anunci� la entrada de un nuevo cliente y Minmei espi� sobre la cortina del probador y pregunt� que estaba pasando. Rick, mientras tanto, gateaba en cuatro patas bajo las mesas en busca de las mercanc�as -botellas de shampoo, crema de limpieza, loci�n para el cuerpo, aceite para beb�, l�pices de labios y varios potes de maquillaje-, todos los cuales estaban cubiertos por una clase de fluido resbaloso de una botella de jab�n para el rostro l�quido que se hab�a abierto parcialmente. Cada vez que Rick atrapaba uno de los productos este saltaba de sus manos como un pez mojado. Pero pronto aprendi� a hacerlo y en poco tiempo tuvo casi todo de vuelta en la bolsa. S�lo faltaba conseguir una cosa: un tubo de pasta dental de tres colores que estaba fuera de su alcance nadando en un charco de jab�n para el rostro. Rick hizo el intento, se estir� y trat� de sujetarlo. Tal como se esperaba, el tubo sali� impulsado y termin� sobre otra mesa.

Era tiempo de ponerse serio. Rick dej� a un lado la bolsa y gate� disimuladamente hacia su presa, como si el tubo hubiera tomado voluntad propia y estuviera a punto de escabullirse como algunas de las unidades robo-distribuidoras de Ciudad Macross. Entrecerr� los ojos, retuvo al tubo con la mirada, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, se abalanz�.

El tubo pareci� gritar en sus manos y de inmediato sali� en un despegue vertical. Pero Rick estaba preparado para eso; levant� la cabeza con los ojos fijos en el ascenso del tubo.

Lo �nico que no hab�a tenido en cuenta era la altura de la mesa. Su cabeza golpe� fuerte con la parte de abajo, el tubo se escap� y Rick cay� hacia atr�s sobre el piso, girando sobre su espalda y tom�ndose la cabeza.

Cuando abri� los ojos, vio una lluvia de corpi�os y tres pares de sedosas piernas de mujeres. Las due�as de aquellas se alejaron de la mesa haciendo ruido sobre el piso con los tacos altos y tirando de los dobladillos de sus polleras como si hubieran visto a un roedor suelto.

Rick sali� de ah� y se puso de pie enfrentando a las tres mujeres del otro lado de la mesa. Ellas todav�a estaban retrocediendo del mostrador de ropa interior con miradas de indignaci�n en sus rostros. Rick les murmur� unas disculpas cuando salieron de la tienda y la vendedora se ri� como hist�rica otra vez. De repente Minmei se par� detr�s de �l, lo golpe� suavemente en el hombro y le pidi� su opini�n sobre el vestido que se estaba probando. �l permaneci� traumatizado durante un minuto, con la risa en un o�do y las preguntas de Minmei en el otro, y dej� la tienda sin decir una palabra.

Minmei permaneci� adentro por m�s de una hora. Cuando sali� tra�a dos bolsas de compras m�s. Determinado, Rick intent� otra vez sugerir caminar por el parque, pero ella ya hab�a hecho otros planes para los dos. Sus familiares substitutos, quienes administraban el Drag�n Blanco, el restaurante chino m�s popular de Ciudad Macross, hab�an estado preguntando por Rick, y esta ser�a la ocasi�n perfecta para visitarlos -�l estaba tan "gal�n y gallardo" vestido con su uniforme.

Rick dif�cilmente podr�a rehusarse. El t�o y la t�a de Minmei eran casi una familia para �l; de hecho hab�a vivido con ellos sobre el restaurante antes de unirse a las Fuerzas de Defensa.

Ellos formaban una pareja extra�a -Max, bajo y corpulento, y Lena, de la altura de Minmei e inspiraci�n delicada. Ten�an un hijo que qued� en la Tierra, Lynn Kyle, a quien Lena extra�aba y en el cual Max prefer�a no pensar por razones que Rick no pudo saber. Aunque hab�a algo m�s que ellos le ocultaban. Cuando Rick entr� al restaurante ellos fingieron sorpresa, pero en minutos desplegaron ante �l su comida favorita. Mientras engull�a el camar�n sofrito, �l los entretuvo con las historias de las barracas que hab�a guardado para Minmei. Ellos quer�an saber todo sobre los cazas Veritech -c�mo se los manejaba en el espacio, c�mo pod�an cambiar de modo Caza a Guardi�n o Battloid. Y le preguntaron sobre la guerra: �Pudo Gloval hacer contacto con el cuartel general de la Tierra? �Sus comandantes cre�an que el enemigo continuar�a con sus ataques? �Estaba Rick preocupado por su primera misi�n? �Cu�nto tiempo le tomar�a a la SDF-1 regresar a la Tierra?

Rick hizo lo mejor que pudo para contestarles, dejando a un lado los temas que no se le permit�a discutir, y en otros casos exagerando su propia importancia dentro de las Fuerzas de Defensa. A �l le preocupaba que a los residentes de Ciudad Macross no se les diera los mismos informes que se le daban a los escuadrones Veritech. Despu�s de todo, Macross tambi�n era una parte de la nave y de la guerra como los otros que estaban a bordo.

�l estaba a punto de calmarles los miedos que ten�an por su seguridad dici�ndoles que faltaba mucho para una asignaci�n de combate cuando vio que Roy Fokker entraba al restaurante. Su figura de dos metros parec�a gigantesca dentro de la habitaci�n de techo bajo, pero hab�a algo en la indomable melena rubia y en la sonrisa inocente de Roy que hac�a que la gente se calmara de inmediato. Salud� a todos individualmente, hizo un show al besar la mano de Minmei y se sent� junto a Rick, arrebatando el �ltimo camar�n mientras lo hac�a.

-Me imagin� que te encontrar�a aqu� -dijo Roy con la boca llena-. Tengo que llevarte de vuelta a la base de inmediato, Peque�o Hermano.

-�Por qu�, qu� pasa? -pregunt� Rick.

-Estamos en alerta.

-�S�, pero eso qu� tiene que ver conmigo? -de repente Rick se preocup�.

-Adivina a qui�n asignaron a mi escuadr�n -Roy se chup� los dedos.

Rick se qued� mudo.

T�a Lena y t�o Max estaban parados juntos, con miradas de preocupaci�n detr�s de las sonrisas fingidas. Pero Minmei estaba alborozada.

-�Oh, Rick, eso es maravilloso! -como si a �l le acabaran de dar un premio.

-Vamos por ellos, compa�ero -Roy se puso de pie y sonri�.

Rick trat� de devolver con valent�a una sonrisa que no estaba ah�.

La guerra lo hab�a alcanzado otra vez.

Traducido por Laura Geuna
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